Encuentro con el Inconsciente

Sueños y Visiones: Parte I
Encuentro con el Inconsciente
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido al Español por Yao Feng

Los sueños y las visiones tienen un significado especial en el Budismo Zen. Es a través de ellos que frecuentemente vemos los frutos de nuestra labor espiritual.

Mientras la Consciencia habla en palabras e imágenes que pueden reconocerse, el inconsciente se comunica con “símbolos” misteriosos de criaturas y objetos relativamente desconocidos para nosotros:
Religious art playfully engages the archetypes of the collective unconscious. Spending time with images such as this one of Hibbo Kannon (Kuan Yin) by Kano Hogai, 19th century Japan, has been known to stimulate visionary experiences.

océanos, serpientes, truenos, vientos, mandalas de diseños intrincados, luces deslumbrantes y dioses majestuosos. A medida que progresamos en el Zen e investigamos la naturaleza de esos encuentros, llegamos a entender y a valorar la universalidad de esas formas y los mensajes que ellas intentan trasmitir.

Las visiones y los sueños ocurren a medida que el contenido inconsciente sube a la superficie como burbujas y explota en la consciencia. Los místicos sutilmente distinguen la visión del sueño. Los sueños ordinarios están conectados con la consciencia personal, sacando a flote los eventos diarios o respondiendo a nuestras necesidades biológicas o psicológicas. Ellos están habitados con personas, lugares y objetos de nuestra experiencia diaria. Las visiones, sin embargo, nunca están conectadas con nuestras vidas personales y tienen un aspecto del “otro mundo”.

Si experimentamos una visión durante el sueño o la meditación, somos capaces fácilmente de recordarla en detalle, frecuentemente con una claridad sorprendente. Pero la clave para abrir su significado es su tono emocional característico. Sentimientos de gozo o satisfacción usualmente indicarán progreso en nuestro camino espiritual, y podemos preguntarnos cómodamente acerca de esta indicación sutil de nuestro desarrollo. Pero cuando nos deja con pensamientos inquietantes, con temor o con vergüenza, es urgente que investiguemos el mensaje y exploremos su contenido hasta que entendamos el significado interno. Usualmente el mensaje conlleva una necesidad o demanda para que revaluemos nuestras actitudes conscientes y efectuemos los ajustes o las correcciones necesarias. Si ignoramos o convenientemente malinterpretamos el mensaje, arriesgamos el agravar nuestra conducta diaria, y por supuesto, estaremos sujetos a la repeticiones temibles del encuentro visionario.

Desde una perspectiva psicológica, entonces, el Zen puede ser descrito como la práctica de expandir la consciencia / el entendimiento / el estado de alerta, integrando los contenidos inconscientes. Mucho de los entrenamientos Zen involucran actividades que promueven que el devoto investigue en esas regiones inexploradas de la mente – regiones donde las imágenes del inconsciente colectivo [ver Capítulo 8 del Séptimo Mundo del Budismo Chan] pueden llegar a ser accesibles. Las imágenes que emergen del inconsciente son vistas representadas y descritas en los templos Budistas en la forma de estatuas, frescos, pinturas, mandalas y una gran variedad de ornamentaciones.
Monjes rezando durante la ceremonia de ordenación en el templo de Hong Fa en Shen Zhen, China, mayo de 1998. El rezo ayuda a guiar al devoto protegiéndolo a través de las aguas inexploradas del inconsciente.

El arte religioso, como reflexiones de esas visiones internas, también sirve como guía de enseñanza que nos ayuda a maniobrar hacia esos dominios internos; por ejemplo, reverenciando la imagen de Buda, reconocemos al Buda en nosotros y en esta forma reconocemos la existencia de eso que está más allá de nuestra alerta consciente. Con la práctica y la devoción, nuestra psiquis eventualmente llega a encontrarse directamente con ese Yo que es tan irreal e ilusivo a las palabras y pensamientos ordinarios. Paradójicamente, a través del reconocimiento de lo que es desconocido, lo traemos cerca de nosotros; y entonces, a medida que “lo desconocido” avanza en la consciencia, lo experimentamos como una visión.

THE SCIENCE

“Caballeros, aprendamos a soñar, y entonces quizás, encontremos la verdad.”

– F.A. Kekule (un químico alemán que descubrió la estructura de la bencina en un sueño, revolucionando el campo de la química orgánica)

No hay una correlación cognitiva aparente entre el estado de las ondas cerebrales y la experiencia visionaria; una visión puede ocurrir en cualquier momento, pero las experiencias visionarias parecen estar asociadas con la mente extremadamente enfocada y concentrada. Como se ha conocido por los estudios científicos, muchos Yoguis dirigen el poder para alterar sus sistemas autónomos, incluyendo las actividades de las ondas cerebrales. Una chispa, saltando de una mano a un picaporte en un día frío y seco suelta la misma explosión de energía electromagnética que las neuronas, cuando ellas transmiten los impulsos neutrales de un nervio a otro en el cerebro. Cuando la total energía radiada emitida en un momento dado es registrada en un instrumento como el osciloscopio o el electroencefalógrafo (EEG), nosotros podemos ver que las neuronas del cerebro algunas veces trabajan juntas colectivamente, en armonía sincronizada.

Cuando nosotros estamos completamente alertas durante el día, nuestro cerebro produce las ondas betas. Dado que nosotros usamos muchos procesos del cerebro al mismo tiempo, un EEG enseñará al azar, la forma del movimiento de las ondas sin ningún patrón obviamente repetido. Entonces, a medida que nos calmamos, el cerebro comienza a producir explosiones de ondas alfa – frecuencias más bajas entre 8 y 12 cps (ciclos por segundo). Durante este tiempo nosotros podemos tener explosiones repentinas de imágenes que se organizan ellas mismas en visiones. Aprendiendo a meditar, usando prácticas como la Respiración Saludable, primeramente aprenderemos a dominar el control consciente de los ritmos de alfa. Después de solamente un corto tiempo de dedicada práctica, adquirimos una paz serena en la que podemos entrar a voluntad. Con este control, también adquirimos la maravillosa habilidad de reducir o eliminar el estrés y la ansiedad cada vez que la necesidad surja.

Encuentros de imágenes durante alfa surgen usualmente del inconsciente personal. Si comenzamos a pensar acerca de un problema que tenemos en nuestra vida, nuestra imaginación puede desarrollar el problema en una historia o cuento, expresado, por supuesto, como una imaginación visualizada. Cuando pasivamente miramos esas imágenes, en lugar de involucrarnos o perdernos en ella, pronto aprendemos a entrar en estados profundos de meditación.

Los sueños comienzan cuando las neuronas del cerebro empiezan a trabajar juntas colectivamente. Un EEG enseñará la actividad de las ondas cerebrales entre 3 y 7 cps: un estado referido como el “theta”. La mayoría de nosotros entra, habita, y regresa del theta sin estar consciente de eso en el curso del sueño nocturno; sin embargo, las personas con cierto tipo de problemas al dormir, tales como la narcolepsia, pueden encontrarse resbalando repentinamente del estado despierto de beta a los estado más lentos de – alfa, theta, o incluso al estado mucho más lento de delta – casi instantáneamente.

Otros problemas al dormir pueden causar sueños repentinos, inquietantes y terribles, o incluso aterradoras visiones. Mientras los desordenes en el dormir son siempre “incontrolables”, los yoguis, a través de la disciplina, una larga práctica, y una instrucción guiada, aprenden a dominar su mente al grado en de que ellos pueden entrar y salir voluntariamente en cualquier estado cerebral. Después de mucha práctica ellos pueden demostrar el haber adquirido habilidades extraordinarias descritas como “siddhis” en la literatura Védida: bilocación, conocimiento intuitivo de sucesos futuros (y algunas relativamente nítidas aventuras en el calmado espacio 🙂

Algunas veces estamos conscientes de las transiciones entre alfa y theta cuando estamos acostados en la cama comenzando a quedarnos dormidos o cuando estamos sentados en nuestro cojín o silla trabajado una técnica de meditación. Con práctica, podemos aprender a llegar a ser completamente consciente cuando estamos en theta, pero hasta entonces, las neuronas continuarán piloteándonos automáticamente, procesando eventos irreconciliables almacenados en la memoria reciente (el inconsciente personal) o respondiendo a los impulsos físicos / químicos – ellos pueden, por ejemplo, dirigirnos a soñar acerca de comer si estamos hambrientos, o quizás, si nuestras hormonas están adecuadamente elevadas, soñar que estamos ocupándonos en actividades sexuales.

Con los ritmos de theta también logramos el acceso a sentimientos reprimidos acerca de asuntos que pueden haber estado trabados en nuestra psiquis tempranos en nuestras vidas, permaneciendo “no digeridos” por ella. Veteranos de combate pueden tener sueños atemorizantes de la guerra, otros con historias de abuso o negligencia en su niñez, pueden tener igualmente sueños terribles o inquietantes. Los despojos emocionales enterrados pueden salir a flote y frecuentemente lo hacen, en los sueños. Simplemente llegando a estar consciente, y contemplando estos tipos de sueños – trayéndolos a la consciencia – comienza el proceso de integrarlos en nuestras vidas y, con el cuidado propio, los resultados en la liberación gozosa al interpretarlos y traducirlos sin ningún daño o detrimento. Este proceso de reconciliar el inconsciente personal es un paso necesario antes que podamos entrar en la verdadera y serena meditación.

Delta es el estado más sincronizado del cerebro y es caracterizado por las formas de ondas EEG de 1/2 hasta 2 o 3 cps. Nosotros también soñamos, aunque menos frecuentemente, durante este estado de sueño profundo. Se ha registrado que los yoguis han permanecido en delta por muchas horas.

Esta mente es un utensilio muy útil para practicar el Zen. El principiante, aprendiendo a meditar, primero aprende a aquietar la mente despierta, reduciendo su actividad caótica hasta que una disposición pacífica y calmada es obtenida. Un practicante más experimentado puede aprender a entrar en los estados más profundos de theta donde puede mirar el intercambio e interacción de los arquetipos [ver Capítulo 8 del Séptimo Mundo del Budismo Chan] o estimular centros de placer en el cerebro, experimentando el éxtasis eufórico del Samadhi.

A medida que aprendemos a estar alerta de los trabajos de la mente (a través de las múltiples disciplinas para “aquietarla”) la consciencia se abre en nuevas dimensiones, expresándose a sí misma en nuestros sueños y visiones y en nuestra actitud general hacia la vida. Al igual que los sueños pueden ayudarnos a integrar los contenidos del inconsciente personal, las visiones de los arquetipos no dicen que estamos integrando los contenidos del inconsciente colectivo – el cuerpo de conocimiento almacenado en nuestro ADN [DNA en inglés]: la sabiduría acumulada de nuestros ancestros codificada como instintos, intuición, y creatividad. En nuestro viaje espiritual estamos obligados a aprender su lenguaje, observarlos a medida que vienen y van, y a reconocer su existencia como un aspecto real de nuestra vida. Si escogemos ignorarlos, estamos sacrificando uno de los caminos más atractivos para profundizar nuestra práctica.

El progreso en el Zen no está caracterizado por las cosas nuevas que tramamos en nuestra mente, sino por nuestra habilidad para expandir la consciencia y ganar nuevas penetraciones y discernimientos a través de las disciplinas de concentración, meditación y contemplación. Cuando nos permitimos a nosotros mismos la posibilidad de nuevos descubrimientos desde nuestro interior, las puertas se abren, que de otra forma, permanecerían cerradas por siempre para nosotros.

Sueños y Visiones: Parte II
Signos de Individualización (El Colibrí y otros Temas)
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido al Español por Yao Feng

“Si hay una oportunidad de que una idea puede que sea erróneamente etiquetada, si un sueño o una fantasía son percibidos incorrectamente por la realidad, o si la memoria es tomada como un hecho presente – entonces hay una aberración, y, si continúa, una locura o enfermedad mental… Aquí esta la raíz de nuestro problema; primeramente, la equivocación de tomar el conocimiento erróneo por el correcto, mirando los finitos, impuros, doloroso y extraños constituyentes del cuerpo y la mente como el Yo, que en realidad, es eterno, puro y feliz.”

– Ernest Wood

Como percebes que se apiñan bajo el agua pegados a los postes, nosotros agarramos nuestras nociones de las cosas, con miedo de que si las dejamos ir, podría solamente terminar en aniquilación. ¿Qué sería si las ideas que creemos que son las verdades últimas son defectuosas, o sólo verdades parciales, o incluso falsas? ¿Qué si el ancla de seguridad que buscamos en nuestras creencias es nada más que nuestra propia ilusión personal? Nosotros vacilamos para hacer tales preguntas.

El Zen empieza con dejar ir: dejar ir los apegos creados y mantenidos por la mente. Más bien que tratar de controlar la mente, nosotros trabajamos para liberarla de ella misma. Este proceso de desapegar la mente del objeto es también el proceso de integrarnos nosotros mismos, de realizar nuestra verdadera naturaleza como seres humanos, un fenómeno que C. G. Jung nombró “individuación”.

Lo que percibimos existe naturalmente independientemente de cualquier significado, o interpretación que podamos asignarle a la percepción. La mente soñante no tiene una consciencia de la mente despierta, ni la mente despierta conoce la realidad de la mente soñante. Aunque ella pueda retener algunas memorias de los sueños, la mente despierta pierde la cercanía, y por lo tanto la realidad del sueño. Si se le deja a nuestros procedimientos mentales, podemos asignarle al sueño unos valores inapropiados. Cuando comenzamos a proyectar una realidad externa de una experiencia interna, nos ayuda que recordemos que los “sueños tienen solamente la pigmentación del hecho.” (Djuna Barnes, de Nightwood)

Cerrojos la Psiquis: Nosotros instintivamente separamos la percepción en estados imaginativos o de sueños y estados despiertos. El esfuerzo de integrar estos dominios de la consciencia mental diametralmente opuestos, es, en esencia, el esfuerzo de la labor espiritual (la curva azul). Si ignoramos un dominio a favor del otro, la psiquis experimenta la enfermedad (la curva roja) y podemos tener estrés, depresión, irritación, temor, o incluso alguna forma de psicosis. Nuestro Verdadero Yo, nuestra Naturaleza Búdica, no conoce de tales distinciones artificiales y existe aparte de éste o cualquier otro modelo. El trabajo del practicista Zen no es vivir en ese lugar de incertidumbre entre los dos dominios, permitiendo todas las posibilidades de lo que es Real. A medida que el Zen se profundiza, las distinciones entre los estados mentales conscientes e inconscientes disminuyen hasta que eventualmente entramos en el vacío – el estado de consciencia pura donde las dualidades creadas mentalmente de lo “tuyo y lo mío” de sujeto y objeto, del arquero y la meta, se desvanecen. El proceso de lograr esto es también referido como “individuación”.

Desde muy temprano en la niñez nosotros separamos, o Clasificamos, las percepciones en dos tipos: la “real” y la “imaginaria” o “ilusoria”. Percibimos la realidad como perteneciendo a aquellas percepciones que no son ilusorias; y miramos los sueños como perteneciendo a aquellas percepciones que lo son. Las líneas rojas, verdes y azules de la gráfica se refieren a los tres posibles físicos cerrojos: la psicosis, el éxtasis y la individuación. Dado que ellas son parte integral igualmente de la consciencia y del inconsciente, y son irrefrenables por las distinciones cognitivas, ellas son ilustradas como imágenes de un espejo reflejándose una a la otra. En este modelo, el plano del espejo es el eje central ilustrando la consciencia pura.

La labor Espiritual (nuestra rutina Zen) es esencialmente el proceso de individuación, la integración y reconciliación del contenido inconsciente (la línea azul). Durante este proceso, los estados despiertos llegan a ser más ilusorios y los estados ilusorios llegan a ser más reales. Mientras más asimilamos, más nos acercamos a la unidad del consciente y el inconsciente – lo conocido y lo desconocido – hasta que eventualmente podemos guiarnos nosotros mismos en la Vacuidad.

Experimentamos la psicosis (línea roja) cuando tenemos problemas distinguiendo lo real de lo imaginario. Podemos imaginar que los sueños son realidad y que la realidad es sueño; por ejemplo, podemos estar inclinados a proyectar una visión en un sujeto externo. Podemos estar convencidos que la imagen de un sueño es alguien visitándonos desde el “más allá”, permaneciendo ciegos al hecho de que la imagen llega del interior. Este tipo de psicosis es más común de lo que queremos admitir. En varios grados es promovida y explotada por muchos cultos de la “nueva era” y de la invasión de extraterrestre”.

Entre esos dos extremos está el estado inestable referido como “éxtasis” (la línea verde) en donde hay una tendencia a vagar a la deriva. Si nosotros aplicamos una práctica espiritual, tal como la del Zen, la psiquis se mueve hacia la individuación; pero sin este control sistemático, ella puede vagar hacia la psicosis.

A través de la historia, imágenes del inconsciente colectivo que surgen en las visiones nocturnas o durante la meditación han ocurrido a todos los seres humanos sin importar su religión y su grupo étnico. Estas imágenes, y los sucesos dramáticos alrededor de ellas, siguen un patrón místico universal. Un tema típico místico “universal” es fácilmente identificado en los siguientes encuentros de visiones: (Este ejemplo servirá no solamente para ilustrar la universalidad mística sino para proveer un método útil para determinar el significado del encuentro de una visión. El primero de estos sucesos fue experimentado por el que escribe.)

Yo estaba parado en el centro de una habitación muy bien iluminada. Desde una apertura del techo catedral a lo alto, una luz blanca y brillante brilló, iluminando las paredes blancas con una vivacidad mística. Justamente bajo la cúspide, un pequeño colibrí plateado estaba posado sobre una rama. Repentinamente, se escurrió y voló juguetón a través de la habitación, y finalmente se posó sobre mi hombro izquierdo. Gentil pero firmemente, el colibrí tocó el lóbulo de mi oreja izquierda con su piquito haciendo soniditos en mi oreja. Después de unos momentos, él frotó con afección su cuerpo pequeño sobre mi cuello. La visión completa fue extrañamente erótica y persistió por semanas.

Cuando los detalles de esta visión fueron narrados a un miembro bien informado de la sangha, otro ejemplo fue citado:

Una enfermera en China ha pasado muchos años cuidando a su madre tísica a la que estaba completamente dedicada. Después de la muerte de su madre, ella tomó los votos sagrados Budistas, y entró en la vida monástica. Aunque ella extrañaba a su madre intensamente, pasaron ocho años sin que tuviera ni un solo sueño acerca de ella. Particularmente dado que muchas otras monjas y sacerdotes frecuentemente soñaban acerca de sus seres queridos que ya habían muerto, esta omisión comenzó a deprimirla sintiendo un profundo sentido de culpa y remordimiento. Al cumplirse nueve años de la muerte de su madre, ella tuvo una visión en la cual ella entró en una habitación muy lujosa y vio a su madre elegantemente reclinada en un diván. Su madre la llamó y, a medida que ella se arrodillaba al lado del diván, su madre acunó su cabeza en sus brazos y susurró, “Siempre estaré contigo. Yo seré el pequeño colibrí posado en tu hombro izquierdo, susurrando a tu oído.” Cuando ella emergió de la visión, la enfermera estaba triunfante y eufórica, y su depresión se había desvanecido completamente.

Ahora, informado de que este tema del colibrí podía ser más que una mera experiencia, esto es, que era otro ejemplo de la ‘mitología universal’, él que escribe comenzó una investigación del motivo que me podía conducir a otros ejemplos de los encuentros con el colibrí. Por ejemplo, “El Colibrí en la Izquierda” era la traducción literal de la deidad patrona de los Aztecas, Huitzilopochtli. De acuerdo con la historia de ellos, a medida que el pueblo Azteca migró al Sur desde el noroeste de México, su líder tuvo una visión en la que un colibrí le dijo que no cesara de migrar hasta que él no observara un águila, con una serpiente en su pico, que descansaba sobre un cactus. Cuando este evento profético ocurrió, él se detuvo y encontró la ciudad de Tenochtitlan, ahora llamada Ciudad de México.

El colibrí, siendo tal mensajero de la buena fortuna, fue adoptado prontamente, como el símbolo para la Orden Hsu Yun del Budismo Zen [ZBOHY].

Otros ejemplos comunes de visiones incluyen formas humanas tales como El Anciano Sabio que da una solución o dirección a una necesidad, y el anima erótica. Varios tipos de aves, animales y criaturas del mar al igual que formas de plantas tales como árboles, enredaderas y raíces son también temas de visiones comunes. Los edificios, variando desde los destruidos hasta los palacios de mármol pueden ser el lugar de vivienda del soñador o, si la visión sucede al aire fresco, pastos o florestas pueden estar incluidos en el ambiente. Otros motivos comunes incluyen el fuego, demostraciones visuales de colores o blanco brillante, mujeres y hombres místicos o magnificentes, y patrones de mosaicos repetidos. Cada persona o situación conlleva una marca emocional única.

El arte de diversas civilizaciones ilustra esos temas-visiones y demuestra ambos, su ubicuidad y la influencia poderosa que ellos ejercen sobre las sociedades y religiones. La serpiente es un ejemplo de un tema particularmente prevaleciente. El dibujo representativo que sigue ilustra, históricamente, la influencia que el tema de la serpiente virtualmente en todas las formas de las actividades humanas: el culto, el arte, la guerra, la alquimia, e incluso el comercio.

La trilogía del mundo de los muertos, representada como la serpiente de tres cabezas. En esta instrucción alquímica para la andrógina, una y tres serpientes representan la unidad del Uno con el Tres, o la “Unión Divina”.

La serpiente es la quinta criatura del zodiaco Chino. Las serpientes una vez fueron, en las sociedades Chinas, regularmente adoradas como dioses, especialmente a lo largo de los grandes ríos.

Las monedas de los Antiguos Griegos representaban la crucifixión y la serpiente enalteciéndose.

Bosquejo de la serpiente mágica Agathodaimon tomada de una gema antigua.

Cista y la serpiente, moneda de plata, Ephesus, 57 a.C.

El sacrificio de la deidad serpiente, Sialesi (Eteonis), Boeotia. ~350 a. C.

Priapus con una serpiente, señalando al “asiento de la consciencia” (el Svadhisthana Chakra)

El Misterio de la Serpiente, Altar de Lares, Pompeya

Marduk peleando con Taimat – de un antiguo sello cilíndrico asirio

Es definitivamente un infortunio que la sociedad ponga tan poca atención en el crecimiento espiritual. Las religiones son frecuentemente tan culpables de esta negligencia como los negocios, los políticos, y la media. Cada entidad busca empujar el psiquis hacia los esquemas intelectuales y sociales, hacia las metas disparatadas de las agendas de cada uno de ellos.

El crecimiento espiritual requiere que primero tomemos control de nuestras vidas, para nosotros mismos y por nosotros mismos, abandonando los viejos apegos a opiniones y deseos. Sin embargo, este requerimiento es frecuentemente ignorado o incluso desaprobado y obstaculizado. Las organizaciones religiosas, por temor a perder el control sobre sus congregaciones, frecuentemente imponen reglas rígidas engendrando culpabilidad y miedo en aquellos que desobedecen o no observan esas reglas. Y los negocios por temor a perder su parte en el mercado, gastarán millones contratando expertos para persuadirnos en comprar sus productos y servicios. Una y otra vez, nos dejamos ser manipulados a través de la utilización de temores y deseos – a través del deseo incuestionable de “pertenecer”, de ser igual que todos, y tener lo que todos tienen. Confundimos la camaradería por Unidad, y la unión de nuestros egos con otros egos, por la disolución de nuestro ego en el Uno.

Nuestra psiquis está sujeta a disturbios, pero él más difícil de todos ellos es el conflicto cada vez mayor entre las necesidades de la consciencia y el inconsciente. Habitualmente, prestamos muy poca o ninguna atención a nuestra vida interna, y como resultado de esta negligencia, sufrimos la depresión, el temor, y frecuentemente una ansiedad constante. Entonces, debilitados por nuestra propia negligencia espiritual, llegamos a ser las victimas de los vendedores ambulantes y los falsos profetas, y consumimos nuestros recursos en drogas, ropas, doctores, abogados, mascotas, automóviles, membresías, y cualquier cosa más que nos dicen que llenan el vacío y alivian nuestro sufrimiento.

Atascados en desesperación, no podemos vernos a nosotros mismos claramente; y como resultado nos damos identidades falsas y tratamos de hacer que esa identidad sea genuina, decorándola con los símbolos de poder y prestigio. Para liberarnos a nosotros mismos de esos apegos tontos necesitamos el valor y la fe: la fe para entrar en lo desconocido; para “tirarnos del palo de cien pies de largo”; saltando en lo que es aparentemente absurdo. Necesitamos creer en las cualidades que no podemos ver o tocar y tener fe en conceptos que desafían el pensamiento racional.

Nuestro Camino Budista es apto, genuino y válido, y si lo seguimos con convicción y amor, él nos llevará a la bienaventuranza sagrada de la Unidad, a ese origen Cósmico desde el cual una vez nos apartamos. El lograr este estado es el objetivo extraordinario del trabajo espiritual. Afortunadamente es un trabajo maravilloso, porque recorrer el Pasaje a la Libertad nos trae recompensas incontables en el camino.

Y dado que miramos con respeto cualquiera y todas las cosas que nos ayudan con nuestra práctica Zen, damos una atención apropiada a nuestros sueños y visiones. Como dijo Shakespeare, “¿No somos de la sustancia de lo que están hechos los sueños?”