Howard Y. Lee: Profesor de Artes Marciales de Castaneda.

Howard Y. Lee: Profesor de Artes Marciales de Castaneda.
Por Daniel Lawton
traducción por José González Riquelme

Traté durante algún tiempo a Howard, incluso nos hicimos amigos.

Era agradable estar cerca de él debido a su energía. Me hacía sentirme bien de verdad. No tenía la misma visión del mundo que Carlos. Veía energía, pero por entonces decía que no era exactamente visual. Decía que había bandas de energía ahí fuera, tal como las había descrito Carlos, y que no todas eran beneficiosas para los humanos. Él había logrado sintonizar con una que era beneficiosa, y estaba interesado en enseñar a otros a sintonizar con ella.

Por entonces yo todavía andaba interesado en las artes marciales, y le dije a Howard que era un lástima que hubiera dejado de enseñarlas, porque había muy pocos profesores auténticos de artes marciales por ahí. Howard dijo que había llegado a la conclusión de que no tenía sentido enseñarlas.

Howard dijo que había aprendido a manejar la energía haciendo artes marciales y acupuntura. Llegó un momento en que se dio cuenta que ya no necesitaba agujas, que podía estimular la energía simplemente apuntando con los dedos.

Su filosofía por entonces era que viviría 150 años, y que entonces la gente escucharía sus consejos sobre la energía. Intenté dar publicidad a Howard a través de la revista Magical Blend, pero Howard no estaba interesado. Dijo que primero tenía que terminar un libro que estaba escribiendo, y que después podría dedicarse a eso. Howard tenía un sentido del destino muy desarrollado, creo que era cosa de la energía que manejaba.

Su actitud sobre el ego era distinta a la de Carlos. Howard no tenía miedo de mostrar su fotografía en lo que escribía, o promover su nombre por razones comerciales. Mi punto de vista es que su visión de la energía estaba más próxima a la visión yóguica. Estaba tan saturado por la energía que utilizaba que todo lo demás no importaba mucho. En consecuencia, era de modales suaves al mismo tiempo que autoritarios.

Howard decía que después de la muerte la atención se disipa lentamente, durando unos 500 años antes de desaparecer. En esto coincidía con las manifestaciones del nagual.

Carlos fue a ver a Howard por primera vez hace unos 25 años, porque una de las mujeres de su grupo, que ahora ya no está con él, se fijó en el sitio. Ella no solía acabar las cosas, pero Carlos la acompañó para inscribirla, y terminó convirtiéndose él mismo en estudiante, por un periodo de 10 o 15 años. Las brujas también practicaban a veces. Howard no supo quien era Carlos durante mucho tiempo, pero Carlos un día le preguntó si podía dedicarle El Fuego interno. Howard dijo que no lo creyó hasta que vio el libro.

Según una persona que no voy a nombrar, Carlos le habló a la vieja Florinda de Howard (por entonces ella aún andaba por aquí), diciéndole que hablaba igual que don Juan. La vieja Florinda lo tomó como un augurio, diciéndole que tenía que hacer cualquier cosa que Howard quisiera. Algunas veces Howard llevaba puesto algo que Carlos le regaló, que perteneció al viejo Nagual. Yo lo he visto, de manera que puedo verificar la historia.

Carlos manifestó su decepción por intentar atraer a Howard a su grupo sin éxito. Alquilaron un local cerca del taller de Howard, esperando que reanudara sus clases de artes marciales, y quizás seducirlo para que se uniera a ellos, pero no funcionó.

Howard dijo bien claro que no pensaba que ensoñar fuera bueno. La mayor parte de su negocio funcionaba con gente que practicaba las técnicas de Carlos, y decía que siempre estaba reparando daños energéticos. Personalmente creo que le llegaban montones de bichos raros quejándose, las sobras de los que querían trabajar con Carlos, y no se les brindaba la oportunidad, así que se resignaban con Howard. Sus lamentaciones sobre “sus grandes trastornos energéticos” o “los horrores que ensoñaban” eran simplemente alardes de lo avanzados que estaban. Esto le dio a Howard una falsa impresión de lo que estaba ocurriendo.

Howard solía curar a miembros del grupo de Castaneda, y Carlos dijo que Howard le había salvado la vida un par de veces. Howard me contó que una vez vio a una de las mujeres del grupo de Carlos corriendo desnuda por la calle y gritando, mientras Carlos y alguien más corrían tras ella tratando de alcanzarla.

Howard practicó artes marciales con el famoso Marshall Ho, que se hizo famoso, sobre todo, por meterse en el rollo de Hollywood, y también por ser redactor colaborador de una importante revista de karate propiedad de Larry Flint. Carlos decía que solían hacer películas caseras de artes marciales, y que él siempre terminaba haciendo de camarero mexicano.

Envié un amigo que hacía yoga a Howard. Y comenzó a asistir regularmente a sus clases. Yo había practicado yoga con este amigo, que creyó que me había vuelto loco por dejar a Howard e irme con Carlos. Como resultado, siempre estaba oyendo censuras de Carlos por parte de Howard, y sin lugar a dudas, Howard siempre recibía censuras por parte de Carlos. En definitiva, había un vivo espíritu de competición entre Howard y Carlos; no sé en que medida esto afectaba a Howard, pues saqué una impresión errónea con las interacciones de mi amigo.