Tomas el ortodoxo

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 23/05/2006 12:06
Tomas el ortodoxo

Tomas era un niñito muy prolijo, tanto que casi, casi no parecia un niñito. Nunca preguntaba demasiado, nunca pedia demasiado, nunca curioseaba demasiado. Estaba siempre limpio y se iba a dormir cuando los niñitos tenian que irse a dormir.

Todos sus juguetes estaban enteros, brillantes y en el estante correspondiente. Estaba tan preocupado por conservar todos sus juguetes, que nunca jugaba con ellos. Tomas era un niñito al que no le inquietaban el vuelo de los pajaros, ni el funcionamiento de su cuerpo.

Tomas era un joven muy disciplinado. Tanto que casi, casi no parecia un joven. Nunca preguntaba demasiado, nunca pedia demasiado, nunca curioseaba demasiado, nunca intervenia demasiado.

Estaba siempre prolijamente vestido y era educado con las chicas y respetuoso con los mayores. Estaba tan preocupado por repetir bien sus lecciones que nunca sabia de que estaba hablando. Tomas era un joven al que no le inquietaba el rotar de las estrellas, ni el bullicio de la sangre.

Tomas era un hombre muy ordenado. Tanto que casi, casi no parecia un hombre. Nunca preguntaba demasiado, nunca pedia demasiado, nunca curioseaba demasiado, nunca intervenia demasiado, nunca se comprometia demasiado.

Estaba siempre del humor justo y trataba cortesmente a las mujeres, a los mayores, a los jefes y a los subordinados. Estaba tan preocupado por cumplir con todos sus deberes que nunca tuvo tiempo de saber que significaban.

Tomas era un hombre al que no le inquietaban el destino de la humanidad, ni el significado de sus pesadillas.

Tomas era un marido muy metodico. Tanto que casi, casi no parecia un marido. Nunca preguntaba demasiado, nunca pedia demasiado, nunca curioseaba demasiado, nunca intervenia demasiado.

Cuando era preciso se disponia a hablar brevemente, escuchar brevemente y proceder brevemente durante el abrazo. Estaba tan preocupado por observar todas las reglas del matrimonio que nunca se le ocurrio disfrutarlas.

Tomas era un marido al que no le inquietaban los fantasmas de la felicidad, ni los demonios de los celos.

Tomas era un padre muy riguroso. Tanto que casi, casi no parecia un padre. Nunca preguntaba bastante, nunca pedia bastante, nunca curioseaba bastante, nunca intervenia bastante, nunca se comprometia demasiado, nunca esperaba demasiado.

Estaba siempre dispuesto a juzgar y a ordenar, sin olvidar los buenos modales. Estaba tan preocupado por ejecutar todas las obligaciones de la paternidad que nunca pudo conocer a sus hijos.

Tomas era un padre al que no le inquietaban las frustraciones de sus sueños, ni la posibilidad de una guerra.

Tomas murio una mañana de verano. Lo enterraron por la tarde. Por la noche comenzaron a olvidarlo.

El Señor lo observo en silencio, mientras escuchaba el minucioso relato de sus deberes cumplidos. Despues suspiro- el Señor, Tomas jamas suspiraba – y dijo:

“Cada siete dias, cuando orabas prolijamente tus oraciones, sin olvidar ninguna palabra, yo esperaba. Como esperaron tus padres y tus hijos, tus maestros y tu mujer, tus compañeros y tus angeles. Esperaba que preguntaras algo, que pidieras algo, que exigieras algo, que sintieras algo demasiado poderoso para ser controlado.

Esperaba que te encontraras o te perdieras. Esperaba, como todos esperaron, que me necesitaras. Pero me has dado a mi, regularmente cada septimo dia, lo mismo que le has dado a la vida, una devocion vacia. Tu eres el unico fracaso imperdonable para la creacion: un hombre que no la cuestiona.

Vete, Tomas- concluyo el Señor – tambien yo quiero olvidarte”