Mi encuentro con un shaman

De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301  (Mensaje original) Enviado: 12/11/2004 10:36

” Sueña lo que te atrevas a soñar, ve donde quieras ir…sé lo que quieras ser…vive! “(Juan Salvador Gaviota).

Viajar al Santuario de Machu Picchu fue un sueño que quise hacer realidad. Los Incas me atrajeron toda mi vida, con enorme magnetismo, y como soy de la clase de los que aman hacer los sueños realidad y creen en lo ilimitado de la vida y a ésta es uno el que la va moldeando, eligiendo lugares, personas, situaciones, como si fuera una obra de teatro, ¿ o acaso no lo es ?, intuí que había llegado el tiempo de ver con mis propios ojos al mítico Perú.

Así fue que corriendo el mes de julio, Gaby- una amiga aventurera- y yo estrenábamos el primer viaje. Nos costaba creer que estábamos en la sagrada ciudad de Cusco, eligiendo nuestro primer destino a conocer: el santuario arqueológico de Sacsayhuaman, justo arriba de Cusco, a sólo cinco minutos de auto. Pese a que soy guía y justamente por ello, es que deseaba poder encontrar un guía nativo que conociera las claves, la historia y la mítica de esos lugares, puesto que Gaby y yo habíamos elegido un viaje de transformación, más que meramente turístico.

Queríamos adentrarnos en la espiritualidad andina, se nos había dicho que todo fluiría, que no nos preocupáramos de nada, que las cosas se presentarían por sí solas, que nos aflojáramos y disfrutáramos de todo, algo que, afortunadamente estoy acostumbrado a hacer.

Allí estábamos los dos, frente al santuario de Sacsayhuaman, absolutamente confiados. Deseábamos tener el privilegio de meditar en el Templo superior y estábamos subiendo hacia allí cuando, distraidamente, veo un hombre de tez cobriza y aspecto humilde que venía bajando. Mi fascinación era tal que no le presté atención . Grande fue mi sorpresa cuando al cruzar sus pasos con los nuestros, nos dijo: “Yo soy el guía que ustedes buscan”. Mi reacción todavía lenta, fue comenzar a decir: bueno, en realidad este no es un viaje turístico, es… Con una sonrisa nos mostró una pluma de cóndor y acto seguido, y antes de que tuviéramos tiempo de reaccionar, un cayado de cristal de roca (ambos instrumentos usados por los chamanes en sus rituales). Gaby, que es muy expresiva, lo abrazó riendo y le dijo: a vos te estábamos esperando. Luego de decirnos que nos “aquietáramos”, comenzamos a subir los tres. Debo confesar que todas las sensaciones que percibí en mí hasta llegar al templo, me hicieron saber que algo importante estaba por suceder.

Carlos – así se llama el Chamán – se abrazó al llegar con un guía que estaba junto a un grupo de norteamericanas y, disimuladamente, en un movimiento que pude advertir, acomodó unas hojas de coca que el guía había colocado en el centro del gran templo circular, pero no en la forma adecuada. Con lo que acababa de presenciar, más la manera en que fue saludado – con reconocimiento y respeto – no tuve dudas en manos de quién estábamos. Luego de compartir un trabajo breve entre todos los allí reunidos, nos quedamos solos Gaby, Carlos y yo.

En realidad, me encontraba en un estado tal que percibía con total claridad todo lo que me conecta con mi interioridad, así fue que no reparé que estábamos siendo observados por cinco mujeres. Carlos comenzó a realizar un ritual y llamando a Gaby a su lado, le indicó que se parar en el centro del gran círculo, a mí me hizo sentar en el perímetro y él se ubicó delante, a unos metros de Gabriela. Yo no dejaba de sentir una enorme cantidad de energía atravesando todo mi cuerpo. Al cabo de un tiempo, fui llamado al centro y tuve la sensación de que llegué sin sentir mi cuerpo. Me pidió que hablara, y al hacerlo sentí que mi voz vibraba como si estuviera dentro de un tubo. Ni siquiera tenía tiempo de asombrarme. Luego, me dijo que abriera los brazos con las palmas hacia arriba y que cerrara los ojos. A los pocos segundos, lo sentí a mi lado realizando un trabajo de limpieza del aura, con las plumas de cóndor y haciendo unas invocaciones cantadas en quechua.

Fue un fuerte golpe de manos el que me hizo volver a la realidad, cuando con total determinación le pedí – antes de dar por terminado mi trabajo – si podía agacharme y besar esa tierra sagrada. Fue un impulso que vino desde dentro de mi. Carlos me dijo que lo hiciera y agregó que también llevara mis manos al pecho para conectar y bendecir a mi ser interno, y que terminara levantando los brazos hacia el cielo para conectarme y bendecir al cosmos.

De esta manera me enseñaba los tres niveles energéticos andinos; el ucku pacha, el kay pacha y el hanan pacha. La madre Tierra, el Hombre , el Cosmos, representados por la serpiente, el Puma y el Cóndor, respectivamente.

En el mismo momento en que con los ojos cerrados, finalizaba el ritual, “vï” una explosión en rojo intenso y brillante que me inundó y sorprendió, pues nunca había experimentado algo semejante. Era la Pacha Mama, que me abrazaba y recibía.

Mientras salía del círculo y sintiéndome todavía conectado con toda la experiencia, vi que una de las dos mujeres se acercaba a Carlos y le pedía si por favor, podía ella participar del ritual.

Grande fue mi sorpresa cuando, sentados en el perímetro del gran circulo detrás de la mujer- quien tenía a Carlos delante, asistiéndola- nuevamente llevado por un irresistible impulso interior y luego de pedir el consentimiento de Carlos con la mirada, me levanté y parándome justo detrás de la mujer, levanté mis manos y puse las palmas en su espalda. En ese instante sucedieron dos cosas: por un lado yo podía sentir como de las palmas de mis manos salía gran cantidad de energía, como corriente eléctrica, y por el otro, en ese mismo momento la mujer comenzó a contornear todo su cuerpo de tal manera que parecía que se iba a desmembrar. Al cabo de unos segundos, sentí que la energía me iba abandonando y bajando las manos, volví a mi lugar. Carlos terminó el trabajo.

Entonces reparé conscientemente en las cinco mujeres que habían estado siguiendo con gran expectativa todo lo vivido, hasta que una de ellas, Ana, resistió el deseo de experimentar por sí misma lo que ya percibían. Cuatro de ellas eran dinamarquesas y una peruana.

Este fue el gran principio de mi amistad con Carlos y el comienzo de innumerables experiencias en la sagrada tierra de Perú. Demás está decir que queda mucho por contar, que las cinco mujeres se integraron a nosotros, compartiendo maravillosos y únicos momentos, y que sigo viajando con grupos del Uruguay y de Argentina, tan seguido como es posible para encontrarme con Carlos, el Chamán.

Javier Peralta Ramos.