Reconocer los errores propios

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 10/02/2006 17:43

Reconocer los errores propios
El camino de la superación personal empieza por la aceptación de sí mismo, reconociéndose tal como uno es con sus virtudes y sus defectos. Entre lo que debes reconocer, renunciando a cualquier ilusión que puedas haber tenido, es que eres un ser humano y que, como tal, estás expuesto a equivocarte y a cometer errores.

Nada más lejos de la persona evolucionada que ser arrogante y pretender la infalibilidad. Así como no exige a los demás la infalibilidad, tampoco se cree a sí misma infalible ni dueña de la verdad. Reconocer a los demás el derecho a decidir su propio destino implica renunciar a hacer proselitismo y a tratar de que todos piensen de la misma manera.

Esta actitud suele ser mal comprendida, dado que la persona común, no evolucionada, quiere que la convenzan porque rechaza el esfuerzo que representa pensar por sí misma. Prefiere dejar que los padres, los maestros, los políticos, los publicistas, le digan lo que tiene que pensar para así evitarse el trabajo de encontrarlo por su cuenta.

Esa persona común, que no piensa por su cuenta, es usualmente una persona fanática, en el sentido de que no admite que otros piensen en forma diferente. Ello es así porque, al someterse a que los demás le digan qué tiene que pensar, ha sacrificado su libertad de elegir. Para que tal sacrificio tenga sentido, tiene que negar que exista otra verdad que aquella que le han dado.

Una persona así, al encontrarse con alguien que tiene una opinión distinta que la suya, tratará de conquistarla para su bando de cualquier manera que sea. Dado que ésa es su manera de ser, le resultará incomprensible que alguien que piense distinto no haga lo mismo con ella. Por eso, cuando se encuentra con una persona evolucionada le resulta difícil comprenderla.

La persona evolucionada no trata de convencer a los demás y, por lo tanto, no tiene inconveniente en reconocer sus errores ya que no necesita encumbrarse en una posición de infalibilidad para poder captar adeptos. Incluso rechaza la palabra “adepto” porque se suele usar en el sentido de alguien que adhiere a la posición de otro sin hacer un análisis propio.

Las personas que creen que aceptar los propios errores rebaja la estatura de la persona son justamente aquellos que buscan adeptos que crean incondicionalmente lo que se les dice. No pueden comprender que al individuo evolucionado lo que le interesa es su propia opinión y no la opinión de los demás. Por lo tanto no hay nada que le impida reconocer que se ha equivocado, ya que no le importa lo que los demás piensen.

Cuando uno busca su propia verdad y no se deja convencer por lo que los otros dicen (aunque puede aceptarlo si le parece adecuado), reconoce a los demás el mismo derecho. Esto forma parte del principio de amar a los otros como se ama a sí mismo. Así como yo me doy el derecho de opinar de manera diferente a los demás, les reconozco a los demás el derecho a opinar de manera diferente a la mía.

Si te pones en una pose de predicador a ultranza, queriendo conquistar adeptos a toda costa, no estás respetando a los demás. Esa actitud es la que lleva a las guerras religiosas y de otros tipos, y es la que ha provocado la masacre de millones de personas a lo largo de la historia humana.

Aquellos que no pueden abandonar una discusión hasta que la otra parte les ha dado absoluta y completamente la razón, son los que, a otro nivel, emprenden campañas de evangelización a sangre y fuego contra pacíficas poblaciones indígenas. Aquellos que acuden a trampas con tal de ganar una partida de cartas (en la que ni siquiera se juega por dinero), son los que, a otro nivel, cargan los aviones con bombas para ir a arrojarlas sobre poblaciones indefensas.

La humildad es una de las características de la persona evolucionada, teniendo bien en claro que, al contrario de lo suele entenderse, no es lo mismo humildad que obsecuencia y sumisión. Ser humilde no significa arrodillarse ante nadie, sino reconocerse como un ser humano con todas sus imperfecciones, reconocimiento que justamente es lo que le impide considerarse mejor que los otros y con derecho a imponer su propia verdad.