Sectas y lavado cerebral

Sectas y lavado cerebral

Siempre han existido grupos de toda índole -religiosos, politicos, seudo-deportivos, seudo-filosóficos, etc.- diferentes de los mayormente aceptados o reconocidos, o que se han separado o escindido de estos. Pueden tener todo tipo de doctrinas o prácticas que nos pueden parecer graciosas, antipáticas o raras, pero hay algunos grupos y organizaciones que son dañinos y destructivos para sus adeptos tanto psicológica como físicamente -a través de la explotación económica o sexual, o la inducción al vandalismo, robo, homicido y suicidio-. Crean en ellos una dependencia emocional y mental, los “robotizan”. Estas sectas catalogadas como “destructivas” o “psicoadictivas” pueden emplear viejas técnicas no sólo de captación y adoctrinamiento sino de “lavado cerebral” alejando a los nuevos adeptos -normalmente adolescentes y jóvenes aunque también adultos- de sus familias, estudios y/o trabajo. Es decir, su vida en general debe estar supeditada a la supuesta causa superior del grupo o a las enseñanzas y ejemplo del líder que se tienen como verdaderas o infalibles. Así lo opuesto a todo esto es lo falso y errado -o lo demoniaco si se quiere-.
Lo que más atenta contra nuestra libertad es lo que ataca nuestra propia capacidad de elegir haciéndonos creer que no está en nosotros, en nuestras capacidades positivas como el amor, el conocer y el razonar, la clave para hallar las soluciones de la vida sino en supuestas fuentes “superiores”, únicas proveedoras de la “verdad” y lo “bueno”. No hay mejor prevención que los padres inculquen tempranamente el pensamiento crítico y estimulen la comunicación y el apoyo en sus hijos, que les dediquen tiempo y cariño, para impedir luego que su formación sea tergiversada por quienes los quieren usar para sus intereses en este mundo y el “otro”. Pero las sectas aprovechan cualquier momento de debilidad y soledad o de búsqueda grupal -o de la “Verdad” o el “Amor”- y de identificación para atraer nuevos prosélitos, especialmente en la adolescencia y la juventud o en ciertos momentos de la adultez. Todo padre y madre de familia tiene derecho a inculcar a sus hijos sus propias creencias -religiosas o no-.
En una sociedad democrática se garantiza la libertad de creencias conviviendo así las diversas religiones -mayoritarias o no como las llamadas nuevas religiones o sectas-. Y un derecho humano fundamental es la libertad de creer en la religión que uno “escoja” por lo que al ser adultos el o la joven captados por la secta -positiva o destructiva- no están obligados a seguir el deseo de sus padres si estos son de otra opinión. Así se dificulta enfrentar la manipulación de la vida y la mente de quienes han aceptado “voluntariamente” las ideas y prácticas determinadas sin atentar contra la libertad individual (Francia ha dado ejemplo de que no es imposible: la tipificación del delito de “manipulación mental” para poner fuera de la ley y/o multar a las sectas destructivas. Aunque eso es difícil en muchos países donde miembros importantes de sectas “corporativas” llegan a infiltrarse en altas esferas económicas y políticas).