Cuentos inconclusos (reseñas)

CUENTOS INCONCLUSOS: INTRODUCCIÓN

Los problemas con que se enfrenta quien tiene la responsabilidad de los escritos de un autor fallecido son difíciles de resolver. Puede que en esta situación, algunas personas decidan que no se publique ninguna clase de material, excepto la obra que esté virtualmente acabada a la muerte del autor. En el caso de los trabajos inéditos de J. R. R. Tolkien quizá ésta parezca a primera vista la medida más adecuada; puesto que él mismo, muy riguroso y exigente con su propia obra, ni siquiera hubiera soñado en permitir la publicación de estas narraciones -aun las más acabadas- sin que pasaran antes por un largo proceso de reelaboración.

Por otra parte, me parece que la naturaleza y el alcance de su capacidad inventiva ponen a sus historias, aun las abandonadas, en una posición peculiar. Que El Silmarillion no llegara a conocerse es para mí impensable, a pesar de su estado desordenado, y de las conocidas aunque irrealizadas intenciones de transformarlo que tenía mi padre; y en este caso, después de mucho vacilar, me atreví a presentar la obra no en la forma de un estudio histórico, un complejo de textos divergentes eslabonados por comentarios, sino como un cuerpo completo y coherente. Las narraciones comprendidas en este libro, en verdad, pisan un terreno del todo distinto: tomadas en conjunto, no constituyen un todo, y el libro no es nada más que una colección de escritos dispares en forma, intención, acabamiento, y fecha de composición (y también, en el tratamiento que les di), referidos a Númenor y la Tierra Media. Pero el argumento en defensa de su publicación no es por naturaleza distinto, aunque sí de menor fuerza, del que sostuve para justificar la publicación de El Silmarillion. Los que nunca hubieran renunciado voluntariamente a ciertas imágenes: Melkor con Ungoliant, cuando juntos contemplan desde la cima de Hyarmentir “los campos y pastos de Yavanna, oro bajo los altos trigales de los dioses”; las sombras que arroja el ejército de Fingolfin al salir por primera vez la luna en el Occidente; Beren, que atisba encarnado en un lobo bajo el trono de Morgoth; o la luz del Silmaril súbitamente revelada en la oscuridad del Bosque de Neldoreth, comprobarán, según creo, que las imperfecciones de forma de estos cuentos quedan con mucho compensadas por la voz de Gandalf (que se oye aquí por última vez) cuando se burla del altivo Saruman en la reunión del Concilio Blanco en el año 2851, o cuando cuenta en Minas Tirith, después de terminada la Guerra del Anillo, cómo llegó a enviar a los Enanos a la celebrada fiesta de Bolsón Cerrado; por la aparición de Ulmo, Señor de las Aguas, al levantarse del mar en Vinyamar; o por la de Mablung de Doriath, escondido “como un ratón de campo” bajo las ruinas del puente en Nargothrond; o por la muerte de Isildur cuando sale luchando del lodo del Anduin.

Muchas de las piezas que componen esta colección son desarrollos de temas contados más brevemente, o al menos mencionados, en otros sitios; y hay que decir sin más demora que muchos lectores de El Señor de los Anillos no encontrarán satisfactoria gran parte de este libro, pues considerarán que la estructura histórica de la Tierra Media es un medio y no un fin, el modo de la narración y no su objetivo, y tendrán escasos deseos de seguir más adelante la exploración por sí misma; no querrán conocer cómo se organizaron los jinetes de la Marca de Rohan, y de buen grado dejarían en paz a los Hombres Salvajes del Bosque de Drúadan. Mi padre, por cierto, no los consideraría equivocados. Dijo en una carta escrita en marzo de 1955, antes de la publicación del tercer volumen de El Señor de los Anillos:

¡Ojalá no hubiera prometido que seguirían unos apéndices! Pues creo que su aparición en forma truncada y comprimida no satisfará a nadie: por cierto, no a mí; es evidente por las cartas que recibo (en cantidad abrumadora) que tampoco satisfará a la gente que gusta de esas cosas -sorprendentemente abundante-; mientras que quienes disfrutan del libro como “historia heroica” solamente, y encuentran en las “perspectivas inexplicadas” parte del efecto literario, con razón no harán caso de los apéndices.

Ya no estoy tan seguro ahora de que la tendencia a tratar toda la obra como una especie de vasto juego sea en verdad acertada; por cierto no para mí, pues esas cosas me resultan fatalmente atractivas. Que tantos clamen por mera “información” o “conocimientos” es quizá un tributo al curioso efecto que tiene una historia fundada en una muy minuciosa elaboración de su geografía, su cronología y su lengua:

En una carta del año siguiente escribió:
… mientras que muchos como usted solicitan mapas, otros desean indicaciones geológicas más que la situación de los lugares; muchos quieren gramáticas, fonologías y especímenes élficos; algunas métricas y prosodias … Los músicos quieren melodías y notaciones musicales; los arqueólogos, cerámicas y metalurgia; los botánicos una más precisa descripción de los mallorn, elanor, niphredil, alfirin, mallos y symbelmynë; los historiadores desean más detalles acerca de la estructura social y política de Gondor; los curiosos quieren información sobre los Aurigas, los Harad, los orígenes de los Enanos, los Hombres Muertos, los Beórnidas y los dos magos desaparecidos (de los cinco mencionados).

Pero sea cual fuere el punto de vista que se adopte sobre esta cuestión, algunos, como yo encontrarán un mayor valor que la mera revelación de detalles curiosos en el hecho de saber que Vëantur el Númenóreano llevó su barca Entulessë, “El Regreso”, a los Puertos Grises ayudado por los vientos de la primavera del sexcentésimo año de la Segunda Edad; que la tumba de Elendil el de la Alta Talla fue erigida por Isildur su hijo en la cima de la colina del fanal de Halifirien; que el jinete Negro que vieron los hobbits en la neblinosa oscuridad de la ladera lejana de Los Gamos era Khamûl, el jefe de los Espectros de los Anillos de Dol Guldur, o aún que la infancia de Tarannon, décimo Rey de Gondor, que no tuvo hijos (hecho registrado en un apéndice de El Señor de los Anillos), tenía relación con los gatos, hasta ahora enteramente misteriosos, de la Reina Berúthiel.
La construcción del libro ha sido difícil, y el resultado obtenido, algo complejo. Las narraciones son todas “inconclusas”, pero en distintos grados, y en distintos sentidos de la palabra; por tanto, han exigido un tratamiento diferente; más adelante diré algo sobre cada una de ellas, y aquí sólo llamaré la atención sobre algunos rasgos generales.

El más importante es la cuestión de la “coherencia”: el mejor ejemplo es el texto titulado “La historia de Galadriel y Celeborn”. Se trata de un “Cuento inconcluso” en un sentido amplio: no una narración que se interrumpa bruscamente como “De Tuor y su llegada a Gondolin”, ni una serie de fragmentos como “Cirion y Eorl”, sino una hebra primaria de la historia de la Tierra Media que nunca fue definida con claridad, y que nunca tuvo forma escrita definitiva. La inclusión de las narraciones y esbozos de narraciones inéditas, por tanto, implica la aceptación de la historia no como realidad fija, con existencia independiente que el autor “comunica” (en el “papel” de traductor y redactor), sino como concepción imaginaria en desarrollo y que cambiaba en su mente. Desde el momento en que el autor dejó de publicar él mismo sus obras, después de someterlas a una minuciosa crítica y a un juicio comparativo, el más avanzado conocimiento de la Tierra Media que pueda encontrarse en sus escritos inéditos entra a menudo en conflicto con lo que ya “se sabe”; y los nuevos elementos incorporados al edificio existente contribuyen menos a la historia del mundo inventado que a la historia de su invención. En este libro he aceptado desde el principio que por fuerza ha de ser así; y salvo en relación con detalles menores, tales como cambios de nomenclatura (que hubieran creado una confusión desproporcionada, o la necesidad de una dilucidación desproporcionada) no he cambiado nada para que fuera coherente con la obra ya publicada, y en cambio he llamado la atención en todo momento sobre conflictos y variaciones. Por tanto, en esto, Cuentos inconclusos es esencialmente diferente de El Silmarillion, en el que un objetivo primordial, pero no exclusivo, era lograr cierta cohesión, tanto interna como externa; y, salvo en determinados pocos casos, he tratado en verdad la forma publicada de El Silmarillion como un punto de referencia fijo, al igual que los escritos que mi mismo padre publicó, sin tener en cuenta las innumerables decisiones “inautorizadas” que hube de adoptar entre las variantes y versiones rivales.

El contenido del libro es enteramente narrativo (o descriptivo): he excluido todos los escritos acerca de la Tierra Media o Aman de naturaleza primordialmente filosófica o especulativa, y, donde se abordan tales materias, no las he continuado. Di al texto una estructura sencilla, mediante una división en Partes, que corresponden a las primeras Tres Edades del Mundo; hubo inevitablemente algunas superposiciones, como en el caso de la leyenda de Amroth que figura en “La historia de Galadriel y Celeborn”.

La cuarta parte es un apéndice, y quizá exija cierta justificación en un libro llamado “Cuentos inconclusos”, pues los textos que contiene son ensayos de tipo general, discursivos, con muy pocos elementos narrativos o aun con ninguno. La sección de los Drúedain debió por cierto su inclusión original a la historia de “La piedra fiel”, de la que es parte; y esta sección me llevó a incorporar las referencias a los Istari y las Palantiri, pues éstas (especialmente las primeras) son asuntos por los que mucha gente manifestó curiosidad, y este libro pareció un lugar conveniente para exponer todo lo que queda por decir.

Puede que las notas resulten en algunas partes excesivamente densas, pero se ver que en los casos extremos (como en “El desastre de los Campos Gladios”) se deben menos al editor que al autor, que en sus obras tardías tendía a componer de este modo, llevando varios temas al mismo tiempo mediante notas entrelazadas. En todo momento he intentado poner en claro qué es lo que pertenece al editor y qué no. Y a causa de esta abundancia de material original, en las notas y los apéndices, me pareció mejor no restringir las referencias a las páginas del índice, sino cubrir con ellas el libro entero excepto la Introducción.

He supuesto en todo momento por parte del lector una familiaridad suficiente con la obra publicada de mi padre (más específicamente con El Señor de los Anillos), pues de lo contrario se habrían agrandado en exceso las aclaraciones adicionales, que para algunos ya serán más que suficientes. No obstante, he incluido cortas notas definitorias en casi todos los artículos más importantes del índice, con la esperanza de ahorrarle al lector la consulta constante de otros materiales. Si he dado alguna explicación inadecuada o he sido involuntariamente oscuro, la Complete Guide to Middle-earth (Guía completa de la Tierra Media) del señor Robert Foster constituye, como pude comprobarlo mediante una frecuente consulta, una admirable obra de referencia.

Sigue a continuación un conjunto de notas primordialmente bibliográficas sobre los diversos textos:

Cuentos Inconclusos: Primera parte De Tuor y su llegada a Gondolin

Mi padre dijo más de una vez que “La caída de Gondolin” era el primero, de los cuentos de la Primera Edad, que había compuesto, y no hay pruebas de que no sea así. En una carta de 1964 declaró que lo estuvo escribiendo “en mi cabeza” durante una licencia por enfermedad que le permitió dejar el ejército en 1917, y en otras oportunidades dio como fechas 1916 o 1916-7. En una carta que me dirigió en 1944 decía: “Empecé por primera vez a escribir [El Silmarillion] en barracas militares atestadas, llenas de un ruido de gramófonos”; y en verdad algunos versos en los que aparecen los Siete Nombres de Gondolin están garrapateados en el dorso de un pedazo de papel en que se enumera “la cadena de responsabilidades en un batallón”. El primer manuscrito existe todavía, y cubre dos pequeños cuadernos de ejercicios escolares; estaba escrito rápidamente con lápiz, y luego reescrito y anotado en parte con tinta. De este texto, mi madre, quiz en 1917, sacó una copia bastante limpia; pero ésta a su vez fue abundantemente corregida en una fecha que me es imposible determinar, pero que puede situarse en 1919-20, cuando mi padre estaba en Oxford, donde participaba en la composición del Diccionario, por entonces inconcluso. En la primavera de 1920, fue invitado a leer una disertación en el Club de Ensayos de su escuela (Exeter), y allí leyó “La caída de Gondolin”. Las notas de lo que intentaba decir a modo de introducción a su “ensayo” subsisten todavía. En éstas se disculpaba por no haber podido redactar un artículo crítico, y continuaba: “Por tanto, debo leer algo ya escrito y, movido por la desesperación, he recurrido a este cuento. Por supuesto, nunca había visto antes la luz … Desde hace algún tiempo un ciclo completo de acontecimientos desarrollados en una tierra feérica de mi propia fantasía viene gestándose (o más bien construyéndose) en mi mente. Algunos de los episodios han sido apuntados … Este cuento no es el mejor de ellos, pero es el único hasta ahora que ha sido revisado y todo eso; aunque la revisión no ha sido acabada, me atrevo a leerlo en voz alta”.

El cuento de Tuor y los Exiliados de Gondolin (como se titulaba “La caída de Gondolin” en los primeros manuscritos) permaneció inalterado durante muchos años, aunque mi padre, en algún momento, probablemente entre 1926 y 1930, escribió una breve versión resumida de la historia para incorporarla a El Silmarillion. (título que, entre paréntesis, apareció por primera vez en la carta enviada a The Observer del 20 de febrero de 1938); y esta versión se cambió luego de acuerdo con otras alteraciones introducidas en otras partes del libro. Mucho más tarde empezó a trabajar en un relato enteramente modificado, titulado “De Tuor y la caída de Gondolin”. Es muy probable que fuera escrito en 1951, cuando El Señor de los Anillos estaba terminado, pero la publicación era todavía dudosa. Con profundo cambio de estilo y atmósfera, aunque reteniendo gran parte de la historia escrita en su juventud, “De Tuor y la caída de Gondolin” habría contado con todo detalle la leyenda que constituye el breve capítulo 23 de El Silmarillion; pero desdichadamente no avanzó más allá de la llegada de Tuor y Voronwë al último portal y la visión de Gondolin en la lejanía, más allá de la llanura de Tumladen. No se sabe por qué abandonó esta narración.

Éste es el texto que se ofrece aquí. Para evitar confusiones lo he retitulado “De Tuor y su llegada a Gondolin”, pues nada dice de la caída de la ciudad. Como siempre ocurre con los escritos de mi padre, hay varias lecturas posibles y, en una breve parte (el pasaje en que Tuor y Voronwë se acercan al río Sirion y lo cruzan), varias versiones excluyentes; por tanto, fue necesario cierto trabajo menor de redacción.

Así, pues, es notable el hecho de que la única narración completa escrita nunca por mi padre acerca de la estadía de Tuor en Gondolin, su unión con Idril Celebrindal, el nacimiento de Eärendil, la traición de Maeglin, el saqueo de la ciudad y la huida de los fugitivos -historia que era un elemento fundamental en su concepción de la Primera Edad- fuera esta narración juvenil. No cabe duda, sin embargo, que la narración (realmente notable) no se presta a ser incluida en este libro. Está escrita en el estilo extremadamente arcaico que mi padre empleaba en ese tiempo, e inevitablemente incorpora concepciones incompatibles con el mundo de El Señor de los Anillos y la versión publicada de El Silmarillion. Pertenece a la fase más temprana de la mitología “El Libro de los Cuentos Perdidos”, una obra sustancial y de sumo interés para quienes se preocupen por los orígenes de la Tierra Media, pero que en todo caso requiere un largo y complejo trabajo preliminar.

La historia de los hijos de Húrin

El desarrollo de la leyenda de Túrin Turambar es en ciertos aspectos el más enmarañado complejo de elementos narrativos en la historia de la Primera Edad. Como el cuento de Tuor y la caída de Gondolin, retrocede a los comienzos de la Primera Edad, y sobrevive en una temprana narración en prosa (uno de los “Cuentos perdidos”) y en un largo poema inconcluso escrito en versos aliterados. Pero mientras la posterior “versión larga” de “Tuor” nunca progresó demasiado, mi padre dio a la “versión larga” de Túrin una mayor extensión, y la llevó casi a término. Tiene ésta por título “Narn i Hîn Húrin”; y es la narración que se ofrece en el presente libro.

Hay sin embargo grandes diferencias en el curso de la larga “Narn”, y la forma no es siempre definitiva. En la última parte (desde “La Vuelta de Túrin a Dor-lómin” hasta “La Muerte de Túrin”) sólo se ha introducido alguna alteración marginal; mientras que la primera (hasta el final de la estadía de Túrin en Doriath) exigió abundantes revisiones y eliminaciones, y en algunos lugares, un cierto trabajo de condensación, pues los textos originales eran fragmentarios y discontinuos. Pero la parte central de la narración (Túrin entre los proscritos, Mim el Enano Pequeño, la tierra de Dor-Cúarthol, la muerte de Beleg en manos de Túrin y la vida de Túrin en Nargothrond) planteó un problema de redacción mucho más difícil. La “Narn” se encuentra aquí en su estado menos acabado, y en ciertos pasajes es sólo un esbozo de posibles desarrollos. Mi padre estaba todavía elaborando esta parte cuando decidió abandonar el relato, y no escribiría la versión más breve para El Silmarillion hasta que la “Narn” estuvo más desarrollada. En la preparación del texto de El Silmarillion, tuve necesariamente que recurrir a este mismo material, cuyas variaciones e interrelaciones son de una complejidad extraordinaria.

Para la primera parte de esta sección central, hasta el comienzo de la estadía de Túrin en la morada de Mim en Amon Rûdh, he compuesto una narración, en la misma escala que otras partes de la “Narn”, a partir de los materiales existentes (con una laguna, véanse págs. 126 y 127 y nota 12); pero desde ese punto en adelante (véase página 137), hasta la llegada de Túrin a Ivrin después de la caída de Nargothrond, no me pareció conveniente intentar lo mismo. Las lagunas de la “Narn” son aquí extremadamente grandes, y sólo podían llenarse con el texto publicado de El Silmarillion; pero en un Apéndice (páginas 195 y siguientes), cité fragmentos aislados de esta parte de la proyectada ampliación.

En la tercera parte de la “Narn” (que empieza con La Vuelta de Túrin a Dor-lómin) una comparación con El Silmarillion descubre muchas estrechas correspondencias y aun idéntica redacción, mientras que en la primera parte hay dos extensos pasajes que he excluido del presente texto (véanse pág. 80 y nota 1, y pág. 90 y nota 2), pues son variantes muy parecidas de pasajes que aparecen en otro sitio, y se incluyen en la versión publicada de El Silmarillion. Esta sobreposición e interrelación entre una y otra obra puede explicarse de distintos modos, desde distintos puntos de vista. Mi padre se complacía en retomar un relato y contarlo en una escala diferente, pero algunos textos no exigían un tratamiento más extenso, pues eran partes de una versión más amplia, y no era necesario volver a escribirlos. Además, cuando todo era todavía fluido, y nada se sabía aún de la organización definitiva de las distintas narraciones, el mismo pasaje podía situarse experimentalmente en cualquiera de ellas. Pero en un diferente nivel puede haber otra explicación. Leyendas como la de Túrin Turambar habían tenido forma poética mucho tiempo atrás -en este caso, la “Narn i Hîn Húrin” del poeta Dírhavel- y las que después fueron historias condensadas de los Días Antiguos (como el El Silmarillion) preservaron intactas frases o aun pasajes enteros (especialmente en momentos de extrema retórica, como cuando Túrin le habla a su espada antes de morir).

Cuentos Inconclusos: Segunda Parte I Descripción de la Isla de Númenor

Aunque descriptivos más que narrativos, he incluido aquí algunos pasajes sobre Númenor, sobre todo en lo que concierne a la naturaleza física de la Isla, pues clarifica y naturalmente ilustra la historia de Aldarion y Erendis. Este texto existía sin duda en 1965, y fue probablemente escrito poco antes de esa fecha.

He rehecho el mapa a partir de un pequeño y rápido esbozo de mi padre, pues, según parece, es el único que él hizo de Númenor. Sólo los nombres y los accidentes presentes en el original se han incorporado en el nuevo mapa.

Además, el original muestra otro puerto en la Bahía de Andúnië, no muy lejos hacia el oeste de la misma Andúnië; el nombre no es fácil de leer, pero casi con toda certeza dice Almaida. No tengo conocimiento de que aparezca en otra parte.

II Aldarion y Erendis

Esta historia es la que se halla menos desarrollada de toda esta colección, y en algunos sitios ha exigido trabajos de redacción tan abundantes, que dudé de la conveniencia de incluirla. No obstante, su gran interés por ser la única historia (fuera de registros y anales) que sobrevivió de las largas edades de Númenor, antes del episodio de su caída (el Akallabêth) y como historia única por su contenido entre los escritos de mi padre, me persuadió de que no sería acertado omitirla en esta colección de Cuentos inconclusos.

Para apreciar la necesidad de tales trabajos de redacción, hay que explicar que mi padre recurría abundantemente en la composición de sus relatos a “esbozos de argumentos”, concediendo escrupulosa atención a la cronología, de modo que dichos esbozos tienen en parte apariencia de anales incluidos en una crónica. En el presente caso hay nada menos que cinco de estos esquemas, que varían constantemente en cuanto a su relativo desarrollo en diferentes momentos, y que con no poca frecuencia se contradicen en general y en los detalles. Pero estos esquemas tendían siempre a convertirse en pura narración, especialmente mediante la introducción de breves pasajes en discurso directo; y en el quinto y último de estos esquemas para la historia de Aldarion y Erendis, el elemento narrativo es tan pronunciado que el texto alcanza unas sesenta páginas manuscritas.

Este alejamiento del estilo analítico staccato en tiempo presente, que luego se transformaba en una escritura auténticamente narrativa, era sin embargo muy gradual a medida que la escritura del esbozo avanzaba; y en la primera parte de la historia he reescrito mucho en el intento de conseguir cierta homogeneidad estilística a lo largo de toda la narración. Esta reescritura es exclusivamente una cuestión de redacción y nunca altera significados ni introduce elementos inauténticos.

El último “esquema”, el texto que principalmente se ha seguido, se titulaba La Sombra de la Sombra: el Cuento de la Esposa del Marinero; y el Cuento de la Reina Pastora. El manuscrito acaba abruptamente, y no explica con seguridad por qué mi padre lo abandonó. Una copia dactilografiada de enero de 1965 se interrumpe en el mismo punto. Hay también dos páginas dactilografiadas que son quizá los materiales más tardíos del relato. Se trata evidentemente del principio de lo que iba a ser la versión definitiva de la historia, y se reproduce en las páginas 223-226 de esta obra (donde los esbozos del argumento se muestran menos explícitos). Se titulaba Indis i · Kiryamo “La Esposa del Marino”: un cuento de la antigua Númenórë en que se escuchan por primera vez rumores de la Sombra.

Al final de esta narración (pág. 263) he dado los escasos datos accesibles sobre el desarrollo posterior de esta historia

III La línea de Elros: Reyes de Númenor

Aunque es en su forma un mero registro dinástico, lo he incluido porque constituye un importante documento para la historia de la Segunda Edad, y porque gran parte de los materiales que conciernen a esa Edad aparecen de alguna manera en los textos y comentarios de este libro. Es un magnífico manuscrito, en el que las fechas de los Reyes y las Reinas de Númenor y de sus reinados han sido abundante y a veces oscuramente corregidos: he procurado dar la última redacción. El texto introduce varios acertijos cronológicos menores, pero también permite la clarificación de algunos errores aparentes en los Apéndices de El Señor de los Anillos.

El cuadro genealógico de las primeras generaciones de la Línea de Elros ha sido tomada de varios cuadros estrechamente relacionados, que cubren el período de la formulación de las leyes de sucesión en Númenor (págs. 266-267). Hay algunas variantes en nombres menores: así, Vardilmë aparece también como Vardilyë, y Yávien como Yávië. Creo que las formas que doy en el cuadro I son posteriores

IV La historia de Galadriel y Celeborn

Esta sección del libro difiere de las demás (salvo las de la Cuarta Parte) en que no hay un texto único, sino más bien un ensayo al que se incorporan algunas citas. La naturaleza del material obligó a este tratamiento; como el curso del ensayo lo pone en claro, una historia de Galadriel sólo puede ser la historia de las concepciones cambiantes de mi padre, y la naturaleza “inconclusa” del cuento no es en este caso sino la de un escrito particular. Me he limitado a la presentación de escritos inéditos sobre el tema, y me he abstenido de toda exposición acerca de las cuestiones más amplias implicadas en el desarrollo; pues ello habría obligado a reconsiderar toda la relación entre los Valar y los Elfos, después de la decisión inicial (descrita en El Silmarillion) de llamar a los Eldar a Valinor y otros numerosos asuntos, sobre los que mi padre escribió muchas cosas que no se incluyen en este libro.

La leyenda de Galadriel y Celeborn está tan entretejida con otras leyendas e historias -la de Lothlórien y los Elfos Silvanos, la de Amroth y Nimrodel, la de Celebrimbor y la creación de los Anillos del Poder, la de la guerra contra Sauron y la intervención númenóreana- que no puede tratarse aisladamente, de modo que esta sección del libro, junto con sus cinco apéndices, reúne virtualmente todo el material inédito de la historia de la Segunda Edad en la Tierra Media (y la exposición en ciertos pasajes se extiende inevitablemente hasta la Tercera). Se dice en el cómputo de los años que aparece en el Apéndice B de El Señor de los Anillos: “Éstos fueron los años oscuros para los Hombres de la Tierra Media, y los días de gloria de Númenor. Los registros de lo acaecido en la Tierra Media son escasos y breves, y su fecha es a menudo incierta”. Pero aun lo que sobrevivió de los “años oscuros” fue modificándose, a medida que se desarrollaban y cambiaban las concepciones de mi padre; y no he hecho esfuerzo alguno por evitar incoherencias; al contrario, las he señalado y he llamado la atención sobre ellas.

No es siempre necesario en verdad en el caso de las versiones tratar de establecer siempre cuál fue la original; y mi padre como “autor” o “inventor” no siempre se distingue, en este domino, del “cronista” de antiguas tradiciones, perpetuadas en distintas formas, en distintos pueblos, a lo largo de los años (cuando Frodo encontró a Galadriel en Lórien, habían transcurrido más de seis siglos desde que ella había ido hacia el este por sobre las Montañas Azules, abandonando las ruinas de Beleriand). “De esto se dicen dos cosas, aunque cuál sea la verdadera sólo lo saben los Sabios que ya han partido.”

Durante sus últimos años mi padre se ocupó a menudo de la etimología de los nombres de la Tierra Media. Estos ensayos, de carácter discursivo, incorporan no pocas leyendas e historias; pero como se subordinaban al propósito filológico fundamental, y se las mencionaba como de paso, fue necesario extractarlas. Ésa es la razón por la cual esta parte del libro está compuesta en gran medida por citas cortas, y el Apéndice incluye materiales de la misma especie.

TERCERA PARTE : I El desastre de los Campos Gladios

Ésta es una narración “tardía”, lo que sólo significa que en ausencia de indicios claros, pertenece al último período en que mi padre escribió sobre la Tierra Media, al igual que “Cirion y Eorl”, “Las Batallas de los Vados de Isen”, “los Drúedain” y los ensayos filológicos cuyos extractos forman “La historia de Galadriel y Celeborn”, y no al tiempo de la publicación de El Señor de los Anillos y los años que la siguieron. Hay dos versiones: una dactilografiada muy corregida de la totalidad (obviamente la primera etapa de la composición) y otra bien dactilografiada que incorpora numerosos cambios y se interrumpe en el punto en que Elendur insta a Isildur a huir. Aquí la mano correctora tuvo poco que hacer.

II Cirion y Eorl y la amistad de Gondor y Rohan

Considero que estos fragmentos pertenecen al mismo período que “El desastre de los Campos Gladios”, cuando mi padre estaba sumamente interesado en la historia temprana de Gondor y Rohan; estaban destinados sin duda a constituir una historia sustancial, que desarrollaría en detalle las crónicas sumarias que se ofrecen en el Apéndice A de El Señor de los Anillos. El material pertenece a una primera etapa de la composición, muy desordenada, plagada de variantes, interrumpida por anotaciones en parte ilegibles.

III La búsqueda de Erebor

En una carta escrita en 1964 mi padre decía:

Hay, por supuesto, muchos eslabones entre El hobbit y El Señor de los Anillos que no están bien puestos en claro. Fueron escritos o esbozados, pero eliminados luego para aligerar la carga del bote: tales como los viajes de exploración de Gandalf y sus relaciones con Aragorn y Gondor; todos los movimientos de Gollum hasta que se refugió en Moria, etcétera. Escribí en realidad una crónica cabal de lo que verdaderamente sucedió antes de la visita de Gandalf a Bilbo y la subsiguiente “Fiesta Inesperada” tal como el mismo Gandalf la vio. Hubiera tenido que aparecer durante una conversación retrospectiva mantenida en Minas Tirith; pero hubo que eliminarla, y sólo aparece en forma abreviada en el Apéndice A, aunque allí no se citan las dificultades que Gandalf tuvo con Thorin.

El relato de Gandalf es el que aparece en el volumen tercero de esta obra. La compleja situación textual se describe en el Apéndice, donde incorporo sustanciales extractos de una versión anterior.

IV La búsqueda del Anillo

Hay abundante material escrito en relación con los acontecimientos del año 3018 de la Tercera Edad, acontecimientos que se citan en otras partes, como el cómputo de los años y los informes de Gandalf y otros en el Concilio de Elrond; y estos escritos son sin duda los “esbozados” a que se refiere la carta. Les he dado el título de “La búsqueda del Anillo”. Los manuscritos mismos, en una grande aunque no excepcional confusión, son descritos en “La Tercera Edad”. Pero cabe mencionar aquí la cuestión de la fecha (pues creo que todos pertenecen al mismo período, incluyendo “Sobre Gandalf, Saruman y la Comarca”, presentados como la tercera parte de esta sección). Fueron escritos después de la publicación de El Señor de los Anillos, pues hay referencias a la paginación del texto impreso; pero difieren en la fecha que se da a ciertos acontecimientos en el cómputo de los años del Apéndice B. Es obvio que se escribieron después de la publicación del primer volumen, pero antes de la del tercero, que contenía los apéndices.

V La batalla de los Vados de Isen

Ésta, junto con la crónica de la organización militar de los Rohirrim y la historia de Isengard que se da en el apéndice del texto, corresponde al mismo grupo de escritos posteriores, estrictamente históricos. No presenta ningún problema de orden textual, y sólo está inconclusa en el sentido más directo del término

Cuarta Parte: I Los Drúedain

Hacia el final de su vida, mi padre reveló muchas más cosas acerca de los Hombres Salvajes del Bosque Drúadan y las estatuas de los Hombres Púkel en el camino al Sagrario. La narración que se ofrece aquí, en la que aparecen los Drúedain, que vivían en Beleriand durante la Primera Edad, y que contiene la historia de “La Piedra Fiel”, fue extraída de un largo ensayo discursivo e inconcluso que se refiere sobre todo a las interrelaciones de las lenguas de la Tierra Media. Como se verá, los Drúedain se remontarían a la historia de Edades más tempranas; pero no hay huella de esto en la versión publicada de El Silmarillion.

II Los Istari

Después de decidida la publicación de El Señor de los Anillos, se propuso que hubiera un índice al final del tercer volumen, y parece que mi padre empezó a trabajar en él en el verano de 1954, cuando los dos primeros volúmenes estaban en prensa. Escribió sobre el asunto en una carta de 1956: “Se había previsto un índice de nombres cuya interpretación etimológica proporcionaría un amplio vocabulario élfico … Trabajé en él durante meses e hice un índice de los dos primeros volúmenes [ésa fue la causa principal del retraso del volumen III] hasta que fue evidente que el tamaño y el costo serían ruinosos”.

Por tanto, no hubo índice para El Señor de los Anillos hasta la segunda edición de 1966, pero el borrador original de mi padre había sido preservado. De él extraje el plan para el índice de El Silmarillion, con traducción de los nombres y breves notas explicativas, y también, tanto en El Silmarillion como en el índice de este libro, ciertas traducciones, y la redacción de “definiciones”. De él proviene también el “ensayo sobre los Istari” con que se abre esta sección del libro: una nota que por su longitud escapa a las características del índice original, pero que no es ajena a la manera en que a menudo trabajaba mi padre.

Para otras citas en esta sección, he dado en el texto mismo las indicaciones de fecha disponibles

III Las Palantiri

Para la segunda edición de El Señor de los Anillos (1966) mi padre hizo correcciones sustanciales a un pasaje de Las Dos Torres (III, ii) que concierne a “El Palantir” y algunas otras en el mismo sentido en El Retorno del Rey, V, 7, “La Pira de Denethor”, aunque estas correcciones no se incorporaron al libro hasta la segunda impresión de la edición revisada (1967). Esta sección del presente libro se basa en los escritos sobre las palantiri asociados con esta revisión; no hice más que montarlos en un único texto.

Un comentario

  • Crow

    El Mapa de la Tierra Media

    Mi primera intención fue incluir en este libro el mapa que acompaña a El Señor de los Anillos, añadiendo algunos nombres; pero después de reflexionar me- pareció mejor copiar el mapa original, y tener así la oportunidad de poner remedio a algunos defectos menores (poner remedio a los mayores estaba fuera de mi alcance). Por tanto, lo he vuelto a dibujar con bastante exactitud, en una escala reducida una vez más a la mitad (es decir, el nuevo mapa es una vez más una reducción a la mitad del primer mapa publicado). La superficie cubierta es más pequeña, pero los únicos puntos que se pierden son los Puertos de Umbar y el Cabo de Forochel. Esto permitió un tipo de letra diferente y más grande, con lo que se gana mucho en claridad.

    Se incluyen en él los nombres geográficos más importantes que se mencionan en este libro, pero no en El Señor de los Anillos, tales como Lond Daer, Drúwaith Iaur, Edhellond, las Curvas y Grislin; y unos pocos más que podrían o tendrían que haber estado en el mapa original, tales como los ríos Harnen y Carnen, Annúminas, Folde Este, Folde Oeste y las Montañas de Angmar. La inclusión errónea de Rhudaur sólo se ha corregido mediante la adición de Cardolan y Arthedain, y he puesto la pequeña isla de Himling cerca de la lejana costa noroccidental, que aparece en un boceto trazado por mi padre, y en mi propio primer borrador. Himling fue la primera forma de Himring (la gran colina sobre la que Maedhros, hijo de Fëanor, tenía su fortaleza en El Silmarillion) y aunque el hecho no se menciona en sitio alguno, es evidente que la cima de Himring se levantaba por encima de las aguas que cubrieron a la anegada Beleriand. A cierta distancia hacia el oeste había una isla más grande llamada Tol Fuin, sin duda la parte más elevada de Taur-nu-Fuin. En general, aunque no en todos los casos, he preferido el nombre sindarin (cuando era conocido), pero de ordinario he dado también la traducción del nombre cuando se lo utiliza muchas veces. Puede observarse que “El Yermo del Norte”, señalado en el encabezamiento de mi mapa original, parece haber sido un equivalente de Forodwaith.

    Me pareció conveniente señalar todo el recorrido del Gran Camino que une Arnor y Gondor, aunque el curso entre Edoras y los Vados del Isen es conjetural (como lo es también la situación exacta de Lond Daer y Edhellond).

    Por último querría subrayar que la reproducción minuciosa del estilo y los detalles (además de la nomenclatura y la tipografía) del mapa que tracé de prisa hace veinticinco años no significa que la concepción o ejecución hayan sido excelentes. Durante mucho tiempo lamenté que mi padre no lo hubiera reemplazado él mismo. No obstante, tal como resultaron las cosas, a pesar de todos sus defectos y rarezas, se convirtió en “el Mapa”, y mi mismo padre no dejó de utilizarlo desde entonces (aunque observaba a menudo sus insuficiencias). Los varios esbozos de mapas que él llegó a trazar, y en los que se basaba el mío, son ahora parte de la historia de la composición de El Señor de los Anillos. Por tanto, me pareció mejor, en la medida en que se extiende el alcance de mi contribución a estos asuntos, conservar mi trazado original, pues al menos reproduce con bastante fidelidad la estructura de las concepciones de mi padre.

    Notas:

    * : Poca duda cabe de que el agua señalada en mi mapa original como “La Bahía Helada de Forochel” era en realidad sólo una pequeña parte de la Bahía (descrita en el Apéndice A, I, iii de El Señor de los Anillos como “inmensa”) que se extendía mucho más hacia el noroeste: las costas septentrionales u occidentales formaban el gran Cabo de Forochel, cuya punta, sin nombre, aparece en mi mapa original. En uno de los esbozos trazados por mi padre, la costa septentrional de la Tierra Media se extiende en una gran curva hacia el este-noroeste, desde el Cabo; el punto septentrional extremo se encuentra a unas 700 millas al norte de Carn Dûm.

    ** : Forodwaith aparece sólo una vez en El Señor de los Anillos (Apéndice A, I, iii), y se refiere allí a los antiguos habitantes de las Tierras Septentrionales, de los que los Hombres de las Nieves eran un resto; pero la palabra sindarin (g)waith se utilizaba para designar a la vez una región y a quienes la habitaban (cf. Enedwaith). En uno de los esbozos de mi padre Forodwaith parece equivaler al “Yermo del Norte”, y en otro se traduce como “Tierra del Norte”.