Miradas de dragon

Miradas de Dragón

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Algo extraño me impulsa ahora a escribir, quizás y más probablemente el buscar consuelo, si, el consuelo que siempre me han traído las palabras expresadas en letras, el silencio y la meditación que ahora me dan las cosas simples y sencillas. He salido al contacto con la ligera llovizna, como si con mi cuerpo pudiera ser por un leve y breve instante un pañuelo que pudiera limpiar y secar las lágrimas de ella, de Mi Ángel, todo esto mientras veo pasar cadenciosamente las figuras de los humanos.

Si, humano a final de cuentas; ahora que los veo mejor y que ya no llenan mi alma de tanto odio como en el pasado, quizás los he mirado mejor, con sus miradas en el camino que transitan, perdidos egoístamente en sus pensamientos tantas veces abstractos; esos pensamientos que quizás nunca compartirán con nadie, esas preocupaciones que les sujetan a su pequeño mundo real y que jamás  saldrán de sus mentes y corazones. Sin confianza, encontrando una tan obscena cercanía a otros como ellos, pero la forma sigue siendo igual que siempre a aquellos por los que tienen un sentimiento tanto interesado como desinteresado.

Un hombre se ha acercado a mi junto con su pequeña hija en una carreola, la trata de proteger con una pequeña sombrilla de colores. Me pregunta por mi madre, al parecer ese hombre nos conoce y sabía de las enfermedades de mi madre; me hace unas recomendaciones sencillas y cruzamos algunas frases triviales. Nos despedimos con un apretón de manos y lo veo alejarse bajo la leve llovizna.

Pienso por un instante que quizás las cosas no han sido tan malas, después de todo, habíamos conseguido amigos en esta tierra, pero solo es un pensamiento fugaz, reacciono ante la cruda verdad, pues ese hombre no puedo llamarle realmente amigo, después de todo, a pesar de haberme parecido un rostro familiar, como el de tantos otros, ¿qué tanto podía yo saber de él, si ni siquiera había sido capaz de reconocerlo y lo único que había yo hecho era responder a la breve charla y fingir una estúpida sonrisa de compromiso.

Me cuestioné entonces, ¿realmente a cuantos podía llamar como mis amigos?, quizás Slash, Lean, Janus, pensé un instante en tantos otros y mi mente centró a Yiza, pero, ¿en verdad podía pensar en ella como una amiga? Es cierto que en ella había encontrado muchas coincidencias a mi persona, pero, ¿no era en realidad solo una mera ilusión de encontrar a alguien como yo y eliminar el terrible dolor y vacío que genera sentirse solo sin nadie como yo?

Seguí mirando el interminable ir y venir de personas indiferentes caminando por la calle, los automóviles con el sonido de sus motores, tan diferentes unos de otros, desde un moderno y lujoso Camaro verde, hasta un modesto Caribe modelo 80, quizás 81, severamente maltratado, con su sucia carrocería pintada de un rojo chillón y opaco. Pero mi vista se centraba en las jóvenes y preciosas chicas, algunas casi niñas, con sus cuerpos apenas desarrollándose, todas con ropas llamativas, desde Jeans de un azul despintado, fieramente apretados a la carne de sus piernas, y tan provocativamente ajustados a sus nalgas, para dar una sensación de desnudez, como si toda su ropa fuera solo pintura. Otras, quizás las más jóvenes usando minifaldas que apenas les cubren medio muslo, con largas botas negras, quizás para dar una apariencia más madura siendo apenas seres atrapados en cuerpos que ya no son de niña, pero todavía no son de mujer. No puedo evitar la atracción que generan esos cuerpos, son dulces caramelos a la vista y a las miradas tantas veces morbosas de los insensatos. Y me pregunto, ¿antes tuve yo esas asquerosas miradas? Ahora para no son más que el arte de estatuas desnudas como la Venus de Milo o la Fuente de la Diana Cazadora, inalcanzables, sensuales, casi eróticas, pero dándose a respetar a pesar de su desnudez, incapaces ya de generar un pensamiento de lujuria para mi.

Los brillos de cristales esparcidos en el arrollo gris, dan la falsa visión de estrellas corruptas, como si la nada fuera mejor que ser lo que ahora son, pisoteadas y cada vez más desechas por los autos que pasan sobre de ellas, pero no siempre fueron las astillas a las que fueron reducidas, antes pertenecieron a algo, eran algo, contenedores de agua, llevarían el vital líquido a los humanos, servirían para que esa agua llegara a las bocas sedientas de hombres y mujeres, y un hombre humilde, sudoroso, pero trabajador, les haría llegar a su destino a bordo de un triciclo amarillo, pero, un chirrido de llantas frenando, metal crujiendo y el sonido del vidrio cuando se rompe había interrumpido el viaje de los cilindros de agua, a causa del oficial al volante de la patrulla GAM 4061 de la colonia Pradera. El hombre recibió como pago papel con el número “Quinientos” grabado en el, mientras que el agua era evaporada y los vidrios eran cada vez convertidos en trozos más pequeños por los indiferentes motores que pasaban sobre ellos. Ya no cumplirían con su destino.

Y así solo reflexiono, ¿qué soy yo? Un ser de apariencia humana con sueños de estar en los brazos de su Ángel, que lucha y no se rinde, mientras intenta como un Quijote cubrirse en una vestimenta negra y azul tratando de emular el singular estilo de la edad media, todo con la luz y la oscuridad del símbolo del Dragón en la frente de su alma.

Ryu Dragón Azul de Ild

Señor y Protector del Valle de Ild