El origen del Mundo en la cultura azteca

La civilización azteca

En la zona geográfica que corresponde a la mitad sur del México actual, se desarrolló una gran actividad cultural desde unos 2000 años a. C. En esta región habitaron diversos pueblos, algunos de los cuales nos han dejado muestra de su floreciente cultura, como es el caso de los restos arqueológicos de la ciudad de Teotihuacán, ya deshabitada cuando llegaron los españoles. En la meseta central mexicana desde finales del siglo VII hasta mediados del siglo XII, se desarrolló la cultura tolteca que llegó a fusionarse con la maya en su expansión hasta el Yucatán. En este marco geográfico, más concretamente en las orillas e islas del lago Texcoco, se desarrolló la civilización azteca, una de las civilizaciones mejor conocida de la América precolombina y la unidad política más importante de toda Mesoamérica cuando llegaron los españoles. Los aztecas son herederos de la tradición cultural de los toltecas, que sirven de nexo entre la cultura azteca y la maya.

Los aztecas, que se hacían llamar a sí mismos «mexicas», llegaron del norte y se asentaron en la cuenca del Texcoco a mediados del siglo XII, fundando su capital, Tenochtitlán, en 1325 Maqueta de la capital del imperio azteca. [Fuente: Artehistoria.com].. La palabra «azteca» tiene su origen en una legendaria tierra del norte llamada «Aztlán». Según cuenta la leyenda, los aztecas abandonaron esta mítica Aztlán, por orden de los dioses y debían instalarse allí donde encontrasen un águila devorando a una serpiente. Imagen alegórica de la fundación de Tenochtitlán. [Fuente: Artehistoria.com].

El azteca fue un pueblo que, mediante alianzas militares con otros grupos y poblaciones conoció una rápida expansión y dominó el área central y sur del actual México entre los siglos XIV y XVI, si bien es cierto que en un primer momento tras su llegada, tuvo que enfrentarse a otros pueblos ya asentados en la zona. Tras la muerte de Moctezuma II en el 1520, se puso de manifiesto la debilidad de este gran imperio, derivada de aquella rápida expansión: no podían controlar aquel vasto territorio; las divisiones internas entre provincias y las tensiones y ambiciones independentistas de algunos pueblos, facilitó a los españoles, dirigidos por Hernán Cortés, la conquista de este gran imperio, que culminó en 1521.

Los aztecas se asentaron sobre un rico espacio lacustre que les ofrecía grandes pasibilidades para el desarrollo de la agricultura, la pesca y el comercio. La economía azteca fue principalmente agrícola (cultivo de maíz y frijoles), destacando la técnica conocida como «chinampas», dentro de la cual se diferenciaba la de tierra firme de la de pantano. Con esta técnica, se explotaba el suelo cenagoso permanentemente fértil y húmedo y se obtenía una productividad muy elevada. Esta agricultura intensiva se combinaba con la ganadería, la caza y la pesca en el lago, y un importante comercio, a corta y a larga distancia. Con respecto al sistema de tenencia y explotación de la tierra, el pueblo azteca desarrolló una estructura compleja en la cual se podía distinguir la tierra asignada a los llamados «calpulli» (las unidades básicas de organización de la sociedad azteca), que a su vez realizaban el reparto entre las familias de no privilegiados; por otro lado, las tierras de los elementos privilegiados de la sociedad, trabajadas por braceros y esclavos. Otro grupo lo integraban las tierras destinadas a fines públicos: mantenimiento de la administración, del templo, del gobernante y del ejército. Un concepto muy interesante, tanto desde el punto de vista económico, como desde el punto de vista político, fue el «tributo», pagado a los aztecas por los pueblos sometidos a su dominio. Al no conocer la moneda, este tributo era pagado, por así decirlo, en especie y servía para abastecer a la capital azteca de productos básicos, materias primas y manofacturas. Por otro lado, este tributo formaba parte de la redistribución de bienes, ya que parte de dicho tributo era destinado al mantenimiento de la administración, otra parte revertía en los elementos privilegiados de la sociedad y cierta cantidad se reservaba para su almacenamiento.

La estructura de la sociedad mexica está caracterizada por su complejidad, recordando, hasta cierto punto, a la estructura feudal que en aquellos momentos se conocía en el Viejo Mundo. Para empezar, la primera separación hacia referencia a la condición de privilegiados, o «pipiltzin»Q, (no tenían que pagar tributo y acapararon tierras y cargos) y no privilegiados, o «macehualtín» (tenían que pagar tributos). Dentro de l primer grupo, se podían diferenciar varios subgrupos y a la cabeza de ellos se encontraba el supremo gobernante azteca: «Huey Tlatoani», cuya residencia estaba en Tenochtitlán. Al servicio de este gobernante se hallaba una élite de pipiltzin directamente vinculada con él. Al mando de las ciudades se encontraban los llamados «tlatoani». Finalmente estaban los pipiltzin de menor categoría. Los «macehualtín» eran organizados en calpulli. Pero no todos los no privilegiados quedaron ordenados en estas unidades, por ejemplo los comerciantes de larga distancia, llamados «pochteca» que, sin ser privilegiados, contaron con estatutos particulares, cultos propios y espacios diferenciados de residencia o los «mayeque» o braceros. El escalón más inferior en la sociedad azteca lo ocupaban los esclavos.

También la estructura política ofrece una complejidad propia de una administración evolucionada, en la que, sin embargo, perviven elementos de la antigua sociedad nómada (calpulli con el calpullec al mando). Al frente del gobierno estaba el emperador azteca, el «Huey Tlatoani», el último de los cuales fue Moctezuma. También sabemos de la existencia de consejos, como el llamado «Consejo de los Cuatro», formado por destacados pipiltzin encargados de elegir al sucesor, y otra serie de consejos especializados. La unidad política del área del lago Texcoco se consolidó tras la alianza de los tres grandes reinos: Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopán que dominaban amplias zonas y de los que dependían otros núcleos menores.

La complejidad y la riqueza en la estructura política, social y económica de la civilización azteca, fue acompañada de un espléndido desarrollo cultural. En concreto, la concepción mesiánica que tenían los aztecas de sí mismos y su concepción cíclica del tiempo, marcaron la vida cultural y religiosa de este pueblo, así como su vida diaria y su concepción cosmogónica.

La visión cosmogónica de los aztecas

La cultura y la religión aztecas

Los aztecas recogen la tradición cultural mesoamericana y su arte, su ciencia y su panteón divino van a caracterizarse por su sincretismo. En primer lugar destaca su escritura compuesta por caracteres ideográficos, algunos numerales y glifos fonéticos. Si bien es cierto que su escritura noImagen que presenta un objeto del arte de la plumaria azteca perteneciente al tlatoani Ahuitzotl. [Fuente:Artehistoria.com]. logró superar a la desarrollada por los mayas, ésta les sirvió para administrara su imperio. El arte mexica es la culminación de las manifestaciones artísticas de la tradición mesoamericana, con una gran estatuaria, una importante pintura mural y unos elaborados mosaicos. Destaca el arte de la plumaria, del cual, dado el carácter perecedero del material, no conservamos muestra alguna; sin embargo, sí disponemos de algún ejemplo como el que muestra la siguiente imagen; se trata de la Rodela de Ahuítzotl realizada con plumas y oro embutido fechada entre el 1325 y el 1521.

Imagen que presenta la llamada «Piedra del Sol», el calendario azteca, datado en 1479. [Fuente:Artehistoria.com]. En cuanto al desarrollo científico, el pueblo azteca destacó en medicina y farmacopea; es de suponer que una cultura tan vinculada a las prácticas guerreras contase con eficaces curas para los traumatismos. También destacaron en la astronomía, la base de su calendario, herencia de la cultura maya. Emplearon el calendario de 365 días y el de 260, utilizando además, la «rueda calendárica» de 52 años. . Los aztecas tenían una concepción cíclica del tiempo, por lo cual consideraban que se podía predecir, de ahí la importancia de la observación astronómica y del calendario. La observación de los astros fue tan importante que esta prestigiosa tarea fue una obligación del Huey Tlatoani.

Representación en la que se muestra una imagen del llamado «Códice de Durán» en la cual Moctezuma aparece contemplando un cometa. [Fuente: Artehistoria.com]. La educación fue importante, sobre todo, en lo que se refiere a la formación de los pipiltzin, marcada por su carácter obligatorio y su dureza. La enseñanza de los nobles, desarrollada en escuelas especializadas (calmécac), se diferenciaba de la que recibían los macehualtín, los no privilegiados. La formación de la élite debía ser más completa, ya que eran ellos los que ocuparían cargos importantes en el ejército y en la administración; eran formados en derecho, historia, astronomía, religión…, pero también en poesía y canto. Era un pueblo orientado hacia la guerra, preocupado por que los jóvenes fuesen formados en una serie de conocimientos y prácticas, y en un sentimiento de unión entre ellos. Existieron órdenes militares entre los aztecas, como las llamadas «Hombres Valientes», «Caballeros del Sol»; y también los no privilegiados tenían sus propias órdenes como la conocida como «Nobles Águila».Imagen en la que aparece representado en cerámica pintada un «Caballero Águila». [Fuente: Artehistoria.com].

La importancia de la guerra está vinculada con la concepción mesiánica que los mexica tenían sobre sí mismos. Consideraban que ellos eran el pueblo elegido para mantener con vida al Sol; Sol que únicamente podía alimentarse con un elemento que se hallaba exclusivamente en la sangre de las madres muertas en el parto, la sangre de guerreros muertos en combate y la sangre de prisioneros sacrificados en el altar mayor. Así, las actividades bélicas estaban ampliamente justificadas desde el punto de vista práctico-religioso.

Imagen perteneciente a un dibujo del «Códice Nuttall» del 1519, que representa un sacrificio humano. [Fuente: Artehistoria.com]. Los sacrificios humanos, realizados siguiendo un solemne ritual, eran fundamentales para los mexicas.Imagen que nos muestra un cuchillo empleado en estos rituales aztecas realizado sobre siles con turquesa, hematites y obsidiana. [Fuente:Artehistoria.com].. Se desarrollaban en la «Piedra de los Sacrificios» del templo, donde cuatro sacerdotes sujetaban al prisionero y le extraían el corazón, para después cortarle la cabeza. El corazón se guardaba en un recipiente especial, mientras que el cuerpo era arrojado por las escaleras abajo y el guerrero que capturó al prisionero tenía derecho a celebrar con él un banquete.

Esta religión, que tenía como preocupación principal el mantenimiento del Sol mediante el sacrificio, contó con un panteón enorme compuesto por sus propios dioses, por deidades que fueron asimilando en su marcha desde norte hasta el lago Texcoco y divinidades de pueblos conquistados. Además los aztecas tenían un dios para cada actividad y cada calpulli. A este variado panteón, debemos añadir el hecho de que eran dioses de carácter cambiante, asociados a colores y con posibilidad de multiplicarse. De todas estas divinidades, la más importante fue Hiutzilopochtli, el dios del sol y la guerra, que tenía su antítesis en Telcatlipoca, concebido como un dios oscuro, lo cual pone de manifiesto la dualidad existente en la religión azteca. También fueron importantes Tlaloc, dios de la lluvia, y Quetzalcoalt.Imagen que muestra una representación del dios de la lluvia en una miniatura del «Códice Ixtlitxochitl», siglo XVI. [Fuente: Artehistoria.com].

Quetzalcoatl era un dios antiguo, anterior a los mexicas, del que hay diversas versiones. Para Imagen que muestra una máscara que representa la cara de este dios azteca. [Fuente: Artehistoria.com]. algunos era el dios creador del hombre, mientras que para otros fue un dios civilizador, identificándolo con Prometeo. El mito de Quetzalcoalt es muy interesante para entender la reacción de los aztecas ante la llegada de los conquistadores. Este dios también es conocido como el dios del viento bajo el nombre de Ehecatl, que es una de sus formas, y otra de sus formas es la de dios del agua y dios de la fertilidad. Quetzalcoatl es considerado hijo de la diosa virgen Coatlique y hermano gemelo del dios Xolotl. Como introductor de la cultura, él trajo al hombre la agricultura y el calendario, y es patrón del las artes y de los oficios. En un mito azteca el dios Quetazaocoatl permitió ser seducido por Tezcatlipoca, pero se arrojó a sí mismo a una pira funeraria lleno de arrepentimiento. Tras su muerte su corazón se convirtió en el lucero de la mañana, y como tal Imagen en la que aparece una estatuilla de Quetzalcoalt o la «Serpiente emplumada». [Fuente:Artehistoria.com]. es vinculado con la divinidad Tlahuizcalpantecutli. En cualquier caso, este dios, descrito como un Imagen en la que encontramos una vasija azteca con una representación de Tezcatlipoca. [Fuente: Artehistoria.com]. ser de rostro blanco y barbado, era un dios pacífico y civilizador, opuesto a los sacrificios humanos, que intentó detener esta práctica ritual. Al fracasar en su propósito, emigró hacia el este, prometiendo que un día regresaría en un año determinado de la cuenta azteca. Esto afectó en la actitud de los aztecas antes la llegada de los primeros españoles (Hernán Cortés).

Cuando llegó Hernán Cortés, Moctezuma lo confundió con el dios Quetzalcoatl, por su rostro blanco y su barba; pero, además, la llegada de los conquistadores coincidió con el año en que Quetzalcoatl había prometido volver, lo cual hace entender la terrible confusión de los aztecas, que pronto se percataron de que aquellos extranjeros no eran dioses. Después, los aztecas le convirtieron en un dios símbolo de la muerte y la resurrección y en el patrono de los sacerdotes. El sacerdote mayor era llamado Quetzalcoatl también. El culto a Quetzalcoatl se extendió por muchas ciudades y pueblos mesoamericanos: Tula (capital Tolteca), Cholula, Tenochtitlán o Chichén Itzá.

Se trata de una imagen procedente del «Códice Duran», siglo XVI, en la que se muestra a Hernán Cortés recibido en Tlaxcala. [Fuente: Artehistoria.com].

Los mitos cosmogónicos aztecas

Los Cinco Soles

Según los aztecas el supremo creador de todo fue el dios Ometecuhlti que, junto a su esposa Omecihuatl, creó toda la vida sobre la tierra. En otras versiones, esa pareja creadora original, se reduce a una sola divinidad llamada Ometeotl que adquiere una doble vertiente, por un lado la masculina, Ometecuhtli, y, por otro, la femenina, Omecihuatl. Así, este dios, que aparece como un dios del fuego y como el dios supremo del panteón azteca, es una divinidad andrógina. No recibió culto formal ni tampoco contó un centro de culto, pero estaba presente en cada ritual y en todas las elementos de este mundo. Esa pareja cósmica, o ese dios andrógino, dio a luz a los cuatro dioses que más tarde crearían cada uno de los soles y más tarde tuvo otras 1.600 divinidades más. Según la mitología azteca antes de nuestro sol, que es el quinto, existieron otros cuatro. Para los aztecas vivíamos, por tanto, en la quinta creación, o en la quinta era. Volviendo a la pareja original y a su descendencia, la legenda mexica señalaba que cada uno de seos dioses creadores luchaba por la supremacía en el mundo, empleando cada uno su propia fuerza cósmica: tierra, fuego, viento o agua. Mientras esas fuerzas se mantuvieran en equilibrio, el mundo estaba en orden y podía existir la era de un sol; sin embargo, si se producía un desequilibrio cósmico, ese sol, junto con la Tierra y los seres humanos de esa era, perecerían. El primero de esos cinco soles fue el creado por el dios Tezcatlipoca, que era el dios de la Tierra. Sin embargo, su creación fue algo imperfecta, ya que los seres humanos aparecieron con forma de gigantes y en vez de un sol completo, se formó medio sol. Aquellos gigantes seres humanos, se vieron obligados a sobrevivir solamente con bellotas y piñones. A consecuencia de esta pésima alimentación, los humanos crecieron poco y débiles. En un momento determinado de esa era, los jaguares devoraron al medio sol existente y, ayudados por la oscuridad, fueron destruyendo y asesinando a los seres humanos gigantes.

El segundo de esos soles fue creado por el dios Quetzalcoatl, dios del Viento. Bajo este sol, los humanos se alimentaron con semillas de árboles, que todavía eran insuficientes para fortalecer a los hombres, que debían sobrevivir a los fuertes vientos. Los tremendos huracanes en ocasiones arrojaban a los seres humanos lejos. A pesar de ello, algunos humanos lograron sobrevivir al ser capaces de transformarse en monos

Tlaloc, que era el dios de la Lluvia en la mitología azteca, creó el tercer sol. Durante la era del tercer sol, los seres humanos hambrientos vivían de cereales. En este mundo, fueron los tremendos volcanes los que provocaron las desgracias. Enromes volcanes hacían erupción y las cenizas caían desde el cielo, consumiendo y enterrando el mundo. Sin embargo algunos hombres sobrevivieron al convertirse en pájaros que podía escapar a aquellas destructivas erupciones.

Chalchiuhtlique, la diosa del Agua azteca, fue la encargada de la creación del cuarto sol. Los seres humanos de esta creación intentaron sobrevivir con una semilla conocida con el nombre de acicintli, pero ésta no era comida suficiente para los humanos, que tenían que enfrentarse a enormes inundaciones. El agua emergió del centro de la Tierra provocando una tremenda catástrofe en el mundo. Algunos seres humanos lograron sobrevivir a esta catástrofe convirtiéndose en peces.

Todas las creaciones anteriores habían sido destruidas por una catástrofe, y con ella habían desaparecido los soles, las tierras y los seres humanos de cada una de esas eras. Entonces los dioses se dieron cuenta de que la existencia del quinto sol solamente sería posible con el sacrificio de otro dios. Así, los dioses decidieron levantar una enorme pira con ardiente fuego, si bien ninguno de ellos se atrevía a sacrificarse. Finalmente la decisión recayó en dos divinidades creadas por el supremo Ometeotl: los dioses Nanahuatl y Teucciztecatl. Éste último hizo hasta cuatro intentos para arrojarse al fuego, sin embargo, no tenía el suficiente valor y fue Nanahuatl, lleno de valentía, el primero en sacrificarse. Teucciztecatl consiguió reunir el suficiente coraje y finalmente siguió a Nanahuatl en el sacrificio. Nanahuatl se transformó en un sol resplandeciente, que ninguno de los dioses podía mirar directamente, mientras que su compañero se convirtió en la luna. El resto de los dioses se percató de que Nanahuatl no se alzaría en el firmamento hasta que no recibiese alimento necesario, es decir: los corazones para comer y la sangre para beber, de otros dioses sacrificados. Tras el enfrentamiento entre Nanahuatl y la Estrella Matutina, que se enfadó ante la idea del sacrificio, este último dios que era el más feroz de los 1.600 dioses, fue derrotado. Entonces todas esas divinidades, las 1.600, decidieron sacrificarse para dar alimento a este quinto sol, tras lo cual Nanahuatl, se alzó desde el este. Esos dioses se sacrificaron, ofreciendo su sangre para dar vida a este quinto Sol, pero Hiutzilopochtli tuvo que luchar con las tinieblas para poder expulsarlas del mundo y esa lucha dio origen a las estrellas. En otras versiones, se cuenta que esos dioses se fueron arrojando uno tras otro a ese fuego legendario, hasta transformarse en los astros que componen el firmamento.

Los aztecas se creían a sí mismos como el pueblo elegido para mantener al sol con vida, sin su ayuda este quinto sol, terminado un ciclo de 52 años, no volvería a salir. Para este pueblo la sangre es un elemento fundamental, que del mismo modo que mantiene vivo al ser humano, también puede dar vida al actual sol, llamado Hiutzilopochtli. Se trata de un dibujo recogido en el «Códice Florentino», manuscrito colonial del siglo XVI elaborado por Fray Bernardino de Sahagun Imagen alegórica de la fundación de Tenochtitlán. [Fuente: Mythology].. Por otro lado, este pueblo creía que igual que los cuatro soles anteriores, Hiutzilopochtli también podía desaparecer en un cataclismo y consideraban, además, que el mundo tal y como lo conocían, sería destruido en un gran terremoto, al final de un ciclo de la rueda calendárica de 52 años. Para mantenerlo vivo le proporcionaban como alimento un componente que sólo se encontraba en la sangre de las madre muertas en el parto, de los guerreros muertos en combate y de los prisioneros sacrificados.

La estructura del Universo y la Tierra

Imagen de una miniatura del «Códice Magliabecchi» del siglo XVI, en la que se representa un sacrificio de prisioneros en honor a Huitzilopochtli. [Fuente: Artehistoria.com]. A pesar de esa continua destrucción y reordenación del Mundo, para los aztecas el Universo se mantiene con una estructura permanente e intacta a lo largo de esas cinco creaciones. La estructura básica del Universo mexica se compone de tres partes: el cielo, la tierra y el inframundo. Los seres humanos vivimos en la Tierra, que es como un enorme disco situado en el centro del Universo. Rodeando a la Tierra hay un anillo de agua que conecta a la Tierra con el Cielo. El Cielo estaba estructurado, según la cosmovisión azteca, en forma piramidal compuesta por trece niveles; trece cielos que sirven de morada a los dioses. Los primeros cuatro niveles constituían el llamado Teteocán, que estaba ocupado por las tormentas, el sol, el firmamento, las estrellas, la luna, etc… Los siguientes niveles del Cielo se conocían con el nombre de Ilhuicatl, donde se encontraban el Dios Rojo del Fuego, el lugar del Dios de la Estrella Blanca del Atardecer y el Dios Amarillo del Sol. El último nivel del Cielo, el más elevado, lo ocupaba el dios Ometecuhlti, el supremo creador de todo.

Por debajo de la Tierra se encontraba el inframundo, que también se componía de varios niveles, pero de número inferior al Cielo. En total eran nueve los inframundos y eran conocidos con el nombre de Mictlán, el lugar de los muertos. En el nivel inferior vivía el dios Mictlanteutli, que era el Dios de la Muerte. La lucha a través de esos inframundos hasta llegar al último, era angustiosa y muy costosa y el sufrimiento se sucedía continuamente hasta llegar al noveno nivel, donde uno podía descansar para siempre junto a Mictlanteutli, también encontrado como Mectlatecuhtli. Sin embargo, los aztecas también consideraban la posibilidad de ir al cielo cuando uno moría. Así, por ejemplo, cuando una madre moría en el parto o un guerrero moría en la batalla, podía ir al Tlalocán, el primer nivel del Cielo. Imagen en la que aparece representado este «Dios de los Muertos», en una miniatura del «Códice Magliabecchi», del siglo XVI. [Fuente: Artehistoria.com].

La Tierra por su parte, fue creada por los dioses inspirándose en el primitivo monstruo marino llamado Cipactli, con cuerpo de cocodrilo y de pez; así, la Tierra fue concebida por la mitología azteca como un enorme cocodrilo que flotaba sobre el mar original. Las esquinas de ese cocodrilo creado por los dioses fueron estirándose hacia arriba hasta poder sujetar el cielo.

Con respecto a la creación de los seres humanos en esta quinta era, los aztecas atribuyeron esta labor al dios Quetzalcoatl. Como ya hemos señalado anteriormente, este dios es una de las divinidades principales entre los aztecas, los toltecas y otros pueblos mesoamericanos. Aparece como el dios del cielo y también es creador y es el sabio legislador. Quetzalcoatl organizó el cosmos original y participó en la creación y construcción de los mundos de los distintos periodos. Según cuenta la legenda, este dios descendió al Mictlán, el inframundo, y allí recogió los huesos de los seres humanos de los períodos precedentes. A su vuelta, él esparció su propia sangre sobre estos huesos para convertirlos en los seres humanos de esta quinta era. Quetzalcoatl gobierna el ciclo del quinto mundo y es quien creó en él a los humanos.

El mito de Coatlique

Para conocer la concepción cosmogónica azteca es necesario narrar brevemente el mito de la diosa Coatlique, que aunque no describe una cosmogonía exactamente, sí contiene temas y elementos que nos ayudan a entender la concepción azteca del Mundo. Coatlique, cuyo nombre significa «La Señora de la Falda de Serpientes», era la diosa Tierra de la vida y la muerte en la mitología azteca. Su apariencia era algo horrible; representada como una mujer extraña con una falda de serpientes y con un collar de corazones de las víctimas de los sacrificios. Esta diosa, sedienta de sacrificios, tenía los senos flácidos y afiladas garras en pies y manos. Se trata de una escultura monumental realizada en piedra. [Fuente:Mythology].

Según cuenta la leyenda, Coatlique fue fecundada en primer lugar por un cuchillo de obsidiana y, a raíz de este embarazo, dio a luz a la diosa Coyolxanuhqui, conocida con el nombre de «Campanas Doradas» y a un grupo de vástagos que se convirtieron en estrellas. La diosa Coyolxanuhqui era identificada con la luna y estaba asociaba con un grupo de 400 deidades-estrella, conocidas con el nombre de Huitznauna, que se encontraban bajo su control. Además esta divinidad asociada a la luna, tenía poderes mágicos con los que podía provocar importantes daños. Imagen en la que aparece la denominada «Piedra de Coyolxanuhqui», un monolito gigante del Templo Grande de Tenochtitlán. [Fuente:Mythology].

Después Coatlique volvió a quedar embarazada por una bola de plumas. Encontramos distintas versiones sobre el encuentro de Coatlique con esta bola. Según una de las interpretaciones, la diosa encontró esa bola mientras estaba en su templo y esa bola tocó su pecho. En otras versiones, Coatlique recogió la bola de plumas y la guardó en su pecho; más tarde cuando fue a buscarla, ya no la encontró y, al mismo tiempo, se percató de que había quedado nuevamente embarazada. Coatlique se dispuso entonces a contar a su prole lo sucedido, pero ese misterioso embarazo ofendió a sus hijos, que consideraron la historia de su madre del todo increíble. Según marcaba la tradición, una diosa únicamente podía dar a luz en una sola ocasión; esa ocasión en la que daba vida a la auténtica y original descendencia divina y nunca más. Así Coyolxanuhqui y sus hermanos consideraron aquel embarazo como un ultraje y, encabezados por Coyolxanuhqui, decidieron matar a su propia madre. Durante el embarazo Coyolxanuhqui decapitó a su madre, ayudada por sus hermanos. Sin embargo, de forma inmediata el feroz dios Huitzilopochtli, que se encontraba en el vientre de su madre Coatlique, apareció armado y con ayuda de una serpiente de fuego, asesinó a muchos de sus hermanos y hermanas. Los cuerpos de los hermanos se transformaron en estrellas. Mientras que Huitzilopochtli en un ataque de furia decapitó a Coyolxanuhqui y lanzo su cabeza al cielo, donde se convirtió en la luna; su cuerpo, lo arrojó a una profunda garganta en una montaña, donde su cuerpo yace para siempre.

Como podemos apreciar, en los mitos aztecas hay algunos elementos comunes con otros relatos cosmogónicos, que enlazan el sistema de creencias mexica con otras culturas alejadas de la civilización azteca. En primer lugar, la construcción y ordenación del mundo en varias fases es una característica común en muchas cosmogonías, por ejemplo el mito chino del «Huevo Cósmico», sin embargo resulta novedosa la concepción azteca de que han existido cuatro creaciones, cuatro mundos anteriores al nuestro, que finalizaron catastróficamente.

Por otro lado, la intervención divina es un elemento fundamental para explicar el origen y el orden del Mundo, como sucede en otras muchas cosmogonías (la cristiana o la griega, por ejemplo), ya que sin esa acción divina el Universo no existiría. En el caso azteca es el sacrificio de varios dioses lo que permite la formación de nuestro mundo, el quinto. El sacrificio de un dios, o dioses, para la creación del mundo es un tema que encontramos, por ejemplo en la mitología china (dios P’an-Ku).

Otro aspecto que el mito azteca tiene en común con otros relatos cosmogónicos, es la aparición del ser humano en una de esas fases, también por obra de un dios, que en el mito mexica es Quetzalcoatl. Tampoco debemos olvidar el tema del conflicto entre varias generaciones de dioses o entre distintos dioses, tan importante en las teogonías griegas, donde Urano es derrotado por su hijo Crono y Crono, a su vez, es vencido por Zeus. En la cosmogonía azteca este conflicto está representado por el mito de Coatlique que es decapitada por su propia hija Coyolxanuhqui, la luna, quien fue igualmente decapitada por su hermano Huitzilopochtli, el dio sol. Finalmente, también podemos apuntar otro elemento frecuente en otras teogonías: la fecundación espontánea, sin unión sexual por la cual la diosa Coatlique quedó embarazada, primero por un cuchillo y luego por una bola de plumas.

PRINCIPIOS DE LA MEXICANIDAD PROPOSITIVA Y SOL TENOCHCAH.

PRINCIPIOS DE LA MEXICANIDAD PROPOSITIVA Y SOL TENOCHCAH.

Como ya lo hemos dicho, 4 son los pilares ideológicos en los que se asienta nuestra organización, fueron tomados DE LA COSMOVISIÓN DE NUESTRO ANTEPASADOS, AQUELLOS QUE EN SU TIEMPO CREARON UNA NACIÓN ENORME Y FUERTE BASADOS EN ESTOS PILARES, ADAPTADOS OBVIAMENTE A SU ENTORNO Y CONTEXTO HISTÓRICO.

AHORA LOS RETOMAMOS HACIENDO LO MISMO, tal como se hace en los diferentes grupos de mexicanidad y danza actuales, sabiendo que aunque ya no estamos en ese contexto, dichos pilares pueden servir adaptados a la realidad actual sin perder su esencia y lograr el mismo efecto de aquel entonces: esplendor y crecimiento intelectual y espiritual constante.

Dichos Pilares son :

SABIDURIA – QUETZALCOATL
FUERZA DE VOLUNTAD – HUITZILOPOCHTLI
RENOVACIÓN, CAMBIO – XIPE TOTEC
INTROSPECCIÓN, AUTO ESTUDIO – TEZCATLIPOCA

Creemos firmemente en que la trascendencia de la mexicanidad se dará primeramente en cada uno de nosotros, no podemos accionar si cada uno de nosotros en forma individual no inicia un cambio en si. Estas son pues las propuestas y principios sobre los cuales , SOL TENOCHCAH, Y LAS PERSONAS QUE PARTICIPEN EN ÉL estarán trabajando SIEMPRE.

QUETZALCOATL
Representa a la serpiente preciosa o gemelo precioso. los cuales a su vez representan la sabiduría en todo su esplendor. Formaba parte del rumbo oriente, es decir por donde sale el sol, y se le relacionaba al color amarillo. Así que aquí la esencia de este pilar de Sol Tenochcah es La Sabiduría.

La sabiduría. Importante herramienta para poder ser y tener nuestra verdadera independencia y libertad.

Esto adaptado a nuestra organización se traduce en:

SER MODERADO. Actuar con moderación y respetar el equilibrio en todas las cosas
Saber Respetar la sabiduría del pueblo en sus consejos o reuniones. Una vez que has aprobado una idea en un consejo ella ya no te pertenece, pertenece al pueblo. El respeto exige que escuches con cuidado las ideas de los otros miembros de la comunidad y del consejo y que no insistas en que tus ideas es la mejor. Debes apoyar con mucha libertad las ideas de los demás si son verdaderas y buenas, inclusive si son muy diferentes de las que tú has aportado. Una vez que el consejo ha decidido algo en común acuerdo, el respeto exige que nadie hable en secreto en contra de lo decidido. Si el consejo ha cometido un error, ese error quedara claro ante todos al paso del tiempo
Ser Ordenado. Se refiere principalmente a que los mexicanos por lo regular somos desordenados, nunca podemos hallar las cosas en donde deberían estar, en nuestro trabajo principalmente y tenemos que
aprender a darle un lugar a cada cosa y lo mas importante dejar cada cosa en su lugar.
Ser Responsable. Debemos de tomar conciencia de la importancia de la responsabilidad de todos nuestros actos, laboral y en general en todos los aspectos de nuestra vida, evitando los clásicos pretextos
del mexicano actual, que no son mas que el reflejo de nuestra irresponsabilidad. Eliminar el “ahí se va”, “pues ni modo”, “ya veremos”, etc. Cada ciudadano tiene el país que se merece, ¿Acaso
nosotros nos mereceremos el país que tenemos?
Ser Educado. Se refiere al hecho de que no somos muy educados, en cuanto a la cultura general que poseemos, a que los mexicanos no tenemos el hábito de leer, ni de investigar. Debemos tener en cuenta el
convertirnos en un pueblo educado, mas no única o meramente formal, sino a través de la investigación y la predisposición a aprender. En Sol TENOCHCAH esto es muy importante porque buscamos gente preparada y conocedora de verdad de nuestras raices y sus fundamentos. Es increíble que Argentina, Brasil y Chile nos superen en libros leídos por persona. Es difícil engañar, someter y manipular a un pueblo educado.
Ser Honesto. Desgraciadamente los mexicanos tenemos la tendencia a
disfrazar o a exagerar la realidad, o a inclinarnos por el camino mas
fácil, el de la corrupción, el engaño, la mentira, la simulación,
durante muchos años simulamos una democracia que fue casi siempre
manipulada y dirigida.

HUITZILOPOCHTLI

El colibrí izquierdo, el del color azul, el Sol de medio día, Representa la fuerza de voluntad, la perseverancia como pueblo, pero también el guía, el que ve por los demás, el que se preocupa por el bienestar general.

Esta energía, la Fuerza de voluntad, la fuerza de ser guía y ejemplo es el extracto de esta esencia ancestral, la cual hemos tomado como pilar también de Sol Tenochcah. adaptándolo a nuestra realidad actual es:

1 No rebajar a nadie; Evitar herir otros corazones así como evitarías un veneno mortífero.
2 Mostrar un profundo respeto por las creencias y las religiones de los demás
3 No hablar mal de nadie nunca; ya sea delante de la persona o cuando no este presente si hay algo que decir a alguien hacerlo de forma personal y de frente.
4 Escuchar con correcta cortesía a los demás, incluso si sientes que lo que dicen no tiene valor
5 Tratar siempre con respeto a todos, desde el niño más pequeño, hasta la persona más anciana
6 Servir a los demás, ser útil a la familia, la comunidad, la nación y el mundo, es uno de los principales propósitos por los cuales han sido creados los seres humanos. No te ocupes solo de tus propios asuntos ni olvides tu tarea más importante, quienes entregan su vida al servicio de los demás son los únicos que conocen la verdadera felicidad
7 Evitar la desidia. Esto se refiere al ya bien conocido hecho de que los mexicanos todo dejamos para el ultimo momento, tan es así que han dado a llamarnos y tal vez con muchísima razón “Los hombres del
FUTURO”, porque TODO lo dejamos para mañana, para después, el nuevo mexicano tendrá que grabarse en su mente y aplicarlo en todas sus acciones el HOY, no dejar pendientes, terminar lo empezado, y cambiar
el vicio de la desidia.
8 Constante. FUERZA DE VOLUNTAD! Esta es una característica muy importante si tenemos la visión de llegar a ser un pueblo desarrollado en un futuro, no hay manera de alcanzar algo sin antes haber perseverado para conseguirlo, es decir, aquí aplica el dicho de que “El que persevera alcanza”, somos desesperados y buscamos resultados rápidos, debemos de concientizarnos de que el éxito que tengamos en la empresas que acometamos será proporcional al tiempo que le invirtamos, la constancia que tengamos. Si una gota de agua cayendo sobre la roca logra perforarla, imaginemos lo que pueden hacer 100 millones de
mexicanos decididos a cambiar su historia.
9 Proactivo. Esto quiere decir, que no tengamos que esperar a que alguien nos diga las cosas, debemos siempre dar un paso mas allá, hacer las cosas por iniciativa propia, tal vez por la cultura
generalizada en México, o por tantos años de dominio extranjero, (La colonia) los mexicanos estamos acostumbrados a recibir únicamente ordenes y no vemos mas allá de las palabras de nuestros jefes o
superiores, es necesario que seamos activos, no perezosos ni atenidos a las ordenes o sugerencias de la gente que nos rodea. Así mismo debemos asumir nuestra responsabilidad por el área de
influencia que nos corresponde. “La causa de todo eres tú”.
10 Comprometido con México. Esta es una de las características que creemos NOSOTROS FIRMEMENTE, sacarán a flote al país en un futuro, pero es la que debemos empezar a poner en practica desde hoy, si no
logramos una cultura comprometida con sacar adelante al país que nos ha visto nacer sinceramente creo que todo lo demás estará de sobra, es esencial que amemos nuestro país y que nos comprometamos a lograr
un cambio para bien en él. Y tu…. ¿estas comprometido..?
11 Buscador de retos. Los mexicanos actuales somos mas bien pasivos, no vamos mas allá del desierto por temor a perder lo poco conquistado tal vez, es importante que aprendamos a disfrutar aquellas situaciones que nos presentan un reto, esto va aunado a la característica anterior, solo quien ha logrado salir avante de uno de estos retos logra tener confianza en si mismo, y viceversa, la confianza siempre será la principal impulsora de nuevas ideas. Si siempre hacemos lo MISMO, no es raro que siempre obtengamos lo MISMO, si queremos cosas diferentes, tenemos que hacer cosas DIFERENTES.

XIPE TOTEC
Representa al cambio de Piel, a la regeneración. Nosotros la tomamos como una constante necesaria en nuestro pueblo para evitar su hundimiento y su perdición, dado que un pueblo que lleva a cabo su auto regeneración para dar cara a los cambios mundiales sin perder su esencia, es un pueblo que tiene asegurada su permanencia.

Los que formamos parte de sol TENOCHCAH concebimos esto de la siguiente manera:

Ser Dispuesto al cambio. CAMBIO CONSTANTE; Los mexicanos tenemos tendencias a buscar siempre o casi siempre un Status Quo y tenemos un temor enorme al cambio y a lo que este representa, definitivamente quienes participamos en Sol TENOCHCAH debemos tener como característica principal una
predisposición al cambio, una adaptabilidad enorme y una búsqueda constante de lo mejor para él y su país
Trabajo en equipo. Esto se refiere al hecho de que por idiosincrasia no tenemos como costumbre el trabajar en equipo, ayudándonos unos a otros, sino al contrario tenemos la tendencia de evitar que los demás
sobresalgan y no podemos buscar el unir nuestras capacidades con las de nuestros compañeros, somos tremendamente individualistas. Ejemplo: destacamos en disciplinas individuales en el deporte, Boxeo,
PUNTUAL. Los mexicanos tenemos la tendencia a llegar tarde a todos los lugares, consideramos que el mexica en Sol Tenochcah debe de hacerse una cultura en la cual el llegar a tiempo sea esencial, con la
premisa de que el tiempo vale muchísimo y no es recuperable, por lo cual debemos respetar tanto el tiempo propio como el ajeno.
Ordenado. Se refiere principalmente a que los mexicanos por lo regular somos desordenados, nunca podemos hallar las cosas en donde deberían estar, en nuestro trabajo principalmente y tenemos que
aprender a darle un lugar a cada cosa y lo mas importante dejar cada cosa en su lugar.
Generoso. O tal vez seria mejor mencionarlo como no envidioso, esta es la tendencia de los mexicanos, el envidiar a todo aquel que ha logrado sobresalir por encima de uno, debemos aprender a no envidiar,
sino apoyar y hasta en ocasiones abrir paso a las personas que tienen el coraje o el empuje para salir adelante, sin criticarlos, juzgarlos o “colgarles milagritos” que opaquen sus logros.
Ecologista. De cara a lo que viene a ser una ola mundial de renovación ambiental, los mexicanos tenemos que aprender a cuidar y conservar el medio ambiente, para de esta manera lograr dejar un
mundo mas sano del que tenemos en la actualidad. Cuidar nuestros mares, cuidar nuestros bosques, cuidar nuestro espacio, nuestro aire, nuestra TIERRA.
Saludable. Este punto encierra por sí mismo muchos factores, tales como crear una cultura del deporte, tener una alimentación balanceada, y el buscar ambientes que lo favorezcan, en pocas palabras
cuidar su salud, y llevar una vida favorecedora. México ocupa el segundo lugar en consumo de Coca-Cola, no seria raro que ocupara el primer lugar en consumo de comida CHATARRA y malos hábitos alimenticios.
Ahorrativo. Nosotros no podemos medir nuestra riqueza sino sobre la base de lo que ahorramos y tal vez ese sea el mayor de nuestros problemas, el que no tenemos el hábito de ahorrar y siempre pretendemos gastar hasta el ultimo centavo e inclusive más de lo que tenemos, deberíamos de buscar ahorrar lo mínimo para resolver esas situaciones imprevistas. Aunque sea un peso por semana, pero genera el hábito de
ahorrar.

TEZCATLIPOCA

Su Humear del espejo. Representa a nuestro guerrero interno, nuestro propio enemigo, nosotros mismos. Esto se traduce al autoestudio y la introspección. Combate de cosas que nos afectan, que no dejan crecer hasta donde nosotros mismos quisieramos.

Para ello necesiamos trabajar en nuestros principios:

1 HUMILDAD Lo que daña a uno daña a todos; el reconocimiento recibido por uno es de todos.
2 EQUILIBRIO Actuar con moderación y respetar el equilibrio en todas las cosas
3 Respetuoso. INTROSPECCIÓN Esto se refiere principalmente a respetar tanto nuestro medio ambiente, como a las personas con las que nos desenvolvemos a
lo largo de nuestra vida, respetar sus intereses, sus opiniones y
respetarlas sobre todo como seres humanos. Aprendamos a discutir con
fundamentos y datos.
4 Confianza en si mismo (introspección). Es común ver como los mexicanos nos hemos apocado en muchísimos aspectos, que nos vemos por debajo de países hermanos, y que no creemos que podamos salir adelante. Considero debemos de caminar por la historia mundial con la frente en alto, aportando cada uno lo que mejor sepamos hacer, buscando siempre lo que nos de fuerza y confianza, encontrando esta confianza dentro de nosotros.
Perfeccionista. Aunque para muchas personas el ser perfeccionista sea mas un defecto que una virtud, si no hacemos todas las cosas con el mayor cuidado y con la mira siempre de lograr un trabajo bien
hecho, no podremos superarnos, aquí cabe el principio de calidad, hacer las cosas bien desde la primera vez y siempre, dejando fuera cualquier detalle que pueda ensombrecer el trabajo. Tenemos que ser exigentes con los demás y con nosotros mismos.

SOL TENOCHCAH, y su filosofía: MEXICANIDAD PROPOSITIVA

Nuestra línea de trabajo es La Mexicanidad Propositiva. Un trabajo con el pueblo y para el pueblo, una vertiente más si lo vemos así, de la Mexicanidad. Posiblemente ya existen exponentes de la misma, o algún movimiento que tiene esta idea, pero nosotros le hemos denominado así, pues sabemos que la labor se realizará desde una mexicanidad realista, tolerante, respetuosa, con ganas de trascender.
LOS OBJETIVOS QUE PRINCIPALMENTE BUSCAMOS SON
VINCULACION Y TRABAJO CONJUNTO: Poder vincularnos con cualquier grupo de mexicanidad sea cual sea su vertiente y que busque la trascendencia del pueblo, para de esta forma ayudarnos y ayudar al pueblo en si a crecer, a despertar conciencia.
DIFUSIÓN Y AYUDA AL PUEBLO: Ayudar al pueblo de forma directa en su trascendencia espiritual, física, en esta sociedad tan golpeada, por medio de la mexicanidad y las diferentes herramientas que basada en ella usaremos para tal fin.
Sol TENOCHCAH, Mexicanidad Propositiva es una Mezcla de la ideología milenaria de la mexicanidad tradicional férrea, guerrera y no muy abierta, con el actuar cotidiano dentro del sistema de vida que conocemos. Buscamos valores, identidad y una forma de trascender, MÁS REALES, convincentes, convenientes y adaptables a este medio, pues sentimos que la forma en que se ha difundido y manejado esta herencia cultural milenaria no ha sido muy fructífera, además que ha ocasionado segmentaciones, dentro de la misma.
Pensando en la gente que tiene la inquietud y las ganas, pero carece de tiempo para aprender sobre nuestra tradición; queremos manejar una forma mas digerible de lo que es la Mexicayotl, sin perder la esencia de la misma, así su sustancia podrá ser retenida y aplicada en la vida con el propósito especifico de cada individuo.
Queremos mostrar la cara universal de la mexicanidad sin caer en un mal uso o manejo erróneo de nuestra tradición ancestral, mas del que ya se le ha dado.
Difundir todos los puntos de vista de las investigaciones que se han basado de forma más clara y seria a los usos y costumbres ancestrales de nuestro pueblo .
Somos neutrales respecto al apoyo TOTAL a algún movimiento, corriente, interés de las diferentes formas de percibir la mexicanidad, dado que sabemos que entre nosotros mismos cada quien tiene o cree su verdad de la mexicanidad, así que solo buscamos darles difusión y tomar de ellas lo que sirva para el ideal que conformamos.
La idea de esta vertiente es difundir una forma sintetizada para que las personas que la sientan puedan adquirir entre muchas otras cosas, lo siguiente:
Un cambio benévolo en su actitud
Seguridad
Temple
Conciencia de su origen
Erradicación de complejos como el malinchismo, machismo, inferioridad, inseguridad, etc. y varios objetivos más que enumeraremos en los principios de nuestra organización más adelante.
Así queremos colaborar desde la mexicanidad para el cambio tan necesario y real de nuestro pueblo y el cual creemos debe iniciar desde el interior de la gente.
FUNDAMENTOS DE LA Mexicanidad Propositiva
Dentro de la filosofía manejada por los Abuelos, o ancestros se tenían diferentes formas de percibir al mundo, dentro de ellas había 4 esenciales y de mayor importancia, los cronistas europeos de aquellos tiempos las llamaron dioses y algunos de los investigadores contemporáneos las llaman esencias, energías, o ciencias. El último concepto lo consideramos más acertado por el grado de conocimiento que alcanzaron nuestros antepasados y el uso que se les daba.
El orden de estas 4 esencias principales o ciencias estaba basado en el camino del sol por nuestro cielo, por lo que también se les relacionaba con los rumbos del universo, y se les asociaba con colores específicos que las identificaban. Gráficamente eran representados en formas humanas ataviadas con diferentes simbolismos que detallaban las características en mayor grado de la esencia en cuestión.
Hoy, también podemos traducir estas esencias como “valores” o principios. Los principios son formas de concebir al mundo nos permiten crecer, ser mejores; lo que está muy lejos del concepto generalizado de los “valores” en que aparentemente se te ayuda a crecer pero no hacen mas que limitarte o condenarte.
Dichas ciencias o valores humanos eran llamados de la siguiente forma por nuestros abuelos en su lengua, el náhuatl:
Quetzalcóatl
Huitzilopochtli
Xipe Totec
Tezcatlipoca
Y cada una era una forma de desarrollo espiritual muy fuerte, una disciplina, una ciencia en la que algunos de nuestros antepasados se desarrollaban y que llevaba años poder conocer y aprender, llevando a las personas que se adentraban en ellas a tener un conocimiento profundo y bien estructurado en alguna rama específica.
Así pues los Quetzalcóatl eran grandes sabios y estudiosos de los fenómenos relacionados por ejemplo con el viento, basándose en el estudio directo del elemento mediante una forma mística de trabajo espiritual, y físico, una disciplina férrea de entendimiento en montañas, valles, etc además de ser los que tenían la responsabilidad entre otras cosas de la cuenta del tiempo, de la matemática, de la sabiduría o conocimiento científico en si.
Los Huitzilopochtli eran grandes guerreros, guías muy tenaces y con una actitud de voluntad inquebrantable.
En Xipe Totec se ubicaba a la mujer guerrera, al resurgimiento, el cambio de piel , la renovación constante, aspecto que nuestros abuelos tenían siempre presente, y se reflejaba en sus simbolismos como en la veintena de tlacaxipehualiztli, (el cambio de piel) así como en sus ciclos agrícolas y calendario ritual. Dado que se le relacionaba con el rumbo del universo dedicado a la mujer, el poniente, también intervenía la mujer gobernante, la mujer combatiente implicando ser una disciplina fuerte.
En el caso Tezcatlipoca, “su humear del espejo”, era una disciplina introspectiva y analítica de sí misma, hacía intervenir cuestiones que permitían hacer una alusión a lo que hoy conocemos como psicología, sólo que envuelta en un carácter más místico y con un fin de trascendencia espiritual y física más palpable.
Por lo tanto estas ciencias formaban respectivamente: Sabiduría y conocimiento, Fuerza de Voluntad, Renovación, y el estudio de si mismo, introspección.
1.3.2 APLICACIÓN AL ACTUAR CONTEMPORÁNEO
En estos tiempos es difícil, incluso casi imposible, que podamos tener estas formas de crecimiento de manera fiel, pues el ritmo de vida, la forma y el sistema en que vivimos no lo permite. Sin embargo, creemos que si estamos en búsqueda de una verdadera identidad para el mexicano, estos valores y en suma lo que fomentan (Sabiduría y conocimiento, Fuerza de Voluntad, Renovación , y el estudio de si mismo) pueden ser de gran ayuda y son aplicables a nuestro sentir diario, Con ellos podemos encaminarnos poco a poco a ser unos verdaderos mexicanos, sin caer en la añoranza de épocas pasadas, sino revalorando la posibilidad de tener de nuevo herramientas que nos permitan ser más auténticos y fieles a nuestro origen.
Los 4 pilares sobre los que se sienta nuestra propuesta son :
SABIDURIA Y CONOCIMIENTO
FUERZA DE VOLUNTAD
RENOVACIÓN CONSTANTE
INTROSPECCIÓN
Además de que ellos sintetizan cuestiones que para nuestros abuelos fueron las más importantes y al mismo tiempo nos ofrecen una amplia gama de posibilidades para poder aplicarlo a nosotros, en estos valores podemos ver la síntesis de una cosmovisión nutrida de conceptos y elementos profundos, como los colores místicos de los rumbos, o los simbolismos, sentido poético y metafórico de las palabras náhuatl, como Huitzilopochtli o Quetzalcóatl, también en la representación de los rumbos del universo tan importante para nuestros abuelos, la esencia de sus disciplinas o corrientes de estudio, etc. Nuestra intención también es rescatar estos elementos.
Por lo tanto el hacer esta revaloración, para aplicarla a un pueblo que ahora esta tan carente de impulsos para trascender, resulta importante. Además, sin el animo de caer en pugnas u opiniones encontradas, este proyecto pretende ser homenaje accionario a aquellos pueblos que nos dejaron un gran legado y que afortunadamente hoy podemos percibir como una nueva forma de actitud frente a la vida, y qué mejor que algo hecho aquí en nuestras tierras, para no recurrir a formas externas que si bien no son malas son mas adaptables a su lugar de origen que al nuestro.
1.3.3 CÓMO LO HAREMOS?
Sabemos que necesitamos ser realistas, que para lograr nuestros objetivos, hay que preparar el terreno e iniciar desde lo más profundo de nuestras flageladas raíces. Para ello es indispensable un mexicano con actitud, con valores, sin hambre, sin pobreza, esclavitud, sumisión, ignorancia, sin necesidades banales, que no tenga un “matrimonio” fiel con el sistema.
El hecho de llevar a la realidad lo planteado en el párrafo anterior tomará mucho tiempo; años posiblemente, sin embargo es necesario hacerlo de la misma manera en que son necesarios los cimientos en una casa. No queremos un nuevo hogar para que sea igual de frágil y aparentemente feliz como el que habitamos.
Debemos ver la realidad y ubicarnos en ese contexto. Una realidad de pocas oportunidades, de represión, “moral”, “culpa”, “pecado”, “placeres mundanos y prohibidos”, decadencia, de un pueblo sin identidad, con miedos, pánico, ignorancia y hambre. Ahí esta el “trabajo sucio”, ese es el trabajo que nos toca hacer. Si lo hacemos, podremos pensar en accionar todo lo que en párrafos anteriores hemos expuesto y que podría escucharse utópico o inverosímil.
La mexicanidad Propositiva Integra dentro de sí, proyectos que buscan ayudar a la gente en diferentes frentes, así pretendemos llegar a todos los rubros de la sociedad, usando para tal fin los medios y herramientas adecuados a la circunstancia del individuo. Página de Internet, acopio de víveres y ropa, pláticas sobre nuestro ideal y sobre la cosmovisión de nuestros antepasados, su uso actual, ayuda psicológica, así como asesoría para el desarrollo de más proyectos que buscan realizar algo desde esta idea como lo es Sol TENOCHCAH, son las herramientas con las que contamos, esperando que en el futuro y con el tiempo podamos crecer.
Fijamos nuestra mirada tanto en las comunidades indígenas, en los cinturones de miseria de nuestra ciudad, en los universitarios y “gente preparada”, así como en la gente en general que simplemente le interesa saber un poco de su raíz, y queremos hacerlo trabajando de forma adecuada a cada grupo de personas.
No comulgamos ni promovemos intereses políticos ni religiosos, mucho menos económicos que no tengan que ver de forma contundente y directa con la mexicanidad o la afecten. Hemos creado una agrupación propia e independiente del proyecto que busca ser uno de los principales medios de solvencia no solo nuestro sino de una parte de nuestro proyecto, para así ser más independientes y autónomos.
Nuestro trabajo como es tolerante, y además es del y para el pueblo, no cae en radicalismos y no desvirtúa ni rechaza los símbolos y personajes que han representado y dado identidad e impulso al país, o al pueblo mexicano, aún a sabiendas de que hay ciertos errores o malas interpretaciones dentro de su historia (como los símbolos del águila y la serpiente, la virgen etc.) finalmente están en la mente de nuestra gente y le otorga una identidad. Manifestamos entonces nuestro respeto y nos mantenemos al margen de cualquier crítica.
Nos gusta ver hacia el futuro, y enfocándonos al papel que tiene nuestra tradición en los tiempos que vienen para la humanidad pensamos lo siguiente:
La función de esta vertiente de la Mexicanidad esta determinada de forma que deberá servir a los intereses de cada mexicano, mismos que son necesarios para el inicio de su elevación, y así iniciar el camino para llegar a ocupar un lugar de manera digna, a nivel mundial como representante de la tradición cultural y espiritual de la Mexicanidad, para cuando las naciones se unan desde sus respectivas formas y tradiciones con el fin de lograr la trascendencia global y armónica de la humanidad -entendiendo por armonía a la correlación, cooperación y respeto entre las formas diferentes de entender al espíritu – concebidas, según los rasgos culturales y ambientales, de cada lugar para vivir en paz y crecer de forma constante.

La otra mexicanidad

La otra mexicanidad

Greco Sotelo

Cada primer domingo de noviembre llegan en procesión a la iglesia de Santiago Tlatelolco, de paso hacia el destino final: la Basílica de Guadalupe. Descargan sus mochilas para vestir sus cuerpos con el peso de la leyenda compartida. La transformación por el atuendo, la mutación simbólica es tan efectiva hoy como antes. El propósito, sin embargo, es muy distinto. El reportaje de Greco Sotelo es ilustrador al respecto, y pone al lector frente a una comunidad que quizá esta semana no estará tan ocupada gritando vivas a “los héroes que nos dieron patria”, como en la búsqueda y afirmación de su (“otra”) mexicanidad.

Aquellos mexicanos, hombres, mujeres y niños que huyeron de la conquista -dice Sotelo- vienen de regreso, atraídos por ella y con un propósito común: el encuentro devoto con Tonantzin-Guadalupe, la Madre Sintética de quienes habitamos este territorio, la Gran Bisagra entre pasado y presente, “la que pudo perdonar al Cortés que todos llevamos dentro, la que supo consolar a nuestro íntimo Cuauhtémoc”.

La “mexicanidad”: ríos de familias emplumadas lanzándose contra los muros de la Basílica de Guadalupe. La “mexicanidad”: desconfiados, hoscos danzantes guerreros vociferando contra el tímido sajón que se repliega sobre sus pasos en el Zócalo. La “mexicanidad”: santo y seña de modernos tenochcas inconformes, cofradía de la desilusión, círculo mágico contra la historia y la perversión de Occidente, tibio resguardo del copal amnésico.

El llanto se extiende, las lágrimas
[gotean allí en Tlatelolco.
Por agua se fueron ya los mexicanos;
semejan mujeres; la huida es
[general…

Es el 8 de noviembre de 1998, sobre la calzada de Guadalupe. Aquellos mexicanos que huyeron de la conquista vienen de regreso, apegados, amorosos, atraídos por ella. Hace exactamente 479 años, otro 8 de noviembre, el capitán español Hernán Cortés penetró en la ciudad de México con el fin de ganar para su Dios y para sí mismo a una nación de paganos. De México-Tenochtitlan a México Distrito Federal, esa nación no parece haber cambiado mucho en su raíz profunda: el alma indígena. Pero la memoria es corta y complaciente en unos; larga, triste y revanchista en otros.

Llorad, amigos míos,
tened entendido que con estos hechos
hemos perdido la nación mexicana.

“El mundo indígena prehispánico es nuestro gran mito de origen -señala el doctor Antonio Rubial, reconocido colonialista de la UNAM-, de allí esa fácil identificación con un paraíso perdido. Según la `mexicanidad`, en el mundo prehispánico todo era armonía y belleza, un espacio idílico donde el hombre y la naturaleza vivían sin contradicciones”. Los errores, los desajustes, los cataclismos naturales y sociales, el odio entre las almas, el divorcio irreparable de nuestra Madre nutricia y protectora: males todos oriundos del hombre blanco, del falso Quetzalcóatl que violentó de una vez para siempre la prístina inocencia del indígena. “Yo creo que hay que retomar las raíces lo más que se pueda -afirma Nadia Morales, de 21 años, contemplando los grupos de danzantes-: el sincretismo fue utilizado por los indígenas de una manera inteligente, para mantener sus tradiciones. Pero ahora no existe necesidad de eso”.

Hacia las 11 de la mañana, sobre el atrio de la iglesia de Santiago Tlatelolco, nutridos grupos de hombres, mujeres y niños han descargado sus mochilas para vestir sus cuerpos con el peso de una leyenda compartida. Se quitaron las chamarras, los suéteres, las camisas; se zafaron los pantalones, los zapatos. Luego, en un ambiente de regocijo general, se amarraron el maxtli sobre la cadera, la tilma sobre los hombros, las ajorcas de ayoyotes en los tobillos y -quienes pudieron costearlo- el copil de plumas sobre la orgullosa frente. La transformación por el atuendo, la mutación simbólica es tan efectiva ahora como antes. El propósito, sin embargo, es muy distinto. El guerrero negro con su penacho de plumas; el “conchero” de vistoso faldón; la “Malinche” reverente con su sahumerio y sus banderas tienen ahora un propósito común: el encuentro devoto con la Tonantzin-Guadalupe.

Mientras la procesión se fragua en Tlatelolco, mítico lugar de sacrificios, una vieja decrépita es depositada intempestivamente por un coche sobre el camellón de la calzada de Guadalupe, a pocos metros de la rampa que conduce a la Basílica. Increíblemente vieja y encorvada, su cuerpo derrengado viste un traje hechizo con glifos prehispánicos en pegotes azules. Avanza con dificultad, el magro cuerpo descoyuntado, sosteniendo una sonaja de lata. No tendrá menos de 95 años, aunque es imposible saberlo, porque apenas habla. Jovita, su acompañante, la ayuda a reclinarse sobre una banca del camellón: “Nosotros nos adelantamos, porque ella por su edad se queda atrás, y la peregrinación viene muy aprisa. Ella me dijo que viene aquí desde que tenía 13 años, con el grupo Quetzalcóatl. Para que usted entre al grupo, sólo necesita tenerle fe a la Virgen, y tener ganas de danzar. Pero debe usté jurar. Y si ya juró y luego sale con que `no quiero ser danzante`, luego le va mal a usté, luego se arrepiente_”.

La conversación se corta abruptamente ante el arribo de los primeros contingentes, anunciados por bandas de coheteros que acompañan la peregrinación a ambos lados del camellón. Las viejas huyen sobre la rampa, los cohetes estallan arriba con un silbido prolongado y melancólico. Abajo, el tráfico habitual de domingo en las inmediaciones de la Basílica se confunde en letreros, bocinazos y mentadas de madre: “VILLA-METRO HIDALGO”, “REFORMA-METRO GARIBALDI”. El cohetero de adelante prende la mecha, sin prisa, oteando el cielo; el cohetero de atrás lleva su carga explosiva con paso cansado, mirando el suelo.

El tumulto de emplumados avanza, barriendo el suelo sobre el camellón. Todos son los indígenas de antaño, todos son los católicos presentes, todos son los devotos de la Madre Sintética de los mexicanos. Guadalupe-Tonantzin, la Gran Bisagra entre pasado y presente. Guadalupe-Tonantzin, la que pudo perdonar al Cortés que todos llevamos dentro, la que supo consolar a nuestro íntimo Cuauhtémoc. El estruendo de bandas musicales y de tambores apaleados con furia llena la opaca y caliente mañana de domingo. “La danza es mejor que el yoga -comenta eufórico Florencio Gutiérrez, de 77 años, vestido a la usanza guerrera-: toda mi familia es como un clan, y yo lo comando según las costumbres de nuestros ancestros chichimecas”.

Es imposible retener visualmente cada parte del caos. La banda de músicos de la comunidad oaxaqueña de Yatzachi El Alto revienta el aire a trompetazos; delante de ellos, un grupo de niñas bailan agitando globos y rosas rojas. El sonido de los cohetes se mezcla con el de las bandas, los tambores y los agudos gritos infantiles; la visión de los estandartes, con el humo del copal, los atuendos de colores chillantes y el ornamento plumario. En un momento dado, la vista de la Basílica parece imprimirle a la procesión un ritmo frenético. Pasan tundiendo el suelo las “danzas chichimecas de conquista”, con su blasón donde ondean los padres franciscanos; los pobrísimos vestidos romanos de los campesinos de Tenango del Valle muestran, al mismo tiempo, su entusiasmo y su miseria; la ferocidad guerrera de la Peregrinación Azteca se pasea en trajes de cuero y pieles de ocelote, contrastando con las niñas multicolores de la Corporación de Concheros de México, y las mandolinas afónicas pulsadas por viejos encorvados del Grupo Xochipili.

Han venido desde todos lados, subiendo y bajando cerros. Han venido en camiones comunales, en autobuses alquilados, en los desvencijados autos familiares, en la mustia uniformidad del Metro. Para llegar al encuentro de su fe, salieron temprano desde Santa María del Monte, Santiago Zapotitlán, Chalma, Jocotitlán, desde el pueblo de San Rafael y desde Santa Rosa de Lima. Llegaron de la colonia Renovación de Iztapalapa, y de la Caracol de Ecatepec, de Nezahualcóyotl y del mismo Templo Mayor, entraña profunda de la antigua Anáhuac. “Venimos por nuestra devoción, por nuestro gran amor que sentimos por la Virgen -comenta una adolescente acompañada de su madre-, y también por Dios”. También por Dios, el invitado de última hora. Dios se ha colado al festín de Guadalupe, subordinada en rango, mas no en audiencia. “El día 12 de diciembre, que venimos a bailarle aquí a la virgen, no tenemos oportunidad de entrar a la iglesia a oír misa -explica Porfirio Ponce, de Iztapalapa-, es por eso que muchos preferimos venir este día, porque es el día especial de los danzantes”.

La peregrinación se aproxima a su teocalli en el fin del segundo milenio. El tono de la música es triste, festivo o marcial, según la naturaleza del grupo. Las alabanzas de los concheros tienen un timbre piadoso y plañidero: son los sincréticos, los conquistados de buen modo. Por el contrario, las danzas guerreras de aztecas y chichimecas son agresivas, de un protagonismo rebelde y desafiante: son los nostálgicos de un pasado impoluto, los conquistados de mal modo. El atuendo y los instrumentos, símbolos al fin, atestiguan las convicciones de unos y de otros. Los “concheros” son partidarios del pudor de las ropas largas, y la “concha” o mandolina es la aceptación cultural de Occidente. Los “aztecas” y “chichimecas”, por su parte, prefieren llamar Tonantzin a la madre que a pocos metros les espera. Bailan semidesnudos, portan el salvaje maxtli, los orgullosos pectorales, las soberbias plumas de los que no hubieron de someterse fácilmente. Por convencimiento propio han abandonado las cuerdas occidentales, y han retornado al mítico retumbar de sus huehuetls.

En los espacios que se han creado entre grupo y grupo, niños prehispánicos con cintas rojas en la cabeza corren sosteniendo bolsas de limonada entre los dientes. De un momento a otro, los costados del camellón a lo largo de la calzada aparecen atestados de puestos efímeros: aguas frescas, frutas enchiladas, gorras y rebozos de lana, casetes, sombreros de paja. El ambulantaje del siglo XX se ha puesto a las órdenes del carnaval de la nostalgia, del teatro apabullante de lo que una vez fuimos. A derecha y a izquierda, adelante y atrás, una ciudad indiferente es testigo de la más exótica de las peregrinaciones guadalupanas. De sur a norte han bailado cruzando la avenida Consulado y Robles Domínguez, la Henry Ford, Tesoro y Talismán; a su paso, enormes letreros sucios de hollín y grasa cotidiana han atestiguado los sahumerios, los gritos, el canto melancólico de los concheros: Porcelanite, Banamex, Wall Mart, McDonalds. “No que no, sí que sí, ya volvimos a salir: el Pasado Prehispánico”. “Este maxtli sí se ve, este huehuetl sí se siente”. Es preciso demostrar lo que somos, como diría Ortega, “bajo la forma de haberlo sido”. Es necesario anunciar al mundo (y a nosotros mismos) que seguimos allí, que la imagen del espejo no ha cambiado, que seguimos siendo iguales a nosotros mismos: eterna polea vuelta sobre sí, insaciable deseo de autoafirmación: la mexicanidad del mexicano.

“Los pueblos que tienen una conciencia nacional no necesitan predicarla o explicarla -sostiene el doctor Rubial-, la tienen, y punto. La `mexicanidad` es, de alguna manera, la confesión de que no hemos asimilado una cultura nacional propia, en términos de conciencia colectiva”. Concheros contra danzantes, danzantes contra chimaleros, chimaleros contra concheros. Entre la mano hispanista que pulsa la mandolina, y la indígena que azota el huehuetl, se alza conciliadora y pura la virgen bicéfala, la Mestiza, la que mira al pasado y al futuro de la nación mexicana.

Traspasando el enrejado del atrio, abierto de par en par, las conformidades y grupos de danzantes van ocupando los distintos puntos de la explanada. Para llegar allí, los contingentes han tenido que adelgazarse en el penoso embudo del pórtico, atiborrado de imágenes religiosas, fritangas y puestos de todo tipo. Uno que otro danzante no ha podido resistirse al pambazo, el huarache o el agua fresca. Pero en un momento alcanza también la explanada, busca a los suyos, se integra otra vez al grupo. Bailan de frente a Ella, los ojos puestos en su Casa, en su Misericordia. Son poco más de las dos en una tarde cálida y sin viento. Sobre el dintel de la Basílica, la pregunta infinita de la Virgen cae sobre sus hijos: “¿Acaso No Estoy Yo Aquí, Que Soy Tu Madre?”.

Acaso: grieta de la certidumbre, posibilidad del naufragio. Acaso. Poco a poco la explanada adquiere las dimensiones de una verbena fáustica. Es casi imposible hablar si no es a gritos. Como siempre, predomina el rugido de los huehuetls, de los tambores; debajo, insistente y monótono, el murmullo de los ayoyotes completa la música pagana. Desgañitadas alabanzas concheras vienen temblando, a veces, desde el fondo del atrio. Las últimas conformidades van llegando, arrastrando a su paso la cuota habitual de enfermos mortecinos, de tullidos sin remedio, de penitentes asfixiados por culpas inaudibles. “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Responderán con su corazón los que no son escépticos, los que han llegado caminando sobre sus manos y rodillas, los que han venido a descargar al hijo atravesado por puñal o picahielo, los que piden un lugar para dormir esta noche, los miserables de esta tierra.

Hacia las cinco de la tarde, la intensidad de la fiesta ha mermado. Abajo, sobre las escaleras que dan al pórtico, algunos puestos han empezado a levantarse, y desaparecen las portadas de los últimos diarios: “Debate civilizado en torno al Fobaproa, pide López Obrador”. “Amenazan epidemias; temen brotes de dengue y malaria por culpa de `Mitch`”. Mitch, Fobaproa: los nuevos nombres de los viejos males. Pero la Virgen, acaso. Es necesario acogerse a su gracia, con plumas caras de faisán o guacamaya, con plumas baratas de guajolote o gallo blanco. Ella no distingue entre la gamuza de los guerreros pudientes y el plástico de los que apenas se acabalan. Ella es la patrona y protectora de los melódicos “concheros”, de los rudos “chichimecas”, de los soberbios “aztecas”, y aun de los desprestigiados “chimaleros”, que podrían venderla a Ella en un descuido, como han vendido -dicen- la memoria y la imagen de sus padres indígenas.

“¡El es Dios!”: el sincretismo conchero

“La señal del sincretismo cayó sobre San Gremal -explica un joven conchero, metiendo la mano sobre una bolsita de nanches en el Zócalo-: allí, una noche, los fieles católicos estaban escuchando misa cuando los indios bajaron de los montes cercanos. Se armó la batalla. Y en eso estaban cuando el cielo se abrió, deslumbrándolos a todos. Quedaron paralizados de terror divino, indios y católicos. Entonces, mirándose unos a otros, dijeron: “¡El es Dios!”.

Los demás jóvenes del grupo escuchan por enésima vez la historia, regocijados, atentos. Casi puede advertirse en ellos un estremecimiento, como si el cielo se hubiese abierto de nuevo mostrándoles toda la verdad de esa revelación: ni indios paganos ni católicos hispanos. Simplemente mexicanos. Entre Tezcatlipoca y Jesús se alza ahora la verdad de un Cristo extensivo, piadoso, ilimitado, que bien podría apellidarse Ometecutli-Omecíhuatl, dualidad infinita, creadora de todo cuanto hay. Llámale cómo quieras: “El es Dios”.

La anécdota de San Gremal, mito fundacional de los concheros, no es otra que la antiquísima leyenda sobre el origen de la ciudad de Querétaro, en la tercera década del siglo XVI. Pero a los jóvenes danzantes de la conformidad Ollin Ayacaxtli, las precisiones históricas parecen importarles menos que la paralizante visión que encierra ese pasaje. Cuando pregunto algo, o pido una opinión, tres o cuatro muchachos se disputan la palabra. “No te vayas”, le dice uno a otro: “Tú también estás embarcado”. Embarcado en la devoción conchera, navegando sobre modernas religiosidades gastadas y credos infecundos. Los grupos de concheros son -así lo percibe el extraño- cofradías regocijadas de amigos en torno a una fe viva: El es Dios.

“Entre los grupos de danzantes, me parece que los `concheros` tienen mucho más qué ofrecerse entre sí -comenta Mario Giraud, pintor y poeta indigenista-, tienen un respeto hacia sus tradiciones antiguas; las cuidan, las promueven dentro de sus comunidades. A sus hijos les enseñan el sentido de la danza, su por qué. En cambio, el `chimalero` no es otra cosa que un vendedor de imagen. Es la verdad. Danzan para ganarse una lana, lo que no es otra cosa que devaluar la identidad que dicen respetar”. A sólo unos meses del final del segundo milenio, la devoción de los concheros parece efectivamente a salvo del marasmo y la rigidez de los credos tradicionales. Sus agrupaciones son por lo general fuertes, disciplinadas, solidarias. Por más que las manifestaciones de su fe se llamen “obligaciones”, es evidente que las velaciones, danzas y peregrinaciones concheras están movidas por un afán de encontrarse, de reconocerse en los otros a través de la fe en un Dios formalmente católico, pero acechado por sombras paganas y panteístas. “El es Dios, pero, ¿quién es El?”. “Bueno, mejor cantemos nuestras alabanzas”.

“Es difícil saber hasta dónde se remontan estos grupos de concheros, que manejan todo un discurso sobre el pasado indígena y el sincretismo -señala el doctor Rubial-, pero su tradición es evidentemente cristiana. Los santuarios son cristianos, los santos son cristianos. Hay un rescate de elementos indígenas, pero son mínimos. Yo creo que es sobre todo a partir de la revolución cuando los `concheros` generan un discurso nacionalista más articulado”. Aunque en los contenidos esenciales la fe conchera sea indiscutiblemente católica, su práctica íntima y externa bordea sin duda la excentricidad pagana. “En alguna ocasión fui reconvenido por un padrecito -recuerda Alberto Avila, viejo conchero de la palabra de don Ernesto Ortiz-, porque se me ocurrió identificar a Cristo con Ometecutli. En realidad, no fue más allá, sólo me pidió que había que evitar confusiones”.

Acostumbrada desde siempre a lidiar con paganos insumisos y culturas indoblegables, la Iglesia ha sabido convivir con las conformidades concheras en armonía y santa paz. Caminan juntas, en la misma dirección, pero diríase que no precisamente tomadas de la mano. Hay demasiadas caracolas, sahumerios de copal y llantos quejumbrosos por la mítica Tenochtitlan en estos “compadritos”. Y tantos, que el mismo Alberto Avila, hijo de refugiados españoles, reconoce que se ha visto algunas veces compelido a equilibrar la balanza. “En una ocasión, al perder mi primer uniforme, decidí vestirme con un hábito de fraile. Quise recalcar que esto es producto de un sincretismo, y que no sólo el copal y las plumas pesan”.

La velación de un conchero

Es una noche fría de mediados de noviembre, y el Renault destartalado de Alberto Avila se ha detenido ante un humilde zaguán de la calle Texcoco, en la colonia La Laguna, Tlalnepantla. Alberto, un hombre alto, delgado, con una barba espesa y canosa, avanza hacia una larga cochera improvisada como santuario. Lleva un pantalón ordinario de mezclilla, una sudadera Everlast, una veladora en la mano y la “concha” o mandolina bajo el brazo. Su paso es rápido, decidido, con la desenvoltura que le han dado 25 años de tradición “conchera”.

Saludando a los viejos “compadritos” con la mirada, espera su turno para “presentarse” ante el altar, donde una mujer morena recibe a los danzantes con sahumerios de copal. Es, en el lenguaje “conchero”, “La Malinche”, y sus ojos recuerdan los de Melquíades en la descripción de García Márquez: unos ojos orientales que parecen conocer el otro lado de las cosas. De todas las jerarquías del rito -el Capitán, las Palabras, el Regidor, el Sargento- “La Malinche” es sin duda la advocación más significativa. En la liturgia conchera, la Traidora por excelencia, el pecado original del derrumbe mexica, ha venido a consolidarse como la figura central de la reconciliación.

Llegada la ocasión, Alberto entrega la veladora, se reclina, intercambia ósculos devotos con la sacerdotisa, y pone sus labios sobre la “sombra” o “arbolito”, el estandarte de su conformidad. “La Malinche”, por su parte, bendice el “arma” o “concha” del danzante con el humo sagrado. Para él, la velación en memoria de la muerte del viejo jefe, don Ernesto Ortiz, ha comenzado. Las alabanzas, el intercambio del tradicional saludo “conchero”, y el embriagante copal se mueven por el recinto:

¡En esta santa Mesa, sí hay conformidad
válgame el Misterio de la Trinidad…
Allá en la gran, en la gran Tenochtitlán.
Allá en la gran, en la gran Tenochtitlán!

Los saludos informales, el bullicio, la complicidad de las anécdotas contadas en grupo, las sonrisas, escapan al tono habitual de las ceremonias del catolicismo burocrático. Hay un ambiente cálido, fraterno en esta improvisada galería presidida al fondo por las figuras del Santo Niño de Atocha y de la Virgen de San Juan de los Lagos. El alabancero desgrana sus coplas en honor del jefe desaparecido:

El Señor vive feliz con el Jefe Ernesto Ortiz
La sonrisa del Niñito, la Virgen de los Laguitos

Los miembros de la conformidad de Ernesto Ortiz van llenando poco a poco el espacio preparado para recibirlos en el domicilio del extinto capitán. A lo largo del corredor se han dispuesto sillas para los invitados y cordones con papel picado blanco y negro acentúan a un tiempo el tono regocijado de la ceremonia, y su carácter luctuoso. Una fuerte lona, atada a los muros, resguarda a los “compadritos” del frío y concentra la atmósfera del copal. “Antes de entrar a la danza yo me comprometí con el asunto cristiano, católico -señala Alberto Avila- y entendí que cualquier rollo hacia el futuro tendrá que ser sincrético y cristo-céntrico. Por eso me molestan estos intentos por volver al pasado sin aceptar nuestra cultura actual. Jesús realizó una hazaña que compromete a la humanidad entera con la reconquista del paraíso. Y esta tarde, que es de todos, se encuentra en el futuro, no en el pasado”.

Apostado a la entrada del zaguán, un hombre gordo metido en un poncho de lana se levanta de la silla para sonar la caracola. Anuncia la llegada de la primera conformidad visitante. A lo lejos, la caracola de la “Danza de las Insignias Aztecas” responde al saludo con un lamento largo y quejumbroso. Vienen cantando; vienen repartiendo el sahumerio por los cuatro vientos; vienen anunciando su homenaje al viejo jefe Ernesto Ortiz:

Estos son los Símbolos que el Señor mandó
para el cumplimiento de la Obligación;
allá en la gran, en la gran Tenochtitlán,
allá en la gran, en la gran Tenochtitlán…

Tras el final de cada copla, cerrando la intervención agradecida de cada invitado, las voces se alzan diciendo, repitiendo: “¡El es Dios!”, “¡El es Dios, compañero!”. Ataviados con ropas distintas, entonando diferentes alabanzas, las mesas o conformidades van llegando respetuosamente al recinto. Entre una y otra, un “compadrito” silencioso barre el polvo sobre el pórtico del zaguán. Su humildad no es menos ejemplar que la del “capitán” que conduce, o “La Malinche” que “bendice”, o el “caracol” que abre los vientos y anuncia la llegada. Todos los grupos se llaman, significativamente, “conformidades”: Conformidad de las Danzas Aztecas, Conformidad Xinaxtli, Conformidad Ollin Ayacaxtli, Conformidad Azteca de la Gran Tenochtitlan. Es la conformidad con la conquista, con el perdón, con el mestizaje, con esta ambigua manera de olvidar -recordando- la tragedia de México-Tenochtitlan.

Asomado a la ventanilla de la Miscelánea Chabelita, frente a la velación, el “compadrito” Alberto compra seis paquetes de pastillas de menta para repartir entre los desgañitados “concheros”. “Esa era mi gran bronca, cuando de joven quería estudiar medicina”, recuerda: “¿Quién tiene una solución al problema de la muerte?”. Sobre la calle, la luz mortecina de cuatro farolas revela una hilera de casas de cemento y ladrillos sin escalar. Perros moviendo la cola hacen una guardia famélica frente a un puesto de tacos, en la esquina. El frío aprieta en Tlalnepantla, en un barrio popular no del todo olvidado por la mano de Dios.

“Ser católico hoy en día es una cuestión muy problemática -continúa Alberto-, la fe no es una cosa que se transmita genéticamente, o por mandato. Por imponerle a alguien la fe, le quitamos su libertad de decidir y de acercarse a ella libremente”. Mientras habla, a sus espaldas, grupos de gentes con cintas rojas, plumas y melodiosas “conchas”, van ingresando en la atmósfera del copal bendecida por la presencia del Santo Niño. Con sus cantos, con sus alabanzas, rinden un homenaje al jefe muerto, dan gracias a sus santitos y a la Virgen y -al mismo tiempo- ayudan al Sol a enfrentar exitosamente la diaria batalla contra los dioses nocturnos. No hay contradicciones: “El es Dios”. Alberto, sus “compadritos” y “comadritas”, han elegido libremente una catolicidad pintada por la nostalgia de un pasado para siempre perdido. Católicos, apostólicos y romanos. Sí, pero con la honda tristeza de haber dejado algo de sí mismos, allá, muy lejos, allá, “en la gran Tenochtitlan”.

Greco Sotelo es historiador, egresado de la UNAM. Correo: vitabrevis@latinmail.com

LA LAGUNA DE GUATAVITA Y EL DORADO

LA LAGUNA DE GUATAVITA Y EL DORADO

En el departamento de Condinamarca, Colombia, se halla la laguna de Guatavita, a 80 kms. de Santa Fé de Bogotá.

En 1537, el conquistador español Jimenez de Quesada descubre a un pueblo, de etnia chibcha, que habitaba cerca de la laguna de Guatavita. El zipa, el jefe de la tribu, era conocido también como el cacique de Guatavita, cuya esposa era la cacica de Guatavita. En torno a la relación de ambos personajes con la laguna habría de nacer la leyenda del Dorado.

La cacica de Guatavita se hastió un día de las orgías de su esposo y de su afición a la chicha, una bebida embriagante de maíz fermentado. Se enamoró entonces de un atractivo guerrero. La cacica fue sorprendida mientras se unía sexualmente a su amante. Escapó entontes con su hija, que acababa de abandonar su vientre, y se arrojó al agua. Allí, madre e hija perecieron ahogadas. El cacique, entristecido, perdonó a su esposa infiel. Y entonces inició un especial ritual durante el cual se arrojaban a la laguna esmeraldas y oro, y se entonaban plegarias y oraciones. El propósito de la ceremonia era rogar a la cacica que yacía en el lecho de la laguna para que le pidiera a los dioses prosperidad y bonanza para su pueblo.

La cacica adquirió el rango de diosa que moraba en lo profundo de la laguna. En el día dispuesto para el ritual, una gran balsa orlada de centelleantes adornos (la barca muisca que vemos a la izquierda) acogía al cacique de Guatavita. Al llegar al centro del estuario, el jefe indígena se quitaba su manto y su vestido y se arrojaba a las aguas. Al regresar a la adornada embarcación, su cuerpo empapado era espolvoreado con oro en polvo. De la garganta del jefe tribal nacían oraciones y cánticos. Luego, introducía nuevamente su anatomía en el agua. Acto seguido, los sacerdotes lanzaban a la laguna vasijas y joyas de oro, relumbrantes como el fuego solar, para que oficiaran de ofrenda a los dioses que vivían en lo hondo del sagrado espejo líquido. Al concluir el ritual, el cacique recuperaba su aspecto habitual y regresaba a la ribera con su balsa. Pero a su regreso, la realidad se había transformado porque ahora los dioses se mostrarían generosos para con el pueblo del cacique.

La ceremonia luego se transformó en la leyenda de un gran tesoro, El Dorado oculto en algún sitio de la geografía americana. Esto espoleó la ambición española y el anhelo de arrebatar aquellas riquezas que nunca fueron halladas. La única fortuna fácilmente ubicable es la del cristalino rostro de la laguna de Guatavita y la memoria de su pasado ritual.

Esteban Ierardo

LA CASA DE CAMPO DE LOS OSOS

LA CASA DE CAMPO DE LOS OSOS

En Estados Unidos, en Wyoming, se propaga hacia el cielo una extraña montaña volcánica, de forma cilíndrica. Su altura es de casi 400 metros. Se encuentra en la ruta que une a Monte Rushmore (donde se hallan esculpidos los rostros de los cuatros presidentes estadounidenses) con el parque Yellowstone. Allí se filmó el famoso momento de Encuentros Cercanos donde desciende una nave extraterrestre con el propósito de entrar en comunicación con la humanidad. A esta mágica formación rocosa el hombre blanco le dio el nombre de la Torre del Diablo. Pero los indios que habitaron en la región de Devil’s Tower siempre rechazaron esa denominación, por estimarla ofensiva. Para los kiowas y los dakotas, el verdadero nombre es La casa de campo de los osos. La razón de esta expresión se relaciona con una leyenda que es narrada, aún hoy, por los kiowas y dakotas del sur de la región de Wyoming y que ahora ofrecemos, en Temakel, en una versión libre:

LA CASA DE CAMPO DE LOS OSOS

La gente kiowa solía cruzar la gran pradera. Cuando el cansancio o la necesidad del alimento lo imponían, los kiowas acampaban. Una vez, el pueblo Kiowa eligió para descansar un sitio cercano a un bosque. Entre sus árboles, vivía la gente del oso. Los grandes y fornidos animales tenían hambre. Y, al oler a los indios, que se encontraban cerca, abandonaron su territorio de ramas y piedras y salieron en busca de los kiowas.

Lejos del campamento, siete muchachas, siete hermanas kiowas, recolectaban bayas. Los osos posaron sus ojos ansiosos sobre ellas. Y, entre gruñidos y zarpazos de garras afiladas, se avalanzaron sobre las jóvenes. Las muchachas corrieron con toda su energía. Se adentraron en la vasta, centelleante y herbácea pradera. ¿Dónde encontrar allí un refugio? ¿Cómo escapar de los violentos animales hambrientos? Entonces, las fugitivas hallaron una roca, gris, grande, que emergía de la llanura. Se subieron a la roca. Pero, acto seguido, los osos también hicieron lo mismo.

Desesperadas, las muchachas comenzaron a cantar un rezo a la roca, para que ésta las protegiera de sus agresores. Nadie antes le había cantado a la roca. Y la piedra, que durante siglos había estado inclinada, se paró y empezó a crecer y a subir más y más arriba, mientras que las jóvenes kiowas permanecían paradas sobre ella.

Entonces, los guerreros osos comenzaron a cantarle a sus dioses. Y los vigorosos animales crecieron y alcanzaron la misma altura de la piedra que se propagaba hacia lo alto.

Los osos intentaron subir a la roca, hundiendo sus garras en las paredes ya escarpadas y elevadas de la piedra. Pero, con sus zarpazos, sólo consiguieron trazar surcos, que parecían cicatrices, en las laderas de la naciente montaña.

Y la roca creció tanto que los osos asumieron que ya no podían alcanzar su cima. Entonces, resignados, emprendieron el regreso hacia sus hogares en el bosque. Mientras los osos enormes avanzaban sobre la pradera, se iban empequeñeciendo hasta recuperar su talla habitual.

El pueblo kiowa había observado todos los extraordinarios acontecimientos. Después de que los osos se marcharon, repararon en la enorme montaña de paredes rasgadas. Entonces, algunas voces nacieron entre los kiowas para asegurar que la extraña montaña, recién aparecida era La casa de campo de los osos.

Y en la cima de la montaña rocosa, permanecían las siete hermanas. Los kiowas levantaron su campamento y se marcharon porque pensaron que las jóvenas habían sido devoradas por los osos.

Cuando llegó la noche, los jóvenes le cantaron a las estrellas. Las luces del cielo nocturno se alegraron por aquella canción. Entonces, descendieron y recogieron a las siete hermanas. Las mujeres también se convirtieron en estrellas. Y todas las noches, las jóvenes brillan sobre La Casa de campo de los Osos. Y entonces le agradecen a la roca que creció y se hizo montaña para salvarlas de los guerreros osos. (*)

(*) Versión libre de la leyenda por Esteban Ierardo.

LA LEYENDA DEL JACARANDA

LA LEYENDA DEL JACARANDA

En la provincia argentina de Corrientes nació esta leyenda en torno al jacarandá, árbol de bellas flores…

Cuando los españoles comenzaron a poblar Corrientes, trayendo consigo a sus familias, vino a habitar este suelo un caballero que traía consigo a su hija. Una bella jovencita de escasos dieciséis años, de tez blanca, ojos azul oscuro y negra cabellera. Se instalaron en una zona no muy retirada de la ciudad de las Siete Corrientes, en una reducción donde los jesuitas cumplían su misión evangelizadora y civilizadora, enseñando no sólo el amor a Cristo sino también a cultivar la tierra a los guaraníes.
Entre los jóvenes de esa reducción se distinguía Mbareté, un mocetón
veinteañero alto y fornido, que trabajaba la tierra con tesón, como queriendo arrancar de sus entrañas toda su riqueza y sus secretos.
Una tarde en que Pilar -la joven española- salió a caminar en compañía de una doncella que la servía, vio a Mbareté y fue verlo y prendarse de su apostura. El indio también la observó con disimulo al principio, con desenfado después, y admiró su blanca piel, su negro cabello y el color de sus ojos.
El encuentro fue fugaz. Tan sólo intercambiaron una mirada. Pero Mbareté la siguió con la vista hasta que la joven desapareció entre unos arbustos. El indio buscó la forma de que el jesuita le asignara tareas cerca de las casas y, en silencio, hurgaba por cuanta abertura había, para poder ubicar a la joven.
Pilar, entre tanto, no podía borrar de su retina la imagen del joven aborigen. No podía olvidar lo hermoso que le pareció con su torso desnudo, cubierto de gotas de sudor que le parecían chispas del sol que se le pegaban al cuerpo, al estar realizando su rudo trabajo.
No pasó mucho tiempo y un día Pilar y Mbareté se encontraron. Esta vez las miradas fueron largas y profundas. Tan profundas que -sin palabras- se adentraron en el espíritu de ambos, mutuamente.
Mbareté pidió ál sacerdote que los instruía que le enseñara el castellano. Y aprendió rápido todas aquellas palabras que le sirvieran para expresarle a
Pilar que la amaba desde el primer día en que se conocieron. Y buscó la forma de encontrarla a solas y poder hablarle. Y esa oportunidad la tuvo el día en que halló a la joven rodeada de indiecitos a quienes les enseñaba el catecismo. El joven se acercó al grupo y sin musitar palabra permaneció observándola hasta que los niños se fueron.
Entonces, Mbareté caminó junto a ella y, ante su asombro, le habló en español -balbuceante, al principio- para confesarle su amor. Pilar se ruborizó, se sintió confundida, quiso ocultar sus sentimientos, pero sus hermosos ojos azules y su cálida sonrisa la traicionaron y el joven pudo comprobar que era correspondido.
Los encuentros se repitieron. Mbareté le propuso huir juntos, lejos, donde su padre no pudiera encontrarlos. Le habló de construir una choza, junto al río, para ella y allí unir sus vidas. Pilar aceptó y, cuando la choza estuvo concluida, amparándose en las sombras de una noche en que Yasy les brindó su complicidad, escapó con su amado.
A la mañana siguiente, el caballero español buscó infructuosamente a su hija, hizo averiguaciones y alguien de la reducción le comentó que la habían visto frecuentemente en compañía de Mbareté y que éste también había
desaparecido.
Furioso, el padre convenció a varios compañeros para que lo ayudaran a
encontrar a la pareja y, fuertemente armados, comenzaron la búsqueda. Pasaron varios días hasta que descubrieron la choza junto al río. Sigilosamente, tomaron posiciones para observar a sus moradores. Así vieron llegar a Mbareté en su canoa, con el producto de su pesca, y vieron también salir a Pilar a recibirlo.
El padre de la joven no resistió la visión de la tierna escena de los amantes abrazados y salió de su escondite gritando el nombre de su hija y apuntando con su arma al indio. La joven vio el fuego del odio en los ojos de su padre y comprendió lo que cruzaba por su mente. Trató de evitarlo; de explicarle su actitud, pero el español siguió avanzando con el dedo en el disparador. Pilar se interpuso entre los dos hombres en el preciso instante en que la carga fue lanzada y cayó con el pecho teñido de rojo, fulminada por su propio padre. Al ver esto, Mba-reté quedó atónito, tieso, sin atinar a defenderse. Fue entonces cuando otro disparo le dio en plena frente y el joven se desplomó sobre el cuerpo de su amada.
El padre, dolorido e indignado, no se acercó siquiera a los cuerpos yacentes e instó a sus compañeros a volver a la reducción. Esa noche, la imagen de su hija no pudo apartarse de su mente, y con las primeras luces del alba, inició el camino hacia el lugar donde tan tristemente terminara ese amor tan grande que motivó que los jóvenes se olvidaran de sus
diferencias de raza.
Cuando llegó a la choza, el español no halló restos de la tragedia y en el
lugar donde la tarde anterior yaciera la pareja -sin que existiera ningún
rastro de la sangre allí derramada- se erguía un hermoso árbol de tronco
fuerte, cubierto de flores azul oscuro que se mecían suavemente con la
brisa.
El hombre tardó en comprender que Dios había sentido misericordia de los enamorados y había convertido a Mbareté en ese árbol, y que los ojos de su hija lo miraban desde todas y cada una de las azules flores del jacarandá. (*)

(*) Fuente: Cuentos y leyendas de la Argentina, Barcelona, José Olañeta Editor, pp. 57-60.

la leyenda del santos vega

En la Pampa Argentina se escuchó la voz del payador sublime: el Santos Vega. Rafael Obligado se inspiró en su leyenda para crear un importante poema de la literatura gauchesca. El momento más recordado de la leyenda del Santos Vega es su encuentro con otro payador, el Supay, versión lugareña del diablo. Ambos payadores se trenzan en una payada, en una confrontación entre dos cantores en medio de los rasgueos de guitarra. Y entonces…

En tiempos distintos y nebulosos, allí donde se pierde el recuerdo de los orígenes de la nacionalidad argentina, Santos Vega fue el más potente payador. Su numen era inagotable en la improvisación de endechas, ya tiernas, ya humorísticas; su voz, de timbre cristalino y trágico, inundaba el alma de sorpresa y arrobamiento; sus manos arrancaban a la guitarra acordes que eran sollozos, burlas, imprecaciones. Su fama llenaba el desierto. Ávida de escucharlo, acudía la muchedumbre de los cuatro rumbos del horizonte. En las “payadas de contrapunto”, esto es, en las justas o torneos de canto y verso, salía siempre triunfante. No había en las pampas trovador que lo igualara; ni recuerdo de que alguna vez lo hubiese habido. Dondequiera que sé presentase rendíale el homenaje de su poética soberanía aquella turba gauchesca tan amante de la libertad y rebelde a la imposición. Para el alma sencilla del paisano, dominada por el canto exquisito, Santos Vega era el rey de la Pampa.

A la sombra de un ombú, ante el entusiasta auditorio que atraía siempre su arte, inspirado por el amor de su “prenda”, una morocha de ojos negros y labios rojos, cantaba una tarde Santos Vega el payador sus mejores canciones. En religioso silencio le escuchaban hombres y mujeres, conmovidos hasta dejar correr ingenuamente las lágrimas… En esto se presenta a galope tendido un forastero, tírase del caballo, interrumpe el canto y desafía al cantor. Es tan extraño su aspecto, que todos temen vaga y punzantemente una desgracia. Pálido de coraje, Santos Vega acepta el desafío, templa la guitarra y canta sus cielos y vidalitas. Y cuando termina, creyendo imposible que un ser humano le pueda vencer, los circunstantes lo aplauden en ruidosa ovación. Hácese otra vez silencio. Tócale su turno al forastero… Su canto divino es una música nunca oída, caliente de pasiones infernales, rebosante de ritmos y armonías enloquecedoras… ¡Ha vencido a Santos Vega! Nadie puede negarlo, todos lo reconocen condolidos y espantados, y el mismo payador antes que todos… ¡Adiós fama, adiós gloria, adiós vida!

Santos Vega no puede sobrevivir a su derrota…Acaso el vencedor, en quien se reconoce ahora al propio diablo, al temido Juan Sin Ropa, habiendo ganado, y como trofeo de su victoria, pretenda llevarse el alma del vencido…Desde entonces, en efecto, desapareciendo del mundo de los mortales, Santos Vega es una sombra doliente que, al atardecer y en las noches de luna, cruza a lo lejos las pampas, la guitarra terciada en la espalda, en su caballo veloz como el viento. (*)

(*) Fuente: Cuentos y leyendas de la Argentina, Barcelona, José Olañeta Editor, pp. 63-65.

El mito Cheyenne de la Creacion

os cheyennes, uno de los principales pueblos indígenas de América del Norte. Aquí el modo como, en las distancias de los tiempos, los primeros cheyennes imaginaron la creación de todo.

ASI EMPEZO TODO

Al principio no había nada.

Absolutamente nada.

Todo estaba vacío.

Maheo, el Gran Espíritu, sentíase como desolado.

Miró en su entorno pero, obviamente, no había nada que ver.

Trató de oír, pero nada había que escuchar.

Únicamente se encontraba él, Maheo, solo en la nada.

-Tengo que poner remedio a esta situación.

Aunque gracias a su gran Poder, Maheo, no se consideraba aislado, porque él mismo era un universo. Mas, dado el hecho de que se movía a través de la nada y del tiempo sin fin, Maheo pensó que su Poder podía tener alguna aplicación productiva y concreta.

-¿Para qué sirve el Poder -se preguntó-, si no puede utilizarse para hacer el mundo y los distintos pueblos? Sí, tengo que poner remedio a esta situación.

Y llevó a la práctica sus intenciones.

Creando una amplísima extensión de agua, como un lago, pero salada. Comprendió el Gran Espíritu que partiendo del agua podría existir la vida. El lago mismo era vida.

-Deberían existir seres que viviesen en las aguas -dijo Maheo a su Poder. Y así fue.

Primero hizo los peces que nadaban en las oscuras aguas, luego las almejas y los caracoles y los ástacos, que vivían eh la arena y en el fondo del lago.

-Formemos ahora seres que puedan moverse sobre el agua -requirió de su Poder.

Así ocurrió.

Fueron apareciendo los gansos, los ánades, los charranes, las fochas, las cercetas, viviendo y nadando en los alrededores del lago. En la oscuridad, Maheo, podía escuchar el chapoteo de sus patas y el batir de sus alas.

-Quisiera ver todas las cosas que acaban de ser creadas -pensó Maheo.

Y una vez más los hechos se produjeron de acuerdo con sus más íntimos deseos. La luz comenzó a brotar y a esparcirse, primero blanca y clareando en el Este, posteriormente dorada e intensa cuando hubo llegado al centro del cielo, extendiéndose al final hasta el último punto del horizonte.

Merced a la claridad, pudo Maheo contemplar los pájaros, los peces y las conchas de los animales marinos apoyadas en el fondo del lago.

-¡Qué maravilla! -sintió el Gran Espíritu dentro de sí.

Entonces la gansa se dirigió chapoteando hacia donde suponía se encontraba Maheo, en la inmensidad del espacio, sobre el lago.

-No alcanzo a distinguirte pero sé que estás ahí -comentó-. No sé dónde estás ahora, pero sé que te encuentras en cualquier lugar: Óyeme, Maheo. El lago que has hecho, en el que moramos, es bueno. Pero comprende que los pájaros no somos peces, a veces nos fatigamos de tanto nadar y nos sentiríamos muy felices de poder reposar fuera del agua.

-Entonces, volad -repuso Maheo, agitando al unísono los brazos.

Todos los pájaros del agua aletearon agitadamente sobre la superficie acuática hasta que obtuvieron la suficiente velocidad como para remontar el vuelo.

Eran tantos que oscurecieron el firmamento.

El somorgujo fue el primero en regresar a la superficie del lago.

-Maheo -dijo, mirando en torno a sí, pues sabía que el Gran Espíritu se hallaba en todas partes-, tú nos has dado el cielo y la luz para que podamos volar y el agua para nadar. Pedirte algo más podría parecer una ingratitud, pero debemos hacerlo. Cuando estemos cansados de nadar y volar; nos agradaría tener un lugar firme y seco donde caminar para rehacernos del agotamiento. Por favor Maheo, concédenos un sitio en el que podamos construir nuestros nidos.

-Así será -respondió Maheo-, pero para tal hacer necesito de vuestra colaboración. Por mí mismo he hecho el agua, la luz, el aire del cielo y los seres del agua. Ahora, para seguir mi obra creadora, preciso ayuda, pues mi Poder sólo me permite hacer cuatro cosas.

-Explícanos en qué podemos serte útiles -hablaron los seres del agua-. Estamos dispuestos a prestarte nuestra máxima ayuda.

-Que los de tamaño superior y los más rápidos intenten encontrar tierra -dijo el Gran Espíritu, alargando los brazos y haciendo señas a la gansa.

-Estoy preparada.

Diciendo así, la gansa partió rauda y veloz, cruzando el agua hasta convertirse en un punto blanco que se elevaba en el aire. Luego regresó con la celeridad de una flecha, zambulléndose en las aguas.

La gansa estuvo ausente durante un período bastante largo.

Maheo Maheo contó cuatro veces cuatrocientos antes de que ella surgiera de las aguas y quedase flotando, abierto el pico para recobrar el aliento.

-¿Nos has traído algo? -preguntó el Gran Espíritu.

La gansa suspiró desolada.

-No. No he podido traer nada.

Acto seguido lo intentaron el somorgujo y el ánade, pero tampoco su empresa se vio coronada por el éxito. Finalmente vino la pequeña focha, chapoteando sobre la superficie del lago, hundiendo la cabeza en ocasiones para atrapar algún pececito y agitando el agua a cada momento.

-Maheo Maheo -anunció la menuda focha tenuemente-, cada vez que me sumerjo creo ver algo, allá a lo lejos. Tal vez yo pueda descender nadando, lo sé. No soy capaz de volar ni de zambullirme con mis hermanas y hermanos. Lo único que puedo hacer es nada y; pero lo haré lo mejor que sepa y llegaré tan profundamente como me lo permitan mis fuerzas. Déjame intentarlo, por favor; Maheo.

-Pequeño hermano -repuso éste-, cada cual puede hacer aquello de lo que sea capaz, y ya he requerido la colaboración de todos los seres del agua. Ciertamente, puedes intentar cumplir esta tarea. Tal vez saber nadar sea mejor que saber zambullirse, después de todo. Vete, pequeño hermano, y mira qué es lo que puedes hacer.

-¡Ah, oh! -exclamó la pequeña focha-. ¡Gracias, Maheo!

Y hundiendo la cabeza en el agua, nadó cada vez más y más profundamente, hasta que se perdió de vista.

Pasó mucho tiempo hasta que Maheo y los demás pájaros volvieron a ver una pequeña mancha oscura bajo la superficie del agua, ascendiendo lentamente hacia ellos. La figura se fue haciendo poco a poco más definida hasta que todos estuvieron seguros de quién era. El pequeño pájaro subía nadando desde el fondo del lago salado.

Al arribar a la superficie, la focha alzó su pico hacia la luz, sin abrirlo.

-Dame lo que has traído -dijo Maheo.

Entonces, del pico cayó una pequeña bola de lodo que el Gran Espíritu recogió entre sus manos.

-Vete, pequeño hermano -dijo-. Y gracias. Es posible que esto que has traído te proteja para siempre.

Y así ha sido y es, pues la carne de focha aún tiene sabor a lodo, y ningún ser humano o animal come a este pequeño pájaro, a no ser que no tenga otra cosa con que alimentarse.

Maheo Maheo hizo rodar la bola de lodo entre las palmas de las manos hasta que la misma se hizo tan grande que ya no le fue posible sostenerla. Buscó entonces por los alrededores con la mirada un sitio donde ponerla, pero no había más que agua y aire.

-Necesito de nuevo vuestra ayuda, moradores del agua -anunció-. Debo poner este lodo en algún lugar. Uno de vosotros debe hacerme un espacio en su espalda.

Todos los peces y demás criaturas acuáticas se acercaron nadando hacia el Gran Espíritu, que trató de elegir al más apto para sus propósitos. Las almejas, los caracoles y los ástacos eran demasiado pequeños, pese a que gozaban de fuertes espaldas y vivían en las profundidades del agua. Los peces, por su parte, eran demasiado estrechos y sus aletas cortaban en pedazos el barro. Finalmente, sólo quedaba un habitante en las aguas.

-Abuela Tortuga -exclamó Maheo-, ¿podrías ayudarme?

-Soy demasiado vieja y excesivamente lenta -razonó. Añadiendo-: Pero lo intentaré-. Maheo apiló sobre la redonda espalda una buena cantidad de lodo hasta formar una colina. Bajo las manos del Gran Espíritu, la colina fue creciendo, extendiéndose y enderezándose, mientras la Abuela Tortuga desaparecía de la vista.

-Así sea -dijo Maheo otra vez-. Que la tierra sea conocida como nuestra abuela, y que la abuela, que es quien transporta la tierra, sea el único ser que pueda vivir debajo del agua o de la tierra, o encima del suelo; el único que pueda ir a cualquier parte, ya sea nadando, ya caminando, según lo prefiera.

Y así ha sido y es. La Abuela Tortuga y todos sus descendientes caminan muy lentos, pues cargan en sus espaldas todo el peso del mundo y los seres que lo habitan.

Ahora ya había agua y también tierra, pero esta última era estéril. Maheo dijo entonces a su Poder:

-Nuestra Abuela Tierra es como una mujer y, en consecuencia, debe ser productiva. Ayúdame, Poder, a que ella engendre vida.

Al pronunciar Maheo estas palabras, los árboles y las hierbas brotaron, convirtiéndose en el cabello de la abuela; las flores se transformaron en brillantes adornos, y las frutas y las semillas fueron ofrecidas por la tierra al Gran Espíritu. Los pájaros se posaron a descansar en las manos de la abuela, a cuyos lados se acercaron también los peces. Mirando a la mujer Tierra, Maheo pensó que era muy hermosa, la más hermosa de las cosas que nunca había hecho.

“Pero no debería estar sola”, pensó. “Démosle una parte de mí, y así podrá saber que estoy cerca de ella y la amo.”

Maheo Maheo metió la mano en su costado derecho y sacó una de sus costillas. Luego de darle aliento, la colocó dulcemente en el seno de la mujer Tierra. La costilla se movió agitadamente, se puso en pie. Y caminó. Había nacido el primer hombre.

-Está solo en la Abuela Tierra como yo estuve solo una vez en el vacío -admitió Maheo-. Y para nadie es bueno estar solo.

Utilizando entonces una de sus costillas de la parte derecha formó una hembra, que puso al lado del hombre. Entonces sobre la Abuela Tierra hubo dos seres humanos: sus hijos y los de Maheo. Todos eran felices, y el Gran Espíritu era feliz mirándolos.

Un año más tarde, en la época primaveral, nació el primer niño.

Y a medida que transcurrió el tiempo vinieron otros pequeños seres que, siguiendo su camino, fundaron las diferentes tribus. Luego Maheo vio que su pueblo tenía ciertas neeesidades. Con su Poder creó animales que alimentasen y protegieran al hombre. Finalmente, el Gran Espíritu pensó en una bestia que pudiera ocupar el sitio de los demás creando al bisonte.

Maheo sigue con nosotros.

En todas partes y lugares. Mirando a su pueblo y a todo cuanto ha creado. Él representa la totalidad de la vida. Es el creador, el guardián, el maestro, el único…

Nosotros estamos aquí, gracia a Maheo. (*)

(*) Fuente: Leyendas de los indios de Norteamérica, Edimat Libros, pp. 155-65.

El mito de Wiraccocha

Wiraccocha, principial divinidad inca, creó el mundo. Luego, se alejó a una misteriosa distancia y envió a Wiraccochan, su mensajero, quien emprendió una larga caminata. Mientras caminaba, Wiraccochan educaba a los pueblos. Antes de dejar la tierra, llegó al pueblo de Tambo u Ollantaytambo que floreció gracias a sus divinos conocimientos. Aquí, una versión del mito de Wirraccochan como enviado del gran Wiraccocha y como guía de los antiguos incas.

Antes que los Incas reinasen, cuentan que en el principio, Wiraccocha crió un mundo oscuro y luego de ordenar el cielo y la tierra crió una raza de gigantes. A estos les mandó que viniesen en paz para que lo sirviesen, mas como no fueron recíprocos con él, los convirtió en piedras, enviándoles a la vez un diluvio general al cual llaman Unu Pachacuti, que quiere decir “el agua que transformó el mundo”.

Pasado el diluvio y seca la tierra, Wiraccocha determinó poblarla por segunda vez y para hacerlo con más perfección determinó criar luminarias que diesen claridad, para esto fue al gran lago Titicaca y mandó allí que salieran el Sol, la Luna y las estrellas y subiesen al cielo para dar su luz al mundo. Y dicen que la Luna tenía más claridad que el Sol, por lo que este al tiempo que subían le echó un puñado de ceniza en la cara y que desde esa vez quedó la Luna con el color que ahora tiene.
Y luego que todo esto pasó, en la dirección Sur, apareció el enviado de Wiraccocha, que era un hombre de crecido cuerpo, el cual en su aspecto y en su persona mostraba gran autoridad, llamándolo Wiraccochan o Tunupa. Vestía una túnica andrajosa que le daba hasta los pies: traía el cabello corto, una corona en la cabeza y un báculo como los que llevaban los sacerdotes y astrónomos antiguos. Dicen también que llevaba a cuestas un bulto en el que transportaba los dones con los que premiaba a los pueblos que lo escuchaban. Y dicen que este hombre tenía gran poder, que de los cerros hacia llanuras y de las llanuras cerros grandes. Hacía también cosas mayores por que dio ser a los hombres y animales, y que, en fin, por su mano vino notable beneficio.
Luego se dirigió a Tiahuanaco y en este lugar dibujó y esculpió en una losa grande todas las naciones que pensaba criar; después de esto, inició su peregrinaje obrando maravillas por el camino de la serranía, mandando salir a los pueblos de sus Paqarinas diciendo: “Gente y naciones oigan y obedezcan que yo les mando salir, multiplicar y henchir la tierra”. Y a su vez todos los lugares obedecieron y así unos pueblos salieron de los suelos, otros de los lagos, fuentes, valles, cuevas, árboles, peñas y montes. A la vez que esto sucedía, pintaba a cada pueblo el traje y vestido que habrían de llevar y así mismo dio a cada nación la lengua que habría de hablar, sus cantares y las semillas. Y así en este camino de los Andes y montañas de la tierra fue dando y poniendo nombres a todos los árboles grandes y pequeños, tanto como a sus flores y frutos, mostrando a la gente los que eran buenos para comer y los que no y los que eran buenos para medicina y, asimismo, puso nombre a todas las yerbas e indicó el tiempo en el que habrían de florecer y fructificar. También dio orden a los hombres sobre cómo vivir, hablándoles amorosamente con mucha mansedumbre, amonestándole para que fuesen buenos, y los otros no se hiciesen daño ni se injuriasen; luego les enseñó cómo cultivar; para esto rompía la tierra con la punta de su báculo quedando esta dispuesta para sembrarse, y así con su sola palabra hacía nacer el maíz y los demás alimentos.
En ese largo peregrinar, dicen que también halló algunas naciones rebeldes que no habían cumplido con su mandato, por lo que los convirtió en piedras, en figuras de hombres y mujeres con el mismo traje que traían. Estas conversiones fueron hechas en Tiahuanaco, Pucara y Jauja. En dichos lugares se encuentran unos bultos de piedras grandes y en algunas otras partes dicen que tienen tamaños casi gigantes.

Y es así como llegó a la provincia de Cacha habitada por los Canas, y éstos, como no lo conocían, salieron armados y dispuestos a matarlo. Entonces Wiraccochan, al observar esta actitud, hizo que cayese fuego volcánico sobre ellos. Y los canas, por el temor de verse quemados, arrojaron sus armas y lo veneraron. Viendo esto, Wiraccochan tomó su báculo y paró el fuego; luego, puso orden entre ellos. En memoria de este hecho le edificaron un suntuoso adoratorio y hoy en día, aún se puede ver el cerro de Cacha con su enorme quemadura que consumió las piedras de tal manera que ellas mismas se hacen testigos de este hecho, por que quedaron tan quemadas que se las pueden levantar como si fuesen madera liviana.
Dicen que después de este suceso llegó al pueblo de Urcos, y subió a un cerro alto desde donde mandó saliesen de él los naturales de Urcos, por lo que con el tiempo le erigieron en este lugar un rico adoratorio, edificando en este un escaño de oro fino y una imagen a semejanza suya.

Luego Wiraccochan prosiguió su camino y llegando a cierto sitio crió a un señor al cual puso el nombre de Alcaviza y al lugar por nombre Cusco; dejando el mensaje que después de este señor vendrían los Incas Orejones a quienes todos respetarían.
Este Wiraccochan a quién los pueblos llamaban también Tunupa, Tarapaca, Wiraccochan pachayachicachan, Bichaycamayoc, Cunacuycamayoc Pachacan; que quiere decir el enviado de Wiraccocha, su fuente, el predicador, el encargado del presente o el conocedor del tiempo, dicen que se dirigió al pueblo del curaca Apotambo (Señor de Tanpu, Tambo u Ollantaytambo), a donde llegó cuando se celebraban unas bodas. Fue en esas circunstancias que el Curaca escuchó sus razonamientos y predicamentos con mucho amor, mas su pueblo no lo hizo así, por lo que Wiraccochan los reprendió con amor afable. Y, luego de esto, en un gesto de reciprocidad, entregó el báculo que portaba y en el que se encontraban grabados todos sus conocimientos, al curaca Apotambo. Pasado esto, en memoria de Wiraccochan labraron una montaña a imagen y semejanza suya, a la cual veneraron muchísimo.
Luego, este Wiraccochan prosiguió su camino haciendo sus obras hasta que llegó a la línea equinoccial cerca al Ecuador, donde queriendo dejar esta tierra, informó a la gente sobre las muchas cosas que habrían de suceder. Les dijo que con el tiempo habrían de venir gente diciendo ser Wiraccochas y a los cuales no les deberían de creer. Y dicho esto se metió al mar caminando por sobre el agua como si fuese su espuma…”
Dicen que pasado el tiempo y luego de que el pueblo de Tambo u Ollantaytambo floreció gracias a los conocimientos dejados por Wiraccochan, el báculo dejado por él, se transformó en oro fino en el momento en que nació uno de los descendientes de Apotambo llamado Manco Capac quién vino a ser el primer Inca, y con este báculo de oro pasado los años se dirigió a las partes altas de una serranía para fundar la que con el tiempo sería la capital del Imperio de los Incas: el Cusco. (*)

(*) Fuente: Fernando E. Elorrieta Salazar y Edgar Elorrieta Salazar, El valle sagrado de los incas. Mitos y símbolos, Sociedad Pacaritanpu Hatha, pp.13-16.

El mito guarani de la creacion

Los guaraníes habitaban en el sur de Brasil, Paraguay y el noreste argentino. Se distinguieron por ser enérgicos guerreros y cazadores. Fueron parcialmente evangelizados por los jesuitas. A su estirpe, aún presente principalmente en el Paraguay, pertenece este mito sobre el divino origen de las voces que intercambian los hombres.

El verdadero Padre Ñamandú, el Primero,

de una pequeña porción de su propia divinidad,

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora,

hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina.

Habiéndose erguido (asumido la forma humana),

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora,

concibió el origen del lenguaje humano.

Creó nuestro Padre el fundamento del lenguaje humano e hizo que

formara parte de su propia divinidad.
Antes de existir la tierra,
en medio de las tinieblas primigenias,
antes de tenerse conocimiento de las cosas,
creó aquello que sería el fundamento del lenguaje humano (o: es el fundamento del futuro lenguaje humano) e hizo el verdadero Primer Padre
Ñamandú que formara parte de su propia divinidad.

Habiendo concebido el origen del futuro lenguaje humano,
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora concibió el fundamento del amor (al prójimo).

Antes de existir la tierra,
en medio de las tinieblas primigenias,
antes de tenerse conocimiento de las cosas,
y en virtud de su sabiduría creadora el origen del amor (al prójimo)lo concibió.

Habiendo creado el fundamento del lenguaje humano,
habiendo creado una pequeña porción del amor,

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora

el origen de un solo himno sagrado la creó en su soledad.

Antes de existir la tierra
en medio de las tinieblas originarias,
antes de conocerse las cosas el origen de un himno sagrado lo
creó en su soledad (para sí mismo).

Habiendo creado, en su soledad, el fundamento del lenguaje humano;
habiendo creado, en su soledad, una pequeña porción de amor;

habiendo creado, en su soledad, un corto himno sagrado,
reflexionó profundamente sobre a quién hacer partícipe del fundamento del lenguaje humano;
sobre a quién hacer partícipe del pequeño amor(al prójimo)

sobre a quién hacer partícipe de las series de palabras que componían el himno sagrado.
Habiendo reflexionado profundamente, de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora

creó a quienes serían compañeras de su divinidad.

Habiendo reflexionado profundamente,
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora

creó al ( a los) Ñamandú de corazón grande (valeroso).

Lo creó simultáneamente con el reflejo de su sabiduría (el sol).

Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas originarias,
creó al Ñamadú de corazón grande.

Para padre de sus futuros numerosos hijos,
para verdadero padre de las almas de sus futuros numerosos hijos
creó al Ñamandu de corazón grande. (*)

(*) Fuente: Orígenes. Argentina; compilación de mitos de guaraníes, tehuelches, matacos y tobas, onas, pampas, araucanos y collas, de Miguel Biazzi y Guillermo Magrasi, ed. Corregidor.

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