Retrospección

De: MINERO16  (Mensaje original) Enviado: 27/12/2003 11:10
Sin ningún temor hicimos un inventario moral -examen de conciencia: retrospección- de nosotros mismos. Admitimos ante el Universo Infinito, ante nosotros y ante todo ser humano la naturaleza exacta de nuestras faltas. Admitimos que nuestra conciencia es lo que somos.

La Creación nos dotó de instintos para un propósito. Sin ellos no seríamos seres humanos completos. Sin embargo, estos instintos (los sentidos básicos) tan necesarios para nuestra existencia, nos dominan e insisten en dominar nuestras vidas. Deseos sexuales, emociones, pensamientos, hábitos, etc. Resentimiento, resignación, culpa, crítica, amor egoísta y sed de poder. Este Paso es un esfuerzo laborioso y vigoroso para descubrir cuales han sido y son estos riesgos en nosotros. Queremos descubrir exactamente cómo, cuándo y dónde éstos deformaron nuestros instintos naturales. Queremos mirar de frente a la desdicha que esto les ha causado a otros y a nosotros. Descubriendo cuáles son nuestras “deformaciones” emocionales, mentales, espirituales podremos corregirlas.

Sin un deseo sincero y perseverante de hacerlo, es muy limitada la satisfacción que podamos obtener. La mayoría de nosotros se ha dado cuenta de que es muy difícil de alcanzar la fe y el conocimiento que obra positivamente en la vida cotidiana, si no se ha hecho sin temor alguno, sin temor, un minucioso inventario moral: Retrospección. Debe cuidarse que la búsqueda de la seguridad (física, emocional, mental y/o espiritual) no se anteponga al despertar. Los instintos alborotados obstaculizan la investigación. Siempre surge una “reacción”.

El inventario se relaciona también con la escala de valores. Para evitar confusiones sobre las denominaciones de los “defectos”, vamos a adoptar una relación universalmente reconocida de los principales defectos humanos -los siete pecados capitales: el orgullo, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. El orgullo no encabeza esta relación por mera casualidad. Porque el orgullo, conduce a la tendencia que tenemos de tratar de justificar -argumentar- nuestros actos y siempre espoleados por los temores conscientes o inconscientes, es la causa principal de la mayor parte de las dificultades humanas, el principal obstáculo al verdadero progreso espiritual. Todos estos “defectos” generan miedo, temores que devoran sin cesar la base de cualquier clase de vida que tratamos de edificar. Los medios no justifican el fin, el fin y los medios son uno solo. Cuidemos de los medios y el fin estará allí. El primer paso es el último paso.

Así que cuando se sugiere hacer un inventario sin temor alguno, le parecerá que se le está pidiendo más de lo que debe hacer. Tanto su orgullo como su temor, lo rechazan cada vez que intenta mirarse por dentro. El orgullo dice: “No hay necesidad de que pases por aquí…” y el temor dice: “No te atrevas a mirar aquí”. Pero el temor y el orgullo son simplemente “ilusiones”. No es la vida la que me trae problemas sino la “imagen interna” que tengo de ella. La imagen es el “espejismo”. A medida que perseveramos, nace una confianza completamente nueva y el alivio al enfrentarse a nosotros mismos es indescriptible. Estos son los primeros frutos de este Paso. Para entonces él probablemente ya llegó a la siguiente conclusión: “Carácter es igual a Destino”.

Será la primera prueba tangible de nuestra buena voluntad de ir hacia adelante. El inventario debe hacerse concienzudamente. En este respecto es conveniente anotar nuestras preguntas y respuestas. Ayudará a pensar con claridad.

El ofensor número uno es el resentimiento. Causando la destrucción, hasta de las células. De él nacen todas las formas de enfermedad espiritual, ya que no solo hemos estado enfermos mental y físicamente, sino que también espiritualmente. Cuando nuestro mal espiritual es vencido, nos enderezamos física y mentalmente.

Para manejar los resentimientos, los anotamos por escrito (diario personal). Enumeramos a las personas, instituciones y principios, a todas las formas de vida con los que estábamos disgustados.

La vida nos ha enseñado que no podemos vivir solos con nuestros problemas, que no vivimos aisladamente. Nos enseñó que: “Uno es el mundo y el mundo es lo que uno es”. Si hemos iluminado el curso de nuestras vidas, y hemos visto en relieve esos incidentes que preferimos no recordar, si hemos llegado a comprender cuánto daño nos ha causado a nosotros mismos y a los demás esa manera de pensar y de actuar “contradictoria-ambivalente-desvitalizante”, entonces necesitamos más urgentemente que nunca dejar de vivir solos con esos fantasmas atormentadores del “ayer”. Tenemos que hablar de ello con alguien. Todo debe salir a la superficie.

¿Qué es lo que podemos recibir del Séptimo Paso? Por lo pronto, librarnos de esa terrible sensación de aislamiento que siempre hemos tenido. No sentimos que “pertenecíamos” a algo hasta que hablamos con entera sinceridad de nuestros “defectos”, y oímos a otra persona hacer lo mismo. Fue el principio de un “parentesco” genuino con el ser humano y con el universo.

Este paso vital también fue el medio por el cual empezamos a sentir que se nos podría perdonar, sin importar lo que hubiéramos hecho o pensado. Nuestro inventario moral nos había convencido de que era conveniente perdonarlo todo, pero fue sólo cuando abordamos resueltamente el Séptimo Paso, cuando supimos que podríamos recibir y otorgar perdón.

Otro bien que podemos esperar como resultado de la admisión de nuestros defectos ante otro ser humano, es la “humildad”. Significa el reconocimiento manifiesto de qué y quiénes somos en realidad, seguido por un esfuerzo sincero de llegar a ser lo que podríamos. Por consiguiente, nuestra primera acción afirmativa hacia el logro de la humildad deberá consistir en el reconocimiento de nuestras faltas, de nuestro “dormir soñando que estamos despiertos”. Y pronto descubrimos que aunque deseáramos y estuviéramos dispuestos a librarnos de ellos, nosotros solos no podríamos eliminarlos. Necesitamos ayuda de fuera para, con entera veracidad, averiguar y admitir la verdad acerca de nosotros mismos, la ayuda del Universo Infinito y la de otro ser humano (grupo). Solamente ventilando nuestras vidas, sin retener nada, solamente estando dispuestos a recibir consejos y a aceptar ser dirigidos, podremos ir por el camino de la debida manera de pensar, de la honradez sólida y de la humildad genuina. Cuando somos sinceros con otras personas se confirma que hemos sido sinceros con nosotros mismos y con la Vida.

Otra dificultad es que: nuestro racionalismo y nuestras creencias motivadas por el deseo, pueden tergiversar aquello que nos llegue si estamos solos. En cuestiones espirituales es peligroso conducirse solo. Caemos presa del autoengaño.

Por otro lado, debemos tener mucho cuidado, recordando que la prudencia es una gran virtud. Siempre que el interesado no retenga nada, sentirá un gran alivio. A medida que cede el dolor, lo reemplaza una tranquilidad reparadora. Y cuando se combinan así la humildad y la serenidad (calma interior) algo grande está a punto de ocurrir… Este sentimiento de ser uno con el universo y con el hombre, este surgimiento del aislamiento a través del sincero compartir de nuestra terrible carga de culpabilidad, nos conduce a un estado de tranquilidad en el que podemos prepararnos para los siguientes pasos.

Nuestra conciencia es lo que somos. Nuestras creencias e ideales, nuestros dioses, nuestra violencia, nuestro temor, los conceptos románticos, el placer, el dolor, el miedo a la muerte y la eterna pregunta que el hombre se ha formulado desde tiempos inmemoriales: si más allá de todo esto, existe algo sagrado.

Esa es nuestra conciencia. Eso es lo que somos. Uno no es diferente de su conciencia. Nos estamos preguntando si ese contenido de la conciencia puede cambiar, si puede ser totalmente transformado.

En primer lugar, la conciencia de uno no es “su” conciencia. Es la conciencia de toda la humanidad, porque lo que uno piensa, las creencias que uno profesa, sus sensaciones, sus reacciones, su pena, su dolor, su inseguridad, sus símbolos, etc., son compartidos por toda la humanidad. Sea que vaya uno a un país o a otro, encontrará que los seres humanos sufren en todas partes. Temen a la muerte, tienen creencias e ideales. Hablan un idioma particular, pero su pensar, sus reacciones, sus respuestas son generalmente compartidas por todos los seres humanos.

Es un hecho que uno sufre y que su prójimo sufre; ese prójimo puede estar a miles de millas de distancia, pero sufre. El se siente tan inseguro como uno; puede tener muchísimo dinero, pero internamente hay inseguridad. El hombre rico, o el hombre que tiene poder, de cualquier país, todos pasan por este dolor, por esta ansiedad, esta desesperación, este sentimiento de soledad.

La conciencia de uno no es “su” conciencia, como tampoco el pensamiento de uno, nuestro pensar, no es pensar individual. El pensar es común, es general (sentido común), desde el hombre más pobre, menos educado, menos refinado que vive en una pequeña y diminuta aldea, hasta el más sofisticado de los cerebros: el de los científicos.

Es bastante difícil de ver esto y de conocer la verdad, debido a que estamos muy condicionados como individuos. Todos nuestros libros, de cualquier origen, todos sostienen y alimentan esta idea, este concepto del individuo.

Uno es el resultado de su ambiente, del idioma que habla, del alimento que come, de la ropa, del clima, de la tradición transmitida de generación en generación.

Uno es producto de la sociedad que ha creado. La sociedad no es diferente de uno. El hombre ha creado una sociedad de codicia, de envidia, de odio, violencia, guerras, tecnologías, una sociedad adicta… La conciencia de uno no es su conciencia: es el suelo sobre el que caminan y piensan todos los seres humanos.

Si pensamos que pensamos como individuos seguimos aislados. No hay seguridad en el aislamiento. Si reconocemos que internamente no hay división, que todos compartimos los mismos problemas, entonces la pregunta es: ¿Puede uno, como ser humano que representa a toda la humanidad, producir una revolución interna fundamental? Si yo como ser humano cambio, ¿afectará esto de algún modo al resto de la humanidad?

Si uno cambia, influye en toda la conciencia del hombre. Cuando uno como ser humano se transforma radicalmente en lo psicológico-interno, o sea, está libre de temor, tiene una relación correcta con el prójimo, ha elaborado el dolor… influye en toda la conciencia del hombre. No es una cuestión egoísta. No es una salvación individual. Sino la de todos los seres humanos,
de los cuales uno forma parte.

Cuanto más conectados estemos, con mayor agudeza seremos conscientes de los momentos en que perdemos la conexión, cosa que suele suceder cuando estamos en tensión (estresados). En los momentos de lucidez podemos distinguir nuestra manera de robar energía a los demás. Una vez nuestra conciencia personal se percata de nuestras manipulaciones, nuestra conexión es más constante y nos permite descubrir nuestra línea de desarrollo en la vida, nuestra misión espiritual y el estilo personal con que podemos hacer una aportación al mundo.

El primer paso en el proceso de poner las cosas en claro consiste para todos en traer a la conciencia nuestro drama particular de control -“farsas de control”. ¿Cómo controlamos a los demás? No podremos avanzar hasta no habernos mirado bien y descubierto qué hacemos para manipular y así conseguir energía (“combustible”).

Cada persona manipula para conseguir energía en forma agresiva, forzando directamente a la gente a que le preste atención, o pasiva, jugando con la simpatía o la curiosidad de la gente para atraer la tensión. El orden de los dramas es de agresivo a pasivo, de Yang a Yin: “intimidador, interrogador, distante y pobre de mí”. En otro sentido: “miedo, resentimiento, crítica, y culpa”.

Una persona llega a cualquier extremo necesario para atraer la energía de la atención en su familia. Y, posteriormente, esa estrategia pasa a ser su forma dominante de controlar para obtener energía de todos, el drama que repite en forma constante.

Las personas distantes crean interrogadores. Y los interrogadores hacen que la gente sea distante. Y los intimidadores crean la actitud pobre de mí (culpa), o, si eso no resulta, otro intimidador.

Por ejemplo, si aspiramos a controlar a otra persona haciendo que se sienta culpable o insuficiente -y si así adquirimos su energía al embarcarla en un viaje de culpabilidad que la lleva a prestarnos toda su atención-, podemos ser calificados como: “victimistas”.

Por otra parte, si aspiramos a controlar a los demás de forma menos pasiva y optamos por permanecer lejanos, inaccesibles y poco claros -si aspiramos a conseguir que el otro nos persiga para comprendernos a fondo, y si así obtenemos su energía gracias a sus atenciones-, podemos ser calificados como: “reservados”.

Una conducta más agresiva es la que pretende controlar a los demás encontrando sus errores, haciéndoles sentirse cohibidos y vigilados; es el estilo que se describe como propio del: “interrogador”.

Por último se encuentra la farsa de control más agresiva de todas, la del “intimidador”, que adquiere su energía al aterrorizar a los demás para que le presten atención.

Todo hábito inconsciente que pase a ser examinado a fondo por la conciencia experimenta una liberación.

Pero recordemos: hay una tendencia a ver estos dramas en los demás y pensar que nosotros estamos exentos de esos mecanismos. Cada uno de nosotros debe trascender esta ilusión para poder seguir adelante. Podemos encontrar un sentido más elevado para nuestra vida, una razón espiritual para haber nacido en nuestras familias particulares. Podemos empezar a poner en claro quiénes somos en verdad.

El segundo paso en el proceso de poner las cosas en claro consiste para todos en que cada uno debe remontarse a su pasado, a la vida familiar inicial, y ver cómo se formó ese hábito. Ver su aparición mantiene nuestra forma de controlar en el nivel consciente. Siempre desarrollamos nuestros dramas particulares en relación con los miembros de nuestra familia. Una vez que
reconocemos la dinámica de la energía en nuestra familia, podemos ir más allá de estas estrategias de control y ver qué ocurre en realidad.

Cada persona debe reinterpretar su experiencia de familia desde un punto de vista evolucionista, desde un punto de vista espiritual, y descubrir quién es en verdad. Una vez que lo hacemos, nuestro drama se desvanece y nuestra vida real despega.

¿Cómo es la imagen-paterna? ¿Qué representaba mi padre? ¿Cuáles eran sus puntos fuertes, cuáles sus logros? ¿Qué quiso de la vida, qué fue lo que no logró obtener? ¿Cómo es la imagen-materna? ¿En qué consistió su vida? ¿Qué quiso encontrar en este mundo, al margen del éxito que tuviera en su empeño?

Somos la contradicción mamá-papá.

Hay una sola manera de encontrar el verdadero Yo. Todos debemos remontarnos a nuestra experiencia familiar, al tiempo y lugar de la infancia, y revisar lo que pasó. Una vez que tomamos conciencia de nuestro drama de control, podemos concentrarnos en una verdad superior en cuanto a nuestra familia. Una vez que la descubrimos, esta verdad puede energizar nuestra vida, ya que nos dice quiénes somos, el camino que vamos recorriendo y qué estamos haciendo.

Nuestra actitud pacífica testimonia lo bien que nos conectamos con la energía.

Ahora puede mirar más allá de la competencia por la energía que existía en su familia y buscar la verdadera razón por la que usted estaba allí. ¿Por qué nací en esa familia en particular? ¿Cuál puede haber sido el propósito? ¿Cómo y por qué fueron “heridos” los instintos de supervivencia, jerarquía, solidaridad y amor?

No somos simplemente la creación física de nuestros padres; también somos la creación espiritual. Naciste de esas dos personas (de la interacción de ambos), y sus vidas ejercieron un efecto irrevocable en quién eres tú. Para descubrir tu verdadero Yo, debes admitir que tu realidad empezó en una posición entre las verdades de ellos. Por eso naciste ahí: para adquirir una perspectiva superior (más amplia) de lo que representaban. Tu camino consiste en descubrir una verdad que sea una síntesis superior de lo que esas dos personas creían.

Un ejemplo: mi padre pensaba que la vida consistía en maximizar el hecho de estar vivo, su alegría por ser quién era, y trató de perseguir ese objetivo. Mi madre creía más en el sacrificio -la minimización- y en pasar el tiempo sirviendo a los demás, negándose a sí misma.

¿Y tú qué piensas al respecto? ¿Qué punto de vista elegirías? ¿El de tu madre o el de tu padre?

Una vida correcta debe incluir (conciliar) las dos visiones. Mi vida consiste de alguna manera en combinar sabiamente los dos enfoques: la optimización.

Toda tu vida tendrá que ver con descubrir una espiritualidad que te permita crecer, desarrollar tu potencia.

Podemos entonces, iniciar la siguiente etapa del proceso, que consiste en mirar atentamente todas las cosas que te pasaron desde que naciste.

Después de meditar bien a mis padres, descubrí para qué me había preparado mi experiencia con ellos. Me di cuenta de que mi vida era una síntesis de los dos puntos de vista. Trataba de descubrir cómo somos guiados internamente hacia la misión que sólo nosotros podemos cumplir, sabiendo que es de máxima importancia llevar a cabo esa misión si queremos sentirnos felices y plenos. Si meditaba cómo había evolucionado mi vida, esta cuestión le daría a mi existencia su exacta proporción y me aclararía lo que está pasándome ahora.

Todos debemos ver los cambios significativos en nuestra vida y reinterpretarlos a la luz de nuestra cuestión evolucionista. ¿En qué forma ha avanzado mi experiencia? Piensa cómo encajan entre sí los hechos de tu vida.

Todos debemos pasar todo el tiempo que sea necesario atravesando este proceso de aclarar el pasado. Todos los intereses que te llevaron adelante en tu pasado, todas esas etapas de crecimiento, simplemente te preparaban para estar aquí y ahora. Toda tu vida ha sido un largo camino que te condujo directamente a este momento.

La mayoría de nosotros tenemos un drama de control que debemos trascender, pero en cuanto lo hacemos podemos comprender el sentido más elevado de por qué nacimos de nuestros padres y para qué nos preparaban todos los virajes y las vueltas de nuestra vida. Todos tenemos un propósito espiritual, una misión, que hemos perseguido sin ser del todo conscientes de ello, y una vez que lo traemos totalmente a la conciencia, nuestras vidas pueden despegar.

Al descubrir el propósito, debes seguir adelante, permitir que las coincidencias te guíen hacia una idea cada vez más clara de cómo proseguir tu misión a partir de este punto, y de qué más debes hacer aquí.

Una vez que uno aprende qué es la vida, no hay forma de borrar el conocimiento. Si tratas de hacer otra cosa, siempre tendrás la sensación de que te falta algo.

Este es el proceso espiritual a través del cual una generación evoluciona sobre la realidad heredada para alcanzar una forma más fiel a la verdad. Toda nuestra vida estriba en encontrar la verdad combinada de nuestros antepasados familiares, y en seguir evolucionando sobre esta verdad para alcanzar una forma superior, hasta que comunicar esa verdad pase a ser nuestra misión en la tierra. Una vez comprendemos esa verdad, podemos entender que todas las experiencias, la sincronicidad de nuestra vida, no es sino una preparación de cara a esta misión. Pasa a ser nuestra forma de enaltecer el mundo.