¿Se puede reclamar propiedad intelectual sobre una Tradición?

¿Se puede reclamar propiedad intelectual sobre una Tradición?
por Víctor Sánchez
Revista Magical Blend # 49, de Enero de 1996.

He estado leyendo acerca de las controversias que se relacionan con Carlos Castaneda en Magical Blend, dado que vivo en México este ha sido mi primer contacto con su revista desde que leí estas controversias, me ha parecido muy extraño ver el nombre del gran escritor New Age Carlos Castaneda y sus asociados defendiendo “su” conocimiento (¿o deberia decir, el conocimiento de Don Juan?) de otras personas. ¿Donde quedo el guerrero inaccesible, sin importancia personal del que hemos leído en los libros de Castaneda? Lo que fue más sorprendente para mí fue encontrar mi nombre envuelto en una de las controversias de Castaneda!. Estoy empezando a sentirme perseguido y pienso que es el momento de responder.

En mi conferencia de los Angeles del 28 de Agosto de 1995, los abogados de Castaneda presionaron a la organización Learning Annex a presentar una carta aclaratoria firmada por Carlos Castaneda para todos aquellos que asistieran a mi conferencia. En esa carta, Castaneda ayuda a clarificar un punto que para mi es muy significativo e importante, algo que yo quiero que la gente sepa respecto a mi trabajo. El asegura en su carta que yo no soy su discípulo y que el no patrocina o apoya mi trabajo. Correcto!. Yo he hecho mi trabajo por mi mismo. Esa es la parte buena, y yo debo agradecer a Castaneda por usar su tiempo para escribir cartas que corroboran lo que yo enfatizo normalmente en mis conferencias, talleres y libros.

La parte negativa de la historia es que he encontrado comentarios falsos sobre mi trabajo supuestamente elaborados por las Chacmools, en Internet. Ellos dicen que yo me he estado presentando como discípulo de Carlos Castaneda y que aseguro haber trabajado bajo su dirección por varios años. Esto no es verdad. Cualquiera que lea mis libros puede ver claramente que yo aseguro que mi trabajo ha sido siempre independiente. Yo no necesito un maestro, tengo mi propia conexión con el Espíritu. Mi relación con la Toltequidad ha sido a través de mi experiencia, viviendo entre los indígenas Toltecas supervivientes. Mi libro “Toltecas del Nuevo Milenio” (publicado por Bear and Company en EEUU y por Editorial Lectorum en México), no es un viaje imaginario, sino un simple recuento de hechos concretos. Los Toltecas supervivientes son gente real, viviendo su tradición en este mismo momento. Afortunadamente ellos están todavía en este mundo, así que su existencia puede ser probada.

Mi libro “Las Enseñanzas de Don Carlos, Aplicaciones Practicas de la Obra de Carlos Castaneda” no pretende presentar las creencias o puntos de vista de Carlos Castaneda, sino los míos. Yo no soy un seguidor de persona alguna, mi propósito y mi destino es seguir al Espíritu.

“Las Enseñanzas de Don Carlos”, es simplemente el testimonio de mi experiencia aplicando principios y propuestas seleccionadas de la obra de Castaneda. Yo escogí solo aquellas propuestas que he encontrado útiles en mi mismo, para mejorar mi vida de todos los días. He escogido para mi trabajo y desarrollo de técnicas, solo aquellas que no llevan a la gente a quedar perdida en fantasías o estados psicóticos. No escribí mi libro para complacer a Carlos Castaneda, sino que está dirigido a los lectores que estaban interesados en sus libros, pero que no sabían como usar las técnicas de las que él hablaba en la vida de todos los días. Y mi libro es útil. Al menos eso es lo que dicen mis lectores de muchos países en el mundo una y otra vez en sus cartas.

Así que pienso que Carlos Castaneda y Toltec Artists no tienen que preocuparse sobre mí. Yo no presento mi trabajo como dirigido por Castaneda. Presento mi trabajo como algo completamente independiente. Esto es congruente con una de mis principales propuestas de trabajo: No necesitamos maestros o guías, cultos o nuevos gurús con la finalidad de encontrar nuestro propio camino de regreso al Espíritu. Nosotros podemos y debemos buscar la libertad, el conocimiento y el Espíritu por nosotros mismos. Para mí, ese es el trabajo real.

Finalmente, quiero declarar que yo estaré siempre agradecido al Sr. Castaneda, porque varios de sus libros han sido muy útiles y de gran inspiración para mucha gente, incluyéndome a mí.

Víctor Sánchez, México.

¡Sigan luchando!
por Víctor Sánchez

México D.F. el 8 de Julio de 1995.
Estimado Editor del Boletín Nagualist:

Yo soy el autor del libro “Las Enseñanzas de Don Carlos”, , Aplicaciones Prácticas de la Obra de Carlos Castaneda. He encontrado comentarios sobre mí en su Boletín, sus comentarios me parecen honestos, aunque no muy bien informados. Si el tema es interesante para usted o sus lectores, puedo darles alguna información sobre mi trabajo:

No acostumbro presentarme a mí mismo como Nagual. Yo trabajo con grupos interesados en Desarrollo Humano y Espiritual. Mis principales fuentes de aprendizaje son mis experiencias entre los indígenas de México que se llaman a sí mismos Wirrarica; ellos son descendientes vivientes de los antiguos Toltecas, preservando en este mismo momento su tradición espiritual (lo cual significa un cuerpo de prácticas y no un cuerpo de creencias). Ellos son gente real, tal como puedo probarlo con fotografías, video, escritos, y muchos testigos ( ver “Toltecas del Nuevo Milenio” )

He vivido 15 años de experiencia usando y desarrollando las técnicas mencionadas en los libros de Castaneda, especialmente aquellas que dan mejores resultados en la vida de todos los días. Mi esfuerzo ha sido presentar formas eficientes para usar los libros de Castaneda en la vida cotidiana sin quedarse perdido en fantasías o en estados psicóticos. Esto ha sido muy útil para mí y para mucha otra gente, con la que yo he trabajado.

Usualmente yo no escribo o hablo sobre lo que pienso, sino que lo hago sobre aquello que he hecho y hago. Esta es la razón por la cual no he incluido en mi libro todos los temas de los que Castaneda habla en los suyos, sino solo aquellos que yo he probado por mí mismo.

Castaneda me fue presentado por el mismo en la casa de un viejo amigo de el (Carlos Ortiz). Fue un encuentro con diez o doce personas, quizá 10 años atrás. Yo acostumbraba asistir a las presentaciones públicas de Carlos Castaneda en la ciudad de México cuando aquellas presentaciones no eran masivas. Yo solo recibí de Castaneda sugerencias verbales para mi trabajo, como mucha otra gente. Nunca he trabajado bajo su dirección y nunca he tratado de hacerlo, porque nunca he estado buscando un maestro, antes de conocer a Castaneda yo tenía ya mi propia conexión con los indígenas toltecas supervivientes, y mi propia conexión con el Espíritu.

Para poder aplicar de un modo equilibrado las propuestas que leí en los libros de Castaneda, utilicé las claves que aprendí entre los indígenas con los cuales me he relacionado, y también utilice una práctica real y continua durante quince años de las técnicas que desarrollé a partir de esas lecturas de las cuales he estado hablando y escribiendo en mis libros y seminarios.

Mi libro es un testimonio de mi experiencia personal y de grupo y de mucha gente que ha compartido, vivido y aprovechado esta experiencia.

Obviamente, yo no pretendo haber alcanzado la “mejor interpretación” de los libros de Castanda pero, lo que si puedo asegurar es que mi propia manera de aplicar las propuestas de Castanada, aporta y ayuda al crecimiento personal y a recuperar recursos sorprendentes escondidos en “el otro yo” de cada uno de nosotros. Cualquiera puede probarlo por sí mismo utilizando las técnicas de mi libro o asistiendo a alguno de mis talleres.

De cualquier manera, estos comentarios no son la razón principal para escribirle. La razón principal de mi carta es expresar mi opinión respecto a la utilidad de continuar publicando el Boletín Nagualist. Yo pienso que hay muchos resultados distintos en la gente que ha practicado con los libros de Castaneda. Buenos resultados y malos resultados. Conocer lo que otra gente con intereses similares esta haciendo es muy bueno, especialmente cuando estamos hablando de lo que hicimos, no solo de lo que pensamos. Maneras apropiadas de utilizar las técnicas pueden ser útiles para otras personas. Para mi la buena manera de utilizar las técnicas puede ser verificada por los resultados que se producen en nuestra vida cotidiana y no por el hecho de que Carlos Castaneda las aprueba o no, especialmente cuando casi nadie sabe lo que en verdad esta buscando Carlos Castaneda. Dado que los libros de Castaneda son materia pública no debe haber razones para dudar en trabajar, hablar o escribir sobre ellos.

Nagualist parece ser el raro tipo de esfuerzo donde la intención altruista es obvia, además para el tipo de gente que acostumbra leer esta lectura, Nagualist es una importante oportunidad para saber que ello no están solos y algunas veces para conocer que ellos no están locos por no conformarse con solo comprar libros, hablar sobre ellos o tomar un seminario de fin de semana. Ellos quieren vivir el conocimiento y encontrar su propia conexión con el Espíritu. Mucha gente ha estado trabajando muy fuerte, piensen en ellos también y no solo en la opinión de Toltec Artist.

¡Sigan luchando!.

Víctor Sánchez.

P.D. Pueden publicar esta carta si lo desean.

Un prologo

Prólogo a la edición de
Las enseñanzas de don Carlos
del Grupo Editorial Norma

Con motivo de esta edición de Las enseñanzas de don Carlos, creo conveniente agregar algunas Iíneas a manera de prólogo, pues han pasado algunos años y muchos acontecimientos desde su primera edición en 1992.

A partir de su aparición pública, el libro se abrió camino por si solo, Ilegando a publicarse en poco tiempo en los idiomas más variados. Su rápida difusión y la forma en que cambió mi vida, Ilevándome a presentar mis talleres en muchos países de Europa, en Norteamérica y Sudamérica, me permitió darme cuenta de que había mucha gente en el mundo que compartía mi curiosidad respecto a las posibles formas de aplicación práctica de lo que leíamos en los libros de Carlos Castaneda.

Como es bien conocido, el interés del público de todo el mundo en la obra de Castaneda se ha mantenido durante casi treinta años. Sus primeros libros se han consolidado históricamente como clásicos modernos de la literatura sobre conocimiento indígena y búsqueda espiritual.

Con posterioridad a la época en que escribí Las enseñanzas de don Carlos, se puede observar en los siguientes libros de Castaneda un giro considerable con respecto a sus primeras obras. En mi opinión, el contenido es cada vez menos “indígena” – si se me permite la expresión -, los conceptos e historias se vuelven más abstractos y por ello menos aplicables en la experiencia cotidiana. Asimismo, y de modo inesperado en la tercera etapa de su vida, Castaneda vuelve a sorprendemos con la creación de talleres multitudinarios en muchos países, a través de empresas de proyección internacional.

Observando el creciente interés en el tema y también la suspicacia que semejante giro ha provocado, releo nuevamente mi libro, Las enseñanzas de don Carlos, y me gusta todavía más su propuesta original de enseñarse uno mismo a través de la práctica concreta y emprender uno mismo el camino del espíritu. Sin maestro y sin pedir permiso.

Este libro es un testimonio personal sobre la manera en que Ilevé a la práctica muchas de las ideas de Castaneda, evitando el fanatismo, el culto a la personalidad, la fantasía psicodélica o la devoción a los castillos de palabras.

No tuve, ni aun en los primeros años de investigación, práctica y desarrollo de las técnicas cuyo testimonio es el corpus del presente libro, la intención de emular a un maestro o de seguirle los pasos como discípulo distante.

Tuve, sí, una enorme curiosidad respecto a lo que semejante obra podría aportarme como fuente de inspiración para continuar con la exploración de mi propio camino, cuyo sino había sido marcado desde antes por el encuentro con grupos indígenas de México, a quienes Ilamo “Los Toltecas Supervivientes”.

La obra de Castaneda y las formas de aplicación práctica que desarrollé inspirado en ella, no me Ilevaron a conocer mejor a Castaneda o al mundo de los brujos. Me Ilevaron a algo mucho más valioso y sustancial: a conocerme a mí mismo. Creo que de alguna manera ese es el desafío para cada uno.

Hoy en día en que la búsqueda incesante de lo espiritual – que no es otra cosa que la búsqueda incesante de nuestro propio rostro desconocido – trata de abrirse paso en medio del mercantilismo y la industria de lo espiritual, estamos Ilamados a volver la vista a lo que desde siempre ha sido el punto de partida y Ilegada de toda búsqueda: nosotros mismos.

La época de los gurus y los maestros carismáticos está Ilegando a su fin, este es el tiempo de la gente. Es el tiempo en que personas como usted y yo nos encontramos frente a la responsabilidad de darnos cuenta de que es tiempo de dejar de ser seguidores, discípulos anhelantes de la luz del maestro, para convertimos en creadores de nuestra propia aventura por la vida, en mujeres y hombres que no entregamos a otros la responsabilidad de abrimos paso o guiamos en esta experiencia insólita e irrepetible que es estar vivos.

Es tiempo de rendimos a las evidencias y descubrir que el camino al espíritu es un camino de retomo, que no puede tener lugar en otro espacio que no sea el de nuestra propia vida y nuestro propio mundo.

Solamente hay que atreverse.

Es en este contexto y en este tiempo que una obra como Las enseñanzas de don Carlos cobra especial actualidad, y que su invitación a actuar por uno mismo, libre y responsablemente, es particularmente propicia.

Por ello lo invito, lector, a que utilice este libro de ejercicios prácticos como una caja de herramientas. Pruebe y conozca cada una de ellas. Aplique su propio criterio su gusto personal, y seleccione las que más aporten a su propio camino para Ilegar a ser usted mismo. Con esa intención lo escribí, y si por lo menos una de las muchas técnicas del libro le abren un poco la puerta hacia el otro lado de usted mismo, el esfuerzo habrá valido la pena.

VICTOR SANCHEZ

Entrevista

Hacía varios meses que le había escrito cuando Carlos Castaneda llamó por teléfono. Eso fue a mediados de julio. Su llamada me tomó totalmente por sorpresa. Castaneda habló largamente, y sin que yo se lo pidiera se ofreció a darme información. Castaneda tenía interés en encontrarse y hablar conmigo. Procuró hacerme comprender que la tarea que estaba realizando era de gran importancia. “No soy ni un gurú ni un charlatán”, -insistió haciendo referencia a algunos críticos y periodistas. Castaneda es un investigador serio que tenía interés en hablar acerca de los trabajos que está realizando en México y sobre su labor epistemológica. Según él, el hombre europeo no concibe que haya otro que piense ni que haya otra descripción de la realidad que la suya.
Estando ya en Los Angeles, CC llamó por teléfono. No encontrándome, dejó su mensaje y las indicaciones acerca de la hora y el lugar del encuentro: “Salga de la Freeway en tal calle y doble a la derecha en tal otra. Pase, luego, cuatro luces. Allí, a la izquierda está la Iglesia de la Inmaculada pero a Ud. eso no le importe y doble a la derecha. Ahí, encontrará Ud. el campus de UCLA. Entre al parking lot. Como es domingo no va a haber nadie. y Ud. podrá entrar sin problemas. Generalmente hay poca gente durante los fines de semana. Entonces, a las 4 de la tarde; junto a la garita”. Castaneda esperaba que llegásemos en un Volkswagen marrón.
Esa noche y la mañana siguiente trabajé febrilmente en mis notas. Había dormido poco pero no estaba cansada. A eso de la una de la tarde, mis amigos y yo salimos rumbo al campus de UCLA. Teníamos algo más de dos horas de viaje. Siguiendo las indicaciones de Castaneda, llegamos sin dificultad a la garita de la entrada del parking lot de UCLA.(Universidad de California en Los Angeles). Faltaban aún unos 15 minutos para las 4 de la tarde. Estacionamos en un lugar más o menos sombrío. A las cuatro en punto, levanté la vista y los vi venir hacia el auto: mi amiga junto a un señor moreno y algo más bajo que ella. Castaneda vestía “jeans” azules y remera de cuello abierto (sin bolsillos) color crema pálido. Bajé del auto y me apresuré a encontrarlos. Después de los saludos y fórmulas de cortesía convencionales, le pregunté si me permitiría usar un grabador. En el auto teníamos uno para el caso de que él lo permitiera. “No, es mejor que no”, contestó con un gesto de hombros. Nos encaminamos, de cualquier manera, al auto a buscar las notas, cuadernos y libros. Cargados de libros y papeles; nos dejamos guiar por Castaneda. El conocía bien el camino. “Por ahí-decía señalando con la mano- hay unos bancos lindísimos”. Desde el principio Castaneda fijó el tono de la conversación y los temas que habríamos de tratar. La misma se llevó a cabo en español, lengua que maneja con fluidez y gran sentido del humor. Castaneda es un maestro en el arte de la conversación. Hablamos por espacio de siete horas. El tiempo pasó sin que su entusiasmo ni nuestra atención decayeran. Toda esa tarde Castaneda procuró mantener la conversación en un nivel que no fuera intelectual. Aunque sin duda ha leído mucho y conoce las distintas corrientes de pensamiento, en ningún momento estableció comparaciones con otras tradiciones del pasado o del presente.
La “enseñanza tolteca” nos la transmitió por medio de imágenes materiales que, precisamente por eso; impiden que se las interprete especulativamente. De este modo Castaneda no solamente fue obediente a sus maestros sino totalmente fiel al camino que ha elegido, no quiso contaminar su enseñanza con nada ajeno a ella.
A poco de encontrarnos quiso saber las razones de nuestro interés en conocerlo. El ya sabía de mi posible reseña y del proyectado libro de entrevistas. Más allá de todo profesionalismo insistimos en la importancia de sus libros, que tanto habían influido en nosotros y en muchos más. Teníamos un profundo interés por conocer la fuente de esa enseñanza.
Entretanto, habíamos llegado a los bancos, y a la sombra de los árboles nos sentamos. “Don Juan a mí me lo dio todo -comenzó diciendo-. Cuando lo encontré no tenía otro interés, que la antropología, pero a partir de ese encuentro cambié. ¡Y esto que me ha pasado a mí no lo cambiaría por nada!” Don Juan estaba presente allí con nosotros. Cada vez que Castaneda lo mencionaba o lo recordaba percibíamos su emoción. De don Juan nos dijo que era una totalidad de exquisita intensidad capaz de darse todo en cada ahora. “Darse todo en cada momento es su principio, su regla”, dijo. El que don Juan sea así no puede ser explicado y es rara vez comprendido, “simplemente es”. En el segundo anillo de poder Castaneda recuerda una característica especial de don Juan y de don Genaro, de la cual todos los demás carecen. Allí escribe: “Ninguno de nosotros está dispuesto a prestarle al otro una atención indivisa, de la manera que don Juan y don Genaro lo hacían”.Estas palabras apuntan a ese ser todo en cada instante, a esa presencia que es don Juan. En muchas oportunidades Castaneda se ha de referir a eso de tener “un gesto”, a ese acto totalmente gratuito y libre del ser. El segundo anillo de poder me había dejado llena de preguntas. El libro me interesó mucho, sobre todo después de su segunda lectura, pero había escuchado comentarios desfavorables. Yo misma tenía ciertas dudas. Le dije que creía que Viaje a Ixtlán era el que más me había gustado sin que supiera bien por qué. Castaneda me escuchaba y contestó mis palabras con un gesto que parecía decir: Y yo, ¿qué tengo que ver con el gusto de todos ellos? Yo seguí hablando, buscando razones y explicaciones. “Tal vez esa preferencia se deba a que en Viaje a Ixtlán se percibe mucho amor”, dije. Castaneda puso cara fea. La palabra amor no le gustó. Es posible que el término tenga para él connotaciones de “amor romántico”, “sentimentalismo” o “debilidad”. Tratando de explicarme, insistí en que la última escena de Viaje a Ixtlán está preñada de intensidad. Ahí Castaneda asintió. Sí, con esto último estaría de acuerdo. “Intensidad, sí -dijo- , ésa es la palabra”. Insistiendo en el mismo libro, le manifesté que algunas escenas me habían resultado definitivamente “grotescas”. No les encontraba justificación. Castaneda estuvo de acuerdo conmigo. “Sí, el comportamiento de esas mujeres es monstruoso y grotesco pero esa visión me era necesaria para poder entrar en acción”, dijo. Castaneda necesitaba ese “shock”.
“Sin adversario no somos nada-continuó. El ser adversario es propio de la `forma’ humana. La vida es guerra, es lucha. La paz es una anomalía”: Refiriéndose al pacifismo lo calificó de “monstruosidad” porque, según él, los hombres “somos seres de logros y de luchas”. Sin poder contenerme le dije que no podía aceptar que calificara el pacifismo de monstruosidad. “¿Y Ghandi ¿Cómo ve Ud. a Ghandi, por ejemplo?” “¿Ghandi?-me respondió Ghandi no es un pacifista. Ghandi es uno de los más tremendos luchadores que han existido: ¡Y qué luchador!” Comprendí entonces que Castaneda da valores muy especiales a las palabras. El “pacifismo” al cual él había hecho referencia no podía sino ser el pacifismo del débil, el de quien no tiene agallas suficientes como para ser y hacer otra cosa, el de quien nada hace porque no tiene objetivos ni energía en la vida; en una palabra, ese pacifismo refleja toda un actitud autocomplaciente y hedonista. Con un amplio gesto que quería incluir a toda una sociedad ya sin valores, voluntad y energía, replicó: “Todos drogados… Sí, ¡hedonistas!” Castaneda no aclaró estos conceptos, ni nosotros se lo pedimos. Yo tenía entendido que parte de la ascesis del guerrero era liberarse de la “forma” humana pero los inusitados comentarios de Castaneda me habían llenado de confusión.
Poco a poco, sin embargo, me fui dando cuenta de que eso de ser “seres de logros y de luchas” es un primer nivel de la relación. Esa es la materia prima de donde se parte. Don Juan, en los libros, se refiere siempre al buen “tonal” da una persona. Ahí comienza el aprendizaje y se pasa a otro nivel. “No se puede pasar al otro lado sin perder la `forma’ humana” -dijo Castaneda. Insistiendo sobre otros aspectos de su libro que no me habían quedado claros, le pregunté acerca de los “huecos” que le quedan a las personas por el simple hecho de haberse reproducido. “Sí -dijo Castaneda-. Hay diferencias entre las personas que han tenido hijos y las que no. Para pasar de puntillas frente al águila hay que estar entero. Una persona con huecos no pasa”. La metáfora del “águila” nos la explicaría más adelante. Por el momento pasó casi inadvertida ya que el foco de nuestra atención estaba en otro tema. “¿Cómo explica Ud. la actitud de doña Soledad con Pablito así como la de la Gorda con sus hijas?”, -quise saber con insistencia. Eso de quitarles a los hijos ese “filo” que al nacer ellos nos toman era, en gran medida, algo inconcebible para mí. Castaneda convino en que aún no tiene bien sistematizado todo eso. Insistió, sin embargo, en las diferencias que, existen entre las personas que se han reproducido y las que no. “Don Genaro es ¡loquito!, ¡loquito! Don Juan, en cambio, es un loco serio. Don Juan va despacio pero llega lejos. Al final, los dos llegan… “Yo, como Don Juan-continuo- tengo huecos; es decir, tengo que seguir su camino. Los Genaros, en cambio, tienen otro modelo. “Los Genaros, por ejemplo, tienen un `filo’ especial que nosotros no tenemos. Son más nerviosos y de marcha rápida… Son muy livianos; nada los detiene. “Los que como la Gorda y yo hemos tenido hijos, tenemos otras características que compensan esa pérdida. Se es más reposado y, aunque el camino sea largo y arduo, también se llega. En general, los que han tenido hijos saben cómo cuidar a otros. No significa que las personas sin hijos no sepan hacerlo, pero es distinto…
“En general uno no sabe lo que hace; se es inconsciente de las acciones y después se paga. ¡Yo no supe lo que hacía! exclamó refiriéndose, sin duda, a su propia vida personal. “AI nacer, a mi padre y a mi madre les quité todo -dijo. ¡Quedaron todos magullados! A ellos les tuve que devolver ese `filo’ que les había quitado. Ahora tengo que recuperar el ‘filo’ que yo perdí.” Pareciera que esto de los “huecos” que hay que cerrar, tiene que ver con los atavismos biológicos. Quisimos saber si el tener “huecos” es algo irreparable. “No-nos respondió-. Uno se puede curar. Nada es irrevocable en la vida. Siempre es posible devolver lo que no nos pertenece y recuperar lo que es de uno”. Esta idea de la recuperación es coherente con todo un “camino de aprendizaje”; camino en el cual no basta conocer o practicar una o más técnicas sino que requiere la transformación individual y profunda del ser. Se trataría de todo un sistema coherente de vida con objetivos concretos y precisos. En Argentina sus dos primeros libros habían sido prohibidos. Parece que la razón que se dio fue el asunto de las drogas. Castaneda no lo sabía. “¿Por qué?-nos preguntó para concluir sin esperar nuestra respuesta-. Me imagino que es obra de la Madre Iglesia”.
Al principio de nuestra conversación, Castaneda mencionó algo acerca de la “enseñanza tolteca”. También en The Second Ring of Power se insiste en “los toltecas” y en “ser un tolteca”. “¿Qué significa ser un tolteca?” -le preguntamos. Según Castaneda, la palabra “tolteca” constituye una unidad de significación muy amplia. Se dice de alguien que es un tolteca de la misma manera que se puede decir que es un demócrata o un filósofo. Tal como él la usa, esta palabra nada tiene que ver con su significado antropológico.”Tolteca es el que sabe los misterios del acecho y del sueño”. Todos ellos son toltecas. Se trata de un pequeño grupo que ha sabido mantener viva una tradición de más de 3.000 años antes de J.C. Como yo estaba trabajando en el pensamiento místico y tenía particular interés en establecer la fuente y el lugar de origen de las distintas tradiciones, insistí: “¿Cree Ud. entonces que la tradición tolteca ofrece una enseñanza que sería propia de América?” La “nación tolteca” mantiene viva una tradición que es, sin duda, propia de América. Castaneda adujo que es posible que los pueblos de América hubieran traído algo de Asia al cruzar el estrecho de Bering, pero que hace tantos miles de años de todo eso que por el momento no hay más que teorías. En Relatos de Poder, don Juan le habla a Castaneda de “los brujos”, de “esos hombres de conocimiento” que la conquista y colonización del hombre blanco no pudieron destruir porque ni supieron de su existencia ni notaron todo lo incomprensible de su mundo.
“¿Quiénes forman la nación tolteca? ¿Trabajan juntos? ¿Dónde lo hacen? -preguntamos.
Castaneda contestó todos nuestros interrogantes. El está ahora a cargo de un grupo de jóvenes que vive en la zona de Chiapas, al sur de México. Todos se trasladaron a esa zona debido a que la señora que ahora les enseña estaba radicada allí.
Entonces… ¿Ud. volvió? -me sentí impelida a preguntarle al recordar la última conversación entre Castaneda y las hermanitas al final de The Second Ring of Power.
“¿Volvió Ud. pronto, tal como la Gorda se lo pedía?” “No, no volví pronto pero volví”, -me contestó riendo. “Volví para llevar a cabo una tarea a la cual no puedo renunciar”.
El grupo consta de unos 14 miembros. Si bien el núcleo básico es de 8 ó 9 personas, todos son indispensables en la tarea que se realiza. Si cada uno es suficientemente impecable, se puede ayudar a un mayor número de seres.
“Ocho es un número mágico”, -dijo en algún momento. También insistió en que el tolteca no se salva solo sino que se va con el núcleo básico. Los otros quedan y son indispensables para continuar y mantener viva la tradición. No es necesario que el grupo sea grande, pero cada uno de los que está envuelto en la tarea es definitivamente necesario para el todo.
Nos habló después de los miembros del grupo que conocíamos por sus libros. Nos dijo que don Juan era indio Yaqui, del estado de Sonora. Pablito, en cambio, era indio mixteco, y Néstor era mazateco (de Mazatlán, en la provincia de Sinaloa). Benigno era Zotsil (Sotzil). Recalcó varias veces que Josefina no era india sino que era mexicana y que uno de sus abuelos era de origen francés. La Gorda, como Néstor y don Genaro, era mazateca. “Cuando la conocí, la Gorda era una mujer inmensa, pesada y toda golpeada por la vida, -dijo-. Ninguno de los que la conoció puede hoy imaginar que la de ahora es la misma de antes”.
Aprovechando una pausa suya le preguntamos si la tarea que ellos están realizando es accesible a todos los hombres o si se trata de algo para unos pocos.

Como nuestras preguntas apuntaban a descubrir la relevancia de la enseñanza tolteca y el valor de la experiencia del grupo para el resto de la humanidad, Castaneda nos explicó que cada uno de los miembros del grupo tiene tareas específicas que cumplir, sea en la zona de Yucatán, en otras áreas de México o en otros lugares.
“Cumpliendo tareas, uno descubre una gran cantidad de cosas que son directamente aplicables a las situaciones concretas de la vida diaria. Haciendo tareas se aprende mucho.
“Los Genaros, por ejemplo, tienen una banda de música con la que recorren todos los lugares de la frontera. Se imaginarán Uds. que ellos ven y están en contacto con mucha gente. Siempre se tiene posibilidades de transmitir el conocimiento. Siempre se ayuda. Se ayuda con una palabra, con una pequeña insinuación… Cada uno, cumpliendo fielmente su tarea, lo hace. Todos los seres pueden aprender. Todos tienen la posibilidad de vivir como guerreros.
“Cualquier persona puede emprender la tarea del guerrero. El único requisito es querer hacerlo con un deseo inconmovible; es decir, se ha de ser inconmovible en el deseo de ser libre. El camino no es fácil. Constantemente buscamos excusas y tratamos de escapar. Es posible que la mente lo logre, pero el cuerpo lo siente todo… El cuerpo aprende rápida y fácilmente.
“El tolteca no puede gastar energía en tonterías, -continuó. Yo era una de esas personas que no pueden estar sin amigos… ¡Ni al cine podía ir solo!”. Don Juan en un determinado momento le dijo que debía abandonar todo y, particularmente, separarse de todos aquellos amigos con los cuales no tenía nada en común. Por largo tiempo resistió la idea hasta que por último lo fue envolviendo.
“Cierta vez, volviendo a Los Angeles, bajé del auto una cuadra antes de Ilegar a casa y llamé por teléfono. Por supuesto que ese día, como todos, mi casa estaba llena de gente. Me atendió uno de mis amigos a quien le pedí que preparara una valija con algunas cosas y que me la trajera adonde me encontraba. También le dije que el resto de las cosas -libros, discos, etc: podían repartírselas entre ellos. Claro es que mis amigos no me creyeron y tomaron todas las cosas como en préstamo” -aclaró Castaneda.
Este acto de deshacerse de la biblioteca y los discos es como cortar con todo el pasado, con todo un mundo de ideas y emociones.
Hablamos entonces del amor, “del tan mentado amor”. Nos contó varias anécdotas de su abuelo italiano, “siempre tan enamoradizo”, y de su padre “tan bohemio él”. “¡Oh! ¡L’amore! ¡L’amore!”, -repitió varias veces. Todos sus comentarios tendían a destruir las ideas que comúnmente se tienen acerca del amor.
“A mí me costó mucho aprender, -siguió. Yo era también muy enamoradizo… A don Juan le costó trabajo hacerme entender que debía cortar con ciertas relaciones. El modo como finalmente corté con ella fue el siguiente. La invité a cenar y nos encontramos en un restaurante. Durante la cena pasó lo que siempre pasaba. Hubo una gran pelea y ella me gritó e insultó. Por último le pregunté si tenía dinero. Me respondió que sí. Aproveché para decirle que debía ir hasta el auto a buscar mi billetera o algo así. Me levanté y no volví más. Antes de dejarla quise estar seguro de que tenía suficiente dinero como para tomar un taxi y volver a casa. Desde ese entonces no la he vuelto a ver”.
“No me van a creer Uds., pero los toltecas son muy ascéticos” -insistió.
Para Castaneda, vivimos en una sociedad muy “lujuriosa”.
Castaneda nos había dicho antes que cuando una persona se reproduce pierde un “filo” especial. Parece que ese “filo” es una fuerza que los hijos toman de los padres por el mero hecho de nacer. Este “hueco” que a la persona le queda es el que hay que llenar o recuperar. Hay que recuperar la fuerza que se ha perdido. Nos dio también a entender que la relación sexual prolongada de una pareja termina por desgastarlos.
Castaneda nos venía describiendo un grupo cuyas exigencias, para el común de las personas, eran extremas. Estábamos muy interesados en saber adónde conducía todo ese esfuerzo. “¿Cuál es el objetivo único del `tolteca’?” Queríamos saber el sentido de todo eso que Castaneda nos venía diciendo. “¿Cuál es el objetivo que Ud. persigue?”-insistimos llevando la pregunta a un nivel personal.
“El objetivo es salirse del mundo vivo; salirse con todo lo que uno es pero con nada más que con lo que uno es. La cuestión es no llevarse nada ni dejar nada. Don Juan se salió enterito -¡vivito! del mundo. Don Juan no muere porque los toltecas no mueren”
Según Castaneda, la idea de que somos libres es una ilusión y un absurdo. Se esforzó por hacernos comprender que el sentido común nos engaña porque la percepción ordinaria sólo nos dice una parte de la verdad.
“La percepción ordinaria no nos dice toda la verdad. Debe haber algo más que el mero paso por la tierra, que eso de sólo comer y reproducirnos, -dijo con vehemencia.
El sentido común sería ese acuerdo al que hemos llegado tras un largo proceso educativo que nos impone la percepción ordinaria como la única verdad. “Precisamente, el arte del brujo -dijo- consiste en llevar al aprendiz a descubrir y a destruir ese prejuicio perceptivo”.
Según Castaneda, Edmundo Husserl es el primero en Occidente que concibe la posibilidad de “suspender el juicio”. El método fenomenológico no niega sino que simplemente “pone entre paréntesis” aquellos elementos que sustentan nuestra percepción ordinaria.
Castaneda considera que la fenomenología le ofrece el marco teórico-metodológico más útil para comprender la enseñanza de don Juan. Para la fenomenología el acto del conocimiento depende de la intención y no de la percepción. La regla más importante del método fenomenológico es eso de “hacia las cosas mismas”.
“La tarea que don Juan realizó conmigo -insistió- fue la de romper poco a poco los prejuicios perceptivos hasta llegar a la ruptura total”. La fenomenología “suspende” el juicio y se limita a la “descripción” de los puros actos intencionales. “Así, por ejemplo, el objeto `casa’ yo lo construyo. El referente fenomenológico es mínimo. La transforma al referente en algo concreto y singular”.
La fenomenología, sin embargo, tiene para Castaneda un simple valor metodológico. Husserl no trascendió nunca el nivel teórico y, en consecuencia, no tocó al ser humano en su vida de todos los días.
Para Castaneda, el hombre occidental -el hombre europeo- a lo más que ha llegado es al hombre político. Este hombre político sería el epítome de nuestra civilización. “Don Juan, -dijo- con su enseñanza, está abriendo la puerta para otro hombre mucho más interesante: un hombre que vive ya en un mundo o universo mágico”.
El hombre político es el hombre de dominio cuyo poder controla tanto la realidad concreta del mundo como los seres que la habitan.
El mundo de don Juan, en cambio, es un mundo mágico poblado de entidades y de fuerzas.
“Lo admirable de don Juan -dijo Castaneda- es que aunque en el mundo de todos los días él parece estar loco (¡loquito! ¡loquito!), nadie es capaz de percibirlo. Al mundo, don Juan le ofrece una fachada que es necesariamente temporal… una hora, un mes, sesenta años. ¡Nadie lo podría agarrar descuidado! En este mundo don Juan es impecable porque él siempre supo que lo de aquí es sólo un momentito y que lo que viene después… Bueno… ¡Una belleza! don Juan y don Genaro amaban intensamente la belleza”.
La percepción y concepción que don Juan tiene de la realidad y el tiempo son indudablemente muy distintas a la cotidianeidad don Juan es siempre impecable, esto no ,impide que sepa que “de este lado” todo es definitivamente pasajero.
Castaneda continuó describiendo un universo polarizado hacia dos extremos: el lado derecho y el lado izquierdo. El lado derecho correspondería al tonal y el lado izquierdo al nagual.
En Relatos de Poder don Juan le explica largamente a Castaneda acerca de esas dos mitades de la “burbuja de la percepción”. Le dice que la tarea del maestro consiste en limpiar prolijamente una parte de la “burbuja”, para luego reordenar “todo lo que hay” en el otro lado. “El maestro se ocupa de esto martillándoselo al aprendiz sin piedad hasta que toda su visión del mundo queda en una mitad de la burbuja. La otra mitad, la que ha quedado limpia, puede entonces ser reclamada por algo que los brujos llaman voluntad “.
Explicar todo esto es muy difícil porque a este nivel las palabras son totalmente inadecuadas. Precisamente, la parte izquierda del universo “implica la ausencia de palabras”, y sin palabras no podemos pensar. Allí sólo caben las acciones. “En ese otro mundo -dijo Castaneda- el cuerpo actúa. El cuerpo, para entender, no necesita palabras”.
En el universo mágico-por así llamarlo- de don Juan, existen ciertas entidades que llaman “aliados” o “sombras fugaces”. Estas, se pueden captar un sinnúmero de veces. Para este tipo de captaciones se ha buscado una gran cantidad de explicaciones pero, según Castaneda, no hay duda de que estos fenómenos dependen principalmente de la anatomía humana. Lo importante es llegar a comprender que hay toda una gama de explicaciones que pueden dar cuenta de estas “sombras fugaces”.
Le pregunté, entonces, acerca de ese conocer con el cuerpo del que habla en sus libros. “¿Es que para Ud. el cuerpo entero es un órgano del conocer?” -inquirí.
“¡Claro! El cuerpo conoce” -me respondió. A modo de ejemplo, Castaneda nos habló de las muchas posibilidades de esa parte de la pierna que va de la rodilla al tobillo, donde se asentaría un centro de la memoria. Pareciera que se puede aprender a usar el cuerpo para captar esas “sombras fugaces”. “La enseñanza de don Juan va transformando el cuerpo en un electronic scanner” -dijo, buscando la palabra adecuada en español al comparar el cuerpo a un telescopio electrónico a distintos niveles. El cuerpo tendría la posibilidad de percibir la realidad que a su vez, revelaría configuraciones de la materia también distintas. Era evidente que para Castaneda el cuerpo tenía posibilidades de movimiento y percepción a las que la mayoría de nosotros no estamos acostumbrados. Levantándose y señalando el pie y el tobillo, nos habló de las posibilidades de esa parte del cuerpo y de lo poco que conocemos de todo esto. “En la tradición tolteca -afirmo- se entrena al aprendiz en el desarrollo de estas posibilidades. A este nivel comienza don Juan a construir”.
Meditando sobre estas palabras de Castaneda, pensé en el paralelismo con la Yoga Tántrica y los distintos centros o “chakras” que el oficiante va despertando mediante ciertas prácticas rituales. En el libro El círculo hermético de Miguel Serrano se lee que los “chakras” son “centros de conciencia”. En el mismo libro, Carl Jung le refiere a Serrano una conversación que tuvo con un cacique de los indios Pueblo llamado Ochwián Biano o Lago de la Montaña. “Me explicaba su impresión de los blancos, siempre tan agitados, siempre buscando algo, aspirando a algo… Según Ochwián Biano, los blancos estaban locos, pues afirmaban pensar con la cabeza, y sólo los locos lo hacen así. Esta afirmación del jefe indio me produjo gran sorpresa y le pregunté que con qué pensaba él. Me respondió que con el corazón”.
El camino del conocimiento del guerrero es largo, y requiere total dedicación. Todos ellos tienen un objetivo concreto y un incentivo muy puro.
“¿Cuál es el objetivo?” -insistimos. Parece que el objetivo consiste en pasar conscientemente al otro lado por el costado izquierdo del universo. “Hay que tratar de aproximarse lo más posible al águila y procurar escapársele sin que ella nos devore. “El objetivo -dijo- es salirse `de puntillas’ por el lado izquierdo del águila. “No sé si Uds. saben-continuó buscando el modo de aclararnos la imagen- que hay una entidad que los toltecas llaman el águila. El visionario la ve como una inmensa negrura que se extiende al infinito; es una inmensa negrura que un relámpago cruza. Por eso es que la llaman el águila: tiene alas y lomo negros, y su pecho es luminoso.
“El ojo de esa entidad no es un ojo humano. El águila no tiene piedad. Todo lo que es vivo está representado en el águila. Esa entidad encierra toda la belleza que el hombre es capaz de crear así como también toda la bestialidad que no es el ser humano propiamente dicho. Lo que es propiamente humano en el águila es inmensamente pequeño en comparación a todo el resto. El águila es demasiada masa, bulto, negrura..: frente a lo poquito que es lo propio del ser humano.
“El águila atrae a toda fuerza viva que está pronta a desaparecer porque se alimenta de esa energía. El águila es como un imán inmenso que va recogiendo todos esos haces de luz que son la energía vital de lo que está muriendo”.
Mientras Castaneda nos decía todo esto, sus manos y dedos como martillos imitaban la cabeza de un águila picoteando el espacio con insaciable apetito.
“Yo sólo les digo lo que don Juan y los otros dicen. ¡Son todos unos brujos y brujas! exclamó-. Todos ellos están envueltos en una metáfora que es incomprensible para mí”:
“¿Cuál es el dueño del hombre? ¿Qué es lo que nos reclama? -se preguntó. Nosotros escuchábamos atentamente y lo dejábamos hablar porque él había entrado en un terreno en el cual ya no cabían las preguntas.
“El dueño de nosotros no puede ser un hombre” -dijo. Parece que los toltecas llaman “dueño” al “molde del hombre”. Todas las cosas -plantas, animales y seres humanos- tienen un “molde”. El “molde del hombre” es el mismo para todos los seres humanos. Mi molde y el suyo-continuó explicando- es el mismo, pero en cada uno se manifiesta y actúa en forma distinta según sea el desenvolvimiento de la persona”.
A partir de las palabras de Castaneda, interpretamos que el “molde humano” es lo que nos reúne, lo que unifica la fuerza de la vida. La “forma humana”, en cambio, sería aquello que impide que veamos el molde. Parece que mientras no se pierda la “forma humana” sólo somos capaces de ver los reflejos de esa forma en todo lo que percibimos. A esa “forma humana” no la vemos pero la sentimos en nuestro cuerpo. Esa “forma” es la que nos hace ser lo que somos y nos impide cambiar.
En The Second Ring of Power la Gorda lo instruye a Castaneda acerca del “molde humano” y la “forma humana”. En ese libro, el “molde” se describe como una entidad luminosa y Castaneda recuerda que don Juan, lo describió como “la fuente y el origen del hombre “. La Gorda, pensando en don Juan recuerda que éste le dijo que “si llegamos a tener suficiente poder personal podremos vislumbrar el molde aunque no seamos brujos; y que cuando esto ocurra diremos que hemos visto a Dios. Me dijo que si lo llamamos Dios, sería acertado porque el molde es Dios”.
“Videntes-continuó Castaneda- son aquellos seres capaces de ver al ser humano como un huevo luminoso. Dentro de esa esfera de luz está la vela encendida. Si el vidente ve que la vela está chiquitita, por más fuerte que la persona parezca, significa que ya está terminada”.
Castaneda nos había dicho antes que los toltecas nunca mueren porque ser tolteca implica haber perdido la forma humana. Sólo en ese momento lo comprendimos: si el tolteca ha perdido la forma humana, no hay nada que el águila pueda devorar. No nos quedaba duda tampoco de que los conceptos “dueño” del hombre y “molde” del hombre, así como la imagen del águila se referían a una misma entidad o estaban íntimamente relacionados.
Varias horas más tarde, sentados ante unas hamburguesas, en una cafetería del boulevard Westwood y otra calle cuyo nombre no recuerdo, Castaneda nos refirió su experiencia al perder la “forma humana”. Según dijo, su experiencia no fue tan fuerte como la de la Gorda, quien tuvo síntomas similares a los de un ataque cardíaco. “En mi caso, -dijo Castaneda- se produjo un simple fenómeno de hiperventilación. En ese preciso momento sentí una gran presión: una corriente de energía entró por la cabeza, atravesó el pecho y el estómago y siguió por las piernas hasta desaparecer por el pie izquierdo. Eso fue todo.
“Para asegurarme -continuo- fui al médico, pero no me encontró nada. Solamente me sugirió que respirara en una bolsa de papel para disminuir la cantidad de oxígeno y contrarrestar el fenómeno de hiperventilación”. “Pero a esta recapitulación -agregó Castaneda cambiando de tono y postura- hay que ponerle `salsa’. La característica de don Juan y sus `compinches’ es que son livianos. Don Juan me curó a mí de ser pesado. El no es solemne, nada ceremonioso.” Dentro de la seriedad de la tarea que todos ellos realizan hay siempre cabida para el humor.
Quedamos en silencio un rato; finalmente lo rompí para preguntarle acerca de doña soledad. Le dije que ella me había impresionado como una figura grotesca; como una bruja, verdaderamente.
“Doña Soledad es india -me contestó. La historia de su transformación es algo increíble. Puso tal voluntad en su transformación que al final lo logró. En este esfuerzo desarrolló su voluntad a tal extremo que como consecuencia desarrolló también demasiado orgullo personal. Precisamente por esto es que no creo que ella pueda pasar de puntillas por el costado izquierdo del águila. De cualquier modo, ¡es fantástico lo que fue capaz de hacer consigo misma! No sé si Uds. recuerdan quién era ella..: Ella era la `Manuelita’, la `mamacita’ de Pablito. Siempre lavando, planchando y fregando…; ofreciendo `comidita’ a unos y otros.”
Al referirnos esto, Castaneda imitaba en gestos y movimientos a una viejecita muy pobrecita. “Hay que verla ahora -siguió-. Doña Soledad es una mujer fuerte y joven. ¡Ahora hay que temerle!
“La `recapitulación’ le llevó a doña Soledad siete años de su vida. Se metió en un hueco y de allí no salió. Se quedó ahí metida hasta que terminó con todo. En siete años no hizo más que eso. Aunque no pueda pasar junto al águila -dijo Castaneda Ileno de admiración-, nunca más volverá a ser la pobrecita de antes.”
Tras una pausa, Castaneda nos recordó que don Juan y don Genaro ya no estaban con ellos.
“Ahora ya todo es distinto” -expresó Castaneda nostálgico.
Don Juan y don Genaro no están. La señora Tolteca está con nosotros. Ella nos pide tareas. La Gorda y yo hacemos la tarea juntos. También los otros tienen tareas que cumplir; tareas distintas, en lugares también distintos.
“Según don Juan, las mujeres tienen más talento que los hombres. Las mujeres son más susceptibles. En la vida, además, ellas se gastan menos y se cansan menos que los hombres.

Castaneda desaparece

Castaneda desaparece

Editado en catalán en: “Revista d’Etnologia de Catalunya” -núm. 15, noviembre de 1999, págs. 120-127-por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya, Barcelona

Es difícil escribir algo nuevo sobre el universal Carlos César Castaneda Arana, sin que resulte una simple invención, una interpretación personal del articulista o sin que sea una crítica o una mitificación, de las que oscurecen cualquier realidad. Vamos a tratar, pues, de realizar un pequeño recorrido por su biografía reciente hasta donde los hechos verificados lo permitan. A partir de ahí, cada cual haga sus libres interpretaciones de lo que se le presente. Algunos de los datos que siguen han sido tomados de las investigaciones que Edith Stanley, Patrick Kerkstra y Scott Glover, investigadores del periódico norteamericano Los Angeles Times, han realizado sobre la reciente muerte de Castaneda.

Su vida

El universal autor conocido bajo el nombre de Carlos Castaneda, autodenomindo brujo seguidor de las tradiciones chamánicas de los indios yaqui, norteamericanos, murió el 27 de abril de 1999 en Westwood, EE.UU., según comunicó su abogada Deborah Drooz, la cual se presenta como amiga del escritor y ejecutora de su testamento.
A pesar de la espesa neblina y misterio -voluntariamente esparcidos- que envuelven la vida de Carlos Castaneda, se sabe que emigró a los EE.UU. en el año 1951, y se dice que había nacido el día de Navidad del año 1925 en Sao Paulo (Brasil) o en Cajamarca (Perú), dependiendo de los relatos autobiográfícos que se quieran creer. Es muy probable que se tratara del hijo de alguna familia sudamericana que emigró a los EE.UU. a estudiar. En este sentido algunas voces, a mi juicio bastante autorizadas, afirman que su núcleo familiar tenía origen catalán y que su apellido real era Castañeda, apelativo bastante difundido en algunas comarcas catalanas que viene a significar “bosque de castaños”, pero que al emigrar de Sudamérica a los EE.UU., y ante la ausencia del sonido y la grafía “ñ” en inglés, perdió su Castañeda familiar en favor de su nuevo Castaneda.
Por su parte, nuestro autor era un mentiroso y un tramposo sin límites y nunca arrepentido de ello, de ahí que la comunidad científica jamás le haya prestado una seria atención, a pesar de que en muchos momentos afirmó y reiteró que lo que relataba era cierto y que no había fantasía en ello. No obstante, y a pesar de que se diera crédito a sus narraciones, lo cierto es que los detalles de su biografía -tan rebuscados por investigadores detractores como por mitómanos seguidores- son una suma de puras hipótesis oscurecidas con toda meticulosidad. Nada está claro, empezando por la fecha de su fecha de nacimiento o por el lugar donde aconteció. Incluso hay serias dudas sobre la veracidad oficial de su nombre. Uno podría pensar que se trata justamente de la estrategia del brujo, que tantas veces él mismo había repetido en sus libros, para escapar al enquilosamiento de un pasado que va formando una costra encima de uno y cada vez le impide más vivir como un guerrero. También se podría pensar que una persona como Castaneda se muestra elusivo ante la prensa y ayuda a forjar su propio mito haciendo desaparecer sus huellas del pasado hasta en los más mínimos detalles, pero que en algún nivel de su intimidad aparece un Carlos desenmascarado, pero resulta que no, que incluso alguien tan próximo a nuestro autor como el psicólogo Richard Yensen me comentó, cuando estuvimos juntos hace unas semanas, que Castaneda era un mentiroso permanente, que uno nunca podía fiarse de lo que decía. “Gran parte de la mística castanediana se basa en el hecho de que, ni tan sólo sus más íntimos amigos están seguros de quien es”, escribió su ex-esposa Margaret Runyan Castaneda, en un memorial que se publicó en el año 1997 a pesar de que el propio Castaneda trató de impedir que se editara. Así pues, nadie puede esperar que la academia de científicos, preocupados por la verdad objetiva, mostrara la menor disposición a creer o a verificar algo salido de la pluma de un supremo mentiroso de los únicos aspectos comprobables de su propia vida.
Con independencia de quien fuera ese hombre, de su nombre de pila y lugar y fecha de nacimiento, lo cierto es que nuestro autor consiguió galvanizar y catalizar la atención mundial hace unos treinta años. Ya es ampliamente sabido que como trabajo final para obtener el título de doctor en antropología en la Universidad de Los Ángeles, Castaneda hizo lo que tantos estudiantes de antropología al acabar la carrera: escogió un tema, un lugar y una etnia sobre la que realizar la investigación necesaria para la Academia, pero lo que salió fue el rememorado viaje al desierto de Arizona, en México. Su intención inicial -si hemos de creernos su relato- se centraba en buscar y estudiar los efectos de determinadas plantas medicinales de uso tradicional entre los pueblos que habitan este árido y ancho rincón de mundo. Pero el destino nunca perdona: se paró en una ciudad fronteriza con el desierto de Arizona y allí, en la misma parada de autobuses de la compañía Greyhound, la más popular de los EE.UU., comenzó el cambio que le llevaría a transformarse como persona, a él y a una buena parte de la juventud occidental. Una vez situado y sin saber lo que le deparaban los hados, en esta terminal de autobuses se encontró con un anciano indio de la etnia yaqui, supuestamente llamado Juan Matus, Don Juan, que decía provenir de Sonora, México. Si hemos de seguir creyendo la historia narrada por Castaneda, este anciano resultó ser un chamán que consumía plantas enteógenas, y las que usó para iniciar a su alumno y adentrarlo en un mundo oculto que sobrevivía desde hacía más de 2 000 años.
Bajo la dura, firme y sabia tutela del entrañable Don Juan, que duró a lo largo de bastantes años, nuestro autor experimentó los efectos del peyote, de diversas semillas enteógenas y de hongos probablemente psilocíbicos, conociendo vivencias y momentos de éxtasis supremo pero también de dolorosos y oscuros infiernos de pánico. Todo ello en un intento por conocer y vivir lo que denominó estados no ordinarios de realidad. Vagando por el desierto junto a su guía y maestro psicológico y etnobotánico (justo en las catalogaciones botánicas, lo único que se puede observar desde fuera, es donde Castaneda falla más), el antropólogo declaró haber visto insectos gigantescos, haber aprendido a volar con su nuevo pico, haberse transformado en cuervo y que finalmente, había triunfado en el propósito de alcanzar un nivel superior y más refinado de consciencia, en ser un hombre de conocimiento como lo era Don Juan.
Su tesis, publicada el año 1968 por la Universidad de California, se convirtió pronto en un éxito literario internacional. En ella tocaba la fibra adecuada y en el momento justo de la cresta de la ola de la joven cultura norteamericana de los años 1960, consumidora de substancias psicodélicas y románticamente enamorada de sus puros y sabios indígenas. El estilo de la obra inicial de Castaneda, estilo que ya nunca dejaría, era una curiosa y sugerente mezcla de alegorías universales, antropología, parapsicología, alquimia y filosofía budista, y -probablemente- una buena dosis de ficción. En mi opinión también hay una buena dosis de las enseñanzas que a principios de siglo difundiera G. Gurdjieff y su propio discípulo aventajado Ouspenski. Así fue como su primer libro, Las enseñanzas de Don Juan. Una vía yaki hacia el conocimiento, convirtió al anciano personaje de Don Juan en un nombre más que reverenciado entre los jóvenes y a Castaneda en un auténtico símbolo cultural.
En uno de los pocos artículos escritos sobre él y en el que Castaneda cooperó, publicado por la revista Time en 1973, se decía que: “para las decenas de miles de lectores (de Castaneda), jóvenes y ancianos, el primer encuentro de Castaneda con Juan Matus (…) es un hecho literario mejor conocido que el encuentro entre Dante y Beatriz a las orillas del Arno”… Efectivamente, así es. Después de tal impresionante debut literario, nuestro autor continuó produciendo éxitos de ventas tales como Una realidad aparte, Viaje a Itxlan y Relatos de poder. A raíz de ello, y dado el carácter entre pueril e impetuoso que caracteriza a nuestros vecinos del otro lado del Atlántico, una multitud jóvenes y de no tan jóvenes se precipitó hacia México esperando convertirse en nuevos alumnos echados a los sabios pies de Don Juan, los periodistas se pusieron a investigar la vida de este brujo y de su ya afamado discípulo… pero el anciano indio yaki no aparecía por ningún lado -al revés de lo que había sucedido con la chamana María Sabina.. Ello dio origen a especulaciones sobre la realidad de lo narrado en los libros de Castaneda, no faltando quien lo acusara de ser el autor de un ingenioso y bien elaborado camelo que no respondía a la realidad étnica y tradicional que se anunciaba. La crítica escéptica tuvo un buen representante en Joyce Carol Oates, reputado autor, quien dio la vuelta a los argumentos de veracidad, preguntándose en 1972 “¿Hay alguna posibilidad de que estos libros no sean de ficción? Todo el mundo los acepta como estudios antropológicos pero a mi me parecen unas remarcables obras artísticas, al estilo de Hesse cuando escribía sobre la iniciación del joven en otro tipo de realidad. Están bellamente construidos, el diálogo es impecable, el personaje de Don Juan es inolvidable y todo disfruta de un gran ritmo novelístico”. No puede ser realidad. Por su parte, el prestigioso antropólogo C. Geertz, dijo también que: “por ahora sus libros carecen de presencia alguna en el campo de la antropología”, en el sentido de que, a pesar de la gran popularidad obtenida, ningún profesor universitario y serio de antropología recomendaría esos textos a sus estudiantes. No obstante, ni la tendencia de Castaneda por mentir ni la más que cuestionable existencia real de Don Juan han hecho disminuir en ningún momento el entusiasmo de sus admiradores. En este sentido, Joshua Gilder, redactor de la Saturday Review, afirmó que no es necesario creer y tener fe para sentirse arrastrado por la narrativa de Castaneda, se trata de la reelaboración de mitos universales: obran un efecto extraño y maravilloso que está más allá del reino de las creencias. Es algo que solo un genio puede producir.
A pesar de tanta crítica -o justo debido a ella- en los últimos días de su vida, Castaneda insistió firmemente en que los hechos por él narrados en sus libros no tan solo eran reales sino que estaban meticulosamente documentados. También lo repitió ante las 400 personas que asistieron a un seminario impartido por él mismo en Anaheim, en el año 1995: ahí afirmó y reiteró que él no había inventado nada, que no estaba loco.
A mi juicio, y después de los años que he dedicado a la investigación de los enteógenos, a sus efectos y a la importancia que tienen en toda cultura humana, creo no equivocarme al afirmar que en estos campos del quehacer humano es muy, muy arriesgado decir que algo es real o que no lo es. Los efectos que producen las substancias psicoactivas tienen muchos matices de gris. En este sentido, hace años tuve la sensación -y con el tiempo se ha ido afirmando en mi interior- , de que la gran trampa de Castaneda, su gran mentira, no es lo que narra sino cómo lo relata: cuando se autoexperimenta con plantas enteógenas, uno ve mundos no ordinarios, pero también es cierto que no conozco a nadie en su sano juicio que afirme que tales mundos están realmente fuera del propio sujeto. Son mundos interiores a pesar de que, muy a menudo, tengan algún tipo de reverberación o empatía con el entorno. Es así como, para referirse a estas dimensiones de nuestro universo psíquico, es necesario e imprescindible usar metáforas lingüísticas. No en vano todas, absolutamente todas, las religiones anuncian sus verdades y descubrimientos en forma metafórica: el Tao de los budistas es innominable, lo mismo que el Uno de los cristianos, y para referirse a estas existencias trascendentes no queda más remedio que usar imágenes metafóricas. Creo que Castaneda hacía trampa cuando ponía las metáforas en boca del inefable Don Juan pero no anunciaba que la forma de explicar sus experiencias era también una metáfora. A menudo, en mis experiencias con ayahuasca, san pedro u otros enteógenos uso esas mismas formas expresivas (he volado por…, he visto…, he sentido la inmensidad…, he muerto…, mi cuerpo se transforma…) y si no anunciara que se trata del efecto de un enteógenos sobre mi propia mente, es probable que unos me tomaran por un demente y otros por un profeta, como a Castaneda.

Su muerte

A pesar de todo lo anterior, nuestro autor merece que se le aplique con todos los honores la máxima castellana de genio y figura… ya que su misteriosa vida de brujo se refleja también en su muerte.
La causa declarada de su silenciosa y anónima muerte fue un cáncer de hígado. Como mínimo externamente, murió en consecuencia a su vida de las últimas décadas y al contenido de sus enseñanzas: apartado del mundanal ruido, sin publicidad ni cámaras, en el más escrupuloso, libre y perfecto anonimato. De él no se tienen fotografías de menos de cuarenta años de antigüedad ni grabaciones de ningún tipo, ya que cuidaba muy mucho de que, en sus escasísimas apariciones en público, nadie registrara su voz ni fotografiara su imagen: de aquí la sorprendente foto que apareció en los periódicos de finales de junio para anunciar su muerte, retrato tomado el año 1951 en el que se ve un hombre de cara redonda, peinado de postguerra y todo ello de una calidad técnica ínfima. Un brujo, afirmaba Castaneda, nunca mira su pasado y estos sistemas para congelar la imagen de una persona frenan la evolución interior del guerrero.
Tampoco -según parece- se realizó funeral alguno. Su cuerpo fue incinerado en los EE.UU. y luego se esparcieron sus cenizas en México, de acuerdo a lo que figura en los registros de la morgue de la ciudad norteamericana de Culver. No obstante, tampoco estos datos tienen nada de fiable ya que ni tan solo su certificado oficial de defunción está libre de ambigüedades y falta de información. En él, y según el periódico Los Angeles Times, se dice que su ocupación laboral era la de profesor en la escuela del distrito de Berverly Hills (Beverly Hills School District), pero ninguna escuela de este distrito tiene registrado ni archivo alguno de que Castaneda enseñara ahí. También se ha dicho que nuestro autor carecía de familia, pero en el certificado de defunción aparece el nombre de una sobrina, Talia Bey, que resulta que es la presidente de la compañía Cleargreen Inc., la empresa que organizaba los seminarios de Castaneda sobre “tensegridad”, una moderna y algo deshilachada versión de las supuestas prácticas chamánicas para obtener energía, de las que una parte proviene claramente del yoga, otra de las artes marciales y aun otra parte de ejercicios ergonómicos. A pesar de ello, no ha sido posible localizar a T. Bey para que añadiera más información sobre el tema.
En este mismo sentido, es sorprendente que en el documento oficial de defunción, según Los Angeles Times, Castaneda aparece consignado como Nev. Married, “Nunca estuvo Casado” cuando, en cambio, se sabe de su matrimonio con Margaret Runyan Castaneda, procedente de Charleston (W.Va.), que duró entre los años 1960 y 1973, y del que nació un hijo no reconocido por Castaneda, ni bajo juramento ante un tribunal. Este supuesto hijo tiene ahora 36 años y vive en Atlanta. No para de reclamar ser el descendiente del afamado autor y para ello afirma tener un certificado de nacimiento en que el figura Carlos Castaneda como padre. No obstante, nada de ello está realmente aclarado a pesar de las investigaciones realizadas por E. Stanley, P. Kerkstra y S. Glover. La nube se cierra a su alrededor.
Cuando, hace unas semanas se pidió información sobre la muerte de Castaneda a su presunta ex esposa, M. Runyan de 76 años, ésta respondió que nadie le había informado, que no sabía nada, pero que él ya estaba preocupado por su muerte desde años atrás, afirmaba que iba a ser la mejor experiencia de su vida. En 1995, mientras impartía el seminario en Anaheim, nuestro autor declaró en público que: “…todos nos estamos enfrentando al infinito, tanto si nos gusta como si no ¿Por qué no lo hacemos mientras estamos débiles, cuando estamos con la salud quebrada o cuando estamos moribundos? ¿Por qué no cuando nos sentimos fuertes? ¿Por qué no ahora mismo?” En cambio, contrastando con estas explícitas declaraciones de hace tres años está su postura de cuando lo entrevistaron para la revista Time en el año 1973; entonces se mostró mucho más sucinto al tratar el tema del final de la vida desviando la atención del periodista hacia un graffiti que había en un muro de Los Angeles en el que se decía: “La muerte es el subidón más fuerte de todos. Por eso nos lo reservan para el final”.
Nuestro ínclito autor ha dejado un testamento que debe ser leído y validado a lo largo del mes de julio en Los Ángeles, y un dudoso certificado de defunción: perfecto final para una vida impecablemente brumosa. Las pocas personas que podrían salir legalmente beneficiadas de sus abundantes y jugosos derechos de autor fueron avisadas de la muerte de Castaneda por su abogada Deborah Drooze, pero nadie lo dijo a la prensa ni a ningún otro medio de comunicación hasta el día 18 de junio (había muerto el 27 de abril). Por su parte, la médico que atendió Castaneda en sus últimos respiros, Angelica Dueñas, no se sabe que haya hablado absolutamente con nadie en referencia a este tan secreto paciente. Incluso aquellas personas que, según parece, tenían a nuestro autor como a uno de sus buenos amigos no supieron nada acerca de su óbito y, cuando más tarde les fue comunicado tampoco gastaron ni un instante para dar a conocer la muerte de su amigo a nadie. Este fue su tributo a Castaneda y a su menosprecio por la publicidad, respetándolo y prescindiendo de la dimensión de realidad en pueda hallarse el autor.
Michael Korda, autor y editor que publicó algún libro de Castaneda en la editorial Simon&Schuster declaró que él mismo había adoptado como práctica habitual en su vida no discutir nunca ni con nadie relacionado con la industria de los medios de comunicación sobre Castaneda, y menos aun sobre su defunción. Tampoco Tracy Kramer, agente literaria de Castaneda en Los Angeles, ha devuelto ni una sola de las llamadas recibidas que preguntaban o comentaban algo sobre el mismo tema. En lugar de ello, se ha limitado a citar los mismos textos de Castaneda: “de acuerdo a la tradición de los chamanes de su linaje, Carlos Castaneda dejó este mundo en plena consciencia”.
Como muy corto resumen de su vida pues, sólo me atrevo a añadir que Castaneda fue el autor de diez libros traducidos a diecisiete idiomas, libros que han causado un auténtica revolución en el pensamiento occidental de la segunda mitad del siglo XX. Algún observador norteamericano ha afirmado que fue el primer y principal ideólogo de la denominada Nueva Era, pero en mi opinión, quien ha leído con atención sus libros probablemente aceptará que en ellos hay la posibilidad de embuste, de fantasías trenzadas extraordinariamente bien y otras virtudes y cualidades, o bien lo contrario, pero -por lo menos desde la vieja y ya curtida Europa- se hace difícil ver en el brioso y masculino Castaneda un abanderado de la algo fofa Nueva bobEra. No creo que él lo aceptara.
En todo caso, el tema no está en si es cierto o no, en un sentido físico, el contenido de sus relatos, sino en lo tremendamente sugerente de sus libros, en lo que obran sobre los lectores y en el espacio mítico que ocupan en la realidad actual ¿Alguien se preguntaría si existió un Edipo de carne y hueso para corroborar la veracidad del mito o metáfora usado para explicar nuestras dependencias psicológicas maternas? ¿Verdad que no…?

Josep Mª Fericgla
Dr. en Antropología

La realidad de los indígenas es más honda y adversa de lo que se cree: Ivan Alec

La realidad de los indígenas es más honda y adversa de lo que se cree: Ivan Alechine

Solecito Editado por Aldus, el libro será presentado este jueves en la Casa de Francia Solecito El artista anuncia nuevo poemario con la inclusión de tres grabados de su padre, Pierre Alechinsky

MERRY MAC MASTERS
Foto

Ivan Alechine durante la entrevista con La Jornada, a la derecha: A la orilla de Wilikuta, una de las imágenes captadas por el escritor FOTOS Guillermo Sologuren e Ivan Alechine

El poeta y fotógrafo Ivan Alechine (Bélgica, 1952) llegó a México por primera vez a principios de los años 80 motivado por sus lazos familiares con el pintor Alberto Gironella y por la curiosidad de conocer lo planteado en los libros del antropólogo Carlos Castaneda.

Antecedido por personajes como Antonin Artaud y Benjamín Peret, Alechine buscaba algo diferente con ”el peyote y las cosas de magia”.

Al trasladarse a la sierra huichola, sin embargo, encontró una realidad muy diferente a la de sus lecturas.

Inclusive, en la primera novela de Alechine, Poca luz (2001), ahora publicada en español por Editorial Aldus, se manifiestan las enseñanzas de Castaneda, el llamado gurú de la generación hippie.

El volumen, cuyo título en francés Les voleurs de pauvres (Los ladrones de los pobres) nunca gustó a su autor -después supo que Poca luz es el nombre del ciego de la película Los olvidados, de Luis Buñuel-, será presentado por Humberto Fernández, Jorge Zerecero y el propio Alechine mañana a las 20 horas en la Casa de Francia (Havre 15, Zona Rosa). Habrá otra presentación el 20 de mayo en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO).

Castaneda, ”escritor de ficción”

Al entrevistado le costó ”unos años” entender que Castaneda es un ”escritor de ficción”. En eso le ayudó la actriz Ofelia Medina, a quien conoció recién llegado a México, donde regresó en varias ocasiones. En 1990, explica, Medina ”me convenció que hay mucho que hacer con los indígenas, que no tiene nada que ver con estas ficciones de tipo Hollywood, sino con vacunas, ayuda en la protección de su territorio, y que hay una lucha muy intensa del mundo moderno en contra de ellos”.

Para Alechine, el de Carlos Castaneda es un camino falso que tomaron muchos de su generación en los años 70: ”Nos equivocamos mucho con esos libros, porque la realidad no es de cosas de poder como se dice y de cambiar de personalidad, de ser un lobo a veces, estas cosas de magia, tipo Hollywood.

”No, la realidad de los indígenas es que la cerveza sí entra con los camiones, las presas inundan sus tierras, que todavía no es permitido hablar en huichol o zapoteco o mixteco o mixe en la radio mexicana, que no hay servicio social para ellos, que las carreteras nada más ayudan a podrir su situación, más bien ellos bajan a las ciudades para encontrar trabajos feos, por ejemplo, en los campos de tabaco, donde muchos huicholes se mueren en la costa nayarita.”

En palabras de Claude Levi-Strauss, Poca luz se trata de ”una novela etnográfica donde la literatura permite acceder a lo real verdadero y a su más profunda comprensión”. También pretende mostrar que uno, aunque se equivoque, siempre puede cambiar. En cada capítulo el narrador de nombre Imán aprende algo más, a la manera de ”un Charlie Chaplin, medio tonto, pero cuyo no conocimiento le ayuda para progresar”.

Alechine es de la idea de que los poetas y los escritores no tienen por qué quedarse en su torre de marfil y llorar cómo va mal el país. Después de sus primeros viajes a México, al regresar a París el poeta se iba a las redacciones de los periódicos con sus escritos sobre lo visto aquí. Como no le hacían caso, de nuevo en México, en 1992, decidió tomar fotografías.

Inclusive trabajó tres años con la revista México desconocido. Estuvo varios meses en los Chimalapas para tomar fotos de la selva, del saqueo de la madera que, por tanto, mata las raíces no nada más de los árboles, sino de una ”fuente de información independiente”. También estuvo en la sierra mazateca.

En noviembre, Ivan Alechine retomará la poesía, pues publicará el poemario Tapis et caries que, por primera ocasión, incluirá tres grabados de su padre, Pierre Alechinsky.

Un viaje mágico con Carlos Castaneda. Millenia Press

Castaneda, Margaret Runyan. Un viaje mágico con Carlos Castaneda. Millenia Press (1977).

Crítica del libro por Sandy McIntosh
traducción por José González Riquelme

Un Viaje Mágico con Carlos Castaneda de Margaret Runyan Castaneda (N. del T.: Publicado en España por Editorial Obelisco, Barcelona, 1999) es un material valioso, pero también un libro difícil por varias razones. Parece haber sido compuesto con notas escritas en distintos momentos. Estas notas parecen, alternativamente, confirmar o negar la validez de don Juan y del resto de la empresa de Castaneda, lo cual contribuye a presentar un punto de vista inestable que desconcierta al lector. Por ser la esposa de un matrimonio antiguo y, según leemos, habiendo sido menospreciada repetidamente por Carlos, es razonable esperar que Margaret tenga un cierto interés personal en el tema. Sin embargo, al no definir nunca su posición, no sabemos cómo tomar su historia. De todas maneras, ciertos elementos de la historia nos presentan un aspecto de Castaneda que probablemente no podamos ver en ningún otro sitio. Según Margaret, Castaneda tenía como norma inventar su historia personal mucho antes de “encontrarse” con don Juan y pregonar el “Camino del Guerrero”, el cual, esencialmente, consiste de una amalgama de ideas convincentes procedentes de varias fuentes y de dudosos hábitos personales que trató de disfrazar de virtudes. El carácter de estas virtudes es, según un comentario de Calixto, engañoso, egoísta, centrado en sí mismo, narcisista, con ambición de poder, distante, frío, no comunicativo, arrogante, “despiadado”, y autoengañado. El Carlos de Margaret de los años 50 y principios de los 60 es un joven inmigrante pobretón pero ambicioso, con grandes inclinaciones artísticas, y muy sensible sobre su diminuta estatura física, pero con mucha seguridad en su habilidad para cautivar y manipular a las mujeres con mentiras grandiosas sobre su supuesto pasado heroico y sobre su presente misterioso y fascinante.

Castaneda, el hábil manipulador, se muestra como tal en una de las historias de Margaret sobre el Carlos de la época anterior a “don Juan”. Según Margaret, una vez cuando Carlos era estudiante en Los Angeles Community College le dijo que una chica rubia y bonita, que asistía a una de sus clases, se había entusiasmado con él y lo perseguía adonde quiera que fuera. Carlos dijo que la chica le había dicho que quería darle un regalo de Navidad. Esto molestó a Margaret, por supuesto, pues nunca se sentía segura de los fluctuantes afectos de Carlos. Después, cuando los dos iban en el coche de Carlos, un Chevrolet del 54, por Los Ángeles, él se volvió de repente y señaló vagamente hacia la acera.

“—¡Allí! —agitó su dedo en el aire—. ¡Aquella es la chica de la que te hablé! Esa es la chica que quería hacerme un regalo.

—¿Dónde? ¿Dónde está? —me di la vuelta en mi asiento. Había docenas de personas en el centro de la ciudad, docenas de rubias jóvenes—. No la veo. ¿Cuál es? No la veo.”

Carlos estaba silencioso. Finalmente, Margaret le preguntó el nombre de la chica. Carlos lo pensó rápidamente y contestó que su nombre era “Sue Childress”. Algún tiempo más tarde confesó que se había inventado el nombre de la chica. Le había dado el nombre de pila de la madre de Carlos, y el apellido de soltera de la madre de Margaret, Childress.

Pero Margaret no estaba segura de que ni siquiera ahora estaba diciendo la verdad. Gracias a los medios de que disponía como empleada de una compañía telefónica, Margaret buscó a todos los Childress en la zona, encontrando finalmente una guía telefónica con una Childress llamada Sue. Decidió llamar a esta Sue Childress y averiguar si era o no la persona de la que Carlos le había hablado. Sue Childress negó conocer a alguien con la descripción de Castaneda, pero de todas maneras accedió a reunirse con Margaret y Carlos en un restaurante.

Cuando Margaret le cuenta a Carlos lo que ha hecho, Carlos se mostró divertido.

“—Oh, ya sabes, no hay ninguna Sue Childress —dijo—. Mira, simplemente me inventé el nombre.

Me miró con aquellos traviesos ojos negros…

—Me lo he inventado todo —dijo—, era mentira. Puedes entenderlo, ¿no?”

Margaret estaba resuelta a seguir adelante con su descubrimiento, pero Carlos ya no la escuchaba. De repente se había quedado absorto. Ella lo cuenta así:

“Estaba de pie, en el centro de la habitación, con los brazos y las piernas muy rígidos. Era así como se ponía cuando estaba excitado. Cerró los ojos y, por un momento, comprendió. Yo había creado a Sue Childress, o para ser más precisos, había dispuesto los eventos de un modo tan radical que le había permitido aparecer en nuestra vida. Y lo había hecho todo con aquella insistencia mía, aquella determinación de acero para hacer que las cosas se convirtieran en realidad… Él se imaginaba un personaje, me lo decía, y yo le entregaba a cambio un ser humano real. Claro está que lo que aquí estaba operando era la propia lógica extraña de Carlos, y yo no la comprendía.”

Carlos se sienta entonces en un sofá, agarra un cuaderno y se pone a esbozar un retrato de Sue Childress.

“—No es una mujer baja, pongamos 1,70. Es rubia, pero tiene los ojos oscuros y una cara preciosa, ¿ves? —dijo mostrándome un esbozo en blanco y negro del aspecto que debería tener Sue.”

Cuando Margaret se reune con la Sue Childress real en un restaurante a media luz, parecía exactamente como Carlos la había descrito.

Mientras que Margaret se otorga el mérito de este milagro (“aquella determinación de acero para hacer que las cosas se convirtieran en realidad”), es probable que Castaneda se quedara petrificado pensando en aquella extraña conjetura, no maravillado por los poderes de su esposa sino por su propia presunción.

Con el paso del tiempo, se hizo evidente para Margaret que Carlos confiaba cada vez más en su poder para aparentar —intentar— que las cosas ocurrieran. En realidad, algo que podemos llamar vivir de ilusiones parecía haberse convertido en su modus vivendi. Algunos años más tarde, después de que Margaret y Carlos llevaran separados mucho tiempo, la invitó a Nueva York, en donde se encontraba trabajando con su corrector de estilo, Michael Korda, en un nuevo manuscrito. Margaret supuso que el propósito de su invitación era el mismo que tenía ella: buscar una reconciliación final en su relación. Pero lo que Castaneda tenía en la cabeza no era, al parecer, la reconciliación. Durante el fin de semana se dedicó unas veces a ignorarla y otras a intimidarla. Aunque le dio un cheque con una gran cantidad para el hijo de Margaret, C.J., su comportamiento fue tan malo que Margaret terminó por llamarlo, con desprecio, ‘Napoleón’ cuando dejaron el hotel. Algunos meses más tarde, después de que Castaneda recibiera la notificación de la demanda de divorcio, llamó a Margaret para preguntarle porque había presentado la demanda. Le recordó su indignante comportamiento con ella en aquel fin de semana en Nueva York. Carlos se quedó en silencio durante un rato, y después con mucha calma le explicó que no había sido él quien se había comportado tan mal en Nueva York. No había estado en Nueva York durante ese fin de semana. Él era ahora un brujo, le explicó, y a los brujos les ocurren cosas inexplicables. En este caso, el desagradable Carlos debe haber sido su doble.

Hay una patética tristeza en la historia de Margaret que probablemente tenga su origen en las grandiosas promesas de amor de Castaneda, y su habitual incapacidad para mantenerlas —en conjunción con la firme creencia de Margaret en el significado místico de su vida con él. Su historia termina con un encuentro con Carlos en el aparcamiento de un restaurante. Ahora, Carlos se encuentra rodeado por sus guardianes femeninos, que impiden que Margaret se aproxime. Finalmente, consigue acercarse a él. Ella le da una copia del libro recientemente publicado El arte de ensoñar y le pide que se lo dedique. Él la besa en la mejilla, pero se niega a firmar el libro. “Oh, tengo las manos muy cansadas”, le dice. Y esta es la última vez que lo ve.

Entrevista en México

Entrevista en México
por Javier Molina, periódico UnomasUno, 1984,

Carlos Castaneda, el autor de Las enseñanzas de don Juan, se encuentra en México. El jueves, a las 19:30 horas, conversará con el público en la librería del Fondo de Cultura Económica. Comenzamos por plantearle una duda de muchos lectores: ¿Existe don Juan o es un invento (una creación literaria) de Carlos Castaneda?

“Es el conflicto del lector de Carlos Castaneda, afirma. Hace referencia a su propio conocimiento: ¿Cómo es posible que escriba cosas que no tienen sentido en el mundo cotidiano? La clave de esa reacción es la referencia que uno hace a sí mismo, a lo que uno sabe”.

Luego dice: “Don Juan no es un personaje literario, es una persona, que no vive ahora, pero que vivió en el mundo, como tu y yo conocemos el mundo. No habría podido crear un personaje como don Juan, porque no tengo la preparación. Lo que don Juan me dice no es algo que yo pueda improvisar, o extraerlo como una síntesis de mis lecturas. No se puede, es algo diferente”.

– Si usted quisiera resumir las enseñanzas de don Juan, o tal vez, destacar su enseñanza más importante ¿cuál sería?

– Lo más importante para mí, en lo que yo podría invertir todo lo que tengo si don Juan estuviera vendiendo algo, es esa premisa que consiste en perder la importancia personal, ese sentimiento de amor propio, el pundonor que nos legaron los antecesores nuestros: la idea de que el yo personal vale tanto.

“Alguna vez yo le pregunté por qué sería tan importante perder el sentimiento de la importancia personal. Don Juan dice que es una cosa muy sencilla: el 90% de nuestra energía está consumida en defender nuestras personas. La idea de él es que no hay razón para tanto esfuerzo. Defender la persona cuesta demasiado y no reporta nada”.

Esto es, para Carlos Castaneda, “el punto de articulación de las enseñanzas de don Juan. El quiere crear un ahorro de energía, a fin de que la misma se emplee en algo novedoso”.

Este algo novedoso se encuentra en las mismas enseñanzas de Juan Matus. “El está interesado en percibir conjuntos que no tienen ninguna historia en el mundo cotidiano. Por ejemplo, un conjunto nuevo sería ver al hombre como un “huevo luminoso”, una masa de energía y no solamente un cuerpo sólido. Esto le da al indio brujo una ventaja extraordinaria, que está vedada para nosotros. ¿Por qué – dice – es que nosotros no estamos interesados en la percepción?”

“Cuando me preguntó eso – relata Castaneda – yo le aseguré que estaba interesadísimo en la percepción, lo cual no era cierto, desde luego, porque el único interés que tengo yo, como hombre occidental, es en el significado, en la epistemología, de un modo u otro. De ahí que buscaba yo nuevos significados, y yo les llamo nuevos rumbos”.

– ¿Tienen que ver los nuevos rumbos con la realidad aparte de don Juan?

– La realidad aparte es en la realidad total de don Juan, porque él no está interesado en los nuevos rumbos o significados, que es un manejo intelectual. El está interesado en una búsqueda de unidades de percepción nuevas, que no tienen historia, como por ejemplo el ver a la muerte, a la muerte que nos deshace inexorablemente. Como occidentales intuimos pero no vemos ala muerte. Y al fin de cuentas, no nos interesa, porque (decía don Juan) no nos interesa la vida.

En el prólogo a la primera edición en español de Las enseñanzas de don Juan (Colección Popular del FCE, 1974) Octavio Paz escribe: ” …las creencias de don Juan han alimentado y enriquecido la sensibilidad y la imaginación de los indios desde hace varios miles de años”. Acerca de las culturas indígenas de México, Carlos Castaneda nos dice que “por supuesto, es la herencia del país. Don Juan es México, el México puro, el México antiguo”.

“En este momento – añade – hay en el país cantidad de gente que está envuelta en la misma búsqueda de don Juan. El me dejó explicar su conocimiento en mis libros. En este momento yo trabajo en el norte de México, con gente que son sus estudiantes, que son sus herederos”.

“Lo que es importantísimo – subraya Castaneda – es que cuando llega el español le quita al indígena las libertades visibles. El español deja al indígena sin nada, un paria total”.

“Lo que le queda a don Juan, y a los indígenas como él, es encararse con la libertad total, que no tiene nada que ver con las libertades políticas, ideológicas, o con el derecho a la felicidad y al bienestar”.
Castaneda explica que la libertad total “tiene que ver con el encararse con la realidad ineluctable, la muerte, la disolución del ser, de la conciencia. Don Juan quiere ser libre, una libertad completa. No quiere morirse como se muere el hombre cotidiano. Dice que él quiere convertirse en conciencia total”.
Hay dos palabras, en el habla de Juan Matus, que vale la pena explicar – le decimos a Castaneda -: ver y poder.

“Don Juan dice que toda la energía con la que nosotros podemos contar ya está distribuida. De ahí que no podamos romper la hegemonía de la percepción, y cuando nos encontramos con un brujo creemos habernos topado con un hombre incoherente, porque no está usando la energía disponible como nosotros lo hacemos”.

“Entonces para poder disponer de energía, ya que toda está distribuida, tenemos que ahorrarla, y para él hay un único modo de hacerlo: deshacernos de aquello que no reporta nada. Y ese aquello es la importancia del yo personal”. El planteamiento es que “si se pudiera ahorrar esa energía, habría suficiente capacidad para percibir esa otra realidad, esa realidad aparte y, sobre todo, habría suficiente energía para percibir el regalo del conocimiento total”.

Castaneda explica entonces el poder. “Es haber ahorrado esa energía que le permite a uno entrar en áreas de percepción inconcebibles. El hombre de poder es el que puede entrar en mundos de percepción inconcebibles para el que no ha podido ahorrar energía, para aquellos que han empleado toda su energía en defender sus personas”.

“Si tu dejaras de sentirte tan importante – comenta, para dejar clara la idea – serías invulnerable. ¿Qué te podrían hacer? Lo que nos hiere es que nos acusen, o nos ataquen en el amor propio. Uno hace lo mejor que puede, eso es indiscutible, pero jamás se puede uno tomar tan en serio. Ese es el secreto, ahí está, a lo mejor lo agarramos muy bien”.

Castaneda define su actitud cuando dice: “No quiero la fama o la riqueza, sino expresar, de la manera más simple, lo que don Juan me enseñó”.

Nos habla de su libro más reciente, el séptimo, que ya circula en los Estados Unidos con un título que podría traducirse como El fuego interno. Su autor cuenta que a la editora estadounidense no le gustó el título original, con el que, muy probablemente, aparecerá en español: Los guerreros de la libertad total. “Lo que quiero hacer es presentar un bosquejo, una especie de introducción a las tres maestrías que constituyen el conocimiento ancestral del indígena mexicano: la maestría de la percepción, la del Intento y la de lo que llaman el acecho”.

“Esta última maestría es el arte de vivir en el mundo cotidiano de la mejor manera posible. La maestría del Intento es el arte de Intentar relacionarnos con la fuerza que nos sustenta, porque hay algo que nos sustenta, que nos da energía y, por supuesto, la maestría de la percepción es el arte de la conciencia”.
En cuanto a la afirmación de que toda nuestra energía la usamos para destacar la importancia del yo personal, le comentamos la existencia de personas muy apartadas de esta idea: las que se entregan a una causa popular, social. “Me imagino que sí, dice, por lo que sé de la historia”. A propósito, afirma que “cada uno de los grandes líderes contemporáneos son unos maniáticos desesperantes. Napoleón, por ejemplo, que contribuyó enormidades a nuestro modo de pensar, Hitler… y lee las memorias de Freud, es una cosa desesperante…”

No estamos conformes, insistimos que hablamos de personas entregadas a una causa popular, social, como Miguel Hidalgo o Emiliano Zapata. Carlos Castaneda se pone de pie sin hacerlo.
“Esa es otra cosa, tienen el pellejo diferente. Hay allí otro tenor ancestral, otro gene. Esa gente está más cercana a don Juan que los líderes europeos. Es otra sentimentalidad”.

Javier Molina
Periódico Uno Más Uno Junio 1984

Conferencias de Carlos Castaneda en Mexico, Enero de 1996

Conferencias de Carlos Castaneda en Mexico, Enero de 1996

VIERNES 26 DE ENERO DE 1996 7:00PM – 10:30PM

Castaneda dice que un escritor, Mesmer [en realidad Friedrich Anton Mesmer, médico y terapeuta, y temprano experimentador con campos de energía humanos y curas hipnóticas: como el ser “mesmerizado] , ya había hablado sobre parar el juicio, sobre que nos habíamos equivocado.

“Todos quieren estar en las candilejas solo yo, yo, yo! La humanidad entera yo, yo, yo! ”

Don Juan le dijo: “Entre más chaparro mas egomaniático!” don Juan le agradecía mucho a Castaneda porque decía: “el mero hecho de verte llegar me dan ganas de vomitar! Cada vez que vienes me renuevo!”

Castaneda admiraba mucho a un maestro de la facultad que hablaba muy bonito. A este maestro le cuestionaban sobre algo y se quedaba varios minutos en silencio moviendo la boca, como masticando, pensando, hasta que empezaba una larga perorata, que los dejaba anonadados… don Juan le decía:” ¿quieres ser como tu maestro? ¡Obsérvalo!” Castaneda se dio cuenta que “era un genio de 8 a 3pm… ¡¡después no era nada!!! Era un gusano. Era todo lo que hacía! Todo lo que el descubre y hace no tiene influencia en su vida ¡¡Cómo es posible!!! ¡¡¡Para un brujo eso es inaudito!!!”

Castaneda habla sobre las 3 chacmools que ya no son chacmools: “¡Las 3 luchan contra su ego! Quisieron ser jefas cada una y se fueron a donde se fue Padilla! ”

don Juan: “¡¡No se puede insistir! Las cosas si quieren salir, salen…. si se insiste, ¡no!” Habla del New Age…. eso es Old Age… son egomaníacos…

Don Juan le decía a Castaneda que tenia clavos de Egomanía, que necesitaba sacárselos… Castaneda muchas veces le decia a don Juan: “Don Juan, sáqueme otro clavo”…. don Juan le contestaba:” No, no, hoy no”. 🙂

Don Juan me decía: “No hubo pasión, tu mamá ni supo lo que le paso, nada! Obsérvate, obsérvate, obsérvate, no te estas quieto.” (Castaneda con temblorina), “Eres el producto de una Cogida aburrida!!”

“La mayoría de nosotros somos iguales por eso no podemos brincar bien y perdemos energia en cosas que no son importantes ”

” Mi origen fue una cogida aburrida, don Juan me decía si no te gusta puedes decirte CA (además me llamo Carlos Aranha). ”

“Don Juan no quería fotos, ni publicidad para sus discípulos, porque no tenían energía, se iban a agotar. ”

“Un estudiante de don Juan se fue (Carol Tiggs). En el cosmos total hay otro medio, el mar de la conciencia, ella estuvo ida por 10 años.¡ Y ella regresó! Una vez que estaba dando un seminario en Los Angeles, al fondo del salón vi un resplandor ambarino, muy diferente a los de las demás personas, al ver vi a Carol Tiggs, ¡está muy joven! Algunos de ustedes la han visto y esta muy jovencita…. ”

“Disciplina para un brujo es un propósito, su propósito es la libertad, y para llegar se pulen.”

“Somos conjuntos de campos energéticos, un conglomerado. Algo nos mantiene en orden. ”

don Juan decía: “No se puede dominar esta fuerza (¡idiotas!), solo se puede acceder a ella. Fue el error de los brujos antiguos.”

“Si podemos tener acceso al México aquel… ¿qué nos detiene? ¿qué hacemos? …. Nos emborrachamos, nos drogamos y eso es amor por sí mismos? ¡¡Egomaniaticos!!! Uno no les puede ver… ¡porque se enojan!”

don Juan le preguntaba: “Cual es la contribución de tu hombre al sistema de pensamiento?¿ Que dijo tu abuelo? ¿Qué te dijo tu padre? ¿Qué dices tu? … ” Pucha!¿Qué cosa bruta! ¿Qué quieres de la vida? Castaneda contesta: ¡No sé! (después de mucho pensar) “Quiero amor” ( Castaneda cuenta que se estuvieron riendo de él por mucho tiempo… cada vez que lo veían venir decían: “¡Ahí viene el que anda buscando amor!”)

Castaneda: “Yo muchas veces le preguntaba a don Juan sobre algo que no tenia explicación y él me cantaba … “Pregúntale a las estrellas que por las noches me ven llorar….” ”

don Juan: “Como un mortal, tengo que encontrar todo lo que pueda!”

don Juan: “Yo no estoy obligado a honrar acuerdos en los que yo no participé” don Juan: “yo no participe en el acuerdo de ser viejo, ¡mírate tu! ¡mírame a mí!”

“don Juan me decía, hablas en renglones sintácticos , ej. “Es que nadie me comprende” ”

don Juan: “Deja todo lo que le incumbe al mundo cotidiano, te estas matando por comportarte como normal, eso lo haces con el dedo chiquito.¡¡¡ La lucha esta en el horizonte!!! ”

don Juan: “Deja de ser el macho latino… . ”

“Yo decía: yo quiero acabar con la hegemonía gringa, el problema está en que los países como los Estados Unidos nos tienen… (larga rollo sobre arreglar el mundo). don Juan se me quedaba viendo y me decía: “¿por qué no dejas de fumar? “

Epistemiologia antropologica

Hacia una Epistemología Antropológica
Lectura de una obra de Carlos Castaneda

Isabel Araya Olmos. Licenciada en Antropología

Introducción

¾Era distinto cuando había gente en el mundo -prosiguió- gente que sabía que un hombre podía convertirse en león de montaña o en pájaro, o que un hombre podía volar así no más. Por eso ya no uso la yerba del diablo. ¿Para qué? ¿Para asustar a los indios? Y lo vi triste, y una honda simpatía me llenó. Quise decirle algo, aunque fuera una perogrullada.
¾Tal vez, don Juan, ése sea el destino de todos los hombres que quieren saber.
¾Tal vez, dijo suavemente.
(Castaneda 1974:89)

El libro “Las enseñanzas de Don Juan: una forma yaqui de conocimiento”, de Carlos Castaneda (1974), integra una trilogía (1) que el autor escribe sobre la tradición y la sociedad de los brujos de México. Sin embargo, este texto puede ser leído por sí solo, como unidad que narra una etapa de la investigación/aprendizaje del escritor. Las posibles lecturas son múltiples ¾tantas como lectores existen¾ pero, aquí hemos querido situarnos desde la Epistemología, entendida como reflexión sobre el conocimiento, para desde esa perspectiva descubrir las distinciones tácitas que se entretejen en el relato.

El concepto de Epistemología es comprendido desde diversos enfoques o paradigmas que lo reconocen, por una parte, como una teoría general del conocimiento y, por otra, en tanto estudios más particularizados sobre la génesis y la estructura de las ciencias (Mardones, J. M. y N. Ursua 1995).

En este escrito (de Castaneda), se distinguen, desde un principio, temáticas estrechamente vinculadas con el comprender. Se reconoce, por una parte, el narrar de un aprendizaje: donde el antropólogo es el iniciado y el brujo Yaqui (2), don Juan, el maestro. También, desde la Etnología, se puede leer una descripción de otros dominios del entendimiento humano, un encuentro con el otro, la experiencia de la otredad (3).

Tal investigación, que empieza como un simple estudio de plantas alucinógenas (peyote, datura y hongos), en las prácticas de la hechicería yaqui, muestra en el fondo cuán difícil puede ser diferenciar y reconocer al sujeto que estudia del que es estudiado. No sólo por lo flexibles que resultan ser las fronteras de dicho límite, sino porque esa dualidad sujeto/objeto se desvanece y en su lugar aparece otra unidad dinámica: sujeto-observador/método/sujeto-observado, donde cada personaje puede cambiar según el contexto desde un polo a otro, ser interlocutor e intérprete a la vez.

Castaneda se interesa, como decíamos, en un conocimiento distinto al científico; pero, igualmente legítimo: el sistema de conocimiento de la magia o brujería yaqui. El busca entender esta otredad, y experimenta la extrañeza. En palabras de Octavio Paz:

“Esta experiencia… del saberse solo en el mundo a sentirse parte del mundo. Es un desprendimiento del yo que somos (o creemos ser) hacia el otro que también somos y que siempre es distinto de nosotros. Desprendimiento: aparición: Experiencia de la extrañeza que es ser hombres.” (Paz 1974:12)

La realidad ontológica se desploma

Con todo, no cabe duda que dicho estudio se centra en uno de los tantos cruces de la Epistemología. Describe el recorrido de un aprendiz, de un observador, sujeto que investiga, y revela descripciones de otros mundos, de “estados de realidad no ordinaria”, como los llama Castaneda. Este libro narra la confrontación de realidades distintas, el choque entre una realidad cotidiana (“realidad ordinaria”), y otra no cotidiana (“no ordinaria”), inducida por las plantas alucinógenas.

“En el contexto específico de sus enseñanzas, don Juan relacionaba el uso de la Datura inoxia (o Toloache), y la Psilocybe mexicana (hongo), con la adquisición de poder, un poder que él llamaba “aliado”. Relacionaba el uso de la Lophophora wiliamsii (o Peyote), con la adquisición de sabiduría, o conocimiento de la buena manera de vivir. La importancia de las plantas consistía, para don Juan, en su capacidad de producir etapas de percepción peculiar en un ser humano. Así, me guió al experimentar una serie de tales etapas con el propósito de exponer y validar su conocimiento. Las he llamado “estados de realidad no ordinaria”, en el sentido de realidad inusitada contrapuesta a la realidad ordinaria de la vida cotidiana. La distinción se basa en el significado inherente a los estados de realidad no ordinaria. En el contexto del saber de don Juan se consideraban reales, aunque su realidad se diferenciaba de la realidad ordinaria. Don Juan consideraba los estados de realidad no ordinaria como única forma de aprendizaje pragmático y único medio de poder adquirir poder.” (Castaneda; 1974: 39-40)

Con lo anterior se están esbozando los primeros contornos de una crítica a la ciencia clásica. Este juicio se va reafirmado en el transcurso de la investigación. El uso y la acción de los alucinógenos resulta ser una crítica de la Realidad: el derrumbe de una racionalidad sostenida por las percepciones, la ficción de una realidad fijada por los sentidos (G. Bateson 1985; H. Von Foerster 1990). Los estados de realidad no ordinaria son tan “reales” como la misma cotidianeidad. ¿Cuáles son los límites, entonces, entre “realidad” e “ilusión”? Estos se diluyen, no se alcanzan. La realidad ontológica se desploma.

“La visión de la otra realidad reposa sobre las ruinas de esta realidad. La destrucción de la realidad cotidiana es el resultado de lo que podría llamarse la crítica sensible del mundo. Es equivalente, en la esfera de los sentidos, de la crítica racional de la realidad. La visión se apoya en el escepticismo radical que nos hace dudar de la coherencia, consistencia y aun existencia de este mundo que vemos, oímos, olemos y tocamos. Para ver la otra realidad hay que dudar de la realidad que vemos con los ojos.” (Paz 1974:18)

La consistencia de la visión mágica del mundo

El conocimiento como reflexión partiría justamente desde una crisis, desde algo que se cuestiona. En un movimiento similar, el estatus de lo que llamamos “Realidad” se pone en duda, se convierte y termina por aceptar que consiste en simples “descripciones del mundo” que generamos nosotros mismos como sujetos observadores (Von Foerster 1974).

Las descripciones del mundo cotidiano, en Castaneda, son hasta menos consistentes e intensas que las visiones del peyote en ciertos momentos privilegiados. El mundo de las percepciones como realidad contrastante (en la que se logran constatar y verificar nuestras hipótesis), queda así invalidado, y sobre este escepticismo, ya no sensible sino racional, se puede criticar la ciencia clásica occidental, generando otra idea de nuestro entorno.

En ese mismo sentido, Octavio Paz agrega con increíble riqueza y claridad :

“En un primer momento la crítica (del escepticismo), destruye los fundamentos pretendidamente racionales en que descansa nuestra fe en la existencia del mundo y del ser del hombre: uno y otro son opiniones, creencias desprovistas de certidumbre racional. El escéptico se sirve de la razón para mostrar las insuficiencias de la razón, su sinrazón secreta. Inmediatamente después, en un movimiento circular, se vuelve sobre sí mismo y examina su razonamiento: si su crítica ha sido efectivamente racional, debe estar marcada por la misma inconsistencia. La sin razón de la razón, la incoherencia, aparecen también en la crítica de la razón. El escéptico tiene que cruzarse de brazos y, para no contradecirse una vez más, resignarse al silencio y a la inmovilidad. Si quiere seguir viviendo y hablando debe afirmar, con una sonrisa desesperada, la validez no-racional de las creencias.” (Paz 1974:19-20)

A Castaneda lo que le interesa no es mostrar la inconsistencia de nuestras descripciones de la realidad ¾sean las de la vida cotidiana o las de la clásica filosofía occidental¾ sino la consistencia de la visión mágica del mundo. Es por esta puerta que el autor entra y revalora el saber de la magia que posee don Juan. Sus experiencias de realidad no ordinaria dejan ya de ser “grotescas” ¾como aludía antes él mismo. Y poco a poco se va abriendo a las creencias y pensamiento del brujo yaqui como frente a un sistema de conocimiento que se autosostiene coherente en todos sus componentes e interrelaciones.

¿Castaneda como aprendiz, investigador o sujeto en conversión?

Carlos Castaneda, en tanto antropólogo, entra como observador; pero, a lo largo del libro va cambiando el ángulo de sus interpretaciones. Desde un principio explica que en la primera parte se limitará a narrar sus experiencias como aprendiz, y no a analizar las estructuras de este nuevo conocimiento. Es sólo en el segundo apartado que el autor elabora un esquema interpretativo del sistema mágico de conocimiento yaqui, de la construcción de mundo que propone el saber de don Juan.

Castaneda transita así desde un rol de observador científico a otro de aprendiz, o de amigo: investiga, y al hacerlo, aprende, se contacta, se relaciona, se vincula con ese otro, con don Juan. Ya en la introducción del libro, se puede leer:

“Le dije (a don Juan) que me interesaba obtener informes sobre plantas medicinales…(31). Me propuse averiguar dónde vivía don Juan, y más tarde lo visité varias veces. En cada visita intenté llevarlo a hablar del peyote; pero, sin éxito. No obstante nos hicimos muy buenos amigos, y mi investigación científica fue relegada, o al menos reencaminada por cauces que se hallaban mundos aparte de mi intención original… Al principio vi a don Juan simplemente como un hombre algo peculiar que sabía mucho sobre el peyote y que hablaba el español notablemente bien. Pero la gente con quien vivía lo consideraba dueño de algún ‘saber secreto’, lo creía ‘brujo’.” (Castaneda; 1974:31-32)

Se produce entonces un giro. Después de un año de conocerse, don Juan le explica que posee ciertos conocimientos recibidos de un maestro o “benefactor”, y que lo ha escogido a él como aprendiz, advirtiéndole que el proceso de aprendizaje será largo y arduo. Así, en 1961, Castaneda inicia su aprendizaje:

“En Junio de 1961 inicié mi aprendizaje con Don Juan. Anteriormente lo había visto en diversas ocasiones, pero siempre en calidad de observador antropológico”. (Castaneda 1974: 36)

No creemos, sin embargo, estar frente a una conversión del investigador científico en brujo, como argumenta Octavio Paz; por lo menos no en este primer libro. Tampoco interpretamos en éste una “destrucción crítica de la Antropología” (Paz 1974: 12), y una victoria de la magia. Leemos más bien un modo de poner en duda el estatus de verdad exclusiva de la ciencia clásica occidental, de cuestionar nuevamente el método empírico positivista.

Castaneda no se convierte en otro, sólo se relaciona con esta otredad. Se “comunica”, diría Fritz Wallner (1990). Pero en esta comunicación no hay una metamorfosis del observador. El tema tan central en la Antropología aparece de nuevo: lo Emic y lo Etic. Si entendemos por ello el observar un fenómeno social y humano desde “dentro” o “fuera”, respectivamente, se podría hablar aquí de una visión Emic, aunque Castaneda no logre ver jamás el saber de la brujería con los ojos de don Juan, de un indio Yaqui. El brujo puede ver la otra realidad porque la ve con otros ojos ¾con los ojos del otro. Castaneda se mantiene, entonces, y a pesar de todo, en su mundo de significados (Schütz 1974). Quizás algo hay en esto de lo que considera Kühn (1971), cuando afirma la incomunicabilidad de los Paradigmas, donde sólo es posible una traducción.

Investigación, métodos y análisis en el estudio de Castaneda

Este libro es luego una investigación. A partir de ciertas consideraciones, distinciones y métodos, logra elaborar una compresión íntegra de un fenómeno cultural. Dicho trabajo requiere entonces, y como punto de partida, de un investigador que entra en contacto con un conocimiento otro, con una realidad a interpretar.

La brujería de Don Juan es esa otra realidad, conocimiento “no científico”, dice Castaneda. Así, él investiga una tradición cerrada; intenta, desde la fenomenología, comprender crítica y “objetivamente” el saber de una sociedad que coexiste con la sociedad moderna mexicana, y que posee un pensamiento o un sistema de creencias de una amplia coherencia conceptual interna.

“Durante los meses siguientes a mi abandono del aprendizaje, necesité comprender lo que había experimentado, y lo que había experimentado era la enseñanza de un sistema coherente de creencias por medio de un método pragmático y experimental… Resultaba claro que el conocimiento de don Juan y su método de trasmitirlo eran los de su benefactor; así, mis dificultades para comprender sus enseñanzas debieron de ser análogas a las que él mismo experimentó… Tales observaciones me llevaron a creer que para cualquier principiante, indio o no, el conocimiento de la brujería se hacía incomprensible por las características extranjeras de los fenómenos que el aprendiz experimentaba. Personalmente, como occidental, dichas características me resultaron tan ajenas que me fue prácticamente imposible explicarlas según mi propia vida cotidiana… (38)… Así se hizo obvio que el saber de Don Juan debía ser examinado como él mismo lo comprendía; sólo en esos términos podría manifestarse en forma convincente… Por lo tanto mi primera tarea era determinar el orden de conceptualización empleado por don Juan.” (Castaneda 1974:38-39)

El trabajo de Carlos Castaneda se sirve de métodos y técnicas también. Busca con ellos, ahondar hacia lo más significativo de esa realidad. Propone de lleno la observación participante y la entrevista etnográfica, procedimientos que centran su interés en el sujeto y sus representaciones, en esa diversidad de las realidades construidas por nosotros mismos. Luego, el autor intenta recrear esta realidad experimentada y, a partir de su interpretación, elaborar nuevas construcciones teóricas.

En las enseñanzas de don Juan, la práctica ocupa un lugar central. Don Juan enseña a partir de la praxis, su método es pragmático e interviene directamente en la experiencia cotidiana del sujeto. Es quizás por ello, que Castaneda elige, al momento de retransmitir y analizar lo vivenciado, dividir su trabajo en las dos partes ya señaladas: por un lado, la narración de sus experiencias, por otro, la explicación del pensamiento de su maestro en un esquema lógico, operativo y conceptual.

“… he dividido este libro en dos partes. En la primera, presento selecciones de mis notas de campo, relativas a los estados de realidad no ordinaria que atravesé durante el aprendizaje… Mis notas de campo revelan la versión subjetiva de lo que yo percibía al atravesar la experiencia. Esa versión se presenta aquí tal como la narraba a don Juan, quién exigía una reminiscencia completa y fiel de cada detalle y un recuento pleno de cada experiencia… Mis notas de campo manifiestan asimismo el contenido del sistema de creencias de don Juan. He condensado largas páginas de preguntas y respuestas entre don Juan y yo…(44)… En la segunda parte de este libro, presento un análisis estructural sacado exclusivamente de los datos ofrecidos en la primer parte.” (Castaneda 1974:44-45)

El relato y el esquema conceptual

Los científicos deben construir mapas, modelos, esquemas, representaciones científicas. Entonces, de alguna manera, el libro se encuentra escindido en dos formas de trabajar o recrear la realidad: una esquemática (preocupada de dar cientificidad), y otra narrada, quizás de modo menos “sistematizado”; pero, que logra rescatar los procesos dinámicos a través de los cuales conocemos o aprehendemos, investigamos y descubrimos.

En el análisis esquemático sobre ese otro conocimiento yaqui, no se encuentra esa riqueza (recursividad intersubjetiva), presente en el relato. Pareciera que el investigador trivializa (desde el constructivismo), o estabiliza el mundo al que se ve enfrentado.

Como técnicas, el relato y la narración aparecen con más encanto porque resultan más completos, más abiertos. Si bien en la descripción de Castaneda no se especifican las estructuras lógicas que se van construyendo al reflexionar sobre lo aprendido o investigado, se hace posible palpar esa complejidad dinámica por la que se encamina todo proceso de conocer. La unidad sujeto-observador/métodos/sujeto-observado se ve en juego y, con ella, el proceso de enseñanza, de intercambio del conocimiento. Esa forma de narrar ayuda, sin embargo, faltaría quizás haber incluido desde un principio la esquematización final. Haber entrelazado desde ese mismo estilo literario, categorizaciones de interpretación y descripciones de las experiencias.

Una interpretación (de segundo orden)

Al intentar esta lectura desde la epistemología, buscábamos interpretar una obra, reflexionar sobre una interpretación, observar en un segundo nivel, para de este modo, descubrir las distinciones o estructuras cognitivas implícitas en ella.

Este comentario sobre “Las enseñanzas de don Juan: una forma yaqui de conocimiento”, rescata algunos de los supuestos básicos sobre los cuales reposa o se ancla el saber de las ciencias antropológicas. Interesaba, por ello, considerar y pensar ciertos conceptos claves, como los de “otredad”, “realidad”, “realidad ontológica”, “representación”, “investigación científica”, “unidad sujeto/objeto”, etc., a través de los cuales nos predisponemos a observar, y recreamos una realidad social y cultural.

Pero, profundicemos un poco más sobre el proceso del aprendizaje. Si hacemos un paralelo, no sería extraño encontrar similitudes entre el camino recorrido por Castaneda (en su aprendizaje/investigación), y el comúnmente aceptado por cualquier persona o grupo humano dispuesto a aprender sobre un tema determinado o saber específico.

En el caso del autor, se empieza por dudar de una realidad ordinaria incuestionada. El “consenso ordinario”, acuerdo tácito que establecemos colectivamente los seres humanos sobre nuestra realidad cotidiana, queda entre paréntesis. Lentamente, el aprendiz va aceptando esa otra forma de ver, paralela, ese “consenso especial” o aceptación de otro “orden conceptual” que le ofrece don Juan. El, es un aprendiz o investigador (no importa ya), y le interesa ciertamente descubrir y comprender las distinciones a través de las cuales se puede entender ese otro saber.

“… la aceptación de consenso especial significaba para mí, como aprendiz, la adopción de cierto punto de vista… significaba mi entrada en un nivel conceptual, el cual abarcaba un orden de conceptualización que haría comprensibles en sus propios términos las enseñanzas. Lo he llamado el “orden conceptual” porque era el orden que daba significado a los fenómenos inusitados que formaban el conocimiento de don Juan; era la matriz de significado… la meta del aprendiz consistía en adoptar ese orden de conceptualización, el individuo tenía dos alternativas: podía fallar en sus esfuerzos, o tener éxito… (el fracaso era) el acto de abandonar por entero la empresa bajo la presión creada por cualquiera de los cuatro enemigos simbólicos.” (4) (Castaneda; 1974: 273)

Al recordar cualquier tipo de aprendizaje, de seguro reconocemos la adopción de cierto “consenso especial”. Aparece ahí una nueva distinción, a veces más o menos acorde con lo ya aprendido dentro del consenso ordinario. Se nos desdibujan ciertos límites y se conforman otros. En un comienzo, nos cuesta aprehenderlos porque cuestionan nuestro ordenamiento conceptual anterior. Pero, ya adquirido, el consenso especial constituye el primer paso hacia la comprensión de ese otro saber. Se acepta la idea de una realidad antes no conocida, ajena a nuestro vivir; pero, posible. Se admite su validez, se hace coherente con nuestra comprensión del mundo. Castaneda sostiene:

“… cualquier aprendiz, al aceptar el consenso especial, era llevado a adoptar el orden conceptual del conocimiento enseñado… Desde el punto de vista de mi etapa personal de aprendizaje, pude decir que, hasta el tiempo en que me retiré del aprendizaje, las enseñanzas de don Juan habían fomentado la adopción de dos unidades del orden conceptual: 1.- la idea de que existía un reino de realidad separado, otro mundo, que he llamado “realidad de consenso especial”. 2.- la idea que la realidad de consenso especial, o ese otro mundo, era tan utilizable como el mundo de la vida cotidiana.” (Castaneda; 1974: 280)

En algún momento, en ese proceso que implica el aprender nuevos conocimientos, se cuestiona la realidad anterior, se abre otro marco de interpretación todavía difuso. El antropólogo Carlos Castaneda, ha de distinguir, en una etapa inicial de su aprendizaje, un sitio en el suelo, un espacio especial, “su lugar”, le dice don Juan. Para ello, necesita intuir las distinciones con las que interpreta la realidad su maestro.

“Don Juan empezó a preparar el terreno para el consenso especial produciendo el primer estado especial de realidad ordinaria… me hizo percibir… colores que parecían emanar de dos pequeñas zonas del suelo. Aisladas, tales zonas de color quedaban privadas de consenso ordinario; al parecer solo yo era capaz de verlas… Don Juan me dirigió a percibir en forma desacostumbrada una porción de realidad ordinaria; es decir, transformó ciertos elementos ordinarios en cosas que necesitaban un consenso especial.” (Castaneda; 1974:282-283)

De modo similar, al encontrarnos con nuevos enfoques teóricos, con nuevos conocimientos, aprendemos “a ver” con ojos diferentes: lo que antes era homogéneo revela matices, lo que no imaginábamos aparece. Continuamente, estamos trazando nuevas fronteras, dinámicas, colectivamente acordadas. Constantemente interpretamos nuestra realidad, nuestro entorno; sólo de vez en cuando decidimos iniciar un aprendizaje y muy pocas veces logramos sostenerlo en el tiempo.

Este proceso lo vive también Castaneda y elige detener su descubrir; sin embargo, logra aprehender la riqueza inherente al saber de don Juan:

“… aunque no continué porque no me hallaba, ni me hallaré jamas, preparado para soportar los rigores de tal entrenamiento… Tras haber organizado mi esquema estructural, y ya en posibilidad de descartar muchos datos superfluos… se me aclaró que… (las enseñanzas de don Juan), poseían un cohesión interna, una secuencia lógica que me permitía contemplar todo fenómeno a una luz que disipaba ese sentido de lo grotesco que era la marca de todo cuanto yo había experimentado. Me pareció obvio entonces que mi aprendizaje había sido sólo el principio de un camino muy largo. Y las arduas experiencias que yo había atravesado… eran apenas un fragmento muy pequeño de un sistema de pensamiento lógico del que don Juan sacaba inferencias significativas para su vida cotidiana, un sistema de creencias vastamente complejo donde el acto de indagar era la experiencia que llevaba a la exultación.” (Carlos Castaneda; 1974:280-281)

Bibliografía

* BATESON G. Pasos hacia una ecología de la mente. Editorial Carlos Lohé, Buenos Aires. 1985.
* CASTANEDA C. Las Enseñanzas de Don Juan: una forma Yaqui de conocimiento. Editorial Fondo de Cultura Económica, México – Argentina. 1974.(Octava reimpresión Argentina en 1990).
* KÜHN T. La estructura de las revoluciones científicas. Editorial Fondo de Cultura Económica, México. 1971.
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* PAZ O. “Una mirada anterior”. Prólogo. C. Castaneda, Las Enseñanzas de Don Juan: una forma Yaqui de conocimiento. Editorial Fondo de Cultura Económica, México – Argentina. 1974.
* SCHÜTZ A. Estudios sobre teoría social. Editorial Amorrortu, Buenos Aires. 1974.
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* WALLNER F. Ocho Lecciones sobre el realismo constructivo. Introducción y Traducción de Hugo Ochoa. Editorial Universidad Católica de Valparaíso. 1990.

Notas

1. Según se puede leer en tal escrito, tres son los libros que componen esta trilogía: The Teachings of Don Juan: A Yaqui Way of Knowledge, University of California Press, 1968; A Separate Reality: Further Conversations with Don Juan, Simon and Schuster, 1990; Journey to Ixtlán: The lessons of Don Juan, Simon and Schuster, 1972.
2. Hechicero de la etnia yaqui de Sonora, en México. Los brujos yaqui forman parte de un tradición cerrada, de la sociedad de los brujos de México; cofradía, ésta, que se extiende por todo el territorio mexicano, hasta el sur de Estados Unidos; tradición sincrética de los herederos de sacerdotes y chamanes precolombinos (según el mismo libro Las Enseñanzas de Don Juan. Una forma Yaqui de conocimiento).
3. Experiencia constitutiva del ser humano, experiencia de la extrañeza, del alejarse del yo (que pensamos ser) para alcanzar un otro. De acuerdo a Octavio Paz. En “El Arco y la Lira”. México. 1956.
4. Los cuatro enemigos simbólicos de un hombre de conocimiento, para el saber yaqui, son: el miedo, la claridad, el poder y la vejez. Constantemente, si se quiere llegar a ser hombre de conocimiento, se ha de batallar contra cada uno de esos cuatro enemigos. Renovar una y otra vez ese esfuerzo es la única forma de ganar y conservar el dominio de sí.

Cuerpo en el espejo

Cuerpo en el espejo

Gabriel Weisz

Vamos a disponer una construcción corporal en el mundo de la antigua cultura náhuatl bajo el influjo de dos creencias: el tonalismo y el nagualismo. Confirmamos el paso del humano a la forma animal bajo distintas condiciones del discurso mítico, principal alimentador del pensamiento religioso. Iniciamos con algunas historias de los dioses mesoamericanos y su paso a las formas animales. Sin embargo, existen maneras distintas en el discurso de las transformaciones, de manera que la planta también adquiere atributos humanos. Tratamos en este trabajo una serie de sustancias mitosomáticas, o sea, la mezcla de las “sustancias” del mito con las sustancias del cuerpo. No dejamos de mencionar el importante desempeño del calendario en todos estos discursos. Un nivel diferente ocupa la herbolaria y su influencia en la conceptuación del cuerpo mágico. Completamos nuestra descripción del cuerpo mágico con los rituales de sacrificio, pues con ello culmina un proceso radical de transformación y regeneración del mito como elemento mediador del cuerpo y la cosmogonía.

El sustantivo tonalli, derivado del verbo tona, “irradiar” (“hacer calor o sol,” según Molina), tiene varios significados: en uno remite al destino de la persona por el día en que nace. Muy significativo es que el vocablo tonalli consigna el simbolismo solar. El tonal asimismo remite a la acepción de espíritu familiar. Sahagún indica que el alma del infante era enviada del cielo más alto de Omeyocan, lugar de la dualidad. Después del nacimiento el infante es abandonado en el templo un par de noches, en este lugar se riega ceniza sobre el suelo; en tal forma los sacerdotes determinan las huellas que dejan los animales que pasan por allí, de esta manera el infante recibe de manera permanente, por compañero y guardián, a la bestia que lo visitó durante la noche (cfr. Beltrán, 1973).

En el tonalismo se plantea una relación entre animal y ser humano. Tal asociación toma lugar desde el mismo nacimiento del infante. El animal se ubica en un monte cercano al lugar donde acontece el nacimiento. La persona adopta una relación con su “tona” que la acompaña hasta su muerte. Sin embargo, López Austin estima que “faltan bases para afirmar si existió esta creencia en toda Mesoamérica” (1980, p. 431).

Sobre el nagualismo se opera una especie de proceso histriónico que yo identifico como etnodrama. En este etnodrama, el mago tiene la capacidad de adoptar una apariencia animal y luego puede retornar a su figura original cuando revierte el proceso. En el etnodrama existe la posibilidad de animar el drama de la transformación y así ubicarlo en el gran texto de la cosmogonía.

La cosmogonía náhuatl registra la transfiguración del dios Tezcatlipoca, que entre diversas formas tomaba la del coyote, ser fantasmal y zorrillo. Su nombre significa “Espejo humeante”, aparece con tal objeto en la nuca y una serpiente en uno de sus pies. El espejo puede evocar su naturaleza misteriosa y en constante cambio.

Se sabe que los espejos de obsidiana y otras piedras tenían un uso en la brujería y necromancia. Ponemos de manifiesto el efecto turbulento de esta deidad que causa discordia y conflicto en donde se hace presente. Pero también conserva una naturaleza dual pues así como puede traer destrucción, puede traer fortuna. Es un dios que encarna el cambio mediante el establecimiento del conflicto.

Muchos de los dioses adoptan formas animales, es el caso del tlacuache en Quetzalcóatl, el venado en Mixcóatl o bien el colibrí usado por Huitzilopochtli. Los dioses tenían dobles animales.

En el gran parque del emperador Moctezuma los militares españoles observaron jaguares y pumas. Una variedad de extraños monos, armadillos y gran cantidad de pájaros multicolores. Asimismo se alojaban mujeres barbadas y enanos deformes. Sobre los enanos y jorobados se pensaba que eran emisarios de los cielos. Los seres deformes se asociaban a los ahuiateteo, dioses del placer y de los excesos físicos.

El investigador Michel Graulich propone que el “Zoológico de Moctecuhzoma” albergaba los nahualtin de los dioses (cfr. Olivier, 1999 y Dembech, 1965). Registramos una historia que se narra en el Códice Nutall, (pp. 14-20) para sondear ciertas transformaciones del nagual.

En el relato la primera señora 3 Pedernal adopta la forma de una serpiente emplumada con el propósito de visitar a la diosa 1 Águila, la Abuela del río, dueña del Poniente y así quedar preñada. Cuando la diosa escucha su plegaria le obsequia una joya, indicación cierta de que iba a quedar encinta. Posteriormente se prepara el temazcal o baño de vapor como se acostumbraba para preparar a las mujeres que dan a luz. Nace su hija 3 Pedernal. La madre se transfigura de nuevo en su nahual, la serpiente emplumada (cfr. Jansen y Pérez Jiménez, 1998).

La fuerza del tonalli se ubica en la cabeza de la persona. La pérdida del tonalli o sombra –hemos de anotar la semejanza con ciertas características umbrosas que pertenecen a Tezcatlipoca – implica que ésta abandona el cuerpo por la noche y así se expone a ser dañada por un hechicero. Hoy en día entre los nahuas de Pajapan se mantiene que una hemorragia supone la pérdida de la sombra. El tonalli emplea a la sangre como su vehículo. Ruiz de Alarcón explica que cuando enferma una criatura consultan a la curandera o ticitl quien habla de una falta de hado, fortuna o estrella, todo lo cual abarca el tonalli. Sin embargo, son las llamadas tetonaltique las que devuelven el tonalli al lugar que corresponde. El procedimiento curativo consiste en hacer reflejar el rostro del enfermo sobre el agua, si notan el rostro obscuro, o cubierto con alguna sombra se diagnostica la ausencia del hado y fortuna, por el contrario, si el rostro aparece claro, se concluye que el niño no tiene una enfermedad grave y tan sólo lo sahuman. El tonalli marcaba un vínculo personal con el mundo de los dioses. Señalan este vínculo en “forma material, aunque invisible, como un hilo que salía de la cabeza del individuo” (López Austin, 1980, pp. 238-239).

En relación al tonalli solía hacerse una ofrenda de recortes de uñas y cabellos a el ahuítzotl, un animal al servicio de Tláloc, el dios de la lluvia. De aquí se plantea una curiosa escatología que consiste en ofrecer desechos corporales, aunque estas partes del cuerpo guardan la fuerza vital de las personas (cfr. López Austin, 1980).

Entre lo nahuas el ahuitzotl era una especie de nutria, el final de su cola se remataba con una mano humana que le servía para atrapar a sus víctimas que luego llevaba hasta las profundidades del agua. Los ahogados se incorporaban al ejército de muertos que servían a Tlaloc. Los cuerpos eran devueltos después, despojados de pelo, uñas y ojos. (Consultar el texto de Carmen Aguilera).

Un aspecto especialmente sobresaliente en una mitología corporal del tonalli es que no puede estar expuesto sin que se busque alguna cobertura que lo proteja. En tal sentido se administra una piel mágica de la planta que llamaban tlacopactli. Eran las tetonaltique o especialistas en devolver el tonalli que aplicaban la raíz de la planta en la mollera de los niños. Formaban collares de cuentas y se pensaba que el espíritu del muchacho quedaba atrapado en las cuentas de la planta. Este espíritu se encargaba de hacer penitencia por el muchacho. Pero es en la planta que se aloja el tonalli.

De manera análoga a la conformación del tonalli se encuentra una sustancia telúrica que se denominaba como ihíyotl . Pero solamente el nigromante era capaz de liberar el ihíyotl nagual como algunos lo denominaban. Esta entidad se albergaba en el hígado. Comprendemos porqué era la entidad predilecta del nigromante y con la cual podía transformarse, de manera deliberada, en animal. El ihíyotl aparecía como lugar luminoso, tenía el poder mágico de influir sobre otros seres pues lograba atraerlos a una persona, animal u objeto. Asimismo podemos distinguir las facultades racionales del tonalli de las más pasionales del ihíyotl. Existirá, tal vez, mayor movilidad en los atributos pasionales del ihíyotl. Me refiero a esa dinámica de los cambios en el estado de ánimo (consultar a López Austin, 1989).

Encontramos un material que define al nagual por la fecha ce quiahuitl o lluvia de su nacimiento. Esta condición puede asociarse al dios Naualpilli o gran Nagual, famoso dios huaxteca. La confederación azteca al momento de aniquilar el poderío huaxteca, secuestra al dios que resulta asimilado a Tlaloc, deidad de las aguas. Nahualpilli era conocido como nahualli, sabio, hechicero o nagual (ver a Beltrán, 1973). Por otro lado, no hay que olvidar que Tezcatlipoca o “Espejo humeante” era el hechicero por antonomasia del Posclásico tardío y se consideraba capaz de mudar su forma por la de un jaguar. Es pertinente mencionar que el gran nagual era igualmente asociado con el jaguar. El sacerdote que lo veneraba era identificado con el nombre oceloquacuilli o sacerdote jaguar (ver Beltrán, 1973).

En este punto me detengo en algunos estudios de Laurette Séjourné sobre la figura de Tezcatlipoca para destacar ciertos atributos que derivan del calendario, así pues en el jeroglífico del decimotercer día aparece un ser negro con los ojos vendados e identificado con Tezcatlipoca, por el espejo humeante. También aparece un hombre rojo que expulsa una sustancia blanca espumosa en algunos casos y amarilla en otros. El personaje rojo está emparentado con Atlazolteotl “Nuestra señora comedora de inmundicias”. En tal sentido se menciona un excremento divino, rasgo que nos hace recordar el peculiar ritual escatológico, en relación al tonalli, donde los desechos corporales alimentaban al ahuitzotl. No intento crear una equivalencia, sólo me limito a señalar algunos sedimentos del pensamiento mitológico. Sin embargo, para constatar la naturaleza escatológica de la deidad notamos que en el jeroglífico 15 águila del calendario notamos al Tezcatlipoca rojo que exhibe los signos de la materia fermentada y espumosa. Esta constitución escatológica tiene mayor apoyo en el papel que juega Tezcatlipoca como “materialización de la duración de la vida humana” [véase muerte] …” (Sejourné, 1983, p. 277)”.

Un dato complementario en la construcción de nuestro relato sobre la escatología nos conduce al arte lapidario de los nahuas. Los artesanos empleaban un poderoso pegamento que proviene de un árbol parecido al mezquite. Según el enviado por Felipe II, el protomédico Francisco Hernández, la mezcla de la goma se ponía a cocer con resina y arena. El resultado era el de una consistencia muy dura que le servía al lapidario para unir piedras y así fabricar los espejos (cfr. López Austin, 1988).

Una dimensión diferente del cuerpo mágico es la que encontramos con el uso de toda una herbolaria sagrada. Así tenemos el caso del peyote, cacto que tiene un efecto psicotrópico y cuyo alcaloide más conocido es la mescalina. El péyotl era una planta del Mictlán, región de las deidades de la muerte. Los nigromantes se encerraban para consumir el peyote y así consultar a los dioses. El objeto era curar enfermedades. El nigromante se denominaba Payni (ver Alarcón, Serna, Aguilera). El cuerpo mágico del peyote tiene una parte femenina en las cihuapipiltin, o sea las acompañantes del sol. Ellas eran las mujeres que morían en el parto. Así el peyote era conocido como tlazolcihuapilli, mujer hechicera y divina. Tenemos una serie de características del tonalismo, no sólo por las implicaciones solares, además sabemos que el péyotl significa “el resplandeciente”. Parece un término muy adecuado pues entre los efectos del cacto se registran “imágenes brillantemente coloridas y auras débilmente resplandecientes que parecen rodear a los objetos del mundo natural …” (Furst, 1980, pp. 200-201).

No puedo extenderme demasiado en los rasgos tan sugerentes que unen la herbolaria sagrada al cuerpo mágico. Sin embargo, es imposible dejar de mencionar la escultura extásica o estatua de Xochipilli “Príncipe de las flores”. Esta efigie representa una entidad sumida en el Temicxoch o “flores del sueño” como las describían los nahuas. El aspecto más impresionante de la estatua es que las partes descubiertas de su piel de piedra muestran distintos relieves de flores. También el cuerpo tiene labrados unos hongos, en las rodillas, el antebrazo derecho y en la parte superior de la cabeza. Estos hongos era los teonanácatl o “carne de dios”. La estatua descansa sobre un pedestal que se encuentra labrado. Es pertinente mencionar la presencia de una mariposa sobre este pedestal. La mariposa parece alimentarse del teonanácatl. Regresando a la estatua se encuentra el glifo del tonalo , que sabemos está incorporado al sol, a la luz pero también a las mariposas (cfr. Wasson, 1982).

A manera de explicación el teonanácatl se refiere a los hongos psilocíbicos, de donde proviene toda una dimensión sacralizada de un imaginario psicotrópico. En referencia a lo cual tenemos que, “la experiencia alucinogénica era llamada Temixoch, ‘el sueño florido’ (Furst, p. 139) Por ende lo relacionado con la flor, entre los nahuas, a menudo funcionaba como metáfora para estos sueños alucinógenos.

Para completar nuestro recorrido daremos algunos datos del tonalismo en el sacrificio. Los guerreros águilas y tigres, según lo que figura en el códice florentino, que morían en la guerra, “iban allá al cielo, a la morada del Sol. En virtud que el tonalli es manifestación de una energía propia de la vida, con la muerte se libera “un excedente de energía vital” (Duverger, 1983). En un relato del conceptualismo mítico la desintegración corporal libera el tonalli, de manera que la muerte del sacrificado es fuente de energía. Los que iban al sacrificio, a veces representaban las imágenes de los dioses “eran hombres poseídos por los dioses, y como tales morían en un rito renovador”. (López Austin, 1980, p. 433). Este conceptualismo mítico está coligado al ciclo calendárico. El tiempo parece encarnado en el hombre, al morir la existencia divina en la forma humana se produce la fuerza necesaria que resulta creadora de una nueva potencia. Finalmente, se sabe de una comunión que ocurría al ingerir el cuerpo de los sacrificados. El propósito era absorber la fuerza divina que se albergaba en el cuerpo del sacrificado.

Nuevamente en el Códice florentino aparece la figura del dios protector de los guerreros:

Permite, oh Tezcatlipoca, que los guerreros águilas
y tigres se adornen con plumas y sean cubiertos de tiza …

Concédeles que disfruten la dulzura de la muerte a
Filo de obsidiana, que den con regocijo su corazón al cuchillo
de sacrificio, a la mariposa de obsidiana, el atavío de
plumas, y que deseen y codicien la muerte florida, la flor
letal (itzimiquizxóchitl).

Resta decir que la creencia era que los sacrificados reencarnaban en forma de colibríes y mariposas. La flor en el contexto del sacrificio funcionaba como discurso del juego sagrado (cfr. Duverger). La flor tendrá muchos otros significados que hemos de dejar sin describir, por el tipo de problemas que decidimos abordar.

A lo largo de este ensayo nos planteamos una visión cultural del cuerpo en la cual las sustancias de los dioses forman parte de un pensamiento biológico que atraviesa por los humanos, las plantas y distintos animales. Claro está que aludimos a una biología del imaginario, en nuestra lectura, pero una biología tangible en el uso y costumbres del mundo náhuatl. ¿Será posible que al ubicar la otredad como “imaginario” sólo demostramos nuestra ignorancia para incorporar una biología noemática al trabajo con nuestro cuerpo?

Bibliografía

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Furst,T. Peter. Alucinógenos y cultura. 1980. México: FCE.

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Wasson, Gordon. “Xochipilli, príncipe de las flores: Una nueva interpretación.” Revista de la UNAM. Nueva época. No. 11. Marzo de 1982.

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