la salamanca

En la provincia de Santiago del Estero, hace muchos anos, había una forma de hacerse rico de un día para el otro: adquirir habilidades extraordinarias de buen músico, zapateador y cantor, o lo que era más atrayente: conquistar y doblegar el corazón de la muchacha más donosa y casquivana del pago. Claro que todo tiene su precio; y, en este caso, el aspirante a poseer los dones que pueden colmar la felicidad de un hombre – arte, riqueza y amor (amor brujo, por supuesto) – tiene que cumplir con un requisito… uno solo: ir hasta la Salamanca, que tiene su entrada por el lado norte del Cerro de los Guanacos, y pactar con el diablo la entrega de su alma al morir. Después de todo, no es tan difícil el asunto; total después de muerto, ¡qué importa lo que pueda pasar! ¿O si?
Se debe elegir una noche de luna llena e introducirse en la gruta. A medida que se avanza en la semipenumbra del agujero desparejo, tropezando aquí y allá con serpientes de relumbroso lomo, y sintiendo el contacto leve y aterciopelado de las arañas al chocar contra su cara, llega hasta donde se halla el Malo. Este lo invita a sentarse (porque dicen que es atento como un caballero), sobre una lampalagua enroscada, mientras un ejercito de escorpiones de luminosos ojos reptan a su lado, o trepan por sus piernas produciendo un viscoso cosquilleo. Y comienza el pacto. Los tramites son sencillos: una gota del dedo gordo, derramada sobre un papel ensebado con rancia grasa de iguana, en presencia de búhos, murciélagos y quitilipis… y ya esta. Una sonrisa, un apretón de garras – digo de manos – y …. a gozar de la vida y de los placeres del mundo!
A pesar de este salto a lo desconocido, y no obstante la atracción que todo abismo profundo y oscuro ejerce sobre los hombres, la profesión no ha tenido muchos seguidores. Solo muy de vez en cuando aparece alguno. Pero es fácil reconocerlo. Según nos contaba mi abuelo en las largas noches de verano (y en Santiago del Estero se hacen largas porque tenemos dos noches: una que comienza a las tres de la tarde), cuando en una fiesta, a eso del anochecer, aparecía un forastero montado en un caballo todo negro, como el color de su ropa, con buen apero, cuyo bretal, cabezadas y riendas ostentaban virolas de oro y plata, era casi seguro que se trataba de un egresado de la Salamanca… y ahí comenzaba el estrago. Las mujeres con hijas bonitas trataban de esconderlas para ponerlas a salvo, pero todo era en vano: cuando el “salamanquero” ponía sus ojos chispeantes como el fuego sobre la elegida esta ya no podía escapar; quedaba atrapada en la subyugación de sus poderes mágicos como frágil mariposa en la luz del candil.
El salamanquero no ejerce ninguna fuerza sobre la infeliz. Pero esta huirá por las noches para reunirse y entregarse en brazos – y entregar su virginidad – del irresistible conquistador. El engendro de la salamanca seguirá sus correrías, atropellando honras, profanando vírgenes y hasta seduciendo a mujeres casadas. En las tabeadas y juegos de naipes se alzara con todas las ganancias. En las peleas será invencible, nadie tocara la guitarra mejor que el. Pero lo hará en la oscuridad y solamente hasta cierta hora… nadie podrá con el. Pero un día (o una noche), alguien tocara su hombro; es el, que viene a reclamar su parte, a cobrar una deuda… Y llegara justo en el momento en que menos se lo esperaba y deseaba…, cuando el desenfreno es mayor…, cuando el deseo de bajos apetitos es mas ardoroso…, cuando ya lo tenia olvidado. Y su presencia lo aterra…; recién ve sus ojos enrojecidos; sus agudos dientes como fiera hambrienta…, esa garganta color de la sangre caliente de una herida… Ya no ve mas que a él… solamente a él… Quisiera huir, pero no puede; todo se convierte en una horrible pesadilla y desde ese momento y en ese lugar comienza el suplicio. Oirá carcajadas siniestras por todas partes. Visiones de seres monstruosos, asquerosos que se arrastran a su lado, que lo rozan, que se burlan de su miedo. Recién despertara de su ceguedad; comparara los pocos anos de de goces mundanos y una eternidad de sufrimientos. Clamara misericordia y nadie le oirá, nadie estará a su lado. Estará solo. Solo con la oscuridad y el vacío que lo ira tragando lentamente, poco a poco. Ante su vista desfilaran a cuantos deshonró y burló. Cuando clame por un vaso de agua para calmar su sed, se dejara oír una voz que le dirá: “Hijo, tu ya tuviste tus bienes en la tierra; y los otros, también sus males. Ahora son ellos aquí consolados, y tu atormentado. Ademas, una gran sima nos separa…” Después por el lugar donde apareció el cuerpo del salamanquero aparecerán visiones de seres monstruosos que en Santiago se conocen como “asustos”; y se verán también luces, “luces malas” que seguirán a los viajeros por la orilla del camino en noches de tormentoso viento sur.
Por si a alguien le interesa, el lugar esta en la parte norte del Cerro de los Guanacos, cerca de Ramírez de Velazco.

(Cuento por Gastón Zalazar)