¿Cómo se expresa la adscripción religiosa de los indígenas mexicanos?

31.- ¿Cómo se expresa la adscripción religiosa de los indígenas mexicanos?
 
Los párrafos en negro se refieren a: ” Religión ”

Considerando la importancia de las religiones en el mundo prehispánico y la solidez de las culturas nativas, no es casual que en las manifestaciones actuales y en las características del culto observado por los indígenas se advierta la persistencia de tradiciones locales muy antiguas, pese a la influencia duradera del catolicismo y a la más reciente y dinámica de otras iglesias, sectas y denominaciones. “Si comparamos las bases del calendario, el orden y las pautas de los rituales, los mitos centrales, las concepciones de la estructura y el movimiento del cosmos, las organizaciones sacerdotales, los procedimientos mágicos y adivinatorios, las vías del éxtasis, la moral religiosa, las terapéuticas que se enlazaban a lo sobrenatural, etcétera, encontraremos tal similitud que, sin que pensemos en una institución religiosa supraestatal -que no existió jamás en Mesoamérica-, tendremos que aceptar una unidad que nos permite hablar de una sola religión mesoamericana, afectada por muy diferentes manifestaciones a través del tiempo y del espacio. Esto significa admitir que en las creencias y prácticas de todos los pueblos de Mesoamérica existió el mismo ‘núcleo duro’ en materia religiosa. Al mismo tiempo, tendremos que reconocer sus grandes diferencias, viendo en cada una de las culturas mesoamericanas particulares una recia peculiaridad de concebir el mundo y de obrar en él.” (LÓPEZ AUSTIN: 1999:19-20)

La historia de la transformación religiosa de los indígenas mexicanos es, sin lugar a dudas, uno de los fenómenos sociales más complejos de que tengamos noticia; historia impregnada de violencia y coacción, pero también de transacciones y arreglos de muy diverso orden. “La Conquista y la Colonia se establecieron gracias a dos formas concurrentes y complementarias de dominación: por una parte, el avance militar y el establecimiento de un orden político hegemónico, bases del nuevo orden económico de explotación a los indígenas; por otra, el adoctrinamiento religioso y la aculturación de los indígenas bajo los cánones del pensamiento occidental.” (Ibid.: 94) A partir de esta matriz básica, se desarrolló un proceso en el que “la necesidad de los conquistadores de controlar apresurada pero firmemente el territorio conquistado hizo que la evangelización española se distinguiese por su violencia y por la conversión forzada” (Ibid.: 95), muchas veces recurriendo a “conversiones masivas” que disimulaban la persistencia del culto a los antiguos dioses. Además, las poblaciones seguían requiriendo -como ocurre hasta hoy en miles de comunidades- “la guía espiritual y los servicios de distintas clases de oficiantes indígenas. Entre éstos estaban los especialistas en la apertura de los campos de cultivo, que requerían de la protección de los dioses de la lluvia; los conocedores del ritual de estreno de casa, hornos de cal, baños de vapor y otras obras, pues se creía que su intervención contrarrestaba las fuerzas sobrenaturales nocivas de los edificios recién construidos; los celebrantes de los ritos de paso; los controladores de los meteoros, principalmente de la lluvia y del granizo; los ahuyentadores de las plagas; los médicos y los adivinos.” (Ibid.: 98-99).

Las nuevas relaciones de la Iglesia con la República liberal, la irrupción del protestantismo -asociado a la idea de modernidad y a la influencia económica e ideológica de los Estados Unidos-, la “cristiada”, la influencia de una educación laica y de una acción del Estado con fuertes tintes anticlericales, las relaciones de las comunidades indias con los misioneros el Instituto Lingüístico de Verano, las reformas conciliares, el surgimiento de la Teología de la Liberación, la indudable asociación entre la diócesis de San Cristóbal de las Casas, los catequistas y el EZLN y sus bases, los conflictos religiosos que han ocasionado expulsiones y desplazamientos forzosos o voluntarios (que no pocas veces encubren luchas económicas y políticas), y los propios movimientos sociorreligiosos de los pueblos indígenas que se han manifestado a lo largo de casi cinco siglos, componen un mosaico de temas y problemas que hacen difícil prever el desenvolvimiento futuro de las adscripciones religiosas en un país predominantemente católico como México. (WARMAN, 2003: 169-194; BARABAS, 2000)

Warman consigna el dato de que “la tendencia de los protestantes a doblarse en números absolutos cada 10 años se ha mantenido, pero desde 1980 se refleja como perdida cercana a dos puntos porcentuales por decenio de quienes profesan la religión católica. Entre los hablantes de lenguas indígenas la conversión es más reciente y acelerada. El agregado estadístico de los protestantes está fragmentado entre muchas iglesias, algunas de ellas de introducción muy reciente en México. Sus relaciones son competitivas y a veces combativas entre sí aunque muestren solidaridad frente a la hostilidad o hasta persecución por los católicos. Las iglesias cristianas tienen mayor autonomía frente al centralismo de la católica, pero carecen de su respaldo. (…)

“La adopción de otra religión o la preferencia por no practicar ninguna entre los indígenas no ha sido un proceso uniforme ni regular. Presenta una clara concentración geográfica en los estados de la República al oriente del Istmo de Tehuantepec. Con la información censal de 1990 la menor proporción de católicos entre los indígenas se presentaba en Chiapas (61.4%), Campeche (69.5%) y Quintana Roo (74.4%). Le seguían San Luis Potosí (79.3%), Veracruz (80.9%) y Yucatán (82.4%), muy cerca del promedio nacional de hablantes de lenguas indígenas católicos de 81.3%. Oaxaca (84.5%), Hidalgo (88.7%), Puebla (89.1%) y Guerrero (91.9%) superaban ese promedio. Los 10 estados señalados concentraban 83% de los hablantes de lenguas indígenas (MANRIQUE, 1994). La irregularidad del proceso la destacan los 30 puntos porcentuales de diferencia entre Chiapas y Guerrero. La variación no cuenta todavía con explicaciones convincentes, como sucede con muchos procesos relacionados con el fenómeno de conversión religiosa entre los indígenas, tema incómodo y políticamente incorrecto.” (WARMAN. 2003: 187-188).

Los Indicadores socioeconómicos de los pueblos indígenas de México, 2002, que recogen información del Censo de Población y Vivienda 2000, contienen una serie de cuadros con la adscripción religiosa entre la población indígena (8,904,709) de cinco años y más, por entidad federativa con municipios indígenas o con presencia de población indígena. El 80.8% (7,194,328) son Católicos; el 10.0% (891,451) Protestantes o evangélicos; el 2.6% (235,037), se adscriben a religiones Bíblicas no evangélicas; el 0.3% (28,226) a Otras religiones; el 5.3% (475,915) se declararon Sin religión, y hay, finalmente, un total de 79,752 de No identificados. Los estados con mayores porcentajes de indígenas que declararon ser católicos, son: Tlaxcala (95.5%), Guanajuato (94.4%), Michoacán (94.4%), Guerrero (91.8%), Durango (89.7%), Puebla (89.0%) e Hidalgo (88.8%), con cifras superiores a la media nacional: 88.0%. A la inversa, las entidades federativas que registraron los menores porcentajes de católicos, son: Chiapas (54.2%), Coahuila (57.1%), Campeche (65.7%), Quintana Roo (71.2%), Jalisco (74.9%), Tabasco (74.9%) y Nayarit (75.0%). Como puede apreciarse, mientras Tlaxcala tiene un porcentaje de católicos 7.5 superior a la media nacional, Chiapas lo tiene de 33.8% inferior al promedio del país. Este mismo estado registra un 23.7% de protestantes y evangélicos, y un 7.6% adscrito a cultos bíblicos no evangélicos. Lo siguen, en orden decreciente de protestantes y evangélicos: Campeche (17.4%), San Luis Potosí (15.7%), Quintana Roo (15.1%), Tamaulipas (13.2%), Tabasco (13.1%), Nuevo León (12.5%), Baja California (12.3%), Yucatán (10.4%), Oaxaca (9.2%), Veracruz (8.8%), Estado de México (8.2%) e Hidalgo (7.7%), con porcentajes superiores a la media en municipios indígenas (7.14%), y a la nacional (5.2%). (SERRANO CARRETO et al., 2002: 60)