FALLAS DE LA BIBLIA 9

FALLAS DE LA BIBLIA
por Dennis McKinsey

Número 9
Septiembre de 1983

COMENTARIO

“CIENCIA” BÍBLICA

Por cientos de años, críticos y defensores han debatido la cuestión de si la Biblia tiene validez científica. Los creyentes han sostenido que el libro no sólo concuerda con la ciencia, sino que contiene varias afirmaciones adelantadas a su tiempo. Supuestamente, la Biblia tiene gran sabiduría científica y sólo ahora estamos empezando a descubrirlo. Los críticos como yo creemos que el peor enemigo de la Biblia es ella misma. Desde nuestra perspectiva, contiene afirmaciones más que suficientes para derribar cualquier calificativo de precisión científica. De hecho, muchas de ellas pertenecen claramente al terreno de la mitología y el folclor, mientras que otras son sencillamente falsas. Algunas son tan vagas que es difícil saber qué quieren decir, de modo que los creyentes, naturalmente, escogen la interpretación más científica. Quienes creen que la Biblia es científicamente exacta y más sabia que su época deben leer, digerir y recordar las siguientes afirmaciones que contiene:

a) El murciélago es un ave (Levítico 11:19, Deuteronomio 14:11, 18)
b) Hay aves con cuatro patas (Levítico 11:20-21)
c) Algunos insectos saltones tienen cuatro patas (Levítico 11:22-23)
d) Las liebres rumian (Levítico 11:6)
e) Los conejos rumian (Levítico 11:5)
f) Los camellos no tienen las pezuñas divididas (Levítico 11:4)
g) La Tierra fue formada por y en agua (2 Pedro 3:5)
h) La Tierra descansa sobre columnas (1 Samuel 2:8)
i) La Tierra no se mueve (1 Crónicas 16:30)
j) El arco iris empezó a existir después de la lluvia y la luz del sol (Génesis 9:13)
k) La semilla de mostaza es la más pequeña de todas las semillas y se convierte en la planta más grande (Mateo 13:31-32)
l) La Tierra tiene cuatro extremos (Job 37:3)
m) La Tierra tiene cuatro esquinas (Isaías 11:12, Apocalipsis 7:1)
n) Algunos cuadrúpedos vuelan (Levítico 11:21)
ñ) Los idiomas del mundo no evolucionaron, sino que aparecieron de repente (Génesis 11:6-9)
o) Un feto entiende cuando le hablan (Lucas 1:44)

Algunas frases son tan ambiguas que a menudo los apologetas pueden evadir esos dilemas usando racionalizaciones creativas. Como dijo Ingersoll: “Si el escritor santo usa términos generales, un teólogo ingenioso puede hacer armonizar una afirmación aparentemente ridícula con los hechos más sólidos.” (Ingersoll’s Works, Vol. 5, p. 37) Por ejemplo, Génesis 1:7-8 dice: “E hizo Dios la expansión, y apartó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión (…) Y llamó Dios a la expansión Cielos…” Notando la imposibilidad científica inherente a este relato, algunos apologetas tratan de representar la expansión como nada más que la atmósfera que separa las nubes húmedas de arriba de los océanos de abajo. Algunas afirmaciones bíblicas no sólo están erradas, sino que han sido fatales para sus seguidores. Por ejemplo, Marcos 16:17-18 dice: “Y estas señales seguirán á los que creyeren: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; quitarán serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les dañará…” No hay muchos cristianos dispuestos a beber venenos o manipular serpientes de cascabel para probar la exactitud de la Biblia, aunque algunos lo han intentado. Muchos han muerto porque confiaron en la recomendación bíblica de orar (Santiago 5:13-15: “Y la oración de fe salvará al enfermo”), queriendo evitar el error de Asa (2 Crónicas 16:12) de consultar a los médicos.
El aspecto anticientífico de las enseñanzas bíblicas también se manifiesta en que se habla de muchas criaturas mitológicas como si fueran reales. La manera como se describen y el contexto en que esto ocurre muestran que los escritores bíblicos pensaban que estos seres existían. Algunos de los ejemplos más claros son los basiliscos (Jeremías 8:17, Isaías 11:8, 59:5), unicornios (Deuteronomio 33:17, Salmo 22:21, 29:6, Job 39:9-10), sátiros (Isaías 34:14, 13:21), serpientes de fuego (Números 21:6) y serpientes voladoras (Isaías 14:29). Para terminar, hay que ver los centenares de milagros que hay en la Biblia. Tal vez ellos más que cualquier otra cosa prueban que la Biblia carece de validez científica. Por definición, los milagros tienen causas sobrenaturales y, por definición, la ciencia no trabaja con lo sobrenatural. Para evitar una discusión extensa sobre la existencia de los milagros, sólo diré que casi todos los científicos respetados niegan su existencia y atribuyen a todos los eventos una causa natural y material. Los creyentes nunca pueden mostrar un evento sobrenatural cuando se les pide uno. Invariablemente, los desafíos quedan sin respuesta. Cualquier libro que diga que una mujer se convirtió en sal (Génesis 19:26), que el sol regresó 10 grados en el reloj (2 Reyes 20:11) y que del mar salieron codornices (Números 11:31) va a tener serias dificultades para demostrar su precisión científica ante cualquier mente razonablemente científica. Uno recuerda el chiste sobre el niño de ocho años a quien su madre preguntó por lo que había aprendido en la escuela dominical:
“Pues bien”, dijo él, “el profesor nos contó sobre cuando Dios envió a Moisés tras las líneas enemigas para rescatar a los israelitas de los egipcios. Cuando llegaron al Mar Rojo, Moisés ordenó que los ingenieros construyeran un puente flotante. Luego de que cruzaron, todos se dieron la vuelta y vieron a los tanques egipcios aproximándose. Moisés llamó por radio al centro de operaciones para que enviaran bombarderos a volar el puente y salvar a los israelitas.”
“Bobby,” exclamó su madre, “¿de verdad así les contó la historia el profesor?”
“No exactamente, mamá, pero si te la dijera como él nunca la creerías.”
Casi todos los niños han oído sobre el Mar Rojo partido en dos, la ballena que se tragó a Jonás, la vara que se convirtió en serpiente, y la caminata de Jesús sobre el agua. De hecho, muchos comienzan su análisis crítico de la Biblia dudando de la autenticidad de estas historias. La lógica, la razón y el escepticismo van con una mentalidad científica, no con una de creencias y fe ciega.
En los últimos años, el conflicto entre la ciencia y la Biblia se ha vuelto especialmente pronunciado con respecto a la lucha entre el evolucionismo y el creacionismo. La batalla se ha venido luchando en varias formas: escuelas, bibliotecas, tribunales. Fallas de la Biblia no se involucrará porque el asunto no sólo es externo a la Biblia, sino también demasiado técnico para interesar a la mayoría. Pocos científicos y aún menos personas comunes entienden realmente los detalles de todas las ciencias involucradas en una discusión verdaderamente completa sobre la evolución. La paleontología, geología, biología, astronomía, arqueología, química y antropología son algunas de las disciplinas que uno debe comprender si desea proceder sabiamente. Sin embargo, es interesante cómo ha evolucionado la lucha entre la ciencia y la Biblia. Originalmente, los hallazgos científicos eran denunciados como mentiras blasfemas. Pero, a medida que la ciencia se ha expandido y la evidencia se ha acumulado, muchos apologetas han adoptado una posición más realista. Una y otra vez han reescrito la Biblia, cambiando frases literales a formas figurativas, o diciendo: “Lo que la Biblia quiso decir realmente fue…”. Por ejemplo, sostienen que los siete días de la creación no eran días reales, sino épocas; cuando la Biblia describe milagros no quiere dar a entender que existieron, sino que narra eventos en los que un trucos u otro mecanismo engañó a gente ingenua. Con su sabiduría característica, Ingersoll observó este lento cambio evolutivo: “La iglesia disputó cada paso, negó cada hecho, recurrió a cada estrategia que la astucia podía sugerir o el ingenio ejecutar, pero el conflicto no podía sostenerse. En cuanto concierne a la geología, la Biblia corría peligro de ser desterrada. Golpeada en campo abierto, la iglesia empezó a mentir, a evadir, y a dar nuevos significados a las palabras inspiradas. Finalmente, habiendo sido incapaces las falsedades de hacer armonizar las suposiciones de los bárbaros con los descubrimientos de los genios, los clérigos sugirieron que la Biblia no se había escrito para enseñar astronomía ni geología, y que no era un libro científico…” (Ingersoll’s Works, Vol. 11, p.220) “En los hechos concretos, la Biblia ha dejado de considerarse como un estándar. La ciencia ha logrado romper las cadenas de la teología. Hace pocos años, la ciencia buscaba demostrar que no era incompatible con la Biblia. Ahora las posiciones están invertidas: la religión está tratando de demostrar que la Biblia no es incompatible con la ciencia. El estándar ha cambiado.” (Ibid. Vol. 2, p. 242). “En otras palabras, el estándar ha cambiado: lo antiguo se mide según lo moderno; cuando una afirmación literal de la Biblia no concuerda con los descubrimientos modernos, no se cambian los descubrimientos, sino que se dan nuevos significados al relato antiguo. Ahora no tratamos de reconciliar la ciencia con la Biblia, sino la Biblia con la ciencia.” (Ibid. Vol. 8, p. 151). Sólo los fundamentalistas rígidos siguen tratando de borrar la escritura de la pared. En el quinto capítulo de Daniel, Belsasar no trató de borrar la escritura desagradable de la pared. Escuchó y obró en consecuencia. Uno pensaría que los creyentes aprenderían de esta experiencia. En resumen, la Biblia no es infalible en asuntos científicos. Muchas de sus frases reflejan la era en que se escribieron; los argumentos en contra son todos débiles.

JESÚS, EL FALSO MESÍAS

Como se ha dicho en números anteriores de Fallas de la Biblia, Jesús a menudo hizo aseveraciones y cometió actos que anulan cualquier posibilidad de que se proclamara Mesías. Vale la pena anotar más ejemplos como los siguientes. Marcos 9:25-26 dice: “…[Jesús] reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él. Entonces el espíritu clamando y desgarrándole mucho, salió…”. La frase de Jesús es falsa, pues, si el espíritu era sordo, ¿cómo pudo haber oído a Jesús y salir? Si era mudo, ¿cómo pudo haber gritado? En Marcos 10:19 Jesús dijo: “Sabes los mandamientos: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre”. Jesús necesita volver a leer los Diez Mandamientos. No hay mandamiento en el Antiguo Testamento que ordene no defraudar. La única afirmación relevante al caso está en Levítico 19:13, que dice: “No oprimirás á tu prójimo, ni le robarás”. Ésta es una ley del Antiguo Testamento, pero no está enumerada entre los Diez Mandamientos. En Marcos 8:35, Jesús dijo: “…el que perdiere su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará”. ¿Cómo pudo haber dicho esto Jesús, cuando durante su vida no existía el evangelio? El evangelio no apareció sino después de su muerte.

RESEÑA

En algunas de sus obras apologéticas, Josh McDowell y Don Stewart dan respuestas comunes a quienes cuestionan las credenciales científicas de la Biblia: “La Biblia no es un texto científico. Su propósito no es explicar en términos técnicos los datos técnicos del mundo, sino explicar el propósito de Dios y su relación con el hombre, tratar con lo espiritual. No es de ningún modo un libro técnico para científicos. Las descripciones que la Biblia da sobre la naturaleza no son ni científicas ni anticientíficas, sino que están escritas con palabras que no son técnicas y a menudo son generales, de manera que hasta el lector común pueda seguir la idea. Esto no significa para nada que sus afirmaciones sean incorrectas”. (Answers to Tough Questions, p. 104) El problema con esta explicación es que es irrelevante. No importa si la Biblia es o no un texto científico o si su intención es o no ser una obra técnica. El hecho es que las afirmaciones científicas contenidas en ella son ciertas o son falsas. Son correctas o no lo son. Eso es todo lo que importa. Y cualquier libro que afirme que el murciélago es un ave y que algunas aves tienen cuatro patas está errado. No hay verdad alguna en la afirmación de que “Las descripciones que la Biblia da sobre la naturaleza no son ni científicas ni anticientíficas”. Definitivamente están en la esfera científica, y son falsas.
McDowell y Stewart prosiguen: “Las Escrituras no lanzan ideas fantasiosas sobre la ciencia y el mundo natural (…) Fue Tolomeo quien sugirió que la Tierra era plana. Nosotros reímos cuando leemos tales afirmaciones, pero en la Biblia no hay ideas absurdas como ésta” (Ibid. P. 105). Estos comentarios ni siquiera merecen respuesta. La Biblia está llena de milagros y comentarios científicos errados, como se muestra en el Comentario de este número.
En The Bible is a Scientific Book, el apologeta Gordon Lindsey no sólo defendió la Biblia, sino que aseveró: “La Biblia predijo los grandes inventos de nuestro día” (p. 8). Él sostiene que muchas afirmaciones bíblicas son sólo profecías de desarrollos científicos de los siglos XIX y XX. Por ejemplo, Lindsey sostiene que Isaías 31:5 predice que Jerusalén sería protegida por aviones, como ocurrió en 1917 y durante la guerra árabe-israelí de 1967. Isaías 31:5 dice: “Como las aves que vuelan, así amparará Jehová de los ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, pasando, y salvando”. Pero varias partes del verso muestran que el “avión” del que se habla es Dios. La parte “como las aves que vuelan” se aplica a Dios mismo. Él pasará sobre Jerusalén para defenderla. No hay justificación para suponer una referencia a aviones. La frase “amparará Jehová” da a entender lo mismo. Dios es quien vuela y protege.
En la página 16, Lindsey dice: “Pedro, al citar Joel 2:30, parece referirse a la guerra atómica: ‘Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo’ (Hechos 2:19). No requiere imaginación el ver que ésta es una excelente alusión a la guerra nuclear”. Al contrario, requiere mucha imaginación relacionar este verso con la guerra nuclear, pues cualquier guerra tiene sangre, fuego y humo. Lindsey sostiene que en Job 38:35 se predice la llegada de la radio: “¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan? ¿Y ellos te dirán: Henos aquí?” Pero la radio no envía relámpagos o electricidad por el aire. Envía ondas de radio, y ellas no son electricidad ni relámpagos. Lindsey cita el Salmo 90:10 como evidencia de que la Biblia predijo una expectativa de vida de 70 años. El verso dice: “Los días de nuestra edad son setenta años; que si en los más robustos son ochenta años, con todo su fortaleza es molestia y trabajo; porque es cortado presto, y volamos”. Lindsey concluye: “Hace unos 3.500 años, Moisés (…) dijo que la vida de un hombre sería de 70 años (…) Es asombroso que Moisés, viviendo en una época en que la expectativa de vida había estado declinando con rapidez, hiciera esta afirmación. Ahora consulte usted su almanaque mundial, y verá que actualmente, luego de agotar todos los medios de la ciencia médica moderna, la longevidad es de 70,2 años. La ciencia, por mucho que trate, es incapaz de romper la barrera (…) Dios ha cortado la expectativa de vida humana a 70 años, y allí ha permanecido por 3.500 años. Otra prueba de la veracidad de las Sagradas Escrituras” (Ibid. p. 27-28). Quien esté buscando evidencia de por qué la Biblia y sus defensores deben mantenerse apartados de las aulas de ciencia sólo necesita observar este razonamiento. Es irremediablemente incorrecto. En primer lugar, en la mayoría de los países del mundo la expectativa de vida está bastante debajo de los 70 años. En India y Bangladesh, por ejemplo, la gente se considera vieja a los 50. Sólo los países más avanzados tienen expectativas de vida cercanas a los 70 años. Lindsey debería darse cuenta de que la mayoría de la gente no vive tanto como sus paisanos de Texas. Segundo, la expectativa de vida del estadounidense promedio no ha descendido hasta los 70,2 años desde 1965, así que cualquier afirmación en el sentido de que la ciencia ha alcanzado una barrera infranqueable es falsa. Tercero, la expectativa de vida humana no ha permanecido en los 70 años durante 3.500 años. Muy al contrario: las continuas mejoras en la medicina y la nutrición han generado un alargamiento constante de la expectativa de vida, y sólo recientemente ha llegado a 70 años en promedio. Un razonamiento tendencioso como el que muestra Lindsey sólo puede llevar a conclusiones erróneas.
En Biblical Difficulties, W. Arndt sostiene que la Biblia no habla de una Tierra plana en el Salmo 136:6 e Isaías 11:12, o que reposa sobre columnas en 1 Samuel 2:8. Luego de alegar que son sólo figuras retóricas del lenguaje poético, Arndt dice: “Si no pueden presentarse mejores argumentos que éstos contra la visión bíblica del mundo, la Biblia no tiene mucho que temer al respecto” (Ibid. p. 165). Para empezar, 1 Samuel 2:8 sí dice que la Tierra descansa sobre cuatro columnas, e Isaías 11:12 sí dice que la Tierra tiene cuatro esquinas. Es difícil ver cómo algo podría tener esquinas sin tener lados planos. Pero, si Arndt insiste en darles una interpretación figurada a estas frases imprecisas, que así sea. No son lo suficientemente definitivas como para que una de las partes tenga un argumento concluyente. Pero, ¿qué hay de los comentrarios que son definitivos? El libro de Levítico, por ejemplo, tal vez tenga más comentarios científicamente incorrectos que cualquier otro libro de la Biblia, pero Lindsey lo ignora por completo y Arndt apenas lo toca al pasar. En respuesta a Levítico 11:6, que dice que las liebres rumian, Arndt dice: “Es cierto que los naturalistas modernos afirman que [la liebre] no rumia en absoluto (…) pero sí mueve a veces la mandíbula en una forma que se ve como si rumiara (…) El comentario de que rumia debe tomarse fenoménica y no científicamente (…) Moisés habla de los animales según su apariencia, no con la precisión de un estudioso de anatomía comparada…” (Ibid. p. 119-120). El hecho es que el comentario es falso. Levítico 11:6 dice que las liebres rumian. Y en realidad no lo hacen. Hasta ahí va el asunto. Las racionalizaciones no van a venir al rescate.

CARTAS AL EDITOR

[cartas que Biblical Errancy recibió durante la época de su distribución original en inglés]

De J. S. en Dayton, Ohio

[La edición de junio de 1983] me asombró. Nunca antes había visto nada parecido. Por supuesto, sabía que muchas personas habían escrito ensayos donde atacaban la creencia en la veracidad literal de las escrituras, incluso en libros, pero no imaginaba que había una publicación dedicada a proporcionar un foro que discutiera la validez de la Biblia. Tampoco había conocido u oído hablar de un escéptico (con pocas excepciones) que demostrara un conocimiento tan completo de ese libro. (…) Por años he esperado encontrar a alguien que entendiera mi posición religiosa. Casi todas las personas que conozco, sean creyentes, agnósticos o ateos, parecen compartir en su mayoría una característica común: el dogmatismo. Por supuesto, con los apologetas bíblicos esto es obvio. La mayoría de los agnósticos y ateos tienen el mismo problema, a pesar de que dicen rechazar los dogmas. Sin embargo, su agnosticismo es, en su mayor parte, una rebelión contra el adoctrinamiento religioso de sus padres, no el resultado de un pensamiento crítico. Creyentes e incrédulos por igual toman una posición y construyen argumentos para apoyar su posición. El pensador crítico debe seguir la ruta que indican los argumentos; el pensador dogmático ya sabe adónde quiere llegar, aunque tenga que atravesar la gimnasia verbal e intelectual más elaborada para alcanzarlo. Como señala Bertrand Russell en History of Western Philosophy: “Encontrar argumentos para una conclusión dada de antemano no es hacer filosofía, sino una súplica.”
La actitud que Russell critica no se muestra más claramente que en la orgía de quema y censura de libros que barre el país y se ha convertido en pasatiempo estadounidense. La tremenda amenaza de la derecha religiosa suele recibir buena publicidad; casi todos los días hay un artículo en el periódico sobre un colegio en Oklahoma que arroja treinta y dos copias de Slaughterhouse Five a la caldera, o un avivamiento que se jacta de tener una hoguera alimentada con los escritos de los ministros de Satanás (Voltaire, Russell, Satre, etc.). Lo que rara vez se reporta son las infracciones de la izquierda, como la vez cuando la Iglesia Unitaria quema ceremonialmente en el altar partes de la Biblia, el Corán y otras obras descritas como sexistas o racistas, quema que produce un efecto moralizante sobre la congregación (véase “Cuando la Gente Agradable Quema Libros” en el número de febrero de 1983 de The Progressive) Ésta es la verdadera lección que estas personas les enseñan a sus congregaciones (de derecha o izquierda): la forma de tratar con las ideas que no te gustan es quemarlas.
Me complace que Fallas de la Biblia dé una alternativa cuerda para esta locura: un debate racional abierto. Sólo desearía que algunos de sus suscriptores más apasionados fueran un poco menos emocionales y dogmáticos, y un poco más como usted. Me refiero específicamente a I refer specifically to the person from Richmond, Indiana (ver número de junio de 1983) que llama “libro horrible” a la Biblia (una referencia algo sorprendente en vista de su ocasional defensa de la importancia del amor mutuo) y reconoce no haberla leído, a la vez que sostiene su falsedad. En realidad, le alegra haber encontrado argumentos racionales para una posición que tomó hace tiempo sin usar la razón: “Dejaré que usted haga todo el trabajo y yo tendré los debates con mis amigos cristianos. Éste es exactamente el combustible que necesitaba”. Y un paisano mío escribe: “Puedo ir a una librería cristiana y comprar todos los folletos que me interese quemar…” (ver número de junio de 1983). Supongo que todo lo que usted puede hacer es ser un buen ejemplo y evitar la agresividad. Pienso que la gran mayoría de sus lectores lo respeta mucho, y tendrán más interés en la verdad que en ganar una discusión. Hasta ahora parece haber hecho un buen trabajo al respecto.

Respuesta del Editor

Apreciado J. S.: Demuestra usted una altísima sabiduría para su edad. Aunque muchos de sus comentarios se salen de la Biblia misma, lo que sobrepasa el campo de acción normal de esta publicación, me gustaría responder a algunos de sus puntos más sobresalientes. Primero, su desdén por la quema de libros está bien fundado. La respuesta que Fallas de la Biblia tiene para esa actividad es no sólo no quemar los escritos de la oposición, sino imprimirlos. Segundo, su descripción de Fallas de la Biblia como un foro de debate racional abierto es exacta. Es un foro para las dos partes, no un podio o púlpito para una sola. Tercero, Fallas de la Biblia no siempre concuerda con las opiniones expresadas en las cartas al editor. Se imprimen porque son pensamientos interesantes, no santas escrituras. Por último, aunque Fallas de la Biblia evita la agresividad y los insultos, no faltan para nada en las cartas que recibimos. Cuando se publican, Fallas de la Biblia no se une al lenguaje que utilizan. Hace falta decir mucho acerca de la Biblia como para dedicarnos a algo distinto del análisis objetivo y desapasionado. Sin embargo, si algunos lectores desean expresarse más gráficamente, están en su derecho.

De B. L. C. en Green Bay, Wisconsin

Dennis: Después de leer cuidadosamente el número de junio, puedo decir que su trabajo me parece fascinante e inspirador. Me gustaría saber si su publicación se extiende hasta incluir el debate sobre la autenticidad del Sudario de Turín. A partir de lo que he leído, el Sudario parece dar pruebas claras de que (a) Jesucristo sí existió, (b) fue crucificado en la manera que describe el Antiguo Testamento, y (c) en especial, la única forma en que pudo haberse proyectado la imagen a la tela parece haber sido una radiación instantánea que brotó del cuerpo. Al parecer, muchos científicos que examinaron el Sudario en 1978 se niegan a admitirlo porque no lo pueden repetir en un laboratorio y porque el método científico excluye la posibilidad de un ser sobrenatural. [Esta carta concluye diciendo que la evidencia científica apoya la resurrección de Jesús y citando Verdict on the Shroud, en el que dos científicos afirman que “la probablidad de que el hombre del sudario no sea Jesucristo es una en 82.944.000”.]

Respuesta del Editor

Apreciado B. L. C.: Luego de un completo y profundo análisis científico sobre el asunto, dos ardientes defensores de la Biblia concluyeron: “La evidencia hasta ahora no da ningún apoyo a la autenticidad del Sudario como las ropas funerarias de Cristo” (Answers to Tough Questions, por McDowell and Stewart, p. 169). A mí también me parece difícil creer que puedan hallarse rastros que conecten esta tela a una persona específica de hace 2.000 años. No puedo evitar sentir que la probabilidad es una en 82.944.000 de que sea la mortaja de Jesucristo. En cualquier caso, el tema es externo a la Biblia y al terreno de esta publicación. No tratamos temas extrabíblicos en profundidad a menos que sea inevitable. No puede hacerse un estudio eficaz de la Biblia basándose en asuntos de esta naturaleza. Uno debe quedarse adentro. Las discusiones extrabíblicas suelen volverse más entretenidas que informativas o convincentes.