El conejo y el coyote (Mixteco)

Tomado del libro Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América, F.C.E., México 1994 pág.110.
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Elisa Ramírez.
Ilustrador: Andrés Sánchez de Tagle.
Un conejo entraba cada noche a comer frijol del frijolar de un viejito.

    Hacía mucho destrozo.

    -¿Qué animal estará haciendo esto? -se preguntaba el viejo.

    Un día se decidió a poner un espantapájaros. Primero puso uno de piedra, luego otro de trapo. ¡Nada! Por fin hizo un mono de cera de Campeche.

    -Con ese sí lo voy a atrapar.

    Allí estaba el mono cuando en la noche llegó el conejo a cenar.

    Hágase a un lado, hágase a un lado que vengo a comer -le dijo el conejo molesto. Pero al empujarlo para pasar, se le quedó pegada una mano en la cera.

    -Suélteme la mano, que traigo prisa. ¿Por qué me molesta si todos los días vengo aquí?

    El mono no contestaba. El conejo le dió una bofetada con la otra mano y también se le quedó pegada.

    -Suélteme si no quiere que lo agarre a patadas, para eso tengo patas.

    Lo pateó y se le quedó pegada la pata. Le di otra patada y también la otra pata se le pegó. Allí estaba, hecho bolita y todavía gritando:

    -Suélteme o le voy a dar con la cola.

    Nada le contestó el mono. Le dió un coletazo y la cola se le pegó a la cera.

    -¿Por qué me agarra? Todos los días ceno aquí, ni quien se metiera conmigo.

    ¡Y que lo muerde! También se le quedó pegado el hocico. Le dió con las orejas y hasta las orejas se le pegaron. Todo pegosteado y engarruñado estaba al día siguiente, cuando lo halló el viejito.

    -¡Ah, conque eras tú! Ahora verás.

    Se llevó el conejo para su casa y allí le dijo a su mujer que lo cocinara. La mujer puso a calentar agua. Mientras hervía, el viejo lo amarró en el patio de atrás de la casa. El conejo vio cómo se acercaba un coyote despacito, despacito. Lo llamó:

    -Hermano, hermano, ven. Mira qué desgracia la mía, quieren que me case con la hija de esta gente, pero yo no quiero. Mira, yo soy muy chaparro, estoy chico. No me voy a ver bien caminando junto a ella. En cambio tú estás alto y grande. A ti sí te q ueda. ¿No me cambias de lugar?

    -Pero no me van a querer a mí -dijo el coyote.

    -¡Cómo que no! Tú sí eres de su tamaño, le vas a gustar más.

    -¿Tú crees?

    -Claro. Desátame y yo te amarro a ti.

    Cuando los de la casa salieron por el conejo y vieron al coyote amarrado quedaron muy sorprendidos.

    -Yo soy el que se va a casar con su hija.

    -¡Que hija ni que nada! y le dieron de palos

    Cuando logró desatarse, el coyote todo lastimado salió a buscar al conejo. Lo encontró cerca de unos zopilotes.

    -¡Ajá!, me engañaste. Por tu culpa me pegaron!

    -No, yo no. Ha de haber sido uno de mis hermanos, somos muchos de familia. No te enojes.

    -Te voy a comer, conejo, por haberme engañado. No te me escapas.

    -No, espérate, ando cuidando estos guajolotes, me los encargaron. Velos un ratito, ahora vengo. Si te da hambre te comes uno, yo no tardo.

    Pero no eran guajolotes, eran zopilotes.

    -Está bien. Pero no me vayas a engañar.

    El coyote les daba vuelta a sus guajolotes que eran zopilotes. Trató de comerse uno y nada: se fue de hocico contra el suelo, pues los zopilotes volaron. Salió detrás del conejo. Cuando lo encontró le dijo:

    -Ahora sí, te voy a comer.

    -Ya ni modo, pero no me comas aquí, llévame a esa loma para que veas el paisaje mientras comes. Allá cortamos hojas tiernas para que me comas bien. Aquí me vas a comer todo lleno de tierra, se te pueden quebrar los dientes.

    Se fueron.

    -Pero eso sí, cárgame hasta allá -dijo el conejo.

    -Bueno.

    El coyote lo llevó a cuestas todo el camino. Cuando llegaron arriba, el conejo le dijo:

    -¿Ya ves? Siempre es bonito comer con buena vista. Voy por hojas para tenderlas para que me comas a gusto, con las manos limpias. Así no te ensucias. Espérame, voy a traer las hojas para tenderte la mesa.

    -Bueno.

    Salió corriendo y ya no regresó. El coyote daba vueltas, buscándolo, pero ya nunca lo volvió a ver.

mitos de los indios zuni

Mito de los indios zuni (U.S.A.)

Aparecido originalmente en el “Thirteen Annual Report of the Bureau of American Ethnology” y reproducido en E. Marienstras La resistencia india en los Estados Unidos México. Siglo XXI. 1982. pág. 47/8.

“Antes del comienzo de toda creación, sólo Awonawilona (El que crea y contiene todo, el Padre de la paternidad de todas las cosas) poseía el ser. No había absolutamente nada más en el gran espacio de los tiempos sino una negra oscuridad y por doquier el vacío y la desolación.”

“En el comienzo de la creación absoluta, Awonawilona suscitó un engendramiento en sí mismo y proyectó sus pensamientos en el espacio de tal modo que nubes y vapores de crecimiento experimentaron el desarrollo y la expansión.”

“Así, por medio de su saber innato El-que-contiene-todo se creó a sí mismo en la persona y la forma del Sol que tenemos por nuestro padre y que de ese modo llegó a existir y a aparecer. Con su aparición, vino la luz que iluminó los espacios y con la iluminación de los espacios las grandes brumas se unieron, se espesaron y cayeron, de tal modo que el agua se formó por el agua; sí, el mar que sostiene el mundo.”

“Habiendo sacado de la superficie de su persona su parte de sustancia carnal, el Sol padre formó la materia seminal de dos mundos; con ella fecundó las aguas inmensas, y he aquí que del calor de su luz esas aguas marinas se volvieron verdes y aparecieron espumas sobre ellas, creciendo y ganando peso hasta que se convirtieron en Awitelin-Tsita, ‘la Madre-tierra-cuatro-veces-recipiendaria’ y Apoyan-Tä’chu, ‘el Padre-cielo-que-cubre-todo’.”

“De la copulación fecundadora de Awitelin-Tsita y de Apoyan-Tä’chu, extendidos sobre las aguas inmensas, fue concebida la vida terrestre; así nacieron todos los seres de la tierra, los hombres y las criaturas, en la cuádruple matriz del mundo.”

como es el mundo segun los siux

Como es el mundo de los Sioux

Tomado del libro Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América, F. C. E., México, 1994, pág. 122
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Elisa Ramírez.
Ilustrador: José Luis Acevedo.
Los lakota y los demás pueblos de las praderas de Norteamérica, agrupan cuanto existe en el mundo en grupos de cuatro.

    Según ellos cuatro son las direcciones: el Poniente, el Norte, el Sur y el Oriente.

    El tiempo también se divide en cuatro: el día, la noche, las lunas y el año.

    Todas las plantas que brotan de la tierra tienen cuatro partes: las raíces, los tallos, las hojas y los frutos.

    Cuatro son las especies de seres que respiran: los que se arrastran, los que vuelan, los que caminan en cuatro patas y los que caminan en dos.

    Hay cuatro cosas sobre nuestra tierra: el Sol, la Luna, el cielo y las estrellas.

    Cuatro son las deidades: los Grandes, los Ayudantes de los Grandes, los que están por debajo de ellos y los Espíritus.

    La vida del hombre también se divide en cuatro etapas: la primera infancia, la niñez, el estado adulto y la vejez. Por último los hombres tienen cuatro dedos en sus cuatro manos y pies. Los dedos pulgares y dedos gordos de los pies están frente a ellos para ayudarlos a trabajar y también son cuatro.

    El Gran Espíritu hizo todo en grupos de cuatro y los hombres deben obedecer esta norma y agrupar las cosas y tiempos así.

    Además, las cuatro partes del mundo tienen forma de un círculo, pues el Gran Espíritu también quiso que todo fuera circular.

    Éstas son las palabras de un chamán de los oglala, que son parientes de los lakota:

              “El Gran Espíritu hizo que todo fuera circular, excepto las piedras. Por eso las piedras destruyen. El Sol y el cielo, la Luna y la Tierra son redondos como escudo, el cielo además es hondo como un cuenco. Cuanto respira es redondo, como el cuerpo de los hombres. Cuanto crece de la tierra es redondo como los tallos. Si así lo hizo el Gran Espíritu, los hombres deben considerar al círculo sagrado, pues es el signo de la naturaleza. Es el signo de los cuatro confines d el mundo y los vientos que entre ellos vuelan. También es el signo del año. El día y la noche, la Luna, dan vueltas en el cielo. El círculo es el signo de los tiempos.”

    Por eso los oglala y los demás hacen redondos sus tipis. También sus campamentos son circulares y se sientan en ruedas durante las ceremonias.

    El círculo es el refugio y la casa. Los adornos en forma de círculo representan el mundo y el tiempo.

    Cuando los hombres se sientan en un círculo alrededor de una fogata para fumar la pipa sagrada, la pasan de uno a otro y dicen:

          “En círculo te paso esta pipa, a ti que con el Padre vives; en círculo hacia el día que comienza; en círculo hacia el hermoso; en círculo completo por los cuatro lugares del tiempo. Paso la pipa al padre, con el cielo. Fumo el Gran Espíritu. Séanos dado tener un día azul.”

Marpiyawin y los lobos

Tomado del libro Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América, F. C. E., México, 1994, pág. 19
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Elisa Ramírez.
Ilustrador: Felipe Dávalos.
Los sioux eran una tribu viajera, iban de campamento en campamento, a lo largo del año. Se sentían a gusto en cada nuevo lugar pues no se mudaban a sitios extraños, sino que conocían bien todos los mejores lugares para establecer sus aldeas. Alzar y bajar los tipis era una tarea fácil a la cual estaban acostumbrados y que realizaban con gran rapidez. Cuando escaseaba la pastura para los caballos, cuando la caza se alejaba, cuando el agua de un arroyo era más abundante en otro sitio o cuando llegaba el invierno, los sioux movían sus campamentos.

    Un día, la aldea entera estaba en marcha. Muchas mujeres y niños formaban la partida. Numerosos caballos de carga acarreaban los tipis y enseres; los hombres cuidaban los caballos de guerra y de caza; todos avanzaban. Entre ellos, iba una joven con un perrito. El cachorro era juguetón y ella lo quería mucho, pues lo había cuidado desde recién nacido, cuando aún no abría los ojos.

    El camino se le hacia corto pues el cachorro jugaba con ella y los demás muchachos.

    Cuando oscureció, vio que el perro no estaba. Lo buscó en el campamento y vio que nadie lo tenía. Lo llamó. “Tal vez se habrá ido con los lobos, como otros perros de la aldea, y regresar pronto. Tal vez volvió al viejo campamento”, pensó la muchacha recordando las costumbres de los demás perros de la aldea.

    Sin decir ni una palabra a nadie, regresó a buscarlo. No había riesgo de perderse, conocía bien el camino. Volvió hasta donde quedaban las huellas del campamento de verano, allí durmió. Esa noche cayó la primera nevada de otoño sin despertarla. A la mañana siguiente, reanudó la búsqueda.

    Esa tarde nevó más fuerte y Marpiyawin se vio obligada a refugiarse en una cueva. Estaba muy oscura, pero la protegía del frío. En su bolsa llevaba wasna, carne de búfalo prensada con cerezas ùsemejante al queso secoù, y no tendría hambre.

    La muchacha durmió y en sueños tuvo una visión: los lobos le hablaban y ella les entendía; cuando ella les dirigía la palabra, también parecían comprenderla. Le prometieron que con ellos no pasaría hambre ni frío. Al despertar, se vio rodeada de lobos pero no se asustó.

    Varios días duró la tempestad y los lobos le llevaban conejos tiernos para que comiera; de noche, se acostaban junto a ella para calentarla. Al poco tiempo eran ya muy amigos.

    Cuando la nevada escampó los lobos se ofrecieron a llevarla a la aldea de invierno. Atravesaron valles y arroyos, cruzaron ríos y subieron y bajaron montañas hasta llegar al campamento donde estaba su gente. Allí Marpiyawin se despidió de sus amigos. A pesar de la alegría que sentía de volver con los suyos, se entristecía de dejar a los lobos. Cuando se separaron, los animales le pidieron que les llevara carne grasosa a lo alto de la montaña.

    Contenta, ella prometió volver y se dirigió al campamento.

    Cuando Marpiyawin se acercó a la aldea, percibió un olor muy desagradable. ¿Qué sería? Era el olor de la gente. Por primera vez se daba cuenta de cuán distintos son el olor de los animales y el de las personas. Así supo cómo rastrean los animales a los hombres y por qué su olor les molesta. Había pasado tanto tiempo con los lobos que había perdido su olor humano.

    Los habitantes de la aldea se pusieron felices al verla, pensaban que la había secuestrado alguna tribu enemiga. Ella contó su historia y señaló a los lobos; apenas se veían sus siluetas dibujadas contra el cielo, en lo alto de la montaña.
    -Son mis salvadores -les dijo, gracias a ellos estoy viva.
    La gente no supo qué pensar. Todos le dieron carne para que la ofreciera a los lobos. Estaban tan contentos y sorprendidos que mandaron un mensajero a cada tipi, para avisar que Marpiyawin había regresado y para pedir carne para sus salvadores.

    La muchacha llevó la comida a los lobos; durante los meses de crudo invierno alimentó a sus amigos. Nunca olvidó su lengua y, a veces, los gritos de los lobos que la llamaban se oían por toda la aldea. Se hizo vieja, los demás le preguntaban lo que querían decir los lobos. Así, sabían si se acercaba una nevada o si merodeaba algún enemigo. Fue así como se le dio a Marpiyawin el sobrenombre de Wiyanwan si kma ni tu ompiti: la vieja que vivió con los lobos.

Los tarahumaras:La forma del mundo

Tomado del libro Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América, F. C. E., México, 1994, pág.28
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Luis Rojo.
Ilustrador: Felipe Dávalos.
Cuentan los abuelos que sus abuelos sabían una historia muy vieja, tan vieja que fue contada por los primeros hombres que existieron, y que éstos la supieron porque el que es Padre así lo dijo: porque esto fue lo primero que supieron de él.

    En el principio nadie sabía cómo era la forma de la Tierra ni por que el cielo estaba allá arriba sin caerse. Los primeros que vivieron no sabían cómo explicarse esto. Por más que esforzaban la mirada no alcanzaban a mirar dónde terminaba el mundo, no sabían que detenía al cielo. Tomaron la decisión de mandar a los más fuertes y valerosos a recorrer la Tierra para saberlo.

    Cuando los más fuertes llegaron a la orilla de la Tierra encontraron a los moradores de los confines, pero estos no sabían que podía haber más allí ni tampoco sabían que existiera el que es Padre. Nada les importaba, sólo estaban allí.

    Los enviados decidieron ir más allá , fueron y escucharon la palabra del que es Padre. Él les dijo que no debían ir más lejos. Le preguntaron quéé había ahí y por quéé no podían ir. La palabra del que es Padre les contestó que no hallarían nada, que sólo encontrarían las columnas de fierro que sostienen al cielo. Les dijo que la Tierra es circular como una tortilla o como un tambor, y que el cielo es como una tienda de campaña azul sostenida por columnas de fierro. Les explicó que si llegaban hasta donde están las columnas tendrían que subir por ellas para alcanzar el sitio donde esta él, pero que nunca podrían regresar con los suyos.

    Esto dijo el que es Padre, esto dijeron al regresar los primeros tarahumaras y así lo contaron a sus hijos y éstos a los suyos.

Elsolylaluna alprincipio deltiempo: Tarahumaras

Tomado del libro Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América, F. C. E., México, 1994, pág.201
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Gabriela Rábago.
Ilustrador: María María Acha.
En el principio del mundo, de esto hace ya mucho tiempo, era grande la oscuridad sobre la Tierra, pues el Sol y la Luna no la podían iluminar. Eran dos pobres niños vestidos con hojas de palma que vivían solos en una cabaña. No tenían vacas ni ovejas. Lo único que comía la Luna eran piojos de la cabeza del Sol. Los dos eran oscuros y no brillaban. Por eso, el Lucero de la Mañana era el único ast ro que esparcía alguna luz sobre el mundo.

También había seiscientos tarahumaras que no hallaban que hacer a causa de la oscuridad. Para andar tenían que cogerse de las manos, y de todas maneras tropezaban. Así no podían trabajar ni conocerse unos a otros.

    Entonces los tarahumaras fueron a buscar al Sol y a la Luna. Los curaron tocándoles el pecho con crucecitas mojadas en tesgüino. Así comenzaron a brillar y a dar luz. Ese fue su principio. Los tarahumaras de ahora, hijos de aquel los seiscientos hombres, cuentan que fue así como se iluminó la tierra y pudieron trabajar y verse las caras.

lakuta le kipa:La ultima mujer yagan.

Tomado del libro Hijos de la Primavera:vida y palabras de los indios de América; F.C.E., México 1994 pág.175
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Federico Navarrete Linares.
Ilustrador: María María Acha.
Me llamo Lakuta le kipa. Lakuta es el nombre de un pájaro y kipa quiere decir mujer. Cada yagán lleva el nombre del lugar donde nace, y mi madre me trajo al mundo en la bahía Lakuta. Por eso me pusieron por nombre Mujer Lakuta. Así es nuestra raza, somos nombrados según la tierra que nos recibe. Pero ahora todos me conocen como Rosa, porque así me bautizaron los misioneros ingleses que vinieron a enseñar su religión a nuestra tierra.

    Soy la última de la raza de Wollaston. Los wollaston eran una de las cinco tribus yaganas. Cada una de esas tribus vivía en distinta parte en las islas al sur de la Tierra del Fuego, pero todos éramos dueños de la misma palabra, todos hablábamos la misma lengua. Ahora han muerto todos y sólo quedo yo, que ya estoy vieja.

    No sé cuando nací. Cuando era pequeña vivía con mi papá y mi mamá. Los acompañaba a pescar y a matar nutrias. Mi papá tenía una canoa grande, hecha de un tronco escarbado con hacha y una tabla encima, para que no entrara el agua. Ni un poco se filtraba, pero ¡cómo se movía! Las guaguas íbamos en la parte de atrás, envueltas con ropas que nos daban en la misión. No nos podíamos mover.

    -Que no se levanten los chicos a mirar el fondo del mar. Porque puede venir una cosa mala -decía mi padre.

    Por eso nos quedábamos quietos y no podíamos jugar. Siempre había fuego en la canoa para calentarnos. Lo prendían sobre arena y yerbas y el calor se sentía de proa a popa. Pero yo pasaba mucho frío. Mi mamá remaba y mandaba a bordo.

    Nadie sabía nadar, porque ya se estaban perdiendo las costumbres de los antiguos. Por eso, cuando se hundía una canoa ¡al fondo se iban todos! Nunca salíamos cuando había marejada, pero a veces nos pillaba el mal tiempo en medio del canal y yo me asustaba mucho.

    En tierra siempre encontrábamos un lugar para acampar y ahí armábamos nuestro ákar. Sólo teníamos que levantar las varas de la tienda, que eran largas y se juntaban en la parte de arriba, y luego taparlas con las telas que nos daban en la misión. Adentro prendíamos un fuego y nos quedábamos comiendo mariscos. A la hora de dormir nos tapábamos y sentíamos un lindo calorcito que desparramaba la fogata por todo el ákar.

    Así íbamos de una isla a otra, buscando en la naturaleza lo que podíamos comer. Por eso éramos más sanos que los hombres de hoy, que son tan políticos para comer. No éramos nada tontos. Ni hablar de lo rico que es el lobo de mar chiquitito, bien asado y con sal y otros condimentos. El aceite de lobo también es muy bueno. Si se toma frío engorda mucho y ayuda a mantener el calor. Los pájaros de la playa son muy sabrosos de comer.

    A mi me encantaba el challe y una vez me enfermé. Amanecí con tremendo dolor de cabeza y mi madrina tuvo que sanarme. Agarró una rama de chaura y la puso sobre mi cabeza, haciendo “juuuuuummm” con la boca hasta que la enfermedad pasó.

    A veces iba con mi madrina y mi mamá a cazar pájaros cuando estaba oscuro. Nos subíamos a la canoa y nos acercábamos sin hacer ruido a las barrancas donde vivían. Las dos levantaban sus palos con fuego para encandilarlos. Caían varios dentro de la canoa y ahí mismo los matábamos.

    En el tiempo del verano siempre habia huevos. Comíamos tantos que nos quedábamos dormidos de llenos.

    Después de comer, esperábamos que el mar se calmara y partíamos otra vez. Así era nuestra costumbre, como los gitanos. Y hasta hoy me gusta andar en canoa de un lado a otro, porque así es la naturaleza de mi raza.

    Cuando apenas caminaba me quisieron llevar a la escuela de los ingleses, en la misión de Tekenica. Ahí llevaban a todos los chicos aunque tuvieran padre y madre, para que aprendieran. Mi mamá me contaba que a las mujeres les enseñaban a hilar y a tejer, y que cuando hacían mal su trabajo, las hacían sacar los puntos para que aprendieran bien. Pero cuando llegó mi tiempo de estudiar, ya no había escuela ni enseñaban a tejer porque no hacía falta. Los niños y los chiquillos que iban a la escuela empezaron a morir de golpe, casi al mismo tiempo, como si los estuvieran envenenando. Era alguna enfermedad que los atacaba, tal como ahora llega alguna tos mala y agarra a muchos; sólo que entonces no había doctor ni vacunas.

    Por eso no fui a la escuela.

    En esa época ya andábamos todos vestidos con la ropa que nos daban los misioneros, ya teníamos todos zapatos. Los antiguos no eran así, ellos andaban pelados. Sólo se ponían un cuero muy pequeño de nutria o de foca sobre la espalda. Por eso eran más sanos, no sentían frío ni siquiera cuando había nieve. Nosotros, en cambio, usamos tanto trapo y nos morimos más que antes.

    Antes, en el invierno, cuando caía mucha nieve, las mujeres se divertían haciendo bolas con las manos y correteándose. También inflaban el estómago de un animal y lo tiraban de un lado a otro como pelota. Era muy entretenido, decía mi madre. Pero yo no alcancé a jugar así, porque ya no había niños que jugaran conmigo. Ya nos estábamos acabando.

    Cuando había mal tiempo, los ancianos se juntaban en el ákar y contaban sus historias junto al fuego. Ellos me contaron que el arco iris que está en el cielo se llama Watauineiwa. A él le piden favores los hechiceros yaganes y también todos los que necesitan algo porque Watauineiwa no castiga, sólo ayuda. Si uno mira al cielo cuando sale el arco iris, puede ver uno pequeño junto al más grande. El pequeño se llama Akainij y es hijo del otro. Los dos son lo mismo.

    Cuando hay tempestad se le pide que venga la calma. Si hay un niño huérfano, sin padre y sin madre, las personas que lo cuidan lo llevan ante Watauineiwa y Akainij para que hable y les pida:

    “Yo estoy solo, no tengo padre, no tengo madre, no tengo hermano”, les dice el niño huérfano.

    Watauineiwa lo ayuda. Al otro día amanece en calma para mariscar. Se puede salir en la canoa y no falta alimento. Es como si el niño hubiera pedido perdón para que todo está bien en la tierra y termine el mal clima.

    Cuando había mal clima los hechiceros también salían de su ákar para rogar que mejorara el tiempo.

    A los yaganes les dijeron que Watauineiwa es como el padre de Jesucristo y Akainij, su hijo. Así me contaron. Rezarle al arco iris es rezarle a Jesucristo.

    “Matahuakaiak , ayúdanos” le decían.

    Hoy día ya nadie cree en nada. A veces me pregunto cómo los antiguos sabían tanto, porque andaban pelados y no iban a la escuela. Pero aprendían porque hablaban con Watauineiwa.

    Tiempo después nos fuimos a vivir a la misión, en el pueblo de Douglas, con los ingleses. Ya no anduvimos más por ahí, mariscando y pescando. Los ingleses nos daban casas para vivir, pero las viejas no se acostumbraban. Querían su ákar, les gustaba vivir según la naturaleza de la raza.

    Todas las mañanas tocaban la campana para avisar la hora de ir a la iglesia. Chicos y viejos teníamos que ir durante la semana y también el domingo. Los que sabían leer inglés rezaban con un librito. Una veterana estaba enojada todo el tiempo.

    -¡Clavaron a Jesucristo! -decía indignada.

    Los sábados nos repartían víveres. No nos faltaba la carne porque ya había muchas vacas en Navarino. También abundaban los guanacos. Su carne es rica y su grasa es buena para hacer sopaipillas.

    Los hombres iban al monte a trabajar la leña y las viejitas los mandaban a mariscar. Míster Williams, el misionero, les pedía erizos, cholgas, centollas y a cambio les entregaba alimentos. Mis paisanos partían con sus canoas de tronco o sus chitas para agarrar a los animales del mar. Eran muy inteligentes, podían fabricarse todo lo que necesitaban para vivir.

    De vez en cuando llegaba un barco desde Inglaterra, con regalos para los yaganes. En Navidad nos tenían que dar ropas y frazadas. Eran muy lindas las que yo tenía.

    Llevábamos poco tiempo en Douglas cuando mi padre murió ahogado. Fue por el licor que habían importado unos rancheros. Una paisana robó unas botellas y partieron hacia Douglas con una canoa. Iban mi abuelo, mi padre, otro hombre, la ladrona y Keity, una bonita mujer yagana. Mi padre estaba tan enamorado de ella que iba a dejar a mi madre para irse con ella, pero el otro hombre también la quería. Les faltaba muy poco para llegar a Douglas, estaban ya cerca de la orilla cuando empezaron a pelear mi padre y ese hombre y la canoa se volteó. Mi abuelo y mi padre murieron ahogados por tomar esa grapa. Pobres.

    Todos fuimos a verlos. Estaban tirados en la playa. Lloré cuando vi a mi padre y ahí me quede sentada a su lado, llorando y mirando. De Mejillones y otros lados empezó a llegar la familia. Eran muchos. Tenían que hacer su duelo yagán.

Chiminiguagua

Chiminigagua

Tomado del libro Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América; F.C.E., México 1994 pág.108
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Silvia Tuchman.
Ilustrador: Felipe Dávalos.
Contaban los antiguos muiscas que antes de que existiera algo en este mundo, cuando la oscuridad llenaba todo como una eterna noche, sólo existía una gran cosa que no tenía forma ni cara. Pero en su interior poseía la luz. Por eso los antepasados la llamaron Chiminigagua.

    Dicen también que una vez Chiminigagua se hirió el gigantesco vientre y de su herida empezó a asomar un haz luminoso. De esta primera luz surgió la vida.

    Después Chiminigagua creó grandes aves negras y las echó a volar para que derramaran su aliento sobre las cimas. De sus bocas salían leves soplos de aire luminoso y transparente, que hicieron que la Tierra se viera clara e iluminada, como es ahora.

El sol y el viento

Tomado del libro Hijos de la Primavera: vida y palabras de los indios de América ; F.C.E., México 1994 pág.30
Coordinador: Federico Navarrete Linares.
Adaptación: Katyna Henríquez.
Ilustrador: Andrés Sánchez de Tagle.
El Viento y el Sol se encontraron. El Viento lucía una larga capa, un saco de lana muy gruesa y un sombrero muy grande. El Sol lo veía con sus ojos amarillos, grandes y brillantes, asomados bajo un sombrero de paja ardiente.

    Era el día de la contienda en que medirían sus fuerzas. Querían saber cuál de los dos era el más poderoso.

    El Viento dijo:

    -Es mucho, Hermano Sol, lo que yo puedo hacer… Yo hago volar por los aires sus sombreros, dejo sin abrigo a sus wawas y sin techo a sus casas. Sin mí no podrían despajar en las trillas.

    El Sol respondió:

    -Con mi calor consigo lo que quiero, los hago correr buscando abrigo y sombra bajo los montes y refresco en el río. Los hago sudar y quitar sus ponchos, desnudos tienen que trabajar por mi calor. Y a ti también, Hermano Viento, puedo quitarte el so mbrero, la capa y hasta el saco.

    El Viento y el Sol compitieron. El Viento empezó a soplar con fuerza pero no consiguió quitarle el sombrero al Sol, ni mover uno solo de sus rayos, ni apagar la chispa amarilla de sus ojos. Cuando llegó su turno, el Sol comenzó a calentar más y más . Tan grande era el calor que el Viento, sofocado y sudoroso, se quitó el sombrero de alas. Después se quitó la capa y el saco. Desde entonces reina el Sol y al Viento se le ve vagando desnudo por los caminos, silbando su derrota.

En la defensa y rebelion. Aymaras

Juan Rivera Tosi*

Los sucesos acaecidos en Ilave, provincia aymara de Puno-Perú, han sido presentados ante la opinión pública, como una turba enardecida y descontrolada, que tomó prisionero a su alcalde y lo asesinó despiadadamente, luego de acusarlo de corrupto y ladrón, recibiendo el rechazo total de los políticos peruanos y parte de la población, que no podía entender la razón de tanto salvajismo. Pero los hechos tienen un sentido distinto desde la óptica aymara y es justamente desde esta perspectiva, que se buscará esclarecer lo sucedido.
Los aymaras son una de las naciones más antiguas del mundo andino y pese a más de 500 años de dominación occidental, han logrado mantener férreamente su cultura. Incluso en la época Inka se conocía como Kollasuyu a todos los territorios aymaras, quienes conservaban su cosmovisión, cosmología, cosmogonía, su organización, su lengua y sus leyes.
Durante la guerra de la independencia, los aymaras agrupados en Montoneras, fueron una importante fuerza militar de resistencia, contra las pretensiones españolas de mantener el dominio colonial.
Con el nacimiento de las repúblicas (luego de la Independencia), los territorios aymaras fueron fragmentados y repartidos entre Perú, Bolivia, Chile y Argentina, sin la menor consideración y respeto por las poblaciones que allí radicaban. Territorios aymaras eran Tacna, Arica, Iquique, Antofagasta, parte del sur de Bolivia y Jujuy en Argentina, y aún conservan su lengua , tradiciones y organización.
Durante la década del 80, cuando Perú vivió el terror Senderista, los aymaras nunca permitieron que la subversión ingresara a sus territorios. Se organizaron en “Ronderos” y fue una barrera infranqueable y, grupo terrorista que pretendía ingresar, era aniquilado.
Los investigadores de la cultura andina poco conocen del hombre aymara, ya que la mayor parte de los estudios realizados han sido hechos desde una óptica occidental y académica.
El aymara es un respetuoso en sus relaciones sociales, es reconocido como gente de trabajo, esfuerzo y previsión. Respetuoso acérrimo de la armonía cósmica y las leyes de la naturaleza. De su familia y comunidad.
Su cultura es de vida. Por ello rechaza la violencia y todo aquello que signifique romper con la armonía, vital para el progreso. Cuando surge algún problema , busca evitar que se convierta en conflicto. Y cuando el conflicto surge lo erradica de raíz.
Su cosmovisión, cosmogonía y cosmología está siempre presente para él y es respetada. Y es esta la razón por la cual a logrado sobrevivir durante la época inka, colonial y republicana.
Los sucesos de Ilave no pueden ser vistos como la obra o accionar de una turba enardecida, sino como la decisión de un pueblo que sólo buscó erradicar de raíz a una autoridad corrupta, ladrona, que rompió con la armonía de la sociedad aymara.
Cirilo Robles el alcalde muerto por linchamiento era aymara. Conocía perfectamente las costumbres y tradición aymara. Sabía lo que sucedería si su accionar al frente del municipio de Ilave, fuese contrario a los intereses de progreso de su pueblo. En su condición de sociólogo, con Maestría en Trabajo Rural, sabía perfectamente el poder real de las comunidades.
Cuando estas le piden que renuncie al cargo, es la comunidad en su conjunto que lo hace. No pudo ser obra de uno que otro dirigente, que buscaba ocupar su cargo o tenía ambiciones de poder, ya que las decisiones importantes las toman los presidentes de las comunidades, luego de un arduo debate, donde participan todos los comuneros. Al pedirle la vacancia se le pedía que se fuera y no regresara más. Desobedecer la ley de la comunidad y retornar era una provocación, una burla a las leyes ancestrales y como todos los aymaras saben, era condenarse a ser ajusticiado por linchamiento.
Las leyes aymaras pueden no gustar al mundo occidental, en las ciudades (costeñas o andinas), donde la estructura y organización es de carácter occidental. Pero son leyes que funcionan efectivamente, aceptadas por todos y que garantizan la armonía y el desarrollo de las comunidades aymaras.
A diferencia de occidente, el robo, la mentira , la ociosidad, no son vistos como delitos menores, ya que son un flagrante atentado contra la confianza, respeto y reciprocidad. Por lo cual son faltas duramente sancionadas.
Los medios de comunicación han presentado a Cirilo Robles como la víctima, como mártir de la democracia. Imagen que no corresponde a la realidad.
Nadie menciona que Cirilo Robles es sindicado como responsable de la muerte de hasta cuatro comuneros, disidentes y cuestionadores de la labor edílica, que fueron asesinados, meses antes que estallara el conflicto.
Cuando el 2 de Abril en Cabildo Abierto se produjo un fuerte enfrentamiento entre seguidores del Alcalde y la comunidad, Cirilo Robles hizo abandono de la cuidad y dejó su cargo.
EL 3 de Abril la población de Ilave se declaró en huelga indefinida y bloqueó el puente internacional que conecta Puno con Bolivia, pidiendo al Gobierno Central la destitución de Alcalde por corrupción, malversar los fondos municipales, nepotismo y robo. A esta reunión no asistió el Alcalde.
Conciente de la gravedad de los hechos y la acusaciones en su contra, el 11 de Abril, Cirilo Robles firmó un documento comprometiéndose a dejar el cargo por 30 días, para que la Contraloría General de la República, realizara una auditoria de su gestión.
¿Por qué lo hizo?… Por que confiaba en calmar los ánimos y que el Gobierno no se preocuparía en realizar tal auditoria. Total en el Perú, los robos siempre quedan impunes… y la fiesta continúa.
Mientras tanto su cargo lo cede al regidor Teófilo Contreras y no a Alberto Sandoval que era el Teniente Alcalde y a quien le correspondía ocupar el cargo.
Cirilo Robles y Sandoval habían sido aliados en la campaña electoral y lograron llegar a la alcaldía con menos del 15% de los votos. Los dos pertenecían a la izquierda radical y el segundo incluso, había sido acusado de terrorista.
Inicialmente fueron aliados. Luego surgió la rivalidad por cuotas de poder y los beneficios que eso significa. No se puede decir que uno era corrupto y el otro honesto. No… ambos eran políticos y tuvieron responsabilidad en el mal manejo de la municipalidad.
No cabe duda que si Cirilo Robles hubiera renunciado, asumido el cargo Sandoval, y las acusaciones continuado, la población habría terminado linchando a Sandoval.
La huelga de Ilave continuaba, sin que las autoridades regionales y el Gobierno Regional prestaran oídos a sus reclamos. Se enviaron delegaciones a Puno, se hicieron marchas todos los días y nadie quería resolver el conflicto. Se esperaba que la población se cansara y retornara a sus actividades rutinarias.
El 22 de Abril se reunió por segunda vez el Concejo Provincial de Ilave, sin que asistiera el alcalde. En la sesión, la población acordó continuar a huelga, hasta que el Jurado Nacional de Elecciones declare la vacancia de la alcaldía.
El 24 e Abril la población acordó realizar una tercera sesión del Concejo, para el miércoles 28. El alcalde se encontraba escondido en la ciudad de Puno, buscando encontrar una salida política al conflicto. Cuestión que era un grave error y subestimación de los hechos. El alcalde era aymara, pero después de su paso por la universidad se acultura, cambian sus nociones de status, bienestar, progreso, formas de ejercer el poder, etc. Y entra en contradicción con la visión aymara.
Cirilo Robles en Puno busca contactos políticos entre sus amigos marxistas de la universidad y el propio Presidente Regional. El 5 de Abril pide garantías a la Prefectura y a la Fiscalía, cuestión que vuelve a hacerlo nuevamente el 22. Trata de encontrar una salida política al problema, cuando éste ya era de carácter cultural.
Por su parte el 21 de Abril, el Fiscal Superior de Puno, Dr. Manuel Torres Quispe, pidió un refuerzo policial de 1 000 efectivos, al comprobar que la situación en vez de calmarse, amenazaba con explotar. Sin embargo la Comandancia de Puno no disponía de ese número de efectivos, por lo que debió solicitar apoyo a Lima. Cuestión que como se sabe nunca llegó.
La razón que argumentó el Ministro del Interior fue, que quiso evitar una masacre. La explicación nuestra es que el problema no le interesaba a Lima. Estaba muy distante de la Metrópoli Capitalina y… era un asunto entre indios.
A esa altura y por la indiferencia del Gobierno, los Ilaveños empiezan a plantear claramente el asunto de la Nación Aymara, su reconocimiento, que se les permita vivir y organizarse de acuerdo a su cultura y leyes, en los territorios ocupados desde tiempos inmemoriables por los aymaras. Se llega incluso a plantear la conformación de una nación aymara autóctona en el Sur de Perú, considerando que en la actualidad parte de Arequipa y Moquegua, más del 90% de Tacna son aymaras.

El efecto de Ylave empezó a notarse en todas las ciudades de Puno como Paucarcolla, Tilali y Ayaviri.
Pronto la solidaridad entre aymaras empieza a crecer. En Tacna, Arequipa y Lima empiezan a hacerse colectas de dinero a fin de poder soportar los efectos del conflicto. Los Aymaras bolivianos también se solidarizan, mientras que los aymaras chilenos muestran mucho interés en saber cómo se desarrollan los acontecimientos.
Es una nación que empieza a manifestarse abiertamente, después de haber sido marginada durante siglos. En Tilali, la población desfiló por las calles de la ciudad, con banderas aymaras y bolivianas, dando una clara muestra de que el asunto del país a que se pertenecía, ocupaba un segundo plano.
Cirilo Robles al enterarse que se va a realizar la tercera sesión municipal en menos de 30 días y que de no asistir a ella quedaba libre el camino para declarar la vacancia de la alcaldía, decide adelantarse y convoca a los regidores de su confianza a una sesión para el 26 de Abril, en la casa de un familiar en Ilave. La sesión convocada debía ser mantenida en secreto.
Es evidente que esta convocatoria era hecha a espaldas de los comuneros y que los regidores de oposición no habían sido informados de su realización.
La actitud de Robles era una grave provocación. Tanto para los opositores políticos como para la comunidad, quien durante 23 días había tomado la ciudad, marchado a Puno, bloqueado el Puente Internacional, buscando ser atendidos en sus reclamos. Su actitud con la reunión del lunes 26 era cancelar las pretensiones de declarar la vacancia edil.
¿Sabía el grave riesgo que corría?… evidentemente que sí. ¿Sabía que podía ser linchado?… también. ¿Pudo convocar la reunión en un lugar fuera de Ilave?… si pudo hacerlo.
Entonces… ¿Por qué no lo hizo? No es posible que un político con su experiencia desconocieran el grave riesgo al que se exponía.
El 26 de Abril la Fiscalía de Puno sabía que Cirilo Robles había convocado la sesión mencionada y pidió a la PNP que prestara las garantías del caso. Ese día se habían congregado en la plaza de Ilave cerca de 15 000 comuneros, por lo que los 30 efectivos policiales que debían garantizar que no hubiera disturbios, optó por mantenerse en la comisaría.
Cuando la población se enteró de que se estaba sesionando a espaldas de la comunidad, se dirigió masivamente al lugar de la reunión para protestar y pedirle al alcalde que se largue de Ilave.
Al llegar, personal de confianza de Cirilo Robles agredió desde el techo de la vivienda a la población y esta simplemente tomó por asalto la casa, lo capturó y finalmente terminó ajusticiándolo a pedradas, luego de arrastrarlo durante cuatro horas por las calles de la ciudad.
El hecho en si a sido mostrado por la prensa, como un acto de salvajismo de una turba enardecida. Planteamiento que es totalmente incorrecto ya que no se trató de “turba”, sino de una población indignada, que se pretendía volver a burlar, aplicando resquicios jurídicos o legales occidentales.
Al arrastrarlo por las calles de la ciudad se buscaba enrrostrarle su mala conducta y la indignación de la comunidad, pedirle explicación por la obras que debió realizar y que tenía presupuesto y malversó o simplemente robó, etc.
No se puede decir que se cometió una injusticia, ya que se le aplicó la justicia ancestral andina. El mal que crea conflictos debe ser erradicado de raíz, para que la comunidad recupere su armonía.
¿Qué sentido tenia tanto castigo?… El hombre andino concibe que cuando una persona se “apaga” o lo que suele llamarse “muerte” se produce, el alma demora tres días en abandonar totalmente su cuerpo material. El alma ve el ritual fúnebre que se realiza en su nombre, ve a su familia y comunidad llorar por su recuerdo, reconocer su actitud ante ella, su compromiso y colaboración con su pueblo, el dolor que significa su partida, el vacío que dejará, etc.
la forma trágica de la muerte del Alcalde de Ilave, debe ser entendida como el deseo de la comunidad, de hacerle ver a su alma durante esa su etapa de separación de su cuerpo, todo el desprecio de su pueblo por el daño que causó, hacerle sentir que nunca será recordado con cariño ni respeto. Que su alma no podrá ir a descansar a la Montaña Sagrada (Apu o Achachila) de la comunidad, etc. Y para el hombre andino esto es algo muy grave y traumante.
Se dice que las acusaciones contra el alcalde debieron haber sido resueltas por el Poder Judicial y dirimido por éste. Que por ello existen las leyes y las instancias legales que permiten la correcta administración de justicia.
Pero, ¿de qué justicia hablamos?… ¿de qué leyes?… ¿las occidentales?
El hombre andino sabe que esas leyes no le hacen justicia. Que cuando se aplican sólo sirven para maltratarlo y perjudicarlo. Por eso los aymaras no se amparan en leyes que no funcionan.
Y la prueba más palpable es el tiempo transcurrido entre el 3 y 26 de Abril. A ninguna autoridad le interesó solucionar el conflicto.
Los aymaras sabemos que a los estudiantes de Derecho, se les enseña la doctrina jurídica, las leyes y su aplicación, pero también se les enseña cómo hacer para burlarlas, cuales son los resquicios legales que permiten evitar que los infractores sean sancionados. Posteriormente cuando salen de la universidad, serán los que mejor burlen la ley, los que adquirirán mayor fama y prestigio.
Durante los sucesos del 26 de Abril los comuneros arrastraron por horas Alcalde, sin que interviniera la policía, que sabía perfectamente cuál sería el desenlace. Sólo cuando la prefectura de Puno ordena detener a los cabecillas de la movilización, la policía detuvo a cuatro comuneros. Cuestión que llevó a que los comuneros tomaran por asalto el recinto policial y liberaran a los detenidos.
El asunto es que para los aymaras no había dirigentes agitadores o instigadores de lo que venía sucediendo. Era toda la comunidad. No había cabecillas.
El 27 de Abril, 300 policías ingresaron a Ilave y se temió lo peor. Una masacre. Pero nada de ello sucedió.
El comandante a cargo de lo efectivos policiales manifestó a la población, que no se venía a reprimir, sino a garantizar el orden, que cualquier planteamiento o demanda, debería hacerse ante una comisión de Alto Nivel, que enviaría el Gobierno.
Pasaron los días y se sucedieron reuniones con representantes del Gobierno, que solo sirvieron para demostrar que éste buscaba –al igual que Cirilo Robles- encontrar una salida política al conflicto, cuando este era cultural.
Por primera vez se escuchó decir en el Congreso de la República, de la existencia de una Nación Aymara, dentro del país.
Han pasado varias semanas y si bien la población de Ilave a aceptado ir al diálogo y que se convoque nuevas elecciones, el principal reclamo que se hace es la liberación de los comuneros detenidos, acusados de autores intelectuales y materiales de los hechos.
Inicialmente eran 7 los detenidos. Hoy llegan a 41 y la cifra podrá ir en aumento. Lo cierto es que la misma policía sostiene que no hay pruebas para seguir deteniendo a los comuneros.
El propio Código Penal en su artículo 15º titulado “ERROR DE COMPRENSIÓN CULTURALMENTE CONDICIONADO” anota que “quien por su cultura o costumbres comete un hecho punible, sin poder comprender el carácter delictuoso de su acto, será eximido de toda responsabilidad”. Lo cual indica que en el Perú no existe homogeneidad cultural.
Lo cierto es que la ley solo funciona en el papel, ya que este artículo es permanentemente ignorado, cuando se trata de juzgar los casos de aplicación de justicia por los propios comuneros.
Ilave a puesto sobre la mesa el asunto de las nacionalidades originarias. Es el primer brote de un problema que no puede seguir siendo ignorado.
El Perú es un país, un estado, una república… pero no una nación.
No existe la nación peruana, sino muchas naciones, que conviven en un mismo territorio, donde un Estado Centralista, instalado en la costa, se niega a aceptar esta realidad.
En los próximos 10 años surgirán muchos Ilaves y, el ejemplo dado por la nación aymara en Perú, es una muestra de que los originarios, no van a permitir que la globalización los aplaste y extermine.
El Estado Peruano, en vez de buscar salidas políticas, debería preocuparse por encontrar una salida cultural. No es fácil ni sencillo, pues no saben como hacerlo. Y la razón es obvia… nunca valoraron nuestra cultura andina.
Aun así, los primeros pasos que debería dar es aceptar que el Perú (al igual que otros países andinos) son estados plurinacionales, donde nuestras culturas han logrado sobrevivir durante más de 500 años. No como un lastre del pasado, sino como la raíz viva de nuestra identidad.
En tal sentido deberían reconocer y preocuparse por que no desaparezcan nuestras lenguas maternas. Promover la enseñanza en quechua y aymara, fundamentalmente en la región andina. Aceptar la vigencia y validez del Derecho Consuetudinario y, que cada comunidad indígena se organice de acuerdo a su tradición y cultura. Que las leyes que cada comunidad se da para garantizar su desarrollo armónico y progreso, se respeten y sea válidas en el Código Civil y Penal.
En fin dar los primeros pasos para que el Perú, al igual que otros países andinos, puedan convertirse en Estados Federativos.
El panorama que se nos presenta, es bastante complejo y a no dudarlo en los próximos años los conflictos no serán ideológicos o políticos, sino culturales.
Occidente intentará que caigamos en su juego. Que utilicemos sus armas. La violencia, la muerte y la destrucción.
La fuerza andina radicará en nuestra cultura y ella será el faro que deberá guiar nuestro accionar futuro.
Colaboración de Juan Rivera Tosi
2 de junio de 2004
E-mail:juanriveratosi@hotmail.com………………………………..

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