Palabras de Gurdjieff ante su discípulo Ouspenky

Palabras de Gurdjieff ante su discípulo Ouspenky, del libro, “Fragmento de una enseñanza desconocida”:

—Pero si me uno a su grupo, le dije, me encontraré ante un problema muy difícil. No sé si usted exige de sus alumnos la promesa de mantener en secreto todo lo que aprenden; yo no podría hacer semejante promesa. Dos veces en mi vida pude haberme unido a grupos cuyo trabajo, que me interesaba mucho, era análogo al suyo, según creo comprender. Pero en ambos casos, el unirme hubiese significado comprometerme a mantener secreto todo cuanto pudiera haber aprendido. Y en ambos casos rehusé, porque ante todo soy escritor; quiero permanecer absolutamente libre para decidir por mi mismo lo que escribiré y lo que no escribiré. Si me comprometo a mantener en secreto lo que me digan, quizá luego me sería muy difícil separarlo de lo que pudiera ocurrírseme sobre el tema, o de lo que surgiera en mí espontáneamente. Por ejemplo, no sé todavía casi nada acerca de sus ideas; sin embargo, estoy seguro de que cuando comencemos a hablar, llegaremos pronto a las cuestiones del espacio y del tiempo, de las dimensiones superiores, y así sucesivamente. 

Estas son cuestiones sobre las cuales he trabajado desde hace muchos anos. No tengo ninguna duda de que deben ocupar un lugar importante en su sistema.” G. asintió. —Ahora bien, usted ve que si habláramos ahora bajo promesa de silencio, yo no sabría a partir de ese momento lo que podría escribir, y lo que ya no podría escribir. —¿Pero cómo ve usted este problema, entonces? me dijo G. No se debe hablar demasiado. Hay cosas que no se dicen sino a los alumnos. —No podría aceptar esta condición sino temporalmente, dije. Naturalmente, sería ridículo ponerme a escribir en seguida sobre lo que habría aprendido de usted. Pero si usted no quiere en principio hacer un secreto de sus ideas, si usted se interesa sólo en que no sean transmitidas en forma distorsionada, entonces puedo aceptar tal condición, y esperar hasta tener una mejor comprensión de su enseñanza, Cierta vez conocí a un grupo de personas empeñadas en una serie de experimentos científicos sobre una escala muy amplia.

No hacían ningún misterio de sus trabajos. Pero habían puesto la condición de que ninguno de ellos tendría derecho de hablar o escribir acerca de experimento alguno a menos que él mismo pudiese llevarlo a cabo. Mientras él mismo fuese incapaz de repetir el experimento, tendría que callarse. —No pudría haber hecho una mejor formulación, dijo G., y si usted quiere observar esta ley, no surgirá jamás este problema entre nosotros. —¿Hay condiciones para entrar en su grupo? le pregunté. -: Y un hombre que participa, estaría atado desde entonces tanto al grupo como a usted? 

En otros términos, quiero saber si es libre de mirarse y abandonar el trabajo, o bien si debe tomar obligaciones definitivas sobre si. Y ¿qué hace usted con él si no las cumple? —No hay ninguna condición, dijo G., y no puede haberla. Partimos del hecho que el hombre no se conoce a sí mismo, que no es (acentuó esta spalabras), es decir que no es lo que puede y debería ser. Por esta razón no puede comprometerse, ni asumir ninguna obligación. No puede decidir nada en cuanto al futuro. Hoy es una persona, y mañana es otra. Desde luego, no está atado a nosotros en forma alguna, y, si quiere, puede abandonar el trabajo en cualquier instante y marcharse. No existe ninguna obligación, ni en nuestra relación hacia él, ni en la suya respecto a nosotros.

“Puede estudiar, si esto le gusta. Tendrá que hacerlo por largo tiempo y trabajar mucho sobre sí mismo. Si un día llega a aprender lo suficiente, entonces la cosa será diferente. Verá por sí mismo si quiere o no nuestro trabajo. Si lo desea, podrá trabajar con nosotros; si no, puede irse. Hasta ese momento, es libre. Si se queda después de esto, será capaz de decidir o de hacer sus arreglos para el futuro.”Por ejemplo, considere usted esto: no al comienzo, por cierto, sino más tarde, un hombre puede encontrarse en una situación en que al menos por un tiempo debe mantener en secreto algo que ha aprendido. ¿Cómo podría un hombre que no se conoce a sí mismo comprometerse a guardar un secreto? Naturalmente puede prometerlo, pero ¿podrá mantener su promesa? Ya que él no es uno, tiene en sí una multitud de hombres. Uno entre ellos promete y cree que quiere guardar el secreto. Pero mañana otro en él se lo dirá a su mujer o a un amigo frente a una botella de vino, o bien dejará que cualquier vivo le tire de la lengua, y él dirá todo aun sin darse cuenta. O bien alguien le gritará inesperadamente, y al intimidarlo, le hará hacer todo lo que quiera. ¿Qué tipo de obligaciones podría entonces asumir? No, con un hombre tal no hablaremos seriamente. Para ser capaz de guardar un secreto, un hombre debe conocerse y debe ser. Por eso, un hombre tal como lo son todos los hombres, está muy lejos de esto.  “Algunas veces, fijamos condiciones temporales para la gente. Es una prueba.>> Ordinariamente, muy pronto dejan de observarlas, pero esto no importa, porque nunca confiamos un secreto importante a un hombre en el cual no

tenemos confianza. Quiero decir que para nosotros esto no importa, si bien destruye ciertamente nuestra relación con él, y él pierde así su oportunidad de aprender algo de nosotros, si es que hubiera algo que aprender. Esto también puede causar repercusiones desagradables para todos sus amigos personales, aunque quizás ellos no las esperen.” Espero haber respondido las dudas del hermano

Anaketón Merari