Vislumbres de una infancia dorada (libro) (2)

Sesión 6

    De acuerdo, estoy un poco triste porque Ashu está triste, y este Arca de Noé tiene tan pocos miembros, que si está triste una persona cambia toda la atmósfera. Es porque se ha ido su novio y quizá no vuelva. Os acordáis que hace unos días le pregunté: -¿Dónde está tu novio, Ashu? y ella me contestó alegremente: -Volverá pronto.
Probablemente, ella no sabía por qué se lo estaba preguntando en ese momento. Nunca pregunto nada sin alguna intención. Quizá no sea tan evidente en el momento que hago la pregunta, pero siempre está ahí. Hay una explicación para todos mis actos absurdos. En toda mi locura hay una nota de absoluta cordura.
Se lo pregunté porque sabía que dentro de poco estaría triste. Alégrate, no te preocupes. Conozco a tu novio mejor que tú.
Lo conseguirá. Yo me ocuparé. Pero no estés triste en esta pequeña Arca de Noé. ¡Ah! Te estás riendo; menos mal. Siempre es bueno separarse un poco del amante; esto hace que tu deseo sea mayor. Hace que te olvides de todas las estupideces que ocurrían, de los conflictos. De repente, sólo te acuerdas de la belleza. Las separaciones cortas traen consigo nuevas lunas de miel. Así que espera a la luna de miel. Mis discípulos siempre encuentran un camino hacia mí, una manera de estar a mi lado. Buscan un camino. Él encontrará un camino hacia mí.
Pero, desgraciadamente, la palabra «triste» me recuerda de nuevo a ese alemán, Achim Seid. Dios mío, no pensaba volver a mencionarle en mi vida, y por culpa de tu tristeza está aquí otra vez… ¡Mira lo que has hecho! De modo que no estés triste; de lo contrario, aparecen personajes como éste.
Estaba intentando encontrar en su libro qué es lo que él cree que está mal en mí, para decir que no estoy iluminado. No quiero decir que lo esté; sólo quiero saber por qué siente que no estoy iluminado sino solamente encendido. Quise saber, por curiosidad, qué le había llevado a esa conclusión. Y descubrí algo realmente divertido. Dice que estoy encendido porque lo que digo es de gran importancia para la humanidad: ain embargo, no estoy iluminado por «la forma de decirlo».
Eso sí que me hizo gracia, me río pocas veces y siempre cuando estoy en el cuarto de baño. Sólo lo sabe mi espejo. La belleza del espejo es que no carga con memorias. Me hace gracia porque parece que este hombre ha conocido a muchos iluminados, y encuentra que mi forma de decir las cosas no es igual que la de los demás. Me gustaría usar una expresión americana: ese hijo de puta tiene estreñimiento intelectual. Tiene que empezar a vaciarse; quiero decir que ¡tiene que comer ciruelas!
Lo digo con autoridad -con mi propia autoridad, por supuesto- : si Bodhidharma hubiese conocido esta expresión, le habría dicho al emperador Wu de China: «¡Hijo de puta! ¡Vete al diablo y déjame en paz!» Pero en aquellos tiempos todavía no existía esta expresión americana. No porque no existiese América; esto, una vez más, es un mito europeo. ¿Colón descubrió América? ¡Bobadas! Ya la habían descubierto muchas veces pero siempre se ocultó.
Os recuerdo que México viene del término sánscrito makshika, y en México se pueden encontrar miles de pruebas de que existió el hinduismo mucho antes que Jesucristo, ¡para qué vamos a hablar de Colón! En realidad, América y sobre todo Suramérica, formaba parte de un gran continente en el que se encontraba también África. India estaba exactamente en el medio, África abajo y América arriba. Sólo estaban separados por un mar muy poco profundo; ¡se podía cruzar andando! Se hace referencia en algunas escrituras hindúes antiguas; dicen que la gente podía pasar andando de Asia a América. Incluso se casaban. Arjuna, el famoso guerrero de la epopeya hindú Mahabharata, y famoso discípulo de Krisna, estaba casado con una muchacha mexicana. Por supuesto, llamaban Makshika a México, pero la descripción es exactamente la de México.
En México hay estatuas de Ganesh, el dios elefante hindú. ¡Sería imposible encontrar una estatua del dios elefante en Inglaterra! Sería imposible encontrarla en ningún lugar, a menos que ese país hubiese entrado en contacto con el hinduismo. En Bali sí, o en Sumatra o en México; pero en ningún otro lugar, a menos que haya estado allí el hinduismo. Más aún, en algunos templos mexicanos hay inscripciones en sánscrito antiguo. Os lo cuento de paso…, pero si queréis saber más os tendréis que informar en el trabajo del monje Bhikkhu Chamanlal, en su libro La América hindú. Me parece extraño que nadie preste atención a su trabajo. Los cristianos, por supuesto, no le pueden prestar atención, pero los eruditos deberían ser imparciales.
El hombre alemán y su colega, el psicólogo holandés, que escribieron que estaba encendido pero no iluminado, tendrían que reunirse para discutir este asunto y llegar a una conclusión, y después me deberían informar; porque no soy ninguna de las dos cosas. Están muy preocupados con las palabras: ¿«iluminado» o «encendido»? Además, los dos utilizan las mismas razones para llegar a conclusiones diametralmente opuestas. El holandés escribió el libro un poco antes que el alemán, que parece que le ha robado el tema al holandés. Pero así es como se comportan los catedráticos; se roban los argumentos unos a otros, exactamente los mismos argumentos…, que no hablo como un hombre iluminado o como un hombre encendido.
¿Quiénes son ellos para decidir cómo debe hablar un hombre iluminado o encendido? ¿Han conocido a Bodhidharma? ¿Han visto su foto? Llegarían inmediatamente a la conclusión que un iluminado o encendido no puede tener ese aspecto. ¡Tiene un aspecto feroz! Sus ojos son como los de un león en la selva y te mira de tal manera que parece que va a saltar de la foto y te va a matar instantáneamente. ¡Él era así! Pero olvídate de Bodhidharma, porque ya han pasado catorce siglos…
Yo conocí a Bodhidharma personalmente. Viajé con él durante tres meses, por lo menos. Me quería como le quería yo a él. Tendréis curiosidad de saber por qué me amaba. Porque no le hacía ninguna pregunta. Una vez me comentó:
-Es la primera vez que me encuentro a alguien que no me hace preguntas; las preguntas me aburren. Eres el único que no me aburre.
-Hay una razón -le dije.
-¿Cuál? -preguntó.
-Yo sólo contesto, nunca pregunto -respondí. Si tienes alguna pregunta me la puedes hacer. Si no tienes preguntas, cierra la boca.
Los dos nos reímos porque pertenecemos a la misma categoría de locos. Me pidió que siguiera el viaje con él, pero le dije:
-Lo siento, pero tengo que seguir mi propio camino, y en este punto se separa del tuyo.
Él no daba crédito. Era la primera vez que invitaba a alguien. Este hombre había rechazado incluso al emperador Wu como si fuese un mendigo; y era el mayor emperador de su época, tenía el imperio más grande. Bodhidharma no podía creer lo que estaba viendo, que yo rechazara su oferta.
-Ahora sabes qué es sentirse rechazado -le dije-. Quería que lo experimentases. -pero eso fue hace catorce siglos.
Le podría recordar al alemán otras versiones posteriores… como Gurdjieff, que estaba vivo hace tan sólo unos años. Tenía que haber visto a Gurdjieff para saber cómo se comporta y habla una persona que está iluminada o encendida. No hay ni una sola palabra que no haya usado Gurdjieff; y por supuesto, son palabras que no se escriben en sus libros; si no, no los habría querido publicar nadie.
Lo único que le interesa es la iluminación hindú, que parece ser la nota dominante en estos idiotas…; no sé qué tendrá que ver India con todo esto. La iluminación ha sucedido en todas partes. Si sólo le interesa la iluminación hindú, en ese caso, Ramakrishna sería el más cercano. Sus palabras no han sido transcritas correctamente, porque era un campesino y hablaba como tal. Se han eliminado todas las palabras que la gente piensa que no debe usar un iluminado. He recorrido Bengala preguntándole a la gente que aún vive cómo solía hablar Ramakrishna. Todos me contestaron que hablaba fatal. Solía hablar como hablan los hombres: fuerte, sin miedo, sin ninguna sofisticación.
Siempre he hablado de la manera que a mí me gusta. No soy esclavo de nadie y no me importa lo que piensen de mí esos idiotas. Allá ellos: pueden pensar que estoy iluminado; pueden pensar que estoy encendido; pueden pensar que soy un ignorante. Que piensen lo que quieran; es su mente. Pueden escribir; hay papel y tinta. ¿Por qué he de preocuparme?
Ashu, por cierto, como estabas triste has hecho aparecer al idiota este. No vuelvas a estar triste porque si lo estás, tendré que sacar a relucir al idiota, y ya sabes que puedo traer lo que sea de donde sea, incluso de ninguna parte.
Bueno, hemos terminado con la tristeza alemana, ¿verdad? Ríete un poco, por lo menos…, ¡bien! Sí; lo entiendes. Si te ríes cuando estás triste tiene otro color, pero es natural. Mis sannyasins deben aprender a estar un poco por encima de la naturaleza. Tienen que aprender cosas que no le importan a nadie en el mundo corriente. La separación tiene su propia belleza, como la tiene el encuentro. No creo que haya nada malo en separarse. La separación tiene su propia poesía; sólo hay que aprender su lenguaje, hay que vivirla en toda su profundidad. De la misma tristeza surgirá más tarde un nuevo tipo de alegría…, parece casi imposible, pero sucede. Yo la he conocido. Esta mañana he estado hablando de eso. He hablado de la muerte de mi Nana.
Fue una separación total. No nos volveremos a ver pero había algo hermoso en ello, y se volvió más hermoso al repetir el mantra. Fue como una oración…, tenía un sabor dulce. Él era viejo y se estaba muriendo, probablemente de un fuerte ataque al corazón. No lo sabíamos porque en el pueblo no había médico, ni farmacéutico ni medicinas. Por eso no pudimos saber cuál fue la causa de su muerte, aunque creo que fue un grave ataque al corazón.
Le pregunté al oído:
-¿Nana, hay algo que me quieras decir antes de irte? ¿Las últimas palabras? ¿Me quieres dar algo para que te recuerde para siempre?
Se quitó el anillo y me lo puso en la mano. Actualmente, lo tiene algún sannyasin; se lo regalé a alguien. Pero ese anillo siempre ha sido un misterio. Durante toda la vida no le permitió ver a nadie lo que había en su interior, pero él solía mirar de vez en cuando. El anillo tenía cristal a ambos lados, de modo que se podía mirar a través. En la parte superior había un diamante, y a cada lado había una ventanita de cristal.
Nunca le dejó saber a nadie lo que veía a través del cristal. En su interior había una estatua de Mahavira, el tirthankara jainista; una figura muy hermosa y muy pequeña. Probablemente, se trataba de un pequeño retrato de Mahavira, y los dos cristales actuaban como lupas Lo ampliaban y parecía enorme. De poco me sirvió, siento decirlo, porque aunque lo he intentado, nunca he conseguido amar a Mahavira tanto como a Buda, aunque fuesen contemporáneos.
Mahavira carece de algo y, a falta de eso, mi corazón no puede latir por él. Parece una estatua de piedra. Buda parece más vivo, aunque no llega a mi modelo de vivacidad, por eso también quiero que se convierta en un Zorba. Si nos encontramos en el otro mundo tendremos problemas. Me gritará: -¡Querías que me convirtiera en un Zorba!
Pero ya sabéis que yo grito más fuerte. No me podrá callar; me saldré con la mía. Si no quiere convertirse en un Zorba es asunto suyo, pero entonces se acabará su mundo; no tendrá futuro. Si quiere tener futuro me tendrá que escuchar. Tiene que convertirse en un Zorba. Zorba no puede existir solo -acabaría en Hiroshima-, y Buda tampoco. En el futuro no hay posibilidad de que existan por separado.
La psicología futura del hombre deberá ser un puente entre el materialismo y la espiritualidad; entre Oriente y Occidente. Algún día, el mundo agradecerá que mi mensaje haya llegado a Occidente; hasta ahora, los buscadores tenían que viajar al Oriente. Esta vez, el mensaje de un buda viviente ha venido a Occidente.
Occidente no sabe reconocer a un buda. No ha conocido nunca a un buda. Ha conocido budas parciales -Jesús, Pitágoras, Diógenes-, pero nunca ha conocido a un buda total. Por eso no me sorprende que estén discutiendo acerca de mí.
¿Sabéis lo que están publicando los periódicos hindúes? Cuentan una mentira: que tengo enemigos que me podrían secuestrar y que mi vida corre peligro. Estoy aquí ahora mismo y a ellos no les interesa en lo más mínimo. India es un país corrupto. Es corrupto desde hace casi dos mil años, ¡y apesta! No hay nada que huela tan mal como la espiritualidad hindú. Es un cadáver, un cadáver muy viejo, ¡de dos mil años!
¡Qué historias inventa la gente! Podría ser «secuestrado por mis enemigos y ahora mi vida está en peligro». En realidad, mi vida ha estado en peligro constante durante los últimos veinticinco años. Es un milagro que haya sobrevivido. ¡Y ahora me quieren proteger! Hay gente extraña en todo el mundo; pero el futuro del hombre no está en manos de esta gente, sino de un tipo de personas completamente nuevo, y a ese nuevo tipo de personas le he puesto como nombre Zorba el Buda.
Os contaba que mi abuelo, antes de morirse, me dio su objeto más querido: una estatua de Mahavira escondida detrás del diamante de un anillo. Con lágrimas en los ojos, me dijo:
-No tengo otra cosa para darte, porque te quitarán todo lo que tengo, igual que me lo quitaron a mi. Sólo puedo darte mi amor para aquel que se ha conocido a sí mismo.
Aunque no me quedé con el anillo, he cumplido su deseo. Lo he conocido, y lo he conocido dentro de mí mismo. El anillo, ¿qué más da? Pero el pobre viejo amaba a su maestro, Mahavira, y me dio su amor. Respeto el amor a su maestro y a mí. Las últimas palabras que dijo fueron:
-No os preocupéis porque no me estoy muriendo.
Nos quedamos esperando para ver si decía algo más, pero eso fue todo. Cerró los ojos y dejó de existir.
Todavía recuerdo el silencio. El carro de bueyes estaba cruzando el lecho de un río. Me acuerdo exactamente de todos los detalles. No dije nada porque no quería molestar a mi abuela. Ella no dijo nada. Pasaron algunos instantes, me empecé a preocupar por ella y dije:
-Di algo; no estés tan callada, no lo puedo soportar.
No lo creeréis, ¡se puso a cantar una canción! De ese modo aprendí que hay que celebrar la muerte. Cantó la misma canción que había cantado cuando se enamoró de mi abuelo la primera vez. También conviene tener en cuenta esto: tuvo el valor de enamorarse hace noventa años en India. No se casó hasta los veinticuatro años. Eso era poco corriente. Una vez le pregunté por qué había tardado tanto en casarse. Era una mujer muy bella… Le dije en broma que se habría enamorado de ella hasta el rey de Chhatarpur, el estado donde se encuentra Khajuraho. Ella respondió:
-Qué raro que lo menciones, porque ocurrió. Pero yo le rechacé, y no sólo a él, sino a muchos otros también.
En aquella época en India, las niñas se casaban a los siete años, a los nueve como mucho. Sólo por miedo al amor…, si hubiesen sido más mayores tal vez se habrían enamorado. Pero el padre de mi abuela era un poeta; todavía cantan sus canciones en Khajuraho y en los pueblos cercanos. Él insistió en que no la casaría con nadie si ella no estaba de acuerdo. Y por arte del azar, se enamoró de mi abuelo. -Eso es más extraño -le dije-. ¿Rechazaste al rey de Chhatarpur y, sin embargo, te enamoraste de ese pobre hombre? ¿Por qué? Desde luego no es un hombre muy apuesto, ni extraordinario en ningún otro sentido; ¿por qué te enamoraste de él?
-Estás haciendo la pregunta equivocada -respondió-. Enamorarse no tiene un «por qué». Le vi y eso es todo. Vi sus ojos y surgió en mí una confianza que no ha flaqueado nunca.
También le pregunté a mi abuelo:
-Nani dice que se enamoró de ti. Por su parte está bien, pero ¿por qué has permitido que se celebre la boda?
-No soy un poeta ni un pensador -contestó-, pero reconozco la belleza cuando la veo.
Nunca he visto una mujer tan hermosa como mi abuela. Yo también estaba enamorado de ella y la amé durante toda la vida. Cuando murió, a los ochenta años, corrí hasta la casa y la encontré ahí, echada, muerta. Me estaban esperando, porque ella había dicho que no pusieran su cuerpo en la pira funeraria hasta que yo llegase. Insistió en que yo tenía que prender la pira funeraria, de modo que me estaban esperando. Entré, le descubrí la cara… iY seguía estando hermosa! En realidad, más bella que nunca, porque todo estaba quieto; incluso el alboroto de la respiración, el alboroto de la vida, ya no estaban allí. Ella sólo era una presencia.
    Prender fuego a su cuerpo ha sido la tarea más difícil de mi vida. Es como si estuviese quemando uno de los cuadros más hermosos de Leonardo o de Vincent Van Gogh. Por supuesto que para mí ella tenía más valor que la Mona Lisa y era más bella que Cleopatra. No estoy exagerando.
Todo lo hermoso que hay en mi visión viene a través de ella. Me ayudó totalmente a ser lo que soy. Sin ella habría sido un tendero, o quizá un doctor o un ingeniero, porque mi padre era tan pobre cuando aprobé el examen de ingreso, que para él era muy difícil mandarme a la universidad. Pero estaba dispuesto a pedir dinero. Me insistió mucho para que fuese a la universidad. Yo deseaba hacerlo, pero no quería hacer la carrera de medicina ni la de ingeniería. Rechacé de plano ser médico o ingeniero.
-Si quieres saber la verdad -le dije-, quiero ser un sannyasin, un vagabundo.
-¡Qué! -respondió-. ¿Un vagabundo?
-Sí -afirmé-. Quiero ir a la universidad y estudiar filosofía para ser un vagabundo filosófico.
Él se negó diciendo:
-En ese caso, no pienso pedir dinero ni tomarme todo ese trabajo.
Mi abuela dijo:
-No te preocupes, hijo; irás y harás lo que quieras. Estoy viva y venderé todo lo que tengo para ayudarte a ser tú mismo. No te voy a preguntar dónde vas a ir ni qué quieres estudiar.
Nunca me pidió nada y me mandaba dinero continuamente, incluso cuando ya era profesor. Le tuve que decir que ahora ya ganaba dinero y que prefería mandárselo a ella.
-No te preocupes -me contestó-. No necesito este dinero y seguro que le estás dando buen uso.
La gente se preguntaba de dónde sacaba tanto dinero para comprar libros, porque tenía miles de libros. Tenía miles de libros en casa, incluso cuando estaba en la escuela superior. Mi casa estaba llena de libros y todos se preguntaban de dónde sacaba el dinero. Mi abuela me había dicho:
-No le cuentes a nadie que te doy dinero porque, si se enteran tus padres, me empezarán a pedir dinero y me costará mucho negarme.
Siguió dándome dinero. Os sorprenderá saber que, incluso el mes que se murió, me había mandado el dinero habitual. Firmó el cheque la misma mañana del día en que se murió. Igualmente os asombrará saber que era el último dinero que le quedaba en el banco. Tal vez supiese que no iba a haber un mañana.
Soy afortunado en muchos sentidos, pero la mayor fortuna ha sido tener a mis abuelos maternos… y esos primeros años dorados.

Sesión 7

    Devageet, algunas veces, cuando le dices a Ashu «de acuerdo» no te entiendo: creo que me lo estás diciendo a mí. Por eso ella se ríe. Pero en lo más profundo de mi ser sé que sólo hay risa. Me puedes anestesiar todo el cuerpo pero a mí no. Eso no está a tu alcance.
Lo mismo te pasa a ti. Tu esencia más profunda es superior a las sustancias químicas o farmacéuticas. Ahora puedo oír a Devageet echarse una risilla. Me gusta oír la risilla de un hombre. Los hombres no se echan risillas casi nunca. Se ha vuelto dominio exclusivo de las mujeres. Los hombres se pueden reír o no, pero no se echan risillas. La risilla está justo en el medio. Es el justo medio. Es el Tao. La risa puede ser violenta; no reírse es estúpido. Pero la risilla está bien.
    Veis, puedo decir algo significativo incluso sobre las risillas: «La risilla es buena.» No os preocupéis de si digo algo correcto o no, no es más que una vieja costumbre. Hablo incluso en sueños; por tanto, no pasa nada porque hable así.
Gudia sabe que hablo en sueños pero no sabe con quién. Sólo yo lo sé. ¡Pobre Gudia! Hablo con ella; ella piensa y se preocupa de por qué estoy hablando, y con quién. ¡Ay! No se da cuenta de que hablo con ella de esa manera. El sueño es una anestesia natural. La vida es tan dura que todas las noches nos tenemos que anestesiar unas cuantas horas. Ella se pregunta si estoy dormido o no. Comprendo su duda.
Hace más de un cuarto de siglo que no duermo. Devaraj, no te preocupes. Hablando de sueño normaL.., duermo más que nadie en el mundo: tres horas durante el día, y siete, ocho o nueve horas por la noche; todo lo que me pueda permitir. En conjunto, en total, duermo doce horas cada día, aunque, en realidad, estoy despierto. Me veo mientras duermo y a veces la noche es tan solitaria que me pongo a hablar con Gudia. Pero a ella le cuesta mucho trabajo. Primero, porque cuando hablo en sueños lo hago en hindi. Cuando duermo no hablo inglés. Nunca lo haré, aunque si quisiese lo podría hacer. Lo he intentado alguna vez y lo he conseguido, pero perdía el encanto.
Os habréis percatado que todos los días escucho una canción de Noorjahan, la famosa cantante Urdu. Todos los días, antes de venir, la escucho una y otra vez. Os podría volver locos. ¿Sabéis algo de taladrar? Yo sé lo que es taladrar. Todos los días le taladro el cerebro a Gudia con esa canción. Tiene que escuchada, no hay forma de evitarlo. Cuando he acabado mi trabajo vuelvo a poner la canción. Adoro mi idioma… no porque sea mi idioma, pero es tan hermoso que si no fuera el mío lo habría aprendido.
La canción que escucha todos los días, y que tendrá que seguir escuchando, dice: «Lo recuerdes o no, una vez hubo confianza entre nosotros. Solías decirme: ‘Eres la mujer más hermosa de la tierra.’ Ahora ya no sé si me reconocerías. Quizá no te acuerdes, pero yo sÍ. No puedo olvidar la confianza y las palabras que me susurrabas. Decías que tu amor era inmaculado. ¿Todavía te acuerdas? Tal vez no, pero yo sí; no en su totalidad, por supuesto. El tiempo ha hecho mucho daño.
»Soy un palacio dilapidado pero si te fijas cuidadosamente, sigo siendo la misma. Todavía me acuerdo de la confianza y de tus palabras. La confianza que una vez hubo entre nosotros ¿sigue estando en tu memoria o no? No sé nada de ti pero todavía me acuerdo.»
¿Por qué sigo poniendo la canción de Noorjahan? Es una especie de taladro. No le estoy taladrando los dientes (aunque si sigo taladrando más tiempo seguro que llego a los dientes), sino taladrando en su interior la belleza de un idioma. Sé que no le va a resultar fácil entenderlo o apreciarlo.
Cuando hablo con Gudia en sueños, hablo en hindi porque sé que su inconsciente todavía no es inglés. Sólo estuvo unos años en Inglaterra. Anteriormente, había estado en India y ahora vuelve a estar en India. He intentado borrar todo lo que hay entre los dos espacios de tiempo. Pero hablaré de esto más tarde, cuando llegue el momento…
Hoy pensaba decir algo sobre el jainismo. ¡Fíjate en la locura de este hombre! Sí; puedo saltar de un pico a otro sin que haya ningún puente en medio. Pero tenéis que aceptar a un loco. Os habéis enamorado: es responsabilidad vuestra, yo no soy responsable de eso.
El jainismo es la religión más ascética del mundo o en otras palabras, la más masoquista y sádica. Los monjes jainistas se torturan hasta tal punto que uno llega a pensar que están locos. No lo están. Son comerciantes, y los seguidores de los monjes jainistas también lo son. Es raro, toda la comunidad jainista está formada por comerciantes, aunque no es raro exactamente, porque la misma religión se basa en un beneficio en el más allá. Los jainistas se torturan a fin de obtener algún provecho en el más allá, porque saben que no pueden obtenerlo en este mundo.
Debía tener alrededor de cuatro o cinco años cuando vi cómo mi abuela invitaba al primer monje jainista desnudo a su casa. No me pude aguantar la risa. Mi abuelo me dijo:
-¡Cállate! Eres un pesado. Te perdono cuando eres un estorbo para los vecinos, pero no te puedo perdonar si intentas ser travieso con mi gurú. Es mi maestro; me inició en los secretos internos de la religión.
-No me interesan los secretos internos -le respondí-, lo que me preocupa son los secretos externos que está mostrando tan manifiestamente. ¿Por qué está desnudo? ¡Al menos se podría poner unos pantalones cortos!
Hasta mi abuelo se rió.
-Tú no entiendes -me dijo.
-De acuerdo -le contesté-, se lo preguntaré yo mismo -después le pregunté a mi abuela-: ¿Le puedo hacer unas preguntas a este hombre totalmente perturbado que se presenta desnudo delante de damas y caballeros? Mi abuela se rió y dijo:
-Adelante, no hagas caso de lo que dice tu abuelo. Te doy mi permiso. Si te dice algo, simplemente me haces una señal y yo le pondré en su lugar.
Era una mujer realmente hermosa, valiente, dispuesta a dar libertad sin límites. Ni siquiera quiso saber qué le iba a preguntar. Sólo dijo:
-Adelante…
Todos los vecinos se habían reunido para el darshan del monje jainista. Me levanté en mitad del llamado sermón. Eso ocurrió hace cuarenta años, más o menos, y desde entonces he luchado constantemente contra esos idiotas. Ese día comenzó una guerra que no terminará hasta que yo ya no esté. Probablemente tampoco termine entonces; tal vez la continúe mi gente.
Le hice unas preguntas muy sencillas pero él no las supo contestar. Yo estaba perplejo. Mi abuelo estaba avergonzado. Mi abuela, dándome palmaditas en la espalda, me dijo:
-¡Estupendo! Lo has conseguido. Sabía que serías capaz.
¿Qué le pregunté? Sólo le hice preguntas sencillas. Le dije:
-¿Por qué no quieres nacer de nuevo? -es una pregunta muy fácil para los jainistas, porque todo el esfuerzo del jainismo se basa en no volver a nacer. Es la ciencia de evitar la reencarnación. De modo que le hice una pregunta básica:
-¿No quieres nacer de nuevo? Él me contestó:
-No; nunca más.
Entonces le pregunté:
-¿Por qué no te suicidas? ¿Por qué sigues respirando? ¿Para qué comer? ¿Por qué beber agua? Desaparece sin más. Suicídate. ¿Para qué armar tanto lío por una cosa tan simple? -él no sobrepasaba los cuarenta años. Si sigues así -dije-, quizá tengas que seguir otros cuarenta años o tal vez más.
Es un hecho científico que la gente que come menos vive más. Sin lugar a dudas, Devaraj está de acuerdo conmigo. Se ha demostrado repetidas veces que las especies que son alimentadas más de lo necesario, engordan y por supuesto se vuelven más cómodas, y más hermosas, claro, pero se mueren antes. Si les das la mitad del alimento necesario, es curioso: no tienen tan buen aspecto ni se sienten tan cómodas, pero viven casi el doble que la media. La mitad de alimento y el doble de tiempo, el doble de alimento y la mitad de tiempo.
Así que le dije al monje (en aquel momento todavía no conocía estos datos):
-Si no quieres nacer de nuevo, entonces ¿por qué estás viviendo? ¿Sólo para morirte? En tal caso, ¿por qué no te suicidas? -no creo que le hubieran hecho una pregunta así antes. En la sociedad cortés nadie hace preguntas de verdad, y la pregunta del suicidio es la más auténtica de todas.
Marcel dice: «El suicidio es la única cuestión verdaderamente filosófica.» No conocía a Marcel entonces. Quizá, en aquella época, ni siquiera existía Marcel ni había escrito aún su libro. Pero eso es lo que le dije al monje jainista:
-Si no quieres volver a nacer, que como dices es tu deseo, entonces ¿por qué sigues vivo? ¿Para qué? ¡Suicídate! Yo te puedo enseñar una manera. Aunque no conozco bien cómo marcha el mundo, en lo que se refiere al suicidio te puedo dar un consejo. Puedes tirarte desde la colina que hay al Iado del pueblo, o puedes saltar al río.
El río estaba a cinco kilómetros del pueblo y era tan hondo y tan ancho, que era un placer cruzarlo. A menudo, cuando lo cruzaba a nado, pensaba que era el final y que no llegaría hasta la otra orilla. Era muy ancho y, especialmente en la época de lluvias, tenía varios kilómetros de anchura. Casi parecía un océano. En la época de lluvias no se llegaba a ver la otra orilla. Solía zambullirme cuando estaba más crecido, bien para morir o bien para llegar a la otra orilla. La probabilidad más grande era que nunca llegase hasta la otra orilla.
Se lo conté al monje jainista:
-Si quieres, puedes saltar al río conmigo en la época de las lluvias. Podemos hacemos compañía durante un rato y después te puedes morir, mientras yo llego hasta la otra orilla. Sé nadar bastante bien.
Me miró tan enfurecido, tan lleno de rabia, que tuve que decide: -Tenía en cuenta, tendrás que nacer de nuevo porque todavía estás lleno de rabia. Ésta no es la forma de librarte de un mundo de preocupaciones. ¿Por qué me miras con tanta cólera? Contéstame de manera pacífica y silenciosa. ¡Contéstame con alegría! Si no puedes contestar, di simplemente: «No lo sé.» Pero no te enfades. El hombre dijo:
-El suicidio es pecado. No puedo cometer el pecado de suicidarme. Pero no quiero volver a nacer. Alcanzaré ese estado renunciando, paso a paso, a todo lo que poseo.
-Por favor -le pedí-, muéstrame lo que posees; por lo que veo estás desnudo y no posees nada. ¿Qué posesiones tienes?
Mi abuelo intentó detenerme. Señalé en dirección a mi abuela y después le dije:
-Recuerda, le he pedido permiso a Nani, y nadie me lo va a impedir, ni siquiera tú. Le pregunté a la abuela porque tenía miedo de que te enfadases conmigo si interrumpía a tu gurú y su supuesto sermón de pacotilla. Ella me ha dicho: «Hazme una señal, eso es todo. No te preocupes: con una sola mirada mía se quedará callado.»
Es curioso… ¡era verdad! Se quedó callado sin necesidad de que mi Nani le mirara.
Más tarde mi Nani y yo nos reíamos.
-Ni siquiera te ha mirado -le dije. -No podía -contestó-, seguro que tenía miedo de que le dijese «iCállate! No interfieras con el niño». Por eso me rehuyó. La única manera de rehuirme era no interferir contigo.
En realidad cerró los ojos como si estuviese meditando.
-¡Fantástico, Nana! -le dije-. Estás enfadado, hirviendo, hay fuego en tu interior y, sin embargo, te sientas con los ojos cerrados como si estuvieses meditando. Tu gurú está enfadado porque mis preguntas le están fastidiando. Tú estás enfadado porque tu gurú no es capaz de contestarme. Pero yo digo que este hombre que nos está sermoneando no es más que un imbécil.
Yo apenas tenía cuatro o cinco años.
Desde ese día en adelante, mi lenguaje no ha cambiado. Reconozco a un idiota inmediatamente, esté donde esté, sea quien sea. Nadie se puede escapar de los rayos X de mis ojos. En seguida puedo distinguir un retraso mental o cualquier otra cosa.
El otro día le regalé a uno de mis sannyasins la pluma con la que escribí su nombre, simplemente para que recordara que era la que había utilizado para empezar su nueva vida, su sannyas. Pero estaba ahí su mujer. Yo había invitado a su mujer a hacerse sannyasin. Ella lo estaba deseando y todo lo contrario; ya sabéis cómo son las mujeres: de esta manera y de la otra; nunca sabes exactamente. Incluso cuando sacan la mano derecha en el coche, nunca sabes si realmente quieren girar a la derecha. Podrían estar sintiendo el viento, o quién sabe; podrían estar haciendo cualquier cosa. Esa mujer era, quiero y no quiero, ni fu ni fa…, en ese sentido era una mujer perfecta. Quería decir que sí pero no podía: ese tipo de mujer. Ten en cuenta que el noventa y nueve por ciento de las mujeres del mundo son así, con excepción del uno por ciento. Aparte de eso, era una mujer muy representativa.
A pesar de todo, intenté seducirla; ¡al sannyas, me refiero! Estaba embaucándola un poquito y ella estaba a punto de decir que sí, cuando me detuve. Yo no soy tan simple como pueda parecer. No quiero decir que sea complicado, quiero decir que veo las cosas tan claras, que a veces tengo que renunciar a la sencillez y la invitación.
Cuando estaba a punto de decir que sí, apretó la mano de su marido, que ahora es sannyasin. Yo le miré y pude ver que quería deshacerse de esta mujer. Ya le había torturado bastante. En realidad, él tenía la esperanza de que si se hacía sannyasin la mujer tendría piedad y decidiría dejarle. Pude ver su asombro, cuando intenté convencer a su mujer para que se hiciera sannyasin. Su corazón estaba diciendo:
-Dios mío. Si se hace sannyasin no podré estar tranquilo ni en Rajneeshpuram.
Quiere formar parte de esta comuna. Es un hombre rico y posee un negocio multimillonario que quiere donar íntegramente a la comuna. Tenía miedo… me percaté de lo que ocurría entre este sannyasin y su mujer.
No había un puente que les uniera, y nunca lo había habido. Eran una pareja inglesa, ya sabéis… Dios sabe por qué se casaron; y Dios no existe. ¡Lo vuelvo a repetir porque siempre me parece que tal vez creáis que Dios realmente lo sabe! Dios no lo sabe porque no existe.
Dios es una palabra como «Jesús». No quiere decir nada, sólo es una exclamación. Ésta es la historia de cómo le pusieron el nombre a Jesús…
José y María volvían de Belén con su hijo. María estaba sentada en el burro con el niño. José iba andando delante y sujetaba la cuerda, llevando al burro. De repente, se tropezó dándose un golpe con una piedra en el dedo gordo. -¡Jesús! -gritó. Y ya sabéis cómo son las mujeres…
María dijo:
-¡José! Estaba pensando qué nombre ponerle a nuestro hijo y tú acabas de pronunciar el nombre acertado: Jesús!
Así es como le dieron ese nombre al pobre niño. No es casualidad que siempre que te das con un martillo en la mano exclames: «¡Jesús!» No pienses que es porque te acuerdas de Jesús; acuérdate del pobre José golpeándose el dedo gordo del pie con una piedra.
Cuando deje de respirar, Devaraj sabrá lo que tiene que hacer. Aunque es medio judío… pero, a pesar de todo, se puede confiar en él. Yo sé que él no cree que tiene una parte judía. Cree que parte de su familia podría haber sido judía ¡pero él no! Así son todos los judíos, incluso aunque no sean totalmente judíos. Se cree perfecto. A decir verdad, un judío es siempre un perfecto judío. Una sola gota de judaísmo es suficiente para hacerte un judío perfecto.
Pero adoro a los judíos y confío en ellos. Fijaos en esta Arca de Noé: hay dos judíos y medio. Yo soy judío, sin lugar a dudas. Devageet no es un judío perfecto, es sólo un judío. Devaraj es medio judío y hace cualquier esfuerzo por esconderlo; pero eso sólo le hace más judío. No puedes esconder tu judaísmo. ¿Cómo vas a esconder la nariz? Es la única parte del cuerpo que no se puede esconder. Puedes esconderlo todo excepto la nariz, porque tienes que respirar.
Decía que Jesús, incluso Jesús, no es un nombre sino la exclamación de José cuando se golpeó el dedo con una piedra. Dios es lo mismo. Cuando alguien dice: «¡Dios mío!», no quiere decir que cree en Dios. Sencillamente se está quejando, si es que hay alguien que le pueda escuchar en el cielo. Cuando alguien dice «¡Dios!» está diciendo lo mismo que está escrito en muchos papeles oficiales: «A quien pueda interesar.» «¡Dios mío!» quiere decir simplemente «A quien pueda interesar» y en caso de que no haya nadie, entonces, «Perdón, no le interesa a nadie pero sólo era una exclamación y no pude resistirlo».
¿Qué hora es? …porque llevo media hora de más y no quiero que os retraséis. De vez en cuando, también puedo ser amable. Sólo para recordároslo… Esto ha sido lo mejor hasta la fecha. Muy bien. Sé decir «suficiente»… incluso cuando está muy bien. Esto es tremendamente bello… Muy hermoso. Fin.

Sesión 8

Os estaba contando un incidente que es absolutamente importante para poder entender mi vida y su funcionamiento…, y todavía está vivo para mí.
Por cierto, decía que todavía me acuerdo, pero la palabra «acordarse» no es correcta. Incluso puedo ver cómo ocurrió este incidente. Naturalmente, sólo era un niño, pero eso no quiere decir que no haya que tomarlo en serio. En realidad, es la única cosa seria sobre la que jamás he hablado: el suicidio.
A un occidental puede parecerle un poco descortés hacerle a un monje -que es casi como el papa de los jainistas- la siguiente pregunta:
-¿Por qué no te suicidas?
Pero sed benévolos conmigo. Dejadme que os lo explique antes de llegar a una conclusión o, si no, podéis dejar de escucharme.
El jainismo es la única religión del mundo que respeta el suicidio. Ahora os toca sorprenderos a vosotros. Por supuesto, no lo llaman suicidio; le dan un hermoso nombre metafísico, santhara. Estoy en contra, especialmente de la forma que se lleva a cabo. Es muy violento y cruel. Es curioso que una religión que cree en la no-violencia predique elsanthara, el suicidio. Podéis llamarlo suicidio metafísico, pero, al fin y al cabo, el suicidio es el suicidio; no importa qué nombre tenga. Lo que importa es que la persona ya no está viva.
¿Por qué estoy en contra? No estoy en contra del derecho del hombre a suicidarse. No; debería ser uno de los derechos fundamentales del hombre. Si no quiero vivir, ¿quién tiene derecho a obligarme? Si quiero desaparecer, los demás me lo tendrían que facilitar en todo lo posible. Toma nota: algún día me gustaría desaparecer. No puedo vivir para siempre.
Precisamente el otro día alguien me enseñó una pegatina para el coche que decía: «Estoy orgulloso de ser americano.» La miré y más tarde me eché a llorar. No soy americano y estoy orgulloso de no serlo. Tampoco soy hindú. ¿Entonces quién soy? Estoy orgulloso de no ser nadie. Mi viaje me ha traído hasta aquí: a no ser nadie, a no tener casa, a la nada. He renunciado incluso a la iluminación, a la que no había renunciado nadie antes que yo. También renuncio a estar encendido, ¡en honor a ese alemán idiota! No tengo religión, ni país ni casa. Todo el mundo es mío. Soy el primer ciudadano del universo. Ya sabéis que estoy loco. Podría empezar a emitir pasaportes para la ciudadanía universal. Lo he estado pensando. Se trataría de una tarjeta anaranjada que entregaría a mis sannyasins a modo de pasaporte, para una hermandad universal opuesta a las naciones, las razas y las religiones.
No me opongo a la actitud jainista hacia el suicidio, pero el método…, su método es dejar de alimentarse. El pobre hombre tarda noventa días en morirse. Es una tortura. No se te podría ocurrir nada mejor. Ni siquiera a Adolf Hitler se le habría ocurrido una idea parecida. Para conocimiento de Devageet, a Adolf Hitler se le ocurrió perforarle los dientes a las personas, sin anestesia, por supuesto. Todavía hay muchos judíos en el mundo a los que les perforaron los dientes sin más motivo que el de acongojarles. Pero, probablemente, Adolf Hitler no haya oído hablar de los monjes jainistas y de sus prácticas masoquistas. ¡Son soberbias! No se cortan el pelo, sino que se lo arrancan con las manos. ¡Fíjate qué excelente idea!
Todos los años, los monjes jainistas se arrancan el pelo, la barba y el bigote, y todo el resto del cabello del cuerpo. ¡Sólo usan las manos! Están en contra de la tecnología; dicen que es lógica, llevando la lógica al extremo. Y usar una cuchilla de afeitar es tecnología; ¿lo sabías? ¿Alguna vez has considerado que una cuchilla de afeitar fuese un objeto tecnológico? Hasta los supuestos ecologistas se afeitan la barba, sin saber que están cometiendo un crimen contra la naturaleza.
Los monjes jainistas se arrancan el pelo; y no en privado, porque no tienen privacidad. Parte de su masoquismo consiste en no tener privacidad, en ser completamente públicos. Se arrancan el pelo mientras están desnudos en el mercado. La muchedumbre, por supuesto, les anima y aplaude. Y los jainistas, aunque sienten mucha conmiseración -incluso los puedes ver con los ojos llenos de lágrimas-, inconscientemente también disfrutan de ello, y sin tener que comprar una entrada. Les aborrezco. Soy contrario a estas prácticas.
La idea de cometer santhara o suicidio, dejando de comer y de beber, no es otra cosa sino un proceso muy largo de autotortur;a. No puedo defenderlo. Pero defiendo, absolutamente, la idea de la libertad de morir. Considero que es un derecho de nacimiento, y antes o después todas las constituciones del mundo lo incluirán, lo tendrán que aceptar como el derecho de nacimiento más básico: el derecho al morir. No es un crimen.
Pero torturar a alguien, incluyéndote a ti mismo, es un crimen. Con esto entenderéis que no estaba siendo descortés, sino que estaba haciendo una pregunta muy oportuna. Ese día comenzó mi lucha contra todas las estupideces, tonterías y supersticiones; en pocas palabras, toda la basura religiosa. Basura es luna palabra muy hermosa. Expresa mucho en pocas palabras.
Aquel día empezó mi vida de rebelde, y seguiré siendo un rebelde hasta que me quede el último aliento; incluso después, quién sabe. Aunque no tenga un cuerpo, tendré los cuerpos de miles de mis amantes. Puedo provocarles; sabéis que soy un seductor, y puedo meterles ideas en la cabeza para los siglos venideros. Es exactamente lo que vaya hacer. Mi rebelión no morirá con la muerte de este cuerpo. Mi revolución va a continuar más intensamente, porque entonces tendrá muchos más cuerpos, muchas más voces, muchas más manos para continuarla.
Aquel día marcó un hito. Un hito histórico. Siempre que me acuerdo de ese día, lo asocio con el día que Jesús discutió con los rabinos en el templo. Era un poco más mayor que yo, quizá ocho o nueve años mayor. La forma en que debatió con ellos determinó el resto de su vida.
No recuerdo el nombre del monje jainista; podría ser Shanti Sagar, que significa «océano de dicha». Aunque decididamente él no era así. Por eso me he olvidado de su nombre. No era más que un charco sucio, en vez de un océano de dicha, de paz o de silencio. Y, ciertamente, no era un hombre de silencio, porque se enfadó mucho.
Shanti puede querer decir muchas cosas. Puede ser paz, puede ser silencio; éstos son los dos significados principales. Él carecía de ambos. No era pacífico ni silencioso en absoluto. Tampoco puedo decir que su interior estuviese exento de agitación, porque se enfadó tanto que me gritó y me dijo que me sentara.
-Nadie me puede mandar sentar en mi propia casa -le contesté-. Yo te puedo decir que te vayas, pero tú no me puedes mandar que me siente. No te vaya echar porque todavía tengo algunas preguntas. No te enfades, por favor. Acuérdate de tu nombre: Shanti Sagar, océano de paz y de silencio. Podrías ser, al menos, una pequeña balsa. No dejes que te irrite un niño pequeño.
Sin preocuparme de si estaba callado o no, le pregunté a mi abuela, que ahora ya estaba muerta de risa: -¿Tú qué dices, Nani? ¿Le debería hacer alguna otra pregunta o debería decirle que se vaya de nuestra casa?
No se lo pregunté a mi abuelo, por supuesto, porque era su gurú. Mi Nani dijo:
-Pregúntale lo que quieras, y si no te contesta se puede marchar, la puerta está abierta.
Ésta es la mujer que yo amé. Es la mujer que me hizo un rebelde. Hasta mi abuelo se sorprendió de que me apoyara de esa manera. El así llamado Shanti Sagar se quedó callado en cuanto vio que mi abuela me apoyaba. No sólo ella, los lugareños también se pusieron de mi parte inmediatamente. El pobre monje jainista se quedó absolutamente solo.
Le hice alguna otra pregunta:
-Tú has dicho: «No te creas nada antes de haberlo experimentado tú mismo» -le recordé-. Puedo ver la verdad que hay en eso, por eso te hice la pregunta…
Los jainistas creen que hay siete infiernos. Hasta el sexto infierno existe la posibilidad de volver, pero el séptimo es eterno. Probablemente sea el infierno de los cristianos porque cuando entras en ése te quedas ahí para SIempre.
-Te has referido a los siete infiernos –continué diciendo-, y se me ocurre una pregunta: ¿has visitado el séptimo? En ese caso, no estarías aquí. Y si no has estado, ¿con qué autoridad puedes decir que existe? Deberías decir que sólo hay seis infiernos, no siete. Por favor, habla con propiedad: di que sólo hay seis infiernos, o si insistes en que hay siete, demuéstrame que por lo menos un hombre, Shanti Sagar, ha regresado del séptimo.
Se quedó sin habla. No podía creer que un niño le hiciera una pregunta así. ¡Ahora yo tampoco puedo creerlo! ¿Cómo se me ocurrió esa pregunta? La única respuesta es que no había sido educado y era totalmente inculto. La cultura te hace muy astuto. Yo no era astuto. Hice la pregunta que habría hecho cualquier niño inculto. La cultura es el mayor crimen que el hombre ha cometido contra los pobres niños. Puede ser que la última liberación del mundo sea la de los niños.
Yo era inocente, totalmente inculto. No sabía leer ni escribir, ni sabía contar más que los dedos de la mano. Incluso ahora, cuando tengo que contar, empiezo con las manos y si me salto un dedo me equivoco.
No pudo contestarme. Mi abuela se levantó y le dijo:
-Tienes que contestar a su pregunta. No pienses que sólo la hace el niño; yo también te lo estoy preguntando, y soy tu anfitriona.
De nuevo tengo que hacer mención de una
costumbre jainista. Cuando un monje jainista va a una casa para recibir comida, después de comer da un sermón para bendecir a la familia. Este sermón va dirigido a la anfitriona. Mi abuela dijo:
-Hoy soy tu anfitriona y te hago la misma pregunta. ¿Has estado en el séptimo infierno? Si la respuesta es que no, dilo sinceramente, pero entonces no puedes decir que hay siete infiernos. .
El monje estaba tan perplejo y confundido porque una hermosa mujer le estaba haciendo frente, que decidió marcharse. Mi abuela le gritó:
-¡Detente! ¡No te vayas! ¿Quién le va a dar una respuesta al niño? Y todavía tiene que preguntarte algunas cosas. ¿Qué clase de hombre eres, escapándote de las preguntas de un niño? Es hombre se detuvo. Yo le dije:
-Retiro la segunda pregunta porque el monje no ha sabido contestar. Tampoco ha respondido a la primera, de modo que le haré la tercera; tal vez la sepa contestar. Me miró y le dije: -Si me quieres mirar, mírame a los ojos. Se hizo un silencio, como el que hay aquí ahora. Nadie pronunció ni una palabra. El monje agachó la mirada y entonces dije:
-En ese caso, no te voy a preguntar. No has respondido a las dos primeras preguntas y no quiero hacerte la tercera, porque no quiero que un huésped de esta casa se sienta avergonzado. La retiro -en realidad, me retiré de la reunión y me alegré mucho de que mi abuela me siguiera.
Mi abuelo se despidió del monje y en cuanto se había ido entró apresuradamente en la casa y le dijo a mi abuela:
-¿Estás loca? Primero apoyas a este niño, que es un provocador de nacimiento, y después te marchas con él, sin ni siquiera despedirte de mi maestro. Mi abuela respondió: -No es mi maestro, de modo que no me importa. Además, lo que tú consideras un provocador de nacimiento es la semilla. Nadie sabe cómo va a germinar.
Ahora ya sé cómo germina. No puedes convertirte en un buda, a menos que seas un provocador de nacimiento. Yo no soy un buda como Gautama el Buda; eso es demasiado tradicional. Yo soy Zorba el Buda. Soy la confluencia entre Oriente y Occidente. En realidad, no hago divisiones entre Oriente y Occidente, lo superior y lo inferior, el hombre y la mujer, lo bueno y lo malo, entre Dios y el diablo. ¡No! ¡Mil veces no! No divido. Uno todo lo que ha sido dividido hasta ahora. Ése es mi trabajo.
Ese día es enormemente importante para entender lo que me ha sucedido el resto de mi vida; porque si no entiendes la semilla, no acertarás a ver el árbol y el florecimiento, y tampoco la luna a través de las ramas.
Desde ese mismo momento he estado en contra de todo lo que sea masoquismo. Naturalmente, tuve conocimiento de esta palabra mucho más tarde, pero la palabra no tiene importancia. Siempre he estado en contra del ascetismo; tampoco conocía esa palabra antes, pero no me olía bien. Sabéis que soy alérgico a todos los tipos de autoagresión. Quiero que los seres humanos vivan plenamente; lo mínimo no es mi estilo. Vive al máximo, y si puedes sobrepasarlo, ¡fantástico! ¡Hazlo! ¡No esperes! Y no pierdas el tiempo esperando a Godoy.
Por esta razón siempre le digo a Ashu: – ¡Venga, adelante, vuélvele loco a Devageet!
Por supuesto, yo no puedo volver loca a Ashu; no se puede volver loca a una mujer, es imposible. Es ella la que vuelve locos a los hombres. Es su habilidad y es muy eficiente. Aunque se siente en el asiento de atrás, conducirá al conductor. Ya conoces a los conductores de la parte de atrás: ¡Son los peores! ¡Que libertad cuando no hay nadie que conduzca al conductor! NO se puede volver locas a las mujeres; ni siquiera yo las puedo volver locas.
De modo que es difícil. Aunque no dejo de decir: “Adelante, adelante”, pero ella no escucha. Las mujeres son sordas de nacimiento; siguen haciendo lo que se les antoja. Pero Devageet sí oye, no le estoy diciendo nada a él, pero sigue oyendo y le da un ataque de nervios. Ese es el método del cobarde. Yo digo que el límite de velocidad es el camino de lo mínimo. Si lo superas te ponen una multa.
Lo mínimo es el método del cobarde. Si yo tuviera que decidir lo que para ellos es el límite más alto, para mí sería el límite mínimo; a los que fuesen por debajo del límite les pondría inmediatamente una multa. Estamos intentando alcanzar las estrellas, y ellos se quedan pegados a los carros de bueyes. Intentamos – y ése es el único propósito de la física – alcanzar finalmente la velocidad de la luz. A menos que la alcancemos, estaremos condenados. Si alcanzamos la velocidad de la luz podemos escaparnos de una tierra y un planeta agonizante. La tierra, los planetas, las estrellas se morirán algún día. ¿Cómo te vas a escapar? Vas a necesitar una tecnología muy veloz. La tierra se morirá en apenas cuatro mil años. Hagas lo que hagas, nada podrá salvarla. Cada día está más cerca de su muerte…¡Y tú tratas de moverte a 50 kilómetros por hora! Inténtalo a 300.000 km/segundo. Es la velocidad de la luz.
El místico los alcanza y de repente en su ser interno todo se vuelve luz y no hay nada más. Eso es el despertar. Yo estoy a lo máximo. Vive al máximo en todos los sentidos. Aunque te estés muriendo, hazlo a toda velocidad, no te mueras como un cobarde, salta a lo desconocido.
No estoy en contra con la idea de acabar con la vida. Si alguien decide hacerlo tiene, naturalmente, todo el derecho. Pero estoy en contra, sin lugar a dudas, de convertirlo en una larga tortura. Shanti Sagar llevaba ciento diez días sin comer cuando se murió. Un hombre que tenga una salud normal es capaz de resistir sin comer 90 día. Si tiene una salud extraordinaria podría sobrevivir más tiempo.
Por tanto, recordad que no fui grosero con este hombre. Mi pregunta era absolutamente correcta en ese contexto, y tal vez más porque no pudo contestarla. Aunque parezca raro ése no fue solo el principio de mi cuestionar sino también el principio de que la gente no me contestara. Nadie ha contestado a mis preguntas en los últimos cuarenta y cinco años. He conocido a tantas personas, de las que llamamos espirituales, y ninguna de ellas ha contestado jamás a mis preguntas. De alguna forma ese día determinó mi estilo, el resto de mi vida.
Shanti Sagar se fue muy irritado, pero yo estaba enormemente feliz y no tenía por qué ocultárselo a mi abuelo.
-Nana -le dije-, seguramente se ha ido totalmente enfadado, pero yo siento que tengo razón. Tu gurú sólo era un mediocre. Deberías escoger a alguien que merezca un poco más la pena.
Hasta él se rió y dijo:
-Tal vez tengas razón, pero cambiar de gurú a mi edad no me parece muy práctico. ¿Tú qué piensas? -le pregunt6 a mi Nani. Mi Nani, siempre fiel a su espíritu, dijo: -Nunca es demasiado tarde para cambiar. Si te das cuenta que lo que has escogido no está bien, cámbialo. De hecho, es mejor que lo hagas pronto, porque te estás haciendo mayor. No digas: «Soy viejo, así que no puedo cambiar.» Un hombre joven se puede permitir cambiar, pero un viejo no, y tú ya eres bastante viejo.
Pocos años más tarde se murió, pero no tuvo valor de cambiar de gurú. Siguió con el modelo de siempre. Mi abuela solía picarle diciendo:
-¿Cuándo vas a cambiar de gurú y de métodos?
-Sí, lo haré, lo haré -contestaba él.
Un día mi abuela le dijo:
-¡Déjate de bobadas! Nadie cambia a no ser que lo haga de golpe. No digas «lo haré, lo haré». O cambias o no cambias, pero debes ser claro.
Aquella mujer se podía haber convertido en una fuerza poderosísima. Su destino no era ser una simple ama de casa. Su destino no era vivir en aquel pueblecito. Todo el mundo debería haber oído hablar de ella. Probablemente, yo sea su vehículo; quizá se haya expresado por medio de mí. Me quería tanto que nunca consideré a mi verdadera madre como mi madre. Siempre he considerado a mi Nani como si fuese mi verdadera madre.
Cuando tenía que confesar algo, alguna maldad que le había hecho a alguien, sólo se lo podía confesar a ella, a nadie más. Era mi persona de confianza. Le podía confiar todo, porque me he dado cuenta de una cosa: que ella podía ser comprensiva. Debo haber hecho todas las cosas de las que es capaz una persona, y se lo contaba por las noches. Esto ocurría mientras vivía con ella, antes de ir a la universidad.
No dormía nunca en casa de mi madre. Aunque al morirse mi abuelo, mi abuela se trasladó al mismo pueblo que el resto de la familia, yo me iba a dormir con ella porque le podía contar todas las travesuras que había hecho ese día.
-¡Bien hecho! ¡Fantástico! -me dijo riéndose-. ¡Muy bien! Se lo tenía merecido. ¿Es cierto que se cayó en el pozo como me acabas de decir?
-Sí, pero no se ha muerto -le contesté. -No importa -dijo ella-, ¿pero has logrado que se cayera al pozo?
Había un pozo en nuestro barrio que no tenía muro de protección. Por la noche era fácil caerse dentro. Yo desviaba a la gente hacia allí, y el que se había caído no era otro sino el hombre de las golosinas. Mi madre, quiero decir, mi abuela…; siempre me equivoco porque la considero como mi madre. Prefiero llamarla Nani, así no hay confusión.
-Hoy he conseguido que se cayera al pozo el hombre de las golosinas -le dije a mi Nani.
Todavía me acuerdo de su risa. Se le saltaban las lágrimas.
-Es fabuloso -dijo ella-, ¿pero está vivo o no?
-Está perfectamente -respondí.
-Entonces, no pasa nada. No te preocupes; se lo merecía. Echaba tantas porquerías en las golosinas, que había que hacer algo -dijo ella.
Más tarde le avisó:
-Te advierto que como no cambies de costumbres te volverás a caer al pozo.
Pero a mí nunca me riñó por esto.
-¿No me vas a decir nada? -le pregunté. -No -contestó-, porque te llevo observando desde que eras pequeño. Aunque hagas algo malo, lo haces con tanta razón y justo en el momento preciso, que incluso lo malo se convierte en bueno.
Fue ella quien me dijo por primera vez que lo bueno en manos de un hombre malo se convierte en malo, y lo malo en manos de un hombre bueno se convierte en bueno.
De modo que no os preocupéis de lo que hacéis; tened en cuenta solamente una cosa: lo que estáis siendo. Ésta es la gran cuestión, hacer o ser. Todas las religiones se ocupan del ser. Si tu ser es correcto, y por correcto entiendo dichoso, silencioso, tranquilo y amoroso, entonces, todo lo que hagas será lo correcto. Desde ese momento, para ti ya no existirán los mandamientos, sólo habrá uno: sé y nada más. Sé con tanta totalidad que en esa misma totalidad no haya posibilidad de sombras. Entonces no podrás hacer nada mal. El mundo entero puede decirte que está mal pero eso no importa; lo que Importa es tu ser.
No me preocupa que crucificaran a Cristo porque sé que se sentía completamente a gusto consigo mismo incluso en la cruz. Estaba tan tranquilo que podía rezar: «Padre», ésa es la palabra que usaba para decir Dios. Para ser más exactos ni siquiera decía «Padre», sino «Abba», que es una palabra mucho más hermosa. «Abba, perdona a esta gente porque no saben lo que hacen». Recalca la palabra «hacer» -«lo que hacen»-. ¡Ay! No eran capaces de ver el ser del hombre que estaba en la cruz. El ser es lo que importa, lo único que importa.
No creo que estuviese haciendo nada malo en ese momento de mi vida, cuando le hacía preguntas extrañas, molestas y enojosas, al monje jainista. Seguramente le ayudé. Quizá algún día sea capaz de entenderlo. Si hubiese tenido valor lo habría entendido ese mismo día, pero era un cobarde y se escapó. Desde entonces, mi experiencia ha sido ésta: todos los presuntos mahatmas y santos son unos cobardes. No he conocido ni un solo mahatma -hindú, musulmán, cristiano o budista- que podamos decir que es un verdadero espíritu rebelde. Si no eres rebelde, no eres religioso. La rebelión es la base de la religión.

Sesión 9

El tiempo no puede volver atrás, pero la mente sí. ¡Qué desperdicio! Darle una mente que no se olvida de nada a un hombre, que no sólo se ha convertido en no mente, sino que incluso aconseja a los demás que renuncien a la mente. En lo que respecta a mi mente (recuerda, a mi mente, no a mí), se trata igualmente de un aparato como el que se está usando aquí. Mi «mente» no es más que la máquina, pero ¡una máquina perfecta que le ha sido dada a un hombre que la va a desaprovechar! Por eso digo que es un desperdicio.
Pero conozco cuál es el motivo: si no tienes una mente perfecta, no podrás tener la inteligencia para descartarla. La vida está llena de contradicciones. No hay nada malo en eso; le da más sabor. No hay ninguna razón por la que hombre y mujer sean dos; podían haber sido como una ameba. Preguntadle a Devaraj: la ameba no es masculina ni femenina, sólo hay una. Es igual que Muktananda, y todos los idiotanandas; la ameba es célibe, aunque tiene su propia forma de reproducirse. ¡La cantidad de problemas que esto le causa a todos los médicos del mundo! Lo Único que hace es comer, engorda cada vez más hasta que, de pronto, se divide en dos. Así es como se reproduce. Es realmente brahmacharya, célibe.
El hombre y la mujer podrían haber sido uno, como las amebas, pero entonces no habría poesía, sólo reproducción. Por supuesto, tampoco habría conflictos, ni reproches, ni peleas; pero la poesía que ha surgido es tan valiosa, que todos los conflictos, los reproches y las riñas valen la pena.
Precisamente ahora estaba escuchando otra vez a Noorjahan… «La confianza que había entre nosotros, tal vez lo hayas olvidado, pero yo no. Todavía me acuerdo, al menos, un poco. Las palabras que me decías, quizá ya no te acuerdes de nada, pero su recuerdo es suficiente para mantener mi esperanza. El amor que había entre nosotros…»
Wo karar, “ese amor” …karar es mucho más intenso de lo que pueda traducir la palabra “amar”; mucho más apasionado. Sería mejor traducirlo por «esa pasión» o «ese amor apasionado». Y wo rah mujh mein our tujh mein thee: «y el espacio que había entre tú y yo…»
«El espacio…» Sólo de vez en cuando, cuando los corazones están abiertos, existe un espacio; por lo demás, la gente se comunica, pero no comulga. Hablan, pero no se escuchan. Hacen negocios, pero sólo existe un vacío entre ellos, no hay una alegría desbordante. Wo rah –«ese espacio»- y wo karar -«ese amor apasionado».
«Quizá te hayas olvidado, pero yo me acuerdo. No puedo olvidar que me dijiste una vez: ‘Eres la reina del mundo, la mujer más bella.’ Probablemente, ya no me puedas reconocer.. . »
Las cosas cambian, el amor cambia, los cuerpos cambian; la naturaleza de la existencia es el cambio, estar en un flujo. Escucho esa canción justo antes de entrar en vuestro remolque, porque siempre la he adorado; desde mi niñez. Creo que seguramente me trae memorias…, sin duda lo hace.
Ayer os estaba contando el incidente con el monje jainista. No he terminado de contaros la historia, porque al día siguiente tuvo que volver a casa de mi abuelo para mendigar comida.
Os costará entender por qué tenía que volver si se había ido tan enfadado. Os tengo que explicar el contexto. Los monjes jainistas no pueden aceptar comida de nadie, excepto de otro jainista, y desafortunadamente para él, éramos la Única familia jainista de ese pueblecito. No podía mendigar comida en ningún otro sitio, aunque le habría gustado, porque iba contra su disciplina. Por tanto, tuvo que volver, muy a su pesar.
Mi Nani y yo estábamos esperando en el piso de arriba, mirando por la ventana porque sabíamos que volvería. Mi Nani me dijo:
-Mira, ahí viene. Bueno, ¿qué pregunta le vas a hacer hoy?
-No lo sé -le dije-. Primero le dejaremos comer, y después, por cortesía, tendrá que dirigirse a la familia y a los que se hayan congregado allí.
Después de la comida, los monjes jainistas pronuncian un sermón de agradecimiento.
-No te preocupes -le dije-, ya encontraré algo que preguntarle. Primero déjale que hable.
Habló con mucha cautela y brevedad, lo cual era poco habitual. Pero hables o no, si alguien te quiere hacer una pregunta, lo puede hacer. Puede cuestionar tu silencio. El monje estaba hablando de la belleza de la existencia, creyendo, probablemente, que eso no daría lugar a ninguna discusión; pero sí lo hizo.
Me puse de pie. Mi Nani se reía desde el fondo de la habitación; todavía me acuerdo de su risa:
-¿Quién ha creado este bello universo? -le pregunté al monje.
Los jainistas no creen en Dios. Para la mente occidental de los cristianos es difícil comprender que una religión no crea en Dios. El jainismo es muy superior al cristianismo; por lo menos no cree en Dios, ni en el Espíritu Santo ni en las demás tonterías. El jainismo, lo creáis o no, es una religión atea; ser ateo y, no obstante, religioso, parece entrar en contradicción, es ilógico. El jainismo es ética pura, moralidad pura, sin ningún Dios. De modo que cuando le pregunté al monje jainista:
-¿Quién ha creado esta belleza? Obviamente respondió lo que yo suponía: -Nadie.
Ésa es la respuesta que estaba esperando y le dije:
-¿Es posible que una belleza semejante no haya sido creada por nadie?
-Por favor, no me malinterpretes… -acertó a responder. Esta vez se había preparado; parecía más seguro. -Por favor, no me entiendas mal -dijo-,no estoy diciendo que nadie sea alguien. ¿Os acordáis de la historia de Alicia a través del espejo? La reina le pregunta a Alicia: -¿Cuando venías de camino te has encontrado con alguien que viniera a verme? Alicia le contesta: -Con nadie. La reina le miró confundida y dijo: -Qué extraño, entonces nadie debería haber llegado antes que tú, y todavía no está aquí. Alicia se sonrió como una típica señora inglesa pero, por supuesto, sólo espiritualmente.
Manteniendo seria la expresión, dijo: -Señora, nadie es nadie. -Claro -contestó la reina-, ya sé que nadie tiene que ser nadie, pero ¿por qué tarda tanto? Parece que nadie anda más despacio que tú. Alicia se olvidó por un momento y dijo:-Nadie anda más rápido que yo. -Esto sí que es extraño -exclamó la reina-. Si nadie anda más rápido que tú, ¿como es que todavía no ha llegado?
En ese momento Alicia entendió la confusión, pero ya era demasiado tarde. Le volvió a repetir: -Señora, por favor, recuerde que nadie es nadie.
-Ya sé que nadie es nadie -dijo la reina-. Pero la pregunta es: ¿por qué no ha llegado todavía? Yo le dije al monje jainista: -Ya sé que nadie es nadie pero, hablas con tanta belleza, con tantas alabanzas de la existencia, que me sorprende, porque se supone que los jainistas no deben hacerlo. Da la impresión que, debido a la experiencia de ayer, has cambiado de táctica. Puedes cambiar de táctica pero no me puedes cambiar a mí. Sigo preguntando: ¿si nadie ha creado el universo, cómo ha llegado a existir?
Él miró en todas las direcciones; todo el mundo estaba callado excepto mi Nani, que se estaba riendo estrepitosamente. El monje me preguntó:-¿Y tú sabes como ha llegado a existir? -Siempre ha estado ahí -le respondí-, no ha sido necesario que apareciera.
Después de cuarenta y cinco años puedo confirmar esa frase, después de la iluminación y la no iluminación, después de haber leído mucho y haberlo olvidado todo, después de conocer lo que es y -ponedlo en mayúsculas- IGNORARLO. Puedo seguir diciendo lo mismo que dije de niño: el universo siempre ha estado ahí, no ha necesitado ser creado ni venir de ningún lugar, simplemente es.
El tercer día, el monje jainista no se presentó. Huyó de nuestro pueblo hasta el si