La raiz de todos los males :

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 24/06/2006 15:36
La raiz de todos los males :

¡  El  amor  al  dinero  !

Ps. Diego Arbeláez –

“Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males; y hay quienes, por codicia, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos”

(1 Timoteo 6:10).

Generalmente, los hombres cometen la torpeza de dejarse amarrar por el dinero. No tienen cosas, las cosas los tienen a ellos. Cuanto más poseen, menos se poseen a sí mismos y claro, la ambición los envilece al punto que hacen lo que sea con tal de enriquecerse. Por eso dicen que, “trepar y arrastrarse, se realizan en la misma postura”.Tres hombres encontraron un gran tesoro y llegaron al acuerdo de que, mientras uno de ellos iba al pueblo en busca de víveres y de un medio para acarrear el oro, los otros dos se quedarían cuidando la preciosa fortuna.

Pasadas unas horas los dos que se quedaron con el tesoro, empezaron a pensar cómo deshacerse del tercero que había ido al pueblo y éste a su vez, empezó a pensar cómo deshacerse de los compañeros para quedarse con todo.

El que había ido al pueblo pensó que lo mejor sería envenenar a sus amigos. Así que compró comida y le puso veneno. Luego, emprendió su regreso sin saber que sus dos amigos ya habían decidido matarlo para quedarse con su parte. Así que cuando éste llegó lo sorprendieron a puñaladas.

Una vez cometido el Crimen se sentaron a comer alegremente, pensando cada cual en lo bueno que sería si fuese suyo el tesoro completo. Sin embargo, pronto hizo la ponzoña su efecto y ambos murieron víctimas de su codicia.La ambición corrompe los corazones, estropea la felicidad y enciende grandes conflictos entre los hombres.

Un deseo inmoderado de riquezas es un veneno en la mente que contamina y destruye todo lo bueno que haya en ella, y tan pronto como se arraiga allí, toda virtud, toda honestidad y todo afecto natural huyen.

La ambición nunca va sola, la acompaña toda clase de bajezas y ruindades. El pecado de la ambición fue la causa de la esclavitud de la raza humana, con todo el sufrimiento, la desgracia y la muerte que acompaña a esta plaga. Por la ambición se han cometido crímenes, grandes injusticias, se han arrasado pueblos y destruido ciudades enteras. La codicia es la causa de los robos acerca de los cuales leemos diariamente en los periódicos.

Ese mismo pecado es el que hace que los jugadores se dejen dominar por la fiebre del juego. Que el lechero añada agua a la leche y que el campesino cubra las frutas dañadas con una capa de frutas buenas para venderlas a buen precio. Es la ambición la que hace que el abogado mienta y que muchos cristianos retengan lo que deberían consagrar para el prójimo y el reino de Dios.

Así como una monedita de cincuenta pesos es capaz de taparnos el sol si la ponemos lo suficientemente cerca del ojo, el amor al dinero puede llenar de tal modo nuestro corazón que nos impida ver a Dios. En tan terrible esta pasión, que por causa de ella, millones de personas se olvidan de hacerse la memorable pregunta de Jesús: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” (Marcos 8:36)

Como el hombre que vende su casa para comprar adornos con qué embellecerla, así es aquel que renuncia a la paz para buscar riquezas, con la esperanza de que será feliz gozándolas.

La codicia de las cosas terrenales lleva a la ruina, conduce al remordimiento y a la perdición eterna. Sí, el hombre apegado al dinero es como el gusano de seda, todo lo que hace es hundirse cada día más en su propia sepultura.

Muchos han hallado que al amor al dinero es como una gran piedra de molino amarrada al cuello, hundiéndolos en ansiedad, desesperación y muerte. Pero el que ha aprendido algo del valor de las cosas eternas, no pone la mira en las cosas de la tierra, no vive pensando solamente en ganar dinero.

Venga a Cristo Jesús por perdón, y nueva vida. Si usted viene a él arrepentido, él le hará verdaderamente feliz. Hágalo para que no sea enterrado bajo un montón de bienes, para que no sea ahogado en perdición por amor al dinero. ¡Ah! Y no se demore porque le puede suceder lo que le ocurrió a un hombre que durante el naufragio del Titanic, volvió a su camarote a rescatar su bolsa de oro y al regresar a cubierta, descubrió que el último bote salvavidas ya había partido.

“Engarza en oro las alas de un pájaro y nunca más volará al cielo”.