Simbolismos en la Celebración del Día de Muertos

XANTOLO – MIJKAILJUITL
Simbolismos en la Celebración del Día de Muertos
El nombre indígena de esta celebración es Xantolo vocablo latín
nahuatlizado (del latín Sanctorum, cuyo significado es “Todos los Santos”),
antiguamente se llamaba mijkailjuitl que significa fiesta de muertos.

LA TRADICIÓN INDÍGENA: La ofrenda indígena se remonta al periodo
preclásico tardío, unos 1800 años a. de C., pues sepultaban a sus muertos con
ofrendas específicas. Más tarde, más o menos 1500 años a. de C., los
pueblos del periodo preclásico sepultaban los cadáveres acompañados con
ricas ofrendas de cerámica, alimentos y utensilios personales. El culto
a los muertos en los pueblos prehispánicos es la concepción de una
nueva vida en el más allá, en la región de los Dioses, de la vida y del
alimento: Ometecuhtli y Omecíhuatl y de ahí la idea de acompañar a los
difuntos con lo necesario para esa nueva vida, presidida por
Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, dioses que vivían en el Mictlán: lugar de los
muertos. Los integrantes de esos pueblos antes de sacar un cadáver de su
casa le colocaban mucha comida y flores; después de exhumarlos le
honraban durante cuatro días, colocándole ofrendas hasta dos veces al día.
El noveno mes del calendario azteca, que comenzaba el 8 de agosto,
estaba dedicado a la fiesta de los pequeños difuntos, y era además la
preparación para la celebración del mes siguiente que estaba dedicado a los
adultos fallecidos. En él se les festejaba con ofrendas de alimentos y
bebidas. Después de la conquista las fiestas para los chicos y grandes
dejaron de celebrarse en el mes de agosto.

¿Conque he de irme, cual flores que fenecen?
¿Nada será mi nombre alguna vez?
¿Nada dejaré en pos de mí en la tierra?
¡Al menos flores, al menos cantos!
¿Cómo ha de obrar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir, a brotar de la tierra?
Sólo dejaré de ir cuando se acaben los jardines.
¿Qué será de mi fama con el tiempo?
¿Dejaré cuando menos unas flores, cuando menos unos cantos?
¿Qué hará mi corazón?
¿En vano hemos llegado a aparecer en el mundo?

“Decían los antiguos que cuando morían, los hombres no perecían, sino
que de nuevo comenzaban a vivir, casi despertando de un sueño y se
volvían espíritus o dioses. Y cuando alguno se moría, de él solían decir que
era Teotl.” SAHAGÚN

Una de las concepciones fundamentales del mundo antiguo, es la idea de
la indestructibilidad de la fuerza vital, que subsiste más allá de la
muerte. Su observación les enseñó que todo está sometido a un constante
proceso de transformación; que la forma cambia, puede ser, es y es
destruida, pero que conserva la fuerza vital a la cual debe su existencia;
lo eterno, aquello que no puede desaparecer, pues una y otra vez vuelve
a resurgir en forma distinta. En esta idea de la resurrección reside el
verdadero sentido de la vida que no se pierde, que se conserva, se
renueva y vuelve a nacer. Para el creyente, la muerte es el reencuentro
pues cree en un más allá y muere feliz de reintegrarse al universo. Para
él, el muerto sigue vivo en la otra vida, en el recuerdo y en el corazón
del que le guarda luto.
En la idea de que la vida contiene ya el germen de la muerte, se
expresa un principio dualista. La idea de la resurrección humana se basa en
la reaparición de los astros después de que han descendido detrás del
horizonte al mundo de los muertos, y también en el surgimiento del maíz,
después de ser arrojado a las entrañas de la tierra, muere y renace
transformado en una hermosa planta.
El hombre de la civilización occidental, considera la muerte
-simbolizada en las Parcas de los griegos, que cortan el hilo de la vida- como el
fin. La tragedia griega fue uno de los modos de dignificar la muerte y
con la crucifixión de Cristo y su resurrección se pretende llegar a la
muerte de la muerte.
En México existe la idea de que en el más allá se le da al difunto
licencia para visitar a sus parientes que se han quedado en la tierra y por
tanto, hay que festejar y agasajar a tan ilustre huésped. En ocasiones
se riegan flores y hojas para que el difunto no se extravíe. Son los
muertos quienes inician el convite y que nadie puede tocar sus manjares
mientras ellos no se hayan servido libremente. Cada difunto tiene su
puesto señalado en la mesa y está representado por una vela encendida. (La
llama simboliza el espíritu del muerto y de los dioses). Después de
aceptar el difunto la ofrenda y haberse llevado el olor de los platillos,
los vivos se regalan con las buenas cosas.

¿A dónde iré?
¿A dónde iré?
El camino del Dios Dual.
¿Por ventura es tu casa en el lugar de los descarnados?,
¿Acaso en el interior del cielo?
¿O solamente aquí en la tierra es el lugar de los descarnados?
Ms. Cantares Mexicanos, Fol. 35 v.

Para hablar del Mictlán (lugar de los muertos) y de Mictlantecuhtli y
Mictlancihuatl (señor y señora de la muerte) tenemos que desprendernos
de la concepción occidental de la muerte. En efecto, para nuestros
viejos abuelos la relación de la vida está indisolublemente unida a la
muerte, binomio dialéctico vida-muerte, muerte-vida. No podemos tener
conciencia plena de la vida, sino existe conciencia plena de la muerte.
Esta enseñanza que todos los días nos lo hace vivir el propio
Sol-Tonatiuh, naciendo incansablemente por oriente y muriendo indefectiblemente
por el poniente; lo mismo que Tonantzin “nuestra querida madre” o
Xochiquetzal “la señora de las flores” que permanentemente siguen este ciclo
cósmico del nacer y el morir – morir y nacer. “Ni la naturaleza ni el
hombre están condenados a la muerte eterna. Las fuerzas de la
resurrección actúan: el sol reaparece cada mañana después de haber pasado la
noche “bajo la llanura divina”, Teotlallitic. Venus – Quetzalcoatl muere y
renace; el maíz – centli muere y renace; del mismo modo que la luna
desaparece del cielo y reaparece al ritmo de sus fases. La muerte y la
vida son dos aspectos de una misma realidad. La vida brota de la muerte,
como la pequeña planta, del grano que se descompone en el seno de la
tierra. El guerrero muerto en el campo de batalla o en la piedra de los
sacrificios se convertía en un “compañero del águila”, cuauhtecatl, es
decir, en un compañero del sol”.

“cuando morimos,
no en verdad morimos,
porque vivimos, resucitamos,
seguimos viviendo, despertamos,
Esto nos hace felices

¿Acaso de verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
Aunque sea jade se quiebra,
Aunque sea oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí”.

La vida, en el México antiguo, tenía como principal objetivo llegar
purificado a la muerte, que no era otra cosa, que LA VIDA LUMINOSA DE LA
CONCIENCIA. Vivir para morir, sufrir para vivir eternamente. De esta
manera la vida era un desafío y al mismo tiempo una maravillosa
oportunidad, un pasillo que conducía a la puerta de la inmortalidad.
El Mictlán era un lugar místico dentro de la concepción filosófica del
mundo mesoamericano, punto de contacto entre la tierra y el inframundo,
puerta de entrada al pavoroso mundo de la nada. En Oaxaca tenemos a
Mitla población situada a 40 Km., al oriente de la ciudad. En Zapoteco se
conoce como Lyobaá que significa “lugar de descanso”. La planta
arquitectónica (un patio central y cuatro habitaciones en su costado), la
observamos en casi toda la arquitectura mesoamericana. En su conjunto,
forma la llamada cruz de Quetzalcóatl o Quincunce, los cinco puntos
integrados por el patio y las cuatro habitaciones; esta cruz tiene el punto
central que simboliza el encuentro del cielo y la tierra. En el caso del
grupo “del Norte” y de “las columnas”, hacia la parte Norte, que es el
rumbo de la muerte se encuentra una entrada secreta a un espacio
“hermético”.

LOS AZTECAS Y EL CULTO A LA MUERTE
La fiesta de muertos está vinculada con el calendario agrícola
prehispánico, porque es la única fiesta que se celebraba cuando iniciaba la
recolección o cosecha. Es decir, es el primer gran banquete después de la
temporada de escasez de los meses anteriores y que se compartía hasta
con los muertos. El rey-poeta Netzahualcóyotl (1391-1472) dice:

Somos mortales, todos habremos de irnos,
todos habremos de morir en la tierra…
Como una pintura, nos iremos borrando.
Como una flor, nos iremos secando aquí sobre la tierra…
Meditadlo, señores águilas y tigres,
aunque fuerais de jade, aunque fuerais de oro,
también allá iréis al lugar de los descansos.
Tendremos que despertar, nadie habrá de quedar.

Se considera que morir es sólo el alejamiento material de este mundo y
el paso hacia un más allá que nadie conoce. Se tiene la seguridad de
que en realidad no se muere: “Cuando morimos la carne se va a dejar al
camposanto, pero el espíritu no sabemos, el espíritu no muere porque es
fuerte”. Esta idea se refleja en la costumbre de surtir a los difuntos
con todo lo que necesitan durante su viaje al otro mundo, que durará
siete años, después de los cuales se irán en definitiva. En la caja se
ponen siete granos de maíz, siete granos de fríjol, siete tortillas, siete
cruces de palma bendita, cera bendecida, agua bendita en un guaje y
espinas para que no los molesten los malos espíritus.
Las ceras alumbran el camino de quienes tendrán que llegar; un caminito
hecho de pétalos de flor de cempazúchil ó flor de muerto, que va de la
entrada principal al altar, guía el peregrinaje anual de los muertos,
cuyo retorno permitirá que la familia entera se reencuentre, beba, coma
y conviva junta. El humo del copal purifica y aleja a los malos
espíritus.

FIESTA DE MUERTOS ENTRE LOS MEXICAS
En Tepepan ponen un ayate nuevo y una mazorca para el que le gustó
pizcar. En San Luis ofrecen morrales a quienes fueron buenos sembradores.
En Santa Cruz Acapixtla agregan ropa e instrumentos de labranza. “La
alumbrada” consiste en encender ceras sobre las tumbas de los niños (la
noche del 1o. de noviembre) y sobre los sepulcros de los grandes (todo el
día 2 de noviembre). “Dar la calavera” es una costumbre que se observa
el día 3 de noviembre, cuando se intercambian las ofrendas entre las
familias. En Santa Cruz Acapixtla se acude al panteón el 29 de septiembre
a invitar a los difuntos a visitar sus casas los días 1o. y 2 de
noviembre.
De México a Ecuador, la gente indígena tiene celebraciones en
conmemoración de los muertos en varias formas. Las ofrendas consisten en
alimento, flores y objetos que ayudan al muerto a pasar las nueve pruebas del
inframundo.
Mictlantecuhtli, el dios de la muerte, no castigaba al muerto por los
pecados de su vida en la tierra. Todo lo contrario, lo liberaba de sus
penas, y los muertos iban al lugar que era determinado, no por su manera
de vivir, sino por su manera de morir. Después de la muerte, los
guerreros alzaban vuelo alrededor del sol convertidos en colibríes y
mariposas. Con ellos, alzaban vuelo las mujeres que habían muerto de parto,
dadoras de vida, ellas mismas guerreras. Aquellos que habían muerto en
circunstancias relacionadas con el agua-como ahogados, fulminados por un
rayo o de gota o hidropesía-jugaban dichosos en el paraíso de la eterna
primavera. Los niños iban al Árbol Ceiba Nodriza, que goteaba leche
para ellos. Todos los demás iban a Mictlán, con sus nueve mundos
subterráneos y fríos, donde se desvanecían paulatinamente hasta la quietud
total.
Con la conquista se implantó en México un nuevo protocolo de rituales
funerarios. Los cientos de frailes católicos trajeron una cosmología
paralela en ciertos aspectos a la de los aztecas, y sus ideas llegaron a
impregnarse con las creencias indígenas. Los santos se unieron a la
jerarquía de los dioses aztecas; el cielo y el infierno añadieron nuevas
dimensiones a Mictlán; los Días de los Muertos se fundieron con los ritos
de cosecha de Mictlantecuhtli.

DÍA DE MUERTOS
Para los antiguos mexicanos morir era necesario para nacer, porque la
muerte era la gran engendradora de la vida. Su representación era la
Diosa Coatlicue, que era a su vez diosa de la tierra y de la vida. En la
cultura mexicana no había ni bien ni mal. No había cielo ni infierno y
no había miedo a la muerte. Al morir, sin importar su edad o condición
social, todos iban al “Tzontémoc” donde los acompañaban las mujeres que
habían fallecido en parto, quienes eran diosas y portadoras de la buena
suerte. En cambio, quienes morían en la guerra iban al reino del sol y
4 años después se convertían en aves de colorido plumaje. Aquellos que
morían por alguna causa relacionada con el agua (un rayo, ahogamiento)
iban al reino del dios de la lluvia, donde era siempre verano y había
lluvias, por eso a esos muertos se les enterraba acompañados de semillas
y herramientas para sembrar.
Con la imposición de la religión cristiana por parte de los
colonizadores españoles, las imágenes de los dioses cristianos fueron superpuestas
sobre las imágenes de los dioses antiguos. Así la diosa Coatlicue pasa
a ser la virgen Guadalupe-Coatlicue. Y los ritos del día de muertos se
combinan con la festividad cristiana de todos los santos.
En la época actual hay pueblos del centro y sur de México donde al
morir alguien, se le coloca en el ataúd, agua, cerillos, sal y monedas. El
agua es para que el difunto beba, los cerillos son para que se ilumine
en el oscuro camino que va a recorrer, la sal es para que el cuerpo no
se corrompa antes que llegue a la otra vida y las monedas son para
pagar a un “Escuintle” o perro sagrado, quien le ayudará a cruzar a nado un
río que el difunto encontrará en su camino. Después de ese río se
abrirán dos caminos: uno que conduce al cielo y otro que conduce al
infierno. Por eso la fiesta de los muertos es la afirmación de que existe el
alma. Y en esta celebración se recuerda al alma.
La ofrenda debe contener agua para saciar la sed del difunto, sahumerio
de incienso o copal para purificar el ambiente, flores de
“Cempasúchitl” o flor de muerto para hacer un camino que guíe al difunto hacia su
ofrenda, monedas y un perro negro para ayudarlo a cruzar “el río de las
siete Brazas”, velas, para que ilumine su camino de regreso y una vara
de rosal para que espante al demonio. También debe tener hojas de palma
y papel picado de colores para adornar la ofrenda. Y no deben faltar el
Pan de Muerto y las calaveras de azúcar.

LA OFRENDA TOTONACA – NINÍN: “CULTO A LOS MUERTOS”
Ninín se refiere a los muertos entre los totonacos y lo constituye una
serie de ceremonias rituales. Desde el 31 de octubre da comienzo la
festividad de los Fieles Difuntos, los que murieron en forma natural. De
esta fecha hasta el 1 de noviembre llegan las ánimas de los niños
(Laqsq’at’án), y del 1 al 2 de noviembre llegan las ánimas de los adultos; se
cree que llegan en forma de insectos a comer la ofrenda, porque su olor
les despierta el apetito. Por eso se prefiere alimento recién hecho y
caliente. Como se tiene la creencia de la presencia “etérea” de los
muertos, estos sólo pueden apropiarse de la esencia u olores de las comidas
que ahí se ofrecen, de ahí que a su llegada al medio día del 2 de
noviembre, que es la cita para ellos, los alimentos deben estar calientes,
con el fin de que despidan sus vapores aromáticos. Para que los
difuntos se sientan en su ambiente es que se adorna el altar con estrellas de
palma que simbolizan el cielo.

LOS DIAS DE LOS MUERTOS SE DESARROLLAN EN TRES MOMENTOS:
Día de San Lucas, el 18 de octubre. En este día prácticamente da
comienzo la celebración de los muertos; San Lucas es patrón de los difuntos
que murieron en forma violenta, los asesinados, los ahogados, o los que
murieron por alguna enfermedad extraña, pues son guiados por el mal o
por la deidad del agua o de los ríos (Áktsin) y se les identifica como
los “malos aires” que traen enfermedades. En cambio el destino es
diferente para los que murieron en forma natural. El altar se instala en el
interior de la casa, junto al de los santos católicos, y se venera a San
Lucas.
La primera ofrenda se hace el 18 de octubre día de Sn. Lucas,
ofrendando café y aguardiente. El día de la flor es el 30 de octubre. El 31 es
el día de los niños. El día de los muertos grandes es el 1º de
noviembre. El 2 de noviembre es el día de la bendición. (A mediodía). En estos
días se ofrendan los alimentos a las ánimas, y se dice que también
vuelven las ánimas solas: aquellos difuntos que no tuvieron familia o
pariente alguno en la vida; se les pone su ofrenda en un pequeño altar que va
colocado en el exterior de la casa, o en el patio o el camino. Se dice
que estas ánimas solas no pueden entrar a la casa grande, y su pequeña
ofrenda consiste en una taza de chocolate, pan y tamales con una
veladora encendida.

AKTUMAJAT, OCTAVA O FIN DE LA FESTIVIDAD: Las ánimas aún no se han
retirado por completo, por eso se les vuelve a colocar su ofrenda a los
ocho días, que es la octava, y de nuevo se adornan los altares que se han
reservado para ese día. Se cree que en ese día se van definitivamente
al mundo de los muertos y ello se vuelve ocasión para visitar el
cementerio, a fin de llevar ofrenda, último momento para “encaminarlos” y ya
no volverán hasta el año siguiente.

LOS MAYAS
Los mayas concebían el tiempo en forma cíclica, concepto fundamentado
en el eterno movimiento del sol, la luna y los cuerpos celestes. Esta
concepción estaba ligada a un espacio universal en el que tenía lugar el
fluir infinito del tiempo. Estaba constituido por la tierra, que era un
plano rectangular, con trece planos celestes por arriba y nueve mundos
inferiores por abajo. En el centro había una ceiba (Ceiba Pentandral),
el Ya’axche’, sagrado y primigenio árbol verde de la vida, que
atravesaba todos los espacios, uniéndolos entre sí.
Creían en un solo dios llamado Hunab K’u, creador de los cielos, la
tierra y de todo lo existente en esta vida. En las esquinas del mundo
estaban los Bacabes sosteniéndolo, cada uno con sus características
propias: al norte estaba Xaman y su color era el blanco; al sur, Nojol, de
color amarillo; al este, Lak’in, con su color rojo; y al oeste Chik’in, al
que le correspondía el color negro. Los trece espacios celestiales eran
llamados Óoxlajuntik’uj, y correspondían a las ramas superiores más
frondosas de la ceiba, a cuya sombra se gozaba de frescura y descanso
eterno. Cada uno estaba regido por una deidad. Las raíces gruesas y
profundas del Ya’axche’ conducían a los nueve mundos inferiores o Bolontik’uj,
cada uno vigilado por su guardián protector.
Éste era el lugar en el que los ciclos de los humanos se enlazaban a
las secuencias divinas que regían sus destinos. El recorrido del sol,
principio de vida y movimiento: asciende del oriente iluminando los cielos
hasta ocultarse por el poniente y penetra en el inframundo convertido
en jaguar para luchar contra las fuerzas de la oscuridad durante la
noche, y renacer triunfante una vez más, y otra, y otra, y otra. Esta
cosmovisión estuvo y está presente en la cultura maya; normó la economía de
la vida cotidiana, los saberes, las fiestas y sus rituales, el culto a
los dioses, la simbología del arte y la arquitectura.
Para los mayas, la vida humana estaba constituida por el Pixan, regalo
que los dioses entregaban al hombre desde el momento en que era
engendrado; este fluido vital determinaba el vigor y la energía del individuo,
era una fuerza que condicionaba la conducta de cada hombre y las
características de su vida futura. El elemento que viajaría al inframundo al
sobrevenir la muerte física.
Creían que el mundo de los vivos, el de los muertos y el de los dioses,
estaban unidos por caminos en forma de serpientes fantásticas por donde
transitaban las ánimas. Estos lazos eran fervorosamente mantenidos
mediante ritos propiciatorios, rezos y plegarias. Conducían a los difuntos
hasta el cielo correspondiente, y eran también el camino de retorno
desde su lugar junto a los dioses hasta su resurrección en el vientre de
las mujeres embarazadas.
Los mayas recibían la muerte como un evento natural. Apenas fallecía un
individuo se le amortajaba y para evitar la falta de alimento en su
otra vida, se le ponía en la boca masa de maíz molido. En su tumba, se
colocaban junto a él ofrendas que mostraran su rango social, oficio y
sexo, así como sus pertenencias. Si era guerrero se le ponían sus armas; si
era sacerdote, sus libros sagrados, sus cuentas para predecir el
futuro; si era mujer, las piedras para moler maíz y sus herramientas para
tejer. Además se enterraba a un perro que guiaría al Pixan de su amo en el
azaroso viaje a la eternidad. De día, los deudos lloraban al difunto en
silencio, y de noche, lo hacían con gritos y lamentos.
El paso de la vida a la muerte era difícil y delicado. Se creía que las
almas de los muertos no abandonaban la tierra inmediatamente después
del deceso. Permanecían entre sus familiares llevando la vida de
costumbre sin darse cuenta de su cambio de estado. La revelación de lo ocurrido
tenía lugar días después y hasta entonces el alma emprendía el viaje al
lugar que le correspondiera. Este trance se prolongaba con las almas de
los adultos, las cuales se resistían a dejar el cuerpo por temor a los
Okol Pixan o ladrones de almas, que rondaban en los momentos de agonía;
este peligro era sorteado mediante la presencia de un Aj K’iin para
auxiliar al moribundo poniéndolo bajo la protección de Junab K’uj. Cuando
la agonía se prolongaba demasiado, un familiar le daba al difunto doce
azotes suaves con una soga para aligerar la partida del alma que al
desprenderse del cuerpo salía de la casa por las pequeñas aberturas de los
extremos del jo’olnaj che’ o viga mayor.
A los muertos comunes y sin rango se les sepultaba bajo el piso de sus
casas o en la parte trasera de éstas, que posteriormente eran
abandonadas por los familiares. Por el contrario, los señores y gobernantes eran
enterrados en hermosas tumbas -algunas de ellas de la más exquisita
arquitectura en cuyas paredes, la pintura y la escultura contaban las
historias de las dinastías y los linajes sagrados. Sus rostros eran
cubiertos con máscaras de mosaico de jade, símbolo de abundancia y vida. Los
nobles, los guerreros y los sacerdotes prestigiados socialmente, eran
incinerados y sus cenizas se depositaban en urnas de barro en forma de
ollas o figurillas. O bien se les cercenaba la cabeza para reverenciarla.
Ésta se cocía, se descoronaba y se partía en dos, aserrándola de lado a
lado. La parte frontal se pintaba con betún o era modelada con los
rasgos del difunto en los espacios vacíos, decorándola con piedras
preciosas. Estos cráneos se custodiaban en los altares familiares cuyo diseño
reproducía la forma del Universo.
La mesas de los altares era el plano rectangular que representaba a la
tierra; sus soportes -los bacabes- eran cuatro horquetas que se
prolongaban por encima de este plano y se amarraban con corteza de árboles,
haciéndolas convergir en el centro de la mesa. En ella se depositaba
copal, agua, sal, fuego, miel, maíz, cacao, baálche’, pozole, semillas,
frutas, plumas, piedras preciosas, algodón y cera, ofrendas benditas para
propiciar el feliz encuentro de los Pixanes con la Madre Tierra.

La muerte en Yucatán
En Yucatán, la muerte es vista como continuidad, permanencia y
renovación. Todos la cargamos, es nuestra compañera de viaje, nos alerta contra
el peligro recordándonos a cada momento nuestra naturaleza mortal y
limitada. El antropólogo José Tec Poot (1949-1985), rescató de la
tradición oral este hermoso poema.

Tucul in cah u yahal cab
Tukul in cah u yocol kin
Tech tun in tuculé
Tech can a bis in pool chikin

Pensando estoy cuando amanece,
Pensando estoy cuando cae el sol,
Entonces tú, pensamiento mío,
Has de llevarme hasta la muerte.

Estas palabras ilustran claramente, porqué nos relacionamos con la
muerte con naturalidad.

HANAL PIXAN o Comida de Ánimas
Es una tradición de Yucatán que tiene muchos años, y sirve para
recordar a los familiares que han fallecido, se llama en maya: Hanal Pixan,
que quiere decir: comida para las animas. Hanal comida (la h en maya
tiene sonido de j) y pixán = ánima. Es la ceremonia de ceremonias realizada
para honrar a nuestros ancestros, para establecer y mantener el vínculo
entre vivos y muertos. La heredamos de nuestros padres y abuelos,
quienes nos enseñaron la costumbre de respetar y recordar a los que se nos
han adelantado en el camino. El Hanal Pixan tiene lugar los días 31 de
octubre para las almas infantiles; 1o. de noviembre para las adultas; el
2 para los fieles difuntos y se prolonga por ocho días en algunas
comunidades. En mesas de uso cotidiano cubiertas con manteles limpios y
bordados se pone la tradicional Cruz Verde, los retratos de los difuntos y
la comida y bebidas que más apetecían en vida, acompañándolas con
frutas, flores, velas, panes, cigarrillos, sal y un vaso con agua. Esto
último es indispensable, pues el ánima viene sedienta de tan largo viaje y
deberá ser alimentada para resistir tan duro esfuerzo. Por ello la
ofrenda es generosa.
En algunas comunidades del -sur, centro y oriente del Estado, es
costumbre colocar velas para iluminar el trayecto de las ánimas, e impedir
que sean molestadas por los demonios. En la víspera de la celebración se
cree que cae una ligera llovizna porque los muertos lavan sus ropas
para venir a la Tierra. Asimismo, se considera que los cazadores de venado
no deben ir a la cacería, pues corren el peligro de dispararle al alma
de algún ‘tirador’ difunto; y las bordadoras de huipiles no deben
trabajar en esos días, pues pueden coser la piel de algún muerto. A los
niños recién nacidos se les anudan hilos de color negro en las muñecas para
protegerlos de los malos espíritus que rondan en esos días.
Las personas dicen que desde el 31 de octubre hasta el 30 de noviembre,
las ánimas de las personas que han muerto, tienen permiso para venir a
la tierra y estar con nosotros todo el mes de noviembre, y como son
visitas hay que darles comida, bebidas y mostrarles que se les quiere. Por
eso se hace una comida especial para ellas, las ánimas, que son los
mucbil pollos o pibes, son tamales horneados grandes, redondos, con carne
de pollo y de cerdo.
Hay una leyenda que algunas personas cuentan en estos días de hanal
pixan y te la vamos a contar: El último día de octubre, o sea el 31, no se
debe salir a la medianoche porque a esa hora todas las ánimas están
caminando por las calles como en una procesión y llevan velas encendidas.
Dicen que son las ánimas que están llegando. Esa procesión no se debe
ver, porque puede ser que una de esas ánimas, que parecen personas de
carne y hueso, se acerque a uno y le de una vela encendida que tampoco se
debe agarrar, ya que si uno la acepta, al día siguiente esa vela se
habrá convertido en un hueso humano y la persona que la recibió se puede
enfermar muchísimo e inclusive se puede morir.
Historiadores y cronistas, como Fray Diego de Landa y Cogolludo,
aseguran que entre los mayas no existían cementerios en sus ciudades. El
maya sepulta sus muertos en su propia morada. El entierro lo hacían a
espaldas de su casa, en un patio libre de malezas y bien barrido, donde era
abierta una fosa y en la misma tierra, sin ataúd, colocaban el cadáver
introduciéndole en la boca cierta cantidad de masa de maíz bien cocida,
llamada “keyem” para que pudiera alimentarse mientras reposaba. Hecho
el entierro, colocaban una señal para identificar la tumba. Generalmente
consistía ésta en un corralejo de dos metros en cuadro, hecho de
varillas o palos: “coloc-ch”. Y en tiempos de la colonia marcaban aquellos
sitios con una tosca Cruz de madera que colocaban dentro del cuadro.
Debido a esta práctica indígena de sepultar los muertos en casa para
tenerlos cerca, a fin de poderles ofrendar presentes que consistían en
alimentos, frutas y ceras, nació la costumbre de hacer en los días de
difuntos los “pibil-uahes” o “mucbipollos. De ahí el “Hanal-Pixan”, que
quiere decir: “banquete de las ánimas”. En las casas y campos, colocan
jícaras de atole y cajetes de comida dedicados a los difuntos; y creen
firmemente que, invisibles, descienden las almas a tomar una parte de
ella, que es lo que llaman “tomar la gracia”. Las comidas se acompañan de
un delicado licor de anís llamado xtabentún o de atoles y también de
dulces y frutos regionales. Cada familia elabora su propio altar de tres
niveles que instala en un lugar especial de la casa. En el primer nivel
se pone la ropa, en el segundo los alimentos, flores, frutas y juguetes
(ofrenda para las almas de los niños) y en el nivel superior se coloca
una cruz fabricada con ramas. Para las animas solas (las almas sin
parientes), se cuelgan jícaras con porciones de comida y bebida en el árbol
de la entrada o en el marco de la puerta de la casa. Se alumbran el
camino con cirios para que las flamas orienten a las ánimas hasta su
ofrenda iluminada con velas de colores. Si en la ofrenda en la ofrenda
encontramos una vela negra, esta representando a una mujer que fue viuda,
una vela blanca a una virgen difunta y una azul, a un infante.

ORIGEN DE LA FIESTA DE TODOS LOS SANTOS
Se celebra en la iglesia Católica el 1 de noviembre y tiene por
finalidad honrar a todos los santos canonizados y a los que no lo han sido
todavía. Fue creada por el papa Gregorio IV en el siglo IX y desde
entonces se celebra. En su etapa primitiva, esta fiesta nació en las
catacumbas de Roma, al honrar en una ceremonia general a los mártires cristianos
que fueron sacrificados en tiempos del emperador Diocleciano.
FUSIÓN DE DOS CULTURAS: En el siglo XVI tuvo efecto un encuentro de
culturas, la española y la indígena, en el cual los vencedores trataron de
imponer su idioma, sus costumbres y religión, la católica, y en cambio
los vencidos lucharon por preservar sus propios valores culturales. Con
la introducción de una nueva concepción religiosa, tres fueron las
órdenes que se establecieron durante la primera mitad de este siglo en
nuestro territorio: los Franciscanos en el año 1524 los Dominicos en 1526 y
los Agustinos –que desembarcaron en Veracruz- en 1533. Ellos trajeron
el miedo a la muerte, que es a la vez el temor al juicio final y por lo
tanto al infierno. También introdujeron al esqueleto acompañado de una
guadaña, todo lo cual significa el preludio de nuevas catástrofes o
desgracias.
Los españoles hallaron ideas parecidas a las del cristianismo entre los
mexicas, como la creencia de la inmortalidad del alma -pues al
desprenderse del cuerpo ésta podía ir a morar, según hubiera sido la muerte, al
Tlalocan o paraíso de Tláloc, o al lugar donde residía Mictlantecuhtli,
señor de los muertos-, así como el culto a los muertos, que presenta
hondas raíces prehispánicas.
La celebración de Todos Santos es una costumbre que se han transmitido
de generación a generación. Es consecuencia de la creencia de que,
según la edad, les era permitido a los muertos “salir” de sus tumbas en una
manifestación de fuerza llamada ánima, algo abstracto, es decir, el
espíritu de ellos, que venía a estar entre los suyos. Tal situación
acontecía del 1 al 3 de noviembre de cada año y sucedía así: DIA 1: “Día de
los chiquitos” o niños. DIA 2: “Día de los grandes” o adultos. DIA 3:
“Día del retorno” y de la entrega de ofrendas o comestibles a las
amistades.
La presencia de los franciscanos en el siglo XVI fue determinante en la
fusión de elementos indígenas y españoles que aparecen constantemente
en el Altar de Muertos. Los colores (negro, morado, amarillo y rojo)
llenos de significado dentro de las dos religiones dan la peculiaridad al
altar. El papel picado en diseños geométricos es negro y morado; el
negro hace referencia, en la religión prehispánica al Tlilan, el lugar de
la negrura, y al Mictlán, es decir el sitio de los muertos; y el
morado, es una influencia de la religión católica, que significa luto. En
esta profusión de colores sombríos, resplandece la flor de cempoalxuchitl,
símbolo de la luz, del sol y de la vida. El rojo de la “mano de león” o
“moco de pavo”, significa específicamente la expresión de la sangre de
Cristo y la Resurrección, así como la vida humana y animal.

Las almas van llegando por días (al mediodía). Y solo tienen estos días
permiso para poder visitar a sus familiares y amigos vivos.
28 de Octubre: Llegan las almas de las personas que hayan muerto
ahogadas.
29 de Octubre: llegan las almas de los muertos por accidentes,
asesinatos, desgracias o en forma violenta.
30 de Octubre: Llegan las almas de los niños del Limbo. En algunos
lugares se dice que en este día se regresan las almas de los muertos del 29
de Octubre.
31 de Octubre: Llegan las almas de los niños y adultos no bautizados.
1 de Noviembre: Llegan las almas de los adultos.
2 de Noviembre: regreso de todas las almas al lugar de los Muertos.

Las creencias varían de región en región
El 27 de octubre, los espíritus de aquellas almas sin sobrevivientes y
sin hogar para visitar, son recibidas en algunos pueblos con pan y
jarras de agua colgadas afuera de las casas. Las ofrendas son pobres, pero
por lo menos las almas huérfanas encuentran algo. El 29 de octubre, a
aquellos que murieron por accidente, asesinato o de otras formas de
muerte violenta, se les ofrece alimentos y bebidas afuera de la casa o en
el patio para evitar que entren los espíritus malignos de almas sin
perdonar. En la noche del 31 de octubre, los niños muertos vienen a visitar
el hogar; para el mediodía del primero de noviembre ya tendrían que
haberse ido. Las campanas tocan toda la tarde para saludar a los ‘fieles
difuntos.’ La familia da la bienvenida formal al difunto más reciente y,
a través de él, se saluda a los otros antepasados. A la puesta del sol,
la familia se traslada al panteón para una vigilia de comunión con
todos sus fieles difuntos. Se prenden las velas sobre las tumbas, una por
cada alma ida. En algunos lugares se colocan alimentos en las tumbas.
Para la noche del 2 de noviembre la fiesta ha terminado. Las almas
regresan al mundo de los muertos, estimuladas a partir por enmascarados del
pueblo cuya misión es asustar a las almas más renuentes a salir.
Según la tradición la forma de colocar el altar, es haciendo 3 niveles,
la parte alta representa el cielo, la segunda el Limbo y la tercera la
Tierra. Hay mucha significancia en los elementos del altar de los
muertos. La imagen de las Ánimas del purgatorio sirve para obtener la salida
del purgatorio del alma de nuestro difunto por si acaso se encontrara
ahí. La cruz pequeña de ceniza se pone por si el ánima se encontraba en
el purgatorio, ayudándolo a salir de ahí para continuar su viaje hasta
la presencia del Creador. La cruz grande de ceniza sirve para que al
llegar el ánima hasta el altar, pueda expiar sus culpas pendientes. Los
cirios morados o si el candelero lleva ornato morado, son señal de
duelo. 4 cirios en cruz, representan los 4 puntos cardinales, de manera que
el ánima pueda orientarse hasta encontrar su camino y su casa. 3
calaveras chicas en nivel bajo, son dedicadas a la Santísima Trinidad, y una
grande en el mismo nivel, al Padre Eterno. El agua es para que se moje
los labios resecos por el largo viaje desde el más allá. El licor,
tequila preferentemente, es para que recuerde los acontecimientos
agradables durante su vida. El copal sirve para que su humo limpie el lugar de
malos espíritus y así pueda entrar el ánima a su casa sin ningún
peligro. En muchos lugares se acostumbra a poner en la ofrenda los objetos de
trabajo u objetos que usó en vida el muerto.

Requerimientos de un altar de muertos: Retrato del difunto. Pintura de
las Ánimas del Purgatorio. Cirios morados en pares. Calaveras grandes
de azúcar. Calaveras de azúcar medianas. Candeleros. Incensarios. Jarra
y vaso de vidrio transparente con agua natural. Cazuelas con comida.
Chiquihuite tortillero. Botella de licor, vaso ‘caballito’ (para tequila)
salero, platito con limón partido. Pan de muerto. Papel de china morado
o rosa oscuro, tantos pliegos como superficie se pretenda cubrir.
Flores de zempoalxochitl. Copal. Ocote en rajas. Carbón de madera. Ceniza de
leña.

Elementos esenciales de una ofrenda familiar y su significado
EL ALTAR: se levanta sobre una mesa cubierta con un mantel bordado o
deshilado, dos arcos de carrizo adornados con flores de papel de china
abombado; a este conjunto se le llama portada o retablo. En el altar de
muertos se enciende una vela a cada persona, llamándole por su nombre al
encenderla.
EL RETABLO: Empotradas en la pared, junto al altar, figuran imágenes de
santos y una cruz, que representa la resurrección y la vida.
EL AGUA: Representa el principio de la vida, purifica y lava.
EL INCIENSO: Se utiliza como medio de unirse a Dios con la oración.
LA SAL: Representa que nosotros algún día nos convertiremos en sal.
LOS CIRIOS: Sirven para guiar los pasos de las ánimas en su viaje a la
eternidad. Las fijadas en los sepulcros son símbolo de inmortalidad.
LA FLOR: Representa la fugacidad de la vida. En muchas partes la gente
forma un sendero con pétalos de zempoaxochitl, desde el altar hasta la
calle, para que las almas encuentren el camino. El color amarillo del
zempaxochitl, es para que puedan verlo con su mínima vista, y es el
camino de flores la guía primera que conduce al convite en la casa, donde
el altar espera su llegada. Se cree que los muertos ven el color
anaranjado de esta flor como partes luminosas.

Se dice que el olfato es el único de los sentidos que se utilizan en el
más allá, y se desarrolla para facilitar el regreso guiado por el aroma
de la propia vivienda. Hay que servir los alimentos calientes, para que
despidan más olor y puedan así disfrutar del banquete.
Se requiere la presencia de los cuatro elementos con los que todo está
formado: Agua, tierra, viento y fuego. Ninguna ofrenda puede estar
completa si falta alguno de estos elementos y su representación simbólica
es parte fundamental de la ofrenda. El agua, fuente de vida, en un vaso
para que al llegar puedan saciar su sed, después del largo camino
recorrido. El pan, elaborado con los productos que da la tierra, para que
puedan saciar su hambre. El viento, que mueve el papel picado y de
colores que adorna y da alegría a la mesa. El fuego, que todo lo purifica, y
es en forma de veladora como invocamos a nuestros difuntos al
encenderla y decir su nombre.

Manifestaciones culturales asociadas a la Muerte
Desde los tiempos coloniales, las costumbres de los grupos étnicos
sujetos al dominio de los españoles fueron consideradas como transgresoras
de las creencias cristianas. Las danzas, mitotes, jácaras, mojigangas
de indios, negros, chinos y mestizos de todos los colores fueron
perseguidas por la Inquisición. “… En un corrincho de hombres y mujeres, se
cantó a dos voces y con risas de los concurrentes el verso siguiente:

A San Miguel te pareces en el ombligo
porque tienes debajo al enemigo

En todo el folklore mexicano están presentes las danzas acompañadas de
coplas, de humorísticos duelos verbales hombres, entre dos hombres,
entre un hombre y una mujer, un anciano y un joven o entre grupos
musicales. De esta tradición popular salieron también las llamadas Calaveras,
versos rimados que se escriben para el Día de los Difuntos jugando con
las palabras y los aconteceres haciendo pasar a los vivos por muertos.

Los relatos de aparecidos y almas en pena que narran los mayores en
estos días, es otra vieja tradición oral que viene transmitiéndose para
mantener vivo en la memoria el retorno de los muertos a este mundo. “Esto
sucedió hace pocos años en una ciudad del interior del Estado. En la
víspera del Día de muertos, María pidió permiso a sus padres para asistir
con sus amigas a un baile de Acogen. Le concedieron el permiso pero le
dijeron que, antiguamente, la gente no acostumbraba salir por las
noches y menos asistir a los bailes en esos días, pues estas fiestas son una
falta de respeto a las ánimas, que según se cree rondan la comunidad.
María no tomó en serio estos comentarios y se fue al Halloween muy
contenta. Allí conoció a un joven bien parecido, atento y caballeroso, pero
con un aire de misterio que por la luz tenue y el sonido estridente de
la música no logró descifrar. Los jóvenes bailaron y bailaron hasta el
cansancio. Pasada la medianoche, el muchacho le comentó que venía de un
largo viaje e iba a partir, invitándola a acompañarlo. María se olvidó
de todo y de todos, y aceptó la invitación. Pidieron un taxi y se
dirigieron con rumbo al poniente de la ciudad, hasta llegar a una casona con
muros y rejas grandes, donde el ruido y las risas indicaban que también
había fiesta. Se bajaron y el misterioso joven le pagó al chofer… Fue
la última vez que se vio a aquella feliz pareja. Al día siguiente el
taxista cayó en la cuenta de dos cosas: el dinero con que le pagaron eran
billetes sin valor desde hacía mucho tiempo y aquella casona era el
Cementerio.

Otra Leyenda
Se cuenta que hace muchos años una persona que vivía en un pueblo,
cercano al Popocatépetl, en el Estado de Puebla; no creía en esta
tradición. Sus vecinos, amigos y familiares le decían que pusiera una ofrenda
para su esposa que se le había muerto hacia un año. El no la puso, e
incluso se burlaba de esta tradición, y dijo: !Qué voy a estar poniendo
ofrendas!, yo no voy a poner nada, e incluso, sí pongo algo, será solo un
vaso de agua y ramas de ocote. Y así fue, es lo que puso en su ofrenda.
En la noche del 2 de Noviembre, el regresaba muy de noche de trabajar
en el campo. Caminaba por las calles oscuras del pueblo hacia su casa,
cuando al llegar a una esquina, vio a lo lejos mucha gente, que iba en
procesión. Todos iban muy contentos, desde adultos hasta niños. Todos
llevaban comida en sus manos, flores y bebidas. Se acerco más para poder
ver que ocurría. Veía muy asombrado a toda aquella gente. Cuando de
repente vio a una persona que le era conocida. Era su esposa y vio que iba
muy triste y solo llevaba en sus manos ramas de ocote. Aquella persona
se puso muy triste y regreso llorando a su casa, arrepentido de no
haber puesto algo de valor en su ofrenda. Se dice, que desde entonces, cada
año, esa persona ponía ofrendas de lo más hermosas y le ponía
muchísimas cosas.

Saludos fraternales

De: hermestrismejitro Enviado: 04/11/2005 03:09 p.m.
Seria interesante ver tambien el sentido practico de esta tradiccion pues aunque es verdad que es muy bella me niego a creer que nuestros ancestros solo la crearan por estetica y recuerdo a sus seres que ya se fueron.

No se donde ni cuando alguien me decia que cuando uno muere el cuerpo vuelve a la tierra, el cuerpo astral sube a revevir sus actos y ser reprendido por el remordimiento y sentido de culpa ( pues al morir supuestamente despertamos de el letargo en que nos encontramos vivos y volvemos a ser concientes y el cuerpo astral al ser el vehiculo de las emociones es donde mas se siente el haber actuado mal ) y el espiritu al ser la parte pura sube ( no se a donde todavia no llego a ese punto )
ok la cuestion es que supuestamente lo que nosotros vemos como fantasmas no son mas que la personalidad y los agregados psicologicos del difunto
y ahora pensando si los agregados psicologicos no son mas que aspectos del pensamiento es lo mismo que energia ( no se porque pero quiero pensar que es aqui a donde dice don juan que huyeron los brujos antiguos esteseria el mundo de los inorganicos …pero es otro asunto ) esta energia a estar atrapada aqui y ser nuestra pues nosotros la creamos espera a que encarnemos de nuevo y vuelve nuestros cuerpo

1.- si esto es cierto quiero pensar que la ofrenda es un medio para asegurarse que esta este contenta y sobreviva en el tiempo que no tiene anfrition
2.- esta ofrenda a ser del gusto especifico de difunto y estos agragados que no son otra cosa que nuestros gustos o mejor dicho nuestra personalidad es como deseo que al ser solo olfativo no vamos apoder satisfaser asi que ahi se va drenado la energia que conforma este ser o fantasma a fin de que ya no sea un lastre a nuestra nueva encarnacio………………………….
no se es mi opinion a ver que comentan ustedes?