Historia de una niña quechua
Mi nombre es Nayra Luna, tengo 10 años y he vivido siempre en Iquique pero fui por primera vez al pueblo (Mamiña) cuando tenía 17 días de nacida y desde muy chica supe que era indígena porque mi tata siempre me hablaba que era una cosa super buena porque uno se siente orgullosa de ser algo que te hace único en el mundo.
Hemos estado conversando con mi hermano Omar Atahualpa, que tiene 7 años, sobre como es ser niños quechuas y los dos decimos que nos sentimos especiales de tener nuestros antepasados en Mamiña.
Yo miro mis cerros con las terrazas que hicieron las manos de mis antepasados, veo las casas de piedra tan perfectas y aunque apenas sepa un poquito de mi historia y conozca sólo algunas palabras de mi lengua siento que Mamiña es el orgullo de mi vida, por eso les diría a otros niños que busquen su origen para saber que antepasados tienen, qué fueron, en qué trabajaron y aprender de ellos.
Vivir en el pueblo es muy distinto a la ciudad, en mi casa de allá no hay luz, ni televisión, pero nos entretenemos igual porque en el pueblo casi todos somos familiares y tengo muchos primos y tíos y ahí vive mi abuelita Pascuala Cautín que tiene 100 años, los ojos chinitos, la piel morena y usa una caña como bastón cuando sube y baja de los corrales donde tiene un montón de conejitos de todos colores.
Lo más bonito es el Carnaval, cuando toca la banda y subimos bailando tomados de la mano con todo el pueblo a un cerro bien alto y allá arriba comimos picante de conejo y luego bajamos con antorchas, llegamos a la cancha y nos tiramos challa (papelitos de colores) en la cabeza y todos se ríen felices.
Mi hermano dice que sería bueno que cuando se celebren fiestas patrias se hagan las fiestas de todos los pueblos de Chile porque aquí también hay historia y héroes, que no son guerreros pero que fueron capaces de cosas más grandes e importantes que ganar una batalla, como por ejemplo cultivar en terrazas en las laderas del cerro, hacer canales para el agua y sobre todo vivir en paz con la naturaleza y la comunidad.
Todo eso es muy lindo, pero hay que cuidarlo porque si no en un tiempo más nadie se va a acordar, por eso yo creo que todos los indígenas que vivimos en la ciudad no tenemos que olvidarnos de nuestra cultura, ni dejar de ir siempre a nuestras fiestas, de defender el agua y la tierra de las mineras, de escribir nuestras historias y cantar y tocar nuestra música para que así nunca se extingan.
Nota
Ser Indígena saluda el coraje y el ánimo de nuestra amiga Nayra que ha decidido sacar la voz y hablar por su pueblo. Niños como ella son el futuro de las naciones indígenas de nuestro continente.