Indígenas americanos del norte y del sur: una red de conversación

Indígenas americanos del norte y del sur: una red de conversación

(Artículo tomado de la publicacion Indian Country Today)

El acuerdo que ha estado creciendo entre los pueblos indígenas americanos y sus organizaciones, tanto en el Norte como en el Sur, juega un papel histórico grande y significativo en este momento en que las condiciones políticas entre los Estados Unidos y la América Latina comienzan a desintegrarse.

La capacidad de recuperación de los indígenas americanos del hemisferio occidental es asombrosa y el hecho que naciones tribales dialogan unas con otras es una señal de la existencia de un punto de referencia muy particular. Las relaciones amistosas y las asociaciones entre la gente indígena se han desarrollado sobre bases culturales. El discurso indígena en torno al concepto de la tenencia de la tierra es también diferente al concepto de la cultura dominante.

La discusión del indígena sobre la relación de los seres humanos con el mundo natural es particular también. Los problemas que sufren en común, como son el racismo, el desprecio y la opresión colonial, son tan verídicos, como ciertas son las aspiraciones compartidas sobre las libertades políticas y el mejoramiento económico de las comunidades. Esto significa que la discusión que es compartida entre los indígenas americanos, a nivel hemisférico, contiene un alto grado de compromiso con los valores humanos universales.

Por más de 30 años, indígenas de Norteamérica, Centroamérica, el Caribe y Suramérica, han estado activamente reuniéndose para tratar sobre una gran variedad de asuntos y eventos. Amistades y alianzas sobre el desarrollo y los derechos humanos se han forjado y multiplicado en las últimas tres décadas, a la vez que se han coordinado campañas internacionales efectuadas por representantes de base de las diferentes comunidades y por gente profesional. Todas las más de 1,000 diferentes naciones indígenas, dispersas a través de todo el hemisferio occidental y cada una con seres emparentados, de una manera u otra han hecho acercamientos a sus contrapartes. De estas actividades han surgido muchas asociaciones orgánicas, basadas en la gama de elementos que tienen en común.

Con la reciente elección del indígena aymara Evo Morales como presidente de Bolivia, se ha manifestado de manera obvia que el movimiento de base indígena, inspirado en principios democráticos, en la última década ha logrado una madurez vigorosa en la América Latina. Entre los países andinos, Perú y Ecuador cuentan con una población indígena bien sustancial que continúa organizándose y envolviéndose más y más cada día en la actividad cívica de sus países respectivos. Movimientos indígenas han ganado terreno en Chile, en el norte de Venezuela, en la América Central y en México. Estos eventos no son otra cosa que movimientos democráticos de pueblo, y el mejor consejo que se le puede dar a los Estados Unidos es que entienda y acoja estas aspiraciones.

Desafortunadamente para los que hacen la política en los Estados Unidos, muchos de estos movimiento emergentes han chocado de frente con un gran número de las políticas de mercado que han sido dictadas por esta nación después de la caída de la Unión Soviética. Los trabajadores pobres de muchas regiones de la América Latina, empantanados en la miseria, se están enlistando voluntariamente en la corriente de cambio que abiertamente está propulsando Venezuela, la que se caracteriza por el reto lanzado a los Estados Unidos y a los carteles de energía árabes, referente al interés de éstos en los recursos de la América del Sur.

En su artículo “Las guerra de los oleoductos en Suramérica: el bloque de Chávez está en carrera contra el cartel del petróleo para hacer una red en el Continente” (“Native Americans: Hemispheric Journal of Indigenous Issues”, Fall/Winter 2001; www.ww4report.com/node/1531 ), el periodista Bill Weinberg hizo un destaque del grupo que se opone a los intereses de E.U. y que se está consolidando en la América del Sur, dirigido por Hugo Chávez de Venezuela y mediante una unión forjada con Bolivia, Brasil, Argentina, Uruguay y recientemente Chile. Se está fraguando una batalla por los recursos de este hemisferio, con este bloque de naciones lanzando un reto al concepto de la extracción de recursos que tiene las corporaciones transnacionales. Las naciones del sur están proponiendo reducir la venta de sus recursos naturales a los Estados Unidos para estimular el uso de estos para inyectarle una nueva vida económica a sus propios países, los que han estado asediados por la pobreza y asolados por la expoliación de sus recursos.

Escribió Weinberg: “Los proyectos corporativos invariablemente unen los pozos petroleros del interior del Amazonas y del Orinoco, con las costas del Pacífico y del Caribe … [sin embargo] … el pilar principal del plan de Chávez no une estos pozos con las costas, sino que cruzan el Amazonas para unir a las naciones suramericanas, unas con otras.”

La propuesta de Chávez — a quien el senador americano John McCain llama “un hombre loco”– se conoce como PetroAmérica, que es una empresa regional de los sectores productores de petróleo. ” Puede que se tome como una locura lo de Chávez retar a los Estados Unidos, pero Chávez está lejos de ser una persona estúpida, y además, está inmensamente dedicado a su causa. Sus propuestas no sólo están integrando a la América Latina y el Caribe; los principios que promulga se nutren, además, de los temas de la autosuficiencia y de la re-inversión de las ganancias en el desarrollo de programas sociales.” Haciendo alusión a la misión inconclusa de Simón Bolívar, considerada por muchos como una sagrada, el movimiento de Chávez se está tornando sumamente popular a través de esta región.

El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva y el presidente de Argentina, Nestor Kirchner, se han sumado a la propuesta del presidente Chávez para la instalación de un gasoducto a lo largo del Continente, con una extensión de 6.214 millas de largo y a un costo de 20 mil millones de dólares. Esta propuesta “espina dorsal” en Suramérica “comenzaría en la costa caribeña de Venezuela, corriendo a lo largo de Brasil hasta llegar a la Argentina.”

Cuba, que es una nación considerada paria por los Estados Unidos, pero formalmente aceptada por el resto de las Américas, incluyendo Canada, participa de este acuerdo. El presidente cubano, Fidel Castro, es un confidente de varios jefes de estado, particularmente de Chávez y de Morales, y ha hecho disponible a la gente pobre de la América Latina los amplios recursos médicos de Cuba para el desarrollo de una iniciativa que ha adquirido gran destaque y que se fundamenta en operaciones quirúrgicas para la recuperación de la vista. Venezuela, usando su riqueza petrolera, enlista miles de médicos adiestrados en Cuba para llevar a cabo esta gran iniciativa, dirigida a proveer servicios de salud al pueblo directamente, así como para el adiestramiento sobre estos servicios, ofrecido a miles de latinoamericanos pobres en una docena de países. Este enfoque, que beneficia a la población indígena más pobre, ha sido reconocido y dado a conocer ampliamente. Sólo en los Estados Unidos este singular movimiento a favor de la salud no ha sido divulgado por los medios de comunicación pública.

Las iniciativas de Chávez, tan llenas de energía y dadas a conocer ampliamente, han tomado por sorpresa a los que hacen la política pública de los Estados Unidos y a los medios de comunicación de esta nación. Como resultado, el público norteamericano ha estado mal informado. En gran medida, y por otro lado, los expertos en los E.U. han ignorado la sensación de traición tan apabullante que la política fiscal de este país genera en las masas de los pueblos de la América Latina.

La retórica tan retante del nuevo liderato de la América Latina está enviando una señal sobre la posibilidad de pérdida de una fuente de recursos para los Estados Unidos. La red globalizada de la iniciativa PetroAmérica de Chávez no conduce a los Estados Unidos. Primero, esta red busca integrar a la América Latina, y segundo, en el mercado internacional intenta efectuar grandes ventas a China. Esto está provocado la ira de los Estados Unidos y advertencias de su Departamento de la Defensa, aunque los que diseñan la política de esta nación están perdidos en cuanto a como contraarrestar el desarrollo de la red que está siendo promovida por Chávez en un mundo multi-lateral.

Hacen su entrada las relaciones tribales.

En medio de esta creciente ruptura entre los Estados Unidos y la mayoría de las corrientes políticas de la América Latina, están surgiendo y traslapándose las redes indígenas, las que ahora se están manifestando con mayor intensidad por el apoyo que están dando de una manera abarcadora y profunda nunca antes vista (apoyo dado primero por Venezuela y luego por Bolivia) a los derechos culturales y a la actividad política de sus pueblos indígenas. Las relaciones entre la gente indígena y la manera como se efectúan éstas entre sus pueblos, resultan ser un instrumento efectivo para continuar dialogando, negociando y llevando a cabo el intercambio comercial. En general, resultan ser un medio para apoyar la paz — y no la guerra — y para darle estabilidad a las relaciones entre las naciones del mundo. En ningún otro sitio esto es más posible de realizarse que en las Américas.

Recientemente, delegaciones de indígenas de Norteamérica asistieron a la inauguración de Evo Morales, y han estado representado a sus pueblos y naciones en eventos en Venezuela, Chile y otros lugares desde hace ya algunos años. Esto ha ido a la par con los cambios políticos que han estado ocurriendo. Relaciones de amistad perdurables se han establecido a través de muchas fronteras, como resultado de que la gente indígena se ha estado comunicando. Esto ofrece, en potencia, una oportunidad excelente para tender puentes en una dirección que quizá pueda evitar que haya una guerra más en las Américas.

A este efecto, a continuación reseñamos un evento interesante. No hace mucho el Departamento de Estado de los E.U. auspició la jira por comunidades y organizaciones de indígenas norteamericanos, de una delegación de representantes legislativos indígenas pertenecientes al movimiento hacia el socialismo que preside Evo Morales. La delegación fue de visita donde quiso, asistiendo a seminarios en Washington, D.C. y sosteniendo reuniones con líderes indígenas, incluyendo con uno de la nación Haudenosaunee. La relación de entendimiento que tan fácilmente se estableció se hizo notable, haciéndose evidente una vez más que la gente nativa, aún las de grandes y diferentes orígenes y situaciones de vida, podían encontrar bases en común dentro del espacio de una historia y de una cultura que es compartida. Muy significativamente, las discusiones se tornaban vigorosas cuando se trataban propuestas sobre actividades de intercambio y de comercio.

Los líderes de Norteamérica necesitan enfocarse en la realidad de que una gran parte de sus propuestas para el resto del mundo no propenden a promover la amistad. El poder corporativo ejercido con crudeza, evidenciado por las actividades privatizadoras que golpean la tradición, es demasiado muchas veces bien negativo para la gente pobre. Esta práctica se ha tornado representativa de los Estados Unidos y tiene una gran dosis de violencia cruda y brutal.

Una gran parte del mundo es bien tribal y está regido por la tradición. No obstante los deseos ilusorios de los que elaboran políticas utópicas en los Estados Unidos, como la del destino manifiesto rampante y la de las prácticas eugenésicas en las Américas, la realidad es que estas políticas sólo se pueden lograr mediante la guerra.

Quizá más que cualquier otro grupo en Norteamérica, los índigenas americanos conocen y aprecian ese estilo de acercamiento que permite dirigirse a las cultras que están basadas en las tradiciones de la tierra y en los clanes, como son las de las Américas. Esto hace que sea posible que del Norte dimane un diálogo positivo y edificante, tomando en cuenta que con sus prácticas de adaptación y de supervivencia es que los idígenas americanos han abordado estos retos impuestos por la colonización. Es un posicionamiento muy particular, dentro de los Estados Unidos y en el hemisferio, esta búsqueda de la Gran Paz en base a un diálogo justo y decidido en torno a la convivencia pacífica, a la felicidad de las gentes y a la Madre Tierra, hasta una séptima generación.

Nota: Este artículo es una traducción del original en inglés: American Indians North and South: A Web of Discourse, Editors Report/ Indian Country Today, Feb. 21, 2006.)

American Indians North and South: A Web for Discourse
Editors Report / Indian Country Today
Feb 21, 2006

NOTE FROM RAY: Two years ago, a group of us collected native arts, crafts, jewelry, etc. to send to a gathering of Brazilian tribal leaders. Our gifts to them showcased everything from turquoise and silver from the Navajo to cedar roses from the Lummi. But the big surprise is that the ones who recieved the gifts from us did not even know that there were any Indians in North America. Now they are eager to establish relationships with tribes outside of their own area. I just returned from a 3 week trip to a reservation in Brazil and they are so glad to make connections. So this article today might help you to see that many native groups are figuring out how to relate and work together. Thanks for listening!
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The covenant that has been growing between American Indian peoples and their organizations, north and south, has a great and historic role to play as the political conditions between the United States and Latin America disintegrate.

The resilience of American Indian peoples in the Western Hemisphere is remarkable, and the very existence of tribal nations that converse with each other signals a distinct point of reference. Friendships and partnerships among indigenous peoples have grown fundamentally on cultural grounds. Indigenous discourse around the concept of land-based kinship nations is distinct.

The Indian discussion that focuses the relationship of human beings with the natural world is genuinely unique. The common problems of disregard, racism and colonialist oppression are as true as the shared aspirations to political freedoms and economic improvements in community life. Which is to say: The shared discussion among American Indi! ans – he mispherically – contains a large commitment to universal human values.

Actively for more than 30 years, North American, Central American, Caribbean and South American Indian peoples have met on a wide range of issues and events. Lasting friendships and alliances toward development and human rights projects mushroomed during the last three decades as a third generation of Native grass-roots community representatives and professional counterparts coordinated international campaigns. The more than 1,000 distinct kinship nations of indigenous peoples throughout the Western Hemisphere have all in one way or another reached out to their counterparts; and many organic partnerships, based on a range of mutual recognitions, have emerged.

Recently made obvious with the election of Aymara Indian Evo Morales as Bolivia’s new president, a democratically inspired, grass-roots indigenous movement has come to vigorous maturity in the past decade in Latin America. Among the Andean countries, Peru and Ecuadorhave substantial Indian populations which continue to organize and engage the civic lives of their countries. Indigenous movements have made ground in Chile and northward in Venezuela, Central America and Mexico. These are nothing less than democratic peoples’ movements, and the United States is best advised to understand and accommodate their aspirations.

Unfortunately for U.S. policy-makers, many of these resurgent movements have run head-on into many of the market-driven policies dictated by the United States after the fall of the Soviet Union. Mired in misery under the strict measures that affect poor working people throughout the region, they are willingly enlisted in the current of Latin American countries, openly propelled by Venezuela, which is intent on challenging U.S. and even Arab energy cartels for the resources of the southern American hemisphere.

In ”South American Pipeline Wars: Chavez Bloc Races with Oil Cartel to Grid the Continent” (”Native Americas: Hemispheric J! ournal o f Indigenous Issues,” Fall/Winter 2001; www.ww4report.com/node/1531), journalist Bill Weinberg noted the U.S. oppositional group consolidating in South America, led by Venezuela’s Hugo Chavez and coalescing Bolivia, Brazil, Argentina, Uruguay and now Chile. A battle is brewing over the hemisphere’s resources, with this Latin American bloc of countries challenging the extractive concept of resource development conducted by transnational corporations. The southern countries are proposing curtailing sales to the United States and encouraging the use of the natural resources of their countries to inject new economic life into their own poverty-stricken, long-ravaged region.

Wrote Weinberg: ”The corporate projects invariably link oilfields in the continental interior the Amazon and Orinoco basins with the Pacific and Caribbean coasts for export to the United States … [However] … the main pillar of the Chave plan does not link the Amazon to the sea but crosses the Amazon to link the South American nations to one another.”

Chavez, who Sen. John McCain calls ”a crazy man,” proposes ”PetroAmerica, a regional joint venture of state-sector oil companies.” Chavez may be crazy to challenge the United States, but he is not stupid – and he is immensely dedicated to his cause. His proposals are not only integrating Latin America and the Caribbean; his stated principles invoke themes of self-sufficiency and the reinvestment of ”profits into development and social programs.” Calling on the sacred unfinished mission of Simon Bolivar, Chavez’s movement is becoming very popular across the region.

Brazilian President Luiz Inacio Lula da Silva and Argentine President Nestor Kirchner have signed on to Chavez’s proposal for a $20 billion, 6,214-mile, gas pipeline running the length of the continent. This proposed ”spinal chord” of South America would ”start at Venezuela’s Caribbean coast and run t! hrough B razil before reaching Argentina, dissecting the Amazon Basin.”

Cuba, pariah to the United States but formally accepted in the rest of the Americas, including Canada, figures in. Cuban President Fidel Castro is a confidante of several heads of state, particularly Chavez and Morales, and he has partnered his country’s large supply of doctors in a popular initiative to perform eyesight recovery surgery for poor people in Latin America. Venezuela, using its oil wealth, enlists thousands of Cuban-trained doctors in this major initiative to provide direct health services as well as training for tens of thousands of poor Latin Americans in a dozen countries. A concentration on the ”poorest of the poor” indigenous population is widely noted. Only in the United States does this unique health movement go unreported.

Chavez’s energetic and hugely publicized initiatives have largely caught U.S. policy-makers and media, and thus the American public, ill-informed. By and large, American pundits have igored the stunning sense of betrayal American fiscal policies generate in the Latin American masses.

The challenging rhetoric of the new Latin American leadership signals a likely loss of resources. The global linkage for Chavez’s PetroAmerica initiative does not lead to the United States. First, it seeks to integrate Latin America; but internationally, it intends big sales to China. This triggers anger and warnings from the U.S. Department of Defense, but policy-makers are at a loss how to curtail the new linkages of countries in a multi-lateral world.

Enter tribal relations.
Emergent and overlapping in this growing rupture between the United States and the major Latin American political current are the indigenous networks, as first Venezuela and then Bolivia turn to support Indian cultural rights and inspire political activity in deeper and more widespread ways than ever before. Relations among Indian peoples in the Americas may prove a way to continue to talk, negotiate, carr! y on tra de and commerce, and generally support peace over war as the way to stabilize relations between nations of the world. Nowhere is this more possible than in the Americas.

Just recently, delegations of North American Indians attended the Morales inauguration; and they have been represented at events in Venezuela, Chile and elsewhere, recently and in past years, as the Latin American political shift has taken place. Long-standing friendships are established as Native people speak with each other across many boundaries. This has excellent bridge-building potential – the kind of direction that can perhaps keep America from yet one more war.

Here is an interesting sign. Not long ago, the U.S. State Department sponsored a tour of North American Indian communities and organizations by Bolivian Indian congressmen from Evo Morales’ political party, Movement Toward Socialism. The delegation went wherever they wanted, attending seminars in Washington, D.C., and holding meetings with Indian leaders, inclding one Haudenosaunee nation. The easy rapport was noticeable as, once again, Native people from vastly different situations and backgrounds found common ground in a shared sense of history and culture. Significantly, discussions energized around potential trade and commerce proposals.

American leaders need to focus on the reality that a good percentage of their prescription for the rest of the world has not been people-friendly. Raw corporate power, rewarded by tradition-busting privatization, is too often very negative for poor people. It has become the representation of the United States and it has its share of raw ugliness.

The world outside the United States is very tribal and tradition-bound; and the rampant, ethnic-cleansing manifest destiny that created the power of America is not reproducible by starting a war, despite the wishful thinking of utopian policy-makers.

Perhaps more than most in North America, American Indians appreciate an approach that knows how to speak! to the traditions of land-based and clan-based tribal cultures. This is particularly true of the Americas, where a more positive dialogue emanating from the North is still possible. Adaptation and survival was the Indian approach. It is a distinct positioning, within the United States and hemispherically, to seek a great peace predicated on fair and resolute dialogue on the peace and happiness of the peoples and mother earth unto the seventh generation.

©Indian Country Today

Source: Our Daily Frybread