FALLAS DE LA BIBLIA 15

FALLAS DE LA BIBLIA
por Dennis McKinsey

Número 15
Marzo de 1984

COMENTARIO

LA TRINIDAD

La creencia trinitaria de que Dios es una unidad que subsiste en tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y que los tres son un dios, iguales en poder y gloria, representa uno de los conceptos más increíbles pero más cruciales de todo el cristianismo. A través de la historia, muchos observadores han señalado su irracionalidad:

“Uno puede decir con sus labios: ‘Creo que Dios es uno, y también tres’, pero nadie puede creerlo, porque las palabras no tienen sentido.” (Qué es la Religión, por León Tolstoi)

“Cuando nos hayamos deshecho de la jerga incomprensible de la aritmética trinitaria, según la cual tres son uno y uno es tres…” (Jefferson’s Works, Vol. 7, p. 210, por H.A. Washington).

“Es demasiado tarde como para que los hombres sinceros finjan creer en el misticismo platónico de que tres son uno y uno es tres, pero que uno no es tres y que los tres no son uno…” (Jefferson’s Works, Vol. 6, p. 192, por H.A. Washington).

Al debatir con creyentes, a menudo les he preguntado: “Cuando Jesús dijo en la cruz: ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’ (Lucas 23:34), ¿a quién le hablaba?”. A esto suelen responder: “A Dios”. Y yo respondo: “Pero pensé que él era Dios”. A lo que suelen responder: “No, es el hijo de Dios”. Y digo yo: “En otras palabras, tenemos dos dioses”. “No”, contestan ellos, “sólo un Dios, pero tres personas.” “Hagamos una pausa y pensemos, amigo mío”, les digo, “tenemos a un ser, una fuente de inteligencia, Dios, hablándole a otro ser, otra fuente de inteligencia, que también es Dios, y aun así vamos a creer que sólo hay un Dios.” Este sencillo diálogo resalta bastante bien la incongruencia del problema. Está claro que la lógica y la razón no tienen nada que ver con la comprensión de la trinidad. Hay poca razón involucrada y, de hecho, muchos apologetas lo admiten, pues cualquier otro enfoque rayaría en la ingenuidad. Muchos ni siquiera intentan defenderla racionalmente. Se limitan a decir que, aunque se opone a la sensatez, sigue siendo cierta. La frase común es que “es un misterio”.

Las creencias de los apologetas que violan las reglas de la lógica y el sentido común se definen con frecuencia como misterios, cosas inabarcables por la mente humana. La fe, que H.L. Mencken definió como “la creencia ilogica en que puede ocurrir lo improbable”, es obligatoria. Como admitió francamente un apologeta: “La Trinidad, es decir, tres personas en una, es un misterio revelado por la Biblia, pero que la mente humana no puede entender (…) es una de esas cosas que deben aceptarse por fe, incluso si no puede razonarse. La Trinidad no puede explicarse, pero debe creerse.” (508 Answers to Bible Questions, p. 168 by M. R. DeHaan). Thomas Jefferson resumió muy bien la situación al decir:

“Ningún hecho histórico está mejor establecido que el de que la doctrina de un Dios, puro y no compuesto, fue la de los primeros años de la cristiandad (…) El abracadabra fantasmal de un Dios como otro Cerbero, con un cuerpo y tres cabezas, nació y creció en la sangre de miles y miles de mártires (…) En realidad, la paradoja de Atanasio, de que uno es tres y tres son uno, es tan incomprensible para la mente humana que ningún hombre sincero puede decir que se ha formado una idea de ella, ¿y cómo puede creer algo de lo que no tiene idea? Quien cree que lo hace sólo se engaña. Demuestra, además, que el hombre, una vez renuncia a su razón, queda sin protección contra los absurdos más monstruosos (…) Con tales personas, la credulidad, que llaman fe, le quita el timón a la mano de la razón, y la mente naufraga.” (Jefferson’s Works, Vol. 7, p. 269-70, por H.A. Washington).

Indudablemente, muchos apologetas concordaron con Ingersoll cuando dijo: “Para salvarse es necesario creer esto. Es una bendición que no tengamos que entenderlo.” (Ingersoll’s Works, Vol.1, p. 496) O en palabras de Thomas Paine: “¿Dónde está la evidencia de que la persona llamada Jesucristo es el hijo engendrado por Dios? El caso no admite evidencia de nuestros sentidos ni de nuestras facultades mentales, ni ha otorgado Dios facultad alguna al hombre por la que semejante cosa pueda ser comprensible.” (The Life and Works of Thomas Paine, Vol. 9, p. 294).

La oposición a la Trinidad no sólo proviene de afuera de la Biblia, sino también de ella misma. No se necesita basarse sólo en los críticos. La Biblia está llena de afirmaciones en el sentido de que Dios es una unidad, es uno solo y no hay nadie como él. Las siguientes son algunas que podrían mencionarse: “…Jehová él es Dios; no hay más fuera de él” (Deuteronomio 4:35); “…por cuanto no hay como tú, ni hay Dios fuera de ti” (2 Samuel 7:22); “…porque yo soy Dios, y no hay más Dios, y nada hay a mí semejante” (Isaías 46:9). Al parecer, Jesús y el Espíritu Santo sí son como él, pues también son Dios. (Ver también: Deuteronomio 4:39, 6:4, Marcos 12:29, Isaías 45:5-6, 1 Crónicas 17:20, 1 Samuel 2:2, 1 Reyes 8:60). A pesar de estos versos y muchos otros, los apologetas siguen basándose en cuatro versos principales para justificar su creencia en la Trinidad: 1 Pedro 1:2, el falsificado 1 Juan 5:7 (“… Porque tres son los que dan testimonio en el cielo…”), 2 Corintios 13:14, y Mateo 28:19 (“bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”). Si estos cuatro versos justifican creer en la trinidad, entonces contradicen a muchos otros que no. Si no la justifican, entonces no le queda mucho fundamento, y el asunto pierde relevancia. A propósito: en la Biblia no aparece la palabra “trinidad”.

Además de numerosas afirmaciones de la unidad e indivisibilidad de Dios, la Biblia da, además, información adicional contraria a la trinidad. Primero, Génesis 6:3 dice que Dios nunca se hará carne. Los judíos interpretan así este verso: “Mi espíritu nunca habitará en el hombre, pues él también es carne”. Pero si Jesús era simultáneamente hombre y dios, entonces la divinidad habría habitado en la carne. Segundo, 2 Crónicas 6:18 y 1 Reyes 8:27 dicen que Dios (es decir, Jesús) nunca habitará la tierra. Tercero, aunque otros le llamaron Dios, Jesús nunca dijo directamente que lo fuera. Según una rama cristiana que ha sido etiquetada de culto, Satanás también fue llamado Dios (2 Corintios 4:4). Cuarto, si el Espíritu Santo es una persona, como sostienen los trinitarios, ¿cómo pudo haber llenado a 120 personas simultáneamente en Hechos 2? Quinto, ¿cómo podría el Hijo, que es Dios eterno, tener la misma edad del Padre, que es Dios eterno? Por definición, un hijo debe ser más joven que el padre, de modo que no pueden ser iguales. Sexto, ¿cómo podría Jesús ser Dios, es decir, eterno, cuando varios versos muestran que él fue creado en un punto particular del tiempo (Apocalipsis 3:14, Proverbios 8:22-23, Colosenses 1:15)? Y para terminar, si Jesús y el Espíritu Santo son Dios, si la trinidad es cierta, entonces la relación de Jesús con María es bien paradójica:

1) Si él era el hijo de María, ella era su madre.
2) Si ella concibió por el Espíritu Santo, siendo uno solo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ella era su mujer.
3) Como Dios es el padre de toda la humanidad, y Dios y Cristo son uno, ella era su hija.
4) Siendo ella hija de Dios, y siendo Jesús hijo de Dios, ella era su hermana.

Ingersoll tal vez resumió el enigma trinitario mejor que nadie cuando dijo:

“Cristo, según la fe, es la segunda persona de la Trinidad, siendo el Padre la primera y el Espíritu Santo la tercera. Cada una de estas personas es Dios. Cristo es su propio padre y su propio hijo. El Espíritu Santo no es ni padre ni hijo, sino ambos. El hijo fue engendrado por el padre, pero existió antes de ser engendrado, siendo el mismo antes y después. Cristo es tan viejo como su padre, y el padre es tan joven como su hijo. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, pero era igual al Padre y al Hijo antes de proceder de ellos, lo que equivale a decir, antes de haber existido, pero él tiene la misma edad que los otros dos. Así, se declara que el Padre es Dios, y el Hijo y el Espíritu Santo son Dios, y que estos tres Dioses hacen un Dios. Según la tabla de multiplicar celestial, uno por uno es igual a tres, y tres por uno es igual a uno, y según la resta celestial, al quitarle dos a tres quedan tres. La suma es igualmente peculiar: si le sumamos dos a uno obtenemos uno. Cada uno igual a sí mismo y a los otros dos. No ha habido ni podrá haber nada más completamente idiota y absurdo que el dogma de la Trinidad.” (Ingersoll’s Works, Vol. 4, p. 266-67).

A la luz de todo esto, ¿por qué, entonces, se aferran tan tercamente los creyentes a una creencia tan irracional que puede destruir su credibilidad intelectual? ¿Por qué insisten en que Jesús es completamente hombre en todo el sentido de la palabra y completamente dios en todo el sentido de la palabra? ¿Por qué? Porque la otra alternativa es peor. Están atrapados entre una pared y un precipicio. A menos que Jesús sea simultáneamente hombre y dios, quedarán sin solución los siguientes problemas: Para empezar, la Biblia dice repetidamente que sólo Dios puede ser el salvador de la humanidad: “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve.” (Isaías 43:11). (Ver también: Oseas 13:4, Salmo 3:8, 37:39, Isaías 43:3). Obviamente, Jesús debe ser Dios si va a salvar a la humanidad, pues ningún simple mortal puede cumplir ese papel. Si Jesús no es dios y hombre simultáneamente, entonces no es más divino que Mahoma o cualquier personaje religioso. Su muerte no pudo ser la piedra angular para la salvación de todos.

Más importante aún es que la trinidad da el único escape disponible para el número tan tremendamente grande de frases contradictorias dichas por el mismo Jesús con respecto a su naturaleza y capacidades. La trinidad es la gran “puerta de escape” del cristianismo. En varias ocasiones Jesús se igualó con Dios, aunque nunca dijo directamente que lo fuera:

a) “Yo y el Padre una cosa somos.” (Juan 10:30)
b) “… El que me ha visto, ha visto al Padre…” (Juan 14:9)
c) “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.” (Juan 1:1)

(Ver también: Juan 10:38, 17:11, 21-23, Colosenses 2:9)

Pero un número aún mayor de frases muestra con claridad que Jesús no se igualó a Dios, caso en el cual no podía ser el salvador de la humanidad:

a) “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno es bueno sino uno, a saber, Dios.” (Mateo 19:17)
b) “…el Padre mayor es que yo.” (Juan 14:28)
c) “Mi doctrina no es mía, sino de aquél que me envió.” (Juan 7:16)
d) “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46)
e) “El cual está a la diestra de Dios, habiendo subido al cielo…” (1 Pedro 3:22)

(Ver también: Marcos 13:32, 1 Corintios 11:3, Juan 5:19, 20:17, Mateo 26:39 y muchos otros).

Los defensores de la Biblia usan el mecanismo de escape con liberalidad alegando que las primeras frases fueron dichas por Jesús el dios y las últimas por Jesús el hombre. Así pueden reconciliarse los comentarios incoherentes de Jesús según dicte la conveniencia. Sin la trinidad, Jesús parecería un joven desesperadamente confundido, más loco que salvador. La trinidad también ofrece el único escape para embrollos como el comentario de Ingersoll sobre la aritmética celestial y la confusa relación de María con Jesús.

Sin embargo, incluso si la trinidad existiera, e incluso si resolviera satisfactoriamente este montón de dilemas, varios problemas quedan por fuera de su alcance. Primero, sigue vigente la pregunta de quién o qué murió en la cruz. ¿Fue Jesús el hombre o Jesús el dios? Si murió Jesús el hombre, entonces no se salvó a nadie, pues la muerte de un hombre no podía redimir a nadie. Si, por el contrario, murió Jesús el dios, entonces tenemos un imposible. Dios no puede morir. Muchos versos señalan que él es inmortal. Así que permanece la pregunta: ¿Quién murió en la cruz? ¿Quién o qué se sacrificó? Como afirmó correctamente un grupo cristiano: “Si Jesús era Dios, entonces durante la muerte de Jesús Dios estuvo sepultado”. Pero tenía que ser Dios quien muriera, pues sólo Dios puede salvar a la humanidad. Segundo, “La ortodoxia siempre ha sostenido que Jesucristo era completamente Dios y perfectamente hombre, y que estas dos naturalezas estaban unidas en una persona…” (Answering Christianity’s Most Puzzling Questions, Vol. 2, p. 14, por Richard Sisson). Pero, ¿cómo podía ser perfecto Jesús el hombre, si todos los hombres han pecado y desmerecen de la gloria de Dios (Romanos 3:23)? Si Jesús no pecó, como dicen varios versos (1 Pedro 2:22, 1 Juan 3:3, 5, 7, 2 Corintios 5:21, Hebreos 4:15, 7:26),entonces no fue humano, pues todos han pecado, de modo que solamente era Dios. Y si era Dios, ¿cómo pudo haber dicho: “El Padre es mayor que yo”? Del otro lado: si estos versos del Jesús “perfecto” sólo se refieren a Jesús el dios, mientras que Jesús el hombre sí pecó, entonces él necesitaba la salvación tanto como cualquier otra persona. ¿Quién murió en la cruz para salvarlo a él? Y finalmente: castigar a un inocente en una cruz para expiar los actos de la humanidad no tiene más sentido que hacer sufrir a toda la humanidad por los actos de Adán. Un ejemplo sencillo: Si yo robara un banco y mi padre se ofreciera voluntariamente a pagar mi sentencia, no existiría justicia, incluso si él estuviera totalmente dispuesto. Castigar a los inocentes por los pecados de los culpables o aceptar el castigo de los inocentes como expiación por la conducta de los culpables no tiene nada que ver con la justicia, sin importar quién esté dispuesto. Ni siquiera es venganza, pues los culpables quedan intactos. Es sed de sangre por el mero gusto de la sangre. Es como si alguien matara a mi esposa durante la noche y yo fuera inmediatamente a matar al primer transeúnte. “El absurdo de la doctrina conocida como ‘La caída del hombre’ dio origen al otro absurdo conocido como ‘La redención’. Así que ahora se insiste en que, tal como se nos acusa justamente del pecado de alguien más, del mismo modo se nos recompensa justamente por las virtudes de otro.” (Ingersoll’s Works, Vol. 2, p. 370)

RESEÑA

A menudo, los apologetas usan versos distintos de los ya expuestos para alegar apoyo bíblico de la trinidad. Sin embargo, son mucho más débiles, debido a la imprecisión de su tema. Por ejemplo, los autores McDowell y Steward usan las palabras de Dios en Génesis 1:26 (Hagamos al hombre a nuestra imagen) y Génesis 3:22 (He aquí el hombre es como uno de Nos) para probar la trinidad. En la página 71 de Answers to Tough Questions dicen: “Aquí se alude a la naturaleza plural de Dios, pues Él no pudo haber estado hablándoles a los ángeles en estos casos, dado que los ángeles no pueden ayudarle a Dios a crear. La Biblia enseña que Jesucristo, y no los ángeles, creó todas las cosas (Juan 1:30, Colosenses 1:15)”. Pero otros apologetas rechazan este argumento. Por ejemplo, en la Enciclopedia de Dificultades Bíblicas, Gleason Archer afirma: “¿Quién, entonces, constituye el “nosotros” de Génesis 3:22? Es concebible que las tres personas de la Trinidad estén involucradas aquí, pero lo más probable es que el “nosotros” se refiera a los ángeles que rodeaban a Dios en el cielo (…) Hay algunos pasajes del Antiguo Testamento que se refieren a los ángeles como ‘bene elohim’ (hijos de Dios), como Job 1:6, 2:1, 38:7…” La Biblia narra numerosas veces cómo los ángeles ayudaban a Dios y cumplían funciones para él. Dios pudo haber “creado” mientras los ángeles le asistían. Las palabras son demasiado vagas y nebulosas en las frases “nuestra imagen” y “uno de nosotros” como para dar confirmación definitiva de la Trinidad. A quién se refiera el “nosotros” es puramente especulativo. La Biblia no da una respuesta definitiva.

Cerrado el tema de la trinidad, la reseña de libros de este número concluirá con un análisis de algunas racionalizaciones interesantes con respecto a los dilemas éticos en la Biblia. En la clásica obra apologética Alleged Discrepancies of the Bible, John Haley empleó constantemente su táctica favorita, agregar al texto para resolver problemas, en clara violación de Apocalipsis 22:18 (“Si alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas que están escritas en este libro”) Usó libremente la táctica de la que se suele acusarr a quienes exponen los defectos de la Biblia, como se muestra en su manera de resolver varias contradicciones:

1) Mateo 7:1 dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”, mientras que Juan 7:24 dice: “No juzguéis según lo que parece, mas juzgad justo juicio”. ¿Debemos o no debemos juzgar? Haley intentó reconciliar esta contradicción diciendo: “El texto de Mateo prohíbe el juicio cruel y áspero, pero no impide emitir decisiones judiciales ni la expresión de nuestras opiniones de manera apropiada (Ibid. p. 284)”. Pero nada demuestra que sólo el juicio “áspero” esté prohibido. Haley ha hecho una distinción que el texto no apoya en absoluto.

2) Proverbios 22:15 dice: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la hará alejar de él”, mientras que Proverbios 27:22 dice: “Aunque majes al necio en un mortero entre granos de trigo a pisón majados, no se quitará de él su necedad”. ¿Debemos o no debemos castigar a palos al niño necio? Haley racionalizó este dilema diciendo: “Estos pasajes se refieren a personas totalmente diferentes. La ‘necedad’, en el primer texto, es la rebeldía incipiente que pertenece, en mayor o menor grado, a los niños, y puede corregirse con la disciplina apropiada. El ‘necio’ del segundo texto es el necio adulto, cuya estupidez es irremediable (Ibid. p. 278)”. Por supuesto, nada justifica atribuir el segundo texto solamente a los adultos.

3) Éxodo 20:17 dice: “No codiciarás (…) cosa alguna de tu prójimo”, mientras que 1 Corintios 12:31 dice: “…procurad los mejores dones…” Entonces, ¿debemos o no debemos ambicionar? Haley “explica” este dilema diciendo: “En el segundo texto, ambicionar implica un vehemente anhelo por las cosas que están legítimamente a nuestro alcance; en el primero, denota un deseo ilícito por las cosas que pertenecen a otro (Ibid. p. 249)”. En realidad, ninguno de los dos versos dice nada sobre cosas “legítimamente” a nuestro alcance. Éxodo 20 dice no codiciarás y punto. No admite excepciones. Ni siquiera menciona un “deseo ilícito”. Haley añade al texto, violando Apocalipsis 22:18 creando arbitrariamente una distinción por completo injustificada. Desde su perspectiva, estaría muy bien, y sería más fácil de defender, si la Biblia incluyera tal distinción, pero, qué lástima, no está por ningún lado.

La costumbre que tiene la Biblia de hablar en términos absolutos es, sin duda, una de sus mayores debilidades. Al no reconocer excepciones, la Biblia mina seriamente su credibilidad. Blanco y negro describen muchas menos situaciones que una gama de grises.

DIÁLOGO Y DEBATE

[cartas que Biblical Errancy recibió durante la época de su distribución original en inglés]

De K. E. N. en Sacramento, California (Parte 3)

[En el número de septiembre 1983 dijimos que, según Levítico 11:13, 19 y Deuteronomio 14:11, 18 el murciélago es un ave. En el número de octubre, el lector K. E. N. dijo que le parecía que “ave” era un término genérico en Levítico y se refería a cualquier variedad de criaturas voladoras. Nuestra respuesta fue que Levítico 11 enumeraba a 20 aves, lo que dejaba fuera de toda que la intención de la lista era hablar de aves. La carta continúa.] … Usted insiste en que, como la ornitología moderna no clasifica al murciélago como ave, la clasificación de Levítico 11 es un craso error (…) Hasta donde puedo ver, usted basa sus conclusiones en dos premisas. (1) En el lenguaje común actual, un ave es un vertebrado de sangre caliente con un cuerpo cubierto de plumas y las extremidades anteriores convertidas completamente en alas. (2) En los pasajes del Levítico, todos los demás ejemplos de aves lo eran en el sentido actual. Por tanto, concluye usted, el murciélago tampoco es un ave en el sentido bíblico y el texto yerra. Sus dos premisas son insostenibles. En el primer caso, los autores y traductores de la versión del Rey James no tenían los conceptos de la zoología moderna y las clasificaciones filogenéticas, así que no podemos esperar que hayan usado las clasificaciones actuales. La lógica más simple le dirá que un subconjunto no define al conjunto, ni siquiera siendo un subconjunto mayoritario. El hecho de que la mayoría de las “aves” enumeradas en Levítico 11 sean aves en el sentido ornitológico moderno no significa que todas deban serlo. Por ejemplo, supongamos que usted elabora una lista de arácnidos, y la lista cae en manos de alguien que no está familiarizado con el término. Esta persona examina la lista y ve que incluye 10 especies de arañas y una especie de escorpión. ¿Esta persona puede suponer correctamente que usted se equivocó, solamente porque la mayoría de las especies de la lista tejen redes y una no? No. (…) La verdad es que yo sencillamente no sé qué querían decir los autores y traductores del Pentateuco con la palabra “ave”. Cualquier versado en semántica le dirá que, en casos de incertidumbre semántica, el crítico honesto le dará al texto el beneficio de la duda. En efecto, el texto es inocente hasta que se pruebe lo contrario.

Respuesta del Editor (Parte 3)

Todo lo que ha hecho, K. E. N., es repetir la trillada defensa apologética de que la Biblia no tenía la intención de ser un libro de ciencia. Más le valdría haber evitado el tema. Ha hecho varios errores dignos de señalar: Primero, es irrelevante que el texto siga o no las reglas de la zoología moderna. El hecho es que la Biblia usó la palabra “ave” y enumeró a 20 animales como miembros de ese grupo. ¿Qué tiene que ver el último, el murciélago, con los otros 19? La Biblia debe de haber tenido algún significado para el término “ave”, o no lo habría usado. Y, sin importar el significado que se usara, el murciélago no podía incluirse a menos que se incluyera a otras criaturas que tampoco fueran aves y se excluyera a muchas que sí lo son. Si la Biblia definiera “ave” como criatura capaz de volar, entonces habría tenido que incluir a millones de insectos y dejar fuera al avestruz y al kiwi, lo cual sería científicamente inexacto. Si la Biblia definiera “ave” como criatura bípeda, entonces muchos primates tendrían que incluirse, lo que de nuevo es inexacto. El asunto es que, sin importar cómo defina “ave” la Biblia, el murciélago no puede enumerarse con los otros 19 animales de Levítico 11. Los primeros 19 solamente tienen características que los distinguen de los demás animales si se omite al murciélago. La Biblia debe de haber tenido alguna definición para la palabra “ave”, y ninguna definición puede tener valor científico si los veinte animales de Levítico 11 aparecen juntos. Segundo, su analogía con respecto a los arácnidos es inexacta por varias razones: (1) Tenemos en las manos una lista de aves y no de arácnidos, y estamos familiarizados con el término “ave”. (2) Los arácnidos se definen como criaturas invertebradas, no como criaturas tejedoras de redes, lo que permite correctamente incluir a los escorpiones. Las aves se definen como vertebrados de sangre caliente con plumas y sin glándulas mamarias; por tanto, no puede incluirse a los murciélagos. En respuesta a su pregunta: Si la definición de arácnido fuera tejedor de redes, su argumento tendría peso. Pero no lo es. Usted admite que “la mayoría” (es decir, 19) de las aves enumeradas en Levítico 19 lo son en el sentido ornitológico moderno. ¿Por qué tratar de racionalizar al número 20?  (3) Su “lógica simple” con respecto a los subconjuntos es inexacta por cuanto no se usó a un subconjunto para definir un conjunto. Se usó un conjunto, el de las aves, al cual todos los subconjuntos tenían que ajustarse. Aunque no esté directamente en la Biblia, para el conjunto debe de haber algún tipo de definición. Y, como se ve, no hay definición utilizable que tengo sentido si uno incluye a los murciélagos. Levítico 11 no es un ejemplo de mala ciencia, sino de ausencia total de ciencia. Con pelo, orejas, colmillos y su hábito de colgarse de cabeza, el murciélago no tiene ni siquiera la apariencia superficial de un ave.

(Parte 4)

¿Por qué insisto tan firmemente en esto? Porque, como ya dije, estoy de su lado. No creo que la Biblia sea una guía histórica, científica ni moral. Quiero difundir esta idea y me gustaría convencer a otros, en particular a los fundamentalistas, quienes han sido los autores de un daño intelectual y social insufrible. Y creo que una de las mejores maneras de hacerlo, como señala usted en el número 8 de Fallas de la Biblia, es hacer públicos los múltiples errores, crueldades y contradicciones de la Biblia. Pero recuerde con quiénes estamos tratando. El fundamentalista típico pisa con pies de plomo. Las disputas banales sobre el significado de las palabras no van a impresionarlos. ¿Por qué perder el tiempo? Fallas de la Biblia sería más efectiva si evitara temas tan nimios, que los fundamentalistas y apologetas verán como mera gimnasia semántica y descartarán. Las páginas de Fallas de la Biblia deberían dedicarse a las contradicciones más graves entre la doctrina y los hechos que los fundamentalistas no pueden hacer a un lado. Y, como sabrá usted, de éstas hay bastantes.

Respuesta del Editor (Parte 4)

El problema, K. E. N., está en su frase “disputas banales”. Primero que todo, ¿qué es una disputa banal? La disputa banal de un hombre es el problema mayúsculo de otro. Segundo, cualquier agencia de investigación que se respete recolecta, almacena y utiliza todos los fragmentos disponibles de evidencia. Observe a los abogados en los tribunales, los policías en un caso, o un químico forense en un laboratorio, y verá lo que significa de verdad buscar minucias. No se puede ignorar nada: todo es importante. ¡Imagine a los albañiles dejando olvidados algunos bloques de una pared porque parecían insignificantes para la estructura! Si quiere derribar un árbol, debe cortar y cortar y cortar. Un solo golpe poderoso no basta. Tercero, ¿quién separará lo banal de lo sustancioso? Yo no. Prefiero presentar lo datos y que otros decidan. Y para terminar, la palabra “infalible” denota perfección. El libro perfecto de Dios no puede tener imperfecciones. ¿Cómo puede un ser perfecto crear un texto imperfecto? Millones de personas no parecen entender toda la importancia de este hecho. Si no es perfecto, no es de Dios. Y si no es de Dios, entonces es de los hombres. Y si es de los hombres, fácilmente pudieron haberlo escrito personas semejantes a nuestros líderes actuales.

(Parte 5)

Una de las primeras reglas de la psicología del debate es cortejar al oponente, ser tan razonable como se pueda. Deles el beneficio de la duda a cada paso, conceda todo punto cuestionable en cada tema cuestionable, no se pierda en nimiedades ni pelee por los significados de las palabras. A pesar de esto, ante cada concesión muéstreles su equivocación. Si Fallas de la Biblia usara este enfoque, el efecto sería devastador.

Respuesta del Editor (Parte 5)

¿Habla en serio, K. E. N.? Seguir su sugerencia causaría devastaciones del lado equivocado. Los apologetas han consumido muchísimo tiempo, dinero y esfuerzo diseñando respuestas “posibles” a cada argumento de esta publicación. Uno no concede nada gratuitamente. Uno obliga a que la oposición pruebe su alegato. Puedo ver que usted nunca ha estado en negociaciones laborales, diálogos de desarme ni debates de resoluciones de la ONU. Las partes suelen pelear por horas acerca de una sola palabra. Recuerde el debate sobre la forma de la mesa en las charlas de la paz de Vietnam celebradas en París. Si va a conceder todo punto cuestionable, podría muy bien concederlo todo.