la abuela, el viejo y la educacion

La madre, la abuela, el viejo del pueblo y la educación

El viejo transmite sabiduría y cuentos como el del tío conejo y el coyote grande y tonto. El conejo al verse perseguido por éste, se mete en una cueva oscura. Al llegar el coyote lo toca y el conejo responde con voz fuerte y ronca: “¿ quién me toca la rodilla?” lo que hace que el coyote huya de inmediato. Así entran los viejos a educar. La abuela se pone a hablar de la experiencia de los otros: “el tío se casó y siempre estaba discutiendo. Tienes que hablar con tu hijo, con tu nuera, ya desunció su yunta y se fue al pueblo. El tío tiene un dolor por hacer corajes, por eso no hay que pelear. Si hay buen alimento, carne y buena comida se amargó con el coraje; con amor saben buenos el frijol y la tortilla. Hay que acordarnos del difunto Don Bichel, él se murió por tantos corajes”.

Por eso los niños van a buscar a los viejos, a las abuelas, a oír cuentos no violencia.

El abuelo dice una oración antes de empezar a hacer el surco:

“Que el Creador guíe mis pasos”.

Si hay un trabajo difícil se dice una oración. En las asambleas se empieza por sahumar, es parte del ritual ceremonial de nuestros pueblos. Si algo se hace mal es contra nosotros. Esta educación no la da la escuela. La educación debe ser integral. La primaria debe ser en nuestra lengua. “…ya no hables náhuatl te van a despreciar” decía mi abuela.

Mi madre me enseñó un valor: nadie te debe pegar, me dijo.
Escuelas, caminos, presas…
(Grabado de Alfredo Zalce)

Si hay maltrato en la casa, hay varazos en la escuela. Mi madre se peleaba con la maestra cuando nos trataba mal, decía que no tenía derecho a pegarles a los alumnos y si seguía iba a la Secretaría de Educación Pública para que la corrieran. Si tu mamá te quiere, no acepta que nadie te haga daño. También se daban otros casos distintos, como el del niño que acusó la maestra con el papá y él le pegó a Pedro, delante de los alumnos y de la maestra. Al niño hay que explicarle el valor de no dejarse. A mis hijos los llevo a las fiestas del pueblo, busco enseñarles a tener orgullo por su identidad. El Día de Muertos y de Todos los Santos, cuando vienen las almas mis hijos van allá a convivir con nuestros difuntos; el día 12 de diciembre, fiesta de mi pueblo, ellos también van allá importa que si van lo hagan porque quieren, no obligados por los padres. Los hijos le llevan la comida al papá que trabaja en el campo. La comunidad educa a toda la comunidad. Los niños salen de la escuela y la mamá los espera a comer. De diez a once de la mañana las mamás llevan tortillas y guisadito para que coman sus hijos bajo la sombra de los árboles. Los niños se sienten bien. Eso es fortalecer la autoestima. En Xalitla, Guerrero, los papás también llevan la comida a los niños. Si me pregunta cómo es mi pueblo, respondo: es el más bonito del mundo. Tiene un arroyito pequeño que pasa por la mitad del pueblo, cuenta con 3 mil habitantes, su población es flotante, se dedica a las artesanías y muchos trabajan en Estados Unidos.

El campo está abandonado, es muy pobre. Mi pueblo está en una zona muy árida, por el arroyito que pasa se ve verde.

A diez kilómetros está el Alto Balsas, que es el río grande de la región. Mi pueblo es un sobreviviente del desastre del gobierno. En 1990 se dio la defensa contra la inundación con que amenazaba el proyecto de una presa hidroeléctrica, 22 pueblos se opusieron; es la única lucha ganada en función del acuerdo 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Ganamos porque nos movilizamos. Se formó el Consejo de Pueblos Nahoas del Alto Balsas, contra la inundación de la presa, con diez programas, y del cual yo formé parte. Se desarrolló un Plan Alternativo para el Desarrollo Autónomo del Alto Balsas, que incluye: educación, salud, producción agropecuaria, capacitación técnica permanente, y cultura, también se mandó a un muchacho a estudiar medicina a Cuba. Pero se necesita dinero para hacer más. La cultura no puede florecer en la nada, no es sólo espíritu. Hay en Totomixtlahuaca, en la Montaña Alta de Guerrero, una banda de música con niños ellos tocan con instrumentos de viento y tambores rotos; se llama la Banda de los Pelones, tienen una enorme sensibilidad y tocan bien, en seis meses aprenden a tocar un instrumento. Para que la música florezca se buscó apoyo con la Secretaría de Educación Pública, Conaculta, Museo de Culturas Populares. También está el caso de Nicolás de Jesús, pintor de Ameyaltepec, Guerrero, que ha expuesto su obra en Chicago, Italia y París. En Pahuetlán, Puebla, se trabaja la pintura en papel amate. Hay arte, lenguas y derechos indígenas que no se reducen a usos y costumbres. Los derechos se deben elevar a rango constitucional. No se trata de culturas subalternas de bajo calibre, sino alternas.

La desnutrición afecta la capacidad de aprendizaje; no obstante se da un aprendizaje excepcional en condiciones de miseria. No se trata de la educación para un grupo de retrasados mentales; hay padres de familia trilingües, los hijos aprenden en la escuela sólo el español. En Estados Unidos a diferencia de lo que pasa en México, sí se cultiva la enseñanza de la lengua materna como defensa de los migrantes indígenas. Aquí nos quieren ver a pie, con huaraches y taparrabos, hablando sólo nuestra lengua materna. Muchos viajamos por diferentes partes del mundo a través de las organizaciones internacionales. Cada año se reúnen en la ONU, en Ginebra, cerca de mil indígenas en el Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas, que es un foro internacional permanente. No planteamos cerrarnos a otras culturas, ni al teléfono y a la Internet. La comunidad se va moldeando, queremos ser indios tecnologizados, quisiéramos usar las altas tecnologías en las montañas altas de Guerrero.

Marcelino, el ex diputado, la voz de los indígenas en foros internacionales, autor de libros y artículos publicados en diferentes revistas sobre la realidad de un mundo en el que habitan diez millones de mexicanos, los que piden condiciones para vivir dignamente, y se niegan, además, a que desaparezcan de nuestro planeta la riqueza de su pensamiento, de sus lenguas, de su arte, así como la de sus bosques, ríos y tierras, tradiciones, motivo por el cual, él y otros muchos dirigentes indígenas trabajan por el reconocimiento de sus derechos y una educación de calidad para sus pueblos.

Por eso viajaron los zapatistas de Chiapas hasta la ciudad de México, en marzo del 2001, para poner sobre la mesa del Congreso de la Unión sus sueños y demandas.