QUÉ HAY DETRÁS DEL MIEDO Y DE LA CULPA?

De: LUNA200620  (Mensaje original)
Enviado: 10/01/2006 16:07

QUÉ HAY DETRÁS DEL MIEDO Y DE LA CULPA?

De la aspiración al progreso espiritual y de la práctica del servicio altruista viene la energía que, indirectamente, disuelve todo miedo y toda culpa, pues el yo espiritual comienza a fluir, a curar y a regenerar las zonas oscuras de la consciencia. La seguridad interior es fruto del bien practicado; según la ley de causa y efecto, ese bien repercute en la propia persona que lo hizo, eliminándole los temores sin necesidad de analizar sus motivos, ni descubrir sus orígenes.

El miedo es, entre otras cosas, el resultado de la actividad mental mal encauzada. Cuando se enfoca la mente en la meta superior de la existencia, éste se atenúa o no surge. Podríamos decir que la ignorancia acerca de lo que realmente somos en esencia es lo que hace surgir el miedo, pues nuestros sentidos sufren la presión de la existencia de miríadas de seres en el universo y, como todavía no percibimos que estamos unidos a ellos y que somos parte de una totalidad, los consideramos extraños y nos atemorizan. Influenciados por ese aspecto sensorial, nos vemos como individuos aislados y no como células de una única Vida. Pero a medida que por amor nos donamos a alguna causa o servicio altruista, tomamos conciencia de esa totalidad y el miedo se va disolviendo.

También existe un miedo atávico que acostumbra emerger del subconsciente de todos los miembros de esta humanidad, originado en la memoria de experiencias vividas en épocas prehistóricas, cuando el ambiente sobre la Tierra era en extremo inhóspito. Ese miedo todavía actúa debido a la falta de comunicación libre entre la conciencia externa y el nivel supramental del ser. Cuando esta comunicación se establece y se afirma, cuando la persona alcanza la vibración interior y profunda del alma, el miedo tiende a desaparecer.

EL MIEDO A LA MUERTE

Se agrava con la ignorancia acerca del mecanismo de la desencarnación y de la restitución de los cuerpos al reservorio general de las partículas que componen toda la sustancia del planeta. Es el terror tanto de desprenderse del mundo físico, como de entrar en lo desconocido. Se basa en la duda con respecto a la inmortalidad del ser, en la dificultad de dejar atrás cosas y personas queridas, en el recuerdo subconsciente de muertes dolorosas o difíciles tenidas en encarnaciones anteriores.

La causa principal del miedo a la muerte reside en el apego a la forma y en el poco contacto con el alma y con núcleos más profundos de la conciencia. El temor básico se refiere a la idea de no subsistir después de romper la ligazón con el mundo externo, experiencia tan necesaria.

Las muertes por accidente o por cáncer parecen ser las más temidas. Existe quien, habiendo desencarnado así en otras vidas, aún le teme; proyecta viejas impresiones sobre la vida actual, atrayendo, de este modo, condiciones semejantes. Éstas, aunque no fueron previstas para el presente, comienzan a cobrar vitalidad por la propia fuerza del miedo y de la duda. Otras personas tienen la premonición de que van a desencarnar de una de esas formas y por ello se vuelven aprensivas. En ambos casos, se logra trascender el miedo concentrando la atención en ideas altruistas y en los medios de ponerlas en práctica.

El miedo a la muerte existe en el reino humano y en el animal. En los demás reinos de la naturaleza los seres no lo conocen y dejan los cuerpos con naturalidad, para que las partículas que los componían formen nuevos, llevando consigo los frutos de las experiencias realizadas.

EL MIEDO AL FUTURO

Puede surgir debido a la capacidad que tiene la mente de visualizarla, cualidad que más tarde puede dar lugar a la visión intuitiva. Pero, mientras no expresa ese potencial, la mente proyecta anticipaciones y recuerdos en el presente, provocando sufrimiento.

También puede ocurrir que el alma, que vive en el eterno presente, transmita a la conciencia externa destellos de lo que ya ve claro respecto del porvenir. Como ve pasado, presente y futuro en un solo cuadro, tiene la capacidad de propiciar esos vislumbres, primicias de una fase aún no realizada en el desarrollo de la personalidad. La persona, condicionada a su propia y limitada perspectiva presente, puede quedar atónita ante esa anticipación. Ve posibilidades demasiado grandes para sí, y teme.

MIEDOS Y SENTIMIENTOS NEGATIVOS

Hay miedos y sentimientos negativos ajenos que pueden haberse incorporado a nuestra aura sensitiva y los tomamos como nuestros. La mente individual tiene la capacidad de captar elementos del nivel mental colectivo terrestre y de transferirlos a sí misma o al propio cerebro. También podemos tener aprensión por lo que está ocurriendo, no con nosotros específicamente, sino en general. Por ejemplo, muchos están sintiendo la inminente ruina de la economía mundial y acostumbran interpretarlo como algo que les reserva su destino personal. En ellos se redobla el miedo a sufrir privaciones, perspectiva que puede ser infundada, pues la ley del karma siempre determina las pruebas por las cuales cada uno de nosotros necesita pasar, y algunos tienen experiencias opuestas a las de la sociedad a la cual pertenecen.

EL MIEDO AL DOLOR FÍSICO

Surge cuando al cuerpo se le imponen esfuerzos exagerados. Si reflexionamos sobre todo lo inadecuado que hacemos con él y cambiamos de actitud, ese miedo puede atenuarse. La tensión que el raciocinio excesivo ejerce sobre el sistema nervioso, por ejemplo, torna al cuerpo físico más susceptible al dolor. La mente trae esa percepción a la conciencia, y el miedo surge. Muchos sufrimientos se acentúan por ese motivo.

EL MIEDO AL FRACASO

Proviene de estar demasiado identificados con la personalidad y de vivir en ambientes que nos menoscaban. Habituados por la educación normal, enfermiza, a compararnos y confrontarnos con los semejantes, es común sentirnos insatisfechos con nuestras posibilidades. En realidad, cada uno es útil con sus propias cualidades y dotes, y las cualidades de los demás tienen otra utilidad.

Sentirnos inadecuados puede demostrar que apuntamos a algo que no nos está destinado por el momento. Si colocásemos nuestra atención y energía en la tarea inmediata que nos cabe, veríamos que estamos preparados para desempeñarla correctamente: no necesitaríamos nada más que la entrega total al servicio.

Pero sentirnos inadecuados también puede resultar de la inmensa necesidad planetaria. Dado el número insuficiente de personas disponibles para ayudar en la gran obra evolutiva por realizar en la Tierra, a quienes se disponen a servir se les ofrece oportunidades que exigen una capacidad mucho mayor que la que manifiestan. Es que se cuenta con su potencial oculto. Asumirlas con coraje atrae una fuerza desconocida, que disuelve el miedo al fracaso apenas despunta.

Aceptar sin recelo trabajos más complejos que los habituales nos cura de esa especie de miedo – siempre que las circunstancias para realizarlos vengan de los niveles superiores del ser y no de impulsos engendrados por la ambición.

Si hacemos lo que sea necesario en la ocasión oportuna y de acuerdo con nuestra más elevada conciencia, y si entregamos a la Vida universal el resultado de nuestras acciones, nos libramos de sentirnos inadecuados.

EL SENTIMIENTO DE CULPA

Es característico en quien no manifiesta, en la práctica, el potencial que ya reconoce que existe dentro de sí. A medida que percibimos ese potencial interno, podemos o no abrirnos para expresarlo y, dependiendo de nuestra actitud, nos viene el sentimiento de culpa o el de libertad.

Nadie es responsable por no interesarse en transformar lo que no ve que es necesario, pero a partir del momento en que reconoce su próximo paso en la senda evolutiva, precisa darlo. Cuando lo hace, lo inunda una paz inexplicable. Además, cada individuo que asume su propio potencial hace que se acelere el desarrollo de muchos otros. Eso ocurre debido a una misteriosa red universal de energías con la cual todos estamos en contacto.

Pero es bueno recordar, por otro lado, que nadie puede expresar lo que todavía no es. La cualidad de las elecciones depende del punto evolutivo de cada ser. Si pensamos así, ¿qué queda del sentimiento de culpa? Ver que ya no haríamos lo que hicimos ayer, es señal de progreso, y no motivo de pesar.

Un acto desequilibrado, si se lo reconoce, nos lleva a detectar lo que tenemos que corregir en nosotros. El remordimiento es una distorsión de un sentimiento positivo, que es la gratitud por percibir el cambio que se debe hacer. Demuestra que todavía no nos decidimos a hacerlo. Cuando comenzamos a actuar de modo diferente, cuando transformamos nuestra actitud, equilibramos actos pasados y el remordimiento ya no tiene razón de existir.

“Si puedes vivir integralmente lo que se presenta a cada momento, descubrirás la maravilla de estar vivo y de servir plenamente”.

Basado en el Libro LA MUERTE SIN MIEDO NI CULPA, de Trigueirinho