Hacerse responsable

-Te sientes como una hoja a merced del viento, ¿no? -dijo don Juan, mirándome.
Así me sentía exactamente. Don Juan parecía compenetrado de mis sentimientos. Dijo que mi estado de ánimo le recordaba una canción y empezó a cantarla en tono bajo; su voz cantante era muy agradable y la letra me arrebató: “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido. Inmensa nostalgia invade mi pensamiento. Al verme tan solo y triste cual hoja al viento, quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento.”
Callamos largo rato. Finalmente, él rompió el silencio.
-Desde el día en que naciste, de una forma u otra, alguien te ha estado haciendo algo -dijo.
-Eso es correcto -dije.
-Y te han estado haciendo algo en contra de tu voluntad.
-Cierto.
-Y ahora estás desamparado, cual hoja al viento.
-Correcto. Así es.
Dije que las circunstancias de mi vida habían sido, a veces, devastadoras. Él escuchó con atención, pero no pude saber si sólo lo hacía por amabilidad, o si estaba genuinamente preocupado, hasta que lo sorprendí tratando de esconder una sonrisa.
-Por mucho que te guste compadecerte a ti mismo, tienes que cambiar eso -dijo con voz suave-. No encaja con la vida de un guerrero.
Rió y cantó nuevamente la canción, pero contorsionando la entonación de ciertas palabras; el resultado fue un lamento risible. Señaló que el motivo de que me gustara la canción era que en mi propia vida yo no había hecho sino lamentarme y hallar defectos en todo. No pude discutir con él. Estaba en lo cierto. Sin embargo, yo creía tener motivos suficientes para justificar mi sentimiento de ser como una hoja al viento.
-Lo más difícil en este mundo es adoptar el ánimo de un guerrero -dijo él. De nada sirve estar triste y quejarse y sentirse justificado de hacerlo, creyendo que alguien nos está siempre haciendo algo. Nadie le está haciendo nada a nadie, mucho menos a un guerrero.
“Tú estás aquí, conmigo, porque quieres estar aquí. Ya deberías haber asumido la responsabilidad completa, y la idea de que estás a merced del viento debería ser inadmisible.”
(Viaje a Ixtlan, C. Castaneda)