ACERCA DEL ICARO O CANTO SHAMÁNICO

De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301  (Mensaje original) Enviado: 14/08/2006 23:04

ACERCA DEL ICARO O CANTO SHAMÁNICO
Rosa Giove [1]
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En la selva del Perú se denomina “icaro” al canto o melodía que utilizan los curanderos durante los trabajos rituales que realizan.
Sin traducción literal en idioma castellano, quechua u otra lengua de la zona, su significado en el plano operativo es mucho más profundo a importante: el canto shamánico es el arma curativa, la sabiduría y el vehículo de la energía personal del curandero, el símbolo de su poder.
La acción de “icarar” implica “cargar” con el poder del shamán un objeto o pócima, confiriéndole alguna propiedad específica para ser transmitida al receptor, ya sea limpieza, protección, curación, daño o para influir sobre su voluntad. Esto se hace cantando el icaro directamente sobre el objeto 0 sustancia transmisor. El objeto será luego remitido al inte resado y la sustancia ingerida en caso de líquidos (pócimas) o el humo soplado si se trata de tabaco icarado.
El icaro es pane fundamental del quehacer curanderil de la Amazonía. Resume el conocimiento del shamán, constituyendo su patrimonio curativo, su arma de trabajo y la herencia que deja al aprendiz. Siendo vehículo de su energía, su eficiencia depende en gran medida de la preparación del curandero mediante dietas, ingestión de purgas, régimen de vida a integración de la sabiduría ancestral. Un maestro no transmite a su aprendiz “técnicas” ni instrucción formal sino que le acompaña y guía para que capte el conocimiento que le está predestinado. Como parte de esta enseñanza va cediendo “sus” icaros.
Cada shamán es dueño de sus icaros, como es dueño de su experiencia y sabiduría, por haberlos recibido a su vez de su maestro o directamente de la naturaleza. Es común que los curanderos manifiesten que las cosas que saben, incluídos los icaros, han sido aprendidos en sueños, en visiones o que les han sido dados por las plantas. Cuentan que en estos estados de conciencia inducidos por brebajes de “plantas maestras” han captado la melodía, sin mediar voluntad ni raciocinio, sintiendo que se impone por sí misma y muchas veces en idioma desconocido. En el momento de la curación, generalmente, surge en igual forma.
Ni las palabras, ni la comprensión del texto del icaro son imprescindibles, pero sí la melodía y que el curandero sienta, comparta su espíritu. Si se compenetra con el icaro sabrá cuándo, cómo y con quién utilizarlo. Los icaros que utilizan los shamanes poseen letra muy simple, aludiendo a determinadas plantas, animales y elementos del paisaje local poseedores de poder o simbolismo. En la actualidad se encuentra en muchos icaros sincretismo cristiano y alusiones bíblicas. La mayor parte de ellos está escrita en castellano, quechua y otros dialectos según la procedencia de los maestros más antiguos, aunque algunos son sólo melodías monocordes y muy repetitivas.
¿Cómo actúan los icaros? Podríamos decir que al igual que los Mantras en las tradiciones orientales, lo hacen sobre determinados centros energéticos, mediante vibración sonora, modulando así la función orgánica, y que hay un conocimiento subconsciente que guía al shamán a elegir el icaro adecuado a cada circunstancia.
Podríamos decir también que el icaro es un pretexto para que el shamán transmita su energía. O que es el mensaje transmitido en el icaro el que cura.
No hay una respuesta precisa, puede ser una o todas las razones a la vez. Cualquier explicación enmarcaría dentro del racionalismo un fenómeno que transciende lo racional y por lo tanto sería válida sólo a nivel testimonial y sujeta a experimentación.
Comprometida en un proceso de exploración personal que me ha llevado a experimentar in vivo algunas “técnicas” shamánicas, quiero dejar testimonio del valor del icaro, percibido pese a mi formación como médico-cirujana.
Trabajar en esta región del Perú sin tomar en cuenta la riqueza de la Medicina Ancestral es imposible, pues cada caso, cada paciente, trae información válida. Es, sin embargo, necesario cambiar la visión que nos ha dado nuestra cultura y aprender a ver de otra forma la relación del hombre con la naturaleza, aceptando que aunque no tengamos una explicación racional hay una capacidad medicatriz en todas las personas, que en algunas se manifiesta espontáneamente y que puede ser desarrollada o “desbloqueada” trabajando sobre el cuerpo: el curandero utiliza fundamentalmente su cuerpo y su energía para curar.
Mi primer contacto con el icaro fue ver cómo las “curiosas” o las abuelas soplaban con humo de tabaco o perfume “icarado” sobre los centros energéticos de los niños nerviosos o asustados y también a aquéllos que tenían cólico de gases, con resultado favorable inmediato. Posteriormente, supe (y experimenté) que también funciona con los adultos, quienes manifiestan una sensación de relajación y disminución de sintomatología vagal.
He tenido también oportunidad de ver cómo las madres de dos lactantes con miasis (larva de mosca dentro de la glándula lacrimal y en piel de narina, respectivamente) susurraban una tonada monótona semejante al sonido del insecto adulto para hacer que la larva se asome al orificio de entrada. En ambos casos funcionó.
En el pueblo de Chazuta conocido por sus shamanes, el curandero Reninger Guerra Flores es famoso por curar mordedura de serpientes venenosas: calma el intenso dolor con icaros.
Durante rituales curativos donde se utiliza brebajes de plantas, los curanderos orientan la curación, modulan la energía individual y colectiva, y cuidan la unidad del grupo. Percibido bajo estado modificado de conciencia, el icaro ayuda a metabolizar las visiones, remueve contenidos subjetivos en diferentes niveles, nos guía en el trabajo de autoexploración y al mismo tiempo es la ligazón con el plano real actual. Aunque no hay una secuencia precisa para estos icaros, el shamán sabe o percibe cuál es el adecuado. La fuerza del curandero se ve en la eficacia de sus icaros, que son captados a nivel físico por cada miembro del grupo.
Fue durante una sesión de Ayahuasca (ritual curativo en que se ingiere una pócima psicoactiva a base de Psychotria viridis, Banisteriopsis caapi y Brugmansia sp.) en que, bajo los efectos del brebaje, empecé a comprender el significado interno del icaro. Debo manifestar que pese a tener efecto psicoactivo con sensación de ampliación de percepciones y visiones, no se pierde contacto con la realidad y la función mnésica.
El relato de las visiones tiene importancia en cuanto a la secuencia y explicación de cada icaro que he ido recibiendo. El contenido y los términos expresan mi bagaje personal y cultural porque se manifiestan y actúan a través de mí, removiendo energías y bloqueos personales y formando parte de un proceso evolutivo que me ha involucrado totalmente. No ha sido un proceso lineal, ha tomado tiempo y he debido atravesar ciclos temáticos correspondientes al estímulo de cada centro energético. No ha habido influencia sólo de Ayahuasca, sino también de otras plantas depurativas, dietas, ayunos, baños de plantas, purgas y exacerbación de sueños.
La primera visión (que se repitió varias veces hasta que me di cuenta que era un icaro) fue ver una pequeña mujerplanta verde que, saliendo de la botella que contenía la pócima, me guiaba en el camino del autodescubrimiento cantando y bailando. La melodía que cantaba era la forma de invocar la presencia de la “madre” de la planta: “Madre Ayahuasca”. Esta “madre” de las plantas, como lo refieren los curanderos, es equivalente al alma o espíritu del ser humano.
He demorado mucho en atreverme a cantar estos icaros: no los reconocía como míos y tampoco sentía que los pudiera usar. He experimentado una fuerte lucha entre la negación de mi racionalidad y la aceptación de mi yo profundo. A mayor rechazo, mayor imposición de los icaros mediante repetición de sueños, malestar físico y tensión. Hasta que al final, he aceptado estos icaros que las plantas y la vida me regalan.
Luego de varias sesiones con sensación de visualización y activación de centros energéticos, manifestada a nivel físico como hormigueo o calor en diferentes puntos, se repetía una y otra vez la visión de figuras geométricas de diferente color en cada punto y que a su vez correspondía a una forma natural, a un simbolismo y a un sonido vocal. Pero las vocales no eran cinco como en nuestro alfabeto sino siete con la inclusión de las letras “S” y “M”. Entendí que a cada centro correspondía un icaro-llave que me sería dado.
Durante dos años he recibido seis icaros, en espacios de tiempo diferentes, sin premeditar el contenido ni el orden, siempre en forma imprevista, involuntaria, a través de visiones, de sueños y de semi-sueño favorecidos por las dietas y el trabajo ritual con plantas-maestras.
El segundo icaro corresponde al chakra (centro energético en la tradición hindú) de la base, en relación con la sexualidad. Es la letra “S” y es una pequeña serpiente roja, de fuego, que inicia su ascenso (¿despertar de la Kundalini?) reptando lentamente hacia el abdomen y región sacra, en forma tridimensional como si el cuerpo fuera transparente. Tiene que ver con la energía vital y el poder curativo del cuerpo, la fuerza ascendente de la tierra que va hacia arriba, hacia el sol. Mientras escucho el icaro de la “S” cantado por la pequeña mujer-planta con voz sibilina, suave, arrastrando las SSS como enfatizando el reptar de la serpiente, veo a los otros asistentes a la sesión de ayahuasca con un fulgor rojizo en la base y aunque la voz sale de mi interior no la reconozco como mía.
En orden ascendente, el segundo chakra, infra-umbilical, corresponde a la letra “M” a la que visualizo sólida, muy apoyada en la tierra, concreta, material. Siento que el sonido debe salir del vientre, cuna del instinto, del miedo, de la vida y de la muerte.
El sonido de estas dos letras o chakras activarían los dos primeros centros en relación con los impulsos más primarios.
Hacia arriba, la columna luminosa que era anaranjada en el segundo chakra se vuelve verdosa y es un árbol que se abre con generosidad en el tórax. Soy consciente entonces de mi respiración con una agradable plenitud. Es la letra “A”, apertura bucal que nos proyecta y nos permite tomar aire, ampliarnos, distender el árbol respiratorio, abrir la conciencia, los recuerdos y el alma.