LOS PUCARAS: HUELLAS DEL PODER INCAICO

LOS PUCARAS: HUELLAS DEL PODER INCAICO

Pucara en Tilcara, en el norte de la Argentina

    Los pucaras son construcciones militares, defensivas, que nacieron desde la estirpe conquistadora e imperial de los incas. Los vestigios de estos prodigios de arquitectura militar se propagan por toda la extensión montañosa y andina del antiguo imperio inca, desde el Ecuador hasta el norte argentino.

  El artículo del Dr. Alfredo Fresco que presentamos a continuación se concentra en los pucaras del Ecuador; pero su estudio sobre el origen y finalidad de los pucaras puede ser extendida a otras regiones. 

  También es oportuno recordar que al pucara inca le debe su nombre un famoso avión militar argentino. Este pájaro bélico tuvo una destacada actuación en la guerra de las Malvinas, en 1982. Entonces, los pucaras volaban al ras de agua. Burlaban así los radares de los navíos de la flota británica y atacaban de manera sorpresiva. Su eficacia de ataque es aún recordada. 

E.I

LOS PUCARAS: HUELLAS DEL PODER INCAICO

Por Dr. Antonio Fresco

    El término quichua pukara tenía para los incas el significado de “fortaleza” o “castillo”. Esta denominación se ha aplicado de manera tradicional a ruinas de construcciones antiguas, que adoptan la forma de círculos concéntricos de muros y fosos. Están situadas en la parte superior de lomas y cerros, y constituyen un rasgo muy repetido en el paisaje andino, desde el norte del Ecuador hasta el centro de Chile y del occidente argentino.

Además del término quichua Pucara o “Pucará” (más castellanizado este último), en Ecuador se aplican a estos elementos del paisaje a otras palabras de carácter más formalmente descriptivo como “Churo” (en quichua, churu = “caracol menudo para comer”), “Churoloma” (= “loma en forma de caracol”, compuesto quichua-castellano), “Muyurco” (compuesto quichua, muyu = círculo, redondez, cosa redonda, circular y urqu = cerro), Torneado (= cerro dado forma como con torno), “Ingaloma” (compuesto quichua-castellano= loma de los incas) y otros menos comunes. Como se puede apreciar, la imaginación popular identifica a los vestigios de Pucaras con objetos de forma espiral terminados en punta. En unos pocos casos, el topónimo (Ingaloma) nos indica que la tradición popular atribuye su construcción a los incas; en otros, la identificación es completa respecto a su función original (Pucara). El perfil de estas lomas o cerros recuerda a una pirámide escalonada con gradas o andenes poco pronunciados, pues sus terrazas (con paramento de piedra) y fosos defensivos, paralelos y horizontales, cortan la pendiente de la ladera en sentido transversal.

  En muchos casos, la erosión y la acción humana (trabajos agrícolas, aprovechamiento de las piedras para construcciones, “huaqueo” o búsqueda de tesoros, etc.) han devuelto a la ladera su pendiente natural (o casi), pero en muchos casos una huella borrosa de las terrazas originales aún puede llegar a apreciarse en la vegetación, como una sucesión de líneas paralelas horizontales.

  Hasta el año 1984, aparte de un inventario preliminar de las fortalezas situadas al norte de la línea equinoccial en las provincias de Pichincha e Imbabura, las excavaciones muy limitadas debidas a la Universidad de Bonn en Quitoloma, y los trabajos arqueológicos que se venía realizando desde mediados de la década de los 70, por el Museo del Banco Central del Ecuador en el Pucará de Rumicucho, situado cerca de la población de San Antonio de Pichincha, no se había llevado a cabo en el Ecuador un estudio de conjunto de estas construcciones militares prehispánicas.

Sobre la base de las noticias poco precisas que se pueden extraer de los cronistas y otros documentos coloniales, así como datos muy limitados de carácter arqueológico, se ha venido especulando entre algunos historiadores y otros estudiosos, alrededor de dos hipótesis principales respecto a sus constructores y a su función:

a) Fueron construidas por los incas para apoyar el esfuerzo bélico de sus ejércitos de conquista.
b) Fueron construidas por las etnias locales para defenderse de la amenaza inca.
Unos pocos autores aceptan la hipótesis del origen local, pero atribuyéndole una función diferente a la militar, o sea, básicamente ceremonial. Aunque esta opinión tiene su apoyo en ciertos datos de carácter etnográfico e histórico, la evidencia fundamental señala que su función básica y original fue la militar. Existe una tendencia generalizada entre los historiadores ecuatorianos de la escuela tradicionalista a preferir la hipótesis “b)”, por lo general, sin aducir razones de peso. El arqueólogo Plaza Schuller la acepta, aunque con dudas; sin embargo, la información por él reunida no es suficientemente inequívoca como para confirmar una u otra hipótesis. El etnohistoriador Frank Salomon, en base a un estudio exhaustivo de la documentación colonial temprana, llegó a la conclusión de que la primera hipótesis es la válida . La evidencia aportada por las investigaciones arqueológicas realizadas en Rumicucho y Quitoloma, confirma con bastante claridad una ocupación, y probable construcción, incaica.

A partir del año 1984, y bajo la dirección del autor de este texto, el Museo del Banco Central ha llevado a cabo un estudio sistemático de los pucaráes del área quiteña. Sus resultados nos permiten afirmar ya, de una forma categórica, que, aparte de un pequeño número de fortalezas caranquis (de las cuales existen referencias históricas imprecisas en cronistas del siglo XVI, pero que no han podido ser localizadas hasta ahora con seguridad), la inmensa mayoría de las referencias históricas y todos los datos arqueológicos seguros señalan inequívocamente que la gran mayoría los vestigios de los pucaráes reconocibles en la zona corresponden a fortalezas militares construidas y ocupadas por los incas.

El único conjunto arquitectónico conocido, cuyas características constructivas parecen de carácter militar, pero que difieren totalmente de las de los anteriores, es el situado sobre la colina Atallaro o Araque, a orillas de la laguna de San Pablo. En este caso, podría tratarse de la única que ha llegado hasta hoy de las fortalezas caranquis citadas por los cronistas. Desgraciadamente, no existe ningún estudio arqueológico de este monumento que nos permita confirmar o negar esta suposición.

En los casos en que tenemos información procedente de excavaciones arqueológicas (Rumicucho, Azuajatu, Guayllabamba, El Salitre, Quitoloma), se puede comprobar que las fortalezas presentan un sólo momento de utilización, corto e intenso. Éste se caracteriza por un material cerámico que corresponde a dos tradiciones diferentes: inca y caranqui; con una bajísima proporción de fragmentos de otros orígenes, panzaleos y cbímú principalmente. En el caso de la primera, presente y abundante en todos los casos, se trata de cerámica inca propiamente dicha, y no de copias realizadas por ceramistas de etnias locales, como las que se pueden ver en otros sitios de la región: Cochasquí, Cayambe, etc.

Todo indica que los soldados de guarnición (barqaq sayapayaq), acantonados en dichas fortalezas fueron puestos allí por el Estado inca, y actuaban bajo supervisión directa de autoridades militares del imperio cuzqueño; un ejemplo de esto podemos verlo en la Visita a Huánuco de 1562:

“…el Inga puso a estos indios por mitimaes en las fortalezas de Colpas y de Cacapaiza y de Angar, … no estaban allí para otra cosa más de para guarda de estas fortalezas… Venía un ynga gobernador cada año, que los visitaba; … a los que estaban para guarda de las fortalezas no les pedía más cuenta sino si tenían municiones de guerra, que eran hondas o chulpas de piedras y lanzas y rodelas y chucos para la cabeza… Estos traían leña para velar las fortalezas de noche… En cada una (de las fortalezas)… veinte indios de guardia… Esta orden se tenía con todas las guardas de las fortalezas en otras partes…”

Excepto la posible fortaleza caranqui de Atallaro, todos los pucaráes, tanto los que han sido excavados como los que no, presentan unas características arquitectónicas uniformes y, en todos los casos en que se ha podido observar, la cerámica asociada a ellos es la misma. Las pequeñas diferencias en detalles constructivos parecen deberse solamente a las características topográficas particulares de su lugar de implantación, al material de construcción accesible en las cercanías, a su mayor o menor jerarquía dentro del sistema de guarniciones fortificadas, y su particular función estratégica.

Todos los pucaráes conocidos en territorio ecuatoriano se hallan sobre elevaciones que dominan lugares estratégicos de ambas cordilleras andinas, de sus estribaciones exteriores o del callejón interandino. Típicamente, las fortalezas de las cordilleras se encuentran aisladas o formando grupos más o menos numerosos. En el interior del callejón interandino generalmente forman alineaciones transversales, ya sea de pucaráes individuales o de agrupaciones más o menos grandes. Estas alineaciones se desarrollan de Este a Oeste, desde una cordillera hasta la otra. Existen, además, otros pucarás aislados, pequeños grupos o largas alineaciones Norte-Sur, que se distribuyen a lo largo de la vertiente o cordilleras secundarias en el lado exterior de la cordillera occidental (Cordillera de Sigchos, Angamarca, por ejemplo).

De las alineaciones transversales, las más evidentes se encuentran en el norte de la provincia de imbabura y en Pichincha a la altura de Guayllabamba. Existe otra probable en el sur de la de Chimborazo. Servirían como líneas de contención de tropas enemigas que tratasen de invadir el territorio ya en poder de los incas, o podrían señalar los límites alcanzados en las diferentes fases de las campañas de conquista incaicas.

Los pucaráes distribuidos a lo largo de las cordilleras o sus estribaciones controlarían los pasos accesibles a través de éstas, que podrían convertirse en rutas de ejércitos invasores procedentes de las tierras bajas costeras o de la Amazonia. Las agrupaciones más importantes señalan, al parecer, las rutas más transitadas y cómodas. En el noroccidente de Pichincha, una línea de pucaráes corre a lo largo de las cumbres que dominan un camino incaico conocido por documentos coloniales tempranos: Quito-Nono-Cachillacta-Chacapata.

La fila de fortalezas que cruza transversalmente el callejón interandino al norte de la provincia de Pichincha, marca la principal línea de defensa en las cercanías del más importante centro de poder del extremo norte del imperio inca: Quito. Estos pucaráes se sitúan directamente al sur de una importante barrera natural Este-Oeste: el imponente cañón de los ríos Guayllabamba y Pisque. Esta alineación está constituida por tres importantes grupos de fortalezas (Lulumbamba, Guayllabamba y Pambamarca). Existen, además, varias fortalezas aisladas, situadas en puntos intermedios entre dichas agrupaciones, y que las conectan visualmente. Cada uno de estos conjuntos de fortalezas se sitúa en las cercanías de uno de los principales puntos de cruce (puentes o cbapa.kuna y vados cbinpana.kuna) a través de la barrera natural (cañón o gran quebrada), por los que pasaban las más importantes rutas de comunicación de la región en época prehispánica.

Al norte de imbabura el callejón interandino está cruzado por otra línea de fortalezas desde la de Aloburo, al norte de la laguna de Yaguarcocha, al Este, hasta varias situadas sobre el páramo bajo entre los cerros Yanaurco y Cotacachi, en la cordillera occidental. Aquí no existen verdaderas agrupaciones y los pucaráes son de menor tamaño que en la línea citada anteriormente. El centro inca secundario que dominaba la zona de imbabura, Caranqui, se encuentra ligeramente al sur de esta línea.

Ambas alienaciones conectan con otras que se extienden Norte-Sur a lo largo de ambas cordilleras. En ambas existen algunas agrupaciones en los pasos de montaña más importantes que conectan con el exterior de la zona andina; por ejemplo, entre los volcanes Cotopaxi y Sincholagua (pucará El Salitre y otros), entre los cerros Cotacachi y Yanaurco, sobre la población de Sigchos (pucaráes Pujín, Amanta y Gualaya entre otros).

La fortaleza más importante de todas y, probablemente, el centro de mando de todo el sistema fortificado fue Quitoloma. Se trata de un gran conjunto de murallas de defensa y fosos que contienen en su interior un buen número de edificaciones de carácter administrativo, habitacional, de almacenaje y ceremonial. Está situado sobre una extensa loma alargada en sentido Norte-Sur que domina un paso entre los cerros Pambamarca y Puntas, por el que cruzaban importantes rutas de comunicación prehispánicas. inmediatamente al norte, sobre el cerro Pambamarca, existe la agrupación más numerosa de fortalezas de la zona: jambimacbi, Pambamarca, Paccha o Celdas, Campana, Censo u Oljan, Tablarumi, Acbupallas, Guachalá, Bravo, entre otras.

Todas las fortalezas prehispánicas indicadas presentan unos rasgos arquitectónicos y de ubicación homogéneos, que nos muestran que su construcción fue planeada y llevada a cabo siguiendo las instrucciones emanadas de una autoridad central y única, para un propósito común y una acción coordinada. De acuerdo con la evidencia combinada que proporcionan los datos históricos y arqueológicos, esta autoridad central sólo pudo ser la del gobierno imperial cuzqueño o la de sus representantes locales. Cada pucará está compuesto por un número variable de terrazas (patapata) concéntricas sucesivas que van ascendiendo hacia la cumbre de la prominencia sobre la que se asienta la fortaleza.

El frente de las terrazas presenta un paramento o muralla defensiva (muyuypirka o tumaypirka), generalmente de piedras sin labrar, de 3 ó 4 metros de alto que se elevaba sobre el borde de la terraza para formar un repecho para protección de los defensores. Bordeando el muro por su parte alta e interior existía una franja no aplanado para facilitar el rápido desplazamiento de os soldados. En el resto de la ladera, entre una terraza y otra, la pendiente solía quedar sin modificar. Al pie de las murallas había usualmente un foso defensivo excavado en la tierra, de unos 3 metros de profundidad y 4 de ancho en la superficie. Cuando la fortaleza no se construía sobre una cumbre, sino en un saliente de la ladera, un foso transversal se excavaba a lo ancho de la ensillada que lo conectaba con la ladera Superior extendiéndose por ambos lados hasta alcanzar un punto en que la pendiente fuese lo bastante escarpada como para hacer muy difícil el paso a los enemigos.

En fortalezas que ocupan una cumbre rodeada de pendientes no muy escarpadas y que contienen promontorios que dificultan una buena visibilidad de los alrededores, a menudo se construyó un gran foso exterior separado por algunos cientos de metros de la primera muralla del pucará.

El acceso al interior de la fortaleza y a cada uno de los recintos que la componen, se lograba a través de aberturas hechas en las murallas de las terrazas (alrededor de 2 metros de ancho). Un corredor con paredes de piedra, generalmente en ángulo o en zig-zag, para dificultar la entrada violenta del enemigo. Muchas veces, al otro lado de las paredes laterales del corredor existen construcciones tipo torre, o el terreno está sobreelevado, para permitirles una posición ventajosa a los defensores de los atacantes que pudiesen llegar hasta la puerta.

Por el interior de todas las agrupaciones localizadas, se distribuyen las habitaciones de los soldados y sus jefes, edificios administrativos, talleres, depósitos de armas, alimentos y vituallas, y construcciones ceremoniales. Las de mayor jerarquía o importancia logística, se ubican al interior y en lugares más fuertemente defendidos. En el caso del gran pucará de Quitoloma existe un amplio recinto interior, protegido con murallas propias y fosos, donde se agrupan más de cien construcciones entre viviendas, depósitos y edificios administrativos.

En la centro nuclear de muchas fortalezas (Quitoloma, Paccha, Campana, Achupaflas, GuayUabamba, San Luis, Santa Eulalia, Amanta y muchas otras) existe una construcción ceremonial en forma de plataforma o pequeña pirámide, de planta cuadrada o rectangular, de núcleo de tierra revestido de piedra. Una rampa escalonada de piedra permite el acceso a la plataforma superior. Esta rampa suele estar situada en el lado sur del Monumento.

Esta presentación sintética de la variedad y eficiencia del armamento y arquitectura militar empleados por las sociedades indígenas del Ecuador, se debe considerar como una muestra inicial del gran potencial que tiene el estudio de un aspecto tan importante de la vida de estos pueblos.(*)

Ruinas de un pucará

(*) Fuente: Dr. Antonio Fresco, “Pucaracuna, la arquitectura militar”, editado en  www.fuerzasarmadasecuador.org