Del sufrimiento a la paz

De: MINERO16  (Mensaje original)
Enviado: 27/12/2003 11:00

Se dice: mientras haya a mi lado quien sufra, yo no tengo derecho a pensar en mi felicidad.
Estas palabras suenan muy bien, pero son falaces. Tienen una apariencia de verdad; pero, en el fondo, son erróneas. A la primera observacion del misterio humano, saltaran a nuestros ojos una serie de evidencias como estas: los amados aman. Solo los amados aman. Los amados no pueden dejar de amar.

Solo los libres liberan, y los libres liberan siempre. Un pedagogo modelo de madurez y estabilidad hace de sus discipulos seres estables y maduros, y esto sin necesidad de muchas palabras. Lo mismo sucede con los padres respecto a sus hijos. Y, por el contrario, un pedagogo inseguro e inhibido, aunque tenga todos los pergaminos doctorales, acaba envolviendo a sus discipulos en un halo de inseguridad.

Los que sufren hacen sufrir. Los fracasados necesitan molestar y lanzar sus dardos contra los que triunfan. Los resentidos inundan de resentimiento su entorno vital. Solo se sienten felices cuando pueden constatar que todo anda mal, que todos fracasaron. El fracaso de los demas es un alivio para sus propios fracasos; y se compensan de sus frustraciones alegrandose de los fracasos ajenos y esparciendo a los cuatro vientos noticias negativas, muchas veces tergiversadas y siempre magnificadas. Una persona frustrada es verdaderamente temible.

Los sembradores de conflictos, en la familia o en el trabajo, siendo perpetuamente espina y fuego para los demas, lo son porque estan en eterno conflicto consigo mismos. No aceptan a nadie porque no se aceptan a si mismos. Siembran divisiones y odio a su alrededor porque se odian a si mismos.

Es tiempo perdido y pura utopia el preocuparse por hacer felices a los demas si nosotros mismos no lo somos; si nuestra trastienda esta llena de escombros, llamas y agonia. Hay que comenzar, pues, por uno mismo.

Solo haremos felices a los demas en la medida en que nosotros lo seamos. La unica manera de amar realmente al projimo es reconciliandonos con nosotros mismos, aceptandonos y amandonos serenamente. No debe olvidarse que el ideal biblico se sintetiza en ‘amar al projimo como a si mismo’. La medida es, pues, uno mismo; y cronologicamente es uno mismo antes que el projimo. Ya constituye un altisimo ideal el llegar a preocuparse por el otro tanto como uno se preocupa por si mismo. Hay que comenzar, pues, por uno mismo.

Al respecto no faltaran quienes arguyan alegremente: eso es egoismo. Afirmar esto, sin mayores matices, no deja de ser una superficialidad. Evidentemente no estamos propiciando un hedonismo egocentrico y cerrado. Si asi fuera, estariamos frente a un enorme equivoco, que podria resultarnos una trampa mortal.

Efectivamente, buscarse a si mismo, sin otro objetivo que el de ser feliz, equivaldria a encerrarse en el estrecho circulo de un seno materno. Si alguien busca exclusiva y desordenadamente su propia felicidad, haciendo de ella la finalidad ultima de su existencia, esta fatalmente destinado a la muerte, como Narciso; y muerte significa soledad, esterilidad, vacio, tristeza. En sus ultimas instancias, el egoismo avanza siempre acompañado e iluminado por resplandores tragicos; egoismo es igual a muerte, es decir, el egoismo acaba siempre en vacio y desolacion.

Estamos hablando, pues, de otra cosa. Aqui nos proponemos dejar al hombre en tales condiciones que sea verdaderamente capaz de amar, y solo lo sera -volvemos a repetirlo- en la medida en que el mismo sea feliz. Y ser feliz quiere decir, concretamente, sufrir menos. En la medida en que se secan las fuentes de sufrimiento, el corazon comienza a llenarse de gozo y libertad. Y sentirse vivo ya constituye, sin mas, una pequeña embriaguez, pero el sufrimiento acaba bloqueando esa embriaguez.

Despues de todo, no queda otra disyuntiva sino esta: agonizar o vivir. El sufrimiento hace agonizar al hombre. Eliminando el sufrimiento, el ser humano, automaticamente, recomienza a vivir, a gozar de aquella dicha que llamamos vida. En la medida en que el hombre consigue arrancar las raices de las penas y dolores, sube el termometro de la embriaguez y del gozo vital. VIVIR, sin mas, ya es ser feliz.

Si conseguimos que la gente VIVA, la fuerza expansiva de ese gozo vital lanzara al hombre hacia sus semejantes con esplendores de primavera y compromisos concretos.

Vamonos, pues, lenta pero firmemente tras esa antorcha. En el camino salvaremos los escollos uno por uno, y caeran las escamas. Y, desde la noche, ira emergiendo palmo a palmo una figura hecha de claridad y alegria: el hombre nuevo que buscamos, reconciliado con el sufrimiento, hermanado con el dolor, peregrino hacia la libertad y el amor.