LAS GALLETAS

De: Alias de MSNMINERO16  (Mensaje original) Enviado: 26/03/2004 12:22

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren
en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora.

La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un
paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo.
Buscó un banco en el anden central y se sentó preparada para la espera.

Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y
comenzó a leer un diario. Imprevistamente,
la señora observó como aquel muchacho, sin decir una sola palabra,
estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría
y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar
pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado;
así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta,
la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la
puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y,
con ostensibles  señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de
nuevo la mirada en el muchacho. El dialogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta.

La señora cada vez mas irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.
Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete solo quedaba
la  última galleta. “- No podrá ser tan descarado”, pensó
mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.
Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta,
y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad.
Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última
galleta a su compañera de banco.¡Gracias! – dijo la mujer
tomando con rudeza aquella mitad.
“De nada” -contestó el joven sonriendo suavemente mientras
comía su mitad- Entonces el tren anunció su partida…

La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón.
Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía
sentado en el anden y pensó:
“¡Que insolente, que mal educado, que ser de nuestro mundo!”.

Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca
reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado.
Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera,
su paquete de galletas INTACTO.
 
¡Cuantas veces nuestros prejuicios, nuestras decisiones
apresuradas nos hacen valorar erróneamente a las personas y
cometer las peores equivocaciones!

¡Cuántas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros,
hace que juzguemos, injustamente, a personas y situaciones,
y sin tener aun por qué, las encasillamos en ideas preconcebidas,
muchas veces tan alejadas de la realidad que se presenta…!