Los calendarios mesoamericanos

LOS CALENDARIOS MESOAMERICANOS
FEDERICO GONZALEZ
El tema de los calendarios mesoamericanos es uno de los más importantes dentro del campo de las culturas precolombinas. Traduce la manera de concebir el tiempo de los antiguos americanos, en relación con el espacio, las deidades, el paso de los astros y estrellas, los estados de la materia, los colores y los demás símbolos y elementos asociados que constituyen el universo indígena y que conforman su cosmogonía. El tiempo es “medida” –que siempre supone un espacio–, módulo y proporción que vincula las distintas partes del cosmos y por eso un elemento de unión entre ellas, pero sobre todo es la ley, que al cumplirse indefectiblemente hace posible todo esto, en cuanto se advierte que su presencia –manifestada por el movimiento– obedece a pautas y ritmos periódicos que ligan a los seres, los fenómenos y las cosas entre sí, estableciendo parámetros, analogías y prototipos que inmediatamente llevan a la idea de un mismo y único modelo universal cuya manifestación es la totalidad de lo posible y su expresión más evidente la vida universal y la naturaleza como símbolo de ésta.1 Por lo que el tiempo siempre es actual; no es algo generado en los comienzos y que subsiste como un componente abstracto de la realidad psicofísica, sino que expresa esa misma realidad ahora pues él es una de sus condiciones, es decir, un elemento siempre presente sin el que la vida no sería posible. Su cualidad es entonces parte constitutiva del cosmos y su forma de manifestarse –que puede ser medida cuantitativamente en el espacio– la manera en que éste se expresa, y por lo tanto una clave para la comprensión de su esencia, un módulo válido para el conjunto de la creación. En esta perspectiva han de cobrar particular importancia las revoluciones de los astros y las estrellas en el firmamento, que por estables con respecto a la rapidez del movimiento de la tierra han de servir como guías y puntos de referencia para establecer las pautas generales del conjunto –la armonía de lo que Pitágoras llamaba la “música de las esferas”–, la que se logra por la interacción de todos los movimientos individuales, incluido el de la tierra y los hombres.2 Éstos, en las culturas precolombinas según lo que llevamos dicho, no se vivieron a sí mismos como separados del cosmos pues la vida para las culturas tradicionales es una sola a pesar de sus múltiples manifestaciones de distinto orden. En ese fluir, en esa navegación de la cual es protagonista el ser humano, los objetos cambian de forma y los fenómenos se suceden constantemente como lo hacen los estados de ánimo de los dioses, en particular los vinculados a los fenómenos atmosféricos y la tierra, los que son los más veloces y cambiantes con referencia a la casi impasibilidad de las deidades más altas, que mucho más lentas y antiguas surcan el cielo con majestuosa imponencia. Si todo esto se da en el tiempo y éste constituye parte de la vida, asimismo se expresa en el hombre cuyo ser no es sin el tiempo. Es decir, que las pautas que establecen las estrellas y los astros en el firmamento son equivalentes a las de la tierra y los seres humanos, y los períodos y ciclos que los caracterizan no son de ninguna manera arbitrarios sino que corresponden a un plan universal que cada una de sus partes refleja a su manera, siendo el total el conjunto arquetípico, el modelo que se repite de modo invariable y que se expresa por “medidas”, módulos simbólicos y números que se interrelacionan indefinidamente entre sí, creando de continuo el asombroso universo. De este mundo de analogías que conforman el cosmos, el tiempo, la vida, tratan los calendarios mesoamericanos, ya sean los burilados en piedra o los pintados en códices, tanto los que se refieren a las grandes eras –registradas también en el mito, el rito y el símbolo– cuanto los calendarios lunares o solares, o el complejísimo tonalámatl, (o el tzolkin maya), verdadera síntesis de relaciones, expresión plena de la cosmovisión mesoamericana y de su conocimiento de las leyes universales.3

El calendario “solar” y civil llamado xihuitl por los aztecas y haab por los mayas, consta de 18 meses de 20 días, lo que da un total de 360 días a los que agregaban periódicamente otros cinco, considerados nefastos y que en náhuatl llamaban nemontemi.4 Trescientos sesenta es el número de la circunferencia y el ciclo (360 = 3 + 6 + 0 = 9) y vincula –según lo que hemos visto de las cualidades numéricas– al cielo con la tierra o al círculo con el cuadrado (9 x 4 = 36) en un módulo de división cuaternaria que se caracteriza por el regreso a su punto inicial, en el que comienza el nuevo año.5 Ese ciclo es recorrido de acuerdo a la velocidad angular del astro, a saber: un día por cada grado de arco de la circunferencia. Con él se organizaba la vida civil y las fiestas religiosas. El cómputo maya es aún más perfecto que el gregoriano, pues en este último el año dura 365,2425 días, mientras que en el maya 365,242308, y en el año trópico dura promedio 365,242199 días medios.6

Los nombres de los veinte días en el calendario azteca son los siguientes, y se identifica a cada uno de ellos con un símbolo, signo o glifo7:

1 cipactli
=
cocodrilo
2 ehécatl
=
viento
3 calli
=
casa
4 cuetzpalin
=
lagartija
5 cóatl
=
serpiente
6 miquiztli
=
muerte
7 mazatl
=
venado
8 tochtli
=
conejo
9 atl
=
agua
10 itzcuintli
=
perro
11 ozomatli
=
mono
12 malinalli
=
hierba
13 acátl
=
caña
14 ocelotl
=
jaguar
15 quauhtli
=
águila
16 cozcaquauhtli
=
zopilote
17 ollin
=
movimiento
18 tecpatl
=
pedernal
19 quiahuitl
=
lluvia
20 xóchitl
=
flor

Estos 20 días se dividen en cuatro grupos de 5 días (asignados a 4 rumbos espaciales: sur, oriente, norte y poniente), que se alternan de modo retrógrado (de derecha a izquierda) comenzando invariablemente por 1 cipactli.

Signos de los 20 días
Los dieciocho meses se llaman: 1: Acahualco, 2: Tlacaxipehualiztli, 3: Tozoztontli, 4: Hueytozoztli,5: Toxcatl, 6: Etzacualiztli, 7: Tecuilhuitontli,8: Hueytecuilhuitontli, 9: Tlaxochimaco, 10: Xocohuetzi, 11: Ochpaniztli, 12: Teoteclo,13: Tepeilhuitl, 14: Quecholli, 15: Panquetzaliztli,16: Atemoztli, 17: Tititl, y 18: Itzcalli,aunque no hay certeza acerca de la traducción exacta de algunos de estos nombres. Para nuestros efectos hemos de tomar especialmente en cuenta los signos de los veinte días, pues son idénticos a los del tonalámatl, columna vertebral de las altas civilizaciones precolombinas, verdadero calendario adivinatorio –en el sentido etimológico del término–, no sin antes indicar que estos veinte días en el calendario solar engranaban con los dieciocho meses de una manera rotatoria. Sin embargo, este calendario no es estrictamente solar en el sentido de que no sigue el movimiento aparente del sol, que va del norte al mediodía, sino que su transcurrir es retrógrado (inversamente a las manecillas del reloj) como ya lo hemos indicado. Eso hace que vaya del mediodía al amanecer, de éste a la medianoche, y de ella al poniente, para retornar al sur (e igualmente en las estaciones del año solar: verano, primavera, invierno y otoño), lo cual se encuentra invertido respecto a las modalidades aparentes del movimiento solar. Lo creemos referido a un módulo relacionado con las grandes eras puesto que la precesión equinoccial lleva también ese mismo movimiento retrógrado. Lo que hace a este calendario también simbólico como el tonalámatl. Fundamentalmente es numérico–mágico, por ello es que tiene una función social y civil y marca las conmemoraciones religiosas y fiestas rituales.

El Tonalámatl
De otro lado, este tonalámatl lo llevaban ajustado con el ciclo de Venus y del Sol, como ya veremos. Y seguramente también con otros planetas y estrellas –como es evidente con las Pléyades, la Polar y la Vía Láctea, llamada serpiente de nubes o camino de Santiago–, pero sobre todo estaba estrechamente relacionado con la precesión de los equinoccios, que es el tercer movimiento de la tierra (como se sabe el primero es el diario o de rotación y el segundo el anual o de traslación), como de bamboleo, o de trompo, movimiento retrógrado inverso a las revoluciones diarias de los planetas, que hace que los signos zodiacales aparezcan cada 2.160 años corridos treinta grados de arco y completen el ciclo en 25.920 años en forma total, ya que se divide el cielo entre doce signos zodiacales en nuestra astronomía actual, heredera de las concepciones de caldeos y persas.8 No cabe duda de que los mesoamericanos estaban familiarizados con este gran ciclo y no podrían haberlo dejado de observar y calcular de acuerdo al conocimiento que tenían de los otros cuerpos celestes y sus revoluciones. Por otra parte, todas las astronomías tradicionales lo han conocido y lo han considerado como uno de los ciclos máximos: el gran año de la tierra. Nosotros pensamos que es la clave íntima del tonalámatl. Se lo ha calculado en 26.000 años, es decir, en números “redondos”, como lo han hecho otros pueblos que lo han tomado como base de sus especulaciones astronómicas. O dicho de otra manera: para comprender los ritmos y leyes cósmicas que estos números y este ciclo reflejan. Sin embargo, el “gran año” ha solido considerarse en la mitad de este ciclo, o sea: 13.000 años. Tal es el caso de persas y griegos.

En el tonalámatl o calendario ritual se combinan los veinte signos o símbolos de los días con los primeros trece numerales. Estos signos de los días comienzan por cipactli o cocodrilo (día primero) y a cada uno de los días subsiguientes corresponde uno de los signos en el orden apuntado hasta llegar a xóchitl o flor (día vigésimo). Al día siguiente (vigésimo primero) toca al signo cipactli encabezar nuevamente la lista, repitiéndose el ciclo completo cada veinte días de manera idéntica y en forma indefinida. 

Códice Borbónico, pág V
A su vez, al primer glifo o signo del día corresponde el numeral uno y estos numerales se suceden acompañados de los signos de los días correspondientes (uno cocodrilo, dos viento, tres casa, etc.) hasta el numeral trece. El día catorce llevará el signo del día décimo cuarto (ocelotl) pero se repetirá otra vez el número uno seguido del conjunto de los trece primeros numerales que son los que únicamente se consideran (uno ocelotl, dos cuautli, tres cozcacuautli, etc.), y así los números retornarán cada trece días y los signos cada veinte, permitiendo esta combinación de números y signos (por ser el trece un número “primo”) que no se repita ningún número con el mismo signo hasta que hayan transcurrido los 260 días que constituyen su ciclo completo. El día 261 llevará nuevamente el carácter ce cipactli (uno cocodrilo), con lo que vuelve a comenzar la rueda del tonalámatl, repitiéndose pues el mismo número con el mismo signo cada 260 días en forma también idéntica e indefinida.9 Según Alfonso Caso, este tonalámatl se interrelaciona a su vez con el calendario de 365 días y es precisamente esta combinación numérica la que determina la “atadura” o período de 52 años –correspondiente también a la culminación de las Pléyades–, al final de cada uno de los cuales se celebraba la fiesta del “fuego nuevo” o toxiuh molpilia. En este ciclo de 52 años, llamado xiuhmolpilli, transcurren 18.980 días (365 x 52 = 18.980), número que además es el mínimo común múltiplo de 365 y 260. Cada 52 años, por lo tanto, la rueda del calendario solar habrá girado 52 veces, al mismo tiempo que la del tonalámatl habrá dado 73 vueltas (18.980 = 73 x 260), encontrándose ambos calendarios al término de este lapso en el mismo punto, lo cual no ocurrirá nuevamente sino hasta que hayan transcurrido los 18.980 días del xiuhmolpilli, período que a su vez los antiguos mexicanos dividían en cuatro partes de 13 años cada una, llamada tlalpilli. Esta coincidencia adquiere todo su valor cuando se sabe, como se ha indicado, que conocían la culminación de las Pléyades por el cénit a medianoche, hecho que se produce cada 52 años.

Además, estas civilizaciones tomaban en consideración para sus cálculos los ciclos de la revolución sinódica o aparente de Venus, que es en números “redondos” de 584 días. Así, observaron que cada 8 años solares (2.920 días; 365 x 8 = 2.920) transcurrían cinco ciclos de Venus (584 x 5 = 2.920); y como 52 no es múltiplo entero de 8, pero sí lo es su doble (104), sucede que cada 104 años se cumple un ciclo mayor determinado por el hecho de que en el primer día del mismo se encuentran los tres ciclos (tonalámatl, solar y venusino) en su punto de partida, circunstancia que no se vuelve a repetir hasta que transcurran nuevamente otros 104 años ó 37.960 días, ya que este número (37.960) es el mínimo común múltiplo de 260, 365 y 584. Esta doble “atadura de años”, o ciclo mayor, era considerada por ellos una unidad de tiempo fundamental llamada huehuetiliztli o una “vejez” en la que Venus cumple 65 revoluciones sinódicas (37.960 = 584 x 65).10

Por otra parte, y siguiendo con las “coincidencias” y las relaciones –o puntos de coyuntura en lo espacio-temporal–”mágicas” entre las proporciones que los números expresan, podemos observar que 260 x 18 es igual a 360 x 13, lo cual vincula al tonalámatl con el perímetro de la circunferencia y su división en grados, ya que cada dieciocho11 períodos del tonalámatl corresponden a trece del xihuitl, sin agregar en este caso al calendario civil de 360 días –para facilitar ciertos cálculos– los nemontemi, o sea, los cinco días que le faltan para coincidir con el año solar, los que en números redondos en 13 años suman 65 días; lo cual equivale a 260 días –tiempo de la duración de un tonalámatl completo– en 52 años, lo que es igual a 130.000 días –ó 500 tonalámatles completos– en 26.000 años, que es el período cíclico máximo (el Gran Año de la Tierra o dos grandes años de 13.000 años), el de la precesión equinoccial, recordando que en este mismo ciclo las Pléyades han alcanzado también 500 veces su culminación. Esto, sin computar los 13 días bisiestos que corresponden a la corrección del año trópico en cada “atadura de años” y que en el período de la precesión equinoccial ascenderían a 6.500 (= 13 x 500) días.12 Pensamos que para ciertos cálculos se utilizaba el cómputo de bisiestos y para otros no. De otro lado parece haber diferencias entre aztecas y mayas al respecto –pues hacían distintas correcciones– y también en lo que se refiere a los nemontemi y la forma de agregar y computar estos días nefastos.

Multiplicar por cinco es lo mismo que dividir por dos si no se toman en cuenta los ceros que se agregan o se quitan en estas operaciones y se considera que constituyen elementos secundarios con respecto al simbolismo numérico central y a las propiedades de los números en juego. Esta particularidad de los números dos y cinco, antes señalada, se puede observar, por ejemplo, en la relación entre el ciclo de 52 años y su doble de 104 (una “vejez”) (52 x 5 = 260 ; 52 : 2 = 26 ; 104 x 5 = 520 ; 104 : 2 = 52) lo que hace que ambos puedan ser tomados como análogos y equivalentes tal cual sucede en otros casos afines. Señalaremos otro ejemplo de lo dicho, vinculado con los números trece y su doble veintiséis (13 x 5 = 65 ; 13 : 2 = 6.5 ; 26 x 5 = 130 ; 26 : 2 = 13). Esta mención adquiere particular importancia cuando ya sabemos que 26.000 años (de los que 13.000 son la mitad) es el período de la precesión equinoccial y que para la tradición hindú un manvántara dura 65.000 años.13 Casi no es necesario agregar que las tradiciones precolombinas trabajaban con números proporcionales -como se acaba de ver- donde el agregado de ceros en nada altera la raíz numérica, clave de todos los cómputos.

Es evidente que el número cinco es obviamente la base central en todos estos cálculos que de él se derivan y que es también el módulo que intervendrá en la constitución del sistema vigesimal (y decimal) y en la cosmogonía precolombina. En ese sentido indicaremos que la estructura numeral del calendario adivinatorio, o sea, los diversos elementos que en distinto número o proporción actúan sobre él, son los siguientes: en primer lugar, los signos de los veinte días; en segundo término el número que corresponde a cada uno de esos signos o días, pues ya se ha dicho que al llegar a la trecena los números comienzan a contarse nuevamente desde la unidad, aunque los signos (o los días) sean veinte; tercero: además de la determinación con que los caracteriza el número cada uno de estos veinte signos de los días posee un numen que lo rige, un dueño o señor. Por otra parte entra a jugar el número nueve, ya que existen nueve “compañeros” de la noche (perfectamente identificados y pintados en los códices) que cortejan también a los signos –como las deidades anteriormente nombradas– aunque retornan al primero cada ciclo de nueve días. El tonalámatl se divide en cuatro grupos de cinco trecenas cada uno, lo que nos da un total de veinte trecenas. Cada una de estas trecenas se inicia con uno de los signos sucesivos y está presidida por la deidad que le corresponde. A esta división en trecenas corresponde también una orientación según los cuatro rumbos del universo, o los cuadrantes del espacio, la que se aplica también a los veinte signos de los días. Existen igualmente unas aves que acompañan a los días –y a los señores o dioses– las que constituyen elementos seguramente tan significativos como misteriosos. Como se verá, estos calendarios son el tipo de cosa cuya estructura es tan compleja en sí misma que es imposible de simplificar por la índole de las interrelaciones que promueve. La ciencia astronómica es la de la “medida” de los astros –que en la antigüedad constituyó siempre una sola disciplina con la astrología– y por lo tanto se refiere a las leyes del cielo y sus correspondencias, que se expresan de un modo ilimitado, pero en una procesión u orden constante, dado que sobre estructuras modulares se articulan ritmos siempre cambiantes que se interrelacionan y coinciden entre sí conteniéndose los unos en los otros. No pretendemos en este corto espacio tratar este tema exhaustivamente aunque fue nuestra intención dar una muestra del esquema calendárico estructurado de acuerdo a pautas numéricas, correspondencias analógico–simbólicas y conceptos astronómicos –y astrológicos–, los cuales se encuentran volcados en estas construcciones como expresión del pensamiento cosmogónico y mágico-teúrgico de los mesoamericanos.

De todas maneras, deseamos insistir, para terminar, en que el juego rotatorio de los símbolos–glifos, números, colores, rumbos, etc. y de las deidades, configuran una situación, un cuadro, una realidad única que se da para cada día, cada ser y cada evento espacio-temporal y que lo signa –y condiciona– con su nahual específico que marca su destino y su identidad pues tanto personas como acontecimientos históricos y aun personajes míticos llevan el nombre del día, la posición calendárica como sello determinante de su propio ser y marca del tipo de energías que lo constituyen. Esta denominación y las características derivadas de la conjunción o interacción de estos ciclos astronómicos con otros ritmos espacio-temporales constantes y precisos, aunque movibles y alternos, configuran el sistema rotativo calendárico mesoamericano, en donde los seres, las cosas y los fenómenos encuentran su identidad metafísica en su perpetuo retorno cíclico, lo que equivale decir que acceden a su Destino.14

Ceremonia del Fuego Nuevo
Códice Borbónico, lámina XXXIV

NOTAS
1 El movimiento no es sino la proyección espacial del tiempo y por lo tanto una síntesis de ambos. El concepto y signo ollin náhuatl representa esta imagen. Este término equivale también a lo que para nuestra cultura podría ser el “hálito vital”.
2 Algunos investigadores como E. P. Disseldorf, J. Carlos Villacorta, Raúl Noriega, etc. han sostenido que no sólo los movimientos de Venus eran considerados por los astrónomos precolombinos sino también los de Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno, lo cual es absolutamente lógico inferir.
3 Hay varios calendarios mesoamericanos de distintas regiones, aunque su estructura es casi idéntica.
4 Cada cuatro años agregaban un día adicional correspondiente a nuestro bisiesto. Aquí nos referiremos al calendario azteca tomado como ejemplo.
5 Los solsticios y los equinoccios son las estaciones más notorias del sol. La palabra solsticio, del latín sol y status, significa “el sol se detiene” y efectivamente en esa fecha el sol parece estar como estacionario. Es interesante ponerla en vinculación con los mitos precolombinos en los que el sol carece de movimiento aunque esta simbólica no debe ser exclusivamente considerada a nivel literal. Este detenerse del sol es siempre el inicio de un ciclo o período que comienza a correr con su movimiento.
6 Esto se debe a que, aparte de los bisiestos, los mayas hacían una corrección en la que eliminaban un día cada 130 años.
7 Repetimos: tomamos como ejemplo únicamente los nombres del calendario azteca. Sabido es que sólo en el altiplano mexicano había varios calendarios –levemente diferentes– correspondientes a los diversos pueblos que habitaban esos lugares, y a sus distintas lenguas. Lo mismo sucede con los mayas aunque la base es prácticamente la misma. Además, los distintos tonalámatl de las diversas regiones son idénticos estructuralmente aunque cambien algunos de los signos o ellos se encuentren ubicados en otra posición.
8 En virtud de esta precesión de los equinoccios los puntos equinocciales y solsticiales y los signos zodiacales se desplazan sobre la eclíptica en el sentido retrógrado con una velocidad angular de 50 minutos por año.
9 Esta misma sucesión no sólo se manifiesta en los días sino en los años y, eventualmente, en ciclos mayores. Con respecto a la “ronda” de los años, podrá observarse que el abrirse del ciclo sólo se produce en cuatro signos que podríamos llamar fijos y que son: tochtli, conejo, acatl, caña, tecpatl, pedernal y calli, casa. Por otro lado, señalaremos que los 260 días del calendario ritual suelen ponerse en relación con el ciclo de la gestación humana.
10 También la multiplicación de los 52 giros del xiuitl (año solar de 360 días) por los 73 del tonalamatl (año ritual de 260 días) en que ambos coinciden nos da (73×52=3796) un número proporcional a 37.960 del que acabamos de hablar.
11 Número circular (18 = 1 + 8 = 9) que corresponde también al número de meses de su año solar de 360 días y puede, asimismo, ser equiparado a la semicircunferencia de 180°. El número nueve usado en cualquier combinatoria emparenta a los cálculos con la circunferencia y el año solar.
12 Como se ve, estos “días” y estos “años” no son lo que ordinariamente entendemos por tales sino que son “números” (“medidas”, “proporciones”, etc.) que se interrelacionan los unos con los otros conformando el Orden Universal y son ellos los que interesa destacar. Eso es lo que sucede con los números mencionados en la Leyenda de los Soles del Códice Chimalpopoca, por ejemplo, los que no deben ser considerados en forma literal o cuantitativa.
13 Las “Grandes Eras” eran llamadas “soles” en Mesoamérica. Por otra parte estos “soles”, que son cinco, dividen al ciclo de 65.000 años en períodos de 13.000, los que a su vez permitirían una subdivisión en cinco eras de 2.600 años. Se quiere aclarar que este ciclo temporal de 65.000 años cubre la dimensión de todo lo que el hombre es capaz de imaginar o suponer. Lo que sucede con esta “cifra” de tiempo es análogo, en materia de dimensiones o módulos espaciales, con la distancia que nos separa del sol como límite. Más allá del sol, o más allá de 65.000 años, en términos dimensionales, nada podrá decir nada a la mente del hombre. La cronología del tiempo ha de fundirse necesariamente con el tiempo vivo, es decir, el tiempo mítico. Esto sin tener en cuenta la subdivisión en cinco eras de 13.000 años cada una, lo que de por sí conforma otras tantas barreras prácticamente infranqueables; por lo que parece más razonable atenerse a un ciclo básico de 2.600 años, cuyo nacimiento, para nuestra era o subciclo se produjo alrededor del siglo VI a. C.
14 Fray Diego Valadés publicó en latín y en Italia en 1579 su Retórica Cristiana, libro teológico en donde se pone singularmente de relieve el “Arte de la Memoria” y la memoria artificial. Fueron varios los tratados que aparecieron en Europa en ese tiempo dedicados al tema. Lo que llama la atención, aparte de que el autor era mestizo (padre conquistador español, madre india noble de Tlaxcala), es que este arte se usó en el seno de la Orden Franciscana para la evangelización de los indígenas. Sin embargo no sólo esto es interesante sino también el descubrimiento, por el propio fraile, de que los calendarios indígenas eran parte del arte de la memoria y la memoria artificial, que él había estudiado con empeño, (ya que su obra a este respecto es muy buena), en fuentes europeas. Ver Fray Diego Valadés Retórica Cristiana F.C.E. México 1989. El mismo sacerdote construyó una especie de alfabeto de “palabras”, con imágenes indígenas, sacadas de sus simbólicas. En todo caso no es esta la única referencia a la famosa memoria indígena; en muchos cronistas y estudiosos se la encuentra descripta, así como se mencionan sus diversos sistemas de memoria, por ejemplo los quipus peruanos, para sacar el mejor ejemplo de entre ellos.

Religion y espiritualidad de los antiguos mexicanos

Religión y Espiritualidad entre los Antiguos Mexicanos

Para los Pueblos nahoas, la religión lo era todo, la naturaleza,
la
comida, la guerra, la paz, el amor, la sabiduría, etc…

Toda la vida era una consagración y espacio donde se manifestara
lo
Sagrado.

La religión sin embargo, fué un proceso largo. Las formas
religiosas
pasan por etapas de maduración, de profundidad, de síntesis.
Casi
todo lo que se oye sobre la religión mesoamericana es sobre su
etapa
final, pero antes, hubo otras.

La primera idea de Dios se construyó alrededor de la Casa (Kalli).
AHí todo parecía depender del fuego. La seguridad
(psicológica y
física), el alimento, la salud…
Del fuego se hablaba como centro, como base, como ejemplo. Cuando se
quería trascender una situación como las señaladas,
probablemente la
imágen, la palabra y el concepto que venían a la mente era
precisamente el fuego.
A Dios se le entendió entonces bajo el símbolo del Fuego,
Xiuhtecutli
y se le representó como un anciano ( Sabiduría, autoridad)
sentado
que sostenía un brasero en su cabeza.

Después la vida tribal se volvió más compleja y más
allá de la cueva
o la cabaña, se encontró el Hombre ANtiguo ante fuerzas
misteriosas,
vitales, necesarias: la fecundidad, la maternidad, la Tierra. Por
aquel entonces, las mujeres inventaban la agricultura y transformaban
la civilización.
Esto se puede ver en las muchas figurillas femeninas con caderas y
senos prominentes, símbolo de la fecundidad y muy parecidas a las
llamadas “venus” europeas.

Aparece Tlaloc (dios de la lluvia) y su contraparte dialéctica
Chalchiutlicue ( la del Vestido de Esmeraldas). El primero, como el
que da bebida a la tierra, ésta segunda, el verdor de la
naturaleza,
la diosa que cubre todo de verde vegetal. Estamos en lo que suele
llamarse religión agrícola.
Los manantiales, los rayos, los ríos y todo lo conectado con la
vida
agrícola está animado por Tlaloc y sus fuerzas animadas son los
Tlaloques.

La etapa siguiente, más compleja aún hizo ver a los Pueblos,
que
Dios, Lo Sagrado, trascendía la casa y la aldea, la naturaleza, y
lo
tangible…
Dios es el señor de Cielo y Tierra. Cielo como lo trascendente.
Tierra como lo Cotidiano.

“In iluhícac in Tlaltipaque”. Dios Trascendente que incluso supera
la
muerte y la vida: “Ipalnemohuani” “El que nos da la Vida”.

Mas tarde, la mística y la filosofía llevaron a descubrir un
“´Dios
existente por sí mismo” el Moyocoyani, EL Teotl. Dios es Dios.

Y para que Dios no quedara en pura abstracción y trascendencia
ajena
a lo cotidiano, los Pueblos se preocuparon de vincular a Teotl con su
propia historia:
Así, el Fuego, el Dios Viejo, fué llamado Huehue-Teótl,
Tlaloc y
Chalchiutlicue eran invocados junto con el nombre Teotl. A ese Teotl
lo pensaron y representaron inpalpable e invisible,. como el viento y
la noche: In Yóhualli in Ehecatl. De esta manera Dios conservaba
su
Trascendencia y al mismo tiempo permanecía vitalmente en la
historia
personal,fasmiliar, agrícola, social y espiritual.

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Esto quiere decir, que la Divinidad en los Pueblos Antiguos era Una,
Dual ( Padre y Madre)( Lluvia del Cielo-Verdor de la Tierra), y sus
múltiples manifestaciones eran llamadas por la religiosidad
popular “dioses”.

Es decir. Un Dios Dual. Con diversas manifestaciones. Pero también
un
proceso hasta llegar a ésta Teología.

El nacimiento de los dioses

El nacimiento de los dioses
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Hace ya muchísimos años, tantos que hasta los viejos más viejos han olvidado cuándo ocurrieron estas cosas, aparecieron los primeros dioses mexicanos.
En lo más alto del cielo, en el Paraíso del Oeste donde crece el maíz maduro, surgieron los primeros dioses.
Allí, ente brumas y misterio, nacieron en el silencio del universo el Viejo Padre y la Vieja Madre.
Nada había sido creado todavía, y no había tierra, ni hombres, ni animales, ni plantas. Con ellos nació la vida y de ellos nacerían después otros dioses; de ellos dependerían todos los hombres. Es por eso que se conocen también con el nombre de El Señor y La Señora de Nuestro Sustento.
No hay nada más hermoso que una noche clara, donde brillan la luna y las estrellas como piedras preciosas. Quizás por eso, y por que los hombres tienden a comparar lo que aman con las cosas más hermosas, a estos viejos dioses del cielo los llamaron tambíen Estrella Brillante y La de la Falda de Estrellas.
Cuenta la leyenda que Falda de Estrellas arrojo un cuchillo de piedra que cayó en la región del norte; a su alrededor nacieron los mil seiscientos dioses mexicanos: los dioses grandes y pequeños, los buenos y los malos, que poblaron las trece capas del cielo y las cuatro regiones del universo.
Cuatro de estos dioses serían, al paso del los tiempos, los más importantes: el dios rojo del Este; el dios negro del Norte y del cielo nocturno, temible y bengativo; el dios blanco del Oeste, protector de los hombres; el dios azul del Sur, el joven guerrero.
Fueron ellos los que crearon el fuego, el calendario, las aguas y la tierra. Pero ésta es ya otra historia. Una historia de luchas entre dioses al final de la cual surgió lo más preciado del universo: EL HOMBRE Y SU MUNDO.

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La leyenda de los soles
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Cuentan que los dioses, después de un largo tiempo de inactividad, decidieron crear la tierra.
Así lo hicieron, sin que se les olvidara nada.
Hicieron las grandes llanuras y las altas montañas; los volcanes que arrojan fuego cuando se estremecen. Los ríos tranquilos de aguas transparentes y los turbios que parece que braman cuando bajan corriendo las montañas.
Hicieron los mares y los grandes lagos. La nieve y la arena. Y no se olvidaron de los animales y las plantas.
Crearon desde los peces tornasolados hasta las caracolas que duermen en las playas. Soltaron pájaros de todos los colores, de plumas verdes, amarillas y pecho color llama; toda clase de aves que cantaban en las sombreadas copas de los árboles. No se olvidaron de las pequeñas hormigas ni de los grillos del campo.
Sin embargo, los hombres no estaban bien hechos. Quizás era la falta de práctica, pues no es nada fácil hacer hombres. Los que habitaban la tierra en este momento eran gigantes, grandes y torpes, que no sabían sembrar ni cultivar la tierra y comían raíces y frutos silvestres.
Todo estaba echo, pero no había luz. Hacía falta un sol que calentara la tierra y que alejara las tinieblas.

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El primer sol: Sol de Tigre
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Fue entonces que el dios del cielo nocturno, que tenía el extraño nombre de Espejo Humeante, se hizo sol y gobernó esta primera época del mundo.
Pero sucedían cosas terribles. El sol no seguía su camino: se paraba en el cielo a mediodía, se hacía de noche y los tigres se comían a las gentes. Todo se oscurecía y las tinieblas y el frío envolvían a la tierra.
El dios del Oeste, Quetzalcóatl, el dios serpiente emplumada, le dio un bastonazo al sol y lo tumbó. Espejo Humeante cayó al agua, se transformo en tigre y devoró a los gigantes.
Quedó despoblada la tierra y sin sol el universo. Así terminó la primera época de la historia de la humanidad. Así acabó el Sol del Tigre.

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El segundo sol: Sol de Viento
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Entonces el dios Serpiente Emplumada, enemigo de Espejo Humeante, se hizo sol y comenzó la segunda época de la tierra. Ésta volvió a poblarse y hubo calma durante un tiempo.
Pero el terrible Espejo Humeante, el dios Tigre, el dios de los hechiceros, estaba al acecho. De un zarpazo derribó a Serpiente Emplumada, y nuevamente la tierra se quedó sin sol.
Se desató un gran viento que derribó todos los árboles; todo fue arrastrado por el viento y la mayoría de la humanidad murió. Por arte de magia, los hombres que no murieron quedaron convertidos en monos. Por los montes se dispersaron los hombres-monos, y así terminó la segunda época de la tierra.
Así acabó el Sol de Viento.

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El tercer sol: Sol de Lluvia de Fuego
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Los dioses creadores pusieron entonces por sol al dios la Lluvia y del Fuego Celeste. Pero Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, hizo que lloviera fuego.
El fuego cayó del cielo en forma de rayos y relámpagos. Los volcanes abrieron sus bocas y el fuego abrasó la tierra. Decían los viejos que también llovió arena y que hasta las piedras hirvieron. Todo pereció por el fuego y los hombres se quemaron. Los que no murieron se convirtieron en pájaros que huyeron asustados.
Así terminó la tercera época de la tierra. Así acabó al Sol de Lluvia de Fuego.

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El cuarto sol: Sol de Agua
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Después de este último desastre, Quetzalcóatl puso por sol a la Diosa de las Aguas, la hermosa doncella de la falda de jade.
La nueva humanidad no fue más feliz que las anteriores. El celoso Espejo Humeante hizo que lloviera con tanta fuerza que la tierra se inundó, durante días y días la lluvia cayó sin cesar y todo se lo llevó el agua: las plantas, los animales, los hombres.
Los pocos hombres que no perecieron en el diluvio se convirtieron en peces. Así acabó el Sol de Agua.
El cielo, que es de agua, cayó sobre la tierra, y ésta estuvo a punto de destruirse por completo. Entonces Serpiente Emplumada y Espejo Humeante tuvieron que levantarlo para que empezara a aparecer nuevamente.
Cuatro veces habían intentado crear una humanidad y cuatro veces se había destruido el mundo por las rivalidades entre el dios Tezcatlipoca, el Espejo Humeante, y Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada. Nuevamente el mundo estaba frío y obscuro; nuevamente se había quedado sin sol.
¿Cómo podrían los dioses crear, al fin, un mundo que no se destruyera? ¿Cómo harían de nuevo al hombre? ¿Quién aceptaría convertirse en sol? He aquí las terribles preguntas que se hicieron entonces los creadores.

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La creación de los hombres
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Se reunieron enseguida los dioses, preocupados por la suerte de la humanidad. Unos a otros se preguntaban quiénes vivirían ahora en la tierra.
Estaban tristes, apesadumbrados. Y decidieron hablar con Serpiente Emplumada. Si se comprometía a hacer lo que había pensado los dioses, podían crearse nuevamente otros hombres.
Pero la tarea que querían encomendarle a Quetzalcóatl estaba llena de peligros. Sólo un valiente saldría victorioso; sólo un dios de corazón fuerte no temblaría al emprender el largo camino que conducía al Mundo Subterráneo.
Porque los dioses querían que Quetzalcóatl fuese al temido Mundo Subterráneo, al Lugar de los Muertos, a recoger los huesos de los hombres que había perecido en los cuatro Soles destruidos. Con ellos, los dioses harían de nuevo la humanidad.
Salió el dios a cumplir su misión y comenzó a descender al centro de la tierra, por un camino lleno de rocas y rodeado de ríos que corrían entre barrancos muy estrechos. Bajando cada vez más y más, Serpiente Emplumada hizo el recorrido y enfrentó todos los peligros del viaje.
Atravesó desiertos y montañas. Venció a los monstruos que guardaban el camino; la gran Culebra y la Lagartija Maligna. Soportó el viento frío que cortaba como navajas. Atravesó a lomo de un perro el oscuro río que lo separaba del Mundo Subterráneo. Al fin, al cabo de cuatro años, llegó al Mictlán, el reino del mundo del misterio. El lugar oscuro, sin luz ni ventanas, de donde no se sale ni se puede volver.
Allí lo esperaba la prueba final: el enfrentamiento con el temido Señor del Mictlán.
Sentado sobre su trono de huesos lo encontró Quetzalcóatl y así le dijo:
– Vengo a buscar los huesos preciosos que tú guardas. Vengo a llevármelos.
Y le preguntó el dios del Mictlán:
– ¿Qué harás con ellos, Quetzalcóatl?
Le respondió Serpiente Emplumada:
– Los dioses se preocupan porque alguien viva en la tierra.
El dios del Mictlán, falso y maligno, hizo un gesto con la cabeza, como si estuviera de acuerdo con la petición. Pero preparaba una trampa y así le contestó:
– Está bien. Te los llevarás si haces sonar mi caracol y le das vuelta cuatro veces a mi trono.
Quetzalcóatl aceptó, pero cuando fue a soplar el caracol, vio con sorpresa que no tenía agujero y comprendió el engaño. Pero por algo era Quetzalcóatl el más sabio de los dioses.
Rápidamente, llamó en su ayuda a los gusanillos de la tierra, y éstos le hicieron los agujeros; también vinieron las abejas y los abejones, que entraron en el caracol y lo hicieron sonar.
Cuando el dios de los muertos oyó el sonido del caracol, se estremeció de rabia. Disimulando su furia, dijo a Serpiente Emplumada que recogiera los huesos y se los llevara.
Tan pronto como el dios viró las espaldas, el Señor del Mictlán comenzó a gritar a los otros dioses de la oscura región:
– ¡Gentes del Mictlán! ¡No dejen que se los lleve! ¡Díganle a Quetzalcóatl que los tiene que dejar!
Pero Serpiente Emplumada no se dejó intimidar por las amenazas del otro dios y se dijo:
– Pues no; de una vez me apodero de ellos y me los llevo – y decidido a engañar a los guardianes, gritó – : Está bien. ¡Voy a dejarlos!
En lugar de dejarlos, subió inmediatamente y recogió los huesos preciosos. De un lado estaban los huesos de hombre y de otro lado los de mujer. Los recogió y los envolvió en una manta. En ese preciso momento, gritó el dios del Mictlán:
– ¿Pero de verdad se lleva los huesos preciosos? ¡Rápido; hagan un hoyo para que cuando salga se caiga en él y no pueda llevárselos!
Los guardianes lo hicieron, y cuando Serpiente Emplumada salía rápidamente, tropezó y cayó en el hoyo. Se regaron los huesos por el suelo y el dios cayó muerto.
Sin embargo, dice la leyenda que resucitó al poco tiempo. Y cuál no sería su tristeza al ver que había fracasado en su misión. Muchos huesos se habían perdido; otros habían sido picoteados por las codornices.
Luego, pensando todo lo que había pasado y cómo esperaban por él para poder crear a la humanidad, se dijo así: “Aunque esto me ha salido mal, de todos modos puede dar algún resultado.” Y diciendo esto, recogió de nuevo los huesos y emprendió el camino de regreso, para llevarlos al lugar donde se reunían los dioses.
Tan pronto llegó, una de las diosas más viejas molió los huesos y guardó el polvo en una olla muy hermosa. Serpiente Emplumada los regó con su sangre y todos los demás hicieron ofrendas.
De aquel polvo de huesos que el dios regó con su propia sangre para darles vida, nacieron los nuevos hombres. Del sacrificio de un dios, Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, surgía la nueva humanidad. Surgía el hombre que poblaría la tierra.

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El quinto sol
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Ya había nuevos hombres sobre la tierra, pero todavía era de noche. No había luz, porque no había sol.
Dicen que los dioses se juntaron y se preguntaron preocupados: “¿Quién nos alumbrará? ¿Quién es el que hará amanecer?”
Todos se miraban y ninguna se atrevía a decir nada. Ninguno quería convertirse en sol. Todos ellos, grandes señores, tenían miedo, retrocedían asustados ante la pregunta.
Una y otra vez preguntaron los dioses, hasta que un señor rico y vanidoso, halagado por la idea de ser el sol y de que los demás lo adoraran, alzó su voz y dijo:
“Yo seré el sol”.
Otra vez preguntaron los dioses si había alguien más que quisiera convertirse en sol, pero nadie respondió.
Entre los señores había uno, llamado Nanahual, pobre y humilde, que escuchaba con seriedad. Los dioses se le acercaron y le dijeron: “Tú has sido el escogido, Tú serás el sol”.
Nanahual se sintió muy honrado, pero no se consideraba digno de ese honor. Su cuerpo enfermo, su fealdad, su pobreza, le hacían pensar que no era posible que él mereciera convertirse en el brillante sol del que dependía la vida.
Después los dos señores, el rico y el pobre, se retiraron; debían prepararse para la gran ceremonia. Durante cuatro días tenían que hacer ofrendas a los dioses y, sobre todo, llenarse de valor, pues el día señalado tendrían que lanzarse en una hoguera donde morirían para convertirse en sol.
Es por esto que ninguno había querido aceptar el ofrecimiento de transformarse en sol. El precio que había que pagar era el de la propia vida.
El señor rico ofrecía a los dioses regalos muy hermosos: plumas de quetzal, bolas de oro y espinas de jade y coral. Nanahual, en cambio, sólo tenía ramas de pino, bellotas y espinas de maguey. Pero su corazón era humilde y se preocupaba más por tener el valor suficiente para entregar su vida en el momento en que se hiciese la ceremonia del fuego
Cuando pasaron cuatro noches y llegó el momento esperado por todos, los dioses encendieron un gran fuego en lo alto de un monte y se colocaron en dos filas, a cada lado.
En el centro, estaban el señor rico y el pobre Nanahual. El rico caminaba pavoneándose, orgulloso de su hermosura y de sus ricos vestidos; traía un precioso manto tejido y un gran adorno de plumas blancas en la cabeza. Nanahual era tan pobre que sus adornos y vestidos eran de papel.
Los dioses dijeron al rico: “Es tu turno. Ten valor y lánzate al fuego”
El rico, seguro de su triunfo, trató de arrojarse a la hoguera, pero cuando se acercó, el calor y las chispas que de allí salían lo detuvieron. Tuvo miedo.
Se echó hacia atrás y volvió a intentarlo con todas sus fuerzas. Una y otra vez se acercó, pero siempre retrocedía.
Cuatro veces lo intentó, pero no pudo arrojarse al fuego.
Al ver esto, los dioses se volvieron hacia Nanahual y dijeron que se arrojara. Era su turno.
El pobre, el enfermo Nanahual, no vaciló. Cerró los ojos para no tener miedo; hizo fuerte su corazón y no se detuvo. Se lanzó al fuego y enseguida ardió su cuerpo, consumiéndose entre las llamas.
Avergonzado al ver la conducta de Nanahual, el señor rico hizo un nuevo intento y se lanzó también, aunque dicen que no ardió con una luz tan hermosa como la del señor pobre.
Todos los dioses guardaron silencio y quedaron en espera de lo que iba a suceder. Un hombre bueno, de gran corazón, había dado su vida por convertirse en sol y así salvar a la humanidad. Había que esperar para ver si su sacrificio no había sido inútil.
¿Lo había logrado Nanahual? ¿Qué le había ocurrido al señor rico? ¿Saldría, al fin, el Quinto Sol? Nuevamente los dioses se hacían preguntas de cuyas respuestas dependía la suerte del universo.

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Aparición del sol y de la luna
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Todos los dioses se sentaron y se pusieron a contemplar el cielo, ansiosos de ver por dónde saldría el sol.
Miraban hacía todas partes, sin rumbo fijo, y discutían entre ellos. Para unos el sol saldría por la región del frío, por el norte; otros se quedaban mirando hacia la región de las espinas, hacia el sur. Miraban hacia todas partes, porque había una gran claridad que inundaba todo el cielo.
De pronto, un gritó: “¡Por allá, por allá va a salir al sol!”. Todos miraron hacia donde el dios señalaba con el dedo. Por el este, estaba rojo como una llamarada; y como un disco de fuego, lanzando la luz dorada de sus rayos, apareció Nanahual, ahora hermoso y brillante, convertido en sol; convertido en dios.
Era tan fuerte su luz, que dicen los ancianos que no podía mirársele a la cara. Sus rayos herían los ojos de la gente y llegaban a todas partes. Se habían terminado las sombras y el calor del sol comenzaba a calentar la tierra. Se había salvado la humanidad.
Pero para gran sorpresa de los dioses, detrás de Nanahual salió el señor rico, convertido también en sol. Tal y como cayeron en el fuego volvían a aparecer ahora; primero Nanahual, detrás, el señor rico.
Como nunca se había visto que dos soles iluminaran al mundo, uno de los dioses tomó una determinación. Salió corriendo, atrapando a un conejo con sus manos, lo lanzó con fuerza al rostro del señor rico.
El conejo lo hirió en la cara y oscureció su rostro; su brillo se hizo más pálido y distinto al del sol. Fue así como castigaron la vanidad del señor rico, convirtiéndolo en luna.
Es por eso que los antiguos mexicanos creían que las manchas que se ven en la luna tienen forma de un conejo. Es por eso que la luna brilla menos y siempre va detrás del sol, con su luz fría y sus manchas en la cara.

Hunab-ku-849

Hunab-Ku
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por Hugh Harleston, Jr.
Traducción de Cheryl Harleston

La vida es luz para nosotros los humanos. Pero estamos acostumbrados a pensar que la luz brilla en la oscuridad y que la oscuridad no comprende. Esto nos podría estar diciendo que no sirve de nada intentar “saber” intelectualmente, que adentro existe una vida innombrable. Los Mayas nombraron a lo innombrable HUNAB-KU. Si hemos de encontrar caminos hacia la comprensión, deberán estar en el momento presente, en el ahora. Y la “oscuridad” en nosotros —nuestro siempre estar “allá afuera” pero nunca “acá adentro”— puede, a través de hacernos conscientes, comprender, ser preñada por HUNAB-KU, momento sin nombre de no-verbalidad. Esto significa que debemos intentar hacer contacto tan frecuentemente como sea posible con la calma en nosotros, con completa sinceridad, con genuina seriedad, con absoluta simplicidad.

El mundo cosmológico maya

Breve acercamiento a la cultura maya-quiché
Ubicación espacio-temporal

Los pueblos indígenas que habitaron el área mesoamericana antes de la llegada de los españoles pertenecían a la familia lingüística maya, también llamada «mayense». Se extendieron por los actuales estados mexicanos de Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas, por un área extensa de Guatemala y por determinadas regiones de Belice y Honduras. Entre ellos, podemos destacar a los quichés, los cakchiqueles, los choles y los mayas, que es el colectivo mejor conocido y que, a su vez, da nombre a todo el grupo.

La civilización maya se extendió por un área aproximada de 324.000 km2, ocupando la península de Yucatán y las tierras bajas de México y Guatemala. La Historia de esta civilización, que llegó a convertirse en uno de los imperios más poderosos de Mesoamérica, se desarrolló a lo largo de 3.000 años. Generalmente es dividida en tres períodos:

* Preclásico (desde el año 2000 a.C. hasta el año 250 d.C.);
* Clásico (la etapa de mayor esplendor, que transcurre entre el 250 y el 900 de la era cristiana);
* y Postclásico (desde el 900 hasta el 1500 d. C.); el último periodo maya coincidió con la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, momento en el cual el imperio estaba ya desintegrándose.

Principales centros urbanos de la cultura maya. Imagen obtenida de la web Historia del Arte

Imagen del conjunto arqueológico de Uxmal, en el Yucatán. Imagen obtenida de la web Mundo Maya La grandeza de la cultura maya se hace evidente si tenemos en consideración aspectos como su elaborado sistema de escritura jeroglífica, su talento arquitectónico o el impresionante desarrollo científico y artístico que alcanzaron. Los mayas fueron verdaderos genios en las matemáticas y en lo referente a la medida del tiempo, pues uno de los elementos más conocidos de su cultura es el calendario.

Su periodo de máximo apogeo fue el Clásico, durante el cual prosperaron impresionantes centros ceremoniales como Palenque, Tikal o Copán, ejemplos de su arquitectura monumental.

Imagen de la ciudad de Tikal, tomada de la web Artehistoria.com La razón de su declive en este periodo sigue siendo una incógnita, si bien se baraja la hipótesis, respaldada por las huellas arqueológicas, de que un conjunto de revueltas campesinas contra la clase alta sacerdotal tuvo como consecuencia la destrucción y el abandono de los núcleos urbanos más importantes.

Imagen de Chichen Itzá, tomada de la web Mundo Maya Posteriormente, en torno al siglo XI, los mayas volvieron a levantar centros monumentales como Chichén Itzá o Mayapán. La influencia del pueblo tolteca se dejó entonces sentir sobre ellos, haciéndose especialmente perceptible en el incremento de los rituales con sacrificios humanos, así como en un cierto avance en el arte de la guerra. Finalmente, nuevos conflictos y problemas internos provocaron la disolución del imperio maya, coincidiendo prácticamente con la llegada de los españoles al Yucatán.

El triunfo de los recién llegados puso fin al dominio maya, al igual que sucedió con otros imperios de la América precolombina, como el azteca. No obstante, a pesar de la derrota, muchas comunidades intentaron conservar y recuperar la tradición maya, así como su idioma.

El orden político y social

Los periodos mejor conocidos desde el punto de vista de la organización política y social son el Clásico y el Postclásico. Sabemos que los mayas estuvieron divididos en diferentes núcleos urbanos, cada uno bajo el mando de una elite nobiliaria, y que frecuentemente se enfrentaron por el poder.

Restos del famoso templo de Palenque, en el estado de Chiapas. Imagen obtenida de la web Historia de México Respecto a la organización política, ya en el periodo Preclásico empezaron a formarse los núcleos dominantes que durante el Clásico evolucionaron hasta convertirse en importantes estados. La ordenación territorial se basaba en la agrupación de varias ciudades en torno a un centro urbano preeminente. Los dirigentes de dichos estados conformaron una oligarquía de carácter hereditario que se transmitió endogámicamente los cargos civiles y sacerdotales. Los estados eran gobernados por un monarca o ahaw. Las ciudades más importantes eran regidas por aristócratas denominados sahal. Y el resto de ciudades tenían a su frente a un grupo de dirigentes llamados ahawob.

Por otra parte, durante el Clásico los sacerdotes fueron la clase social con más poder e influencia; sin embargo durante el Postclásico fueron suplantados como colectivo superior por la elite militar, que acrecentó su poder en directa relación con la importancia que fue adquiriendo la guerra en los últimos siglos de desarrollo de la civilización maya.

Imagen de la pirámide de Chicen Itzá, tomada de la web Mundo Maya Durante el Postclásico diversos núcleos urbanos se sucedieron en el poder. Tras la caída de Chichén Itzá, en torno al año 1200, Mayapán tomó el relevo y mantuvo su hegemonía hasta el año 1450, controlando un gran número de poblaciones mediante una ambiciosa política de pactos matrimoniales. La interesante estrategia de dominio de los gobernantes de esta capital pasaba por conseguir que los miembros más destacados de las familias nobles de las ciudades dominadas se trasladasen a vivir en ella. Mayapán estaba era gobernada por el Halach Uinic, un gran señor o emperador, que llevaba las riendas de la política interior y exterior. Para desempeñar este difícil cargo contaba con el apoyo de un consejo que estaba integrado por los principales jefes de los pueblos, y un reducido número de sacerdotes y asesores particulares. Mayapán mantuvo su hegemonía hasta mediados del siglo XV; en dicho momento, su estructura de dominación se desintegró, provocando la división del imperio maya y el desmantelamiento en diversos núcleos políticos enfrentados entre sí.

Dejando de lado los aspectos políticos, la sociedad maya tenía una estructura piramidal compuesta por varios estratos.

La cúspide social la ocupaban el gobernante y su familia. El grado de parentesco con el dirigente definía la posición interna de los componentes de este grupo endogámico. Este colectivo aristocrático fue el que se ocupó de las tareas de gobierno y administración del territorio. Asimismo, de él salieron los miembros de las elites religiosa y militar.

Ruinas de Palenque. Imagen obtenida de la web Mundo Maya Por debajo de esta oligarquía se encontraba otro grupo de nobles de grado inferior que tuvo a su cargo la intensa actividad burocrática propia de la compleja red de ciudades que formaban el imperio maya.

En el siguiente escalón se hallaban los comerciantes profesionales, denominados ppolom, que disfrutaban de determinadas libertades y tenían cierto prestigio.

Dintel de Yaxchilán, en el que se representa un ritual de sacrificio. Imagen tomada de Artehistoria.com Por debajo de ellos, se encontraba la mayor parte de la población, que estaba integrada fundamentalmente por campesinos y artesanos (alfareros, tejedores, etc.). Esta «plebe» era conocida con los apelativos ah chembal uinicoob («hombres inferiores»), memba uinicoob («trabajadores») y yalba uinicoob («plebeyos»). A pesar de ser considerados «inferiores», eran hombres libres y tenían la posibilidad de asegurar la manutención de sus familias por medio del trabajo.

Por último, en la base de la pirámide social se situaban los esclavos, llamados p´entacoob. Varias eran las maneras de adquirir la condición de esclavo: por nacimiento (ser hijo de padres esclavos), por cometer algún delito, por deudas, por ser prisionero de guerra o por ser huérfano. Los esclavos no gozaban de ningún derecho, estaban obligados a trabajar y frecuentemente eran empleados en los sacrificios rituales.

El desarrollo científico y la medida del tiempo

Calendario maya. Imagen obtenida de la web Nemo Una de las muestras más fehacientes del ingenio y la sofisticación de la cultura maya es su calendario. Si bien no fueron los únicos mesoamericanos que desarrollaron calendarios escritos precisos, los mayas absorbieron toda esta tradición y lograron superarla con la creación de un calendario más exacto. La civilización que analizamos introdujo para ello un nuevo concepto, el del valor cero («0»), y utilizó un sistema matemático vigesimal. La cuenta de los días partía de un día inicial que tenía ese valor cero. Y el cómputo de los años también comenzaba por un año «0», que se correspondía, por motivos que desconocemos, con el 3114 a.C. Esta cuenta es conocida como La Cuenta Larga o Serie Inicial.

Los números de esta cuenta continua eran representados mediante puntos, que hacían referencia al valor de una unidad, y barras, que representaban el valor cinco. Mediante la combinación de estos signos podían representar cualquier número. El empleo de este sistema de cómputo, el dominio del cálculo y de las matemáticas, unidos al amplio conocimiento y la capacidad de observación de los astros, permitieron a los mayas calcular con una exactitud sorprendente la duración del año solar, fijándola en 365.2422 días. También consiguieron computar los periodos lunares y el ciclo de Venus, así como los ciclos de otros astros y constelaciones.

La Cuenta Larga o Serie Inicial establecía cinco categorías denominadas baktun, katun, tun, uinal y kin, cada una con una duración distinta. El kin (escrito «Q ‘ij» en lengua quiché, la lengua maya más extendida) correspondía a un día. El valor equivalente a un mes era el uinal («Winäq» en quiché), estaba compuesto por 20 kines o días. Sumando 18 uinales de 20 kines cada uno, los mayas obtenían un tun (escrito «Tun» en lengua quiché), que tenía una duración de 360 días. El katun equivalía a 20 tunes, es decir, 7.200 kines o días. Mayor valor que el katun tenía el baktun («B ‘actun» en lengua quiché) que equivalía a 20 katunes, esto es, 144.000 días.

Arco de Labná, una muestra de la habilidad arquitectónica maya. Imagen obtenida de la web Mundo Maya Junto a estas, los mayas también desarrollaron varias medidas calendáricas o ciclos, siendo los más comunes el calendario de 260 días o Tzolkin y el calendario de 365 días, llamado Haab. De la combinación de ambos calendarios surgió la llamada Rueda Calendárica, que tenía un ciclo de 18.980 días.

El ciclo Tzolkin se componía de 260 días y está dividido en 13 grupos de 20 días cada uno. Este calendario era el más extendido entre los mayas, ya que era utilizado para calcular las temporadas de trabajo agrícola y para fijar la ceremonias religiosas, y, además, regía sus costumbres. Los 13 grupos eran denominados con un valor numérico, del 1 al 20. En cambio, los días o kines que los componían tenían nombres determinados, que se asociaban a glifos con los que eran representados. Los nombres de los días eran los siguientes:
Número de día Nombre
1 Imix
2 Ik
3 Akbal
4 Kan
5 Chicchan
6 Cimi
7 Manik
8 Lamat
9 Muluc
10 Oc
11 Chuen
12 Eb
13 Ben
14 Ix
15 Men
16 Cib
17 Caban
18 Etznab
19 Cauac
20 Ahau

Los primeros veinte números mayas. Imagen obtenida del Centro de Estudios del Mundo Maya

Por otra parte, el ciclo conocido como Haab comprendía 365 días y fue establecido a partir del recorrido anual de la Tierra alrededor del Sol. Los 365 días eran divididos en 19 meses (llamados Winal) de 20 días cada uno, menos el último (denominado Wayeb) que solamente tenía 5 días, que eran los sobrantes de la cuenta. Todos los meses tenían un nombre y un glifo. Los nombres de los meses del Haab eran los que mostramos a continuación:
Número de mes Nombre
0 Pop
1 Uo
2 Zip
3 Zotz
4 Zec
5 Xul
6 Yaxkin
7 Mol
8 Chen
9 Yax
10 Zac
11 Ceh
12 Mac
13 Kankin
14 Muan
15 Pax
16 Kayab
17 Cumku
18 Uayeb

A partir de la combinación del ciclo de 260 días o Tzolkin y el calendario de 365 días o Haab, los mayas elaboraron la Rueda Calendárica que tenía un ciclo de 18.980 días. Este sistema utilizaba tanto los numerales y los símbolos de los días o kines, como los de los meses o winales.

La cosmogonía maya
El mundo religioso

En la civilización maya, lo sacro impregnaba todos los aspectos de la vida a través de rituales y ceremonias: la agricultura, el arte, los actos públicos… La religión maya era politeísta y contaba con un numeroso panteón dominado por divinidades vinculadas con la naturaleza. Los dioses representaban a los cuatro elementos (agua, fuego, aire y tierra) y a otras diversas manifestaciones naturales como astros o fenómenos atmosféricos. Al igual que las cristianas y que otras muchas, las creencias mayas partían del enfrentamiento entre el bien y el mal, con la diferencia de que tanto uno como otro tenían carácter divino. Ambos poderes aparecían en continuo enfrentamiento, pero siempre como antagonistas unidos. Los dioses vinculados con el bien producían cosas buenas y provechosas como la lluvia o las cosechas abundantes; mientas que las divinidades relacionadas con el mal causaban desastres, hambrunas y otras calamidades.

Dentro del amplio panteón maya, el dios principal era Hunab, también llamado Hunab Ku, el dios único, el dios de dioses. Esta deidad suprema era el responsable de la creación del mundo y del ser humano. Hunab construyó el mundo en tres ocasiones consecutivas. El primer mundo que creó fue habitado por genios, los constructores de las ciudades; el segundo fue dominado por los dzolob, una raza oscura y siniestra; y el tercero y definitivo fue el que habitaron los mayas.

Zamná, también conocido como Itzam Ná, era hijo de Hunab y se hallaba a la cabeza del panteón maya. Era el dios del cielo, del día y de la noche. Bajo la forma de Ahau, también representaba al sol. En los escritos mayas, era representado como un anciano desdentado con nariz pronunciada y aspecto benévolo, y se le atribuía la fundación de la cultura maya. El conocido como el dios de la sabiduría les dio a los mayas el maíz y les enseñó la escritura y el calendario. También era considerado como el primer sacerdote.

Ix Chel era una divinidad peculiar, pues tenía a la vez una vertiente malévola y otra bondadosa; era la diosa de las inundaciones y, al mismo tiempo, la protectora de las embarazadas. Era la imagen de la luna. Estaba emparejada con Itzam Ná y aparecía representada como una mujer anciana que vertía el contenido de su cántaro sobre la tierra o que tejía con un telar.

Otra divinidad destacable del panteón maya es Kukulcan, la serpiente emplumada, que fue importada por otras culturas de la región mesoamericana como la tolteca y cuya imagen recuerda a la del dios azteca Quetzalcoatl. Los mayas atribuyeron a este dios principal muchas funciones. Estaba relacionado con los cuatro elementos de la naturaleza, tenía facultades creadoras y también estaba vinculado con la resurrección y la reencarnación.

Vasija para quemar incienso hallada en Mayapán con la forma del dios de la lluvia Chac. Imagen obtenida de la web Mythology Otra deidad de peso del panteón maya era el dios de la lluvia, Chaac, también llamado Chac Mol. Representado con trompa y colmillos, este dios bondadoso era una de las divinidades más populares y tenía una presencia destacada en muchos de los rituales del pueblo. El centro principal de su culto estaba ubicado en Chichen Itzá. También era el dios de la agricultura y la fertilidad.

Entre las divinidades de carácter malvado destacaba Ah Puch, también conocido como Hunhau, la antítesis de Itzam Ná. Ah Puch era la diosa de los muertos, que gobernaba el Mitnal, el inframundo. El Mitnal era el inferior de los nueve infiernos y el más terrible de todos ellos. Generalmente, Ah Puch era representada con cabeza de búho y cuerpo humano, aunque también aparecía como un esqueleto adornado con campanillas. Esta deidad de la muerte era vinculada con la guerra y con los sacrificios humanos.

Los mayas construyeron un sistema de creencias muy elaborado; uno de los más complejos entre los de todas las civilizaciones indígenas americanas. Todas sus costumbres y actividades estaban marcadas por la religión y sus rituales mágico-sacros. Además del panteón de divinidades genéricas, relacionadas con aspectos del mundo natural, los mayas tenían un amplio número de dioses menores de carácter doméstico, así como una divinidad protectora para cada individuo. Tal era la importancia de la religión que las ciudades mayas eran auténticos centros ceremoniales y la clase sacerdotal fue la que consiguió acaparar mayores parcelas de poder hasta el periodo Postclásico. Los mayas confiaban en el buen hacer de sus dioses y la religión dirigía su vida política y social.

Las ceremonias religiosas eran un elemento cotidiano y convertían las plazas de los centros urbanos en un foco de atención para la población, especialmente cuando se trataba de rituales de sacrificios. La sangre de las inmolaciones humanas era el mejor tributo que podían ofrecer a los dioses, ya que era símbolo de la vida y del alimento. Junto a estos actos, existían otras ceremonias relacionadas con la ofrenda de alimentos, con el ayuno o con la celebración de días señalados del calendario.

Fuentes indígenas para conocer la cosmovisión maya
La escritura. Principales características de los códices precoloniales

Muestra de escritura maya. Imagen obtenida de la web Historia de México Sin duda, otro indicador del gran avance de la cultura maya lo hallamos en su escritura. Los mayas desarrollaron un elaborado sistema de escritura jeroglífica, formada por unos 800 glifos de tipología pictográfica (representación mediante dibujos), logográfica (representación de palabras mediante signos gráficos) y fonética (representación de sonidos). Estos signos fueron utilizados para transmitir ideas, objetos, seres o palabras. Los fines principales de esta escritura, que perduró hasta la llegada de los conquistadores españoles, eran, por una parte, el cálculo del paso del tiempo y su medida para plasmarlo en el calendario, y, por otra, la representación gráfica y la perpetuación de los nombres de los dioses. No obstante, inicialmente, la escritura también fue utilizada para que los sacerdotes registraran todos sus conocimientos y ordenaran sus mandatos. Posteriormente, la escritura evolucionó hacia usos más cotidianos.

Códice maya. Imagen obtenida de la web Mundo Maya online Grabando sus glifos, los mayas adornaron monumentos y edificios religiosos (como estelas de piedra, dinteles o altares), y recogieron su Historia, sus rituales y sus creencias. Además de la técnica de escritura en los relieves, los mayas también escribieron sobre pergaminos, preparados a partir de pieles de animales, y sobre códices de papel, elaborado a partir de corteza de árbol (papel amate). Estos códices tenían carácter sagrado y su redacción requería un elevado nivel de conocimientos. Por ello, tanto su confección como su lectura pública en los actos del culto corrían a cargo de sacerdotes. Estos escritos trataban sobre aspectos diversos de la vida maya (Historia, religión, agricultura, profecías, etc.), pero siempre estaban relacionados con ese carácter superior y sagrado que los definía.

Códice Matritense. Imagen tomada de la web América Indígena Desgraciadamente, la mayoría de estos códices fueron destruidos durante el periodo de conquista y colonización, debido a que los misioneros cristianos los consideraron peligrosos para su labor evangelizadora o por creer que eran «libros de brujería». En la actualidad, solo se conservan tres ejemplos de códices originales escritos en escritura hierográfica: el Dresdensis (de Dresde), el Peresiano (o de París) y el Tro-Cortesiano o Matritense maya (de Madrid). En la labor de destrucción de estas riquísimas fuentes documentales destacó desafortunadamente fray Diego de Landa (1524-1579), primer obispo de Yucatán, quien los vio como obras diabólicas y ordenó quemar cuantos encontró a su paso. Sin embargo, el citado regular se convirtió al mismo tiempo en una pieza clave para descifrar la escritura maya. En su obra Relación de las cosas de Yucatán, el P. Landa, movido por la curiosidad, añadió una breve relación de jeroglifos mayas a modo de alfabeto, elaborado con la ayuda de sus intérpretes indígenas.

Otro detalle de un códice maya. Imagen obtenida de la web Mundo Maya online Los mayas hicieron cuanto pudieron para salvar sus códices, escondiéndolos de las manos conquistadoras durante algún tiempo. Con el paso de los años, aprendieron a leer y escribir el castellano y decidieron rescatar aquellos manuscritos escondidos para copiarlos en lengua maya, pero empleando los caracteres latinos. De este modo, empezó a desarrollarse una interesante producción literaria indígena de la que se han conservado varios ejemplos. Tristemente no nos ha llegado ninguno de los textos originales.

Como hemos indicado, en las citadas transcripciones los mayas trataron de recopilaron toda la información que pudieron sobre su ciencia, sus costumbres y sus creencias antiguas. Entre estas obras, escritas con alfabeto latino, destacan el conocido como El Popol Vuh o Libro de los quichés y Los Libros del Chilam Balam o Crónicas de Chacxulubchen.

Manuscritos mítico-proféticos

El Popol Vuh es una narración mitológica sobre el origen del mundo y la Historia de la civilización maya, mientras que los llamados Libros del Chilam Balam tienen un contenido más heterogéneo mezclando Historia, mitología y profecías.

Los Libros de Chilam Balam

Tanto los mayas como los aztecas, desarrollaron profecías que anunciaban la futura llegada de extranjeros; sin embargo, mientras Moctezuma confundió a Hernán Cortés con el dios Quetzalcoatl, los mayas nunca dudaron de que aquellos españoles eran simples dzules (forasteros). Los mayas recogieron esas profecías en los Libros del Chilam Balam.

La palabra chilam era empleada por los indígenas para designar a sacerdotes, brujos y sabios. Y el término balam, aunque significaba jaguar (una criatura que en la cultura maya tenía carácter sagrado), en este caso era empleado para hacer alusión un cargo honorífico. El chilam Balam era el «sacerdote-jaguar», un título que debía detentar un personaje especial dentro de la comunidad maya y que a posteriori daría nombre a este conjunto de libros.

Los conocidos como libros del Chilam Balam están integrados por un conjunto de18 obras. Cada una de ellas perteneció a un pueblo maya y el sacerdote o dirigente de cada grupo se encargaba del cuidado de ese determinado escrito. Para poder distinguir cada uno de los libros del Chilam Balam, estos fueron identificados con el nombre del pueblo del que procedían. Así, se conoce el Chilam Balam de Laua, el de Ixil, el de Tusik, el de Chumayel, el de Maní y el de Tizimín; de todos ellos únicamente han podido ser estudiados los tres últimos.

Los textos del Chilam Balam tienen un importante contenido mítico-profético y su carga simbólica es considerable, de ahí que su interpretación sea tan compleja. Citamos a continuación parte del texto del Chilam Balam de Chumayel, estudiado por Antonio Mediz Bolio y editado en Costa Rica en 1943. Utilizaremos como fuente la siguiente edición: Barrera Vásquez, Alfredo-Rendón, Silvia: El libro de los libros de Chilam Balam, F.C.E., México, 1948.

Dominus vobiscum, decían todos cantando allí donde no había cielos ni tierra.
Del abismo nació la tierra, cuando no había cielos ni tierra.
El que es la Divinidad y el Poder, labró la gran Piedra de la Gracia, (Tun Gracia) allí donde antiguamente no había cielo.
Y de allí nacieron Siete Piedras sagradas (Tunes), Siete Guerreros (Katunes) suspendidos en el espíritu, Siete llamas elegidas.
Y se movieron. Y siete fueron sus gracias también, y siete sus santos.
Y sucedió que incontables gracias nacieron de una piedra de gracia. Y fue la inmensidad de las noches, allí donde antiguamente no había Dios, porque no habían recibido a su Dios, que solo por si mismo estaba dentro de la Gracia, dentro de las tinieblas, allí donde no había cielos ni tierra.
Y fue formado al fin un Guerrero, cuando no había nacido el Primer Guerrero, y tenía los cabellos en guedejas.
Aden ti parami. Y fue su divinidad. Y entonces salió y se hizo varón en la segunda infinita Piedra de Gracia. Alpinon es el nombre de su ángel.
Cuando hubo nacido, salió y pidió su Segunda Gracia, en la segunda inmensidad de la noche, donde antes nadie había. Y recibió su divinidad él solo por sí mismo.
Y cuando vino a salir, «ofirmar» dulcemente dijo. Y recibió su divinidad él solo por sí mismo. Y salió y fue a la tercera infinita Piedra de Gracia. Albacongel es el nombre de su ángel, el de la tercera Gracia.
Fue a la cuarta infinita Piedra de Gracia, en la cuarta noche. Atea Ohe es el nombre de su ángel. Naciendo, quiso su cuarta Gracia, y empezó a decirse solo en sí mismo: «Ah, Dios Poderoso, yo no soy nadie, pues, por mí mismo»; así decía en su esencia, en su divinidad.
«Me voy», suavemente dijo.
Y fue a la quinta infinita Piedra de Gracia, en la quinta infinita noche. Cuando hubo nacido el Quinto Guerrero quiso su Quinta Gracia. Y se levantaron las palabras de su divinidad y nació su ángel. Decipto es su nombre.
Y dijo: «Me voy. Yo soy, pues. Soy Dios, pues. Soy poderoso, pues». Así hablaba por sí misma su divinidad: «Aninite dei sin»; decía, cuando recibió su divinidad por si mismo.
Y fue a la sexta infinita Piedra de Gracia, en la sexta medida de la noche, el Sexto Guerrero (Katún). «¡Dioses poderosos, oíd mi voz! Nadie hay en mi soledad».
Cuando hubo nacido, quiso su Séptima Gracia. Conlamil es el nombre de su ángel. «¡Yo os adoro, dioses, oíd mi voz! ¡No hay nadie! ¡Nadie escucha mi voz!»; así suavemente hablaba y decía, mientras nacía su Séptima Gracia.
Contento nació el séptimo Guerrero (Katún). Siete veces se alumbraron las siete medidas de la noche, siete veces infinitas.
«Abiento bocayento de la Zipilna de fente note sustina gracia. Trece mili y no cargo bende». Primera, segunda, tercera, tres veces cuatrocientas épocas, miles de épocas y despertó la tierra de Dios el Verbo, él solo por sí mismo.
Del fondo de la gran Piedra de la Gracia, despertó la tierra de Dios el Verbo. Su nombre es Unidad con Dios el Verbo.
Este su nombre, que hiende las épocas, es: el Eterno, el de una sola Edad, el Muy Alto. Y vino su Descendiente de Siete Generaciones. Y cuatro veces resonó su Gran Palabra, sello de la noche, sello del cielo: «Yo soy el principio, yo seré el fin».
He aquí el entendimiento oculto de su palabra, datate, aquí recibido en esta tierra. Yo soy Unidate, yo soy Unitata, yo soy su sonido. Yo soy Unitata. «A nuni viene Unidad».
Nilu es el nombre de la noche. Es la primera palabra de Dios, es la primera palabra del Verbo. Así, machacó la piedra, solo por sí mismo, dentro de la noche.
Tomás (Etomas) Sipancas es el nombre del Espíritu cuyo Señor es el Primer Guerrero. Ota-ho en el cielo. Arcángel es el nombre del Espíritu. Heronix es el nombre del Espíritu que va delante de él. Joramis es el nombre del Espíritu del Segundo Guerrero. He aquí que dijo cuando se abrió la Piedra: «Yaxyonlacalpa». Escondió su nombre. En el santo cielo fue Nuestro Santo Padre el Verbo: Bolay es su nombre. Y conoció el segundo cielo, en donde está el polvo de los pies de la Sustinal Gracia.
Allí se forma la Sabiduría, golpeando la piedra dentro de la oscuridad.
Y fue creada la Piedra que fundó las piedras, las Tres Piedras que fueron a asentarse a los pies de la Sustinal Gracia. Las piedras que nacieron estaban debajo de la Primera Piedra. Y eran hermanas iguales.
Entró entonces Chac, el Gigante, por la grieta de la Piedra. Gigantes fueron entonces todos, en un solo pueblo, los de todas las tierras. Y el Primer Rey fue Dios.
En la época Primera, fue creado el único hijo de Dios. En la Segunda, el Verbo. En la Tercera época, Expleo, éste es su nombre en el cielo.
Y nació Chac, el Gigante que Opilla es su nombre, al mismo tiempo que su cielo, que empileo, cielo, es su nombre. Expleo es su nombre, dentro del primer Libro de Dios. Hebones. El único Hijo de Dios, espejo que abrirá su hermosura, es el Señor de la Piedra, Padre.
Cuando fue a crear el cielo del cielo, se abrió una Gracia y una Piedra. Nacido era el Fuego. Tixitate es su nombre, la luz del cielo. Que Sustinal es la luz de la luz del cielo. Acpa. Porque el Guerrero (Katún) creó la luz dentro del cielo. Alpa u manga es su nombre. Y se acabó.

* * *

Los ángeles, los Espíritus (Cangeles ik) se alzaron mientras eran creadas las estrellas. No se había alumbrado la tierra, no había cielo ni tierra. Eran:

* el Pauah rojo (Chac Pahuahtun);
* el Pauah blanco (Zac Pahuahtun);
* el Pauah negro (Ec Pahuahtun);
* y el Pauah amarillo (Kanpahuahtun).

Entonces en el Primer cielo, Dios el Verbo tenía sujeta su Piedra, tenía sujeta su Serpiente (cangel) tenía sujeta su Sustancia (Kabalil). Allí estaban suspendidos sus ángeles. El Espíritu nombrado Corpinus, y he aquí, debajo, Orele, a la altura de la tierra. Tres Personas eran: El Dios Verbo, el Dios Hijo, el Dios Espíritu Santo.
En ese tiempo los planetas, eran: Saturno, Júpiter, Marte y Venus; ésos se dice que tenía en su mano el Dios en el cielo; antiguamente los creó. He aquí el nombre del cielo: Christalino. Este ángel, que Corpinus es su nombre, extendía la bendición del Padre, allí donde no había cielo ni tierra, Inpicco es su nombre. Rociaba a todos los ángeles. Baloyo es su nombre. Cacahuecan -sexos- es su nombre. Et sepeuos es su nombre. Laus deo.

* * *

Abajo Chac-Bolay-Balam y Cacau Balamté. Esperas es su nombre en la sexta capa del cielo, Isperas es su nombre en la séptima capa del cielo. Fue creado sobre la tierra por Dios Poderoso. En la séptima época nació dentro de la noche. Espíritu es su nombre.
Sto. Eden Deus, Sto. Eluseo, Santos. Él vio nacer el centro de la Piedra, el centro de la noche. Se repite.
Ardió entonces. Entri de noche. Fue lo que dijo: Cuando habló al centro de la Piedra, al centro de la noche. -Tronas aleseyo de Mundo de gracia en apedia leyo zipidiate en picted gracia Sto. Esuleptum Jaan estunast gracia suplilis eltimeo me firme abin Finites gracia y metis absolutum timetis de gracia. Eden deo gracia de Fentis de gracia Fenoplis tun gracia locom dar y me gracia, tretris un mis gracia. Nositusi de gracia in pricio de gracia. Tresimili uno de cargo leonte.
Uno, dos, tres, un montón, trece veces cuatrocientos, Katunes infinitos antes de que despertara la tierra, fue creado el centro de la Piedra, el centro de la noche, allí donde no había cielo ni tierra, cuando fue dicho por Dios el Verbo, solo por sí mismo, en la Profunda Noche.
Sonó la primera palabra del Dios, allí donde no había cielo ni tierra. Y se desprendió de su Piedra y cayó al segundo tiempo y declaró su divinidad. Y se estremeció toda la inmensidad de lo eterno. Y su palabra fue una medida de gracia, un destello de gracia y quebró y horadó la espalda de las montañas. ¿Quién nació cuando bajó? Gran Padre, Tú lo sabes.
Nació su Primer Principio y quebró y barrenó la espalda de las montañas.
-¿Quiénes nacieron allí? ¿Quiénes?
-Padre Tú lo sabes. Nació el que es tierno en el cielo.
Ciripacte horca mundo ni nompan est noche amanena omonena Apaopa. Salió el Espíritu de la infinita Gracia. Zipiones ted coruna Pater Profecida. Hablaró cuando llegue a la Séptima gracia, la Virgen Piedra de la Gracia. Baltepiones ortezipio Reciquenta noche hun ebutate hun cute Profeciado. Sucedió que fue llamado el ángel Jerupite y le fueron dados en el cielo Corporales de ojales por el primer Papa.

Dentro de los textos del Chilam Balam destaca la conocida como «Serie de los Katunes» o «Cuenta de los Katunes». Como indicamos en la parte dedicada al Calendario maya un katun equivale a 20 tunes, dando como resultado 7.200 días. La llamada «Cuenta de los Katunes» se organiza, como su nombre indica, en periodos o ciclos de katunes y refleja la visión cíclica del tiempo, típica del pueblo maya. En esta «Serie de los Katunes» los mayas describen una cronología.

La rueda de los katunes

El Once Ahau se asienta el Katún en Ichcaansihó. Bajan hojas del cielo, bajan perfumes del cielo. Suenan las músicas, suenan las sonajas del de los Nueve Pies. En un día en que habrá faisanes azules, en un día en que habrá peces a la vista, en el día de Chakan-putún, se comerán árboles, se comerán piedras; se habrá perdido el sustento dentro del Once Ahau Katún.

Con siete tiempos de abundancia se asienta el Katún, el Cuatro Ahau Katún, en Chichén. Siete tiempos de abundancia son el asiento del Gran Derramador de agua. Tapado está su rostro y cerrados sus ojos bajo sus lluvias, sobre su maíz abundantemente derramado. Llenos de hartura están su estera y su trono. Y se derrama su carga. Habrá un día en que esté blanco su ropaje y blanca su cintura, y sea aplastado por el chorro del pan del Katún. Llegarán plumajes, llegarán pájaros verdes, llegarán fardos, llegarán faisanes, llegarán tapires; se cubrirá de tributo Chichén.

* * *

No Zaquí, sino Mayapán es el asiento del Katún, del Dos Ahau Katún. Cuando se haya asentado el Katún, bajarán cuerdas, bajará la ponzoña de la peste. Tres cerros de calaveras harán una rueda blanca a su cuerpo cuando venga con su carga atada. Ahogándose cogerá en su lecho un soplo de viento. Tres veces dejará caer su pan. Mediana hambre, mediano pan. Esta es la carga del Dos Ahau Katún.

* * *

Kinchil Cobá es el asiento del Katún, del Trece Ahau Katún. El dios maya Itzam, dará su rostro a su reinado. Se le sentirá tres veces en tres años, y cuando se cierre la décima generación. Semejantes a las de palmera serán sus hojas. Semejante al de la palmera será su olor. Su cielo estará cargado de rayos. Sin lluvias chorreará el pan del Katún, del Trece Ahau Katún. Multitud de lunares son la carga del Katún. Se perderán los hombres y se perderán los dioses. Cinco días será mordido el Sol, y será visto. Esta es la carga del Trece Ahau Katún.

En relación con la medida del tiempo, también encontramos el siguiente fragmento del Chilam Balam.

Libro del mes

Así explicó el antiguo sabio Mexchise, el antiguo Gran Profeta, Napuc tun, Gran Sacerdote, y así cantó que, cuando no había despertado el mundo antiguamente, nació el Mes y empezó a caminar solo.
Y dijo su abuela, y dijo su tía, y dijo la madre de su padre, y dijo su cuñada:
-¿Por qué se dijo que íbamos a ver gente en el camino?
Así decían mientras caminaban. Era que no había gentes antiguamente.
Y entonces llegaron al oriente. Y dijeron:
-Alquien ha pasado por aquí. He allí las huellas de sus pies.
«Mide tu pie», dicen que dijo la Señora del mundo. Y que fue y midió su pie Dios el Verbo. Este es el origen de que se diga Xoc-lah-cab, oc-lae, lah-ca-oc. Este dicho se inventó porque Oxl-ahun-oc (el de los trece pies), sucedió que emparejó sus pies.
Y partieron del oriente. Y se dijo el nombre de los días, que todavía no tenían nombre, antiguamente.
Y caminó con la madre de su padre, y con su tía y con la madre de su madre, y con su cuñada.
Nacido el Mes, creó el que se llama Día y creó el cielo y la tierra, por escala: agua, tierra, piedras, árboles.
Y creó las cosas del mar y de la tierra.
En el Uno Chúen sacó de sí mismo su divinidad e hizo el cielo y la tierra.
En el Dos Eb hizo la primera escalera, para que Dios bajara en medio del cielo y en medio del agua. No había tierra, ni piedra, ni árboles.
En el Tres Men hizo todas las cosas, la muchedumbre de las cosas; las cosas de los cielos y las cosas del mar y de la tierra.
En el Cuatro Ix sucedió que se inclinaron uno sobre el otro el cielo y la tierra.
En el Cinco Men sucedió que empezó a trabajar todo.
En el Seis Cib sucedió que hizo la primera candela y así fue que se hizo luz donde no había Sol ni Luna.
En el Siete Aban (Caban) nació la primera tierra, allí donde no la había para nosotros antiguamente.
En el Ocho Edznab afirmó sus manos y sus pies y los clavó sobre la tierra.
En el Nueve Cauac se ensayó por primera vez el infierno.
En el Diez Ahau sucedió que se fueron los hombres malos al infierno, porque todavía no se veía a Dios el Verbo.
En el Once Ix (Imix) sucedió que hizo las piedras y los Arboles. Eso hizo.
En el día Doce Ik sucedió que creó el viento. Y esta es la causa de que se llame Ik (espíritu); porque no hay muerte dentro de él.
En el Trece Akal sucedió que tomó agua y mojó tierra y labró el cuerpo del hombre.
En el Uno Kan sucedió que se rompió su ánimo por lo malo que había creado.
En el Dos Chicchan sucedió que apareció lo malo y se vio dentro de los ojos de la gente.
En el Tres Cimil (Cimi) fue la invención de la muerte. Sucedió que inventó la primera muerte Dios Nuestro Padre.
En el Cinco Lamat inventó el gran sumidero de la gran laguna del mar.
En el Seis Muluc sucedió que fueron llenados de tierra todos los valles, cuando no había despertado el mundo. Y sucedió que entró falsa voz de Nuestro Padre Dios en todos ellos, cuando no había voz del cielo, ni había piedras ni árboles, antiguamente.
Y entonces fueron a probarse unos a otros (los días). Y dijeron así:
-Trece… Y siete en un grupo.
Esto dijeron para que saliera su voz al que no la tuviera, cuando el Primer Dios, el Sol, les preguntara su origen. No se les había abierto el instrumento de su voz para que pudieran hablarse unos a otros. Y se fueron en medio del cielo y se tomaron de las manos para unirse unos con otros. Y entonces se dijo en medio de la tierra: «¡Sean abiertos!». Y se abrieron los Cuatro Ah-Toc, que son cuatro.
Cuatro Chic-chan Ah-Toc
Cuatro Oc Ah-Toc
Cuatro Men Ah-Toc
Cuatro Ahau Ah-Toc

Los Ahau son Cuatro.
Ocho Muluc Cinco Cauac
Nueve Oc Seis Ahau
Diez Chuen Siete Imix
Once Eb Ocho Ik
Doce Men Nueve Akbal
Trece Ix Diez Kan
Uno Men-(Ben) Once Chichan
Dos Cib Doce Cimi
Tres Aban Trece Manik
Cuatro Edznab Uno Lamat

Con ellos fue creado el mes (Uinal), cuando despertó la tierra, y cuando fueron creados el cielo y la tierra, y los árboles y las piedras. Todo fue creado por Nuestro Padre Dios, y por su Palabra; allí donde no había cielos ni tierra estaba su Divinidad, que se hizo una nube sola por sí misma, y creó el universo. Y estremeció los cielos su divino y grande poder y majestad.
La relación de los días, día por día, debe leerse empezando por el oriente, según el orden en que está.

Libros del Chilam Balam recogen también interesantes relatos de contenido profético. Las profecías se refieren en su mayor parte al retorno del dios Kukulcan, el Quetzalcoatl azteca, pero posteriormente, con la llegada de los españoles, fueron modificadas para que las predicciones coincidieran con la llegada de los conquistadores. Ya hemos indicado al principio de este apartado dedicado a Libros del Chilam Balam que también los aztecas anunciaron la llegada de Quetzalcoatl, pero mientras que Moctezuma confundió a Hernán Cortés con ese dios, los mayas simplemente consideraron a los españoles como simples extranjeros. A continuación incluimos fragmentos de esas profecías:

Libro de las profecías

Estas palabras compuestas aquí son para ser dichas al oído de los que no tienen padre y de los que no tienen casa. Estas palabras deben ser escondidas, como se esconde la Joya de la Piedra Preciosa.
Son las que dicen que vendrán a entrar el cristianismo, a Tancáh de Mayapán y a Chichén Itzá, y será arrollado Suhuyuá, y será arrollado el Itzá. Despertará la tierra por el oriente, por el norte, por el poniente y por el sur.
Venido de la boca de Dios es, y lo manifiestan cinco sacerdotes. Sacerdotes Adoradores, llegados a la presencia de Dios. Ellos profetizaron la carga de la amargura para cuando venga a entrar el cristianismo.
He aquí sus nombres escritos:
Chilam-Balam, Gran Sacerdote.
Napuc-tun, Gran Sacerdote.
Nahau-Pech, Gran Sacerdote.
Ah Kuil-Chel, Gran Sacerdote.
Natzin-yabun-chan, Gran Sacerdote.
Estos Hombres de Dios, doblando su espalda sobre la tierra virgen, manifestaron la carga de las penas, en presencia de Dios Nuestro Padre, para cuando venga a entrar el cristianismo. Vómitos de sangre, pestes, sequías, años de langosta, viruelas, la carga de la miseria, el pleito del diablo. En el cielo habrá círculos blancos y arderá la tierra, dentro del Tres Ahau Katún y el Uno Ahau Katún y los tres katunes malos.
Así fue escrito por el Profeta y Evangelista Balam, lo que vino de la boca del Señor del cielo y de la tierra.
Y lo pusieron los sacerdotes en escritura sagrada, en el tiempo de los Grandes Soles, en Lahun Chablé.
Dentro del cristianismo llegarán Saúl y don Antonio Martínez, para que los hijos de sus hijos reciban justicia. Y entonces despertará la tierra.
Así está escrito, por mandato del Gran Sacerdote y Profeta Chilam Balam, por el que habla. -Amén. -Jesús.

La interpretación histórica de Yucatán

Profecía del Sacerdote Napuc Tun
Arderá la tierra y habrá círculos blancos en el cielo. Chorreará la amargura, mientras la abundancia se sume. Arderá la tierra y arderá la guerra de opresión. La época se hundirá entre graves trabajos. Cómo será, ya será visto. Será el tiempo del dolor, del llanto y la miseria. Es lo que está por Venir.

Profecía de Ah Kuil Chel, Sacerdote
Lo que se desentraña de este Katún, Padre, entendedlo así, ya está viniendo. No será arrollada otra vez la estera del Katún, Padre, cuando ya vendrá en gran demasía el peso del dolor. Vendrá del norte, vendrá del poniente. En los días que vamos a tener, ¿qué Sacerdote, qué Profeta dirá rectamente la voz de las Escrituras?
Padre, dentro del Noveno Ahau -entendedlo así todos los que pobláis esta tierra- todas las almas selladas de grandes y feos pecados.
«¡Ay, dulce era el poderoso tiempo que pasó!» dirán llorando los Señores de esta tierra: «¡Entristeced vuestros espíritus, Itzaes!»

Profecía de Nahau Pech, Gran Sacerdote
En los días que vienen, cuando se detenga el tiempo, Padre; cuando haya entrado en su señorío el Cuarto Katún, se acercará el verdadero conductor del día de Dios. Por esto se amarga lo que os digo, Padre, hermanos del mismo vientre; porque el que os visitará, Itzaes, viene para ser el Señor de esta tierra cuando llegue.
Esto viene de la boca de Nahau Pech, Sacerdote. En tiempo del Cuatro Ahau Katún, Padre, como hormigas irán los hombres detrás de su sustento; porque como fieras del monte estarán hambrientos, y como gavilanes estarán hambrientos, y comerán hormigas y tordos, y grajos, y cuervos, y ratas.

Profecía de Natzin Yabun Chan, quien desde antiguamente dijo:
El verdadero Dios [Hahai Ku, «Verdadera-Deidad»] de esta tierra, el que esperáis que aparezca, Padre, vendrá traído en hombros de dolorosos días. Dad meditación en vuestro entendimiento a su palabra, y la debida cordura. Vuestras almas la recibirán verdaderamente.
¡Hastiados de lo que adoráis, Itzaes! ¡Olvidad vuestros caducos dioses, todos vuestros dioses perecederos! Existe el Poderoso Señor, creador del cielo y de la tierra.
Duele a vuestro espíritu que os lo diga, Itzaes de los mayas. No queréis oír que existe Dios. Creéis que lo que adoráis es verdadero. Creed ya en estas palabras que os predico.

Profecía de Chilam Balam, que era Cantor, en la antigua Maní.
1. En el Trece Ahau, en las postrimerías del Katún, será arrollado, el Itzá y rodará Tancáh, Padre.
2. En señal del único Dios [Hunab Ku, «Unica-deidad»] de lo alto, llegará el Árbol sagrado [Uaom Ché, madero-enhiesto], manifestándose a todos para que sea iluminado el mundo, Padre.
3. Tiempo hará de que la Conjuramentación esté sumida, tiempo hará de que esté sumido lo Oculto, cuando vengan trayendo la señal futura los hombres del Sol [Ah Kines, «Sacerdotes-del culto-solar»], Padre.
4. A un grito de distancia, a una medida de distancia, vendrán y ya veréis el faisán que sobresale por encima del Árbol de Vida [Uaom Ché, madero-enhiesto].
5. Despertará la tierra por el norte y por el poniente. Itzam despertará.
6. Muy cerca viene vuestro Padre, Itzaes; viene vuestro hermano, Ah tan-tunes.
7. Recibid a vuestros huéspedes que tienen barba y son de las tierras del oriente, conductores de la señal de Dios, Padre.
8. Buena y sabia es la palabra de Dios que viene a vosotros. Viene el día de vuestra vida. No lo perdáis aquí en el mundo, Padre.
9. «Tú eres el único Dios que nos creaste»: así será la bondadosa palabra de Dios, Padre, del Maestro de nuestras almas. El que la recibiere con toda su fe, al cielo tras él irá.
10. Pero es el principio de los hombres del Segundo Tiempo.
11. Cuando levanten su señal en alto, cuando la levanten con el Árbol de Vida, todo cambiará de un golpe. Y aparecerá el sucesor del primer árbol de la tierra, y será manifiesto el cambio para todos.
12. El Signo del único Dios de arriba [Hunab Ku], ése habréis de adorar, Itzaes. Adorad el nuevo signo de los cielos, adoradlo con voluntad entera, adorad al verdadero Dios que es éste, Padre.
13. Meted en vosotros la palabra de Dios Único, Padre.
14. Del cielo viene el que derrama la palabra para vosotros, para vivificar vuestro espíritu, Itzaes.
15. Amanecerá para aquellos que crean, dentro del Katún que sigue, Padre.
16. Y ya entra en la noche mi palabra. Yo, que soy Chilam Balam, he explicado la palabra de Dios sobre el mundo, para que la oiga toda la gran comarca de esta tierra, Padre. Es la palabra de Dios, Señor del cielo y de la tierra.

Buena es la palabra de arriba, Padre. Entra su reino, entra en nuestras almas el verdadero Dios; pero abren allí sus lazos, Padre, los grandes cachorros que se beben a los hermanos esclavos de la tierra. Marchita está la vida y muerto el corazón de sus flores, y los que meten su jícara hasta el fondo, los que lo estiran todo hasta romperlo, dañan y chupan las flores de los otros. Falsos son sus Reyes, tiranos en sus tronos, avarientos de sus flores. De gente nueva es su lengua, nuevas sus sillas, sus jícaras, sus sombreros; ¡golpeadores de día, afrentadores de noche, magulladores del mundo! Torcida es su garganta, entrecerrados sus ojos; floja es la boca del Rey de su tierra, Padre, el que ahora ya se hace sentir.
No hay verdad en las palabras de los extranjeros. Los hijos de las grandes casas desiertas, los hijos de los grandes hombres de las casas despobladas, dirán que es cierto que vinieron ellos aquí, Padre.
¿Qué Profeta, qué Sacerdote, será el que rectamente interprete las palabras de estas Escrituras?

El origen del Mundo en la cultura azteca

La civilización azteca

En la zona geográfica que corresponde a la mitad sur del México actual, se desarrolló una gran actividad cultural desde unos 2000 años a. C. En esta región habitaron diversos pueblos, algunos de los cuales nos han dejado muestra de su floreciente cultura, como es el caso de los restos arqueológicos de la ciudad de Teotihuacán, ya deshabitada cuando llegaron los españoles. En la meseta central mexicana desde finales del siglo VII hasta mediados del siglo XII, se desarrolló la cultura tolteca que llegó a fusionarse con la maya en su expansión hasta el Yucatán. En este marco geográfico, más concretamente en las orillas e islas del lago Texcoco, se desarrolló la civilización azteca, una de las civilizaciones mejor conocida de la América precolombina y la unidad política más importante de toda Mesoamérica cuando llegaron los españoles. Los aztecas son herederos de la tradición cultural de los toltecas, que sirven de nexo entre la cultura azteca y la maya.

Los aztecas, que se hacían llamar a sí mismos «mexicas», llegaron del norte y se asentaron en la cuenca del Texcoco a mediados del siglo XII, fundando su capital, Tenochtitlán, en 1325 Maqueta de la capital del imperio azteca. [Fuente: Artehistoria.com].. La palabra «azteca» tiene su origen en una legendaria tierra del norte llamada «Aztlán». Según cuenta la leyenda, los aztecas abandonaron esta mítica Aztlán, por orden de los dioses y debían instalarse allí donde encontrasen un águila devorando a una serpiente. Imagen alegórica de la fundación de Tenochtitlán. [Fuente: Artehistoria.com].

El azteca fue un pueblo que, mediante alianzas militares con otros grupos y poblaciones conoció una rápida expansión y dominó el área central y sur del actual México entre los siglos XIV y XVI, si bien es cierto que en un primer momento tras su llegada, tuvo que enfrentarse a otros pueblos ya asentados en la zona. Tras la muerte de Moctezuma II en el 1520, se puso de manifiesto la debilidad de este gran imperio, derivada de aquella rápida expansión: no podían controlar aquel vasto territorio; las divisiones internas entre provincias y las tensiones y ambiciones independentistas de algunos pueblos, facilitó a los españoles, dirigidos por Hernán Cortés, la conquista de este gran imperio, que culminó en 1521.

Los aztecas se asentaron sobre un rico espacio lacustre que les ofrecía grandes pasibilidades para el desarrollo de la agricultura, la pesca y el comercio. La economía azteca fue principalmente agrícola (cultivo de maíz y frijoles), destacando la técnica conocida como «chinampas», dentro de la cual se diferenciaba la de tierra firme de la de pantano. Con esta técnica, se explotaba el suelo cenagoso permanentemente fértil y húmedo y se obtenía una productividad muy elevada. Esta agricultura intensiva se combinaba con la ganadería, la caza y la pesca en el lago, y un importante comercio, a corta y a larga distancia. Con respecto al sistema de tenencia y explotación de la tierra, el pueblo azteca desarrolló una estructura compleja en la cual se podía distinguir la tierra asignada a los llamados «calpulli» (las unidades básicas de organización de la sociedad azteca), que a su vez realizaban el reparto entre las familias de no privilegiados; por otro lado, las tierras de los elementos privilegiados de la sociedad, trabajadas por braceros y esclavos. Otro grupo lo integraban las tierras destinadas a fines públicos: mantenimiento de la administración, del templo, del gobernante y del ejército. Un concepto muy interesante, tanto desde el punto de vista económico, como desde el punto de vista político, fue el «tributo», pagado a los aztecas por los pueblos sometidos a su dominio. Al no conocer la moneda, este tributo era pagado, por así decirlo, en especie y servía para abastecer a la capital azteca de productos básicos, materias primas y manofacturas. Por otro lado, este tributo formaba parte de la redistribución de bienes, ya que parte de dicho tributo era destinado al mantenimiento de la administración, otra parte revertía en los elementos privilegiados de la sociedad y cierta cantidad se reservaba para su almacenamiento.

La estructura de la sociedad mexica está caracterizada por su complejidad, recordando, hasta cierto punto, a la estructura feudal que en aquellos momentos se conocía en el Viejo Mundo. Para empezar, la primera separación hacia referencia a la condición de privilegiados, o «pipiltzin»Q, (no tenían que pagar tributo y acapararon tierras y cargos) y no privilegiados, o «macehualtín» (tenían que pagar tributos). Dentro de l primer grupo, se podían diferenciar varios subgrupos y a la cabeza de ellos se encontraba el supremo gobernante azteca: «Huey Tlatoani», cuya residencia estaba en Tenochtitlán. Al servicio de este gobernante se hallaba una élite de pipiltzin directamente vinculada con él. Al mando de las ciudades se encontraban los llamados «tlatoani». Finalmente estaban los pipiltzin de menor categoría. Los «macehualtín» eran organizados en calpulli. Pero no todos los no privilegiados quedaron ordenados en estas unidades, por ejemplo los comerciantes de larga distancia, llamados «pochteca» que, sin ser privilegiados, contaron con estatutos particulares, cultos propios y espacios diferenciados de residencia o los «mayeque» o braceros. El escalón más inferior en la sociedad azteca lo ocupaban los esclavos.

También la estructura política ofrece una complejidad propia de una administración evolucionada, en la que, sin embargo, perviven elementos de la antigua sociedad nómada (calpulli con el calpullec al mando). Al frente del gobierno estaba el emperador azteca, el «Huey Tlatoani», el último de los cuales fue Moctezuma. También sabemos de la existencia de consejos, como el llamado «Consejo de los Cuatro», formado por destacados pipiltzin encargados de elegir al sucesor, y otra serie de consejos especializados. La unidad política del área del lago Texcoco se consolidó tras la alianza de los tres grandes reinos: Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopán que dominaban amplias zonas y de los que dependían otros núcleos menores.

La complejidad y la riqueza en la estructura política, social y económica de la civilización azteca, fue acompañada de un espléndido desarrollo cultural. En concreto, la concepción mesiánica que tenían los aztecas de sí mismos y su concepción cíclica del tiempo, marcaron la vida cultural y religiosa de este pueblo, así como su vida diaria y su concepción cosmogónica.

La visión cosmogónica de los aztecas

La cultura y la religión aztecas

Los aztecas recogen la tradición cultural mesoamericana y su arte, su ciencia y su panteón divino van a caracterizarse por su sincretismo. En primer lugar destaca su escritura compuesta por caracteres ideográficos, algunos numerales y glifos fonéticos. Si bien es cierto que su escritura noImagen que presenta un objeto del arte de la plumaria azteca perteneciente al tlatoani Ahuitzotl. [Fuente:Artehistoria.com]. logró superar a la desarrollada por los mayas, ésta les sirvió para administrara su imperio. El arte mexica es la culminación de las manifestaciones artísticas de la tradición mesoamericana, con una gran estatuaria, una importante pintura mural y unos elaborados mosaicos. Destaca el arte de la plumaria, del cual, dado el carácter perecedero del material, no conservamos muestra alguna; sin embargo, sí disponemos de algún ejemplo como el que muestra la siguiente imagen; se trata de la Rodela de Ahuítzotl realizada con plumas y oro embutido fechada entre el 1325 y el 1521.

Imagen que presenta la llamada «Piedra del Sol», el calendario azteca, datado en 1479. [Fuente:Artehistoria.com]. En cuanto al desarrollo científico, el pueblo azteca destacó en medicina y farmacopea; es de suponer que una cultura tan vinculada a las prácticas guerreras contase con eficaces curas para los traumatismos. También destacaron en la astronomía, la base de su calendario, herencia de la cultura maya. Emplearon el calendario de 365 días y el de 260, utilizando además, la «rueda calendárica» de 52 años. . Los aztecas tenían una concepción cíclica del tiempo, por lo cual consideraban que se podía predecir, de ahí la importancia de la observación astronómica y del calendario. La observación de los astros fue tan importante que esta prestigiosa tarea fue una obligación del Huey Tlatoani.

Representación en la que se muestra una imagen del llamado «Códice de Durán» en la cual Moctezuma aparece contemplando un cometa. [Fuente: Artehistoria.com]. La educación fue importante, sobre todo, en lo que se refiere a la formación de los pipiltzin, marcada por su carácter obligatorio y su dureza. La enseñanza de los nobles, desarrollada en escuelas especializadas (calmécac), se diferenciaba de la que recibían los macehualtín, los no privilegiados. La formación de la élite debía ser más completa, ya que eran ellos los que ocuparían cargos importantes en el ejército y en la administración; eran formados en derecho, historia, astronomía, religión…, pero también en poesía y canto. Era un pueblo orientado hacia la guerra, preocupado por que los jóvenes fuesen formados en una serie de conocimientos y prácticas, y en un sentimiento de unión entre ellos. Existieron órdenes militares entre los aztecas, como las llamadas «Hombres Valientes», «Caballeros del Sol»; y también los no privilegiados tenían sus propias órdenes como la conocida como «Nobles Águila».Imagen en la que aparece representado en cerámica pintada un «Caballero Águila». [Fuente: Artehistoria.com].

La importancia de la guerra está vinculada con la concepción mesiánica que los mexica tenían sobre sí mismos. Consideraban que ellos eran el pueblo elegido para mantener con vida al Sol; Sol que únicamente podía alimentarse con un elemento que se hallaba exclusivamente en la sangre de las madres muertas en el parto, la sangre de guerreros muertos en combate y la sangre de prisioneros sacrificados en el altar mayor. Así, las actividades bélicas estaban ampliamente justificadas desde el punto de vista práctico-religioso.

Imagen perteneciente a un dibujo del «Códice Nuttall» del 1519, que representa un sacrificio humano. [Fuente: Artehistoria.com]. Los sacrificios humanos, realizados siguiendo un solemne ritual, eran fundamentales para los mexicas.Imagen que nos muestra un cuchillo empleado en estos rituales aztecas realizado sobre siles con turquesa, hematites y obsidiana. [Fuente:Artehistoria.com].. Se desarrollaban en la «Piedra de los Sacrificios» del templo, donde cuatro sacerdotes sujetaban al prisionero y le extraían el corazón, para después cortarle la cabeza. El corazón se guardaba en un recipiente especial, mientras que el cuerpo era arrojado por las escaleras abajo y el guerrero que capturó al prisionero tenía derecho a celebrar con él un banquete.

Esta religión, que tenía como preocupación principal el mantenimiento del Sol mediante el sacrificio, contó con un panteón enorme compuesto por sus propios dioses, por deidades que fueron asimilando en su marcha desde norte hasta el lago Texcoco y divinidades de pueblos conquistados. Además los aztecas tenían un dios para cada actividad y cada calpulli. A este variado panteón, debemos añadir el hecho de que eran dioses de carácter cambiante, asociados a colores y con posibilidad de multiplicarse. De todas estas divinidades, la más importante fue Hiutzilopochtli, el dios del sol y la guerra, que tenía su antítesis en Telcatlipoca, concebido como un dios oscuro, lo cual pone de manifiesto la dualidad existente en la religión azteca. También fueron importantes Tlaloc, dios de la lluvia, y Quetzalcoalt.Imagen que muestra una representación del dios de la lluvia en una miniatura del «Códice Ixtlitxochitl», siglo XVI. [Fuente: Artehistoria.com].

Quetzalcoatl era un dios antiguo, anterior a los mexicas, del que hay diversas versiones. Para Imagen que muestra una máscara que representa la cara de este dios azteca. [Fuente: Artehistoria.com]. algunos era el dios creador del hombre, mientras que para otros fue un dios civilizador, identificándolo con Prometeo. El mito de Quetzalcoalt es muy interesante para entender la reacción de los aztecas ante la llegada de los conquistadores. Este dios también es conocido como el dios del viento bajo el nombre de Ehecatl, que es una de sus formas, y otra de sus formas es la de dios del agua y dios de la fertilidad. Quetzalcoatl es considerado hijo de la diosa virgen Coatlique y hermano gemelo del dios Xolotl. Como introductor de la cultura, él trajo al hombre la agricultura y el calendario, y es patrón del las artes y de los oficios. En un mito azteca el dios Quetazaocoatl permitió ser seducido por Tezcatlipoca, pero se arrojó a sí mismo a una pira funeraria lleno de arrepentimiento. Tras su muerte su corazón se convirtió en el lucero de la mañana, y como tal Imagen en la que aparece una estatuilla de Quetzalcoalt o la «Serpiente emplumada». [Fuente:Artehistoria.com]. es vinculado con la divinidad Tlahuizcalpantecutli. En cualquier caso, este dios, descrito como un Imagen en la que encontramos una vasija azteca con una representación de Tezcatlipoca. [Fuente: Artehistoria.com]. ser de rostro blanco y barbado, era un dios pacífico y civilizador, opuesto a los sacrificios humanos, que intentó detener esta práctica ritual. Al fracasar en su propósito, emigró hacia el este, prometiendo que un día regresaría en un año determinado de la cuenta azteca. Esto afectó en la actitud de los aztecas antes la llegada de los primeros españoles (Hernán Cortés).

Cuando llegó Hernán Cortés, Moctezuma lo confundió con el dios Quetzalcoatl, por su rostro blanco y su barba; pero, además, la llegada de los conquistadores coincidió con el año en que Quetzalcoatl había prometido volver, lo cual hace entender la terrible confusión de los aztecas, que pronto se percataron de que aquellos extranjeros no eran dioses. Después, los aztecas le convirtieron en un dios símbolo de la muerte y la resurrección y en el patrono de los sacerdotes. El sacerdote mayor era llamado Quetzalcoatl también. El culto a Quetzalcoatl se extendió por muchas ciudades y pueblos mesoamericanos: Tula (capital Tolteca), Cholula, Tenochtitlán o Chichén Itzá.

Se trata de una imagen procedente del «Códice Duran», siglo XVI, en la que se muestra a Hernán Cortés recibido en Tlaxcala. [Fuente: Artehistoria.com].

Los mitos cosmogónicos aztecas

Los Cinco Soles

Según los aztecas el supremo creador de todo fue el dios Ometecuhlti que, junto a su esposa Omecihuatl, creó toda la vida sobre la tierra. En otras versiones, esa pareja creadora original, se reduce a una sola divinidad llamada Ometeotl que adquiere una doble vertiente, por un lado la masculina, Ometecuhtli, y, por otro, la femenina, Omecihuatl. Así, este dios, que aparece como un dios del fuego y como el dios supremo del panteón azteca, es una divinidad andrógina. No recibió culto formal ni tampoco contó un centro de culto, pero estaba presente en cada ritual y en todas las elementos de este mundo. Esa pareja cósmica, o ese dios andrógino, dio a luz a los cuatro dioses que más tarde crearían cada uno de los soles y más tarde tuvo otras 1.600 divinidades más. Según la mitología azteca antes de nuestro sol, que es el quinto, existieron otros cuatro. Para los aztecas vivíamos, por tanto, en la quinta creación, o en la quinta era. Volviendo a la pareja original y a su descendencia, la legenda mexica señalaba que cada uno de seos dioses creadores luchaba por la supremacía en el mundo, empleando cada uno su propia fuerza cósmica: tierra, fuego, viento o agua. Mientras esas fuerzas se mantuvieran en equilibrio, el mundo estaba en orden y podía existir la era de un sol; sin embargo, si se producía un desequilibrio cósmico, ese sol, junto con la Tierra y los seres humanos de esa era, perecerían. El primero de esos cinco soles fue el creado por el dios Tezcatlipoca, que era el dios de la Tierra. Sin embargo, su creación fue algo imperfecta, ya que los seres humanos aparecieron con forma de gigantes y en vez de un sol completo, se formó medio sol. Aquellos gigantes seres humanos, se vieron obligados a sobrevivir solamente con bellotas y piñones. A consecuencia de esta pésima alimentación, los humanos crecieron poco y débiles. En un momento determinado de esa era, los jaguares devoraron al medio sol existente y, ayudados por la oscuridad, fueron destruyendo y asesinando a los seres humanos gigantes.

El segundo de esos soles fue creado por el dios Quetzalcoatl, dios del Viento. Bajo este sol, los humanos se alimentaron con semillas de árboles, que todavía eran insuficientes para fortalecer a los hombres, que debían sobrevivir a los fuertes vientos. Los tremendos huracanes en ocasiones arrojaban a los seres humanos lejos. A pesar de ello, algunos humanos lograron sobrevivir al ser capaces de transformarse en monos

Tlaloc, que era el dios de la Lluvia en la mitología azteca, creó el tercer sol. Durante la era del tercer sol, los seres humanos hambrientos vivían de cereales. En este mundo, fueron los tremendos volcanes los que provocaron las desgracias. Enromes volcanes hacían erupción y las cenizas caían desde el cielo, consumiendo y enterrando el mundo. Sin embargo algunos hombres sobrevivieron al convertirse en pájaros que podía escapar a aquellas destructivas erupciones.

Chalchiuhtlique, la diosa del Agua azteca, fue la encargada de la creación del cuarto sol. Los seres humanos de esta creación intentaron sobrevivir con una semilla conocida con el nombre de acicintli, pero ésta no era comida suficiente para los humanos, que tenían que enfrentarse a enormes inundaciones. El agua emergió del centro de la Tierra provocando una tremenda catástrofe en el mundo. Algunos seres humanos lograron sobrevivir a esta catástrofe convirtiéndose en peces.

Todas las creaciones anteriores habían sido destruidas por una catástrofe, y con ella habían desaparecido los soles, las tierras y los seres humanos de cada una de esas eras. Entonces los dioses se dieron cuenta de que la existencia del quinto sol solamente sería posible con el sacrificio de otro dios. Así, los dioses decidieron levantar una enorme pira con ardiente fuego, si bien ninguno de ellos se atrevía a sacrificarse. Finalmente la decisión recayó en dos divinidades creadas por el supremo Ometeotl: los dioses Nanahuatl y Teucciztecatl. Éste último hizo hasta cuatro intentos para arrojarse al fuego, sin embargo, no tenía el suficiente valor y fue Nanahuatl, lleno de valentía, el primero en sacrificarse. Teucciztecatl consiguió reunir el suficiente coraje y finalmente siguió a Nanahuatl en el sacrificio. Nanahuatl se transformó en un sol resplandeciente, que ninguno de los dioses podía mirar directamente, mientras que su compañero se convirtió en la luna. El resto de los dioses se percató de que Nanahuatl no se alzaría en el firmamento hasta que no recibiese alimento necesario, es decir: los corazones para comer y la sangre para beber, de otros dioses sacrificados. Tras el enfrentamiento entre Nanahuatl y la Estrella Matutina, que se enfadó ante la idea del sacrificio, este último dios que era el más feroz de los 1.600 dioses, fue derrotado. Entonces todas esas divinidades, las 1.600, decidieron sacrificarse para dar alimento a este quinto sol, tras lo cual Nanahuatl, se alzó desde el este. Esos dioses se sacrificaron, ofreciendo su sangre para dar vida a este quinto Sol, pero Hiutzilopochtli tuvo que luchar con las tinieblas para poder expulsarlas del mundo y esa lucha dio origen a las estrellas. En otras versiones, se cuenta que esos dioses se fueron arrojando uno tras otro a ese fuego legendario, hasta transformarse en los astros que componen el firmamento.

Los aztecas se creían a sí mismos como el pueblo elegido para mantener al sol con vida, sin su ayuda este quinto sol, terminado un ciclo de 52 años, no volvería a salir. Para este pueblo la sangre es un elemento fundamental, que del mismo modo que mantiene vivo al ser humano, también puede dar vida al actual sol, llamado Hiutzilopochtli. Se trata de un dibujo recogido en el «Códice Florentino», manuscrito colonial del siglo XVI elaborado por Fray Bernardino de Sahagun Imagen alegórica de la fundación de Tenochtitlán. [Fuente: Mythology].. Por otro lado, este pueblo creía que igual que los cuatro soles anteriores, Hiutzilopochtli también podía desaparecer en un cataclismo y consideraban, además, que el mundo tal y como lo conocían, sería destruido en un gran terremoto, al final de un ciclo de la rueda calendárica de 52 años. Para mantenerlo vivo le proporcionaban como alimento un componente que sólo se encontraba en la sangre de las madre muertas en el parto, de los guerreros muertos en combate y de los prisioneros sacrificados.

La estructura del Universo y la Tierra

Imagen de una miniatura del «Códice Magliabecchi» del siglo XVI, en la que se representa un sacrificio de prisioneros en honor a Huitzilopochtli. [Fuente: Artehistoria.com]. A pesar de esa continua destrucción y reordenación del Mundo, para los aztecas el Universo se mantiene con una estructura permanente e intacta a lo largo de esas cinco creaciones. La estructura básica del Universo mexica se compone de tres partes: el cielo, la tierra y el inframundo. Los seres humanos vivimos en la Tierra, que es como un enorme disco situado en el centro del Universo. Rodeando a la Tierra hay un anillo de agua que conecta a la Tierra con el Cielo. El Cielo estaba estructurado, según la cosmovisión azteca, en forma piramidal compuesta por trece niveles; trece cielos que sirven de morada a los dioses. Los primeros cuatro niveles constituían el llamado Teteocán, que estaba ocupado por las tormentas, el sol, el firmamento, las estrellas, la luna, etc… Los siguientes niveles del Cielo se conocían con el nombre de Ilhuicatl, donde se encontraban el Dios Rojo del Fuego, el lugar del Dios de la Estrella Blanca del Atardecer y el Dios Amarillo del Sol. El último nivel del Cielo, el más elevado, lo ocupaba el dios Ometecuhlti, el supremo creador de todo.

Por debajo de la Tierra se encontraba el inframundo, que también se componía de varios niveles, pero de número inferior al Cielo. En total eran nueve los inframundos y eran conocidos con el nombre de Mictlán, el lugar de los muertos. En el nivel inferior vivía el dios Mictlanteutli, que era el Dios de la Muerte. La lucha a través de esos inframundos hasta llegar al último, era angustiosa y muy costosa y el sufrimiento se sucedía continuamente hasta llegar al noveno nivel, donde uno podía descansar para siempre junto a Mictlanteutli, también encontrado como Mectlatecuhtli. Sin embargo, los aztecas también consideraban la posibilidad de ir al cielo cuando uno moría. Así, por ejemplo, cuando una madre moría en el parto o un guerrero moría en la batalla, podía ir al Tlalocán, el primer nivel del Cielo. Imagen en la que aparece representado este «Dios de los Muertos», en una miniatura del «Códice Magliabecchi», del siglo XVI. [Fuente: Artehistoria.com].

La Tierra por su parte, fue creada por los dioses inspirándose en el primitivo monstruo marino llamado Cipactli, con cuerpo de cocodrilo y de pez; así, la Tierra fue concebida por la mitología azteca como un enorme cocodrilo que flotaba sobre el mar original. Las esquinas de ese cocodrilo creado por los dioses fueron estirándose hacia arriba hasta poder sujetar el cielo.

Con respecto a la creación de los seres humanos en esta quinta era, los aztecas atribuyeron esta labor al dios Quetzalcoatl. Como ya hemos señalado anteriormente, este dios es una de las divinidades principales entre los aztecas, los toltecas y otros pueblos mesoamericanos. Aparece como el dios del cielo y también es creador y es el sabio legislador. Quetzalcoatl organizó el cosmos original y participó en la creación y construcción de los mundos de los distintos periodos. Según cuenta la legenda, este dios descendió al Mictlán, el inframundo, y allí recogió los huesos de los seres humanos de los períodos precedentes. A su vuelta, él esparció su propia sangre sobre estos huesos para convertirlos en los seres humanos de esta quinta era. Quetzalcoatl gobierna el ciclo del quinto mundo y es quien creó en él a los humanos.

El mito de Coatlique

Para conocer la concepción cosmogónica azteca es necesario narrar brevemente el mito de la diosa Coatlique, que aunque no describe una cosmogonía exactamente, sí contiene temas y elementos que nos ayudan a entender la concepción azteca del Mundo. Coatlique, cuyo nombre significa «La Señora de la Falda de Serpientes», era la diosa Tierra de la vida y la muerte en la mitología azteca. Su apariencia era algo horrible; representada como una mujer extraña con una falda de serpientes y con un collar de corazones de las víctimas de los sacrificios. Esta diosa, sedienta de sacrificios, tenía los senos flácidos y afiladas garras en pies y manos. Se trata de una escultura monumental realizada en piedra. [Fuente:Mythology].

Según cuenta la leyenda, Coatlique fue fecundada en primer lugar por un cuchillo de obsidiana y, a raíz de este embarazo, dio a luz a la diosa Coyolxanuhqui, conocida con el nombre de «Campanas Doradas» y a un grupo de vástagos que se convirtieron en estrellas. La diosa Coyolxanuhqui era identificada con la luna y estaba asociaba con un grupo de 400 deidades-estrella, conocidas con el nombre de Huitznauna, que se encontraban bajo su control. Además esta divinidad asociada a la luna, tenía poderes mágicos con los que podía provocar importantes daños. Imagen en la que aparece la denominada «Piedra de Coyolxanuhqui», un monolito gigante del Templo Grande de Tenochtitlán. [Fuente:Mythology].

Después Coatlique volvió a quedar embarazada por una bola de plumas. Encontramos distintas versiones sobre el encuentro de Coatlique con esta bola. Según una de las interpretaciones, la diosa encontró esa bola mientras estaba en su templo y esa bola tocó su pecho. En otras versiones, Coatlique recogió la bola de plumas y la guardó en su pecho; más tarde cuando fue a buscarla, ya no la encontró y, al mismo tiempo, se percató de que había quedado nuevamente embarazada. Coatlique se dispuso entonces a contar a su prole lo sucedido, pero ese misterioso embarazo ofendió a sus hijos, que consideraron la historia de su madre del todo increíble. Según marcaba la tradición, una diosa únicamente podía dar a luz en una sola ocasión; esa ocasión en la que daba vida a la auténtica y original descendencia divina y nunca más. Así Coyolxanuhqui y sus hermanos consideraron aquel embarazo como un ultraje y, encabezados por Coyolxanuhqui, decidieron matar a su propia madre. Durante el embarazo Coyolxanuhqui decapitó a su madre, ayudada por sus hermanos. Sin embargo, de forma inmediata el feroz dios Huitzilopochtli, que se encontraba en el vientre de su madre Coatlique, apareció armado y con ayuda de una serpiente de fuego, asesinó a muchos de sus hermanos y hermanas. Los cuerpos de los hermanos se transformaron en estrellas. Mientras que Huitzilopochtli en un ataque de furia decapitó a Coyolxanuhqui y lanzo su cabeza al cielo, donde se convirtió en la luna; su cuerpo, lo arrojó a una profunda garganta en una montaña, donde su cuerpo yace para siempre.

Como podemos apreciar, en los mitos aztecas hay algunos elementos comunes con otros relatos cosmogónicos, que enlazan el sistema de creencias mexica con otras culturas alejadas de la civilización azteca. En primer lugar, la construcción y ordenación del mundo en varias fases es una característica común en muchas cosmogonías, por ejemplo el mito chino del «Huevo Cósmico», sin embargo resulta novedosa la concepción azteca de que han existido cuatro creaciones, cuatro mundos anteriores al nuestro, que finalizaron catastróficamente.

Por otro lado, la intervención divina es un elemento fundamental para explicar el origen y el orden del Mundo, como sucede en otras muchas cosmogonías (la cristiana o la griega, por ejemplo), ya que sin esa acción divina el Universo no existiría. En el caso azteca es el sacrificio de varios dioses lo que permite la formación de nuestro mundo, el quinto. El sacrificio de un dios, o dioses, para la creación del mundo es un tema que encontramos, por ejemplo en la mitología china (dios P’an-Ku).

Otro aspecto que el mito azteca tiene en común con otros relatos cosmogónicos, es la aparición del ser humano en una de esas fases, también por obra de un dios, que en el mito mexica es Quetzalcoatl. Tampoco debemos olvidar el tema del conflicto entre varias generaciones de dioses o entre distintos dioses, tan importante en las teogonías griegas, donde Urano es derrotado por su hijo Crono y Crono, a su vez, es vencido por Zeus. En la cosmogonía azteca este conflicto está representado por el mito de Coatlique que es decapitada por su propia hija Coyolxanuhqui, la luna, quien fue igualmente decapitada por su hermano Huitzilopochtli, el dio sol. Finalmente, también podemos apuntar otro elemento frecuente en otras teogonías: la fecundación espontánea, sin unión sexual por la cual la diosa Coatlique quedó embarazada, primero por un cuchillo y luego por una bola de plumas.

Los mayas

LOS MAYAS

    La Civilización Maya:
    Es cierto que se desconocemos muchísimas cosas sobre los mayas. Sabemos que fue una de las culturas mas antiguas del continente americano y que floreció varios siglos antes que la de los aztecas o los incas; fue una de las más duraderas e indudablemente sirvió de base para el desarrollo de otras culturas de la zona. Lo que se conoce actualmente como el “área maya” abarca la Península del Yucatán en México, Belice, Guatemala, y las vertientes occidentales de Honduras y de El Salvador.

    Su historia abarca, reunida en tres grandes periodos, desde el año 1500 a.C. hasta los principios del siglo XVI. A partir del siglo XIII, el Imperio Maya sufrió un proceso de decadencia por causas todavía desconocidas, proceso que se vio acelerado con la llegada de los españoles al Nuevo Mundo.

    Aclaremos que los mayas eran muy independientes, y que al hablar del Imperio Maya nos referimos a un hecho cultural mas que real, pues cada población se establecía como una Ciudad-Estado, actuando como unidades políticas independientes. Crearon por tanto un imperio que estaba en realidad controlado por una red de ciudades-estado densamente pobladas. Llegaron a establecer un comercio a gran escala, con rutas comerciales que se extendían hasta México y Panamá. Socialmente crearon un sistema de clases sociales bien organizado con ocupaciones y oficios muy definidos; básicamente establecían cuatro grupos sociales: los nobles y sacerdotes (clases dominantes y de carácter hereditario), los campesinos (crearon una sociedad agraria basada en el cultivo del maíz) y los esclavos.

    Los mayas desarrollaron grandes logros científicos y técnicos, debiéndose a ellos una serie de avances sorprendentes: crearon una arquitectura perfecta y monumental en los centros urbanos y ceremoniales, y todo ello sin manejar útiles metálicos ya que su tecnología sólo incluía utensilios de piedra tallada y pulimentada; desarrollaron un sistema de escritura jeroglífica, usaron códices o libros de papel de corteza), crearon un sistema vigesimal matemático con la invención del número “cero”; elaboraron un calendario de una exactitud superior a cualquier otro de esa época incluidos los europeos o el georgiano que actualmente utilizamos; desarrollaron enormemente la astrología y tenían amplios conocimientos astronómicos sobre los ciclos celestes de Venus y la Luna (se les ha llamado los maestros de las estrellas), creando tablas precisas con los movimientos del sol, la luna y las estrellas; desarrollaron las artes, como la pintura, escultura y talla de objetos de jade, y las ciencias como la medicina.

    Los centros arqueológicos más importantes del área maya son:
    en el Yucatán, CHICHEN ITZA y UXMAL
    en Chiapas, PALENQUE, TONINA, YAXCHILAN y BONAMPAK
    en Tabasco, LA VENTA y COMALCALCO
    en Quintana Roo, TULUM y COBA
    en Campeche, EDZNA y CALAKMUL
    en Guatemala, TIKAL, CEIBAL y QUIRIGUA
    en Belice, LAMANAI, CARACOL y XUNANTUNICH
    en Honduras, COPAN
    y en El Salvador, la JOYA DE CEREN, llamada la “Pompeya maya”.

    Los Códices Mayas:

    La civilización maya ha sido definida como una cultura literaria, aportando como prueba de ello los cerca de 4000 textos jeroglíficos que se conservan sobre piedra, cerámica, concha o hueso. Desgraciadamente los libros, tal y como los conocemos nosotros, han desaparecido en su casi totalidad. Estos libros o Códices se realizaban con cortezas de copo, una especie de higuera, que se impregnaban de goma y se colocaban en largas tiras plegadas en forma de biombo, que posteriormente se cubrían con una fina capa de cal blanca pulida sobre la que pintaban y escribían con plumas de aves o pinceles hechos de cabello humano o animal; los guardaban en cajas con tapas de madera labrada o piel de jaguar.

    Se calcula que fueron miles el número de códices que existieron en el mundo maya. Actualmente sólo se conservan cuatro: el Códice de Dresde, el Códice Peresiano o de París, el Códice Trocortesiano o de Madrid y el Códice Grolier. Los pocos que todavía se encuentran en las excavaciones arqueológicas aparecen como una masa informe, pues las condiciones climáticas de la zona son muy poco favorables a la conservación del papel vegetal. Los mayores culpables de que sólo hayan llegado hasta nosotros estos cuatro libros fueron los misioneros españoles, cuyo celo evangelizador les hizo ver en ellos la obra del demonio. Inicialmente la destrucción cultural comenzó con el primer arzobispo de México don Juan de Zumárraga y, desgraciadamente, sirvió de ejemplo para la gran mayoría de misioneros.

    Un clásico ejemplo de esta furia destructora es el de Fray Diego de Landa (1524-1579), de la orden franciscana, que llegó al Yucatán en 1549 donde fue nombrado Provincial de la Orden, pasando entonces a encargarse de los asuntos religiosos de la región. Con furor inquisidor, encarceló a todos los que consideró “herejes” y se dedicó a quemar ídolos e imágenes de sus dioses, en especial las figuras que representaban serpientes, reyendo que eran representaciones del Maligno. Una de las mayores aberraciones tuvo lugar en Maní, poblado situado a unos sesenta kilómetros de Mérida, donde quemó miles de estos libros de corteza de árbol. Posteriormente los superiores de Fray Diego consideraron que se había excedido en su celo de acabar con “las supersticiones y mentiras del demonio” y lo acusaron de dispensar un trato brutal a los indígenas en ciertos “autos de fe” que había celebrado y presidido, por lo que le enviaron a España para ser juzgado por el Consejo de Indias; debido al retraso de las vistas judiciales, el fraile tuvo varios años de plazo con los que preparar su defensa y para ello escribió una obra conocida como “Relación de las cosas del Yucatán” con la que pretendía exonerarse de toda culpa. Llegado el momento de hacer justicia, el tribunal lo consideró inocente, por lo que volvió al Yucatán “premiado” con el cargo de obispo, pero desde entonces ya no hay constancia de ningún otro acto inquisitorial por su parte. De la obra de Fray Diego de Landa se conserva una copia reducida y hoy, absurdos del la historia, es la mayor fuente para el estudio de la cultura maya, pues aporta datos sobre el calendario, los jeroglíficos, religión, leyes y costumbres de los mayas de esta región.

    Otros textos mayas han llegado hasta nosotros, aunque en esta ocasión están escritos en alfabeto latino (posiblemente para escapar de la destrucción) que habían aprendido los indígenas de los misioneros españoles. Se supone que en su mayor parte son transcripciones de manuscritos jeroglíficos destruidos; contienen en su mayoría relatos mitológicos en los que se mezcla una parte de realidad histórica. Son los libros de adivinación de los sacerdotes mayas y se conocen con el nombre de Chilam Balam y suelen designarse con los nombres de localidades; en la actualidad se conocen 17 libros del Chilam Balam, siendo los más conocidos los de Chumayel, Tzimin, Maní, Kaua, Ixil y Tusik, que recogen las tradiciones de los indios. Otros libros del mismo estilo son el conocido como Popol Vuh, con las ideas de la creación del mundo de los indios quiché de Guatemala, los Anales de los Cakchiqueles o Memorial de Solola que trata sobre la historia del pueblo Cakchiquel, o el Título de los Señores de Totonicapán.

    Religión y Mitología Maya:
    (Los nombres de los dioses mayas pueden buscarse individualmente en el Vocabulario que se encuentra al final de esta introducción a la Civilización Maya. Aclaremos, no obstante, que los mayas se referían a sus dioses con diversos nombres debido principalmente a su independencia respecto al resto de Ciudades-Estado, aunque en general la denominación era muy similar y su función en el panteón maya la misma).

    La religión jugaba un papel muy importante en la vida diaria de los mayas, y todas las actividades estaban regidas por los dioses. El sacerdote era el encargado de guiar la vida espiritual de la comunidad; en el Yucatán el sumo sacerdote era de la familia real y recibía el nombre de “príncipe-serpiente”, siendo el encargado de ordenar a los otros sacerdotes, que eran en definitiva los depositarios del saber sagrado como la jerogligrafía, la ciencia del calendario y la astrología.

    Los mayas creían que en el más allá recibirían un premio o un castigo por los actos humanos realizados; creían que los guerreros muertos en combate, las mujeres muertas de parto, los sacerdotes difuntos y los suicidas iban a una especie de paraíso. Sólo los malvados iban al más profundo de los infiernos, donde serían atormentados sin cesar. Las prácticas religiosas de los mayas incluían las plegarias, la danza, las ofrendas de incienso, la continencia, la realización de rigurosísimos ayunos y el sacrificio individual, siendo éste último una práctica muy extendida y habitual entre los mayas, en la cual los adoradores y penitentes se extraían sangre de las orejas, de los labios, de la lengua, del pene o de cualquiera de sus miembros.

    Las ceremonias rituales en honor de las deidades a veces se hacían a través de sacrificios humanos, de los cuales nos han llegado representaciones pertenecientes al periodo clásico, aunque fueron indudablemente más frecuentes a partir del momento en que se dejaron sentir las influencias mexicanas. Figuras humanas en una extraña pose reclinada sosteniendo un recipiente en su regazo pueden encontrarse en Chichén Itzá y otros sitios yucatecos; supuestamente los personajes esculpidos en piedra conocidos como Chaac Mool recibían el corazón latiendo de la víctima sacrificada. Otros sacrificios se realizaban matando a las víctimas a flechazos. En otras ocasiones se ahogaban en los estanques sagrados o Cenotes, característicos de la península de Yucatán, habitualmente con motivo de conjurar graves calamidades, en especial la sequía; los más famosos Cenotes usados para este fin se encuentran en Chichén Itzá, donde junto a los restos de hombres y mujeres sacrificadas, se han encontrado en el pozo ofrendas de incienso, figurillas de jade, joyas de oro o cobre, cerámica y otros objetos arrojados para honrar a los dioses.

    Para los mayas la Tierra era un disco flotando sobre el océano universal y el Cielo era como un edificio compuesto de pisos superpuestos; las pirámides escalonadas serían pues los símbolos de este cielo, y el templo que las culminaba las moradas de los dioses. El cielo lo imaginaban formado por trece capas celestes y el infierno por nueve niveles, cada uno de ellos regido por un dios. La religión maya era fuertemente dualista: frente a los dioses benéficos había siempre otros maléficos; los trece dioses celestes se enfrentaban a los nueve dioses infernales; los que favorecían a los humanos estaban en lucha constante con los que los perjudicaban.
    Los historiadores han tenido muchas dificultades para localizar los nombres propios de los dioses mayas, ya que se perdieron y destruyeron casi todas las fuentes escritas de saber antiguo; los diversos pueblos que constituían esta civilización denominaban con distintos nombres a los mismos dioses, lo cual ayuda más a la confusión existente en este tema; la identificación de las deidades mayas se inició a principios de este siglo con la obra de Paul Schellhas, que sirviéndose de los códices conocidos diferenció una serie de divinidades y les asignó a cada uno de ellos una letra del alfabeto, método de indentificación que generalmente todavía se sigue. El dios principal del panteón maya era Itzamná, dios creador y forjador del Universo, que aunque inicialmente presentaba diversos aspectos o facetas de sí mismo, al final del Periodo Clásico Tardío se considera que su culto se acercaba más al monoteísmo. Los dioses mayas regían sobre los vientos, el sol, el cielo, el maíz, la guerra y la muerte. Posiblemente una de las deidades más importantes era el dios de la lluvia, Chac, adorado en toda la región y similar al dios Tlaloc de los aztecas. La serpiente emplumada se convirtió en una deidad mayor en la península de Yucatán después de la llegada de los toltecas en el siglo X de nuestra era; estos extranjeros guerreros provenientes del centro de México adoraban a este dios con el nombre de Quetzalcoatl, pero los mayas le cambiaron el nombre a Kukulkán y le dedicaron un templo al nuevo dios en Chichén Itzá.

    Sistemas de Numeración Maya:
    Se cree que fue entre los siglos IV y III a.C. cuando los sacerdotes mayas crearon un sistema de numeración

DICCIONARIO DE TERMINOS MAYAS

NOTA
La lengua maya poseía muchas derivaciones según los pueblos, aunque mantenía una raíz común.
Debido a los especiales giros del lenguaje de los mayas clásicos, pueblos mayas de influencia tolteca e incluso azteca, pueblos como los Cakchiquel o los Quiché, en este Diccionario constarán indistintamente unos términos, en cualquiera de estas lenguas, que pudieran ser similares.
El único objetivo de este Diccionario es dar a conocer aquellas palabras más utilizadas en el idioma maya, independientemente de su origen.

    ACAT
            Es el dios de la vida, formador de los niños en el vientre de sus madres.

    AH PUCH
    Ver Hun-Camé.

    AHAU CHAMAHEZ
    Dios de la Medicina, junto con Cit Bolon Tum. Hacían triplete con Ixchel, patrona de los curanderos, de los partos y nacimientos.

    AHAU KINICH
    Era la representación deificada del Sol para los mayas del Yucatán; posiblemente un aspecto del dios creador Itzamná. En su tránsito nocturno por el mundo inferior se le representa como el Dios Jaguar, el felino nocturno, por lo que a los cielos estrellados se les ha descrito como la piel moteada del jaguar.

    AHAUAB DE XIBALBÁ (Los Señores de la Noche)
    Con esta denominación se conocen a los Señores del Infierno, asistentes directos de los Señores Principales, Hun-Camé y Vucub-Camé, los padres y soberanos del Inframundo. Los Señores Infernales más conocidos son: Ahalcaná, “El que Hace la Aguadija” y Ahalpuh, “El que Labra las Materias”, cuyo oficio era hinchar a los hombres, producirles materias purulentas en las piernas y causarles amarillez en sus rostros; Ahalmez, “El que hace la Basura”, y Ahaltocob, “El que causa la Miseria”, que tenían por oficio punzar a los hombres para que les sucediera el mal y murieran boca abajo, en la puerta de su casa o detrás de ella; Cuchumaquic, “La Sangre Junta”, y Xiquiripat, “La Angarilla Voladora”, cuyo oficio era causar los derrames de sangre en los hombres; Chamiabac también llamado “Vara de Hueso” y Chamiaholom la “Vara de Calavera”, eran los Alguaciles del Infierno, su oficio era enflaquecer a los hombres hasta que se quedaran en los huesos y murieran con la piel del vientre pegada a la columna vertebral; otros Señores eran Patán y Quicxic, encargados golpear el corazón de los hombres causando la muerte repentina que se producía al echar sangre por la boca.

    AHMAKIQ
    Dios de la agricultura, encierra al viento cuando amenaza con destruir las cosechas.

    ALAGHOM-NAOM
    Es la diosa de la tierra, la abundancia y la sabiduría. Creadora del conocimiento consciente y el pensamiento.

    BACABS (Los 4 Bacabs)
    Son los dioses del viento y pilares del Cielo, ya que sostenían el Cielo sobre sus espaldas en los cuatro rincones del Universo; representan a las cuatro direcciones fundamentales del mundo o puntos cardinales. Uno llevaba una caracola de mar en su espalda, otro una tela de araña, el tercero un caparazón de tortuga y el cuarto una concha en espiral. Son también dioses de la apicultura.

    BACKLUM-CHAAM
    Es el príapo maya.

    CAMAZOTZ
    Dios-murciélago del Inframundo.

    CENOTE
    Término utilizado para designar un pequeño estanque o depósito de agua alimentado por corrientes subterráneas y originado por el hundimiento de una caverna. En el Cenote Sagrado se arrojaban gran cantidad de objetos, con lo que se convirtieron en cenagosos museos del arte prehispánico; también se realizaban sacrificios humanos, arrojando a sus profundidades mujeres, niños e incluso hombres adultos.

    CIT BOLON TUM
    Es el otro dios de la Medicina, junto con Ahau Chamahez.

    CHAC
    Dios de la lluvia, uno de los dioses más importantes del panteón maya, representado con una nariz larga y curva. Era el dispensador de la lluvia fecundadora, el protector del joven dios del maíz constantemente amenazado de muerte por la divinidad de la sequía. Un animal asociado a él es la pequeña uo, ranita que se presenta croando ruidosamente con los inicios de la estación de las lluvias.

    CHAMIABAC y CHAMIAHOLOM
    Son los Alguaciles del Infierno. Ver los Ahauab de Xibalbá.

    CHILAM BALAM
    La palabra Chilam se aplicaba a una clase de sacerdotes que eran oráculos, adivinos y profetas, mientras que la palabra Balam traducida como Jaguar, indica algo misterioso y oculto. Los llamados “Libros de Chilam Balam” son los libros sagrados de los sacerdotes mayas, que se suponen traducciones literales al alfabeto latino de los originales en lengua jeroglífica maya.

    CHIN
    Dios del vicio.

EC AHUA
El llamado Jefe Negro, una de las divinidades de la guerra. También se le supone el señor de las plantaciones de cacao.

EKCHUAN
Dios de la estrella polar, patrón de los viajeros y los comerciantes. Mantenía constantes relaciones con el Mundo Inferior.

HUN-CAMÉ
Uno de los nombres del dios maléfico principal, dios de la Muerte y Gran Señor de los Infiernos; se le representa como una calavera descarnada y su nombre es traducido como “Uno Tomador”. Junto con Vucub-Camé eran los dos Señores Principales de Xibalbá, los grandes jueces del Infierno. Por su numerosa representación en los códices se clasificó inicialmente como el Dios A, y se le conoce también por los nombres de Ah Puch y Hun-Ahau. Se asocia con Cizibn (el “hedor”), que es la deidad que más se venera en la actualidad a lo largo de toda el área maya desde Chiapas a Yucatán.

HUN-CIMIL
Ver Hun-Camé.

HUNAHPÚ
Junto con su hermano Ixbalanqué, son los Héroes Gemelos del Popol-Vuh, que entraron en el Inframundo y derrotaron a los Señores del Infierno, saliendo convertidos en el Sol y la Luna.

HURACÁN
Dios de los huracanes (de donde nosotros hemos tomado la palabra para designar estos fenómenos atmosféricos). Su nombre se traduce como “Corazón del Cielo”. Se presenta en forma de tres manifestaciones distintas: Caculhá Huracán, el “Rayo de Una Pierna”, Chipí Caculhá, el “Más Pequeño de los Rayos”, y Raxá Caculhá, el “Rayo muy Hermoso”.

ITZAMNÁ
Es el dios principal del panteón maya, el viejo dios del Cielo, dios creador y civilizador que había enseñado las ciencias a los hombres, inventor del dibujo y de la escritura jeroglífica. A veces se le representaba simplemente como una mano roja. Se supone que el dios maya del sol no era, tal vez, más que Itzamná bajo otra forma.

IXBALANQUÉ
Junto con su hermano Hunahpú, son los Héroes Gemelos del Popol-Vuh, que entraron en el Inframundo y derrotaron a los Señores del Infierno, saliendo convertidos en el Sol y la Luna.

IXCHEL
Diosa de la luna y del arcoiris, esposa de Itzamná y famosa por su infidelidad e inconstacia amorosa; en ocasiones poco benévola para los humanos ya que era la dama de las inundaciones devastadoras. También era la diosa de los alumbramientos; las futuras madres a menudo realizaban peregrinajes a la isla de Cozumel o Isla Mujeres en México, que se encontraba bajo la protección de esta diosa.

IXCHELBELYAR
Diosa de artes como la pintura, los tejidos y bordados.

IXQUIC
Cuyo nombre se traduce como “Sangre”, era la hija de Cuchumaquic, uno de los Señores de Xibalbá, que según la leyenda concibió a los héroes gemelos, Ixbalanqué y Hunahú, mediante la saliva de la cabeza de Hun Hunahpú que cayó en la palma de su mano. Fue expulsada por su padre de Xibalbá y se escapó a Uleu, la Tierra.

IXTAB
Diosa del suicidio, era la patrona de los que se suicidaban y en especial de los que se ahorcaban, a los que ayudaba a alcanzar el paraíso sin extraviarse.

IXTUNTUN
Patrón protector de los grabadores de jade.

KAN U UAYEYAB
Dios Guardián de las ciudades.

KISIN
Es el espíritu maligno de los terremotos. Vive abajo la tierra en un purgatorio donde todas las almas están un tiempo, excepto los soldados muertos en la batalla y las mujeres que murieron de parto.

KUKULKAN
Es un dios heredado de los toltecas, la llamada Serpiente Emplumada, sinónimo del dios azteca Quetzalcóatl. Los mayas quichés le llamaban Gukumatz.

LENGUAJE DE ZULÚA, EL
Este término se refiere a la importancia mágica de la palabra que debía permanecer oculta para el pueblo en general.
El “Lenguaje de Zulúa” denominaba a un conjunto de conocimientos esotéricos trasmitidos secretamente de padres a hijos en la aristocracia maya. Entre los mayas del Yucatán existía una figura llamada Alachuinic, Hombre Verdadero, encargado de someter cada 20 años a los hombres de alcurnia al llamado “Interrogatorio de los Jefes”, para que los candidatos a tomar la dirección de una población demostraran sus conocimientos.

MITNAL
El MITNAL o Mictlan es un término en lengua maya utilizado para designar al Noveno Infierno. Para los mayas el Mundo Inferior estaba constituido por nueve zonas, siendo la última la más aterradora de todas, el llamado Mitnal.
Algunos mitólogos asocian el nombre de Mitnal al Dios de la Muerte y Dueño de los Infiernos.

NACON
Uno de los dioses de la Guerra.

OXLAHUNTIKÚ
Las trece divinidades del mundo superior, una por cada nivel del cielo maya.

POPOL-VUH
Literalmente, “El Libro de la Comunidad”, es el Libro Sagrado o Biblia de los mayas quichés. Era en origen un antiguo códice maya y se divide en tres partes fundamentales: la creación y el origen del hombre, las aventuras de los semidioses Hunaphú e Ixbalanqué, y la historia antigua de las tribus indígenas de Guatemala. Este libro desapareció, y en el siglo XVIII, gracias al empeño del Padre Fray Francisco Ximénez, se consiguió que unos indios dieran a conocer un libro escrito en lengua quiché poco después de la conquista española (¿1544?), donde se recopilaban estas viejas tradiciones. En la actualidad se llama Popol Vuh a esta traducción (también conocida como Manuscrito de Chichicastenango).

PIZLIMTEC
Dios del canto.

SATUNSAT
Es un curioso edificio hallado en las ruinas de Oxkintok, en el norte de la península del Yucatán, y que no tiene igual en el mundo maya; formado por un laberinto de piedra con tres pisos conectados entre sí por escaleras interiores, se supone que representa el camino de bajada al Inframundo. Se cree que la persona que se internaba en él, experimentaba una especie de “muerte ritual”, entrando en comunicación con sus antepasados y con los dioses, renaciendo finalmente con una nueva fuerza y con extraordinarios conocimientos adquiridos durante el fantástico viaje. Este rito iniciático de descenso a los infiernos suponía una catarsis para los gobernantes de la ciudad o los sacerdotes y, actualmente, para ciertos chamanes y curanderos que buscan en su interior revelaciones sobrenaturales.

TEOTLACHCO
Era el Juego de Pelota de los mayas. El Juego de Pelota estuvo muy extendido en los pueblos de la América antigua, aunque en principio fue panmesoamericano. Consistía en una sangrienta diversión, en ocasiones muy violenta, donde se cruzaban habitualmente apuestas y era normal que terminara con la muerte de los perdedores, aunque existieron otras variantes que incluían el sacrificio de los vencedores. No era solamente un acto lúdico o una competición atlética, pues la cancha de juego era en realidad un diagrama cosmológico y la pelota simbolizaba al sol, lanzada constantemente por el firmamento y que sólo se detenía en los extremos correspondientes a los solsticios. Las zonas de juego estaban habitualmente cerca de los templos, eran rectangulares y con superficies escalonadas, en cuyos muros se habían fijado dos discos de piedra agujereados, uno frente al otro, a través de los cuales cada bando debía introducir la pelota. Se conoce muy poco de sus reglas y su método de puntuación, aunque se sabe que la pelota, grande, sólida y pesada de material elástico como el caucho, no se podía tocar con las manos o los pies, debiendo utilizar en su lugar el pecho, el vientre o las caderas. Jugaban dos equipos opuestos que se protegían con un cinturón ancho y pesado de madera y cuero, protectores en muslos y rodillas, guantes y, en algunas zonas, también cascos.

TUCUR
Son los también llamados Tecolotes o mensajeros de los Señores del Inframundo. Eran cuatro buhos o lechuzas mágicas: Chavi-Tucur o “Flecha de Buho”, rápido como una flecha; Huracán-Tucur o “Piedra de Buho”, que no tenía más que una pierna; Caquix-Tucur o “Guacamaya Buho”, con alas color rojo de fuego; y Holom-Tucur o “Cabeza de Buho”, que era sólo cabeza y alas, sin cuerpo ni piernas.

TZOMPANTLI
Especie de podium en forma de T cerca de los campos de juego de pelota, y cuyo nombre significa “muro de cráneos”; lugar donde se depositaban las cabezas de los perdedores en el Juego de Pelota.

VUCUB-CAME
Traducido como “Siete Tomadores” era junto con Hun-Camé, el otro Gran Señor de Xibalbá, que eran servidos y asistidos por el resto de los Señores del Infierno.

XIBALBA
Para los mayas del Yucatán era el diablo, para los mayas-quichés era la región subterránea habitada por los enemigos del hombre, era el Mundo Inferior o Infierno, y su nombre puede ser traducido como “Lugar del Espanto”.
El territorio de Xibalbá estaba formado por nueve niveles llenos de murciélagos mortíferos y una fauna asquerosa, como perros demoníacos devoradores del almas; cada nivel estaba regido por un Señor de la Noche, siendo el nivel más profundo y tenebroso de todos el llamado Mitnal. En el descenso a Xibalbá se cruzaban varios ríos, entre ellos uno de materia (antiguo nombre dado al pus) y otro de sangre, y luego se llegaba a una encrucijada de cuatro caminos: uno negro, otro blanco, otro rojo y el último verde; siguiendo el camino negro se llegaba a las Casas del Sufrimiento o Lugares de Tormento: la Casa de la Oscuridad, la Casa del Frío, la Casa del Fuego, la Casa de las Navajas de Chay o Cuchillos de Pedernal, la Casa de los Tigres, la Casa de los Murciélagos…
Los mayas consideraban a ciertas cuevas como conductos o pasajes que enlazaban directamente con el Infierno, creencia que hoy en día forma parte de las leyendas de los descendientes de los mayas.

YAXCHÉ
Es un árbol inmenso (ceiba) que se encuentra cerca de cada uno de los Bacabs que erraizaban en el mundo subterráneo, y sus ramas acogían las buenas almas, especialmente las de los suicidas.

YUM KAAX
Dios del Maíz, es quizá uno de los más importantes. Muchos piensan que no es dios del maíz sino el maíz mismo, pues la agricultura y la economía maya se basaba en este cereal. Se le representa como un dios joven, atacado constantemente por el dios de la sequía y defendido por el dios de las lluvias.

Mitologia azteca-217

Aztecas

Junto con la llegada de los primeros conquistadores al Nuevo mundo, se presentaron los primeros misioneros, conjunto de santos y rebeldes, llenos del santo espíritu de Dios y con la idea fija de transformar al cristianismo y llevar la salvación que la Santa Iglesia Católica tenía preparada para todos los infieles.
Soldados, aventureros y diversos grupos de sacerdotes y religiosos, cayeron en el continente recién descubierto por Colón. Grande fue su sorpresa al percatarse y conocer las diferentes religiones de las tierras que iban siendo descubiertas y conquistadas. Quedaron asombrados no sólo de la riqueza de ciertos panteones ( Aztecas de México, Mayas de Yucatán, Incas del Perú), sino de encontrar en las múltiples religiones de este Nuevo Continente insospechado poco antes e incluso aislado del mundo antiguo, no solo creencias y prácticas semejantes a otras de la mitología clásica, sino leyendas y tradiciones, como por ejemplo, las relativas al diluvio, que no sabían que existiese fuera de la Biblia. Y su asombro llegó al colmo al enterarse de que ciertas particularidades que ellos creían exclusivas del culto católico que con tanto celo se disponían a implantar, particularidades que estaban seguros de haber sido inventadas por la Iglesia, por ejemplo, la confesión, eran cosa establecida y practicada hacía siglos en el nuevo, inmenso, desconocido y misterioso continente. También conocían la existencia de Vírgenes – Madres: como la Coatlicue, que había concebido por obra de la divinidad, y la Mujer Blanca, de Honduras.

Sin contar que existía por todas partes el sistema dualista, es decir, el de dioses y demonios, seres, espíritus, principios o entidades diametralmente opuestas, y por ello enemigos, productores del bien y otros del mal, como entre los persas estaba Ariman y Ormazd o Dios y el Diablo entre los cristianos.

¿ Cómo podía ocurrir cosa tan insólita y sorprendente ? Respecto a ciertas leyendas, eco lejano de inmensos acontecimientos planetarios o de cataclismos acaecidos en nuestro globo en épocas remotas, aún, bien que no sin sorpresa, podía explicarse la coincidencia. Para justificar otras, hubiera habido que admitir, cosa muy improbable, que un grupo relativamente reducido de individuos, pero ya con una base sólida y un abundante caudal de mitos, habíase extendido por el mundo llevando con ellos sus creencias y leyendas, que había ido luego transformándose de acuerdo con los climas, los lugares, las necesidades y los tiempos.

Mas esta hipótesis, aunque pudo pasar por un momento por la mente de alguno de aquellos celosos y admirables misioneros, sería desechada al punto. ¿ Cómo hubieran podido los hombres primitivos , inermes ante los grandes obstáculos naturales, cruzar un mar que en pleno siglo XVI ofrecía aún tantos peligros, riesgos y dificultades ?.

En cuanto al aspecto relativo a la identidad de ciertas prácticas que creían exclusivas de la religión que ellos se proponían implantar, de esto ni trataron de hallar la causa, como es muy probable. Debieron limitarse a hacer un razonamiento mental semejante al de Simón de Monfort, al hacerle la observación, pues había mandado pasar a cuchillo a todos los habitantes de Béziers: hombres, mujeres y niños ( hecho ocurrido el 2 de julio de 1209), que algunos de ellos no eran herejes, respondió lleno de celo: “Que mueran todos. Dios en el cielo separará los católicos, si los hay, de los malditos albigenses”. Pues bien, ellos se dirían más o menos lo mismo.

No obstante, el problema no era difícil de resolver reduciéndole a su expresión más natural y sencilla. Descontando que, como en muchos otros lugares de la Tierra, el totemismo era la base, por así decirlo, de todas las religiones americanas, hubiera bastado considerar cómo han nacido las creencias religiosas para comprender que la raíz de todas es la misma. Y que luego sus variaciones, sus prácticas, sus leyendas y sus mitos no son sino producto del medio y de los siglos. de la geografía y del progreso. Así como que el unguento de ilusiones, leyendas, mitos y fantasías de tipo religioso en todas partes es igual: la fe destinada a aliviar temores y crear esperanza.

Por ello considero oportuno revisar lo que la fantasía americana, en función de la necesidad y del tiempo, han producido como tradiciones en este continente. Es decir, las variaciones introducidas por los años en ese fondo común constituido allí, como en todas partes, por los grandes fenómenos de la naturaleza y por los cataclismos primitivos, primeras causas, en todas partes, del miedo a lo desconocido, y con ello del sentimiento religioso.

Iniciemos pues con el estudio de los Aztecas. . .

Podemos decir que un hecho que se considera común en todas las religiones politeístas fue siempre la tolerancia respecto a los dioses extranjeros, por lo que cada vez que un pueblo dominaba a otros, asimilaba a los dioses de los vencidos en su panteón, con objeto de que le fuesen propicios en el suelo que acababan de conquistar. terreno que creían, pensando con buena lógica, que antes que a ellos pertenecía a los dioses que allí dominaban. Las religiones monoteístas, por el contrario, al creer que el único dios verdadero era el suyo y todos los demás invenciones de la fantasía, o de los demonios, lógicamente también ( este lógicamente es según su lógica ) tenían que perseguirlos. A causa de lo cual las atrocidades, violencias y crímenes cometidos en nombre de los dioses únicos fueron siempre monopolio, no hay más remedio que confesarlo, de las religiones tenidas como más perfectas. ( Como ejemplo tenemos la forma en que se extendió el islamismo a sangre y fuego o las cruzadas católicas de los siglos XI al XIII).

Así las cosas, los Aztecas mexicanos, aunque era un pueblo esencialmente conquistador, no era fanático exclusivo de sus dioses, sino más bien anexionador de divinidades, natural es que ofrezca en su religión, tal como se le conoce, o sea, tal cual estaba cuando Cortés se presentó en el siglo XVI, una extremada complejidad. No obstante pueden distinguirse de un modo general en su panteón dos grandes series de divinidades: unas en relación con la caza y con la guerra y las otras en relación con la agricultura.

El gran dios mexicano de la guerra era Huitzilopochtli ( “El dios de la guerra de los chichimecas era Mixcoatl, dios cazador y guerrero. El de los tlaxcaltecas, Camastli, así cada tribu tenía su dios. Xipe era el dios de los sacrificios por excelencia, bien que todas las divinidades guerreras fuesen sanguinarias y exigiesen sacrificios humanos. Xipe era, no obstante, un dios intermedio: mitad guerrero, mitad agrícola.”). Este dios era la divinidad tribal de los aztecas. La tradición decía que por orden suya su pueblo había emprendido la migración que les condujo al borde del lago de Texcoco, donde fundaron su capital.

Se le conocía también con el nombre de Mexitl, de donde la palabra México, lugar dedicado a Mexitl. Solía representársele esquemáticamente mediante un águila, símbolo azteca de la fuerza y de la intrepidez guerrera, así como del Sol mismo. Por ello la abundancia de estos animales en los blasones y escudos de armas de los guerreros. Huitzilopochtli, etimológicamente quiere decir pájaro mosca izquierdo. Debe tenerse en cuenta que el lado izquierdo , en la concepción cósmica de los aztecas correspondía al Sur. Sin duda, además Huitzilopochtli era una forma del sol, puesto que cuando se le sacrificaban víctimas los corazones eran expuestos al sol.

Lo de pájaro mosca venía de la siguiente leyenda, la cual parece indicar que antes de llegar a ser el dios de la guerra fue un dios totémico, un colibrí:

Huitzilopochtli había sido concebido por la Virgen – Madre Coatlicue ( la del traje tejido con serpientes), que era ya madre de una hija y de numerosos hijos, llamados los Centzon-Huitznahuas ( los cuatrocientos meridionales). Coatlicue, estando un día orando en el templo del Sol, recibió del Cielo una corona de plumas de colibrí. La puso sobre su seno y quedó encinta del dios de la guerra. La hija, furiosa, pues creía deshonrada a su madre, instigó a los Cuatrocientos Meridionales ( es decir, las estrellas meridionales, enemigas del Sol) para que la matasen. Pero Cuatlicue pudo librarse de ellos y dar a luz a Huitzilopochtli, que por cierto, nació enteramente armado, como la Atena griega; revestido con una armadura azul, con la cabeza y la pierna izquierda adornadas con plumas de colibrí y una jabalina azul también en la diestra ( signo de habilidad). Al punto, precipitándose sobre su hermana, la mató; luego y sirviéndose de Xiuhcoaltl, la serpiente de fuego, su atributo distintivo, exterminó a los Centzon-Huitznahuas y a cuantos habían complotado contra su madre.

Se solía representar a este dios como un guerrero con la parte alta de la cara pintada de negro, cubierto con una armadura de plumas y llevando en la mano izquierda un escudo y en la derecha el xiuhcoaltl. En su calidad de dios tribal, le estaba dedicado el templo de México. Los corazones de las víctimas que eran sacrificadas en su honor, eran puestos en recipientes de piedra llamados quanhxicalli, “recipientes del águila”, alusión a una de las formas del dios. Tal vez una divinidad más antigua que él ( cuyo hermano era Tezcatlipoca, “espejo brillante”, dios del invierno y no se sabe el porqué, también de la justicia) era sin duda Quetzalcoaltl, la serpiente emplumada, que los aztecas debieron de encontrar ya al conquistar México. Decíase que esta serpiente había tenido que retirarse ante el ataque de los aztecas, acabando por embarcarse para ir hacia los países del Este, al otro lado del Atlántico. Pero que un día volvería a tomar el desquite. Esta antigua creencia no dejó de ayudar mucho a Cortés, que al tener noticia de la tradición, la empleó y la explotó para sus alianzas con las tribus enemigas de Moctezuma cuando su prodigiosa conquista de México.

Tezcatlipoca( espejo humeante) era el dios del Sol; personificaba el sol del verano, que madura las cosechas, pero que trae también la sequedad y la esterilidad. Como dios de la tarde, era asimilado a la Luna. Recibía diversos nombres, según las fiestas en que era invocado , algunas de las cuales le estaban consagradas en su calidad de dios de la música y de la danza. Era invisible e impalpable, apareciendo, a veces, a los hombres, bajo la forma de una sombra fugitiva, de un monstruo espantoso o de un jaguar. Según una leyenda, Tezcatlipoca erraba por las noches bajo la forma de un gigante, envuelto en un velo ceniciento y llevando su cabeza en la mano. Cuando los temerosos le veían morían, pero el hombre bravo le agarraba y le decía que no le soltaría hasta por la mañana. El gigante suplicaba que le soltase y maldecía. Si el hombre conseguía retener al monstruo hasta el alba, éste entonces cambiaba de humor, le ofrecía riquezas y poderes invencibles con tal de que le dejase partir antes del amanecer. El hombre victorioso recibía entonces del vencido cuatro espinas como prenda de su victoria. Luego el hombre valiente le arrancaba el corazón y se lo llevaba a su casa. Pero al desdoblar la tela en que lo había metido no encontraba sino plumas blancas o una espina, o ceniza, o harapos. Los aztecas le temían más que a todo otro dios y le ofrecían también sacrificios sangrientos. Cada año, el más hermoso de entre los jóvenes cautivos era escogido para personificarle. Le enseñaban a cantar, a tocar la flauta, a llevar flores y a fumar. Le vestían suntuosamente y ponían ocho pajes a su servicio. Durante todo el año le prodigaban toda clase de honores y placeres. Veinte días antes de la fecha dispuesta para el sacrificio le daban como mujeres a cuatro jóvenes, que personificaban a cuatro diosas. Luego empezaban una serie de fiestas y danzas. Llegado el día fatal, el joven dios era conducido con gran pompa fuera de la ciudad y sacrificado en la última plataforma del templo. De un solo golpe con un cuchillo de obsidiana, el sacerdote le abría el pecho y le sacaba el corazón palpitante, que ofrecía al Sol.

Tezcatlipoca era el gran enemigo de Quetzalcoatl, cuyo mito parece evocar una gran lucha étnica. Tezcatlipoca no pensaba sino en la destrucción de los de Tulla, es decir, de los tolteques, de los que Quetzalcoatl era el dios más importante antes de llegar a ser, luego de la caída de los tolteques, una de las principales divinidades aztecas.

Un día los de Tula vieron entrar en la ciudad tres brujos, uno de los cuales no era otro que Tezcatlipoca bajo la apariencia de un hermoso joven. Este consiguió seducir a la sobrina de Quetzalcoatl, hija del rey Uemac, lo que le permitió extender el Tula el gusto a la desobediencia a las leyes y el vicio. En una gran fiesta bailó y entonó un cántico mágico. Pronto fue imitado por un gran número de tolteques, a los que condujo a un puente, que hundiéndose bajo su peso, hizo caer a la mayor parte al río, donde fueron convertidos en piedras. Poco después se mostró a los tolteques haciendo bailar mágicamente en su mano a un muñeco. Maravillados se amontonaron de tal modo para ver mejor el espectáculo prodigioso, que muchos murieron asfixiados. Entonces les dijo que debían matarle por los males que había ocasionado. Le mataron, en efecto, mas al punto su cuerpo empezó a exhalar tal olor, que muchísimos de los tolteques morían. En fin, tras muchas pérdidas, consiguieron sacarle fuera de la ciudad cuando ya casi la había arruinado.

Tezcatlipoca era representado con cabeza de oso y ojos muy brillantes. Llevaba en la cara rayas amarillas y negras. Su cuerpo era negro también y sus tobillos estaban llenos de campanillas. provocaba discordias y la guerra. Pero también era dispensador de riquezas. Los aztecas le atribuían el poder de destruir el Mundo si le placía. Como la mayor parte de los otros dioses, resucitó y volvió del cielo a la tierra.

Quetzalcoatl ( serpiente – pájaro), dios del viento, amo de la vida, creador y civilizador, patrón de todas las artes e inventor de la metalurgia, era en un principio una divinidad del Chilollán; pero expulsado por las maquinaciones de Tezcatlipoca, resolvió irse a Tlapallán, tras la ruina de Tulla. Quemó sus casas, hechas de plata y de conchas, enterró sus tesoros y se lanzó por el mar del Este, precedido de sus servidores, transformados en pájaros de vivo plumaje, tras prometer a su pueblo volver. Desde entonces, centinelas colocados en la costa acechaban la llegada del dios.

Quetzalcoatl era representado como un viejo de larga y blanca barba y vestido con un traje muy amplio. La cara y el cuerpo pintado de negro. En la cara una careta de hocico puntiagudo de color rojo.

Al estar preparando este trabajo llegó a mis manos un artículo periodístico publicado en el periódico Reforma en su suplemento dominical ” El Ángel”.

” Quetzalcoatl ocupa un lugar único en la historia y la imaginería mexicanas. Su figura múltiple recorre todas las épocas y en cada una brilla con luz propia. Su primera aparición es imborrable: nace con la actual era del mundo y es uno de sus creadores. Un mito hecho de mitos.

Según las cosmogonías más antiguas, Quetzalcoatl nació cuando no había luz ni movimiento ni vida en el mundo, e instauró un orden fundamental en el cosmos. Separó el cielo de la tierra, y él mismo se convirtió en uno de los árboles que sostenían la bóveda celeste. En la tradición maya es el Primer Padre, el ordenador del cosmos y el dios del maíz, la deidad que creó el alimento de los seres humanos y produjo la vida civilizada. Varios textos y pinturas describen su maravilloso viaje a la Primera Verdadera Montaña, el lugar donde se guardaban los alimentos fundamentales. Cuentan cómo Quetzalcoatl, armado de un hacha con forma de relámpago, golpeó la montaña de los mantenimientos y de la abertura que hizo brotó el maíz y los bienes que desde entonces alimentan a los seres humanos.

En los testimonios mayas que narran la saga de Quetzalcoatl, los principales acontecimientos de su vida están vinculados con el ciclo vegetal de la planta del maíz. Siguiendo la práctica de los campesinos cuando inician la siembra y remueven la tierra para depositar en ella la simiente. Quetzalcoatl fue primero sembrado en la tierra; es la primera semilla que se introdujo en el seno de la tierra. Pero como los dioses creadores no advirtieron a los señores del inframundo de esta intromisión en sus dominios, no acordaron con ellos los sacrificios que habrían de recibir a cambio de procrear la vida en su interior, éstos retuvieron la semilla y se negaron a que fructificara en la superficie terrestre. El Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, narra que al observar esa resistencia los dioses celestes enviaron al inframundo a dos héroes dotados de poderes sobrenaturales, los Gemelos Divinos. Los gemelos descendieron al interior de la tierra, enfrentaron a los temibles señores del Xibalbá, los vencieron e hicieron retornar al dios del maíz a la superficie terrestre. El episodio más dramático del mito es el renacimiento glorioso del dios del maíz, quien brota del interior de la tierra llevando con él las mazorcas preciosas, con cuya masa los dioses modelaron a las mujeres y a los hombres de la nueva era del mundo. Como se observa, en su versión más antigua, el mito de Quetzalcoatl es una cosmogonía agrícola, un canto a los poderes reproductores del cielo y de la tierra, y una apología de la agricultura como sustento de la vida civilizada.

En la tradición del área del Golfo de México, Quetzalcoatl asume otra apariencia: es Ehécatl, el dios del viento, la potencia que barre los cuatro rumbos del cosmos para que por ellos corran los aires que provocan la precipitación de la lluvia. Su aparición ordena el cosmos, el espacio terrestre y el tiempo. Sus templos eran redondos y por ellos viajaban los diferentes vientos. En Cholula, sus seguidores edificaron un templo altísimo y la fiesta que lo conmemoraba reunía peregrinos de las regiones más apartadas de Mesoamérica.

En los códices y relatos mixtecos, Quetzalcoatl aparece bajo la advocación de Ehécatl, el soplo vital que le infundió movimiento al cosmos. Su calidad divina se manifiesta al nacer; pues brota de un pedernal y una de sus primeras tareas es separar el cielo y las aguas de la tierra. Su aparición se asocia con el surgimiento de la tierra mixteca, el nacimiento de los primeros linajes en la legendaria región de Apoala, el descubrimiento de las plantas útiles y del fuego, y la celebración de las ceremonias dedicadas a reverenciar a los dioses y los ancestros. Es un héroe cultural de naturaleza divina, un dispensador de los bienes fundamentales y el ancestro tutelar del pueblo mixteco.

Varios siglos más tarde, cuando ya habían desaparecido los reinos de la época Clásica que contaban que la creación del cosmos había sido obra del dios del maíz, se fundó un estado poderoso en el norte de Mesoamérica, poblado por gente nómada y guerrera y por antiguos habitantes del Altiplano Central. Ese reino tuvo por capital Tula o Tollan, la celebrada ciudad gobernada por el rey y supremo sacerdote Quetzalcoatl. Los relatos toltecas le atribuyen a Quetzalcoatl la creación del legado cultural que fundó la vida civilizada en Mesoamérica: la invención de la agricultura, el calendario, la escritura, la astronomía, la astrología, la medicina y las artes y oficios útiles. Es decir, este mito legitima el asentamiento de los guerreros norteños en las tierras de los antiguos agricultores y transforma sus creaciones culturales en legado tolteca.

La celebración del dios y héroe cultural de Tula se confundió con la imagen de un personaje llamado Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcoatl, que quiere decir Uno caña ( su fecha de nacimiento), nuestro señor Quetzalcoatl. Su legendaria biografía señala que llevó el mismo nombre que el dios y sacerdote, hizo hazañas guerreras, gobernó Tula en su máximo esplendor, perdió el trono y por último, abandonó su reino, huyendo con una parte de sus fieles hacia el oriente.

La literatura más extensa sobre Topiltzin Quetzalcoatl se refiere a su gobierno en Tula y celebra la fundación de un reino que ejercía el poder sobre innumerables pueblos. Los textos narran que Tula era la metrópoli donde abundaban las riquezas y confluían los bienes de la civilización. En ese reino el poder político estaba unido al religioso en la persona de Topiltzin Quetzalcoatl. A Tula acudían los señores de las provincias vecinas y ahí Topiltzin les asignaba su rango y les imponía las insignias del poder. En signo de acatamiento, los jefes de los distintos reinos le ofrendaban tributos muy ricos y regalos suntuosos.

Repentinamente, este reino feliz fue abatido por los poderes malignos del dios Tezcatlipoca, quien hizo que Quetzalcoatl huyera hacia oriente. Unos textos dicen que al llegar a un lugar de la costa del Golfo de México, Quetzalcoatl se incendió y más tarde renació convertido en Estrella Matutina o Señor del Alba. Otros cuentan que al salir de Tula inició una dilatada peregrinación por las regiones de Puebla, Oaxaca, Tabasco, Chiapas y Yucatán, y se internó en las tierras de Guatemala, El Salvador y Nicaragua. En cada uno de esos lugares dejó una huella inolvidable de su presencia.

Múltiples testimonios registran la penetración en el sur del País de grupos de ascendencia tolteca, junto con el arribo de un personaje que reproduce los rasgos del legendario rey, supremo sacerdote y héroe cultural de Tula. En muchas ciudades su emblema, la Serpiente Emplumada, adorna los monumentos más significativos. En Chichén Itzá es el emblema que identifica a los personajes que encabezan acciones bélicas. En Cacaxtla, la Serpiente Emplumada identifica a los dirigentes de esa ciudad. En Xochimilco, la Serpiente Emplumada ondula en el monumento que se levanta en la plaza central. Asimismo, diversos textos yucatecos, quichés y cakchiqueles dan cuenta de invasiones procedentes del Altiplano Central dirigidas por personajes que ostentan el nombre de Kukulkán, Gucumatz o Nacxit, que son otras tantas apelaciones del legendario Topiltzin Quetzalcoatl. Como se advierte, el mito de la Tula maravillosa y del legendario Quetzalcoatl legitiman la expansión de un pueblo conquistador, que desde el siglo IX al XII impuso su dominio en Tula y en la Península de Yucatán, donde grupos toltecas y mayas fundaron Chichén Itzá, la metrópoli sureña.

Cuando Hernán Cortés llegó a las playas de Veracruz, buena parte de las diversas imágenes que a lo largo del tiempo se habían reunido en Tenochtitlán, la ciudad edificada en medio de la laguna, que era entonces una metrópoli cosmopolita y un centro receptor de múltiples tradiciones. En el panteón mexica, Ehécatl -el dios creador de los códices mixtecos- tenía un alto lugar, aunque crecientemente disputado por Tezcatlipoca y Huitzilopochtli, deidades nahuas. Su extraño templo redondo ocupaba un lugar privilegiado frente al Santa santorum de Tenochtitlán, el Templo Mayor.

En el centro ceremonial de Tenochtitlán, los mexicas habían construido un templo para albergar las efigies de los dioses conquistados, de tal manera que la variedad de deidades nahuas se imbricó con los dioses, símbolos y discursos teogónicos de otros pueblos y culturas. Así, a las propias relaciones de Quetzalcoatl con otros dioses del panteón nahua, se agregaron nuevas conexiones con deidades de panteones diferentes. El Quetzalcoatl mexica recibió los atributos y significados del Quetzalcoatl venerado en Cholula y particularmente la rica simbología de la Estrella Matutina y la Estrella Vespertina que estaba en uso en diferentes regiones, de modo que, Xólotl, Tlahuizcalpantecutli y otros avatares de Venus se sumaron al Quetzalcoatl de los aztecas.

En la cosmogonía nahua, Quetzalcoatl es uno de los dioses que intervienen en la creación del cosmos y del sol, y es asimismo el dios que desciende al inframundo, rescata los huesos de la antigua humanidad y forma con ellos a las mujeres y a los hombres del Quinto Sol. Como sus antecesores mayas y mixtecos, es el dios dispensador de la civilización, el reciclador del tiempo, el discernidor del movimiento de los astros y de los destinos humanos. El calendario y la Escritura, los dos saberes supremos que ordenaban los conocimientos fundamentales de Mesoamérica, eran actividades vinculadas al dios Quetzalcoatl y estaban a cargo de los dos más altos sacerdotes, quienes llevaban asimismo el título de Quetzalcoatl.

Al lado de las representaciones del dios, los testimonios mexicas destacan la imagen de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcoatl como el fundador del reino soñado. Del mismo modo que en la mitología mexica Tula es el arquetipo de la ciudad y el reino ideal, Topiltzin Quetzalcoatl es el paradigma del gobernante, el creador de las insignias, investiduras y símbolos reales, el primer rey de la legendaria Tula, el fundador del poder tolteca, antecesor del poder mexica.

La conquista española y la invasión de nuevos dioses y símbolos religiosos no segaron la vida de Quetzalcoatl. Por el contrario, la multiplicaron. Con las cenizas y los recuerdos de los antiguos dioses, los sobrevivientes indígenas compusieron un nuevo mito de Quetzalcoatl: el antiguo héroe cultural fue transformado en un mesías redentor. Varios testimonios relatan la historia de un Quetzalcoatl que había prometido regresar de su exilio, formar un ejército indígena dotado de armas invencibles, hacer la guerra a los invasores blancos y restaurar el antiguo reino de los señores naturales.

Por su parte, los frailes evangelizadores y los nacidos en México de ascendientes europeos, crearon el mito de un Quetzalcoatl cristiano. Fray Toribio de Benavente, el célebre Motolinía, inició esta transformación cuando aseveró que Quetzalcoatl era “hombre honesto y templado”, y dijo que fue él quien “comenzó a hacer penitencias y ayuno y disciplina”. Bartolomé de las Casas dio un paso más en esta conversión cuando afirmó que Quetzalcoatl, el dios de Cholula, era un hombre blanco, de ojos grandes, largo cabello negro y barba redonda. El dominico Diego Durán completó esta identificación en su Historia de las Indias, donde escribió que Quetzalcoalt había sido en realidad un mensajero de Cristo, puesto que había difundido los signos de la verdadera religión y había profetizado la llegada de los españoles.

La interpretación de Durán no admitía la idea de que los indios de la Nueva España pudieran haber sido olvidados por los señalados para propagar la palabra de Cristo. Según su interpretación, el apóstol de los indios había sido Topiltzin, ” el cual aportó a esta tierra, y según la relación [ que] de él se da […] también sabemos haber sido predicador de los indios”. Así, por medio de esta transmutación, Quetzalcoatl adquirió los rasgos de un apóstol de Cristo, mientras que otros pensaron que Dios había utilizado ese engaño para atraer a los indios a la verdadera fe. Como lo ha mostrado Jacques Lafaye, la “idea que pronto tendió a imponerse fue que Quetzalcoatl era el apóstol Santo Tomás y que todas las analogías [ de las ] creencias del antiguo México con el cristianismo derivaban de una pretérita evangelización de América y de la degradación ulterior de la doctrina”. Sobre estas bases se afirmó la idea de que Quetzalcoatl fue un dios blanco, procedente de un país remoto, cuyo mandato era difundir la civilización en las incultas tierras de América.

Desde entonces, Quetzalcoatl se convirtió en la presencia más ubicua y carismática de la mitología mexicana. Adquirió las cualidades de la metamorfosis, la resurrección y la multiplicación sin límites. Su figura, radiante o premonitoria, pudo atravesar simultáneamente diferentes tiempos o viajar por múltiples espacios. En los años críticos de indefensión o quebranto, asumió los rasgos del profeta: anunció regresos triunfales y la instauración de un nuevo reino. En las épocas de construcción y estabilidad se convirtió en símbolo de civilización y en emblema de una identidad ancestral.

Poco antes de que estallara el movimiento de independencia, fray Servando Teresa de Mier revivió la leyenda del apóstol y del héroe legendario. A su vez, muchos indígenas y mestizos entendieron que en esos años se cumplía un ciclo más de las revoluciones del tiempo y que esa anudación de los años anunciaba el regreso de Quetzalcoatl. A lo largo del siglo XIX su figura invadió los terrenos de la poesía, la música, el drama, la literatura y la pintura. En estas artes, como antes en el mito, adquirió otros perfiles y vivió nuevas reencarnaciones. Con el triunfo de la Revolución de 1910 y la eclosión de la pintura mural, Quetzalcoatl se convirtió en uno de los personajes predilectos de los muralistas. José Clemente Orozco y Diego Rivera plasmaron dos interpelaciones poderosas de Quetzalcoatl, y más tarde cada pintor construyó su propia versión de este personaje.

En la segunda década del siglo actual, Manuel Gamio, el fundador de la arqueología mexicana, exhumó en la ciudad sagrada de Teotihuacán el templo más antiguo que se conoce dedicado a la Serpiente emplumada. Nunca imaginó que con esa obra iniciaría otro interminable debate sobre esa entidad prodigiosa, y abriría la puerta a una sucesión de cambiantes interpretaciones. las encontradas y fantásticas elecubraciones que cada generación de arqueólogos produjo de esta figura, pronto fueron superadas por las fabricadas por historiadores, escritores, practicantes de ciencias ocultas, astrólogos, periodistas, antropólogos de las más variadas escuelas y aficionados a la historia y la arqueología.

En las últimas décadas, la literatura sobre Quetzalcóatl adquirió dimensiones inabarcables. Los psicólogos encontraron nuevas versiones del complejo de Edipo al analizar la personalidad incestuosa y esquizofrénica de Quetzalcóatl. En la iconografía popular, aun cuando la Virgen de Guadalupe y el Enmascarado de Plata mantienen el primer lugar en cuanto al número de veces que su imagen se reproduce, Quetzalcóatl se imbricó con las imágenes de los santos, vírgenes, profetas, héroes culturales, videntes y ancestros de toda laya.

Como ocurre con otros grandes mitos, el de Quetzalcóatl se ha vuelto un mito universal, imposible de reducir a una sola explicación, irrefrenable y polisémico. Cada nueva interpretación da pie a nuevas hipótesis y suscita otras réplicas que a su vez conducen a nuevas disquisiciones. Al reencarnar en cada época bajo nuevas apariencias y simbolismos, y al reproducirse con la máxima plasticidad, adquirió la libertad suprema: la de ser cada vez una personalidad distinta y mudable.”

Entre los dioses de la agricultura, el más importante era Tlaloc ( pulpa de la tierra), dios de las montañas, de la lluvia y de los manantiales. Pertenecía originariamente a los otomíes, y era representado también pintado todo de negro, pero llevando una corona de plumas blancas empenachada de otra verde. Entre sus atributos estaba la careta de serpiente con dos cabezas. Habitaba en la cima de las montañas, y su casa, Tlalocán, estaba llena de alimentos. En ella habitaban las diosas de los cereales, muy particularmente del maíz. Tlaloc, antiguo dios de Teotihuacán, se caracterizaba por sus ojos inmensos y por sus largos dientes. Era el dios de la lluvia, de las aguas, del trueno, y de las nubes y por ello habitaba en la cima de las montañas.

Otro dios de la lluvia era Xipe, invocado con el título de el Bebedor Nocturno. Para que concediese la lluvia se le sacrificaban cautivos, que eran atados a postes y acribillados a flechazos. Su sangre, que caía en tierra, como la lluvia, debía de atraer a ésta. Tlaloc por su parte, tenía cuatro grandes artesas de las que sacaba cuatro diferentes clases de agua: una buena ( la útil al campo), la de la primera artesa. La de la segunda hacía nacer las telas de araña y provocaba las enfermedades de los cereales; la de la tercera se transformaba en granizo y la de la cuarta hacía morir todos los frutos. Era, pues, un dios bueno y malo a la vez. Y precisamente porque era temido, era venerado. Su culto era el más bárbaro y sanguinario de todos. Incontables niños de pecho le eran sacrificados. Cuando eran sus fiestas los sacerdotes iban en busca de víctimas tiernas, compraban los bebés a sus madres y los echaban a un lago donde los dejaban que se ahogasen. Luego los cocían y se los comían. Si los niños lloraban, los espectadores se regocijaban, pues las lágrimas anunciaban según decían, la lluvia. De las veinte grandes fiestas, cinco eran dedicadas a Tlaloc y a su mujer, Chalchiutlicue (la que tiene una falda de piedras verdes), que simbolizaba el agua en movimiento, los torrentes y los ríos. Durante estas fiestas, los sacerdotes se zambullían en el lago e imitaban los movimientos y el croar de las ranas, con objeto de atraer ellos mismos a la lluvia. Era asociada también a Tlaloc su hermana Chicomecoatl ( Siete Serpientes), a la que representaban con espigas de maíz en las manos. Era diosa de la fertilidad. La serpiente, cuando no tenía plumas, correspondía siempre al agua y a la fertilidad agraria.

Otra diosa agraria adorada especialmente en Cuohnahuac ( hoy ciudad de Cuernavaca), era Xochiquetzal, esposa del dios del maíz, Centeotl. Presidía la aparición de las flores y las fiestas musicales. Aún hay que citar, entre los dioses del maíz y de la tierra, a Tlazolteotl, la Venus mexicana, por la posesión de la cual los Olímpicos mexicanos se hicieron una guerra terrible. Y lo curioso era que además de presidir el amor sexual, presidía también la confesión y la penitencia. Porque uno de los aspectos religiosos de los aztecas que más sorprendió a los conquistadores españoles, como ya he mencionado líneas arriba, fue la existencia en México de las mortificaciones en expiación por las faltas y la confesión. Esta confesión se hacía en un día determinado. El sacerdote con el que se practicaba absolvía al que se confesaba no solamente ante dios, sino ante la justicia humana. Pero esta absolución total no podía ser dada sino una vez. No solía ser solicitada, además, sino por los ancianos. En cuanto a mortificaciones, además de ayunos rigurosísimos, se extraían sangre de diversos órganos ( lengua, orejas, piernas) y se atravesaban las carnes con espinas de maguey. decíase que Tlazolteotl habíase casado con Tlaloc, el dios de la lluvia, pero luego le había dejado para irse con Tezcatlipoca, divinidad del invierno. La significancia de este mito es clara. Sobre la Venus mexicana hay la siguiente leyenda: Un cierto Jappán, queriendo llegar a ser el favorito de los dioses, abandonó a su familia y todos sus bienes, decidido a llevar, en el desierto, vida de eremita. Allí, sobre una roca muy alta permaneció día y noche entregado a la devoción. Los dioses, queriendo poner a prueba su virtud, ordenaron a un demonio Yaotl ( el enemigo), que le tentase y, de sucumbir, que le castigara. Yaotl hizo desfilar ante él a las criaturas más hermosas, invitándole a descender de su roca, pero todo fue en vano. La diosa Tlazolteotl, interesada en aquel juego, mostróse a Jappán, que ante su mucha hermosura quedó todo turbado. -“hermano Jappán, le dijo la diosa- maravillada de tu virtud y contristada a causa de tus sufrimientos, quiero reconfortarte. ¿ Cómo llegar hasta ti con objeto de poder hablarte más cómodamente ?” El eremita, no dándose cuenta de que era un lazo que le tendía, bajó de su roca y ayudó a la diosa a subir en ella. Y al hacerlo la virtud de Jappán cayó. Al punto acudió Yaotl, que pese a todas sus súplicas, le cortó la cabeza. Los dioses le cambiaron en escorpión y avergonzado corrió a esconderse bajo la piedra teatro de su derrota. Luego el demonio-verdugo fue a buscar a la mujer de Jappán, Tlahuitzin ( la inflamada), la trajo junto a la piedra donde estaba escondido su marido, le contó lo que había pasado y le cortó también la cabeza. De ella nació otra variedad de escorpión color de fuego. Uniéndose a su marido bajo la piedra, dieron nacimiento a escorpiones de diferentes colores. En cuanto a Yaotl, estimando los dioses que se había excedido le transformaron en saltamontes.

Uno de los últimos dioses citados en este apartado será, saltándome otros dioses que podrían parecer más importantes a los entendidos, a Xiuthtecuhtli, dios del fuego, representado como un viejo lleno de arrugas; Mictlán, el Plutón americano, rey de los muertos; a Ixliltón, el Asklepios azteca, y al Mercurio Mexicano, Yacatecuhtli, dios de los comerciantes.

Las concepciones de los aztecas, relativas al Universo reflejaban sus gustos trágicos y su inclinación a los sacrificios y prácticas sangrientas. La creación del Mundo había empezado por el sacrificio voluntario del dios Nanahutzin ( dios de la sífilis, como Amimitl lo era de la disentería), que se arrojó a una hoguera. Quetzalcóatl había sacrificado a su hijo, que tras ello tornóse en Sol. Cuatro edades o soles se habían sucedido, cada una de ellas terminaba por un cataclismo. Al final de la primera los hombres habían sido destruidos por los jaguares. la segunda, por el viento. La tercera acabó mediante una lluvia de fuego. la cuarta, en diluvio. Nuestra Era, colocada bajo el signo de Nahui Ollín ( Cuatro Movimientos), perecerá mediante temblores de tierra. Los primeros sacrificios los habían hecho los dioses para alimentar al Sol con sangre de corazón.

El mundo subterráneo comprendía nueve pisos; los cielos, trece, superpuestos. En fin, práctica esencial en la religión de los aztecas eran, como ya he indicado varias veces, los sacrificios humanos, costumbre que fue en aumento a medida que la civilización progresaba. Esto, la abundancia de dioses y su complicado ritual dio nacimiento a un cuerpo sacerdotal muy numeroso, a cuya cabeza estaban dos grandes sacerdotes, que llevaban el nombre de Quetzalcóatl. A sus órdenes se escalonaban una jerarquía complicada y una escuela encargada de la formación de novicios. Había, además, brujos y magos que, mediante remuneración, predecían el porvenir, curaban las enfermedades y hacían otros servicios análogos.

En fin, otra religión – mitología más, que prueba también en qué modo estas dos palabras son difícilmente separables, pues como se puede dar uno cuenta, no solamente hasta la aparición de las llamadas grandes religiones ( las debidas esencialmente a los místicos geniales), las creencias estaban constituidas por puros amontonamientos de mitos, sino que estas mismas doctrinas imaginadas por un hombre ( o por un cuerpo de ellos, como el judaísmo, obra de los levitas judíos) tuvieron como base y fundamento mitos, milagros y dogmas; es decir, toda suerte de fábulas y mentiras tejidas pronto en torno de sus figuras centrales. Las dos más personales de ellas, el budismo y el islamismo, la primera fue al punto prostituida por los discípulos y continuadores de su fundador. En cuanto a la segunda, ¿ no empieza acaso con una tremenda fábula: las famosas entrevistas de Mahoma en una cueva del monte Ira con el arcángel Gabriel, que por encargo de Dios ( Alá) le decía lo que tenía que enseñar a sus compatriotas ?.

Pero esto será tema de otra reflexión. . .

Trabajo realizado por:
Dr. Angel Ricardo Guevara Hdz.

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