cuentos sudamericanos

“Erase una vez en un lejano pueblo donde vivían tres señoritas que siempre en la noche esperaban a tres jóvenes para bailar y cenar, eso era lo que siempre hacían en las noches.

Los tres jóvenes que venían todas las noches no eran seres humanos, sino que eran tres animales de la zona: un puma, un zorro y un alcamire”.

El puma, el zorro y el alcamire.

Cecilia Churata Choque.

“Un día caminando por la madre tierra, extensa, fértil, bondadosa para con su pueblo, se le aparece una visión de un hombre indescriptible que lo dice: ¡Tú serás la mano que conduzca a este pueblo a su nuevo sendero, será transitorio. Luego volverán aquí, sembrarán la tierra, construirán sus hogares y esperarán plácidamente que la luz brillante de este moreno pueblo, palidezca con la llegada de la ambición blanca”.

El Nguillatün: Su inicio.

Alvaro Vargas Caripan

Presentación

En las culturas indígenas los relatos orales constituyen un elemento fundamental de transmisión de saberes, historias y un principio educativo, en el cual los niños y niñas se van integrando paulatinamente a las tradiciones de sus comunidades.

Estos relatos al ser transmitidos por la palabra adquieren connotaciones personales que caracterizan a cada narrador. En el caso de los niños y niñas que recrean los relatos, ellos siempre se remiten a un miembro de la comunidad o de su familia que ha contado el relato, que para ellos adquiere la forma de un cuento, algo que le sucedió a alguien o algún animal o una cosa en un lugar cercano, que es parte de su experiencia y que siempre les entrega una enseñanza que tiene sentido a medida que se interiorizan en las pautas culturales de su comunidad.

De esta forma, se inicia un proceso educativo comunitario, en el cual los niños comprenden su entorno, logran distinguir aspectos naturales y culturales de lo que se entiende por femenino y masculino e internalizan las pautas y roles asociados al ser hombre y ser mujer en ese contexto.

Los relatos – cuentos en palabras de los niños-, que se presentan a continuación, constituyen una parte del material recopilado a través del Concurso Me lo Contó mi Abuelito, realizado por la Fundación FUCOA del Ministerio de Agricultura con la colaboración del Programa Básica Rural y Programa de Educación Intercultural Bilingüe del Ministerio de Educación, a través de los años 1998 al 2000.

Este material ha sido recopilado por niños que estudian en escuelas rurales, muchas de ellas ubicadas en zonas con población indígena, en el año 2000 y en el 2001 la participación de estos niños se ha incrementado, entregando un valioso aporte a la transmisión de sus culturas, ya no sólo a través de la tradición oral, sino que dejando un precedente escrito. Con el propósito de preservar este material y de difundir su contenido, estos cuentos han pasado a formar parte del Archivo Oral de la Biblioteca Nacional.

Algunas consideraciones respecto a los cuentos

El tratamiento de estos relatos orales llevados a la escritura en un proceso de interpretación y de mediación que realizan los niños entre dos culturas, constituye un punto de partida para analizar los contenidos y los significados que éstos tienen en el contexto comunitario e indígena.

Desde el punto de vista del análisis literario, muchos de estos relatos no constituirían la categoría de cuento. Sin embargo, en las concepciones de los niños que los cuentan adoptan claramente esta característica. Algunos de ellos forman parte de la tradición oral de sus comunidades o de un contexto cultural y geográfico como puede ser el andino o el mapuche. También se transmiten sus experiencias en prácticas culturales como el Floramiento de animales, el carnaval, la celebración del patrono del pueblo, la limpia de canales, la recolección del pehuen, el Nguillatun, entre otros. En estos casos, los niños relatan sus experiencias en esos contextos y en ese proceso elaboran y recrean el cuento.

Para fines de análisis de los relatos, éstos se consideran como cuentos en la medida que “lo que le da unidad, es en primer lugar, como indica su nombre, el carácter de ser contado o de poder ser contado, leído o escuchado en una sesión” (Kayser, 1965). Además, de presentar unidades que aparecen en distintas combinaciones como es el caso de los motivos que remiten a una situación típica que se repite.

Por otra parte, estos cuentos pueden ser relatos de ficción, pueden estar destinados a la entretención y la diversión, pueden remitir a una historia real de un antepasado o incluso la experiencia personal de los niños. Sin embargo, sea cualquiera de estas las características del cuento, todos conllevan una enseñanza, un mensaje y un significado que los sitúa en su contexto y en pautas culturales de la comunidad.

Las representaciones sociales presentes en los cuentos

Los contenidos que forman estos cuentos corresponden a representaciones sociales, que son entendidas como construcciones cognitivas socialmente compartidas, que incluyen procesos tales como la percepción social, la significación y comunicación, entre otros.

En sentido específico, la representación social es una construcción cognitiva almacenada en la memoria social, configurada como una red jerárquica organizada por un conjunto limitado de categorías nodales relevantes que organizan los contenidos proposicionales del conocimiento socialmente compartido (Van Dijk, 1989).

Estas representaciones se conectan con los discursos concretos, en este caso con los relatos y cuentos recopilados por los niños, en los que se manifiestan modelos de evento, de situación, personales, o episódicos, que son representaciones personales de la realidad. Estos modelos se hallan almacenados en la memoria episódica y, a diferencia de las representaciones sociales, “constituyen representaciones cognitivas jerárquicamente estructuradas de las experiencias personales tanto directa como indirectamente vividas, con respecto a las cuales las expresiones adquieren sentido” (Van Dijk, 1989).

A través de procesos de generalización, los conjuntos de modelos de evento se pueden transformar en “guiones” o actitudes generales y, en esas condiciones, pasar a formar parte de las representaciones compartidas socialmente, así como éstas también pueden guiar la interpretación de situaciones particulares mediante el aporte de categorías o actitudes básicas que permiten procesar la información situacional representada en los modelos de evento.

En este sentido, los cuentos recopilados por los niños nos presentan las representaciones sociales de sus comunidades y los significados que adquieren en ese contexto, así como la configuración de lo masculino y femenino en su cultura.

Los niños como interpretes de sus tradiciones

Los niños y niñas que escriben los cuentos de su comunidad, se transforman en interpretes de una situación comunicativa, que pasa de un canal oral a uno escrito. Esto supone la intervención de un adulto que puede ser su abuelo o abuela u otro miembro de la familia y la comunidad que es el transmisor primario de este proceso comunicativo.

También se presenta el caso de que el relato surja de la propia experiencia infantil, motivado por las tradiciones que se practican en los pueblos o por la idea de haber vivido la experiencia. En este sentido, el relato o cuento para los niños se constituye en una experiencia tangible y concreta, que se asume como parte de la realidad.

En la reconstrucción del relato aparecen dos influencias que manifiestan la intersección de dos culturas, la de origen o comunitaria y la escuela. En este punto es importante destacar que la forma de contar la historia, se remite al contexto de los cuentos occidentales, la mayoría de ellos se inicia con “Era un día…; Eráse una vez…; Había una vez…” o también haciendo referencia al logo del concurso “Me lo contó mi abuelito…; Mi abuelo me contó…”. A esto se agrega la influencia de los docentes que tratan de limpiar y cambiar en cierto sentido la forma y el estilo que los niños le dan a su relato a través de la escritura. En este punto se presentan claras diferencias entre los textos manuscritos y los formateados que son analizados.

Los cuentos Andinos

En estos cuentos aparecen personajes diferenciados, ya sean masculinos y/o femeninos, los primeros corresponden a animales como el Cóndor, el zorro y el alcamire y en el segundo caso son mujeres que están en el mundo de adentro o la casa o ejercen una actividad como es el cuidado de los animales.

En estas relaciones de personajes se presentan asociaciones entre cultura y naturaleza, entre femenino y masculino en una relación de complementariedad. Estas relaciones adquieren significados simbólicos en la medida que los personajes ocupan un lugar en la cosmovisión andina. Siguiendo los supuestos de Arnold y Jiménez (citado en Tabilo, 1999), el Cóndor está asociado al mundo simbólico masculino, son “los tomadores de esposas”, “los jefes de familia” y procrean sus crias con mujeres jóvenes que son raptadas de la comunidad y llevadas a vivir a sus cuevas, las que están muy alejadas y a grandes alturas, haciendo casi imposible su partida.

Con respecto a la actuación, el cóndor es un animal que no se viste de humano, sino que actúa en su morfología animal a diferencia del zorro que se transforma en humano para entrar al mundo doméstico de las mujeres. Sólo cuando actúa en el afuera permanece en el mundo natural y se presenta como mensajero o salvador de los personajes femeninos, se transforma en un aliado frente a los peligros del afuera, que en este caso es la naturaleza, entendida como lo que no se puede regular.

Otra relación de oposición es el arriba y el abajo que relaciona la naturaleza y la cultura y se ejemplifica con el Cóndor y la pastora. En este plano se experimenta claramente la jerarquía social de los espacios.

La Niña y El Cóndor

Era un día en el campo, cuando una niña que se llamaba Juanita estaba pasteando corderos. Sola en el pasto, de pronto se acerca un Cóndor y le dice.

-Hola, ¿te llevo a tu casa?

Y Juanita le dice que no, y además le pregunta: ¿qué haces aquí?

Así venía molestarla todos los días. El Cóndor se había enamorado de Juanita.

Un día el Cóndor la convenció para poder llevarla a su casa, pero él tenía malas intenciones, quería llevarla lejos. El Cóndor le dijo a Juanita: ¡Ven súbete a mis espaldas!, y Juanita aceptó, contenta se subió encima del Cóndor. El Cóndor voló y voló y llego hasta unas rocas muy altas. Juanita se puso a llorar porque no quería estar ahí y tampoco podía bajarse.

El Cóndor le traía carne cruda para comer y ella no comía carne cruda, entonces el Cóndor le preguntó: ¿quieres carne cocida? Y Juanita llorando le dijo que sí.

Así pasaron varios años, Juanita tuvo dos hijos, tenían apariencia humana, pero sus brazos y piernas estaban cubiertas de lumas.

Un día la niña vio pasar a un picaflor cerca de esas rocas y le dijo ¡Picaflor, picaflor, ayúdame, tú me puedes salvar. El picaflor de pena la escuchó y fue volando donde ella y le dijo: Te voy a salvar, pero si me das tu medalla. Juanita contenta le dijo que sí. Le entrega la medalla al picaflor, el picaflor se la coloca y ella se sube encima del picaflor. Deja a sus hijos con el Cóndor, porque sabe que con él van a poder vivir sin problemas.

Al llegar a su casa no encuentra a su madre ni a nadie y ella se encierra en una bodega de la casa.

El Cóndor después de unos días fue a la casa de Juanita a buscarla. Se posó sobre la bodega y se puso a llorar, le caían muchas lágrimas de colores rojo, negro, verde, azul y la niña lo escuchaba con mucha pena, pero sabía que el amor que el Cóndor le tenía a ella no podía ser.

A través de esta leyenda yo sé por qué el Picaflor tiene el pecho brillante, es la medalla que le dio Juanita por salvarla del Cóndor.

Cristina Gutiérrez. Ticnamar. Putre. Prov. Parinacota.

El Puma, el Zorro y el Alcamire

Érase una vez en un lejano pueblo donde vívian tres señoritas que siempre en las noches esperaban a tres jóvenes para bailar y cenar, eso era lo que siempre hacían en las noches.

Los tres jóvenes que venían todas las noches no eran seres humanos, sino que eran tres animales de la zona: un puma, un zorro y un alcamire.

Estos animales todas las noches se convertían en seres humanos para ir a la casa de las trres señoritas a bailar y a comer. Era como un don el que habían recibido el que les permitía transformarse en personas, pero esto sólo ocurría durante la noche, porque a la amanecida, al rayar el sol por la cordillera, este don se desvanecía y los tres jóvenes volvían a su forma original, la de animales.

Todos los días el puma llevaba carne buena y muy limpia, el zorro carne no tan limpia pero ponía empeño en llevar su cooperación, el alcamire está demás decirlo – siempre llevaba carne sucia. Esta carne era que las señoritas después cocinaban y cenaban los seis en la mesa.

Resulta que un día las señoritas se preguntaron

¿Por qué los jóvenes todos los días se van antes que amanezaca, nos estarán ocultando algo?

Para salir de esa duda, un día al llegar la noche y llegar los jóvenes, ellas dismuladamente empezaron a cerrar bien las puertas y ventanas con llave.

Empezó la fiesta, como siempre conversaban, comían y bailaban, así pasaron las horas, hasta que la noche se fue acabando, pronto llegaría el amanecer y un nuevo día.

Los jóvenes empezaron a preparase para poderse ir, se despidieron de las señoritas, pero ellas no querían que ellos se fueran. Por más que trataban de convencer a las señoritas no los dejaron salir de la casa.

Hasta que finalmente el sol comenzó a asomarse en la cordillera, al rayar el amanecer los tres jóvenes se transformaron en animales. Las señoritas se asustaron mucho al verlos convertidos en animales y como no sabían que hacer, les empezaron a pegar con cordeles y trozos de madera.

Después de tantos golpes que recibieron los animales quedaron muy mal heridos, pero finalmente lograron escapar al cerro y nunca más regresaron a visitar a las señoritas.

Las señoritas por su parte, ahora no reciben a extraños en su casa porque pueden volver a vivir una experiencia desagradable.

Cecilia Churata. Ticnamar. Putre. Prov. Parinacota.

Los dos hermanos que se convirtieron en viento

Un día sentada en la cocina de mi casa, en el pueblo de Pisiga Choque de la comuna de Colchane, mi abuelito me contó que…

Hace muchísimos, pero muchísimos años atrás, había una mujer que era viuda, su esposo muy trabajador falleció cuando sus hijos eran grandes. La madre quedó viuda con dos hijos: el mayor se llamaba Mariano y el menor Acencio. Iban a jugar todos los días al campo, mientras su madre cocinaba, quinua, chuño y papas.

Hasta que un día, no hubo nada para cocinar, mientras sus hijos jugaban y jugaban, venían solamente a comer y después se devolvían a jugar porque estaban muy entusiasmados.

Un día su madre, como no había nada que cocinar para alimentar a sus hijos, tuvo que cortar un pedazo de carne de su pierna, con un cuchillo de lata, sufrió mucho y luego la cocinó en una olla como cazuela. Al rato llegan sus hijos bien hambreados diciendo: -¡Tengo hambre!

La mamá aguantando el dolor de su pierna, sirvió la comida con un pedazo de carne. Cuando terminaron de comer sus hijos, llorando les dijo: -¡Hijos, me comieron!

Los dos hermanos respondieron: -¡No puede ser mamá!

La madre lloraba y lloraba y les dijo:

-¡Tienen que ir a trabajar!

Pero sus hijos estaban asustados y se fueron al campo, se sentaron en una sunkiña (una parte donde los llamos se rascan), el mayor dijo:

-Acencio, tú te vas para abajo, al Oeste y yo voy hacia arriba, al Este.

El menor partió jugando hacia el Este, el mayor también fue jugando hacia el Oeste y al mismo tiempo se convirtieron en remolinos de viento: fuerte del Oeste, que es el hermano mayor, y al Este apareción el viento suave, que es el hermano menor. Esta es la historia que me contó mi abuelito.

Nilda Choque. Pisiga Choque. Iquique.

Los cuentos mapuches

En estos relatos se pueden distinguir los epew, que se refieren a episodios de ficción ya sea de animales o de aves, que en algunos casos interactúan con los humanos, poseen un carácter didáctico y moralizador.

Otro tipo de relato es el nütram, que es una narración, una historia sobre hechos vívidos o experimentados por miembros de la comunidad.

En cualquiera de los casos, los relatos remiten a la entrega de enseñanzas que le permitirán a los niños formar parte de la cultura. En este sentido, lo femenino tensiona la cultura, porque actúa entre el bien y el mal, aparece la sanción del matrimonio con el huinca , se trata de la responsabilidad cósmica de lo masculino que se expresa en las relaciones de reciprocidad “pensada bajo las reglas del intercambio matrimonial” (Foerster citado en Tabilo, 1999). Esto se manifiesta en el cuento El pehuén que se enamoró de la luna.

El Pehuén que se enamoró de la luna

Dice mi abuelo que hace muchos años vivía en la zona de Cautín cerca del Llaima una joven mujer mapuche alta de cabellera negra, que vivía de la agricultura era una especie de jefa de la reducción. Ella solucionaba muchos problemas de su gente, su nombre era Araucaria. Ella cuidaba con mucho esmero los copihues en especial los rojos que ella decía que eran el corazón dejado por los araucanos en el campo de batalla.

Araucanía tuvo un hijo que le puso “Pehuén”.

Este a medida que crecía admiraba muchoa a la luna por su cara blanca y redonda. Para él la luna era una joven hermosa que volaba sobre los montes.

Cada noche que aparecía en la cordillera frente al volcán Llaima, salía el joven a mirarla, pasaba horas y horas mirándola. Se enamoró de ella y la llamaba con sus manos a que bajara a conversar con él.

La luna bajaba y se posaba sobre la laguna Quepe y también se posaba sobre los robustos brazos del joven. Ambos reían al servirse muday (bebida mapuche hecha de trigo).

La luna recibía de mano del joven ramos de copihues rojos que significaba el amor del esbelto y soberbio joven mapuche.

La luna con su poder quería que el joven Pehuén llegara al cielo cuando ya tenía bastante altura porque crecía. Los dioses mapuches se dieron cuenta de ese amor, se enojaron pues un mapuche no debía casarse con una huinca, es decir, extranjero. Convirtieron al joven en un árbol deteniendo su crecimiento, quedando con la altura que hoy tienen. Su madre nada pudo hacer por él. Desde esa fecha, es el árbol araucano más alto y de más esbelta figura que existe. Cada vez que la luna aparece la abraza.

Dicen los indígenas que la luna aún sigue enamorada del Pehuén.

Manuel Caniuqueo. Muco Bajo Reducción Caniuqueo. Lautaro

A modo de conclusión

Los relatos que recopilan los niños entregan elementos propios de la cultura que son adecuados a la enseñanza a nivel comunitario y también en el espacio de la cultura. Estos relatos que coexisten entre culturas se transforman en herramientas de aprendizaje que se sitúan al interior de la familia y la comunidad y también permiten el desarrollo de la enseñanza aprendizaje al interior de la escuela.

Al recrear los cuentos y contrastarlos con la información que reciben de la sociedad chilena, los niños pueden conocer, diferenciar y oponer las posiciones presentes en las dos culturas, -chilena e indígena-, esto facilita un aprendizaje activo e intercultural donde se salvaguardan el respeto y los valores de distintas culturas.

Las formas de constitución simbólica que la cultura entrega para comprender lo masculino y femenino, puede facilitar y mejorar las relaciones entre hombres y mujeres que transitan entre dos mundos y pueden aportar al desarrollo de nuevas perspectivas en la sociedad chilena. Esto se manifiesta claramente en los espacios educativos donde se desarrollan propuestas de interculturalidad, que permiten un diálogo transversal de las concepciones de género a través de la dinámicas internas de los relatos y de las interpretaciones que realizan los niños y niñas.

Bibliografía

Caniuqueo, M. (1999): El pehuén que se enamoró de la luna. Lautaro. En Archivo oral Biblioteca Nacional. Chile.

Choque, N. (2000): “Los dos hermanos que se convirtieron en viento”. En me lo contó mi abuelito. MINEDUC. Santiago. Chile.

Churata, C. (1998): El puma, el zorro y el alcamire. Ticnamar. En Archivo oral Biblioteca Nacional. Chile.

Gavilan, V. (1993): “Relaciones de género en la cultura aymara: complementariedad y subordinación”. En Huellas: Seminario Mujer y Antropología, problematización y perspectivas. CEDEM. Santiago. Chile.

Gutiérrez, C. (1998): La niña y el cóndor. Ticnamar. En Archivo oral Biblioteca Nacional. Chile.

Kayser, W. (1965): Interpretación y análisis de la obra literaria. Ed. Gredos S.A. Madrid. España.

MINEDUC (2001): Llaqtaypa Yachaynin, El Saber de mi Pueblo. NB1. Antofagasta. Chile.

Tabilo, K. (1999): El Cóndor, el Zorro y la Pastora: alegorías de lo femenino y lo masculino en relatos de la tradición oral aymara. Tesis de Antropología. U. De Chile.

Van Dijk, T. (1989): La ciencia del Texto. Ed. Paidos Comunicación. Barcelona. España.