Lo más importante de los chamanismos es el dominio de los EMD

Lo más importante de los chamanismos
es el dominio de los Estados Modificados de Conciencia
Entrevista de Ricardo Díaz a Josep Mª Fericgla.

Muy intensa y productiva resultó la visita de Josep María Fericgla –Txema– a Bogotá en agosto del 2003. En la semana que permaneció entre nosotros, el antropólogo catalán compareció en TV respondiendo una entrevista de la psicóloga Liliana Montaña, dictó una conferencia sobre “La utilización terapéutica de los Estados Modificados de Conciencia” en la Universidad Santo Tomás, realizó una edición más de su taller catártico “Integración Vivencial de la Propia Muerte”, respondió la presente entrevista para la revista Visión Chamánica, y aún tuvo tiempo para las visitas turísticas de rigor y para atender invitaciones de sus amigos en esta ciudad.

El evento central de su visita fue la realización, por segunda vez en Bogotá, de su taller catártico, al que acudieron 18 personas, con un promedio de edad de 39 años, entre las que predominaban profesionales de la psicología. El taller, que Fericgla realiza hace ya 7 años, tiene las características de los antiguos rituales iniciáticos, aunque en un marco actual, laico y sin exotismos, en el que se rebasan los objetivos puramente terapéuticos de la catarsis y en el que las personas pueden obtener la apertura de una dimensión de conocimiento personal profundo.

Dicho objetivo se obtiene a través de una técnica de respiraciones holorénicas –término acuñado por Fericgla–, así como de manipulaciones corporales sobre los participantes, que producen la descarga emocional catártica. Se llega a este momento culminante luego de un intenso trabajo de preparación física y de la creación de una atmósfera y de un estado de ánimo propicios para entrar en esta experiencia que puede ser muy reveladora para cada participante, y en las que juegan papel decisivo el liderazgo y carisma de Txema. Él insiste en que el mayor provecho que se puede obtener es el de reconocerse y aceptarse, sin fantasías ni muletas de ningún tipo, para de acuerdo con eso asumir la tarea permanente –para toda la vida– de autoconstruirse, de crecer y recrearse al ritmo cambiante de la vida, sin autocomplacencias ni autocompasiones.

La experiencia acumulada por Fericgla en este tipo de talleres , a los que denomina Experiencias Activadoras de Estructuras, es descrita y analizada en su más reciente libro Epopteya, avanzar sin olvidar, un texto útil no solo –aunque principalmente– para quienes han pasado por la experiencia del taller IVPM, sino para quienes trabajan este tipo de experiencias como recurso terapéutico. Tuvimos Epopteya, como llamaban en la Grecia antigua la visión trascendente y transformadora de sí mismo, de quienes accedían a los ritos mistéricos de los templos de Eleusis y de Delfos. Un nuevo grupo de epoptes –iniciados que han abierto la puerta de su crecimiento personal– colombianos transitan la senda de su autoconstrucción.

Conociendo a Fericgla por los resultados de sus investigaciones, por sus artículos y sus libros, –como que ha sido colaborador de las tres ediciones físicas de la Visión Chamánica–, así como por la organización de dos ediciones de su taller iniciático, desde hace tiempo teníamos la aspiración de entrevistarlo, para preguntarle sobre esos dos grandes componentes de su producción científica: la investigación del chamanismo y la práctica psicoterapéutica, y claro, la correlación entre estos dos temas. Hemos adicionado un par de preguntas sobre su apreciación de nuestro país: esta Colombia que ni sus propios hijos acabamos de comprender.

Ricardo Díaz: De acuerdo con tu trayectoria en investigación del chamanismo ¿Por qué puede ser importante hoy en día estudiar este fenómeno?
Josep Fericgla: Primero que todo, no hay un chamanismo sino chamanismos, y en un amplio plural. La idea de una forma única de chamanismo, con unos atributos propios del individuo chamán, fue una simplificación que elaboró Mircea Eliade. En su época, primera mitad del siglo XX, era tendencia de los grandes estudiosos, unificar los distintos fenómenos de cualquier ámbito de la realidad para poderlos estudiar y sacar leyes generales. Después se ha visto que la realidad es mucho más compleja que esto.
No hay un chamanismo sino multitud de chamanismos, y es tan diversa la forma que adquieren que podemos encontrar chamanes en todo el sur de la India, chamanes indígenas norteamericanos, o chamanes africanos expertos en trances de posesión. Probablemente ni entre ellos se reconocerían como formando parte de esta única categoría que los occidentales etiquetamos de chamanismo.

De otra parte, hasta donde la antropología, la etnohistoria, la arqueología y la etnobotánica han puesto de relieve, probablemente los chamanismos fueron las formas más arcaicas que elaboró el ser humano para enfrentarse a los grandes interrogantes de nuestra propia existencia: de dónde venimos, hacia dónde vamos, el sentido del dolor, la muerte, la trascendencia, el origen del orden social. Todas esas cuestiones universales e inherentes a la existencia humana recibieron su primera respuesta de los chamanismos.
De ahí que en esta época nuestra, caracterizada por el derrumbe absoluto de la dimensión espiritual y existencial del ser humano occidental, que se dio a comienzos del siglo XX y que se disparó con la Primera Guerra Mundial, estamos buscando desesperadamente en todas las fuentes posibles –algunas tradicionales, otras novedosas– alguna pista que nos permita reencontrarnos con nuestra espiritualidad. Y no lo digo en un sentido eclesiástico, ni teísta. Espiritual en el sentido laico, de la dimensión trascendente del ser humano, en la dimensión de la alteridad –el anhelo de todo ser humano de poder salir de la propia cárcel de los sentidos, del cuerpo, incluso de la cronología propia de una vida humana–.

También en el momento actual los occidentales estamos muy necesitados de ideas para la unificación de los distintos conocimientos prácticos dentro de una cosmovisión, para que las tecnologías no tengan el fin en sí mismas sino encuadradas en su utilidad al ser humano.

De allí la importancia que tiene estudiar los chamanismos, lo mismo que investigar todos los movimientos místicos que han existido o las religiones mistéricas que todavía existen en India, en el próximo y lejano Oriente. De la misma forma que están resurgiendo los estudios sobre los chamanismos, se están reactivando los estudios sobre tantrismo, sobre sufismo, sobre las distintas escuelas y tradiciones místicas que han existido a lo largo de la historia y que han dejado algún tipo de rastro. En mi opinión, ésta es la justificación de investigar actualmente los chamanismos.

RD:¿Es inevitable que quienes estudian el chamanismo terminen haciendo chamanismo? Por ejemplo, los casos de Michael Harner o de Castaneda –el más conocido–. ¿Sientes que se desarrolle una propensión a “ejercer” en las personas que lo estudian, que terminen haciendo chamanismo?
JF: Obviamente no es inevitable que alguien que ejerza como investigador científico del ámbito del chamanismo acabe practicando algún tipo de neo-chamanismo, o de seudo-chamanismo o de chamanismo alternativo, no se bien como llamarlo. Por supuesto que las personas que se orientan a ésta investigación es porque tienen alguna predisposición individual hacia esto: hacia la espiritualidad, hacia la investigación de los límites cognitivos, existenciales y culturales del ser humano.

Hay muchos más investigadores que centran su labor científica en el ámbito del chamanismo además de Michael Harner o Castaneda. Incluso Harner es un antropólogo bastante desprestigiado como científico, y no porque se haya dedicado a crear su escuela de neochamanismo, que desde mi punto de vista es algo banal, sino por sus defectuosos estudios de antropología, desde el punto de vista del rigor metodológico. El libro que lo hizo más famoso, El pueblo de las cascadas sagradas, un estudio sobre el pueblo shuar –justamente un grupo étnico sobre el que estoy investigando hace una década–, es una descripción bastante superficial, incluso con datos etnográficos cuestionables.

Respecto a Castaneda no hace falta ni comentarlo. Ya se sabe que es ‘mentira’ prácticamente todo lo que cuenta. A Castaneda siempre lo he considerado un gran literato, muy sugerente, y esto tiene un gran valor. Una obra que sea sugerente puede aportar tanto a la humanidad como un gran ensayo científico. Don Quijote de la Mancha es una novela, pero habla con una sutilidad del espíritu humano que ya la quisieran muchos libros de sicología contemporánea. Castaneda es algo así para mí. Incluso, la parte más densa o sugerente de sus presuntas entrevistas o correrías con el indio don Juan, ha sido inspirada, en mi entender, en obras sufis y en las obras del Cuarto Camino, de Gurdjieff y sus seguidores. Uno estudia el sufismo y la obra de Gurdjieff y luego lee a Castaneda y se da cuenta de que es un abaratamiento, un cambio de escenografía o de bambalinas de la acción, pero que el tipo de consejos profundos, de observaciones sobre el espíritu humano son casi los mismos. No soy especialista en Castaneda pero, para mi, son novelas muy sugerentes, con algunas afirmaciones sobre aspectos espirituales, sicológicos y existenciales del ser humano muy válidas, y de ahí el éxito que ha tenido con casi cuatro décadas de best seller. En este sentido, si hubiese sido una obra rigurosamente científica, ni de lejos hubiera tenido el éxito popular que ha tenido porque las obras científicas, así sean de temas amenos como pueden ser temas sicológicos o antropológicos, generalmente están muy lejos de la comprensión de la masa promedio de lectores. Se usa una terminología específica, los argumentos tanto en defensa como en contra de cualquier hipótesis tienen que ser desgranados meticulosamente, etcétera y ese tipo de literatura casi siempre es buscada sólo por especialistas en estos temas.

Hay muchos mas investigadores de chamanismo, por ejemplo Hultkrantz, Míhaly Hoppal, Piers Vitebsky, grandes investigadores contemporáneos del tema que, hasta donde yo se, ninguno de ellos actúa como neochamán. Otra cuestión, como antes he comentado, es que haya una predisposición personal para estudiar estos temas. Es más que razonable que alguien que tenga una expectativa individual, de desarrollo espiritual o psicológico, aproveche cosas que está investigando también objetivamente, cual sería mi caso por ejemplo. Pero no hay que mezclar las cosas.

RD: Como has mencionado, el derrumbe de la espiritualidad en Occidente ha abierto espacio a todo tipo de búsquedas. Hay auge en la investigación y en las búsquedas Al lado de los resultados de estudios rigurosos se presentan también reciclamientos de tendencias chamánicas que devienen neochamanismos. ¿Cómo se ve desde la academia en Europa todo este auge de investigación y reciclamiento del fenómeno chamánico?
JF: Lo más ortodoxo de la academia científica en Europa no está nada interesada en temas de chamanismo. Incluso hay profesores universitarios que niegan en sus clases la existencia del chamanismo y la actividad del chamán. Lo sitúan como un juego simbólico que ocurría en sociedades primitivas, como espacio para pactar roles sociales de distintos actores de éstas comunidades, no como un fenómeno con un contenido intrínseco.
Esta postura que niega la existencia del chamanismo argumenta su diversa e inasible manifestación, y no hay que despreciar tales argumentos. Afirman que, por un lado, son brujos que hablan de espíritus malignos, por otro pueden ser especialistas en estados modificados de conciencia, por otro lado son curanderos que saben mucho de plantas medicinales, por otro son meros charlatanes que pretenden tener visiones oraculares sobre el futuro de la comunidad. No hay que despreciar estas posturas que afirman que no existe el fenómeno chamánico como tal, aunque, en mi opinión, están completamente equivocados. ¿Cómo que no existe? hay que demostrar que existe para poder rebatir su actitud.

Pero también están investigadores notables como Piers Vitebsky, por ejemplo, uno de los grandes investigadores contemporáneos sobre el chamanismo, quien es profesor en una universidad inglesa y ha estado años investigando chamanismo hindú y siberiano. Para él es un fenómeno con un contenido propio en el que se puede distinguir una psicología, un lenguaje, unas relaciones sociales, unos mecanismos de transmisión del conocimiento chamánico y todo lo demás. Esos elementos ponen de relieve que es un ámbito propio del ser humano, y que merece una investigación específica por parte de especialistas.
Respecto de la investigación están los dos extremos, aunque predomina un cierto desprecio y una actitud de ignorar a estos neochamanismos difundidos sobre todo en Norte y Sudamérica. Todo esto se ve desde Europa como una moda de individuos con problemas personales, que andan buscando como refrendar su falta de límites existenciales: límites personales, emocionales, sicológicos, sociales, que con esta moda del chamanismo han encontrado un filón que les mal justifique su consumo de sustancias psicoactivas y pensar de forma ‘débil’, con pensamiento blando, para mantener supersticiones personales sobre formas mágicas de curación.

Pienso que en parte esto es verdad. Este ámbito que se ha puesto de moda parece que justifica contradicciones y formas de pensar y de actuar que serían propias de individuos poco responsables, poco maduros, con mucha fantasía en su concepto de la realidad. Pienso, por ejemplo, en los seminarios de Michael Harner, algo vago y completamente lleno de fantasía, que exige una gran predisposición y blandura de pensamiento en los individuos que asisten, quienes creen que tocando el tambor un ratito entran en estados trascendentes del alma, y que son capaces de visualizar animales o energías de animales que llevan dentro suyo. Entre esto y poner un cirio a la Virgen del Carmen, esperando que así el hijo encuentre trabajo no hay diferencia o la hay solo de forma.

Y ese tipo de neochamanismos hacen un mal favor a la investigación dura, a la investigación científica porque implica, por lo menos en Europa, que cuando se habla de una investigación sobre algún tema que incluya la palabra chamanismo o derivados, automáticamente se apartan las subvenciones para investigarlo, porque se consideran temas de moda poco rigurosos desde el punto de vista de objeto de estudio científico.
Es más, en EE UU ya hace dos décadas que existe un gran negocio que es el turismo chamánico, el turismo enteogénico. Hay agencias de viajes que organizan tours pagando una buena cantidad de dólares, por dos o tres semanas en la selva amazónica, con pretendidos chamanes que son en su mayoría meros charlatanes que han visto el buen negocio del turismo, y han aprendido cómo tienen que vestirse y qué rol adoptar para sacar los dólares a estos ingenuos norteamericanos que pretenden encontrar sentido a su vida llegando a la selva amazónica, tomando un par de veces yagé y escuchando los consejos de algún pobre fantasioso o algún buen negociante indígena que ha entendido el juego para sacarles los dólares. Por supuesto que para un científico todo esto es supremamente dudoso.

También ahora en Europa comienza a extenderse éste fenómeno. Cada vez hay más agencias que ofrecen viajes turísticos a tomar yagé u otros enteógenos, a hacerse curas con chamanes latinoamericanos. Es interesante observar como estas modas siguen las demás corrientes de moda que hay en el mundo porque, en Europa, geográficamente están mucho más cerca los curanderos africanos que los chamanes americanos. A sólo mil kilómetros de Madrid se pueden encontrar curanderos árabes, de Marruecos, Argelia o Túnez, y si vas un poco más abajo pues está Mauritania, y un poquito más abajo está Senegal o Kenia, cunas de curanderos especialistas en posesión, los famosos brujos yoruba. Pero como África no está de moda a nadie se le ocurre ofrecer viajes de turismo chamánico para ir a África. En cambio Latinoamérica sí está de moda, por lo que los viajes de aventura chamánica se venden para ir a la Amazonía. Con lo cual, mal favor están haciendo estas modas. Bueno, tal vez sí hagan el favor a personas que espiritual o existencialmente están perdidas, pues tienen una posibilidad de encontrar individuos como ellos para compartir un tipo de intereses personales.

Josep Fericgla con Carlos Pichama, un anciano shuar, a la derecha, y con un chaman shuar muy potente y prestigioso,
P. Juank, en el centro.

RD: Distinguiendo el chamanismo sobreviviente de la charlatanería turística, creo que sí hay una medicina tradicional indígena, chamanes indígenas auténticos, que incluso ahora han sido vistos de una manera nueva por la OMS, que impulsa su reconocimiento e iniciativas de complementación con la medicina occidental. Aquí en Colombia, por ejemplo, en los rituales con yagé de los chamanes indígenas participan muchos colonos blancos y mestizos, o sea, para ellos también es una alternativa de medicina ante la baja cobertura de la medicina occidental. 

JF: Lo cual no significa que siempre sea eficaz desde el punto de vista médico. Hay tantos enfermos dentro de la selva como fuera de ella. Los chamanismos actúan básicamente a través del contexto, no a través del texto individual –digamos del contenido de su trastorno, del carácter que sea. Para un chamán da igual lo que el individuo le explique sobre una llaga en una pierna, o que pierda el sentido y se desmaye. Para el chamán, sea un místico tibetano o un curandero indio, un tántrico o un lama budista experto en curaciones, la causa primera del trastorno está en la relación del individuo con su contexto. O sea, el individuo ha roto algún tabú o ha irrespetado alguna norma divina y su acción la dirigen siempre a que el individuo repare sus faltas con la divinidad, o que repare los tabúes que ha roto, y muy pocas veces contemplan al individuo como tal, en el sentido que lo hacemos nosotros los occidentales.

Partiendo de esto, que es como una premisa básica de casi todos los chamanismos, lo que se infiere es que alguien que no participe en éste contexto cultural, mal puede ser curado por el chamán. También se sabe que la propia fe, o la creencia del individuo en un tratamiento que está recibiendo, es buena parte del efecto curativo A partir de estudios clínicos sobre el efecto placebo, se sabe cada vez más que la expectativa de curación del paciente representa la mitad o más del éxito terapéutico. Hace poco revisé un trabajo de la Universidad de Harvard sobre el peso de la expectativa en el resultado de unos medicamentos para regular la hipertensión en ancianos. Se observó que tanto se curaban los que tomaban el medicamento como los que tomaban el placebo, con uno o dos puntos de diferencia. Y el medicamento se expende en el mercado. No es que sea una estafa, sino que una expectativa subjetiva positiva es altamente saludable, algo que se sabe de siempre. Es lo que Levy Strauss denominó ‘la eficacia de lo simbólico’. Si una persona va a un chamán o un curandero creyendo que éste hombre es quien le va a curar, hay mucho a favor para que el curandero cure al paciente, haga lo que haga. Pero si el individuo no está socializado en éste contexto simbólico y cultural, seriamente hablando, poco le va a afectar. Por ejemplo, entre los shuar ecuatorianos, si uno no está socializado en su cultura de poco le va a servir lo que diga el chamán, por que hablan en su clave cultural, en su idioma, usando sus metáforas y sus símbolos, que entre ellos todos entienden.
Muchos chamanes tienen un entrenamiento intuitivo especial, pueden incluso percibir lo que pasa en una persona que no sea tan sólo de su contexto cultural. Pero esto está un poco más allá de lo que es el núcleo de los chamanismos como forma de sanación. Otro tema es el consumo de yagé. En sí mismo no es terapéutico aunque está muy cerca. En cambio es altamente curativo dentro de un mínimo contexto adecuado.

RD: ¿Tu crees que de algún modo puede ser posible una relación entre médicos formados en la ciencia occidental, y estos médicos indígenas tradicionales, en pro de una especie de complementación de medicinas?
JF: Sí, en poblaciones indígenas por supuesto. Entre los shuar, por ejemplo, hay una discriminación clarísima, incluso se discrimina entre las enfermedades que los shuar llaman ‘de Dios’, que son las enfermedades que han traído los blancos, y sus propias enfermedades. Cuando un shuar se siente enfermo, en cualquier sentido que podamos entender que es distinto de nuestro sentido de la enfermedad, va a lo que tienen más cerca: al brujo, al chamán o al médico alópata occidental. Y los médicos que tratan a los indígenas, por lo menos en esta zona fronteriza del Ecuador, se lo dicen: ‘No, esta es una enfermedad vuestra, ve tu al chamán de tu comunidad a que te cure’. Y lo mismo hacen los chamanes, cuando se dan cuenta que son enfermedades que ellos no van a poder tratar: ‘Ah no, esto que te lo trate un médico de los blancos, que es una enfermedad de Dios’. Los misioneros se encargaron de que las enfermedades epidemiológicas transmitidas por los blancos a los indígenas las entendieran como enfermedades que les había mandado Dios. La manipulación del dolor y la enfermedad es algo muy significativo en el proceso de evangelización.

Entonces no hay contradicción, las enfermedades de carácter mas psicosomático, de carácter más existencial las curan los chamanes. Las enfermedades de carácter vírico o bacteriológico las curan los médicos occidentales. Para esas poblaciones sería fantástica la complementación de los dos sistemas médicos. Las propias poblaciones de las que estamos hablando están a caballo entre dos culturas, los indígenas de vez en cuando miran televisión, montan en carro, necesitan de dinero para poderse mover cuando salen de sus comunidades selváticas. Es razonable que necesiten de los dos sistemas para mantener este complicado equilibrio que llamamos salud.

RD: Esta es una pregunta muy desde mi óptica personal, y desde el trabajo que yo hago y de la manera como lo hago: ¿Tu crees que es posible resignificar la terminología sobre el chamanismo y sobre las prácticas chamánicas, para impulsar movimientos culturales alternativos actuales inspirados en los chamanismos históricos que no sean neo-chamanismos comerciales?
JF: Los occidentales hemos inflado con nuestras fantasías la imagen de los chamanes. Si no hubiera habido todo un movimiento ecologista mundial previo no habría interés en los chamanes, ya que ellos fueron reconocidos como figuras ecologistas, que mantienen el equilibrio en la comunidad.

Para mí, lo más importante de los chamanismos es el dominio de diversos estados modificados de consciencia, estados que los occidentales debemos recuperar con suma urgencia porque dan profundidad a la existencia humana. A través de ello, el individuo puede encontrar su lugar en este mundo y ocuparlo. Pero hemos de recuperarlos a nuestra manera, como mecanismo de ampliación de la consciencia, por ejemplo, con estos talleres catárticos en los que usamos la respiración holorénica o de otra manera. En la resignificación que tu apuntas del chamanismo, me parece importante que se centre en el contexto y no en el texto de las enfermedades, en el tipo de relaciones que ha tenido el individuo con su familia y sus congéneres, con la naturaleza o con los espíritus que habitan la naturaleza de acuerdo con su cosmovisión.

En Occidente hemos sufrido un proceso creciente de especialización en todos los campos, necesitamos como el aire que respiramos algún aporte a nuestra cosmovisión que nos permita de nuevo situarnos en un contexto amplio para recrear nuestra identidad, no a partir de mis valores y elementos individuales, porque esto tiene poco sentido, sino para unirlas en un contexto humano con una ecología natural, aunque sea una ecología urbana.
Esta idea de que todo está interrelacionado en la naturaleza es propia de los chamanismos. Que una enfermedad o un trastorno, sea climático o sea somático, tiene que ver con toda esta red que enlaza cualquier elemento del cosmos, es algo que debemos recuperar. La ciencia lo está recuperando. De hecho la teoría general de sistemas, que ahora es uno de los marcos teóricos que más se están utilizando en el ámbito de la ciencia, es una vanguardia de pensamiento que pone de relieve que todo está interrelacionado, no se puede pensar un fenómeno aislado del contexto que lo genera y lo sostiene.

Hace falta que esa idea vaya derivando desde el pensamiento científico de vanguardia a niveles más populares del pensamiento. Eso es algo que, como tu dices, podemos resignificar del chamanismo, si lo entendemos como una red interconectada de dinámicas, de procesos y de factores que afectan a cualquier individuo que acuse un trastorno. También la psicología va siendo cada vez más sistémica y ya se reconoce que el enfermo con un trastorno mental sólo es la punta del iceberg de toda una red anómala que es su propia familia y talvez su propia comunidad. Esto si es algo que podemos aprender del chamanismo.

RD: Algo más sobre esa inspiración en el chamanismo ¿Qué hechos o qué objetos de estudio específico justifican en este momento hablar de etnopsicología? ¿Cuál es el grupo de hechos, de fenómenos que permiten verificar un objeto de estudio específico, al que le aplicamos la palabra etnopsicología?
JF: Hay varios factores que fundamentan la existencia de una etnopsicología. El primero de ellos es el proceso de mundialización que se está dando. Uno encuentra en las ciudades europeas individuos de todos los rincones del mundo, herederos de tradiciones culturales distintas, con cosmovisiones distintas, con ideas diversas de lo que es la salud, la psique, la enfermedad.

En segundo lugar, porque las psicologías actualmente han llegado a sus límites. Desde Freud que fue el padre fundador de la moderna psicología, hasta las tendencias más recientes, casi siempre entienden al individuo como tal, dejando completamente de lado la dimensión cultural del ser humano, pero es una dimensión fundamental. No existe ni puede existir un ser humano puro, que no se haya socializado en una cultura u otra. De ahí que toda la psicología experimental de los años setenta que se dedicó al estudio de la inteligencia como tal o de las emociones como tales fracasó, porque no se manifiestan estas capacidades sino dentro de un proceso cultural. No se puede calcular por igual la inteligencia de un navajo en Norteamérica, de un bereber marroquí o la de un catalán europeo porque provienen de distintos marcos culturales que dan inteligencias distintas y sus formas de aplicación, que es como se puede observar la inteligencia.

No hace demasiado, en varios estudios sobre porqué unos psicoterapeutas son más eficaces que otros, utilizando las mismas técnicas disciplinarias, se llegó a la conclusión de que es casi indiferente que el psicoterapeuta sea gestáltico, psicoanalítico, sistémico o conductista. Lo que realmente hace que un psicoterapeuta sea más eficaz que otro es la empatía que se genera entre él y el paciente, con lo cual la técnica usada es secundaria.
A partir de estas observaciones y a partir del acceso que tenemos ya a mucha literatura especializada sobre pueblos no occidentales, está mas que justificado el intento de hacer una etnopsicología, que es el intento de estudiar la realidad psíquica del ser humano en relación a la forma cultural en que se ha desarrollado, y cómo esto condiciona que se produzcan determinados trastornos y no otros.

Yo diría que la etnopsicología permite elevar el punto de vista más allá de lo que es el individuo como tal, considerando cómo la cultura construye al individuo, cómo lo condiciona, pero sin obviar al individuo. Talvez permita recuperar recursos terapéuticos de otras sociedades e incorporarlos al avance de las técnicas terapéuticas de la psicología occidental contemporánea…. y viceversa.

RD: ¿Se puede considerar que tu trabajo psicoterapéutico y tus propuestas de talleres son en cierta forma derivados o inspirados de tus conocimientos e investigación del chamanismo?
JF: Si, pero no solo han salido de este ámbito. Mi trabajo con el inconsciente está bastante inspirado en ideas chamánicas diversas después de la traducción cultural correspondiente. También surge de mis investigaciones sobre la necesidad que tenemos en Occidente de construir nuevos rituales iniciáticos, que permitan al individuo ubicarse en el mundo desde su propio desarrollo humano. Asimismo me apoyo en aportaciones de la psicología contemporánea de corte junguiano y de aportaciones de la musicoterapia. Yo mismo he hecho aportaciones a la musicoterapia.

Pero vuelvo a lo mismo: no se puede hablar del chamanismo, hay chamanismos. Entre los pueblos indígenas que habitaron la costa de Alaska, en lo que hoy es Canadá, los chamanes para nada buscaban estados modificados de conciencia ni sustancias psicoactivas. Para ellos el elemento evocador principal era el silencio. Los chamanes marchaban días enteros por los bosques, haciendo ayunos, en busca de inspiración en el silencio y rechazaban cualquier tendencia o técnica que indicara el uso de sustancias psicoactivas. Cosa contraria con el chamanismo amazónico, donde los chamanes son expertísimos en el uso de esas sustancias.

Por eso, hablar de incorporaciones del chamanismo es siempre relativo aunque real. Mi deuda con ellos es obvia y nunca la escondo. Me gusta respetar a mis padres intelectuales. En mis talleres, por ejemplo, no hay nada de silencio, con lo cual, si se compara con esta tradición chamánica canadiense, pues nada que ver, pero si lo comparamos con los chamanismos griegos arcaicos pues sí tiene que ver, porque allí se desarrollaron una serie de técnicas para lograr la catarsis de las que yo he adaptado algunos elementos.

RD: Dijiste en el taller que acaba de pasar que nadie cambia, que sólo hay que aceptarse ¿esto no significa ya un cambio, el aceptarse?
JF: ¡Claro! Es un cambio pero en un sentido muy distinto del que buscan la mayor parte de psicólogos, psicoterapeutas, gurús, maestros espirituales y personas insatisfechas con su propia vida. La mayoría de ellos buscan cambiar. Cuando uno quiere cambiar algo de sí mismo ya está negando justo esa parte que quiere cambiar, o la está menospreciando. Por tanto, ya hay una imposibilidad de trasformación porque uno está negando aquello que le molesta en su vida, y entonces casi siempre lo relega a esa parte que Jung llamaba ‘la sombra’, a esta parte del inconsciente donde cada uno va almacenando aquello que no quiere o no puede aceptar en sí mismo.

Casi todos los hombres anhelan ser distintos de su papá, y todas las mujeres distintas de su mamá, provocando una guerra generacional que parece ser universal en el ser humano. Y todos queremos ser distintos, pero sabemos que los hombres llevamos a nuestro padre dentro de nosotros, y las mujeres su mamá. Lo del cambio es una fantasía. En realidad nunca se cambia ni hay nada a cambiar: un niño de siete, ocho años y aun antes ya lleva una estructura de la personalidad.

El cambio, en todo caso, es aceptarse uno mismo como es ¡Esto es lo que cuesta! Nuestra mente tiene infinidad de estrategias para no aceptarnos como somos, en nuestras debilidades, en nuestras limitaciones. En los talleres digo a los participantes que esta experiencia activadora de estructuras, realmente ayuda es a que se encuentren a sí mismos y se acepten, no a que cambien nada. No hay que buscar el cambio, cuanto uno quiere cambiar y el propósito terapéutico espiritual es cambiar, ya está tirando al mar la pequeña posibilidad que hay de la trasformación, pues todas las terapias y procesos de desarrollo humano, si no pasan en primer y en último lugar por la aceptación total de sí mismo, no conducen a nada.

RD: Por ejemplo ¿no es posible que la gente cambie ciertos hábitos?
JF: Claro que es posible cambiar pequeñas cosas aunque mucho más difícil de lo que la mayoría piensa. Simplemente, que un fumador trate de no fumar durante dos días, o piensa en lo que a alguien obeso le cuesta hacer un régimen hipocalórico para adelgazar o lo difícil que es que una madre dé de comer a su hijo distinto de cómo lo hace. Pero esto no es cambiar en sí. Muy poca gente consigue cambiar sus hábitos cotidianos. De ahí el gran negocio que son los métodos de psicomaquillaje, que hacen creer que se puede adelgazar o dejar el tabaco.

Un amigo mío tenía una clínica para adelgazar cerca de Barcelona. Una vez le pregunté por qué cambiaba tan frecuentemente los métodos para adelgazar: ¿no hay un método bueno? No es eso -me respondió– . Todos los métodos son buenos, el problema no es ese. Es que la gente que quiere adelgazar siempre es la misma, entonces hay que irles vendiendo cosas nuevas cada ocho ó diez meses cuando ya se han desengañado del método anterior. Simplemente no lo siguen pero acusan al método de ser malo. Quedé asombrado del realismo de esa observación. Si es tan difícil cambiar pequeños hábitos cotidianos es casi impensable que uno cambie su estructura emocional o algo de su esencia individual sin muchísimo esfuerzo y sufrimiento. En la mayoría de los casos es una fantasía más.

RD: Hoy día se habla bastante del “sentido de vida”. Es algo que tu trabajas en tus talleres y que también se menciona en la llamada psicología transpersonal. ¿Es posible fijar un sentido de vida y actuar en consecuencia en un medio que exige las “buenas maneras”, la doblez, la hipocresía y el fingimiento? ¿Adoptar un sentido enfrentado a los sentidos estandarizados del sistema no implica colocarse en cierta forma en una alternativa antisistema?
JF: Sí, pero hallar sentido a la propia existencia es la única labor completamente humana y que dura toda la vida, aunque sea antisistema mercantilista. Es decir, el sentido de la vida hay que buscarlo dentro del propio ser humano, no fuera. La cultura puede dar pautas para buscar el sentido de la propia existencia pero, en todo caso, está adentro no afuera.
Yo he propuesto diferentes formas de clasificación de las culturas dependiendo del tipo de emociones predominantes, las que se valoran positiva o negativamente, o de cómo se socializan las emociones. Una de esas clasificaciones útil para algún tipo de estudios, no para todos, es dividirlas en culturas que tienen procesos de socialización que endocentran a los individuo y las que los exocentran. Con estos dos neologismos me refiero precisamente al núcleo desde el que se desarrolla el sentido de la existencia. Hay sociedades –como prácticamente todas las orientales, la gran sociedad hindú, la mayor parte de pueblos indígenas americanos– cuyas culturas generan individuos endocentrados, o sea que fijan el centro de su existencia dentro de ellos mismos. En cambio, las culturas occidentales generan individuos exocentrados, que ponen el centro de su vida fuera de ellos, en el consumismo, en la marca del carro que tiene, etc. La cultura nos lo está recordando constantemente: la chispa de la vida está en la coca-cola, la seguridad consiste en tener un buen apartamento con los electrodomésticos de última generación y un buen carro o dos carros…

Las culturas que generan individuos endocentrados disponen de métodos para buscar el sentido de la vida humana orientando a los individuos a conocer su propio interior, por ejemplo tomando yagé o meditando y rezando. En estos rituales sagrados, los individuos profundizan en el inconsciente facilitando un encuentro consigo mismos.

Las sociedades o culturas que generan individuos exocentrados son óptimas para gentes que andan perdidas y buscan fuera de sí mismas el sentido de la vida. Así es más fácil controlarlos desde el Estado y desde las grandes corporaciones, cuyos dirigentes suelen estar detrás de los gobernantes. Esa actitud es el terreno abonado para todo tipo de sectas, absolutismos políticos, mercantilismos disfrazados de trascendencia o de valores existenciales y, en definitiva, para disparar los índices de trastornos psicóticos.
Cuando la coca-cola anuncia que es la chispa o la alegría de la vida, más allá de lo publicitario está asociando un valor intrínseco del ser humano, como es la alegría de la existencia, con un elemento externo como es tomar un refresco. Esto es solo un minúsculo ejemplo de un proceso cultural gigantesco que exocentra los individuos prácticamente desde que nacen. Los papás en las sociedades occidentales actuales, en lugar de dar cariño a los niños les regalan juguetes o les compran zapatos deportivos de marcas de moda, con lo cual sustituyen el afecto que ayudaría a establecer una sólida comunicación interpersonal –que es lo que luego ayuda a cada uno a encontrar el propio sentido de la existencia humana– por unos zapatos importados. Triste y peligroso. El sentido de la existencia, a mi modo de ver, se resume en ayudarnos unos a otros a ser más humanos y ello, desde luego, no se consigue con la coca-cola.

De ahí que haya tantas personas hoy día con insatisfacción existencial quienes, para tapar su angustia de su falta de sentido de la vida, van a ayudar a otros, forman ONG’s de misioneros u otras organizaciones salvavidas. Sobre todo la situación que hay aquí, en Sudamérica, es como pasto de cultivo para todas estas organizaciones. Si se hace un análisis objetivo de la ayuda que realmente llevan a los receptores de su acción, se ve que a menudo prácticamente es nada. Hace años hice un estudio de la economía de algunas ONGs españolas. ¡Cuál fue mi sorpresa al darme cuenta que entre el 60% y el 80% de los ingresos que recibían estas ONGs los gastaban en sí mismas , sus miembros, sueldos, alojamientos, promoción de la propia entidad… es decir, que llegaba poco más de 20% en forma de ayuda a los que eran presuntos destinatarios del presupuesto de la ONG. No siempre es así y todo hay que decirlo, pero la conclusión es que bastantes de estas organizaciones sirven más para satisfacer las necesidades morales y económicas de sus propios miembros que para realizar un auténtico servicio social. Mientras se ‘ayuda’ a los demás se disimula la propia angustia por llevar una vida carente de sentido. Repito que no todas las ONGs tienen este esquema de distribución de sus ingresos.

Así pues, en sociedades exocentradas como la nuestra, un individuo mal va a encontrar sentido a la vida pues lo busca afuera.

RD: ¿Pueden utilizarse las técnicas chamánicas como recurso terapéutico para despertar dentro de las personas su creatividad, sus habilidades artísticas?
JF: En parte sí, pero el proceso suele ir al revés. La creatividad no es una ‘herramienta para’, si no que la creatividad es ‘resultado de’ buscarse a sí mismo y de resolver los problemas a mi modo. Es lo que suelen hacer todos los chamanes en su proceso iniciático: buscarse a sí mismos, buscar los recursos para atravesar las crisis que se les van poniendo durante el proceso de iniciación, pero buscarlo dentro de sí mismos. Los procesos iniciáticos, casi todos tienen una estructura similar, de poner al individuo en ciertas dificultades existenciales, en ciertos estados modificados de conciencia límites, esperando que el sujeto encuentre dentro de sí las herramientas para atravesar este portal.
Pero el maestro o instructor pocas veces le da las herramientas, espera que sea el propio neófito el que encuentre dentro suyo aquellas capacidades que le van a permitir salir de la crisis en que le ha puesto a propósito. Cuando uno trata de reconocerse, de aceptarse, de resolver los problemas que implica ese proceso, uno se hace creativo. Pero no al revés.
Las técnicas para aprender creatividad que están a la venta son bastante de pacotilla, tal vez útiles para ayudar a dirigentes atascados, para pensar de forma distinta sobre un conflicto con el personal de la empresa, pero no sirven para más que eso.

La creatividad es una consecuencia, no es una causa. Lo mismo que la felicidad: no se encuentra, no debe ser un objetivo porque el fracaso está garantizado. La felicidad es algo que viene de regalo cuando uno ocupa su lugar en el mundo, cuando uno atiende a sus obligaciones y derechos. Si lo hace, la felicidad le viene de regalo, pero buscarla es absurdo, es ponerse a atrapar el aire con las manos. Los chamanes, no son chamanes porque son creativos, sino que se hacen creativos después de todo su proceso iniciático, por tener que buscar constantemente soluciones a problemas que se les plantean, soluciones específicas a problemas concretos, ¡esto estimula precisamente la creatividad!.

RD: Poner terapéuticamente en la ruta de las personas esta búsqueda de su expresión propia, de su danza, de su “musicar” –atendiendo a la precisión que hacías en tu conferencia sobre la música como sustantivo y verbo– ¿Ayuda a que encuentren su sentido, su lugar en el mundo?
JF: Indudablemente. Casi cualquier cosa que redirija la atención hacia adentro del sujeto ya es un método que puede servir. Pero estas actitudes tampoco se improvisan, para tocar bien el violonchelo hay que gastar muchas horas en ejercicios, requiere mucha técnica. Los chamanes son individuos inspirados, pero detrás de un buen especialista hay mucha técnica, muchas horas de estar atendiendo y discriminando entre percepciones, sensaciones, imaginarios, estados de consciencia y demás. Entre los chamanes muiscas, por ejemplo, un neófito pasaba más de doce años en su proceso iniciático comprometido con la práctica de la técnica chamánica para poderla usar.

¿Cómo se hace un genio? Picasso una vez respondió así a esta pregunta: con cinco partes de inspiración y noventa y cinco de sudoración, o sea de trabajar. Nadie se pone a tocar el violonchelo ni la armónica por una situación vivida en un momento de inspiración chamánica, con yagé, por ejemplo.

RD: Cerrando esta parte de la psicoterapia ¿Puedes precisar los conceptos de psicología y psicoterapia transpersonal?. También las líneas y tendencias actuales que tu ves en esta corriente.
JF: Yo no soy especialista en psicología transpersonal. En mi opinión el término mismo es sugerente y profundo, pero la aplicación metodológica actual me parece dudosa. Por ejemplo, me resulta sospechoso que ningún autonombrado psicólogo transpersonal, por lo menos que yo sepa, reconozca la paternidad de Carl Gustav Jung sobre esa expresión. Fue él quien acuñó ese término en un escrito, si no recuerdo mal, del año mil novecientos treinta y nueve. Esta negación del padre y de la amplitud de su óptica personal me parece sospechosa.

Los libros que he leído de psicología transpersonal, que no son muchos he de reconocerlo, me parecen mas bien faltos de límites contrastantes, faltos de rigor. Sé poco de eso y tampoco me he interesado más, precisamente por la falta de rigor que he observado en sus afirmaciones y elaboraciones teóricas. Mezclar budismo tibetano con estados de trance de posesión africanos, con misticismo europeo, con estados visionarios producidos por la LSD en una misma olla, sin hacer unas discriminaciones estrictísimas de la historia que tiene cada uno de estos términos o posibilidades de experiencia humana, a mi me pone los pelos de punta. Los antropólogos sabemos bastante de los errores que conlleva comparar factores culturales de diferentes pueblos sin un cuidado extremadísimo. El resultado suele ser que es el propio investigador quien se proyecta en el resultado, no el objeto de estudio que acaba desapareciendo. Pero esto no significa que no sea un campo a desarrollar. En España, –no me quiero extender más allá de esta frontera ya que es lo único que conozco–, hay tres o cuatro institutos de psicología transpersonal, y cuatro o cinco personas con cierto nombre que trabajan en este campo, sin ninguna excepción, se les puede acusar de falta de rigor y de método científico. Para empezar no se debe aceptar la carencia de una terminología clara y de una taxonomía bien definida para saber de que hablamos. Empezando por aquí y terminando por las prácticas que se ofrecen, como viajes a México para ir a ver a la hija de Maria Sabina o sesiones de respiración catártica sin mayor dirección o diagnóstico, son cosas que, sinceramente, tal vez sean interesantes desde el punto de vista comercial o tal vez sirvan a alguien para curarse su estado neurótico, pero no me parecen elaboraciones serias desde el punto de vista clínico.

RD: Por último, tus apreciaciones sobre Colombia. Aprovechando que llevas viniendo a Colombia cerca de diez años, que viniendo desde fuera tienes una perspectiva desde otra cultura,¿Cómo nos percibes a los colombianos, qué notas en nosotros como generalidad abstrayendo los comportamientos individuales?
JF: Mira, no me gusta hacer generalizaciones en ese sentido. Los colombianos son los kamsá, los mestizos, los indígenas de la Sierra Nevada… Hay una gran variedad de estilos humanos y mal se puede hablar del ‘hombre colombiano’ o la ‘mujer colombiana’. No existen más que en la mente de los políticos que quieren dominarlo todo. Lo mismo que el ‘hombre español’ o la ‘mujer española’ simplemente no existen más que en papeles. En la península Ibérica conviven como pueden catalanes, vascos, gallegos, andaluces, castellanos… este idioma que ahora usamos no es español sino castellano, el idioma de los castellanos. Los catalanes y vascos tenemos otra lengua materna, y cada uno tiene unas generalizaciones bien distintas. Entre un vaso y un andaluz, todo dentro del territorio español, hay casi tantas diferencias como entre un colombiano y un canadiense.

Si quieres, puedo darte mi simple opinión sobre los colombianos mestizos, dejando de lado los negros, los indígenas y otros grupos humanos que hay en Colombia. Y además es una generalización que va a pecar de ello. Lo primero que me despierta el ser humano colombiano mestizo es desasosiego. Respiro mucho desasosiego en Colombia. Luego me da la sensación también de que hay un gravísimo problema de identidad, de búsqueda de identidad. El mismo hecho de que tu me hagas esta pregunta, para mi es indicativo de esta necesidad de referentes externos para crear vuestra propia identidad. Talvez ese sea el origen del desasosiego que percibo en cada rincón de Colombia. Hay una búsqueda, yo diría que casi desesperada, de identidad, de tradiciones propias, de estilo de vida –por identidad me refiero al conjunto del estilo de vida–. Creo que el interés renovado por los grupos indígenas colombianos es una manifestación más de tales problemas de identidad: como no saben donde buscar sus raíces, su origen, primero se dirigen a lo español y ahora algunas minorías de jóvenes y de académicos, entre los cuales te encuentras tu, están dirigiendo su atención a lo indígena como posible fuente inspiradora de la propia identidad. Esto es frecuente también en otros países latinos como Ecuador, Venezuela, incluso Brasil. Debo acotar que esta aceptación de lo indígena, aquí en Colombia, no tiene tanto que ver con un respeto interétnico real como con una resolución de la propia identidad. Hay una deformación grande por parte del mestizo sobre qué es lo indígena, sobre su realidad, sobre su cosmos cultural. Puede llegar el yagé hasta las ciudades y de mano de algunos taitas indígenas que lo suben del Putumayo, pero pocas personas de aquí bajan a visitar a los indígenas, a convivir con ellos respetando su realidad y sin querer convertirlos, ni idealizarlos, ni comercializar sus artesanías.

Luego, me da la sensación que otra cosa que caracteriza a los mestizos colombianos es que se abandonan en la última parte de las cosas. Es chistoso y no sabría como decirlo de otra forma. He observado en distintos lugares de Colombia que cuando una persona, un equipo o una empresa empiezan algo –un proyecto, un negocio, una relación, una investigación–, se arranca con tremenda creatividad y vitalidad, con muchos y buenos ánimos, incluso con recursos suficientes –técnicos, económicos, humanos–. Hay mucho empuje al principio, pero no se qué sucede que finalmente, en el último tercio del proceso de realización de lo que sea, se estropea la cosa. Se interrumpe el proceso, se abandona y las cosas quedan faltando un poquito para acabarlas bien.
Luego, lo tremendo en Colombia, el gran desorden social que hay, está generado por EE. UU., sea de forma más explícita, como el triste y homicida Plan Colombia, o de forma más soterrada como los grupos protestantes que van ganando territorio al catolicismo gracias a los dólares frescos que les llegan. Estoy más que seguro que si los norteamericanos no estuvieran manoseando la vida política colombiana, el conflicto armado ya se hubiera resuelto hace años. Colombia es como un pastel que a los norteamericanos les interesa, por un lado está el petróleo y por otro por las fuentes de agua y la biodiversidad. Las próximas guerras de la humanidad serán por agua no por petróleo y Colombia es un país riquísimo en manantiales de agua. La otra gran parte del pastel, como digo, es la biodiversidad de los diferentes nichos ecológicos que hay en Colombia, de donde se pueden extraer recursos biomédicos de interés industrial.
Por último, creo que lo que le falta a Colombia para hallar un estado de paz más o menos duradero es una reforma agraria. Y eso depende de ustedes. En casi todos los demás países latinoamericanos ha habido una reforma agraria, las tierras se han distribuido en una forma más justa, no existen latifundistas propietarios de miles de hectáreas que tienen esclavizados a campesinos e indígenas. En Colombia, esta reforma agraria y hasta donde yo sé, todavía no se ha hecho, y esta es una de las razones de fondo de que haya este estado de violencia y de miseria que causa tanto desasosiego en la atmósfera colombiana. Por otro lado, creo que ustedes mismos no se dan cuentan del gigantesco potencial humano de los colombianos mestizos. Sin la menor duda, es uno de los pueblos más creativos, valientes y trabajadores que he podido conocer. Me impresiona que, a pesar de esta guerra civil no declarada que hace varias décadas que dura, los colombianos sean una de las primeras potencias industriales del continente sudamericano. Tal vez por ello, a los norteamericanos les conviene tenerlos entretenidos en una guerra fraticida y por ello la alimentan, para impedir así que Colombia se una a otros gigantes y les planten cara. Me gustaría ver un gobierno de izquierdas en la Colombia actual, al lado de Brasil, Cuba e incluso Venezuela a pesar de todo. Sería una muralla difícil de pasar al colonialismo de sus vecinos del norte. Sería una ayuda a la libertad mundial.

RD: ¿Cómo percibes la huella de la guerra que estamos viviendo, aunque esta guerra viene desde por lo menos los años cincuenta del siglo pasado, en la manera como es la gente, en sus comportamientos?
JF: De entrada es un tema de conversación permanente con cualquier colombiano. Más que la guerra en sí es la situación de cerca de dos millones de desplazados, o sea un 5% de la población. Ninguna sociedad se salva de un trastorno colectivo como este, pues esto genera pobreza, marginación, delincuencia.

Hay poblaciones enteras completamente desarraigadas y esto crea como una atmósfera colectiva de crispación, es obvio. La mayor parte de impuestos que se cobran aquí en Colombia no son para mejorar las vías de trasporte o el sistema sanitario, todo es para la guerra, con todo lo que eso implica de desastre.

Yo trato de evitar hablar de esto con amigos colombianos, por que me es extremadamente difícil entender las posturas que cada uno adopta, a favor o en contra de las FARC, o de los paramilitares, o del presidente actual. Es una amalgama tan compleja de opiniones, de resentimientos que hace que cualquier opinión sea tremendamente subjetiva. Muchas veces son posturas que me sorprenden o no las entiendo. Puedo entender que hay toda una historia personal detrás, de pago de impuestos para los actores militares, más la cuota de corrupción que hay en Colombia que es fantástica.

El problema que veo mas grave en ese sentido, es esta generación que está acostumbrada a vivir de la corrupción o del narcotráfico. Cuando una persona se ha acostumbrado a vivir prácticamente sin hacer nada, o sólo de la corrupción, es muy difícil que se reacostumbre a trabajar. Es el típico problema de reintegración. Esto se debe resolver con educación, no hay otro camino. Los especialistas en prospectiva lo saben: un colectivo humano puede dirigirse casi a cualquier escenario futuro, pero tiene que haber una educación precisa para conducir la población adecuadamente.

Este es un país lleno de contradicciones y contrasentidos. Yo creo que es el país mas rico de Sudamérica, ustedes deben tener uno de los subsuelos más rico de todo el mundo por los todos los dólares y la cocaína que hay enterrados aquí, además del oro y otras materias primas, con lo cual es un contrasentido que en un país que hay fortunas enterradas también haya un 5 % de la población desplazada, y el nivel de pobreza dramático que hay en el campo.

A la vez, es el país de Sudamérica que genera más personalidades de renombre mundial: científicos, artistas, literatos, médicos, actores… Hay una cantidad sorprendente de colombianos de renombre, para ser un país que está en guerra civil. Creo que ningún otro país de la tierra en una situación social como ésta pueda generar fronteras culturales en tantos ámbitos de la actividad humana.

Por eso, y pese a sus problemas, pienso que Colombia es un país de gran potencialidad, probablemente de los más ricos de la tierra y con una población sorprendentemente trabajadora, activa y creativa. Por otro lado, la situación de tensión, de depredación económica con la excusa de la guerra civil, no da más de sí y cuando las cosas han tocado fondo inevitablemente el péndulo empezará a ir en la otra dirección. Tampoco conozco mucho toda la realidad colombiana, pero en algunos sectores me he dado cuenta de que hay muchas personas comprometidas consigo mismas, que están comprometidas con apartarse del escenario guerrero sea el que sea, y en crear minúsculas islas de paz, de respeto y de comprensión, que trabajan día a día para esto. Tengo amigos colombianos que hubieran podido salir de Colombia como profesionales libres y bien calificados, y al poco tiempo hubieran conseguido trabajo en Europa, probablemente mejor pagados que aquí. Pero lo que me dicen es ‘nos quedamos aquí porque alguien tiene que quedarse que no esté guerreando, que no esté comprometido con alguno de los bandos, que lleve una vida normal a pesar de todo’. Este maravilloso compromiso con el ahora y el aquí, con la vida en el país, con la paz… es muy raro encontrarlo en otras naciones, por esto les admiro tanto.

Transcripción de la entrevista: Jacobo Díaz Arana. Edición: Ricardo Díaz Mayorga.
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