LBH 2/2 DESARROLLO DE LA CONCIENCIA

DESARROLLO DE LA CONCIENCIA

PREMISA BÁSICA: EL HOMBRE ES UNA MÁQUINA
Nada es posible realizar en el desarrollo de la conciencia si el estudiante no llega primero a darse cuenta cabal de la verdad de esta afirmación. El hombre es una máquina, nada puede hacer, nada puede realizar, todo le sucede. No tiene voluntad ni libre albedrío. Está a merced de la ley de accidentes.

Con lo que se ha tratado en páginas anteriores el lector atento tiene ya los datos básicos para llegar a comprender su mecanicidad.

Una vez que se ha llegado a vivir esta experiencia se puede empezar a actuar para ir despertando lentamente hasta llegar a salir del estado de sueño o mecánico. Naturalmente que a un hombre solo le es muy difícil salir del estado de sueño y ser consciente, ya que a poco de empezar a actuar se duerme nuevamente y no tiene puntos de referencia para saber si está dormido o despierto. Ésta es la dificultad más grande que se encuentra en este camino; la imposibilidad de distinguir entre el estado de sueño y la vigilia.

Cuando se ha llegado a estar despierto, aunque sea por un pequeño período de tiempo es posible llegar a diferenciar ambos estados.

Es posible amar, pensar, razonar y trabajar sin ser consciente de lo que se está haciendo. Son muy pocos los momentos de verdadera conciencia que tiene el hombre. Cuando no se está despierto es posible darse cuenta de ello solamente al llegar un momento de conciencia. Se experimenta entonces la sensación de haber estado ausente mucho tiempo y de haber regresado repentinamente.

Lo que contribuye en alto grado a mantener el estado de sueño son los hábitos y la identificación que se produce invariablemente entre el individuo y aquello que ejecuta o que percibe a través de los sentidos. Se olvida de sí mismo para identificarse con las sensaciones; se produce una fuga de la conciencia que abandona al sujeto para proyectarse e identificarse con el objeto al que está dirigida la atención. Al producirse este proceso queda solamente la máquina humana que no se autodetermina ni piensa realmente.

El primer paso para llegar a ser consciente es la sistemática y constante observación de sí mismo, a fin de que no se produzca la fuga de la conciencia. Se debe mantener una continua sensación de la propia identidad, recordar antes que nada que se es; Yo soy el que quiero esto. Yo soy el que estoy actuando en este momento, Yo soy el que estoy viendo esto. Para ser consciente es necesario no olvidarse de sí mismo, ya que en el momento del olvido comienza el sueño.

Como es necesario desempeñar una serie de actividades de carácter material, se produce fatalmente el olvido de la propia identidad. Para salvar este obstáculo es necesario educar la atención a fin de que se logre una bifurcación, en la cual en primer lugar, estará el Yo, y en seguida aquello a lo cual se atiende. Ésta es similar al rayo de una linterna que tuviera que atravesar una lente de aumento para iluminar un objeto. El rayo luminoso representaría la atención, la lente al Yo. Por medio de este símil es posible apreciar la técnica mental a la cual es necesario recurrir para llegar a ser consciente o despierto. Naturalmente éste es sólo el primer paso, ya que existen muchos grados de conciencia a los cuales se llega a través de sucesivos despertares.

A medida que el estudiante empieza a tratar de “recordarse a sí mismo” se da cuenta de lo difícil que esto resulta, ya que de pronto puede darse cuenta de que de un mes a esta parte ha estado totalmente dormido a pesar de creer lo contrario. Súbitamente y debido a un shock se produjo el despertar, acompañado del reconocimiento del anterior estado de inconsciencia.

Cuando se ha logrado producir una dualidad en la atención, es necesario rehusar la identificación con los estados emotivos y las impresiones fuertes. Es posible que un sujeto logre estar consciente en la soledad, pero que al salir al mundo exterior se duerma profundamente.

En los momentos en que se recibe una impresión determinada es necesario realizar un esfuerzo de voluntad para mantener la sensación del Yo. Con la práctica, esto se convierte en algo bastante sencillo. A medida que se logra alcanzar un estado más elevado, va cambiando la percepción, ya que recién se comienza a ver las cosas como son en sí, y no como el individuo cree que son.

Poco a poco se van realizando sorprendentes descubrimientos. Se descubre por ejemplo que el ser humano puede alimentarse por muchos meDios, de los cuales el más grosero es el digestivo, y el más sutil, la absorción de energía a través de los estímulos que reciben los sentidos. Su escala de valores cambia completamente al percibir la diferencia entre lo real y lo ilusorio.

Para saber hasta dónde conduce el camino del despertar es necesario recorrerle, ya que de nada sirve hablar de ello a quien no lo ha hecho.

Observando las disciplinas espirituales de los diferentes sistemas filosóficos y religiosos se ve que todas conducen a lo mismo. Tienden a provocar un despertar por medio de mortificaciones, penitencias o complicados ejercicios. Desde el punto de vista de la conciencia nada es más nefasto que la felicidad basada sólo en el placer de la masa o cuerpo. Todos los estados de placer sensual sumen más profundamente en el sueño a quien los experimenta, y el dolor en cambio, sea éste físico o moral sacude violentamente al individuo arrancándolo de su habitual embotamiento producto de la rutina, los hábitos y su confusa vida mental.

Cuando un hombre está muy dormido, la naturaleza le envía dolor y sufrimiento para despertarlo. El que no ha sufrido en la vida no tiene humanidad porque está dormido en su propio egoísmo.

Las más grandes verdades están ante nuestros ojos y no somos capaces de verlas. Están en lo pequeño, lo simple, lo humilde, lo inadvertido.

Basta que se le diga al vulgo que está dormido para que reaccione sarcástica e incrédulamente. Solamente uno entre miles llega a pesar debidamente lo que esto significa.

Para el hombre común no existe evolución, ni conciencia, ni voluntad, ni libre albedrío, ni humanidad. Muchos sentirán afinidad con las ideas que se presentan en este libro pero muy pocos se dedicarán a un estudio serio de sí mismos para comprobar a través de la propia experiencia la verdad de lo que aquí se afirma.

Es tan difícil comprender lo que significa ser consciente que muchos encontrarán arduo aceptar que no siempre es más consciente el más culto y educado.

La conciencia no tiene nada que ver con esto. Un jardinero humilde e inculto puede ser mucho más consciente que un sabio atómico. Es necesario comprender que hablo de la conciencia como la capacidad de percibir la realidad sin distorsión mental de ninguna clase. En muchos casos el exceso de información científica o cultural es un grave obstáculo para alcanzar la conciencia, ya que esta información proviene, en su mayoría, de sujetos “inconscientes” y necesariamente es fragmentaria, incompleta e irreal. A fin de entender debidamente esto, basta considerar que dentro de cien o doscientos años mucho de lo que se enseña hoy día en las universidades causará seguramente hilaridad. El conocimiento científico es gravemente lesionado cuando parte de bases erróneas que pueden conducir a derroteros equivocados. Es interesante pensar que las leyes científicas que se lleguen a establecer en el futuro por medio de diversas investigaciones existen igualmente hoy día, pero en forma oculta.

La ciencia no hace otra cosa que parafrasear el Ocultismo anunciando “descubrimientos” que eran conocidos de los egipcios y del dominio de los Rosacruces.

Es importante analizar la relación que existe entre la conciencia y los conceptos de bien y mal. La conciencia está más allá del bien y del mal, ya que éstos son términos totalmente relativos. Generalmente lo que es bueno para unos es malo para otros. Un hombre puede ser muy bueno, estar lleno de amor hacia los demás, hacer el bien en toda la extensión de la palabra, y esta bondad ser totalmente mecánica e inconsciente, producto de automatismos cerebrales. Otro puede ser muy bueno porque su madre inculcó en él la bondad o porque la adoptó como una “pose” para sentirse superior y neutralizar así un complejo de inferioridad. Este tipo de amor, bondad y caridad, es relativamente fácil de encontrar, pero verdadero amor, amor auténtico y genuino hacia el prójimo, amor consciente es inmensamente difícil de hallar.

El que llega a ser consciente se sintoniza con la ley divina, se pone en armonía con la irradiación de la gran mente universal o Dios.

“Pedid y se os darᔠdijo hace dos mil años el super-consciente hijo de la gran mente universal (la virgen) Jesús, el Cristo.

Muy pocos han llegado a comprender esta enseñanza, que como todas las que brindó este gran maestro ha sido falseada, desvirtuada y antojadizamente explicada. Cuando aquél que se ha sintonizado con Dios pide algo de corazón, esta petición es igual que una orden de Dios que tendrá que ejecutarse tarde o temprano.

Pero, ¿puede ser considerado consciente el que vive esclavizado a la embriaguez sensual de la materia? ¿Puede ser consciente el que atesora riquezas sin pensar en ningún momento en los demás?

Recordemos este otro aforismo de JesuCristo: “dad y recibiréis”.

Aquél que quiere recibir algo debe comenzar por dar y esto lo podemos ver tanto en los negocios como en las relaciones humanas. El que se preocupa de dejar satisfechos a sus clientes antes que de llenarse el bolsillo recibe siempre la justa compensación por su obra. El que da amistad recibe amistad. El que comprende a los demás es comprendido y tolerado. Hay personas que se quejan amargamente de soledad, de falta de amistad y de que no son comprendidos por lo demás. Estos seres jamás han pensado que no es justo pedir a los demás que lo comprendan ya que esto equivale a pedir que todos ajusten y condicionen su ideología a la de uno y esto es imposible.

Hay que empezar por tolerar y comprender al prójimo, tolerar sus defectos y sus imperfecciones. Todos llevan en esencia el amor hacia los demás, pero la gran mayoría no han penetrado dentro de ellos mismos para exteriorizar este amor.

Quien ha obtenido o está comenzando a obtener la conciencia, debe aprender a vivir de acuerdo con las leyes de la Naturaleza que son las fuerzas manifestadas por Dios para que pueda existir la vida.

Por muy consciente que sea un individuo no puede romper estas leyes o tratar de ir más allá de ellas, pero puede y debe utilizarlas conscientemente en beneficio de la Humanidad.

Una de estas leyes es la ley de la supervivencia del más fuerte.

El que quiere llegar a realizar algo, debe hacerse fuerte para no ser barrido por otros mas fuertes que él.

Como estamos actuando en un cuerpo físico debemos empezar por mantenerlo en perfecto estado de salud.

Uno de los factores más importantes para esto, es evitar, cuidadosamente las emociones negativas, las depresiones, la melancolía, la tristeza, etc., ya que ellas provocan el derroche de energía nerviosa.

Si bien es cierto que estos estados anímicos pueden ser provocados por causas puramente físicas, es significativo el cambio que se produce en la salud de un hombre cuando empieza a pensar y a sentir positivamente. Se debe acostumbrar la mente a pensar sólo en cosas agradables, desterrando lo malo, inútil y ocioso.

La moderación en las comidas es fundamental para no bajar excesivamente la vibración volitiva, ya que toda materia que se ingiere carece de conciencia y debe ser asimilada y digerida por el estómago y por la conciencia.

Mantenerse siempre bien activo practicando cualquier ejercicio físico de acuerdo con la edad y constitución física.

No fumar ni beber alcohol. El cigarrillo en forma lenta pero segura va minando las facultades creadoras.

La respiración completa y profunda ayuda poderosamente a mantener el equilibrio fisiológico y aumenta la resistencia a las enfermedades y a las depresiones nerviosas.

Se entiende por respiración completa la que comienza en el estómago, continúa en el diafragma y termina en el pecho. La exhalación debe ser lo más completa posible.

Es recomendable efectuar todas las mañanas respiraciones profundas ante una ventana abierta, durante cinco o diez minutos, con la mente bien concentrada en lo que se está haciendo.

Una vez que se han tomado energías a través de los alimentos, del sueño y de la respiración, hay que aprender a economizar estas energías.

El verdadero ocultista debe ser un perfecto administrador de sus propias energías. Debe saber exactamente cómo distribuirlas y organizarlas para que no se produzca un despilfarro como sucede corrientemente.

A fin de poder distribuirla energía nerviosa en forma justa y perfecta es imprescindible que el pensamiento y la acción no sigan caminos diferentes. Es altamente nocivo estar constantemente pensando en lo que se tiene que hacer dentro de diez minutos o media hora. Este mal hábito es una de las principales causas de la ansiedad, que se manifiesta en forma de una gran impaciencia por terminarlo todo rápidamente y llegar al fin del camino. El que padece de ansiedad crónica vive proyectado mentalmente al futuro.

Es interesante analizar el efecto desastroso que producen en el derroche energético, el desagrado y la falta de entusiasmo por realizar algo.

El simple acto de recoger una moneda que cayó al suelo, si se ejecuta desganadamente y sin el deseo de hacerlo, consume más energía nerviosa que una carrera de 100 metros que se hubiera corrido con gran entusiasmo. En todas las obras sobre Psicología leemos que el entusiasmo es una de las más poderosas fuerzas existentes. ¿Cuál es la razón de este poder?

El entusiasmo es un estado de profunda exaltación del espíritu que da origen a una perfecta concentración mental y psíquica.

He aquí una clave para mantenerse siempre pletórico de energía. Hagamos un esfuerzo para realizar nuestras diarias labores con tanto entusiasmo como si de ello dependiera nuestra vida. Hasta el sencillo y rutinario acto de afeitarse o vestirse, por ejemplo, debe ser ejecutado con todo entusiasmo e interés.

Nunca será un triunfador el que no sea capaz de inflamarse de entusiasmo por algo. No basta con desear triunfar, no basta con desear superarse, es necesario sentir dentro de sí mismo una avidez profunda y sostenida por realizar lo que se quiere. Se deben concentrar todos los deseos y energías en lo que se quiere obtener, ya que el que desea mil pequeñas cosas simultáneamente nada consigue, porque dispersa sus fuerzas mentales en todas direcciones.

Hay tres cosas que están íntimamente relacionadas entre sí y que es necesario emplear conjuntamente para desarrollar la conciencia y éstas son: la imaginación, el sentimiento y la acción o movimientos del cuerpo.

Los movimientos que se realizan ya sea al caminar, al trabajar con las manos y al moverse en general, influyen poderosamente en el estado mental y emocional del que los ejecuta.

A la inversa, la calidad de los pensamientos y emociones influye también en la manera de pararse, hablar y caminar.

Lo interesante de esto es que a través de los movimientos del cuerpo, podemos actuar dentro del alma para modificar estados negativos reemplazándolos por vibraciones superiores. Ésta es la razón de ciertos movimientos y signos realizados en las ceremonias católicas, masónicas y de otros cultos.

El hombre fuerte, optimista y sano psíquicamente, camina muy erguido, la cabeza levantada, los hombros echados hacia atrás y se advierte seguridad y fortaleza en todos sus movimientos. Al saludar aprieta la mano fuerte y decididamente y su voz es firme y bien articulada. El nervioso o deprimido camina agachado, casi no se atreve a mirar de frente, no puede hablar en presencia de un grupo y si lo hace su voz tiembla notoriamente. Este hombre debe practicar la “vitalización psíquica” de acuerdo con lo que exponemos en este trabajo a fin de poder convertirse en un triunfador.

Para cambiar un estado mental y anímico negativo por uno superior, se puede realizar con éxito el siguiente ejercicio, que produce calma, paz y serenidad.

Esforzarse por reducir la velocidad de lo que se está haciendo hasta llegar casi a moverse como en cámara lenta.

Cada movimiento debe ser cuidadosamente estudiado, se debe ejecutar concentradamente poniendo “el alma” en ello. Respirar profundamente y relajar todos los músculos.

En lo que a la concentración mental se refiere, se producirá un profundo estado de concentración difícil de alcanzar por otros meDios.

Es muy importante durante este ejercicio sentir o ser consciente de cada parte del cuerpo que se mueve. Una vez que se ha adquirido práctica, se debe tratar de sentir los músculos, los nervios, la sangre, el aire que penetra en los pulmones, etcétera.

Naturalmente que este proceder se adoptará únicamente mientras dure el ejercicio. En la noche, cuando llegue el momento de dormir, se debe proceder a la relajación de todos los músculos a fin de penetrar en un estado de sueño más profundo que el ordinario. Generalmente no se alcanza el sueño profundo hasta que no se ha producido la total relajación nerviosa y muscular, lo que puede llevar tres o cuatro horas. Este período, al que podríamos llamar anterior al sueño o “preparatorio”, es casi totalmente perdido para los efectos mismos de la renovación energética que se produce al estar dormido, ya que esta renovación se efectúa en el estado de sueño profundo. De esta manera, el que logra penetrar rápidamente en el sueño profundo, mantendrá su cuerpo lleno de energía y necesitará dormir menos, ya que aprovechará totalmente sus horas de sueño.

Para los efectos de la relajación se procede de la siguiente forma: una vez acostado, respirar varias veces profunda y calmadamente concentrando el pensamiento en el plexo solar. Una vez efectuadas estas respiraciones, se empieza por relajar los músculos de la cara parte por parte, la frente, los ojos y las mandíbulas. En seguida se continúa con el cuello, brazos, tórax y así hasta llegar a los pies.

Cuando se produzca un estado de enfermedad, el estudiante debe esforzarse por sanar utilizando para ello su fuerza mental. La enfermedad es solamente un estado vibratorio negativo, que como toda vibración puede ser cambiado por medio de la fuerza mental. Es asombrosa la rapidez con que responde el organismo cuando advierte el poderoso apoyo de una fuerza mental inteligente que está tratando de ayudarlo a vencer la enfermedad.

El gran obstáculo con que se estrellan comúnmente los buenos deseos de superación espiritual, es la inercia o fuerza negativa.

El deseo y la acción de superarse forman una poderosa fuerza activa en el individuo, fuerza activa a la cual se opone su vida mecánica habitual que representa la inercia.

A fin de que su fuerza activa no sea anulada por su parte negativa, el estudiante debe fortalecer constantemente su fuerza activa por medio del estudio y una rígida autodisciplina. La mayoría de los estudiantes de Ocultismo se quedan únicamente en las buenas intenciones de realizar algo práctico, ya que toda su labor oscila como un péndulo entre la fuerza activa y la negativa, situación ésta que se puede prolongar por toda la vida. Éste es el gran peligro de estar solo y aislado. El que se propone llenar solo a conquistar su perfección espiritual comete el más grande de los errores, ya que se produce a la larga, un estado de paz y tranquilidad por la ausencia de “choques psíquicos” con otras personalidades.

Este hombre se siente en paz y cree firmemente haberse encontrado a sí mismo y haber conquistado la conciencia. No se da cuenta de que esta tranquilidad nace de un profundo estado de sueño. Así como existe la evolución existe también la “involución”, o sea, el retroceso. El tipo de realización espiritual del cual hablábamos anteriormente, es justamente una involución ya que cuando este individuo vivía normalmente en medio de la sociedad, sufría constantemente “choques psicológicos” que contribuían a mantenerlo algo despierto. Desaparecidos estos choques por el aislamiento en un monasterio, por ejemplo, se produce el sueño profundo que por supuesto brinda una gran tranquilidad.

Es por esto que la condición ideal para alcanzar un verdadero y efectivo progreso espiritual hasta llegar a adquirir conciencia y voluntad propia, es el trabajo en un grupo bajo la dirección de uno que esté real y efectivamente despierto. Este director se preocupará constantemente de mantener y provocar las situaciones precisas destinadas a que sus discípulos no se duerman, a mantenerlos despiertos.