Historia de los Istari en la Tierra Media

Historia de los Istari en la Tierra Media

Después de la derrota de Sauron, la tierra media vivió momentos de paz y prosperidad. En aquel entonces, Sauron había aprendido de los Elfos la técnica para fabricar anillos mágicos, pero aprovechándose de la buena voluntad de sus maestros, fabricó el Anillo Único, donde depositó gran parte de su poder.

Este anillo le permitía, entre otras cosas, controlar a los poseedores del resto de los grandes anillos. Así lo dice el verso.

Tres anillos para los Reyes Elfos bajo el cielo.
Siete para los Señores Enanos en casas de piedra.
Nueve para los Hombres Mortales condenados a morir.
Uno para el Señor Oscuro, sobre el trono oscuro en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.
Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas en laTierra de Mordor donde se extienden las Sombras.

Los nueve anillos de los hombres fueron corrompidos, y sus portadores, alguna vez grandes reyes poderosos y amados, se convirtieron en espectros del anillo: seres inmortales, con el corazón vacío, más cerca del mundo de los espíritus que del de los hombres. Los Nazgûl.

Durante la última gran batalla, y apoyado por el gran concilio de todas las razas, Isildur logró arrancar el anillo de la mano de Sauron. Con esto, el amo de la sombra se recogió derrotado, esperando una nueva oportunidad. El anillo se perdió, y nadie pensó en él hasta que fue demasiado tarde.

Al final de la tercera edad, la sombra se tiende de nuevo. Sauron ha recuperado en parte su fuerza, y busca el Anillo Único, pues sabe que con él no tendrá oposición. Pero duda: Si alguien descubre y destruye el Anillo Único, todo su poder se disolverá en la nada.

Los pueblos de la Tierra Media se encuentran desunidos. Los seguidores de Sauron han continuado el trabajo preparando el camino a su amo. Los Valar lo saben, y temen por las criaturas de la Tierra. Por eso, han enviado a 5 Maias, con poder similar al de Sauron, a ayudar a los habitantes de la Tierra Media. Pero han recibido la orden de no demostrar jamás su naturaleza, y de no enfrentarse a Sauron en igualdad de condiciones. En cambio, deben encauzar a los grandes señores de todos los pueblos para que sean estos los que derroten al Señor Oscuro.

Al llegar, los Maias fueron conocidos como Istari, los magos, y se separaron para llegar a todos los confines de la Tierra Media. Cada uno logró una especialización (Gandalf conoce todo sobre anillos mágicos, Saruman es el experto en Palantiri…), y trabajan por separado para conseguir el mayor número de adeptos posibles.

Los métodos de cada Istari (Alatar, Gandalf, Pallando, Radagast y Saruman) son diferentes, pero ellos saben que no pueden competir entre sí eternamente. Deben enfrentar a Sauron. Por eso, cada mago intenta reclutar el mayor número de fuerzas antes del gran concilio, durante el cual, los pueblos de la Tierra Media decidirán a cual mago seguir para enfrentarse a Sauron.

Alatar

Alatar, el mayor de los dos “Magos Azules” (Ithryn Luin), es un brillante y agresivo emisario de Valinor (Pallando, en su tiempo amigo y compañero, es un Istar menor). El Vala Oromë escogió a Alatar para que viajara hasta las tierras que vieron nacer a los Elfos y a los Hombres, lo mismo que había hecho el Cazador en la Primera Edad. Por tanto, su interés se centró al este de la Tierra Media, aunque al igual que Saruman, tenía visones de grandeza.

Alatar albergaba un poder bastante considerable. Es el tercero en la jerarquía de los Istari (detrás de Saruman y Gandalf) y, al igual que su algo mayor hermano, el Mago Azul está al mismo nivel que Sauron. Ningún Maia está mejor considerado entre el pueblo de Oromë.

La personalidad de Alatar está en consonancia con su origen como sirviente del Cazador. Es ágil y monta excepcionalmente bien, disfrutando con la vida en la naturaleza. No hay lstari que pueda rivalizar con él en poderío físico. Los tonos fríos del cielo y de los ricos paisajes -azules y verdes- dan color a su túnica, y el arco largo de los Elfos es su arma preferida. Cuando viaja prefiere la calma del bosque y la compañía de los árboles.

Alatar tiene una estatura de 1’98 y un porte elegante. Su larga túnica azul con capucha brilla bajo la luz de la luna, con los bordes color verde oscuro que sugieren la comodidad de un acogedor musgo bajo un cálido día de verano. Como no podía ser de otra manera y de acuerdo con la apariencia escogida por su orden, Alatar aparece como un anciano; aunque el brillo de sus ojos, la fuerza de su voz y la facilidad de movimientos delatan su condición intemporal de Maia. Camina erguido, al contrario que Gandalf, puesto que prefiere eludir las cargas mundanas en favor de sus propios proyectos.

El destino de Alatar en la Tierra Media se asemeja al del resto de sus hermanos, si exceptuamos a Gandalf. Vinculado a la tierra y preso de su cuerpo sucumbió a las debilidades de la carne: el deseo y el miedo, la euforia y el cansancio, el orgullo y la envidia. Su historia es la ya conocida: sus objetivos fueron cambiando gradualmente y se fue enamorando del poder. Alatar abandonó su sometimiento al Juramento de no usar el poder a excepción de para combatir el poder y restaurar el Equilibrio de las Cosas, y se dedicó a perseguir sus propios fines. Sus maquinaciones amenazaban el Equilibrio que se le había encomendado proteger; su reino en el este crecía en fuerza mientras esperaba que el imperio del Señor de los Anillos se desvaneciera

Pallando

Pallando, el menor de los dos “Magos Azules” (lthm Luin), fue enviado a Endor a petición de Alatar. Como siervo de Námo (Mandos) y Nienna, conoce bastante bien las sendas del dolor y de la muerte y comprende los problemas del alma. Alatar le quería como compañero por su amistad con él y porque Pallando era conocido por ser un gran viajero. A pesar de todo, con el tiempo los dos se separaron.

Pallando tiene una estatura de 1’96 y camina con un paso poderoso e infatigable. Tiene ojos color añil y el pelo negro. Al igual que Gandalf, Pallando realiza constantes y largos viajes, pero al contrario que el Peregrino Gris, el menor de los Magos Azules suele alejarse de su misión y asentarse junto a aquellos que siguen sus palabras.

La palabra de Pallando a veces se vuelve bastante terrorífica pues, por pertenecer al pueblo de Námo, es capaz de tratar con la muerte y la oscuridad. Esto le permitió ser elegido entre los lstari aunque también provocó su caída. A medida que el dominio de Sauron disminuía en el Este con el paso de la Tercera Edad, la presencia de Pallando crecía. Curiosamente, fue Alatar el que se convirtió en su principal rival.

Radagast

El escogido en último lugar para realizar el viaje a Endor, es el más débil de los cinco Istari. Yavanna le eligió como guardián de los Olvar (Plantas), confiando en que el Mago Pardo cuidara de ciertos intereses que se podrían escapar a la atención de los otros Istari.

Desgraciadamente, Radagast se encuentra tan comprometido por esta obligación que se centra demasiado en los Olvar y los Kelvar más pequeños. Su sed de conocimiento de las plantas y los animales le fueron apartando cada vez más y más de su camino. Enamorado de las tierras vírgenes de la Tierra Media perdió de vista su misión. Lo único que hizo fue asentarse en Rhosgobel atendiendo las flores, vigilando los árboles y las criaturas del Valle del Anduin y el bosque circundante, y cuidando de los pájaros. Radagast consideraba a las aves como sus compañeras preferidas.

A petición de Yavanna, Saruman tomó de mala gana a Radagast como su compañero. Esto no anunciaba nada bueno; desde el principio, el jefe de los Istari nunca tuvo en muy alta consideración a su compatriota. El Mago Blanco fue el primer Istari en poner pie en Endor y, aunque Radagast pronto se le unió, Saruman no hace alusión a la llegada del Mago Pardo. Posteriormente, cuando el propio Saruman cae en desgracia y abandona su embajada, comienza a usar a Radagast para sus propios intereses. El inocente Radagast le fue de mucha ayuda.

Aunque aparentemente despreocupado con la política y asuntos de la gente que habla, Radagast permanece fiel a su herencia. Su fracaso no se debe a una búsqueda de poder o una excesiva codicia; más bien, a sus pasiones bien intencionadas surgidas de su forma adoptada que le incitaron a relacionarse y con el tiempo a entregarse a las “criaturas menores”. A medida que crece su amor por los Olvar y los Kelvar menores, el Mago Pardo se retira de los dramas y las dificultades que se desarrollan alrededor de él, pasando más y más tiempo en Rhosgobel. Cada vez se vuelve más ingenuo.

No obstante, Radagast cumple un buen papel. Su vigilancia en la parte occidental del Bosque Negro ayudó a contener el avance del Mal desde Dol Guldur, y las advertencias a sus amigos (las criaturas) extendieron las noticias de la inminente Guerra del Anillo y sirvieron para liberar a Gandalf de su encarcelamiento en Orthanc.

Radagast tiene finos cabellos castaños y, aunque con una estatura de 1’93, camina de forma curiosa, bastante encorvado. Su jovialidad, aparente sencillez y sus preocupaciones tranquilas y hogareñas ocultan en parte su verdadera fuerza. Como Mago, es un experto en las sombras y los colores, y sabe mucho de cómo manipular a las plantas y criaturas. Radagast puede llegar a ser un temible adversario, a pesar de sus debilidades

Gandalf

Un Mago con muchos nombres en numerosos países: “Mithrandir entre los Elfos, Tharkún para los Enanos; Olórin era en mi juventud en el Oeste que nadie recuerda, Incánus en el Sur, Gandalf en el Norte; al Este nunca voy.” Gandalf es el ángel bueno que vigila las aventuras de los Hobbits, que impulsa sus viajes a Erebor y al Monte del Destino y que más contribuye en favor de un final feliz. Llegado a la Tierra Media por el año 1 000 T.E. -ya era viejo entonces-, se dedicó a caminar durante dos mil años por todo el continente; iba a pie, apoyándose en un cayado (por ello Gandalf, nórdico antiguo “Elfo de Vara”, un nombre derivado de los Edda de Antaño); se mostraba poco aparente en su manto gris y su hogar estaba en todas partes y en ningún lugar. El poder y las riquezas no le interesaban, pero sabía apreciar una buena comida; lo conocían en todas las posadas. Fumaba haciendo anillos oscilantes con el humo de su pipa, y sus soberbios fuegos artificiales deleitaban a los niños. Muy pocos sabían, como Círdan y Galadriel, quién era en realidad, aunque llamaba la atención el hecho de que casi no hubiera envejecido en todos estos años.

El Maia Olórin (del Quenya olos, “sueño, visión”) había vivido mucho tiempo en los jardines de Lórien en Valinor, donde se sintió muy unido a Nienna. Aceptó la misión de ir a la Tierra Media como emisario de los Valar, porque era el deseo de Manwë y Varda, aunque no sentía ningún entusiasmo y temía a Sauron. A pesar de ello se convirtió en el más poderoso rival del Rey Brujo en la Tierra Media.

Primero siguió la orden de apoyar a los pueblos de la Tierra Media con consejos y ánimos, sin ejercer ningún poder propio. Con el tiempo fue adoptando un papel cada vez más activo, al igual que Saruman, su cofrade y rival en el Concilio Blanco. Después de su muerte en combate con un Balrog sobre el Puente de Moria, el Mago retornó de forma inesperada al mundo de los vivos y apareció transformado en Gandalf “el Blanco”. A partir de entonces se presentó abiertamente como Autoridad de la Alianza contra Sauron: intervenía en las batallas como un terrorífico Caballero Blanco y sabía guiar las decisiones de los poderosos según sus deseos.

Tras el fin de la Guerra del Anillo reveló que había sido el Portador del Anillo Rojo Narya durante todo este tiempo. Entonces marchó a los Puertos Grises y, con los otros Portadores de los Anillos, navegó en el Barco Élfico hasta el Oeste Lejano. Gracias a él, la hierba para pipa se introdujo por fin en Valinor.

Saruman

El primero de los Magos que aparecieron en la Tierra Media hacia el año 1000 T.E., en apariencia el Primero y más Erudito de su orden.Vestía siempre largas túnicas blancas, por lo que le llamaron Saruman el Blanco, y moderaba con lengua escurridiza las sesiones del Concilio Blanco. Trató principalmente con los Hombres de Gondor, pero también con los pueblos del este, por donde había viajado mucho. De los Rohirrim recibió más tarde el nombre de Saruman; contiene el elemento Anglosajón searu, saru, Habilidad, Capacidad, aparentemente en correspondencia al Sindarin Curunír, así lo llamaron los Elfos. En Gondor, donde había investigado en los archivos durante tiempo, era muy respetado; por este motivo el Senescal Beren le cedió Orthanc como sede (2759 T.E.). Durante mucho tiempo fue leal a Gondor y Rohan, pero cuando se dio cuenta de que la búsqueda del Anillo Regente iba en serio, siguió sus propios intereses entre los dos frentes. Reforzó Isengard, instaló grandes herrerías subterráneas y tomó a su servicio Orcos y Dunlendinos. Con la esperanza de ser el primero en encontrar el Anillo hizo registrar los Campos Gladios. Hubo algunos altercados entre las tropas de batidores de Isengard y las de Mordor. En el Concilio Blanco afirmó que el Anillo había sido arrastrado al mar. Cuando osó mirar el Palantír de Orthanc cayó bajo el influjo de Sauron que poseía la piedra de Minas lthil. Esperó siempre poder adueñarse del Anillo, aunque para dirigir la marcha de los acontecimientos estaba dispuesto, si era necesario, a hacerlo también como aliado y vasallo de Sauron. Era un Mago progresista que odiaba la situación arcaica y feudal de la Tierra Media; aspiraba a una especie de industrialización que en la Comarca sólo llegó a realizar parcialmente porque los atrasados Hobbit no colaboraron. En todo esto estaba de acuerdo con Sauron; sin embargo, Saruman tenía un carácter débil, era un personaje negado por torcidos caminos a político reformista y no poseía el fuego satánico del Señor Oscuro.

Tras su derrota en la guerra contra Rohan fue expulsado por Gandalf de la orden de los Istari y su vara mágica destruida. Cuando también fracasaron sus planes en la Comarca (donde había colocado sólo personal de tercera clase), Lengua de Serpiente, su servidor frustado, lo degolló. Naturalmente Saruman no era un mortal que pudiera matarse de esta manera, era el Mila Curumo, que había pertenecido al séquito de Aulë; a pesar de todo, perdió su envoltura terrestre y su espíritu ya no era bienvenido en Valinor.