EL MANEJO ESPECIAL DE LA REALIDAD ORDINARIA

EL MANEJO ESPECIAL DE LA REALIDAD ORDINARIA

Capítulo III

El cuerpo como campo de energía
La ruta hacia el poder personal

La energía
Tanto para don Juan como para su discípulo Carlos, el mundo no está constituido por objetos, tal como saltan a nuestra vista, sino por campos de energía; idea que por cierto no está reñida con las explicaciones de la Física Moderna. Esto hace que la idea de la energía sea uno de los elementos fundamentales de todo el pensamiento y la práctica Donjuanística. Y es fundamental no sólo por el hecho de que aparece con mucha frecuencia en la obra, sino porque es el punto de partida y de llegada de todo cuanto el Guerrero hace.
Para don Juan el mundo de los deseos o el de las ideas tiene poco que ver con los hechos del hombre, mientras que la energía o Poder Personal que es la energía de la que dispone es lo que determina todo: lo posible y lo imposible. Tal como nos lo dice en Viaje a Ixtlán: «Un hombre no es más que la suma de su Poder Personal…».

¿Luz o ego?
En El Fuego Interno Castaneda alude como tema central a lo que llama «La Maestría del Estar Consciente de Ser» y nos dice que una de sus verdades esenciales es que somos campos de energía o «huevos luminosos». Esto no parece a simple vista un gran secreto o una gran verdad, pero constituye en realidad uno de los elementos centrales que sustenta toda la práctica del sistema de Don Juan.
No es difícil asimilar que todo cuanto hacemos requiere de energía, ningún acto puede ser realizado sin tener la necesaria para ello, sea que se trate de correr en el Maratón de la Ciudad de México, romper con un viejo hábito, o simplemente levantarnos de la cama. Y lo mismo para cualquier otro acto.
Al mismo tiempo, aunque toda persona tiene energía, en la vida de la gente ordinaria, ésta se encuentra ya completamente repartida en los actos rutinarios de su vida, determinados por su pasado. Otra manera de decirlo es que toda la energía de la persona está ya invertida en el ámbito de lo conocido y no le queda ningún extra para abordar lo desconocido.
Si queremos emprender cualquier cosa nueva, que no esté presente entre lo que hago actualmente, requeriré de energía «libre» o disponible para hacerlo. Esa es la razón de la enorme dificultad que el hombre común tiene para cambiar o para crear situaciones o resultados distintos de aquéllos que componen «lo normal» en su vida; no tiene energía «disponible».
Por otro lado todo aquél que como guerrero emprende la senda del conocimiento, estará necesariamente interesado en todo lo que concierne a la energía. Sabe que el viaje a lo desconocido y todos los cambios que tendrá que realizar en su persona, requerirán no sólo de un buen nivel de energía, sino también de que una parte importante de esta energía esté «disponible». Es por ello que examina todo cuanto hace en base a la energía. Eso es parte del secreto de los seres luminosos: somos energía y todos nuestros actos implican el aprovechamiento o desperdicio de nuestra energía de vida. El guerrero sabe que cada acto fortalece o debilita nuestra energía y por eso se vuelve extremadamente cuidadoso con la naturaleza de sus actos, en los que busca siempre la impecabilidad que no es otra cosa que el uso óptimo de la energía.
La clave del asunto es: si dejamos de percibirnos como egos y nos aceptamos como campos de energía, no sólo nuestra manera de ver la realidad, sino aún nuestra manera de comportarnos en ella tiende a cambiar. Mientras que como egos nos vemos compelidos a realizar una enorme cantidad de acciones orientadas a la defensa y reafirmación del ego, como campos de energía, en cambio, habremos de poner nuestra atención en la manera en que utilizamos nuestra energía, en su incremento o disminución y por lo tanto nuestras acciones se orientarán hacia el uso adecuado de la energía, también conocida como el sello del guerrero: la impecabilidad.
En un ejemplo simple y concreto, veamos el caso de un hombre que vive una situación en la que su ego se ve frustrado y reacciona con enojo, porque su esposa no tenía lista la comida cuando él llegó de trabajar. Como ego, él se sentirá ofendido, ya que el ego exige que le rindan culto y que tomen como verdad todo aquello que se platica sobre sí mismo, por lo que gritará y amenazará a su mujer, buscando en ella la aceptación de que el importantísimo ego de su marido merece ser tratado con más consideración. Si lo consigue, ella llorará, pedirá perdón o preparará los alimentos, a toda prisa y con angustia. De un modo encubierto estará expresando al ego (y no a la persona real) de su marido: sí, creo que existes y eres real, creo también que todo lo que te dices y me dices acerca de ti es cierto.
Es evidente que todo esto ocurre porque como le sucede continuamente cada vez que el ego tropieza con que la realidad externa no lo confirma, empieza a tener serias dudas acerca de su propia realidad y se siente amenazado, así que busca, con los medios de que lo dota su Historia Personal, manipular la realidad y a la gente que lo rodea, hasta obligarlos a estar de acuerdo en su existencia; para ello se enojará, se ofenderá, se deprimirá y aún amenazará con suicidarse hasta conseguir la confirmación deseada. Sólo así el ego puede autoengañarse y hacerse creer que existe, aunque en el fondo sabe lo que él mismo es: una masa específica de nada. Y como de hecho sabe que no tiene sustancia concreta, busca incesantemente que se lo confirmen desde afuera, esto es, que otros seres humanos los que habitualmente estarán ocupados en el mismo asunto acepten y actúen como si el ego en cuestión existiera y constituyera la persona real.
Nada de esto puede ocurrir cuando actuamos de acuerdo a la conciencia de lo que verdaderamente somos: campos de energía.
En el ejemplo anterior, el hombre de la historia procedería de un modo diferente, si se percibiera a sí mismo como un campo de energía. Como tal, consideraría en primer lugar el uso óptimo de su energía. Sabría que el enojo consume una enorme cantidad de energía, y no aporta nada al hombre, salvo debilidad, mala salud y mala calidad de vida, lo cual no constituiría un uso adecuado ni deseable de la propia energía. Así, en vez de permitir el inútil desgaste de su energía, evaluará sus diferentes opciones; quizá esperará con tranquilidad a que le preparen sus alimentos, o ayudará él mismo a prepararlos.

Poder Personal
La insistencia de don Juan en que todo cuanto un hombre hace y no hace, puede y no puede, le ocurre o no, depende de su Poder Personal, es congruente con la pauta de conducta básica del guerrero: La Impecabilidad. Decir que el Guerrero busca siempre ser impecable se refiere al hecho de buscar con persistencia el mejor uso posible de su energía.
Por lo que toca a nuestra naturaleza como campos de energía se pueden plantear varias premisas básicas:
A) «Todo cuanto a un ser viviente ocurre y todo cuanto hace, está sancionado por su nivel de energía o Poder Personal».
La mayor parte de las veces, la gente común considera que las cosas que le ocurren están determinadas por factores que escapan a su control, ya sea porque están fuera de sí, o porque son supuestamente características intrínsecas de su persona (ego). Así, es frecuente escuchar a personas hablando de la mala suerte como algo que les ocurre independientemente de sí mismo; o bien el caso de los que sienten que las cosas (especialmente las que no les agradan) les ocurren porque alguien más les ha venido haciendo algo. O si lo asumen como asunto de sí mismos, hablarán nuevamente de cosas que no pueden controlar «es que yo soy así…», «No tengo fuerza de voluntad…», «Mi carácter es muy explosivo…», etc.
Del mismo modo, todo ese enorme gasto de energía que realizamos en tomar decisiones irreales y en lamentarnos después por no haberlas cumplido será para cada quién un fenómeno difícil de entender.
¿Por qué si ayer estaba seguro de que me levantaría a hacer ejercicio, hoy no siento el menor ánimo de hacerlo…? Es como si se tratara de dos personas diferentes… Lo más que en estos casos se atina a decir es: «lo que pasa es que no tengo fuerza de voluntad…».
Y la explicación no estaría tan lejos de la realidad si entendiéramos la «voluntad» como la entiende el brujo: como la acumulación de energía disponible. El hombre común cree sin embargo, que la «fuerza de voluntad» es una característica de la personalidad que se posee o no, y que por lo demás no puede ser desarrollada «a voluntad».
En el pensamiento de don Juan la cosa es muy diferente; todo cuanto nos ocurre depende de nuestro Poder Personal y depende de nosotros mismos el tenerlo o no: la buena o mala suerte; la buena o mala salud; el éxito en lo que se emprende; la disponibilidad de afectos y amores; las puertas que se abren o las que se cierran a nuestro paso. Sobra decir que quien tiene un alto nivel de energía suele tener una buena vida (a menos que tenga dicha energía fuera de control), mientras que aquéllos cuyos niveles de energía son bajos (la mayor parte de la humanidad), suelen tener vidas grises y a menudo dolorosas hasta que mueren. No es exagerado decir que aquél que tiene energía lo tiene y lo puede todo, mientras que el que carece de ella será siempre pobre, aunque esté nadando en riqueza material.

El origen del Poder Personal
B) «El nivel de energía de cada ser depende de tres factores fundamentales: la cantidad de energía con la que fue concebido, la manera en que la incrementó o disminuyó a lo largo de su vida, y la manera en que la usa en su vida presente».
Al nacer cada ser humano tiene determinadas características que heredó de sus antecesores. Básicamente de sus padres aunque la herencia viene de hecho de más atrás, incluyendo a los padres de los padres y así cada vez más atrás. La influencia de los antecesores sin embargo, es tanto menor cuanto más lejana sea la generación de que se trate. Esto es así no sólo en lo que se refiere a los rasgos físicos, biológicos y fisiológicos, sino también en lo que se refiere a la energía. Los padres nos dan no sólo una herencia biológica, sino también una herencia «energética».
El primer elemento es, por supuesto, cuánta energía tienen los padres y el segundo cuánta de ella ceden al producto en el momento de engendrarlo.
En una conversación Carlos Castaneda me contaba que don Juan tenía una explicación simple para este tópico: si la persona había sido concebida con un alto grado de pasión «de esos amores de detrás de la puerta…» los padres le cedían una gran cantidad de energía y la persona nacía «fuerte». Si por el contrario la persona era concebida en un alto grado de civilización, quizá con muchos años de matrimonio, la televisión encendida, o como Carlos decía, producto de una «cogida aburrida…» su nivel de energía al nacer sería sumamente bajo.
Afortunadamente, nuestra herencia energética no es el único factor que a nivel de energía determina nuestra experiencia de vida, sino que ésta se ve afectada también por la forma en que utilizamos dicha herencia, sea cuantiosa o exigua.
Así, alguien que tiene un bajo nivel de energía, pero que la utiliza de manera óptima, estará seguramente en mejor situación que alguien que tiene mucha energía superflua y fuera de control. En el primer caso podemos encontrar a las personas que nacieron con un bajo nivel de energía y después sea que lo pongan en esas palabras o no inician el Camino del Guerrero, lo que por otro lado les permitirá incrementar su nivel de energía. En el segundo caso tendríamos a las personas que habiendo nacido con mucha energía, la han aplicado sólo a satisfacer sus caprichos e Importancia Personal, lo que naturalmente va desgastando poco a poco su nivel de energía. Son el tipo de personas que fácilmente se salen con la suya sin tener que esforzarse mucho o aquéllas que manipulan con facilidad a quienes los rodean sin dar nada a cambio, suelen ser queridos, pero no quieren. La misma facilidad para cumplir sus deseos los lleva a ser flojos y débiles. Amos de los demás, pero esclavos de sus propias debilidades.
Aunque la condición ideal es: mucha energía y perfecto control y sobriedad, en la práctica aporta más el trabajo que el talento. El que nació con poca energía pero trabaja por utilizarla adecuadamente (impecabilidad) necesariamente la incrementa. Mientras que el que nació con alto nivel de energía, muchas veces se hace flojo y débil, por las facilidades que le brinda dicho nivel. Para lo anterior no existe una regla general y sólo dependerá de cada quién y su esfuerzo, el resultado a obtener.
Cabe mencionar que cuando hablamos de energía, existe una determinación del pasado y otra del presente, que pueden ser continuas o discontinuas entre sí. Por una parte ¿con cuánta energía nací y qué hice con ella a lo largo de mi vida?, y por otra ¿cómo la estoy utilizando y qué cambios puedo hacer? Una conclusión que podemos sacar de todo esto es que nadie está condenado ni por su nacimiento, ni por su pasado. Podemos cambiar el uso de nuestra energía, así como restaurarla o incrementarla.

La determinación del pasado
C) «La forma en que el hombre común utiliza su energía no es producto del azar o de su elección, sino que está determinada por su historia personal».
Aún cuando el hombre moderno gusta mucho de considerarse un hombre libre, en realidad su posibilidad de elección es aplicable sólo a una fracción muy pequeña del conjunto de sus acciones. Dejando de lado todas las acciones y funciones que lleva a cabo por efecto de su condicionamiento biológico, nos encontramos que las grandes y pequeñas actividades que lleva a cabo interna y externamente están determinadas por su historia personal. Clase social, nacionalidad, sexo, carácter, personalidad, religión, ideología política, complejos y traumas, son sólo algunos ejemplos de los múltiples detalles que configuran la Historia Personal y que determinan el qué y el cómo de nuestro existir cotidiano. En realidad, cuando creemos que decidimos, no estamos haciendo otra cosa que efectuar las acciones para las que nos ha programado nuestro pasado. Tal como una máquina efectúa sólo las operaciones para las que ha sido diseñada. Así están determinadas nuestras creencias, deseos, elecciones, limitaciones, debilidades y talentos. No elegimos con quién hablar, ni con quién relacionarnos, los lugares que frecuentamos o los que evitamos, sino que detrás de todo ello está nuestra historia personal, la cual se expresa por supuesto, en la estructura de nuestro ego.
Así, ego e Historia Personal son instancias íntimamente relacionadas en la medida que el primero es la expresión operativa de la segunda. Es nuestro ego el que cotidianamente nos compele a sostener la Historia Personal, actuando de acuerdo a sus dictados. Con esto se renueva dicha historia y el ego que resulta de ella se autoafirma. Podemos sólo elegir entre las opciones contenidas en el estrecho marco que es la proyección de nuestra Historia Personal a través del tiempo.
Por lo anterior, el uso de nuestra energía como hombres comunes y corrientes, es decir las acciones que realizamos, responde a una determinación de nuestro pasado en la que normalmente no interviene nuestra voluntad. Huelga decir que dicho uso cotidiano de la energía suele ser desgastante y por lo mismo poco gratificante, como lo podemos comprobar con sólo mirar los rostros de la gente por la calle, en el metro, o atrapados en sus autos durante un típico congestionamiento urbano.

Cazar Poder
D) «Aún cuando las personas cotidianas utilizan su energía realizando las rutinas que emanan de su Historia Personal, pueden sin embargo, realizar los siguientes cambios fundamentales en su condición de campos de energía: 1. Redirección del uso de la energía. 2. Ahorro de energía ó 3. Incremento de energía».
1. La recanalización o redirección del uso de nuestra energía es una posibilidad que aparentemente entra en contradicción con nuestros planteamientos anteriores. Si el uso de nuestra energía está ya predeterminada por el pasado ¿cómo entonces podemos cambiar esa determinación? En realidad semejante cambio en el uso de nuestra energía es posible aunque inusual. La contradicción se resuelve en la práctica.
Comienza con el uso especializado de la conducta, al elegir efectuar acciones que, entrando en el campo de nuestras posibilidades como egos, son al mismo tiempo completamente inusuales, como si estuvieran en el límite mismo de lo que nos es posible. Estos actos pueden muy bien llamarse actos a propósito, o no haceres, ya que no surgen del condicionamiento de nuestro pasado y tienen como efecto el ir abriendo poco a poco nuestro campo de posibilidades. Esto ocurre por el hecho de que, a fuerza de persistir en ejecutar acciones inusuales, creamos una especie de desajuste en nuestros patrones de uso de energía, que como consecuencia «se aflojan». Cuando se produce dicho aflojamiento, estamos en mejores condiciones de redirigir la energía que antes utilizábamos en acciones desgastantes, hacia nuevas acciones más convenientes. Ahora bien; en el momento en que recanalizamos parte de nuestra energía hacia usos menos desgastantes, empezamos a generar un remanente de energía, que a su vez nos permitirá avanzar aún más en la redirección de nuestra energía. Todo esto se expresará concretamente en el aumento gradual de las cosas que en nuestra vida pasan del terreno de lo imposible al terreno de lo posible. Los ejemplos podrían ser interminables. Dejar de fumar o beber, dejar de enojarnos, escuchar las canciones de los árboles o entender el mensaje de los pájaros. Naturalmente, si persistimos en efectuar estratégicamente las nuevas acciones posibles como resultado de los Actos a Propósito, nuestro campo de posibilidades perceptuales y vivenciales se va ampliando más y así sucesivamente. Hasta que finalmente la tendencia a actuar de acuerdo a la Historia Personal desaparece. Es entonces cuando se dice que un hombre ha borrado su Historia Personal y por lo tanto se ha liberado de ella.
Todos los cambios de los que venimos hablando están por supuesto sancionados por el nivel de energía del que los realiza. No podrá realizar nunca un cambio para el cual no tenga la energía libre necesaria. Si comprendimos lo anterior, nos resultará claro que cualquier acción novedosa podrá realizarse sólo si encontramos la manera de incrementar nuestra energía o a costa de sustraerla de nuestros actos rutinarios preferiblemente los desgastantes y aplicarla al acto a propósito. Por lo mismo, ocuparse de la redirección de la energía sin ocuparse del ahorro e incremento de la misma, resulta una estrategia de acción incompleta y por lo tanto limitada.