La Reencarnación

La Reencarnación
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido por Hortensia De la Torre

“Fue en una gran reunión de jóvenes y viejos, que habían venido a aprender un poco más acerca del Budismo. El parque estaba iluminado ese día. Una brisa fresca de primavera hacía que los pájaros cantaran a la vida, mientras los altavoces, compitiendo por el mismo espacio en el aire, chillaban. Un famoso Lama Tibetano había sido anunciado como la atracción central, pero había sido presentado solamente por la primera media hora del programa y ya se había ido cuando yo llegué. Muchas personas estaban sentadas en frazadas y alfombritas formando la audiencia para un grupo de monjes que estaban sentados en la plataforma sobre la cima de la loma. Los monjes se turnaban al hablar. Uno contó una historia acerca de su primer viaje a los Estados Unidos diez años atrás; otro monje habló acerca de la naturaleza del Karma; y finalmente, el último monje, para hablar, escogió el complicado tema de la reencarnación.

Tan pronto como él finalizó de hablar, todos los monjes se levantaron, agradecieron a la audiencia, y caminaron rápidamente descendiendo de la loma hacia un sedan que los estaba esperando.

Un sacerdote budista, incluso vestido en sus hábitos Zen, no está fuera de lugar en una reunión como ésta, sino que mi presencia dirigió la atención suficiente, de manera que cuando la muchedumbre comenzó a dispersarse, muchas personas se acercaron a mí. Ellos querían continuar indagando acerca del tema, para aprender más sobre la reencarnación y para compartir sus puntos de vista o compararlos con los míos.

El primer hombre dijo, “Quiero escuchar más acerca del Bardo. ¿Le importaría responder algunas preguntas?”

“Yo soy un Budista Zen,” dije, sorprendido por la pregunta, “La Reencarnación no es parte del pasaje místico del Mahayana. Es más bien una parte de los pasajes Vajrayana o Theravadin, porque en el Zen las preguntas acerca de la reencarnación simplemente no surgen. Me temo que no puedo hablar por los predicadores – los monjes que hace poco se han ido.”

Él me miró interrogadamente. “Pero pensé que todos los Budistas creen en la reencarnación,” dijo. “Algunos creen, y otros no,” repetí.

El Budismo enseña el pasaje a la Realidad, ¿no es cierto?” Alguien preguntó. “Si,” respondí, atrayendo la atención. “Entonces, respondió él, “¿cómo puede usted, de la escuela Mahayana, y ellos de la escuela Vajrayana, sostener puntos de vista opuestos? ¡Uno debe ser correcto y el otro debe estar incorrecto!”

“Nuestro punto de vista no es opuesto,” dije, “incluso aunque parezca ser. En el Budismo hay muchos pasajes espirituales al igual que en la Cristiandad o en cualquiera otra religión. Ellos todos nos guían al mismo destino, pero sus métodos son frecuentemente muy diferentes. Los métodos involucran un conjunto complejo de creencias y disciplinas, y todos ellos están unidos con la fe, la fe que los métodos trabajarán y enviarán al devoto a la otra orilla – el Nirvana. La escuela Vajrayana puede ser tan efectiva como la escuela Mahayana, pero no tiene caso compararlas una en contra de la otra. Ellas son como manzanas y naranjas: lucen diferentes, saben diferentes, y cada una provee la nutrición en su propia forma.

No hay nada incorrecto acerca de la reencarnación mientras no se separe del resto del sistema, extenso y elaborado, Vajrayana. La tradición Zen Mahayana es simplemente diferente y no requiere la creencia en la reencarnación. El ‘Camino a la Realidad’ como usted lo presenta, no tiene que ver con el pasaje o camino, es acerca de a dónde nos lleva el camino o pasaje – nos lleva al estado de iluminación que nosotros asociamos con el Nirvana. El cómo llegar ahí, no es importante, lo importante es mantenerte en el pasaje que has escogido para poder llega. Un cristiano no asiste a los servicios de una Sinagoga.”

“¿Por qué los Budistas Zen también creen que si ellos no obtienen el Nirvana en esta vida, ellos tendrán otra oportunidad, en otra vida?” La voz, firme y clara, llegó de la parte de atrás del pequeño grupo que se había formado a mi alrededor. Me pude dar cuenta por la forma que cada palabra fue enunciada que el hombre estaba verdaderamente curioso.

Me empiné para encontrar la cara en el grupo. “Si ese fuera el caso, entonces, quizás esta vida fuera la repetición necesaria de una previa que uno fracasó en el intento, pero el buscador no lo sabe. La pregunta es, ¿tendrá él otra oportunidad?”

Él sonrió. “Me imagino que podemos seguir tratando hasta que lo hagamos correctamente.”

“Pero si no sabemos cuantas veces ya hemos fracasado, ¿cuál es la diferencia? ¿Por qué no justamente asumir que hemos obtenido esta única preciosa oportunidad – así que debemos usarla?”

Alguien preguntó, “¿Qué pasa cuando obtenemos el Nirvana?”

El Nirvana es la Iluminación, la extinción y la completa trascendencia del ego – la identidad y la realización de nuestra Naturaleza Budística,” dije, “y la Iluminación revela que no somos individuos después de todo, sino que contenemos el todo de la misma forma que el todo nos contiene. Entendemos que no hay lugar para ir ni nada que lograr… que las cosas no eran diferentes antes de nuestra Iluminación como después de ella. La Iluminación cambia nuestro entendimiento intuitivo. La existencia, hemos descubierto, es independiente de tiempo, de forma que podemos salirnos del nacimiento y la muerte. La existencia es también independiente de lo que pensamos y creemos. Y con un poco de reflexión descubrimos que el tiempo mismo es una creación de la mente discriminatoria, y no es de ninguna forma un aspecto de la realidad. La Realidad existe ahora y solamente ahora, y la idea de buscarla en el futuro no tiene sentido para el Zen.

“Ahora, en el Zen nosotros creemos que aunque todos y cada uno pueden experimentar la Iluminación, a la mayoría de nosotros nos tomará una gran esfuerzo y un intenso poder de voluntad. Él decirnos a nosotros mismos, ‘Bien, si no lo logras ahora, quizás lo puedas lograr la próxima vez,’ es un subterfugio o truco común manufacturado por el ego para protegerse a si mismo: el ego simplemente no quiere rendir su estatura de importancia propia. Irá a cualquier extremo para mantener su supremacía.

Alguien preguntó, “He oído de algunas personas, que una vez que se logra el Nirvana usted no necesita reencarnar otra vez. ¿Es la doctrina de la Reencarnación simplemente un mecanismo ético?”

Cuando vivimos en Samsara, esto es, en el dominio del pensamiento discriminatorio, todo toma la forma de lo correcto e incorrecto, lo bueno y lo malo, lo algo y lo bajo, el nacimiento y la muerte… cada idea que creamos contiene su opuesto, uno trae al otro a la existencia. Así es justamente como la mente funciona: está implícito en nuestro ADN o nuestros cromosomas / genes. Ahora, realmente no hay una forma de conceptuar el Nirvana porque está fuera de nuestra modalidad del pensamiento discursivo. Pero los sistemas religiosos han desarrollado – por evolución – para proveernos, unos vehículos maravillosos y efectivos, o métodos que, si los seguimos fehacientemente, nos capacitará para lograr la libertad de esta fuerza nebulosa que llamamos ego.

En el Samsara, la vida y la muerte existen porque las personas los traen a la existencia, los crean. En el Samsara, podemos hablar acerca de la muerte y renacimiento porque podemos conceptualizarlos y darle realidad a esa conceptualización. En el Nirvana todo eso se borra – no-nacimiento, no-muerte, lo que significa no-reencarnación. Y si la reencarnación no existe en el mundo Nirvánico y el mundo Real del Dharmakaya, ¿cómo puede existir en el mundo Samsárico o el mundo Ilusorio de Maya?”

“Pero, ¿por qué algunas personas que son respetables, personas decentes, alegan ser capaz de recordar una vida pasada?”, Preguntó una señora. “¡Algunos de ellas son hombres sagrados renombrados! ¿Está usted diciendo que todos ellos están alucinando?”

“No,” dije sonriendo. “Voy a darle a usted el acercamiento Zen a ese asunto. Recuerde, esto no es parte de nuestra doctrina. Nosotros hemos tomado otro camino. Así que cuando nos preguntan por qué la reencarnación no es parte de nuestro sistema de creencia, tenemos que contarla como ausente. No podemos decir simplemente, ‘Bien, cree en ello si quieres y también cree en nuestro camino Zen.’ Nosotros no podemos andar ambos caminos a la vez. Así que decidimos, y en ese proceso de decisión tenemos que determinar inmediatamente por qué no incorporamos la reencarnación en nuestro sistema.” Reí y realicé que tenia que ir más profundamente. “A través de la imaginación deliberada, algunas personas pueden haber creado sucesos deseados, que entonces, en lugar de llegar a ser la memoria de una imaginación, llega a ser la memoria del suceso imaginado. Los abogados están bien conscientes y familiarizados con este fenómeno de implantación de memoria en el cual un testigo ha sido manipulado, a través de variados medios, para creer que ciertos sucesos o eventos actualmente ocurrieron. Dadas las circunstancias correctas y propicias, nosotros podemos “recordar” o podemos “olvidar” casi todo.

“Pero hay otra respuesta para su pregunta.” Continué. “Dado que en la realidad, no hay nacimiento y no hay muerte… ni tiempo ni espacio, ¿qué me dice acerca de todas las personas que han eternamente vivido y todas las personas que todavía están por vivir? ¿Cómo puede la historia de ellos relacionarse con nosotros en nuestras vidas en el aquí y ahora? Lo que llamamos historia se le puede referir más exactamente como un conjunto infinitos de “ahoras” en el cual todos los momentos co-existen. ¿Tienen algunas personas excepcionales la habilidad de entrar en esos otros ‘ahoras’ del pasado o del futuro? ¿Pueden los testimonios del pasado de las personas, de hecho, ser una entrada en la matriz infinita del ‘ahora’?

Si fuéramos a tener una consciencia repentina de alguna otra vida, sería natural asociar la experiencia con algo que nosotros sepamos, para ayudar a hacer sentido de la experiencia – como por ejemplo, la reencarnación. A esos misteriosos e inexplicables eventos, sólo podemos llamarlos e identificarlos como descripciones, pero la experiencia que guía a la persona a considerarse ella misma que está encarnada, puede definitivamente haber sido una experiencia real – un rápido vistazo en el dominio de lo místico o espiritual.”

Después de un largo silencio alguien preguntó, “Así que, usted está diciendo que la reencarnación existe para servir a algunos sistemas de disciplina espiritual, pero que ella no existe por sí misma ni en sí misma, ¿es eso correcto? Él que hablaba era el primer hombre que me había preguntado.

“Ella existe en la misma forma que existe cualquier concepto que traemos a la existencia con nuestras mentes.” Dije. “Pero el Zen no la considera un aspecto de la realidad, per se, ni tampoco el Zen la considera de valor para el propósito de la instrucción.”

“Así que, ¿cómo es que el Zen es tan diferente de los otros sistemas si ellos todos guían a la misma meta pero algunos creen en la reencarnación mientras que el Zen no cree?” Él continuó.

“Todas las religiones usan sistemas éticos para ayudar a modificar la conducta de las personas y mantener la paz en la comunidad. Algunas religiones, por ejemplo, inculcan la creencia de cielo e infierno para lograr que las personas obedezcan las normas éticas. Si hacemos buenas acciones seremos recompensados yendo al cielo, pero si hacemos malas acciones, iremos al infierno. Esto, entonces, alienta, inspira y nutre la conducta responsable a través de un simple sistema de castigo / premio. Hay otros sistemas que imponen la misma disciplina por el castigo o el premio del renacimiento en un nivel más bajo o más alto.

“El Zen no objeta esos acercamientos porque ellos sirven para ayudar a disciplinar a las personas y prepararlos para progresos futuros dentro del misticismo. Pero el Zen es un camino místico; él presupone que la persona que lo practica ha prevalecido y predominado esencialmente, en esas luchas éticas tempranas. En ese punto, él o ella puede eximirse de todos los premios y castigos. De acuerdo con el Zen, no hay nada que ganar, ni nada que perder, y no hay nada que lograr. El cielo está aquí ahora – es lo que llamamos Nirvana porque está libre de ego. Y el infierno está aquí ahora también – le llamamos Samsara porque está lleno de ego – y, porque está lleno de ego, necesita el temor o la esperanza del castigo o el premio. ¿Cuál es el que escogemos? Eso depende de nosotros solamente y del esfuerzo que estemos dispuestos a hacer para salir del Samsara. El entrenamiento Zen involucra prácticas que nos ayudan a descubrir por nosotros mismos lo que ya lo poseemos todo, que no hay nada que lograr. Esa es la realización de la no-realización.”

“¿Así que no hay cielo, ni infierno, ni renacimiento?” Preguntó él.

“El cielo está aquí ahora si despertamos a él.” Repito, “y el Infierno está aquí ahora si fracasamos para despertar a él. Esta es la enseñanza del Zen. Cielo e Infierno no son lugares que vamos cuando nuestros cuerpos espiren, así que no sirven para modificar nuestra conducta a través del sistema de premio y castigo. Y no tenemos uso para un sistema que nos enseñe que renaceremos como otra criatura. Ese sistema no nos ayudará a obtener nuestra libertad ahora. El Zen nos exhorta y estimula a despertarnos a nosotros mismos a través de nuestro esfuerzo, a entender nuestra naturaleza como seres humanos, y a vivir nuestras vidas en esa naturaleza. Nuestros métodos comienzan con la fe de que nuestra Naturaleza Búdica existe en nosotros todo el tiempo. Todo lo que necesitamos hacer es desprendernos de los apegos que hemos formado al mundo exterior del Samsara, y dirigirnos a nuestro interior, al refugio interno de nuestra Naturaleza Búdica, y realizar el Nirvana.” “¿Qué nos pasa cuando morimos?” Preguntó una mujer. “Si no vamos al cielo o al infierno o nacemos de nuevo en otra vida, ¿qué es lo que nos pasa?”

“Ese es el ego hablando,” dije. “El ego continúa pensando de él mismo como una criatura eterna. El ego vive en el tiempo pero lo eterno significa fuera del tiempo. Así que sabiendo esto podemos preguntar, ¿qué le pasa a una gota de lluvia que cae a su debido tiempo? Muchas cosas pueden pasarle; pero, para nuestros propósitos, nosotros decimos que en su estado material, ni es creada, ni destruida y aceptamos que eventualmente ella retornará al océano. Nuestra ‘individualidad’ al igual que una gota de lluvia desaparece cuando nos unimos con el océano, pero nuestra naturaleza como agua, se mantiene la misma… retornamos al origen, pero es un origen que nunca hemos dejado.

“Cuando reconocemos que el ego no existe en un sentido real, sino que solamente es un artificio de la mente, no hay nada que necesita explicarse ya, y la noción de reencarnación es vista como nada más que un juego intelectual. La persona, como la gota de lluvia, se une al océano del Dharmakaya, un mar donde la individualidad, en cualquier modo de concepción, es totalmente obliterada. ¿Se separa una molécula del agua del océano en una gota cuando uno de nosotros muere y otro nace? Quizás sí, quizás no; pero esa es una pregunta que no pertenece al Zen porque es una pregunta intelectual. Cuando tratamos de usar nuestro intelecto para comprender la realidad, siempre regresan las mismas limitaciones de la mente. Si respondemos la pregunta intuitivamente, diríamos que nunca hubo una separación entre la gota de lluvia y su origen.”

El grupo se sintió tranquilo y parecía satisfecho. Les ofrecí enseñarles la Respiración Saludable, esa práctica ideal y ejemplar que nos prepara para la meditación. Les expliqué que ellos mismos, eran las personas más adecuadas para responder sus propias preguntas y que la forma mejor de hacerlo era a través de la meditación. Cité a Hsu Yun, “Un hombre no puede decir que tibio o frío está el té de otro. Sólo lo puede saber el que lo está probando.”

El obtener las respuestas de otro no cuenta, porque el entender no necesariamente llega con las respuestas.

Muchas de las personas aceptaron mi oferta y como el sol estaba en su punto más alto, nos fuimos a sentar bajo la sombra de un árbol. Pasamos algún tiempo aprendiendo como sentarnos propiamente y entonces comenzamos nuestro ejercicio de respiración. Fue muy agradable el sentarnos en silencio sin los altavoces y la multitud acordonada. Después de un rato todos nos fuimos, cada uno en su propia dirección.

Traducido por Hortensia De la Torre
Miami, Florida USA
Agosto del 2000