Establecer las propias reglas

De: LUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 10/02/2006 18:30

Establecer las propias reglas
El ser humano actúa, en general, en base a ciertas reglas; no lo hace normalmente en forma al azar. Esto es lo que determina la existencia de una conducta esperada. Cuando decimos que alguien se comportó en forma inesperada, es porque esperábamos una determinada conducta y esa conducta no se produjo. El hecho de que podamos esperar una conducta indica que existen reglas que rigen la conducta de la persona.

En los animales no humanos, las reglas de conducta son dictadas totalmente por los instintos. En los hombres, las reglas de conducta son originadas parcialmente en los instintos, pero principalmente en la sociedad. Cuando un animal tiene que cortejar a otro, lleva a cabo lo que se conoce como el ritual del apareo. La palabra “ritual” está indicando un conjunto de acciones rigurosamente prescrito que, si no se lleva a cabo como debe ser, no producirá el resultado esperado que es la unión sexual.

En la especie humana los prolegómenos del acto sexual están regulados por la sociedad en que viven los individuos y pueden diferir mucho de una sociedad a otra. Por ejemplo, en la gran mayoría de las culturas actuales son los hombres los que cortejan a las mujeres. Sin embargo, hay algunas pocas en que ocurre lo inverso. Desde aquellos tiempos del cavernícola que solemos ver en las caricaturas, que empuña una maza mientras arrastra a su mujer por los pelos, ha pasado mucha agua bajo los puentes y muy diversas son las maneras en que un hombre encara la tarea de conseguir los favores de una mujer.

Las disposiciones de una sociedad con respecto a cómo deben comportarse sus individuos son la resultante obligada de la vida en común. Para que un gran número de personas pueda vivir juntas de una forma armónica y productiva, se hace necesario establecer un conjunto de reglas que rijan esa convivencia. Esto es natural y necesario, y así tenemos desde reglas no escritas sobre cómo vestirse y como saludar, hasta grandes compendios legales que estipulan los derechos y obligaciones de cada uno.

La pena máxima que la sociedad establece para aquel que no cumple con sus reglas consiste en expulsarlo de la misma, ya sea a través del destierro, la prisión o incluso la muerte. De ahí para abajo, hay gran variación en las sanciones que pueden ser impuestas por la violación de una regla. Cada sociedad permite mayor o menor libertad a sus individuos, y determina hasta qué punto puede un individuo apartarse de la conducta prescrita.

Hablando en forma simple y rápida, podemos decir que mientras puedas ganarte honradamente tu subsistencia y puedas mantenerte fuera de la prisión, lo que hagas debería estar exclusivamente bajo tu elección, sin que tengas que rendirle cuenta a nadie de lo que haces. En realidad, como persona sensata, seguramente elegirás adoptar un gran número de conductas que te asegurarán llevar a cabo una vida social con la menor cantidad posible de fricciones.

Lo importante es darse cuenta que siempre eres tú el que tiene el poder de elegir. Tú eliges la manera de comportarte teniendo en cuenta el medio en que vives y los beneficios que esperas obtener de la conducta adoptada. Supongamos que vives en una sociedad en la que “todo el mundo” usa sombrero y el que no lo hace es mirado con desprecio. Eres tú el que decide usar sombrero para no sentirte despreciado.

Ocurre, empero, que hay oportunidades en que el juicio de la persona no coincide con el de la sociedad en que le ha tocado vivir. En una sociedad puede ser práctica aceptada la esclavitud y los esclavos pueden recibir un trato muy distinto al que recibe la gente libre. Una persona puede estar en contra del trato cruel con los esclavos y puede tratar con consideración a sus propios esclavos. Otra persona puede estar completamente en contra de la esclavitud y puede buscarse problemas con la justicia alojando a esclavos fugitivos.

Solamente tú puedes decidir hasta qué punto estás dispuesto a aceptar las reglas que la sociedad impone y según cuáles sean las reglas con las que no concuerdes, aceptar la consecuencia de infringirlas o buscar otra sociedad más de acuerdo con tus opiniones.