Nuestros fantasmas

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 18/04/2006 10:27

Nuestros fantasmas

Cada individuo guarda áreas secretas en su vida; cavernas en donde mantiene, distantes de los demás, sus convicciones, su código de comportamiento y lo que conoce de sí mismo que no desea compartir con desconocidos.

En otras palabras, aspectos de su personalidad más
íntima, aquello que no quisiera que otros descubrieran de primera instancia porque lo hacen sentirse inseguro, avergonzado.

Los sitios a los que me refiero constituyen bloques de energía paralizada, emociones que no han podido salir a la luz porque nos duelen, nos hacen sentir menos a los ojos de los demás. 

Tampoco nos gustan cuando logramos descubrirlas alguna mañana al vernos al espejo, desarmados.  Entonces es cuando echamos mano de los afeites, nos ponemos otra cara y salimos a la calle vistiendo un escudo descomunal.

Una vez que reconocemos que tenemos áreas de bloqueos emocionales podemos darle salida a los miedos que crean esos bloqueos, podemos ser auténticos y aceptar abrir nuestros corazones, ser vulnerables, mostrar el lado oscuro, así como el lado de luz, sin ninguna restricción.

Cuántas veces hemos escuchado “Ay, ojalá fueras auténtico conmigo”. Ser auténtico significa ser real.  ¿Proyectamos esa autenticidad al otro? ¿Aceptamos ser reales, sin cortapisas?

Hay siempre algo en juego en nuestra actitud y no solamente con los demás; es terriblemente fácil ser deshonestos con nosotros mismos. ¿Por qué es tan atemorizante el ser reales?

Quiero compartir algo que le sucedió a una amiga.  Se trata de una mujer que de pronto se vio rodeada de actividades, famosa, buscada por un fervoroso público que la admiraba y esperaba, ávidamente, sus palabras llenas de sabiduría.

Esta amiga, después de experimentar un gran cambio en su vida, al verse prácticamente lanzada a compartir un conocimiento superior en forma de conferencias, artículos, libros y talleres de crecimiento espiritual, recibió una lección inolvidable.

Durante una reunión a la que decidió asistir por tratarse de personas que ofrecían talleres semanales de superación, se le invitó a hablar.

Ella habló con entusiasmo de sus experiencias, al haber recibido la capacidad de ser médium de seres de otras dimensiones; los bañó con sus sabias palabras, les abrió los ojos hacia la comprensión de dimensiones superiores y les dio un gran show. 

Al cerrar su intervención, recibió aplausos, petición de tarjetas de presentación y de libros.  Se fue a casa muy satisfecha de ella misma.

A la semana siguiente fue invitada de nuevo, pero esta vez no recibió felicitaciones, esta vez los miembros del grupo compartieron con ella, durante media hora, sus sentimientos respecto de su presentación la semana anterior.

Mi amiga sintió como si un puñal la hiriera, cada vez
que alguna de las personas le proporcionaba el castigo verbal que merecía. Pero los escuchó y empezó a entender lo que querían transmitirle.

Estaban dolidos. Habían asistido a la reunión anterior para conectarse con alguien que tenía acceso a una comprensión dimensional, alguien que pudiera guiarlos, alguien que pudiera ser un amigo en términos iguales.

Lo que recibieron fue, ciertamente, la información de alguien con capacidad de comprensión superior, pero alguien que tenía tanto miedo de ser real que los había hecho a un lado a través de su máscara.

Se dio cuenta que se escondía detrás de sus conocimientos y del poder que estos le otorgaban.  Como resultado, muchos de los miembros del grupo percibieron que ella era mejor que ellos y se sintieron rechazados.  Mi amiga estaba asombrada y devastada.

Cuando pudo hablar, reconoció y aceptó los sentimientos de todos porque se dio cuenta que los había herido, pero sobretodo, que los había decepcionado, e hizo lo que nunca antes se había atrevido a hacer: les habló de sus propios miedos, miedo al fracaso, miedo a no poder llenar las expectativas de otros como consejera.

Y se disculpó por no haber sido auténtica.  A medida que compartía su miedo de ser inadecuada, algunas personas empezaron a llorar emocionadas. Entonces otras personas que habían callado empezaron a expresar sus propios miedos de ser reales.

  Hablaron de sus experiencias en el pasado, cuando se sintieron
rechazadas. En ese momento se cerró la brecha, ya no había ninguna separación entre mi amiga y el grupo.  Le pidieron que se pusiera en el centro de un círculo que formaron, unidos de las manos, para recibir el amor y el apoyo de todos.

Esta historia seguramente nos hace reflexionar, porque ¿quién no ha callado sus miedos en situaciones en donde desea dar una imagen de seguridad y perfección?

Al expresar nuestros temores le quitamos poder a la inseguridad y al fracaso.  Nuestra sinceridad nos acerca a los demás puesto que tendremos la capacidad de recibir su afecto con mayor naturalidad.

Mientras más tratamos de ser perfectos para que las personas nos acepten más los hacemos sentirse desconectados, agredidos y enojados.
Para poder integrar el miedo a ser auténticos podemos empezar por determinar cuáles son nuestros temores.  Estos nacen de cualquier anhelo de perfección para ser aceptados.  Estos miedos son los que nos obligan a escondernos detrás de una máscara; nos hacen sentirnos inadecuados, menos que otros.

Una buena solución es tomarnos unos minutos de reflexión para preguntarle a nuestra conciencia la forma en que podemos resolver esos miedos.  Será nuestra intuición la que nos responda, quizá al cabo de esos minutos, quizá al día siguiente.

No hay que cejar.  Una vez que entendamos cuáles son nuestros temores, el siguiente paso es expresarlos verbalmente.  Hacerlo constituirá el camino seguro hacia la disolución del poder que han ejercido sobre nosotros porque ahora ya no están escondidos.

La gran sorpresa llegará cuando de nuestros labios salga un sonoro: “Tengo miedo de…”  Y digo sorpresa porque nos daremos cuenta que todavía seguimos en el mismo lugar.  No cayó un rayo fulminante, no se nos doblaron las piernas, no nos convertimos en una lagartija.

Estamos completos.  La única novedad es que de nuestro pecho ha salido un suspiro balsámico.  Nuestro niño interno (nuestro Yo primario) está feliz al haber sido liberado de tan horrible carga.

Ahora sabe que podemos ir por la vida él y yo, en apoyo mutuo, dispuestos a ser verdaderamente felices.

Ser auténtico no es algo que sucede de la noche a la mañana; se trata de un proceso que nos llevará a descubrir cada miedo y a disolverlo.  En el momento en que desaparezca nos sentiremos más fuertes y más compasivos con los demás.

Será importante no dejar ninguna piedra sin revisar. Deben ser inspeccionadas todas las cavernas.  Nuestra intuición nos va a
ayudar a hacer un buen trabajo interno, porque ella sabe que al crecer abriremos las puertas de la verdadera amistad, de la confianza y la felicidad.

  Estos son los valores reales. Entenderlos y compartirlos debe ser nuestra meta.

Es para esto que estamos vivos.