Algunas anecdotas de chamanes siberianos

Algunas anecdotas de chamanes siberianos

“Al oír el título de mi libro, “el manto del chamán”, Baibek (del
pueblo Tuva), contó la historia de una chamana del lugar. “Sucedió
en la época de las represiones comunistas. Fue detenida y enviada a
prisión. Pero abrió la puerta y partió rumbo a casa. Estaba
descansando en lo alto de una montaña cuando la militsia fue para
cogerla. Alargó su mano, así, y salieron todos despedidos hacia
atrás. Lo intentaron dos veces más, y cada vez sucedía lo mismo, así
que se dieron por vencidos y se marcharon sin ella a la ciudad.
Cuando llegaron, todos murieron al poco, al igual que la “babka”.
-¿Por qué ella también?
-¡Claro que murió! Ya no le permitían curar a la gente, así que ¿qué
tipo de vida la esperaba?. Era una chamana fuerte, muy fuerte. Ya no
existen tales chamanes ahora, todos fueron asesinados. Quizás en
unas pocas generaciones tendremos otra vez a los fuertes.(…)

En Kizil le pregunté a mi casera si creía en los “albisi”,
los “cambiadores de forma” que abundaban en los cuentos y leyendas
del pueblo Tuva. Ciertamente sí creía. En su niñez había conocido a
una mujer, una albis. “Una vez encontramos un cerdo corriendo de
aquí para allá, y sabíamos que era ella así que le cortamos una
oreja para ver qué pasaba. Luego fuimos a su casa, y allí estaba
ella, lamentándose y sosteniéndose la cabeza”. Luego me enseñó una
fotografía de su álbum, del padre de su marido. La fotografía había
sido tomada cuando fue detenido en 1938. Murió en prisión. Pero la
chamana con la que había compartido la celda escapó transformándose
en perro. Cuando corría hacia su casa para ver a sus hijos, un
cazador le disparó dos veces, pero las 2 veces hizo que se desviase
la bala. Después el hombre se disculpó, diciendo que no sabía que se
trataba de una “shamanka”.

Otro testimonio recogido en Ytik-Kel, tierra de los sajas, afirmaba:
“Había un chamán genuino aquí. No se llamaba a sí mismo chamán sinó
curador, lo que le mantuvo fuera de la cárcel a pesar de que tenía
problemas a menudo con la militsia. Una vez fue detenido por robar.
El policía lo puso en la celda, cerró la puerta y salió fuera. Y
allí estaba Foma, sentado en un banco tomando el sol. El policía lo
volvió a arrestar, pero cuando volvió a salir se lo encontró fuera
de nuevo. Al final el policía se rindió y lo dejó ir”. El testigo
que narraba esto, Ivan , no creía (claro que no)en el chamanismo,
pero afirmaba que Foma había sido un buen chamán. “Sabía lo que
podía curar y lo que no. Algunas cosas que no sabía arreglar las
enviaba al hospital. Lo malo es esa gente que se ha presentado desde
la perestroika. No les importa lo que hacen mientras les paguen”.
Ludmilla, del mismo pueblo, contó que usó los servicios de Foma para
aliviar la epilepsia de su padre y para ayudar a una hermana suya a
superar un trauma por divorcio. El “le dijo que pusiese un trozo de
corteza de abedul en su pecho, cada noche al acostarse. El trozo
estaba cortado como en forma de M, y nadie sabía lo que quería
decir, pero el nombre de su marido era Mijaíl”. Ambos testigos
opinaban que “Los chamanes de verdad no se exhiben como los que
ahora están de moda. Ponerse un traje y hacer tanto espectáculo
puede dañar el chamanismo”.

Entre los chukchis, recogió otro testimonio de boca de Ivan:
Chaplino solía ser un chamán fuerte. Ahora ya está muerto, pero
había sido muy hábil recuperando escopetas caídas en grietas de
hielo, y una vez apareció de la nada en el trineo de correos durante
una tormenta, guiándolo por un lugar seguro. Había habido otro
chamán en la propia brigada de renos de Ivan, en los días que era un
brigadir. Aunque ese hombre era un buen narrador de relatos, Ivan y
sus compañeros no se dieron cuenta de que era un chamán hasta que un
otoño fueron a verlo a los pastizales donde vivía, y no encontraron
nada salvo las huellas de sus raquetas de nieve, que terminaban en
un punto. A la primavera siguiente reapareció otra vez, alegre como
siempre. No podía haber sobrevivido a un invierno en las montañas,
así que concluyeron que se había convertido en una grulla y había
volado hacia el sur. Iván, graduado en la Escuela Superior del
Partido y en el Instituto de Agricultura de Leningrado, aseguraba
que era cierto. Lo había visto todo con sus propios ojos.”

La autora del libro solo pudo encontrar 2 chamanes vivos dispuestos
a dejarse entrevistar. En Buriatia se encontró con Nadia Stepanovna,
chamana famosa (había salido en la TV). Una aldeana le contó que
Nadia había sido útil arreglando el matrimonio de su hija. El marido
estaba liándose con una joven. Nadia le recomendó salpicar con vodka
sus vestiduras para “purificarlo” de esa ligazón. El marido dejó su
lio con la chica, que solo tenía 19 años, y volvió con su mujer. Al
mismo tiempo la chica había encontrado otro amante de su edad, así
que todos quedaron contentos. Cuando la fue a visitar, Nadia alardeó
un poco de las importantes visitas que había recibido y de sus
relaciones (y fotografías) con diversas personas del mundo: un maorí
famoso, el dalai Lama…una conferencia que dio en la Sorbona…Le
preguntó la escritora:
-¿Cuánto se parece el chamanismo tuyo al tradicional, tal como lo
describen los antropólogos del siglo XIX?¿Son iguales los rituales
utilizados?.
-Vosotros podeis mirar todos esos libros en Occidente, podéis leer
sobre lo que solíamos hacer. Pero aquí nunca hemos tenido nada,ni
libros, pues se creía que era dañino. ¡Hemos sido oprimidos por
todos: cristianos, budistas y comunistas!.
– Entonces ¿como se sabe que es chamanismo genuino?
– ¡Claro que es genuino! ¡Los espíritus me dicen directamente lo que
tengo que hacer!. En Inglaterra habeis perdido el contacto con
vuestros druidas, con vuestro conocimiento profundo. Tal vez por eso
los espíritus no pueden llegar a comunicarse con vosotros.

Luego conoció a Valeri, otro chamán. Se reunió con él en el campo,
después de que el fuera allá a pedir la bendición del espiritu de
una montaña para una joven pareja.Dejó ofrendas sobre la hierba,
trazó un círculo con té humeante y estuvo cantando. Al final de la
ceremonia, la pareja le dio discretamente unos pocos billetes (la
voluntad). Le preguntó a Valeri cómo halló su vocación. Su relato
era típico entre lo que se cuenta del chamanismo en aquella zona:
enfermedad misteriosa, resistencia, aceptación final, catarsis…El
habia ido a una escuela de arte y trabajó temporalmente en una
tienda y luego como pintor-decorador. Siempre estaba enfermizo
(dolores de cabeza persistentes). Empezó a sufrir espantosos sueños
a los 30 y pocos años. En algunos estaba tan aterrorizado que “mi
corazón se paró. Vi aquellos brazos negros, negros, aquí y allá. Y
sentí como si una cabeza cortada hubiera caído sobre mis piernas,
algo viscoso y gelatinoso, horrible como en una película de miedo.
Los perros corrían alrededor de mi casa toda la noche, ladrando y
ladrando”. En sueños era acosado por todo tipo de seres, llegó a
temer dormir cada noche, y se levantaba cada mañana bañado en
lágrimas. Al final su mujer lo llevó a ver a un anciano chamán,
quien le dijo que sólo hallaría la paz si se hacía chamán, que los
espíritus lo estaban acosando. Al principio Valeri pensó que todo
era un absurdo, una locura, pero al cabo del tiempo siguió el
consejo y desde entonces se había sentido muy bien.
-¿Te enseñó el anciano chamán qué hacer, o qué palabras usar?
-No, no hubo lecciones. Las palabras que digo dependen de mí y
varían. Simplemente dejo que suceda.
-¿Haces viajes del alma?
-No, dominar el trance es para chamanes muy fuertes.

Normalmente el trabajo de Valeri era con temas de salud:
minusválidos, problemas de fertilidad, enfermedades. Presidía de vez
en cuando ceremonias sagradas junto a un lago, o en las montañas y
los bosques. Recientemente había realizado una especial para pedir
permiso a un bosque, pues necesitaban cortar madera para construir
un pabellón de deportes. “Normalmente jamás cortaríamos madera de un
bosque sagrado. Pero los tiempos actuales son muy duros, no tenemos
transporte ni combustible, así que decidimos pedirle permiso al
guardián del bosque. Recé e hice ofrendas. Por eso cuando cortamos
los árboles no hubo ninguún accidente, nadie resultó herido. Si no
haces ofrendas ni pides permiso, siempre hay algo que va mal”.

Cuando la escritora le preguntó qué opinaba del cristianismo
ortodoxo, Valeri se rió, sacó de debajo de la ropa un crucifijo y
dijo, apuntando al cielo: “Oh, si, por supuesto todos hemos sido
bautizados. Todo es un Dios”.