La incesante agonia del mundo indigena

Eran los dueños de paraísos terrenales definitivamente perdidos. Eran unos 250 millones de aborígenes repartidos en cinco mil culturas que vivían en armonía con la Tierra, una forma de vida que el hombre ha perdido. Todo fue así durante miles de años hasta que los “blancos” descubrieron la riqueza de sus patrimonios y se lanzaron sobre sus bosques, construyeron minas y caminos, asesinaron en masa e importaron enfermedades. En cien años sólo sobrevivirá la mitad de estos pueblos.

“Los indios son unos imbéciles y unos holgazanes que ocupan demasiada tierra. Un lujo folklórico que ninguna nación moderna, con aspiraciones de desarrollo, puede permitirse”. Estas palabras, pronunciadas hace no mucho tiempo por un secretario de Justicia de la región brasileña de Mato Grosso, resumen cuál es la situación de los pueblos aborígenes.

En los últimos meses han sido asesinados 55 indios asháninka en Perú, setenta yanomamis en Brasil, más de mil indígenas de las colinas Cittagone (Bangladesh), casi cincuenta en Sudán… La veda está abierta. Los aborígenes sobran. Son perseguidos como animales y se encuentran en grave peligro de extinción.

El hombre olvida muy de prisa sus errores. Cuando la biblioteca de Alejandría se consumió entre las llamas, los cimientos de la cultura occidental se conmovieron. Se había perdido gran parte de la memoria de un pueblo; 1.600 años después la biblioteca de Sarajevo ha corrido igual suerte, destruida esta vez por una guerra entre hermanos. Es la fragilidad con que se conserva el archivo de la vida.

Una tragedia que se repite todos los días. Cada vez que en un pueblo indígena muere un anciano, una biblioteca se quema. Un vasto registro de sabiduría y conocimientos que, lamentablemente no merece la atención del resto del mundo.

Los aborígenes son demasiado insignificantes para la sociedad moderna. Viven en armonía con los animales y las plantas, en plena naturaleza, y no desean mantener relaciones con la supuesta civilización. No compran automóviles. No ven la televisión. No siguen las imposiciones de las modas. No tienen farmacias. No confían sus ahorros a los bancos. No votan. Son los últimos hombres libres. Los dueños del paraíso. Son distintos, y están condenados a desaparecer.

En el mundo “civilizado” no hay lugar para aquellos que no se someten a la esclavitud del dinero. Aquel que no “consume” comprando lo que no necesita, no merece existir. Aquel que no se somete a la esclavitud del “empleo” desperdiciando la mayor parte de su vida en tareas que no le agradan y que sólo benefician a otros: es un vago indeseable , no merece existir.

La meditación, la contemplación de la naturaleza y el disfrutar la vida son delitos censurables y penados por las leyes como vagancia. ¿ Los “blancos” se han olvidado de ser humanos, convirtiéndose en máquinas?.

Los aborígenes son los últimos HUMANOS.La ONU ha declarado a 1993 Año Internacional de los Pueblos Indígenas, pero no parecen buenos tiempos para confraternizaciones. El genocidio cultural y físico continúa. De los más de cinco mil millones de personas que viven en el mundo, 250 millones son aborígenes. En total son cinco mil culturas indígenas, casi el 95 por ciento de la diversidad cultural del planeta. La deforestación, la minería, la contaminación, la construcción de represas, los gobiernos intransigentes y sus todopoderosos ejércitos… Demasiados enemigos para unas gentes que basan su fortaleza en el contacto directo con la naturaleza y la espiritualidad.

Algunos antropólogos son pesimistas: dentro de cien años sólo habrá sobrevivido la mitad de estos pueblos. ¿Por qué se les llama indígenas? Porque fueron los primeros en vivir en unas tierras libres, posteriormente colonizadas por extranjeros. Ahora son prisioneros en sus propias casas. Richard Nerysoo, inuit, da una explicación aún más sencilla: “Ser indio es importante, porque hay que ser capaz de vivir de una manera muy especial. Quiere decir vivir en armonía con la tierra, con los peces y los pájaros, como si fueran nuestros hermanos. La tierra es una vieja amiga, lo fue de tu padre y lo será de tus hijos. Es el centro de nuestras vidas”.

Desde 1900, noventa de las doscientas tribus de indios norteamericanos han desaparecido. No son tan lejanos los días en los que los grandes militares norteamericanos cabecillas de un expolio histórico, consideraban que el único indio bueno era el indio muerto (Sherman). Tampoco son lejanos aquellos en que un “civilizado” presidente argentino llamado Sarmiento sostenía que: la sangre de indios y gauchos, los “bárbaros”, sólo sirve para regar la tierra. Los indios de Tierra del Fuego fueron totalmente exterminados para quitarles sus tierras por estancieros como los Menéndez, que organizaban cacerías humanas promocionadas en periódicos de Francia. Parece que todo sigue igual. Algunos presidentes de Argentina toman como modelo al etnocida Julio Argentino Roca, exterminador de millares de mapuches, tewelches, guaraníes y tobas.Es un hecho que la “justicia” de los blancos, subordinada a los intereses del poder, es arbitraria e inicua con los mismos blancos. ¿Qué pueden esperar entonces de ella los aborígenes, los “salvajes” “primitivos”?…

Una parte demasiado grande de la historia se ha escrito sin tener en cuenta a los aborígenes. Cuando Cristóbal Colón creyó haber llegado a las Indias por una nueva ruta, bautizó a los habitantes del lugar, el Caribe, como indios. Desde entonces, los errores se han sucedido. “Con sólo cincuenta hombres podríamos dominarlos y obligarles a hacer lo que deseemos”, acertó a decir el almirante a su regreso a España, y se convirtió junto a sus hermanos en el primer “blanco” genocida…

“Les dimos montañas cubiertas de bosques y valles llenos de caza”, recordaba un líder indio hace casi doscientos años. “¿Y qué dieron ellos a nuestros guerreros y a nuestras mujeres? Ron, baratijas y una tumba”.

“Los consideramos como hermanos, abrimos nuestros pechos y les entregamos nuestro corazón. Y ellos ¿que hicieron?, se aprovecharon de nuestra nobleza y nos lo arrancaron y se lo dieron a comer a sus perros”, decía un cacique mapuche

“¿ Qué se puede esperar del blanco? Mentiras, robo, opresión y la muerte”.

Los indios han sido utilizados por el hombre blanco para los fines mas diversos. Los primeros antropólogos los consideraron simples salvajes, caníbales sin escrúpulos capaces de las mayores atrocidades. Pero eran eran perfectos para posar junto a ellos y hacerse magníficas fotografías, que sin duda engrandecieron las paredes de sus bibliotecas y sociedades geográficas.

Posteriormente, los misioneros trataron de librarles de sus depravadas costumbres, dignas de animales y no de personas, pero no pudieron hacerles ver con el ejemplo que el buen camino pasaba por la religión. Los filósofos del siglo XVIII fueron los primeros en descubrir en ellos rastros de primitiva sabiduría. Su relación con la naturaleza les pareció admirable.

Actualmente, muchos ecologistas los han convertido en bandera de sus reivindicaciones. La naciones americanas en su período de independencia los usaron como símbolo de esta tierra contraponiéndolos a la Metrópoli, para después -cuando ya no eran útiles- destrozarlos en atroz genocidio.

Hoy los partidos políticos los usan en sus campañas electorales, y una vez recogidos los votos ya no recuerdan las promesas efectuadas ni aplican o reglamentan las “leyes indígenas” promulgadas.Invadidos, pero no conquistados. Esta frase resumió la opinión indígena durante la celebración del V Centenario. Para muchos de ellos han sido quinientos años de resistencia. Heridos para siempre, se enfrentan ahora a lo que puede ser el holocausto. Es la desesperada defensa de unos pueblos que tienen derechos a dirigir sus vidas simplemente porque estaban aquí primero.

Russell Means, jefe de los sioux de las Colinas Negras (Black Hills) de Dakota del Sur, aprovechó una visita a España para confesar que estaba cansado “de ser considerado un salvaje primitivo”. “No soy un objeto turístico”, continuó diciendo “…soy una persona”. Faltaban sólo unos días para que fuese el Año Internacional de los Pueblos Indígenas. Se celebraba el V Centenario, “un insulto para los pueblos indios”. Cuando llegó Colón a América vivían en Estados Unidos y Canadá alrededor de diez millones de indígenas. Han sobrevivido menos de un millón y medio.

Cuatrocientos mil viven en reservas, y un millón han tenido que abandonar sus tierras y repartirse por los barrios marginales de las grandes ciudades.

“Los indios viven peor que cualquier otra etnia. Tenemos los mayores límites de desempleo, mortalidad, alcoholismo…”.”¿Qué es una “reserva” indígena, una “comunidad” o una “reducción”? Es el término eufemístico que usan los blancos para llamar a los CAMPOS DE CONCENTRACIÓN donde nos han metido prisioneros, una forma de matarnos lentamente” nos decía un ilustrado mapuche.

En África, Asia y Oceanía, la situación aborigen no es mucho más optimista.Pigmeos (Zaire, Congo, Gabón), bosquimanos (Botsuana y Namibia), vedas (Sri Lanka), karen (Birmania y Tailandia), kalingas y bontoc (Filipinas), sarawak (Malasia), maoríes (Nueva Zelandia) y tasmanios (Tasmania), entre otras muchas etnias, se han convertido en supervivientes. En Chile se debaten en una supervivencia cada vez más arriesgada cerca del millón de mapuches. En Argentina sobreviven algo más de quinientos mil aborígenes, tomando en cuenta los que viven en comunidades con identidad definida. Alrededor de 150 mil kollas conforman el pueblo más numeroso. Le siguen los tobas (unos 78 mil), los mapuches (72 mil) y los matacos (47 mil) (cifras oficiales). Luego, hay grupos más pequeños, y entre todos, reúnen un espectro de más de media docena de etnias diferentes El gran problema de todos ellos es la tierra que pisan, el lugar donde vivieron sus antecesores, el sitio donde ellos desean criar a sus hijos y morir.

¿Paraíso o infierno? La pregunta no tiene respuesta. Viven en lugares maravillosos, pero no son libres. No pueden decidir sobre lo que es suyo. Dominan la tierra, y saben utilizar sus recursos sin llegar jamás a esquilmarla. Son capaces de identificar los diferentes tipos de suelo, de forma que evitan los más débiles y aprovechan los fértiles. Además, cada cierto tiempo cambian de cultivos y de terrenos, permitiendo que la naturaleza se recupere. Todo esto no sirve de nada. Los gobiernos de los países en los que les ha tocado vivir los consideran prehistóricos, y piensan que su presencia es un paso atrás en el camino hacia un futuro occidental. El derecho a la libre determinación de los pueblos y la soberanía no existen para las naciones indígenas.

Muchos países le asignan por la fuerza la nacionalidad del estado invasor. No son tobas, mapuches o guaraníes, son argentinos, paraguayos o chilenos; perversa forma de negar la existencia de naciones soberanas preexistentes, malicioso proceder de los Estados “blancos” para evitar cuestionamientos a su legitimidad.

En Bangladesh, las fuerzas políticas creen “que la raza no puede ser fuerte si se continúa mezclando con esos indios tan feos”. Racismo en estado puro.

En el mes de abril del pasado año, un grupo de militares de ese país realizó una nueva incursión en un pueblo de la región de las colinas de Chittagong, la reserva para indígenas creada en la frontera entre Bangladesh, India y Birmania. Entraron en una aldea llamada Logang y obligaron a todos los habitantes a entrar en sus casas. Después prendieron fuego a las viviendas. Alrededor de 1.200 personas, la mayoría mujeres, niños y ancianos, fueron quemadas vivas, lo mismo se hizo muchas veces en la Argentina y Chile con los mapuches.Los supervivientes de este pueblo-colmena, en el que estaban reunidos desde el año 1989 indígenas de veinticinco etnias diferentes, no podían ocultar su dolor: “No tienen suficiente con arrojarnos fuera de nuestras tierras, y se divierten matándonos con sistemas que nosotros seríamos incapaces de utilizar para capturar animales”.

El gobierno de Bangladesh tiene prohibida la entrada a esta región a los extranjeros. Los periodistas no visitan jamás la zona, y las autoridades informan sólo cuando no han podido silenciar la noticia. Violaciones, torturas, asesinatos. El horror no quiere testigos. Nadie sabe cuántos indígenas han muerto en Chittagong, pero las organizaciones humanitarias hablan de decenas de miles.

Hasta sus voces están condenadas a muerte. Un estudio del Instituto de Tecnología Lingüística de Massachusetts confirma que tres mil de las seis mil lenguas que se hablan en el mundo se perderán porque los jóvenes no las hablan. “Nos prohiben enseñar a nuestros niños nuestra hermosa lengua en la escuela” dice el cacique mapuche Amaranto Aigo de Ruka Choroy.Una tragedia que no viene sola: al ser culturas no escritas, perderán para siempre sus tradiciones, sus conocimientos sobre medicina y naturaleza… Sólo trescientas lenguas tienen el futuro asegurado.

Los indígenas son los más discriminados, la discriminación sufrida por los judíos y las mujeres es mínima al lado de la que sufren los aborígenes. En Perú, en Bolivia, en Ecuador, en Brasil, en México son considerados menos que animales. En Argentina, país con aspiraciones raciales nórdicas, se niega que haya indígenas. Los anuncios publicitarios en los medios de comunicación siempre muestran personas rubias y de ojos celestes, y sin embargo la mayoría de los habitantes de ese país son de piel cobriza, pelo y ojos obscuros. Sólo cuando se mezclan los colores de las razas, se obtiene el verdadero color de la tierra En ese mismo país el Registro de las Personas se niega a registrar los recién nacidos con nombres indígenas, a pesar de existir una ley que ampara ese derecho. Sin embargo no se pone el menor reparo cuando se los inscribe con nombres exóticos y grotescos. Allí también, las religiones indígenas no está inscriptas en el Registro de Culto, por lo tanto jurídicamente su ejercicio no está permitido. Cientos de sectas de incierto origen y nebulosa calidad, en cambio, están matriculadas y protegidas.

En Paraguay se prohibe a los indios en muchos sitios, manejados por misioneros cristianos, la práctica de su religión ancestral. La Constitución de la Argentina, en uno de sus artículos, señala que se promoverá la conversión de los indígenas a la religión católica. A los indios se les arrebató todo su patrimonio material, ahora se les pretende destruir lo último y lo más valioso que les queda: su patrimonio espiritual.

Si un judío o un negro es discriminado se alzan cientos de voces en protesta, si un indio es apaleado e insultado todos callan y miran hacia otro lado. Si se habla de genocidio, solo se recuerdan los seis millones, mayoritariamente judíos, exterminados por los nazis; pero nadie menciona los 60.000.000, (SÍ USTED LEYÓ BIEN 60 MILLONES) de indígenas americanos exterminados por los blancos, sin la menor exageración numérica, ¡un verdadero holocausto hitleriano pero con un 1.000 % más de víctimas!.La opresión transforma a los hombres en supervivientes. Y algunos se niegan a aceptar ese papel.

Por primera vez en la historia, los indios se están suicidando. Un yanomami de veinte años se quitó la vida la pasada primavera comiendo frutos venenosos. Había perdido a su mujer y a sus hijos, víctimas de una enfermedad introducida por los mineros. Marcos Pellegrini, médico durante diez años en tierras yanomamis, está convencido de que “no es una muerte accidental”. “Conocen desde muy pequeños las plantas y los animales venenosos”, continúa diciendo, “y nunca cometen errores de este tipo. Además, no es el único caso. Lo que sucede es que no soportan la presión a que les están sometiendo…”.

Muchos indígenas ya han dicho basta. Están dispuestos a morir por su tierra. Un total de 22.500 familias del valle Narmada, en la India, han asegurado que no quieren abandonar sus casas para que el gobierno construya el embalse de Sadar Sarovar. Pero los muros miden ya sesenta metros y provocarán graves inundaciones con las primeras lluvias monzónicas.”Somos hombres, no animales o cosas que el gobierno pueda mover a su voluntad”, afirmó un habitante del valle Narmada. Prefiere morir ahogado, en su casa, a hacerlo de hambre, sed o enfermedades en los lugares asignados para su asentamiento. Una vez finalizada, la obra habrá desplazado a sesenta mil nativos, y sus aguas beneficiarán principalmente a industrias y a núcleos urbanos. Los mapuches pewenches del valle del Alto Bío-Bío, en Chile, se encuentran en una lucha similar. Ya hay 144 mapuches en prisión por defender las tierras donde reposan los huesos de sus padres y preservar el vital ecosistema. Pero los intereses económicos no entienden otra cosa que no sea la ganancia y los gobiernos hacen oídos sordos.

¿Es un pecado querer vivir en paz con el planeta?. Acorralados por la cultura dominante, y empujados de sus territorios por ambiciones sin escrúpulos, los indígenas del mundo y su amplio espectro de etnias continúan marchando por el camino de una lenta agonía que los lleva hacia el abismo de la extinción. Pero aún siguen siendo libres a su modo: son los últimos HOMBRES en armonía con la Naturaleza.(basado en un artículo publicado enEl País, de Madrid) por AUKANAW

ElSagrado árbol Pewen

y el Sagrado volcán Llaima (Pewen Mapu)

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