LBH 2/4 EDUCACIÓN Y DOMINIO DEL SEXO

EDUCACIÓN Y DOMINIO DEL SEXO
Por costumbre, el hombre usa de su sexo en cualquier momento en que experimenta el deseo sexual y no se preocupa por metodizar o reglamentar su función creadora.

Su instinto sexual ejerce tal dominio sobre él que puede obligarlo a procrear en el momento en que este instinto despierta.

Con su deseo sexual le sucede exactamente lo mismo que con otros deseos, es decir, se produce una “identificación” de fatales consecuencias para su conciencia.

¿Existe alguien que pueda permanecer consciente en el momento del espasmo sexual?

Justamente en la pérdida de conciencia que se produce en ese instante reside el único “pecado” del sexo, ya que lo sexual como todo, tiene su doble aspecto positivo y negativo. La manifestación negativa la encontramos cuando se produce el dominio del instinto sexual sobre la voluntad y la conciencia. Ésta es la caída de Adán. Su manifestación positiva se produce en el hombre totalmente posesionado de sí mismo que usa de su sexo solamente cuando su conciencia lo permite.

El aspirante a la superación debe convertirse en el amo de su instinto sexual a fin de encauzarlo en una vibración de pureza y elevación espiritual.

Cuando se tienen relaciones sexuales impulsado solamente por la pasión instintiva que busca sólo la satisfacción del deseo material, se producen funestas consecuencias para ambos amantes ya que abren su psiquis a vibraciones puramente pasionales y materialistas. Al penetrar esta vibración queda sembrada la semilla de la desgracia y la infelicidad.. Toda relación sexual en que no exista la íntima comunión de un profundo y verdadero amor, de una gran atracción y armonía espiritual, es inútil e inconveniente.

No solamente debe existir la unión de los cuerpos sino también la de las almas y aun de los espíritus.

El sexo es el más importante factor de buena o mala suerte en el hombre, puesto que la mujer representa para él la Naturaleza que es la que le brinda sus bienes.

La mujer pasional, histérica, egoísta y celosa trae “mala suerte” al hombre, pues le transmite sus vibraciones discordantes haciendo que él encuentre en la vida algo similar a esto que ella le ha irradiado. Este tipo de mujer no ama realmente a su compañero sino que anhela poseerlo para tenerlo bajo su dominio. Con mucha más frecuencia de lo que pensamos, el fracaso de un hombre se debe a que su mujer adolece del complejo de Diana. Se ha producido en ella un verdadero trastrocamiento de sexo que la lleva a actuar en el campo de la energía como macho, haciendo asumir al hombre por lo tanto el papel de hembra, y como hembra en cuerpo de macho será imposible que se abra paso en la vida porque le faltará lo activo, o sea el magnetismo masculino irradiante.

Esta mujer al proceder así comete un verdadero pecado porque va en contra de las leyes de la Naturaleza al perder su femineidad, y es por esto que siempre recibe el castigo de la Naturaleza en una u otra forma, castigo que podrá eludir solamente al recuperar su femineidad a través de una rígida disciplina psicosexual. El intercambio de magnetismo psicosexual entre hombre y mujer encierra secretos tan grandes que asustan por su alcance. Estas enseñanzas se pueden impartir solamente a personas de probada moralidad y acendrado amor a la Humanidad que ingresen a una escuela oculta bajo la dirección de un verdadero maestro.

En este libro se pueden dar solamente conocimientos de orden general ya que es un texto de pública circulación.

Cuando un hombre vea que lo persigue la “mala suerte” debería examinar detenidamente la calidad de la unión sexual que mantiene con su compañera y fácilmente podrá descubrir las causas de su problema. Igual cosa se puede decir con respecto a la mujer.

Lo más funesto que puede existir en las relaciones de una pareja es la oscilación pasional que se produce entre la unión sexual y los altercados.

En un gran porcentaje sus relaciones íntimas se reducen a la siguiente secuencia: unión sexual-altercado, altercado-unión sexual.

Si supieran la forma en que limitan sus posibilidades al mantener esta situación, se abstendrían cuidadosamente de caer en esto.

Cada riña conyugal es la simiente de ruina, escasez, desgracia y “mala suerte” que se materializarán fatalmente al cumplirse el período de fructificación de esta simiente.

Sin saberlo entonces, hay mujeres que aplastan al hombre asfixiándolo hasta que lo convierten en un ente sin personalidad, en un sujeto vencido que se limita a obedecer lo que esta mujer le impone. Este tipo de mujer es aquélla de carácter dominante que subconscientemente desea llegar a poseer hasta los pensamientos de su compañero y con su actitud le absorbe todo su magnetismo etérico-viril.

Todos los hombres tímidos son así porque su madre era muy dominante o porque su esposa los tiraniza.

La mujer que eleva al hombre y le da “buena suerte”, que le abre el camino en la vida y lo hace triunfar, es aquélla que se entrega totalmente a él, tanto física como espiritualmente.

Esta mujer ansía dar antes que recibir, se da por completo a su compañero, lucha por él, está siempre a su lado en los momentos difíciles. Tiene la inteligencia necesaria para persuadirlo sin pretender dominarlo. Diana ansía tener al hombre de rodillas a sus pies; la otra quiere verlo convertido en un ser superior que le tienda la mano para apoyarla en todo sentido.

Con el hombre sucede exactamente lo mismo ya que existen estos dos tipos: el que sólo quiere tener una esclava y el que anhela formar una real esposa consciente del verdadero papel que le corresponde en el hogar.

Por lo tanto el que desea superarse y triunfar debe regularizar y reglamentar su actividad sexual de acuerdo con un plan trazado de antemano, de común acuerdo con su compañera.

Cuándo se debe hacer abstención de actividad sexual:
Al encontrarse emocionalmente alterado por algo, con más razón después de una riña. Cuando se haya bebido demasiado alcohol. Cuando la mujer se encuentra en su período menstrual o inmediatamente después. Cuando no existe una atracción sentimental y espiritual. Cuando se acaba de visitar a un enfermo. Cuando alguno de los dos se encuentra enfermo. Cuando la mujer está encinta.

Debe existir una completa tranquilidad y armonía para llevar a cabo la unión sexual y el acto mismo debe rodearse de la mayor pureza y delicadeza posible, absteniéndose cuidadosamente de “refinamientos” que llevan en forma segura a la impotencia y frigidez.

En todo momento mientras dure el acto se procurará estar total y completamente posesionado de sí mismo sin abandonarse a la sensualidad.