HACERSE RESPONSABLE.

HACERSE RESPONSABLE.

“-Piensa ahora en tu muerte -dijo don Juan de pronto-. Está al alcance de tu brazo. Puede tocarte en cualquier momento, así que de veras no tienes tiempo para pensamientos y humores de cagada. Ninguno de nosotros tiene tiempo para eso.”

“-Lo que andaba mal contigo cuando te vi, y lo que anda mal contigo ahora, es que no te gusta aceptar la responsabilidad de lo que haces -dijo despacio, como para darme tiempo de entender sus palabras-. Cuando me estabas diciendo todas esas cosas en la terminal, sabías muy bien que eran mentiras. ¿Por qué mentías?
Expliqué que mi objetivo había sido hallar un “informante clave” para mi trabajo.
Don Juan sonrió y empezó a tararear una tonada.
-Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta él fin -dijo-, pero debe aceptar responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin tener dudas ni remordimientos acerca de ellas.”

“-Mírame a mí -dijo-. Yo no tengo duda ni remordimiento. Todo cuanto hago es mi decisión y mi responsabilidad. La cosa más simple que haga, llevarte a caminar en el desierto, por ejemplo, puede muy bien significar mi muerte. La muerte me acecha. Por eso, no tengo lugar para dudas ni remordimientos. Si tengo que morir como resultado de sacarte a caminar, entonces debo morir.
“Tú, en cambio, te sientes inmortal, y las decisiones de un inmortal pueden cancelarse o lamentarse o dudarse. En un mundo donde la muerte es el cazador, no hay tiempo para lamentos ni dudas, amigo mío. Sólo hay tiempo para decisiones.” ”

” “Hacernos responsables de nuestras decisiones significa estar dispuestos a morir por ellas.” ”

“En tono de dramatismo paródico, anunció que iba a contarme un cuento.
Dijo que había una vez un joven…
el joven preguntó: “¿Qué lleva usted en estos guajes?” El anciano, en vez de responder, le dijo que iba a mostrarle un compañero que podía aliviar sus penas y darle consejo y sabiduría en los caminos del mundo.
Don Juan hizo un gesto majestuoso con ambas manos y dijo que el anciano hizo venir al venado más hermoso que el joven había visto en su vida. El venado era tan manso que se acercó a él y caminó en torno suyo. Resplandecía y brillaba. El joven, cautivado, supo en el acto que se trataba de un “espíritu venado”. El viejo le dijo que, si deseaba tener ese amigo y su sabiduría, lo único que debía hacer era soltar los guajes…
“¿Qué lleva usted en estos cuatro guajes enormes?”…
El anciano, dijo don Juan, repuso serenamente que llevaba comida: pinole y agua…
Don Juan dijo que, por supuesto, el joven no creyó una sola palabra. Calculó que si el viejo, quien obviamente era un brujo, se hallaba dispuesto a dar un “espíritu venado” a cambio de sus guajes, éstos debían estar llenos de un poder más allá de lo imaginable.
Don Juan contrajo nuevamente su rostro en una sonrisa demoníaca y dijo que el joven declaró que deseaba quedarse con los guajes…
Dije que su reacción era natural: cualquiera en su lugar habría hecho lo mismo.
La respuesta de don Juan fue que el joven era un tonto que no sabía lo que andaba buscando. Ignoraba lo que era el “poder”, de modo que no podía decir si lo había encontrado o no. No se hizo responsable de su decisión, por ello lo enfureció su error…
Luego explicó la conducta del viejo. Astutamente, alimentó al joven para darle el “valor de un estómago lleno”, de modo que el joven, al hallar sólo comida en los guajes, los rompió en un arrebato de ira.
-Si hubiera estado consciente de su decisión y se hubiera hecho responsable de ella -dijo don Juan-, se habría dado por bien satisfecho con la comida. Y a lo mejor hasta se hubiera dado cuenta de que esa comida también era poder.”