FRAGMENTOS DE PAPÍAS

FRAGMENTOS DE PAPÍAS
(Citas en la literatura cristiana primitiva)

I. Eusebio, Cronicón (Syncell 655, 14) por Olymp. 220

Ireneo y otros registraron que Juan el Teólogo y apóstol sobrevivió hasta los tiempos de Trajano; después de aquel tiempo, Papías de Hierápolis y Policarpo, obispo de Esmirna, que fueron oyentes suyos, llegaron a ser bien conocidos.

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II. Eusebio, Hist. Ecl. iii. 36, 1. 2

En este tiempo floreció en Asia Policarpo, un discípulo de los apóstoles, que había recibido el obispado de la iglesia de Esmirna de manos de testigos y ministros del Señor. En este tiempo se distinguió Papías, que era él mismo también obispo de la diócesis de Hierápolis.

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III. Eusebio, Hist. Ecl. iii. 39

Existen cinco libros de Papías, que tienen el título de Exposiciones de los Oráculos del Señor. De éstos Ireneo hace también mención como los únicos libros que escribió, con las siguientes palabras: «Estas cosas testificó Papías, que fue oidor de Juan y compañero de Policarpo, un hombre digno antiguo, al escribir en el cuarto desus libros. Porque hay cinco libros compuestos por él. Hasta aquí Ireneo.

Con todo, Papías mismo, en el prefacio de sus discursos, no declara, por cieno, que él mismo fuera oyente y testigo de vista de los santos apóstoles, pero muestra, por el lenguaje que usa, que recibió las materias de la fe de los que fueron amigos de ellos.

Pero yo no tendré escrúpulos también en citaros un lugar (de origen), junto con mis interpretaciones, de todo lo que he aprendido cuidadosamente y recordado cuidadosamente en el pasado de los ancianos, garantizándoos su verdad. Porque, al revés de muchos, no tuve placer en los que tienen mucho que decir, sino en los que enseñan la verdad; no en los querefieren mandamientos extraños, sino en aquellos (que dan testimonio de) los que dio el Señor para la fe, y se derivan de la misma verdad. Y también, siempre que venía una persona (cerca de mí) que había sido seguidor de los ancianos, inquiría de él sobre los discursos de los ancianos: lo que había dicho Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Jacobo, o Juan, o Mateo, o algún otro de los discípulos del Señor, o lo que dicen Aristión y el anciano (presbítero) Juan, discípulos del Señor. Porque no creía poder sacar tanto provecho del contenido de libros como de las expresiones de una voz viva y permanente.

Aquí vale la pena observar que él enumera dos veces el nombre de Juan. Primero lo menciona en conexión con Pedro y Jacobo y Mateo y el resto de los apóstoles, evidentemente indicando al Evangelista, pero el otro Juan lo menciona después de un intervalo y lo pone con otros fuera del número de los apóstoles, colocando a Aristión delante de él, y llamándole de modo bien claro un «anciano». Así que por ello resulta bien evidente que es verdadera la afirmación de los que dicen que había dos personas de este nombre en Asia, y que había dos tumbas en Efeso, cada una de las cuales hasta el día de hoy es llamada (la tumba) de Juan. Y es importante notar esto; porque es probable que fuera el segundo, si uno no quiere admitir que fuera el primero, que vio la Revelación que es atribuida al nombre de Juan. Y Papías, del cual estamos hablando ahora, confiesa que él ha recibido las palabras de los apóstoles de aquellos que los habían seguido, pero dice que él mismo era un oyente de Aristión y el anciano Juan. En todo caso, los menciona frecuentemente por su nombre, y además registra sus tradiciones en sus escritos. Basta de estos puntos que espero no han sido aducidos sin provecho.

Vale la pena, no obstante, añadir a las palabras de Papías que se dan en los otros párrafos suyos transcritos antes, en que él da testimonio de algunos otros sucesos maravillosos semejantes, que le habrían llegado por tradición. Ya se ha dicho que Felipe el apóstol residía en Hierápolis con sus hijas, y debe ser notado aquí que Papías, su contemporáneo, refiere que él había oído una historia maravillosa de las hijas de Felipe. Porque él refiere que en su tiempo se levantó un hombre de los muertos, y también da otra historia maravillosa sobre Justo, que tenía por sobrenombre Barsabás, y que éste había bebido un veneno mortal, y, con todo, por la gracia del Señor, no sufrió daño alguno. De este Justo, el libro de Hechos consigna que después de la ascensión del Salvador los santos apóstoles le designaron con Matías, y oraron pidiendo una elección (recta), en lugar del traidor Judas, que completara su número. El pasaje es más o menos como sigue: «Y presentaron a dos, José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y Matías; y oraron y dijeron.» Este mismo escrito ha registrado otras noticias que le habrían llegado por tradición oral, ciertas parábolas extrañas del Salvador y enseñanzas suyas, y algunas otras afirmaciones de un carácter más bien mítico. Entre las cuales él dice que habrá un período de unos diez mil años después de la resurrección, y que el reino de Cristo será establecido en forma material sobre esta tierra. Estas ideas supongo él las obtuvo por un malentendido de los relatos apostólicos, no dándose cuenta de que las cosas registradas allí en figuras se decían místicamente. Porque, evidentemente, era un hombre de capacidad muy humilde, como se puede juzgar de sus propias afirmaciones; pese a todo, se debe a él el que tantos padres de la iglesia después de él hayan adoptado una opinión semejante, instando en apoyo de la misma la antigüedad del hombre, como por ejemplo Ireneo y todos los que han declarado que sostenían ideas semejantes. Papías también da en su propia obra otros relatos de las palabras del Señor sobre la autoridad de Aristión, que ha sido mencionado antes, y tradiciones del anciano Juan. A éstos remitimos al curioso, y para nuestro propósito actual añadiremos meramente a sus palabras, que han sido citadas antes, una tradición que él refiere en las siguientes palabras, respecto a Marcos, el que escribió el Evangelio:

Y el anciano dijo esto también: Marcos, habiendo pasado a ser el intérprete de Pedro, escribió exactamente todo lo que recordaba, sin embargo no registrándolo en el orden que había sido hecho por Cristo. Porque él ni oyó al Señor ni le siguió; pero después, como he dicho, (ayudó) a Pedro, el cual adaptó sus instrucciones a las necesidades (de sus oyentes), pero no tenía intención de dar un relato conexo de las palabras del Señor. Así que Marcos no hizo distinción cuando escribió algunas cosas tal como las recordaba; porque en lo que tenía interés, era en no omitir nada de lo que había oído, y en no consignar ninguna afirmación falsa en ello.

Éste es, pues, el relato que da Papías respecto a Marcos. Pero, con respecto a Mateo, hace la siguiente afirmación:

Así que entonces Mateo compuso las palabras en lengua hebrea, y cada uno las interpretó como pudo.

El mismo escritor empleó testimonios procedentes de la primera Epístola de Juan, y también de la de Pedro. Y ha referido otra historia sobre una mujer acusada de muchos pecados delante del Señor, que se halla en el Evangelio según los Hebreos.

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IV.  Pericope Adulterae; ver Westcott y Hort: The New Testament in the Original Greek, 1. p. 241, II. pp. 82 ss. 91; Lightfoot: Essays on Supernatural Religion, p. 203 ss.

Y se fueron cada uno a su propia casa; pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Y temprano por la mañana Él volvió al templo, [y todo el pueblo se allegó a Él; y Él se sentó, y les enseñaba]. Y los escribas y los fariseos traen una mujer sorprendida en adulterio; y habiéndola puesto en medio, le dicen: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en adulterio, en el mismo acto. Ahora bien, en la ley de Moisés [se nos] manda que apedreemos a las tales; tú, pues, ¿qué dices? [Y esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle.] Pero Jesús se inclinó, y con el dedo escribía en el sueJo. Pero cuando ellos siguieron preguntando [le], Él se levantó y [les] dijo: El que esté sin pecado entre vosotros, le eche la primera piedra. Y de nuevo se inclinó, y escribía en el suelo. Y ellos, cuando lo oyeron, se fueron uno a uno, empezando por los más ancianos; y Él se quedó solo, y la mujer allí donde estaba, en medio. Y Jesús se levantó, y le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te condena? Y ella dijo: Ninguno, Señor. Y Jesús le dijo: Ni yo te condeno; sigue tu camino; a partir de ahora no peques mas.

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V. Felipe de Side (?), Hist. de Cristo

Papías, obispo de Hierápolis, que fue un discípulo de Juan el Teólogo y un compañero de Policarpo, escribió cinco libros de Palabras del Señor, en los cuales da una lista de los apóstoles, y, después de Pedro y Juan, Felipe y Tomás y Mateo, incluye entre los discípulos del Señor a Aristión y a un segundo Juan, a quien llamaba también «el anciano». [Dice] que algunos creen que este Juan es el autor de las dos Epístolas cortas y católicas, que son publicadas en el nombre de Juan; y da como razón el que los (padres) primitivos sólo aceptaran la primera epístola. Algunos también han considerado equivocadamente al Apocalipsis como suyo (esto es, del anciano Juan). Papías también está equivocado sobre el Milenio, y a partir de él Ireneo también. Papías, en su segundo libro, dice que los judíos dieron muerte a Juan el Teólogo y a Jacobo su hermano. El mencionado Papías afirmó, bajo la autoridad de las hijas de Felipe, que Barsabás, que es también llamado el Justo, cuando le desafiaron a hacerlo algunos no creyentes, bebió veneno de serpiente en el nombre del Señor, y fue protegido de todo mal. Hace también otras afirmaciones maravillosas, y en particular sobre la madre de Manaím que resucitó de los muertos. En cuanto a los que fueron levantados de los muertos por Cristo, (afirma él) que ellos sobrevivieron hasta el tiempo de Adriano.

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VI. Georgius Hamartolus, Cronicón

Después de Domiciano reinó Nerva un año, el cual mandó llamar a Juan de la isla (esto es, Patmos) y le permitió que residiera en Éfeso. En este tiempo él era el único superviviente de los doce apóstoles, y después de esciribir su Evangelio recibió el honor del martirio. Porque Papías, obispo de Hierápolis, que fue un testigo presencial suyo, en el segundo libro de las Palabras del Señor dice que fue muerto por los judíos, y con ello, evidentemente, cumplió, junto con su hermano, la profecía de Cristo con respecto a ellos, y su propia confesión y empeño respecto a él. Porque cuando el Señor les dijo: ¿Podéis beber de la copa que yo bebo?, y ellos asintieron al punto, él dijo: Mi copa beberéis, y del bautismo que soy bautizado seréis bautizados. Y es natural que sea así, porque es imposible que Dios mienta. Esto también afirma el sabio Orígenes en su interpretación del Evangelio de san Mateo, que Juan fue martirizado, declarando que él había sabido el hecho por los sucesores de los apóstoles. Y verdaderamente el bien informado Eusebio también, en su Historia Eclesiástica, dice: «Tomás recibió por suerte Partia, pero Juan, Asia, donde fijó su residencia, y murió en Efeso.»

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VII. Jerónimo, de vir. illust. 18

Papías, un oyente de Juan, (y) obsipo de Hierápolis en Asia, escribió sólo cinco libros, que él tituló Una Exposición de los Discursos del Señor. En los cuales, cuando afirma en su prefacio que no está siguiendo afirmaciones promiscuas, sino que tiene a los apóstoles como sus autoridades, dice:

Yo acostumbraba inquirir lo que habían dicho Andrés, o Felipe, o Tomás, o Jacobo, o Juan, o Mateo, o cualquier otro de los discípulos del Señor, y lo que están diciendo Aristión y el anciano Juan, los discípulos del Señor. Porque los libros para leer no me aprovechan tanto como la viva voz resonando claramente en el día de hoy en (la persona de) sus autores.

De lo cual se ve claro que en su lista de nombres hay un Juan que es contado entre los apóstoles, y otro, el anciano Juan, a quien enumera después de Aristión. Hemos mencionado este hecho a causa de la afirmación que hicimos antes, que hemos registrado bajo la autoridad de muchos, que las dos últimas epístolas de Juan no son (la obra) del apóstol, sino del anciano. Este (Papías) se dice que propagó la tradición judía de un Milenio, y que fue seguido por Ireneo, Apolinario y los otros, que dicen que después de la resurrección el Señor reinará en la carne con los santos.

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VIII. Jerónimo, ad Lucinium Epist. 71(28), c. 5

Además, me ha llegado un falso rumor según el cual los libros de Josefo y los escritos de Papías y Policarpo han sido traducidos por mí; pero yo no tengo tiempo libre ni fuerza para traducir obras así a otra lengua con la elegancia correspondiente.

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IX. Jerónimo, ad Theodoram Epist. 75 (29), c. 3

Ireneo, un discípulo de Papías que fue oyente de Juan el Evangelista, refiere.

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X. Andrés de Cesarea, Prefacio al Apocalipsis

Sin embargo, con respecto a la inspiración del libro (esto es, el Apocalipsis), consideramos superfluo escribir de modo extenso; puesto que el bienaventurado Gregorio (quiero decir el Teólogo) y Cirilo, y hombres de una generación pasada, así como Papías, Ireneo, Metodio e Hipólito, dan testimonio de su autenticidad.

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XI. Andrés de Cesarea, in Apocalypsin, c. 34, serm. 12

Pero Papías dice, palabra por palabra (le cito):

A algunos de ellos, claramente a los ángeles que eran santos al principio, El les dio dominio también sobre la ordenación del universo, y El los comisionó a que ejercieran su dominio bien.

Y dice luego:

Pero sucedió que su ordenación no sirvió de nada; porque el gran dragón, la antigua serpiente, que es llamada también Satanás y el diablo, fue echado, sí, fue echado a la tierra, él y sus ángeles.

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XII. Anastasio de Sinaí, Contempl. Anagog. in Hexaëm, 1.

Teniendo su comienzo en Papías el grande, de Hierápolis, el discípulo del apóstol que reclinó su cabeza sobre el pecho de Cristo, y de Clemente, Panteno el sacerdote de los alejandrinos, y Amonio el gran erudito, estos antiguos y primeros expositores que están de acuerdo entre sí en entender toda la obra de los seis días (como refiriéndose) a Cristo y a su Iglesia.

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XIII. Anastasio de Sinaí, Contempl. Anag. in Hexaëm, vii

Así pues, los expositores más antiguos de las iglesias, quiero decir Filón el filósofo, y contemporáneo de los apóstoles, y el famoso Papías de Hierápolis, el discípulo de Juan el Evangelista.., y sus asociados, interpretaron los dichos sobre el Paraíso espiritualmente, y los refirieron a la Iglesia de Cristo.

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XIV. Iirineo, Haer., v. 33. 3, 4

La bendición así predicha pertenece indudablemente a los tiempos del Reino, cuando los justos se levantarán de los muertos y reinarán, cuando también la creación renovada y liberada de servidumbre producirá una gran abundancia de alimento de todas clases, del rocío del cielo y la gordura de la tierra; como los ancianos, que vieron a Juan el discípulo del Señor, refieren que oyeron de él que el Señor acostumbraba enseñar respecto a aquellos tiempos y decir:

Vendrán días en que crecerán vides, cada una de las cuales tendrá diez mil brotes, y cada brote diez mil ramas, y cada rama diez mil ramitas, y en cada ramita diez mil racimos, y en cada racimo diez mil granos, y cada racimo, una vez prensado, producirá veinticinco medidas de vino. Y cuando alguno de los santos habrá tomado en la mano uno de estos racimos, otro gritará: Yo soy un racimo mejor; tómame, bendice al Señor a través de mí. Del mismo modo, un grano de trigo producirá diez mil espigas, y cada espiga tendrá diez mil granos, y cada grano diez libras de harina fina, brillante y limpia, y los otros frutos, semillas y hierbas producirán proporciones similares, y todos los animales, usando estos frutos que son productos del suelo, se volverán pacíficos y armoniosos, obedientes al hombre en toda sujeción.

De estas cosas Papías, que fue un oyente de Juan y un compañero de Policarpo, hombre respetado, dio testimonio por escrito en el cuarto de sus libros, porque compuso cinco. Y añadió, diciendo:

Pero estas cosas son creíbles a los que creen. Y cuando Judas el traidor no creyó, y preguntó: ¿Cómo van a ser realizadas estas cosas por el Señor?, refiere que el Señor le dijo: Lo verán los que lleguen a estos (tiempos).

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XV. Máximo el Confesor, Schol. in libr. Dionys. Areopag. de eccl. hierarch., c. 2

Los que practican la inocencia y sinceridad hacia Dios acostumbraban ser llamados niños, como también muestra Papías en el primer libro de las Exposiciones del Señor, y Clemente de Alejandría en el Pedagogo.

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XVI. Máximo el Confesor, Schol. in libr. Dionys. Areopag. de eccl. hierarch., c. 7

Dice esto, él, indicando veladamente, supongo, a Pa pías de Hierápolis en Asia, el cual fue un obispo en aquel tiempo y floreció en los días del santo Evangelista Juan. Porque este Papías, en el cuarto libro de sus Exposiciones Dominicales, menciona viandas como fuentes de deleites en la resurrección… E Ireneo de Lyon dice lo mismo en su quinto libro contra las herejías, y presenta en apoyo de sus afirmaciones al antes mencionado Papías.

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XVII. Focio, Bibliotheca 232, sobre Stefanus Gobarus

Ni tampoco (sigue Stefanus) a Papías, el obispo y mártir de Hierápolis, ni a Ireneo, el santo obispo de Lyon, cuando dicen que el reino del cielo consistirá en el disfrutar de ciertos alimentos materiales.

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XVIII. Compilado de Cramer, Catena ad Acta SS. Apost. (1838) p. 12 ss., y otras fuentes

Apolinario. «Judas no murió ahorcado, sino que vivió, pues fue cortada la cuerda antes que quedara asfixiado. Y los Hechos de los Apóstoles muestran esto, que cayó de cabeza y se abrió por la mitad, y salieron todas sus entrañas. Este hecho lo refiere más claramente Papías, el discípulo de Juan, en el cuarto (libro) de su Exposición de las Palabras del Señor, como sigue:

Judas anduvo por este mundo como un ejemplo terrible de impiedad; su carne hinchada hasta tal extremo que, donde un carro podía pasar sin estrechez, él no podía pasar, ni aun la masa de su cabeza meramente. Dicen que sus párpados se hincharon hasta el punto que no podía ver la luz en absoluto, en tanto que sus ojos no eran visibles ni aun para un médico que mirara con un instrumento; tanto se habían hundido en la superficie… »

(*) Sus partes vergonzosas dicen que aparecían más repugnantes y mayores que que cuanto hay de indecoroso y que echaba por ellas de todo su cuerpo pus y gusanos para escarnio sobre los propios excrementos. Y después de muchos tormentos y castigos, murió -dicen- en un lugar de su propiedad, que quedó desuierto y depoblado hasta el presente a causa del mal olor. Es más, hasta el día de hoy no se puede pasar cerca de aquel lugar si no se tapa las narices con las manos. Tan enorme fue la putrefacción que se derramó de su carne sobre la tierra.

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XIX. Un manuscrito Vaticano del siglo nueve

Aquí comienza el argumento del Evangelio según Juan. El Evangelio de Juan fue dado a conocer y entregado a las Iglesias por Juan, en tanto que permaneció en el cuerpo; como ha referido (un tal) Papías por nombre, de Hierápolis, un discípulo amado de Juan, en sus cinco libros exotéricos (léase exegéticos); pero él escribió correctamente el Evangelio que le dictó Juan.

(*) Pero Marción , hereje, habiendo sido reprobado por él, por sentir de modo contrario, fue rechazado por Juan. Aquel, empero, le había traído escritos o cartas de los hermanos que estaban en el Ponto.

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XX. Catena, Patr. Graec. in S. Joan, publicado por B. Corder

Porque el último de éstos, Juan, por sobrenombre el Hijo del Trueno, cuando llegó a una edad muy avanzada, como nos han dicho Ireneo y Eusebio y una sucesión de historiadores dignos de confianza, hacia el tiempo en que surgían terribles herejías, dictó el Evangelio a su propio discípulo, el virtuoso Papías de Hierápolis, para rellenar lo que faltaba en los que antes que él habían proclamado la palabra a las naciones por toda la tierra.

Fuente principal: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

(*) = Fuente complementaria: Padres Apostólicos, por Daniel Ruiz Bueno. BAC

EPÍSTOLA A DIOGNETO

EPÍSTOLA A DIOGNETO

I. Como veo, muy excelente Diogneto, que tienes gran interés en comprender la religión de los cristianos, y que tus preguntas respecto a los mismos son hechas de modo preciso y cuidadoso, sobre el Dios en quien confían y cómo le adoran, y que no tienen en consideración el mundo y desprecian la muerte, y no hacen el menor caso de los que son tenidos por dioses por los griegos, ni observan la superstición de los judíos, y en cuanto a la naturaleza del afecto que se tienen los unos por los otros, y de este nuevo desarrollo o interés, que ha entrado en las vidas de los hombres ahora, y no antes: te doy el parabién por este celo, y pido a Dios, que nos proporciona tanto el hablar como el oír, que a mí me sea concedido el hablar de tal forma que tú puedas ser hecho mejor por el ofr, y a ti que puedas escuchar de modo que el que habla no se vea decepcionado.

II. Así pues, despréndete de todas las opiniones preconcebidas que ocupan tu mente, y descarta el hábito que te extravía, y pasa a ser un nuevo hombre, por así decirlo, desde el principio, como uno que escucha una historia nueva, tal como tú has dicho de ti mismo. Mira no sólo con tus ojos, sino con tu intelecto también, de qué sustancia o de qué forma resultan ser estos a quienes llamáis dioses y a los que consideráis como tales. ¿No es uno de ellos de piedra, como la que hollamos bajo los pies, y otro de bronce, no mejor que las vasijas que se forjan para ser usadas, y otro de madera, que ya empieza a ser presa de la carcoma, y otro de plata, que necesita que alguien lo guarde para que no lo roben, y otro de hierro, corroído por la herrumbre, y otro de arcilla, material no mejor que el que se utiliza para cubrir los servicios menos honrosos? ¿No son de materia perecedera? ¿No están forjados con hierro y fuego? ¿No hizo uno el escultor, y otro el fundidor de bronce, y otro el platero, y el alfarero otro? Antes de darles esta forma la destreza de estos varios artesanos, ¿no le habría sido posible a cada uno de ellos cambiarles la forma y hacer que resultaran utensilios diversos? ¿No sería posible que las que ahora son vasijas hechas del mismo material, puestas en las manos de los mismos artífices, llegaran a ser como ellos? ¿No podrían estas cosas que ahora tú adoras ser hechas de nuevo vasijas como las demás por medio de manos de hombre? ¿No son todos ellos sordos y ciegos, no son sin alma, sin sentido, sin movimiento? ¿No se corroen y pudren todos ellos? A estas cosas llamáis dioses, de ellas sois esclavos, y las adoráis; y acabáis siendo lo mismo que ellos. Y por ello aborrecéis a los cristianos, porque no consideran que éstos sean dioses. Porque, ¿no los despreciáis mucho más vosotros, que en un momento dado les tenéis respeto y los adoráis? ¿No os mofáis de ellos y los insultáis en realidad, adorando a los que son de piedra y arcilla sin protegerlos, pero encerrando a los que son de plata y oro durante la noche, y poniendo guardas sobre ellos de día, para impedir que os los roben? Y, por lo que se refiere a los honores que creéis que les ofrecéis, si son sensibles a ellos, más bien los castigáis con ello, en tanto que si son insensibles les reprocháis al propiciarles con la sangre y sebo de las víctimas. Que se someta uno de vosotros a este tratamiento, y que sufra las cosas que se le hacen a él. Sí, ni un solo individuo se someterá de buen grado a un castigo así, puesto que tiene sensibilidad y razón; pero una piedra se somete, porque es insensible. Por tanto, desmentís su sensibilidad. Bien; podría decir mucho más respecto a que los cristianos no son esclavos de dioses así; pero aunque alguno crea que lo que ya he dicho no es suficiente, me parece que es superfluo decir más.

III. Luego, me imagino que estás principalmente deseoso de oír acerca del hecho de que no practican su religión de la misma manera que los judíos. Los judíos, pues, en cuanto se abstienen del modo de culto antes descrito, hacen bien exigiendo reverencia a un Dios del universo y al considerarle como Señor, pero en cuanto le ofrecen este culto con métodos similares a los ya descritos, están por completo en el error. Porque en tanto que los griegos, al ofrecer estas cosas a imágenes insensibles y sordas, hacen una ostentación de necedad, los judíos, considerando que están ofreciéndolas a Dios, como si El estuviera en necesidad de ellas, deberían en razón considerarlo locura y no adoración religiosa. Porque el que hizo los cielos y la tierra y todas las cosas que hay en ellos, y nos proporciona todo lo que necesitamos, no puede Él mismo necesitar ninguna de estas cosas que El mismo proporciona a aquellos que se imaginan que están dándoselas a Él. Pero los que creen que le ofrecen sacrificios con sangre y sebo y holocaustos, y le honran con estos honores, me parece a mí que no son en nada distintos de los que muestran el mismo respeto hacia las imágenes sordas; porque los de una clase creen apropiado hacer ofrendas a cosas incapaces de participar en el honor, la otra clase a uno que no tiene necesidad de nada.

IV. Pero, además, sus escrúpulos con respecto a las carnes, y su superstición con referencia al sábado y la vanidad de su circuncisión y el disimulo de sus ayunos y lunas nuevas, yo [no] creo que sea necesario que tú aprendas a través de mí que son ridículas e indignas de consideración alguna. Porque, ¿no es impío el aceptar algunas de las cosas creadas por Dios para el uso del hombre como bien creadas, pero rehusar otras como inútiles y superfluas? Y, además, el mentir contra Dios, como si Él nos prohibiera hacer ningún bien en el día de sábado, ¿no es esto blasfemo? Además, el alabarse de la mutilación de la carne como una muestra de elección, como si por esta razón fueran particularmente amados por Dios, ¿no es esto ridículo? Y en cuanto a observar las estrellas y la luna, y guardar la observancia de meses y de días, y distinguir la ordenación de Dios y los cambios de las estaciones según sus propios impulsos, haciendo algunas festivas y otras períodos de luto y lamentación, ¿quién podría considerar esto como una exhibición de piedad y no mucho más de necedad? El que los cristianos tengan razón, por tanto, manteniéndose al margen de la insensatez y error común de los judíos, y de su excesiva meticulosidad y orgullo, considero que es algo en que ya estás suficientemente instruido; pero, en lo que respecta al misterio de su propia religión, no espero que puedas ser instruido por ningún hombre.

V. Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en alguna parte en ciudades suyas propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida extraordinaria. Ni tampoco poseen ninguna invención descubierta por la inteligencia o estudio de hombres ingeniosos, ni son maestros de algún dogma humano como son algunos. Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la suene de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña. Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia (abortos). Celebran las comidas en común, pero cada uno tiene su esposa. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas. Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida. Piden limosna, y, con todo, hacen ricos a muchos. Se les deshonra, y, pese a todo, son glorificados en su deshonor. Se habla mal de ellos, y aún así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen; son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados como malhechores; siendo castigados se regocijan, como si con ello se les reavivara. Los judíos hacen guerra contra ellos como extraños, y los griegos los persiguen, y, pese a todo, los que los aborrecen no pueden dar la razón de su hostilidad.

VI. En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos por las diferentes ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo, no es del cuerpo. Así que los cristianos tienen su morada en el mundo, y aun así no son del mundo. El alma que es invisible es guardada en el cuerpo que es visible; así los cristianos son reconocidos como parte del mundo, y, pese a ello, su religión permanece invisible. La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no recibe ningún daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece a los cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus placeres. El alma ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus miembros; así los cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está aprisionada en el cuerpo, y, con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos son guardados en el mundo como en una casa de prisión, y, pese a todo, ellos mismos preservan el mundo. El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal; así los cristianos residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está en los cielos. El alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas, es mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número cada día. Tan grande es el cargo al que Dios los ha nombrado, y que miles es legítimo declinar.

VII. Porque no fue una invención terrenal, como dije, lo que les fue encomendado, ni se preocupan de guardar tan cuidadosamente ningún sistema de opinión mortal, ni se les ha confiado la dispensación de misterios humanos. Sino que, verdaderamente, el Creador Todopoderoso del universo, el Dios invisible mismo de los cielos plantó entre los hombres la verdad y la santa enseñanza que sobrepasa la imaginación de los hombres, y la fijó firmemente en sus corazones, no como alguien podría pensar, enviando (a la humanidad) a un subalterno, o a un ángel, o un gobernante, o uno de los que dirigen los asuntos de la tierra, o uno de aquellos a los que están confiadas las dispensaciones del cielo, sino al mismo Artífice y creador del universo, por quien Él hizo los cielos, y por quien Él retuvo el mar en sus propios límites, cuyos misterios (ordenanzas) observan todos los elementos fielmente, de quien [el sol] ha recibido incluso la medida de su curso diario para guardarlo, a quien la luna obedece cuando Él le manda que brille de noche, a quien las estrellas obedecen siguiendo el curso de la luna, por el cual fueron ordenadas todas las cosas y establecidos y puestos en sujeción, los cielos y las cosas que hay en los cielos, la tierra y las cosas que hay en la tierra, el mar y las cosas que hay en el mar, fuego, aire, abismo, las cosas que hay en las alturas, las cosas que hay en lo profundo, las cosas que hay entre los dos. A éste les envió Dios. ¿Creerás, como supondrá todo hombre, que fue enviado para establecer su soberanía, para inspirar temor y terror? En modo alguno. Sino en mansedumbre y humildad fue enviado. Como un rey podría enviar a su hijo que es rey; Él le envió como enviando a Diós; le envió a El como [un hombre] a los hombres; le envió como Salvador, usando persuasión, no fuerza; porque la violencia no es atributo de Dios. El le envió como mvitándonos, no persiguiéndonos; Él le envió como amándonos, no juzgándonos. Porque Él enviará en juicio, y ¿quién podrá resistir su presencia?… ¿[No ves] que los echan a las fieras para que nieguen al Señor, y, con todo, no lo consiguen? ¿No ves que cuanto más los castigan, tanto más abundan? Estas no son las obras del hombre; son el poder de Dios; son pruebas de su presencia.

VIII. Porque, ¿qué hombre tenía algún conocimiento de lo que Dios es, antes de que Él viniera? ¿O aceptas tú las afirmaciones vacías y sin sentido de los filósofos presuntuosos, de los cuales, algunos dijeron que Dios era fuego (invocan como Dios a aquello a lo cual irán ellos mismos), y otros agua, y otros algún otro de los elementos que fueron creados por Dios? Y, pese a todo, si alguna de estas afirmaciones es digna de aceptación, cualquier otra cosa creada podría lo mismo ser hecha Dios. Sí, todo esto es charlatanería y engaño de los magos; y ningún hombre ha visto o reconocido a Dios, sino que El se ha revelado a sí mismo. Y El se reveló (a sí mismo) por fe, sólo por la cual es dado el ver a Dios. Porque Dios, el Señor y Creador del universo, que hizo todas las cosas y las puso en orden, demostró no sólo que era propicio al hombre, sino también paciente. Y así lo ha sido siempre, y lo es, y lo será, bondadoso y bueno y justo y verdadero, y El sólo es bueno. Y habiendo concebido un plan grande e inefable, lo comunicó sólo a su Hijo. Porque en tanto que El había mantenido y guardado este plan sabio como un misterio, parecía descuidarnos y no tener interés en nosotros. Pero cuando Él lo reveló por medio de su amado Hijo, y manifestó el propósito que había preparado desde el principio, Él nos dio todos estos dones a la vez, participación en sus beneficios y vista y entendimiento de (misterios) que ninguno de nosotros habría podido esperar.

IX. Habiéndolo, pues, planeado ya todo en su mente con su Hijo, permitió durante el tiempo antiguo que fuéramos arrastrados por impulsos desordenados según deseábamos, descarriados por placeres y concupiscencias, no porque Él se deleitara en nuestros pecados en absoluto, sino porque Él tenía paciencia con nosotros; no porque aprobara este período pasado de iniquidad, sino porque Él estaba creando la presente sazón de justicia, para que, redargüidos del tiempo pasado por nuestros propios actos como indignos de vida, pudiéramos ahora ser hechos merecedores de la bondad de Dios, y habiendo dejado establecida nuestra incapacidad para entrar en el reino de Dios por nuestra cuenta, hacerlo posible por la çapacidad de Dios. Y cuando nuestra iniquidad había sido colmada plenamente, y se había hecho perfectamente manifiesto que el castigo y la muerte eran de esperar como su recompensa, y hubo llegado la sazón que Dios había ordenado, cuando a partir de entonces Él manifestaría su bondad y poder (oh la bondad y amor de Dios sobremanera grande), Él no nos aborreció, ni nos rechazó, ni nos guardó rencor, sino que fue longánimo y paciente, y por compasión hacia nosotros tomó sobre sí nuestros pecados, y El mismo se separó de su propio Hijo como rescate por nosotros, el santo por el transgresor, el inocente por el malo, el justo por los injustos, lo incorruptible por lo corruptible, lo inmortal por lo mortal. Porque, ¿qué otra cosa aparte de su justicia podía cubrir nuestros pecados? ¿En quién era posible que nosotros, impíos y libertinos, fuéramos justificados, salvo en el Hijo de Dios? ¡Oh dulce intercambio, oh creación inescrutable, oh beneficios inesperados; que la iniquidad de muchos fuera escondida en un Justo, y la justicia de uno justificara a muchos que eran inicuos! Habiéndose, pues, en el tiempo antiguo demostrado la incapacidad de nuestra naturaleza para obtener vida, y habiéndose ahora revelado un Salvador poderoso para salvar incluso a las criaturas que no tienen capacidad para ello, Él quiso que, por las dos razones, nosotros creyéramos en su bondad y le consideráramos como cuidador, padre, maestro, consejero, médico, mente, luz, honor, gloria, fuerza y vida.

X. Si deseas poseer esta fe, has de recibir primero un conocimiento pleno del Padre. Porque Dios amó a los hombres, por amor a los cuales había hecho el mundo, a los cuales sometió todas las cosas que hay en la tierra, a los cuales dio razón y mente, a los cuales solamente permitió que levantaran los ojos al cielo, a quienes creó según su propia imagen, a quienes envió a su Hijo unigénito, a quienes Él prometió el reino que hay en el cielo, y lo dará a los que le hayan amado. Y cuando hayas conseguido este pleno conocimiento, ¿de qué gozo piensas que serás llenado, o cómo amarás a Aquel que te amó a ti antes? Y amándole serás un imitador de su bondad. Y no te maravilles de que un hombre pueda ser un imitador de Dios. Puede serlo si Dios quiere. Porque la felicidad no consiste en enseñorearse del prójimo, ni en desear tener más que el débil, ni en poseer riqueza y usar fuerza sobre los inferiores; ni puede nadie imitar a Dios haciendo estas cosas; sí, estas cosas se hallan fuera de su majestad. Pero todo el que toma sobre sí la carga de su prójimo, todo el que desea beneficiar a uno que es peor en algo en lo cual él es superior, todo el que provee a los que tienen necesidad las posesiones que ha recibido de Dios, pasa a ser un dios para aquellos que lo reciben de él, es un imitador de Dios. Luego, aunque tú estás colocado en la tierra, verás que Dios reside en el cielo; entonces empezarás a declarar los misterios de Dios; entonces amarás y admirarás a los que son castigados porque no quieren negar a Dios; entonces condenarás el engaño y el error en el mundo; cuando te des cuenta que la vida verdadera está en el cielo, cuando desprecies la muerte aparente que hay en la tierra, cuando temas la muerte real, que está reservada para aquellos que seran condenados al fuego eterno que castigará hasta el fin a los que sean entregados al mismo. Entonces admirarás a los que soportan, por amor a la justicia, el fuego temporal, y los tendrás por bienaventurados cuando veas que el fuego…

Epílogo

XI. Mis discursos no son extraños ni son perversas lucubraciones, sino que habiendo sido un discípulo de los apóstoles, me ofrecí como maestro de los gentiles, ministrando dignamente, a aquellos que se presentan como discípulos de la verdad, las lecciones que han sido transmitidas. Porque el que ha sido enseñado rectamente y ha entrado en amistad con el Verbo, ¿no busca aprender claramente las lecciones reveladas abiertamente por el Verbo a los discípulos; a quienes el Verbo se apareció y se las declaró, hablando con ellos de modo sencillo, no percibidas por los que no son creyentes, pero sí referidas por Él a los discípulos a quienes consideró fieles y les enseñó los misterios del Padre? Por cuya causa Él envió al Verbo, para que Él pudiera aparecer al mundo, el cual, siendo despreciado por el pueblo (judío), y predicado por los apóstoles, fue creído por los gentiles. Este Verbo, que era desde el principio, apareció ahora y, con todo, se probé que era antiguo, y es engendrado siempre de nuevo en los corazones de los santos. Este Verbo, digo, que es eterno, es el que hoy es contado como Hijo, a través del cual la Iglesia es enriquecida y la gracia es desplegada y multiplicada entre los santos, gracia que confiere entendimiento, que revela misterios, que anuncia sazones, que se regocija sobre los fieles, que es concedida a los que la buscan, a aquellos por los cuales no son quebrantadas las promesas de la fe, ni son sobrepasados los límites de los padres. Con lo que es cantado el temor de la ley, y la gracia de los profetas es reconocida, y la fe de los evangelios es establecida, y es preservada la tradición de los apóstoles, y exulta el gozo de la Iglesia. Si tú no contristas esta gracia, entenderás los discursos que el Verbo pone en la boca de aquellos que desea cuando Él quiere. Porque de todas las cosas que por la voluntad imperativa del Verbo fuimos impulsados a expresar con muchos dolores, de ellas os hicimos partícipes, por amor a las cosas que nos fueron reveladas.

XII. Confrontados con estas verdades y escuchándolas con atención, sabréis cuánto concede Dios a aquellos que (le) aman rectamente, que pasan a ser un Paraíso de deleite, un árbol que lleva toda clase de frutos y que florece, creciendo en sí mismos y adornados con vanos frutos. Porque en este jardín han sido plantados un árbol de conoçimiento y un árbol de vida; con todo, el árbol de conocimiento no mata, pero la desobediencia mata; porque las escrituras dicen claramente que Dios desde el comienzo plantó un árbol [de conocimiento y un árbol] de vida en medio del Paraíso, revelando vida por medio del conocimiento; y como nuestros primeros padres no lo usaron de modo genuino, fueron despojados por el engaño de la serpiente. Porque ni hay vida sin conocimiento, ni conocimiento sano sin verdadera vida; por tanto, los (árboles) están plantados el uno junto al otro. Discerniendo la fuerza de esto y culpando al conocimiento que es ejercido aparte de la verdad de la influencia (dominio) que tiene sobre la vida, el apóstol dice: El conocimiento engríe, pero la caridad edifica. Porque el hombre que supone que sabe algo sin el verdadero conocimiento que es testificado por la vida, es ignorante, es engañado por la serpiente, porque no amó la vida; en tanto que el que con temor reconoce y desea la vida, planta en esperanza, esperando fruto. Que vuestro corazón sea conocimiento, y vuestra vida verdadera razón, debidamente comprendida. Por lo que si te allegas al árbol y tomas el fruto, recogerás la cosecha que Dios espera, que ninguna serpiente toca, ni engaño infecta, ni Eva es entonces corrompida, sino que es creída como una virgen, y la salvación es establecida, y los apóstoles son llenados de entendimiento, y la pascua del Señor prospera, y las congregaciones son juntadas, y [todas las cosas] son puestas en orden, y como El enseña a los santos el Verbo se alegra, por medio del cual el Padre es glorificado, a quien sea la gloria para siempre jamás. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

EPÍSTOLA DE LA IGLESIA DE ESMIRNA A LA DE FILOMELIO

EPÍSTOLA DE LA IGLESIA DE ESMIRNA A LA DE FILOMELIO

(Martirio de Policarpo)

La Iglesia de Dios que reside en Esmirna a la Iglesia de Dios que reside en Filomelio, y a todas las fraternidades de la santa y universal Iglesia que reside en todo lugar, misericordia y paz y amor de Dios el Padre y nuestro Señor Jesucristo os sean multiplicados.

I. Os escribimos, hermanos, un relato de lo que sucedió a los que sufrieron martirio, y en especial al bienaventurado Policarpo, que puso fin a la persecución, habiendo puesto sobre ella, por así decirlo, el sello de su martirio. Porque casi todos los sucesos antes mencionados acaecieron para que el Señor pudiera mostrarnos una vez más un ejemplo de martirio que es conforme al Evangelio. Porque fue demorándolo para que pudiera ser entregado, como hizo el Señor, con miras a que nosotros también pudiéramos ser imitadores suyos, no mirando sólo a lo que nos afecta a nosotros, sino también a lo que afecta a nuestros prójimos. Porque incumbe al amor verdadero y firme no sólo desear ser uno salvado, sino también que lo sean los hermanos.

II. Benditos y nobles son, pues, todos los martirios que tienen lugar según la voluntad de Dios (porque nos corresponde ser muy escrupulosos y asignar a Dios el poder sobre todas las cosas). Porque, ¿quién podría dejar de admirar su nobleza y resistencia paciente y lealtad al Señor, siendo así que cuando eran desgarrados por los azotes, de modo que el interior de su carne quedaba visible incluso hasta las venas y arterias de dentro, lo soportaban con paciencia, de modo que los mismos que lo contemplaban tenían compasión y lloraban; en tanto que ellos mismos alcanzaban un grado tal de valor que ninguno de ellos lanzó un grito o un gemido, mostrándonos con ello a todos que en aquella hora los mártires de Cristo que eran torturados estaban ausentes de la carne, o, mejor dicho, que el Señor estaba presente y en comunión con ellos? Y prestando atención a la gracia de Cristo, despreciaban las torturas del mundo, comprando al coste de una hora el ser librados de un castigo eterno. Y hallaron que el fuego de sus inhumanos verdugos era frío: porque tenían puestos los ojos en el hecho de ser librados del fuego eterno que nunca se apaga; en tanto que los ojos de sus corazones contemplaban las buenas cosas que están reservadas para aquellos que soportan con paciencia cosas que no oyó ningún oído o ha visto ojo alguno, y que nunca han entrado en el corazón del hombre, pero que les fueron mostradas a ellos porque ya no eran hombres, sino ángeles. Y de la misma manera también los que fueron condenados a las fieras soportaron castigos espantosos, ya que les hicieron echar sobre conchas aguzadas y sufrir otras formas de torturas diversas, para que el diablo pudiera conseguir que se retractaran, de ser posible, por la persistencia del castigo; pues el diablo intentó muchas añagazas contra ellos.

III. Pero, gracias a Dios, El prevaleció contra todo. Porque el noble Germánico animó la pusilanimidad de ellos por medio de la constancia que había en él; y luché con las fieras en una forma destacada. Porque cuando el procónsul deseaba prevalecer sobre él y le mandó que tuviera compasión de su juventud, él, haciendo uso de violencia, arrastró a la fiera hacia él, deseando conseguir más rápidamente ser librado de su vida injusta y arbitraria. De modo que después de esto la multitud, asombrada del valor de los cristianos amados de Dios y temerosos de Dios, levantó un clamor: «Fuera los ateos; que vayan a buscar a Policarpo.»

IV. Pero un hombre, que se llamaba Quinto, un frigio llegado recientemente de Frigia, cuando vio las fieras se acobardó. Fue él que se había forzado a sí mismo y a otros a presentarse por su propia y libre voluntad. De éste el procónsul, con muchos ruegos, consiguió que hiciera el juramento y ofreciera incienso. Por esta causa, pues, hermanos, no alabamos a los que se entregan ellos mismos, puesto que el Evangelio no nos enseña esto.

V. Ahora bien, el glorioso Policarpo, al principio, cuando lo oyó, lejos de desanimarse, tenía deseos de permanecer en la ciudad; pero la mayoría le persuadieron a que se retirara. Así que se retiró a una casa de campo no lejos de la ciudad; y allí se quedó con unos pocos compañeros, no haciendo otra cosa noche y día que orar por todos los hombres y por las iglesias por todo el mundo; porque ésta era su costumbre constante. Y mientras estaba orando tuvo una visión tres días antes de su captura; y vio que su almohada estaba ardiendo. Y se volvió y dijo a los que estaban con él: «Es menester que sea quemado vivo.»

VI. Y como los que le estaban buscando persistían, él se fue a otra casa de campo; y al poco llegaron allí los que le buscaban, y como no le hallaron, echaron mano de dos muchachos esclavos, uno de los cuales confesó bajo tortura; porque le era imposible permanecer escondido cuando las mismas personas que le habían delatado eran gente de su propia casa. Y el capitán de los gendarmes, que resulté precisamente llamarse Herodes, tenía muchos deseos de llevarle al estadio. (Esto sucedió para que pudiera cumplir su suerte designada, o sea, el ser hecho participante con Cristo, en tanto que ellos —los que le traicionaban— sufrían el mismo castigo de Judas.

VII. Así que llevándose al muchacho con ellos, en viernes, hacia la hora de la cena, los gendarmes y jinetes se dirigieron con sus armas acostumbradas, apresurándose como contra un ladrón. Y llegando todos ellos tarde al anochecer, hallaron al hombre echado en cama en un aposento alto de cierta cabaña; y aunque él podría haberse ido a otro lugar, no quiso, diciendo: Sea hecha la voluntad de Dios. Así que cuando oyó que venían, se dirigió hacia abajo y conversó con ellos, en tanto que los presentes se maravillaban de su edad y de su constancia, preguntándose cómo podía haber tanta ansia para aprehender a un anciano como él. Con lo cual, inmediatamente dio orden de que se dispusiera una mesa para ellos, para que comieran y bebieran en aquella hora tanto como desearan. Y les persuadió a concederle una hora para que pudiera orar sin ser molestado; y cuando ellos consintieron, él se levantó y oró, estando tan lleno de la gracia de Dios, que durante dos horas no pudo callar, y todos los que le oían estaban asombrados, y muchos se arrepentían de haber acudido contra un anciano tan venerable.

VIII. Pero cuando finalmente puso fin a su oración, después de recordar a todos los que en. un momento u otro habían estado en contacto con él, pequeños y grandes, altos y bajos, y a toda la Iglesia universal por todo el mundo, llegó la hora de partir, y le sentaron sobre un asno y le llevaron a la ciudad, y era un gran sábado. Y fue recibido por Herodes, el capitán de la policía y por su padre Nicetes, los cuales le hicieron bajar de su montura y subir a su carruaje, y procuraron convencerle, sentándose ellos a su lado y diciéndole: «~,Qué mal hay en decir César es Señor, y en ofrecerle incienso», añadiendo a esto «y con ello salvarte?» Pero él al principio no les dio respuesta. Sin embargo, cuando ellos persistieron, les dijo: «No voy a hacer lo que me aconsejáis.» Entonces ellos, viendo que no podían persuadirle, hicieron uso de amenazas y le hicieron bajar rápidamente, de modo que se hirió en la espinilla cuando bajaba del carruaje. Y sin volverse tan sólo, siguió su camino al punto y rápidamente, como si nada le hubiera sucedido, y fue llevado al estadio; y había en el estadio un tumulto tal que no era posible oír la voz de ninguno al hablar.

IX. Pero cuando Policarpo entró en el estadio le llegó una voz del cielo: «Mantente firme, Policarpo, y sé un hombre.» Y nadie vio al que hablaba, pero los que son de los nuestros que estaban presentes oyeron la voz. Y al final, cuando fue traído, hubo un gran tumulto, porque oyeron que habían capturado a Policarpo. Así pues, cuando lo presentaron delante del procónsul, éste inquirió si él era el hombre. Y al confesar que lo era, intentó persuadirle a que se retractara, diciendo: «Ten respeto a tu edad», y otras cosas apropiadas, como acostumbran decir: «Jura por el genio de César; y retráctate y di: Fuera los ateos.» Entonces Policarpo, con mirada solemne, contemplé toda la multitud de paganos impíos que había en el estadio, y les hizo señas con la mano; y gimiendo y mirando al cielo, dijo: «Fuera los ateos.» Pero cuando el magistrado insistió y le dijo: «Jura, y te soltaré; insulta a Cristo», Policarpo dijo: «Durante ochenta y seis años he sido su siervo, y no me ha hecho mal alguno. ¿Cómo puedo ahora blasfemar de mi Rey que me ha salvado?»

X. Pero cuando el procónsul persistió diciendo: «Jura por el genio del César», él contestó: «Si supones, en vano, que voy a jurar por el genio del César, como dices, y haces ver que no sabes quién soy, te lo diré claramente: soy cristiano. Pero si quieres aprender la doctrina del Cristianismo, señala un día y escúchame.» El procónsul dijo: «Convence al pueblo.» Pero Policarpo contestó: «En cuanto a ti, he considerado que eres digno de hablarte; porque se nos ha enseñado a rendir honor como es debido a los príncipes y autoridades designadas por Dios, salvo que no sea en nuestro perjuicio; pero en cuanto a éstos, no los considero dignos de que tenga que defenderme delante de ellos.»

XI. Ante lo cual el procónsul dijo: «Tengo fieras aquí y te echaré a ellas como no te retractes.» Pero él dijo: «Que las traigan; porque el arrepentirse de lo mejor a lo peor es un cambio que no nos es permitido; pero es noble el cambiar de lo perverso a lo justo.» Entonces le dijo: «Haré que ardas con fuego si desprecias las fieras, como no te arrepientas.» Pero Policarpo dijo: «Tú me amenazas con fuego que arde un rato y después se apaga; pero no sabes nada del fuego del juicio futuro y del castigo eterno, que está reservado a los impíos. ¿Por qué te demoras? Haz lo que quieras.»

XII. Diciendo estas y otras cosas, iba llenándose de valor y gozo, y su rostro se henchía de gracia, de modo que no sólo no se desmayó ante las cosas que le decían, sino que, al contrario, el procónsul estaba asombrado y envió a su propio heraldo a proclamar tres veces en medio del estadio: «Policarpo ha confesado que es un cristiano.» cuando el heraldo hubo proclamado esto, toda la multitud, tanto de gentiles como de judíos que vivían en Esmirna, clamó con ira incontenible y grandes gritos: «Éste es el maestro de Asia, el padre de los cristianos, el que derriba nuestros dioses y enseña a muchos a no sacrificar ni adorar.» Diciendo estas cosas, a grandes gritos pidieron al asiarca Felipe que soltara un león a Policarpo. Pero él dijo que no podía hacerlo legalmente, puesto que ya había dado por terminados los juegos. Entonces ellos decidieron gritar unánimes que Policarpo debía ser quemado vivo. Porque era menester que se cumpliera la visión que se le había mostrado con respecto a su almohada, cuando la vio ardiendo mientras oraba, y volviéndose dijo a los fieles que estaban con él: «Es menester que sea quemado vivo.»

XIII. Estas cosas sucedieron rápidamente, más aprisa de lo que pueden contar las palabras, y la multitud empezó a recoger en obradores y baños leña y haces, y los judíos en especial ayudaron, según acostumbran. Pero cuando estuvo listo el montón de leíia, él mismo se quitó las prendas externas y se soltó la faja, esforzándose también en quitarse los zapatos, aunque no tenía la costumbre de hacerlo antes, porque todos los fieles en todo momento se esforzaban por quién tocaría antes su carne. Porque había sido tratado con todo honor toda su vida, incluso antes de que le salieran canas. Al punto, los instrumentos que estaban preparados para la hoguera fueron colocados a su alrededor; y como iban también a clavarle a la estaca, él dijo: «Dejadme como estoy; puesto que El me ha concedido que pueda resistir el fuego, también me concederá que pueda permanecer inmóvil en la hoguera, sin tener que ser sujetado por los clavos.»

XIV. Y ellos no le clavaron, pero le amarraron. Entonces él, colocando las manos detrás y amarrado a la estaca como un noble cordero del gran rebaño para ser como una ofrenda, un holocausto preparado y aceptable a Dios, mirando al cielo dijo: «Oh Señor Dios Todopoderoso, Padre de tu amado y bendito Hijo Jesucristo, por medio del cual hemos recibido conocimiento de Ti, el Dios de ángeles y poderes, y de toda creación y de toda la raza de los justos, que viven en tu presencia; te bendigo porque me has concedido este día y hora para que pueda recibir una porción entre el número de los mártires en la copa de [tu] Cristo en la resurrección de vida eterna, tanto del alma como del cuerpo, en la incorruptibilidad del Espíritu Santo. Que pueda ser recibido con ellos en tu presencia este día, como un sacrificio rico y aceptable, que Tú has preparado y revelado de antemano, y has realizado, Tú que eres el Dios fiel y verdadero. Por esta causa, sí, y por todas las cosas, te alabo, y bendigo, y glorifico, por medio del Sumo Sacerdote eterno y celestial, Jesucristo, tu Hijo amado, por medio del cual, con El y el Espíritu Santo, sea gloria ahora y [siempre] y por todos los siglos. Amén.»

XV. Cuando hubo ofrecido el Amén y terminado su oración, el verdugo encendió el fuego. Y cuando surgió la llama poderosa, todos los que pudimos verlo, contemplamos un portento, sí, y fuimos preservados para que pudiéramos referir al resto lo que había sucedido. El fuego, formando la apariencia de una bóveda, como la vela de un navío llenada por el viento, formé una pared alrededor del cuerpo del mártir; y estaba allí en medio, no como carne quemándose, sino como [un pan en el horno o como] oro y plata refinados en un horno. Porque percibimos un olor fragante, como si desprendiera olor de incienso o de algún bálsamo precioso.

XVI. Así que, finalmente, los impíos, viendo que su cuerpo no podía ser consumido por el fuego, ordenaron al verdugo que fuera y le apuñalara con una daga. Y cuando lo hubo hecho, salió [una paloma y] una cantidad de sangre tal que extinguió el fuego; y toda la multitud se maravillé de que hubiera una diferencia tan grande entre los incrédulos y los elegidos. En el número de éstos estaba este hombre, el glorioso mártir Policarpo, que fue un maestro apostólico y profético en nuestros propios días, un obispo de la santa Iglesia que está en Esmirna. Porque cada palabra que pronunció su boca se cumplió o bien se cumplirá.

XVII. Pero el Maligno, celoso y envidioso, el adversario de la familia de los justos, habiendo visto la grandeza de su martirio y lo intachable de su vida desde el principio, y cómo fue coronado con la corona de la inmortalidad, y hubo ganado un premio que nadie puede desmentir, se las arregló para que ni aun su pobre cuerpo fuera sacado y llevado por nosotros, aunque muchos deseaban hacerlo y tocar su carne santa. Así que hizo salir a Nicetes, el padre de Herodes y hermano de Alce, para rogar al magistrado que no entregara su cuerpo, según se dijo: «para que no abandonen al crucificado y empiecen a adorar a este hombre»; lo cual fue hecho por instigación y ruego apremiante de los judíos, que también vigilaban cuando iban a sacarle del fuego, no sabiendo que será imposible que nosotros abandonemos en este tiempo al Cristo que sufrió por la salvación de todo el mundo de los que son salvos —sufriendo por los pecadores siendo El inocente—, ni adorar a otro. Porque a Él, siendo el Hijo de Dios, le adoramos, pero a los mártires, como discípulos e imitadores del Señor, los respetamos y queremos como merecen, por su afecto incomparable hacia su propio Rey y Maestro. Que nuestra suerte sea también ser hallados copartícipes y condiscípulos de ellos.

XVIII. El centurión, pues, viendo la oposición levantada por parte de los judíos, le puso en medio y lo quemó según su costumbre. Y así nosotros, después, recogimos sus huesos, que son mucho más valiosos que piedras preciosas y que oro refinado, y los pusimos en un lugar apropiado; donde el Señor nos permitirá congregarnos, según podamos, en gozo y alegría, y celebrar el aniversario de su martirio para la conmemoración de todos los que ya han luchado en la contienda y para la enseñanza y preparación de los que han de hacerlo más adelante.

XIX. Así ha sucedido que el bienaventurado Policarpo, habiendo recibido el martirio en Esmirna con los de Filadelfia —doce en conjunto—, es recordado de modo especial más que los otros por todos, de manera que se habla de él incluso entre los paganos en todas partes; porque mostró no sólo que era un maestro notable, sino también un mártir distinguido, cuyo martirio todos desean imitar, viendo que fue según el modelo del Evangelio de Cristo. Habiendo vencido con su sufrimiento al gobernante injusto en el conflicto y recibido la corona de la inmortalidad, se regocija en la compañía de los apóstoles y de los justos, y glorifica al Dios y Padre Todopoderoso, y bendice a nuestro Señor Jesucristo, el salvador de nuestras almas y piloto de nuestros cuerpos y pastor de la Iglesia universal que se halla por todo el mundo.

XX. En verdad pedisteis que se os mostraran en gran detalle todas las cosas que han sucedido; pero nosotros, hasta aquí, os hemos mostrado cómo fue en un sumario por medio de nuestro hermano Marciano. Cuando os hayáis enterado de estas cosas, enviad la carta también a otros hermanos que están más lejos, para que ellos también puedan glorificar al Señor, que elige entre sus propios siervos. Ahora, al que es poderoso para traernos a todos por su gracia y bondad a su reino eterno, por medio de su Hijo unigénito Jesucristo, sea gloria, honor, poder y grandeza para siempre. Saludad a todos los santos. Los que están con nosotros os saludan, y Evaresto, que escribió esta carta, con toda su casa.

XXI. El bienaventurado Policarpo sufrió el martirio el segundo día de la primera parte del mes Xanticus, el séptimo día antes de las calendas de marzo, en un gran sábado, a la hora octava. Fue capturado por Herodes, cuando Felipe de Tralles era sumo sacerdote, en el proconsulado de Statius Quadratus, pero en el reino del Rey eterno Jesucristo. Al cual sea la gloria, honor, grandeza y trono eterno, de generación en generación. Amén.

XXII. (1) Que Dios os sea propicio, hermanos, en tanto que andáis en la palabra de Jesucristo que es según el Evangelio; con quien sea la gloria de Dios para salvación de sus santos elegidos; así como el bienaventurado Policarpo sufrió el martirio, en cuyas pisadas sea nuestra suene para ser hallados en el reino de Jesucristo.

(2) Este relato Gayo lo copió de los papeles de Ireneo, un discípulo de Policarpo. Este mismo vivió también con Ireneo.

(3) Y yo Sócrates los escribí en Corinto de la copia de Gayo. La gracia sea con todos los hombres.

(4) Y yo Pionio lo escribí de nuevo de la copia antes mencionada, habiéndola buscado (según el bienaventurado Policarpo me mostró en una revelación, como declararé en la secuela), recogiéndola y juntándola cuando ya estaba casi desgastada por la edad, para que el Señor Jesucristo pueda recogerme también a mí con sus elegidos en su reino celestial; al cual sea la gloria con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Los tres párrafos precedentes según se hallan en el manuscrito de Moscú

(2) Este relato lo copió Gayo de los papeles de Ireneo. Este vivió con Ireneo, que había sido un discípulo del santo Policarpo. Porque este Ireneo, estando en Roma al tiempo del martirio del obispo Policarpo, instruyó a muchos; y hay en circulación muchos tratados ortodoxos y muy excelentes que son suyos. En éstos hace mención de Policarpo, diciendo que le había enseñado a él. Y fue capaz de refutar toda herejía y entregar la regla católica de la Iglesia tal como la había recibido del santo. Menciona este hecho también: que cuando Marción, según el cual son llamados los marcionitas, se encontró con el santo Policarpo en una ocasión, y dijo: «Te reconozco, Policarpo», él respondió a Marción: «Ciertamente, te reconozco como el primogénito de Satanás.» La afirmación siguiente se hace también en los escritos de Ireneo: que en el mismo día y hora en que Policarpo era martirizado en Esmirna, Ireneo, estando en la ciudad de Roma, oyó una voz como de una trompeta que decía: «Policarpo está sufriendo el martirio.»

(3) De estos papeles de Ireneo, pues, como ya se ha afirmado, Gayo hizo una copia, y de la copia de Gayo, Isócrates hizo otra en Corinto.

(4) Y yo Pionio de nuevo escribo la copia de Isócrates, habiéndola buscado en obediencia a una revelación del santo Policarpo, juntándola, cuando ya estaba casi desgastada por los años, para que el Señor Jesucristo pueda recogerme también a mí con sus elegidos en su reino celestial; a quien sea la gloria con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo para siempre jamás. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES

EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES

Policarpo de Esmirna

Policarpo y los presbíteros que están con él a la Iglesia de Dios que reside en Filipos; misericordia a vosotros y paz del Dios Todopoderoso y Jesucristo nuestro Salvador os sea multiplicada.

I. Me gocé en gran manera con vosotros en nuestro Señor Jesucristo, por el hecho de que recibisteis a los seguidores del verdadero Amor y los escoltasteis en su camino, como os correspondía hacer —hombres puestos en santas cadenas que son las diademas de los que son verdaderamente escogidos por Dios y nuestro Señor— y que la firme raíz de vuestra fe, cuya fama llega a los tiempos primitivos, permanece aún ahora y lleva fruto para nuestro Señor Jesucristo, que sufrió para hacer frente incluso a la muerte por nuestros pecados, a quien Dios levantó, habiendo soltado de los dolores del Hades, a quien amáis sin haberle visto, con gozo inefable y glorioso; en cuyo gozo muchos desean entrar; por cuanto vosotros sabéis que es por gracia que somos salvos, no por obras, sino por la voluntad de Dios por medio de Jesucristo.

II. Por lo cual ceñid vuestros lomos y servid a Dios con temor y verdad, abandonando las parlerías vanas y vacías y el error de muchos, porque habéis creído en Aquel que levantó a nuestros Señor Jesucristo de los muertos y le dio gloria y un trono a su diestra; al cual fueron sometidas todas las cosas en el cielo y en la tierra; al cual toda criatura que tiene aliento sirve; que viene como juez de los vivos y los muertos; cuya sangre Dios requerirá de todos los que le son desobedientes. Ahora bien, el que le levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros; si hacemos su voluntad y andamos en sus mandamientos y amamos las cosas que El amó, absteniéndonos de toda injusticia, codicia, amor al dinero, hablar con malicia, falso testimonio; no devolviendo mal por mal o burlas por burlas, o golpe por golpe, o maldición por maldición; sino recordando las palabras que dijo el Señor cuando enseiió: No juzguéis, para que no seáis juzgados. Perdonad, y seréis perdonados. Tened misericordia, para que podáis recibir misericordia. Con la medida que medís, se os medirá a vosotros; y también: Bienaventurados los pobres y los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de Dios.

III. Estas cosas os escribo, hermanos, con respecto a la justicia, no porque yo me impusiera esta carga, sino porque vosotros me invitasteis. Porque ni yo, ni hombre alguno, puede seguir la sabiduría del bienaventurado y glorioso Pablo, el cual, cuando estuvo entre vosotros, enseñó cara a cara a los hombres de aquel día la palabra de verdad con cuidado y certeza; y cuando estuvo ausente, os escribió una carta, en la cual, si la escudriñáis con diligencia, podréis ser edificados en la fe que se os ha dado, la cual es la madre de todos nosotros, en tanto que la esperanza sigue en pos y el amor va delante —amor hacia Dios y Cristo y hacia nuestro prójimo—. Porque si un hombre se ocupa de ello, ha cumplido los mandamientos de la justicia; porque el que ama está lejos de todo pecado.

IV. Pero el amor al dinero es el comienzo de todos los males. Sabiendo, pues, que no trajimos nada a este mundo ni tampoco nos llevaremos nada de él, aprestémonos con la armadura de la justicia, y enseñémonos primero a andar en el mandamiento del Señor; y luego nuestras esposas también, a andar en la fe que les ha sido dada y en amor y pureza, apreciando a sus propios esposos en toda verdad y amando a todos los hombres igualmente en toda castidad, y criando a sus hijos en el temor de Dios. Nuestras viudas deben ser sobrias en lo que se refiere a la fe del Señor, haciendo intercesión sin cesar por todos los hombres, absteniéndose de toda calumnia, de hablar con malicia, dar falso testimonio, amar el dinero y toda cosa mala, sabiendo que son el altar de Dios, y que todos los sacrificios son inspeccionados cuidadosamente, y nada escapa de Él, ni sus pensamientos ni las intenciones o alguna de las cosas secretas del corazon.

V. Sabiendo, pues, que de Dios nadie se mofa, deberíamos andar dignamente en su mandamiento y su gloria. De igual manera los diáconos deben ser intachables en la presencia de su justicia, como diáconos de Dios y Cristo y no de hombres; no calumniadores, ni con doblez de palabra, ni amantes del dinero, templados en todas las cosas, compasivos, diligentes, andando en conformidad con la verdad del Señor que se hizo ministro (diácono) de todos. Porque si le agradamos en este mundo presente, recibiremos también el mundo futuro, según Él nos prometió que nos levantaría de los muertos, y que si nos conducimos dignamente de Él, también reinaremos con Él si en verdad tenemos fe. De la misma manera también los jóvenes deben ser intachables en todas las cosas, cuidando de la pureza ante todo y apartándose de toda clase de mal. Porque es bueno refrenarse de las concupiscencias del mundo, porque toda concupiscencia batalla contra el Espíritu, y ni los fornicarios, ni los afeminados, ni los que se contaminan entre sí con hombres heredarán el reino de Dios, ni los que hacen cosas impropias. Por lo tanto es justo abstenerse de todas estas cosas, sometiéndoos a los presbíteros y diáconos como a Dios y a Cristo. Las vfrgenes deben andar en una conciencia inmaculada y pura.

VI. Y los presbíteros también deben ser compasivos, misericordiosos hacia los hombres, haciendo volver a las ovejas que se han extraviado, visitando a todos los enfermos, sin descuidar una viuda o un huérfano o un pobre: sino procurando hacer siempre lo que es honroso a la vista de Dios y de los hombres, absteniéndose de toda ira, acepción de personas, juicios injustos, apartándose de todo amor al dinero, no prontos a creer nada en contra de un hombre, sin enjuiciar precipitadamente, sabiendo que todos somos deudores de pecado. Si, pues, rogamos al Señor que nos perdone, nosotros deberíamos también perdonar: porque estamos delante de los ojos de nuestros Señor y Dios, y todos hemos de presentarnos ante el trono del juicio de Cristo, y cada uno tendrá que dar cuenta de sí. Por tanto, sirvámosle de tal modo con temor y toda reverencia, como Él mismo dio mandamiento y los apóstoles que os predicaron el Evangelio y los profetas que proclamaron con antelación la venida de nuestro Señor; siendo celosos en cuanto a lo que es bueno, absteniéndoos de ofensas y de los falsos hermanos y de los que llevan el nombre del Señor hipócritamente, que hacen descarriar a los necios.

VII. Porque todo el que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, es anticristo; y todo el que no confiesa el testimonio de la cruz, es del diablo; y todo el que tergiversa las palabras del Señor para sus propios deseos carnales y dice que no hay resurrección ni juicio, este hombre es el primogénito de Satanás. Por lo tanto, abandonemos las acciones vanas de muchos y sus falsas enseñanzas, y volvamos a la palabra que nos ha sido entregada desde el principio, siendo sobrios en la oración y constantes en los ayunos, rogando al Dios omnisciente, con suplicaciones, que no nos deje caer en la tentación, según dijo el Señor: El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.

VIII. Por tanto, mantengámonos sin cesar firmes en nuestra esperanza y en las arras de nuestra justicia, que es Jesucristo, el cual tomó nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, y no pecó, ni fue hallado engaño en su boca, sino que por amor a nosotros sufrió todas las cosas, para que pudiéramos vivir en Él. Por tanto seamos imitadores de su resistencia en los sufrimientos; y si sufrimos por amor a su nombre, glorifiquémosle. Porque Él nos dio este ejemplo en su propia persona, y nosotros lo hemos creído.

IX. Por tanto, os exhorto a todos a ser obedientes a la palabra de justicia y a soportarlo todo, según visteis con vuestros propios ojos en los bienaventurados Ignacio, Zósimo y Rufo, sí, y en los otros también que han venido a vosotros, así como en el mismo Pablo y en el resto de los apóstoles; estando persuadidos de que todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia, y que están en su lugar debido en la presencia del Señor, con el cual han sufrido también. Porque no amaron al mundo presente, sino a Aquel que murió por amor a nosotros y fue resucitado por Dios para nosotros.

X. Estad firmes, pues, en estas cosas y seguid el ejemplo del Señor, manteniéndoos firmes en la fe e inconmovibles, amad la fraternidad, y tened afecto los unos a los otros, adheridos a la verdad, previniéndoos los unos a los otros en la mansedumbre del Señor, sin despreciar a nadie. Cuando podáis hacer bien, no lo demoréis, porque la compasión libra de la muerte. Estad sometidos los unos a los otros, y que vuestros tratos con los gentiles sean intachables, para que de vuestras buenas obras podáis recibir alabanza y a la vez que el Señor no sea blasfemado en vosotros. Porque ¡ay de aquel a causa del cual es blasfemado el nombre del Señor! Por tanto, enseñad sobriedad a todos los hombres, y andad vosotros en ella.

XI. Sentí gran pena a causa de Valens, el cual en otro tiempo era presbítero entre vosotros, a causa de su ignorancia respecto al cargo que le fue conferido. Os advierto, pues, que os abstengáis de la codicia y que seáis puros y fieles. Absteneos de todo mal. Pero el que no puede gobemarse en estas cosas, ¿cómo puede hacerlas cumplir a otros? Si un hombre no se abstiene de la codicia será corrompido por la idolatría y será juzgado como uno de los gentiles que no conocen el juicio del Señor. ¡Cómo! ¿No sabéis que los santos juzgarán al mundo, según enseña Pablo? Pero no he hallado cosa semejante en vosotros, ni la he oído, entre aquellos con quienes trabajó el bienaventurado Pablo, que fuisteis sus cartas al principio (alabados al principio de su carta). Porque él se gloriaba de vosotros en todas las iglesias que eran las únicas que en aquel tiempo conocían a Dios; porque nosotros no le conocíamos todavía. Por tanto, tengo muchísima pena a causa de él y de su esposa, a los cuales el Señor quiera conceder verdadero arrepentimiento. Por lo tanto, sed vosotros también sobrios, y no los tengáis como enemigos, sino restauradles como miembros débiles y descarriados, para que pueda ser salvo todo el cuerpo de vosotros. Porque al hacerlo os edificáis los unos a los otros.

XII. Porque estoy persuadido de que estáis bien versados en los escritos santos, y nada está escondido de vosotros. Pero a mí esto no me ha sido concedido. Sólo que, según dicen estas escrituras: Enojaos y no pequéis, y Que el sol no se ponga sobre vuestro enojo. Bienaventurado es el que recuerda esto; y confío que es así con vosotros. Ahora bien, que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, y el mismo Sumo Sacerdote eterno, el [Hijo] de Dios Jesucristo, os edifique en fe y en verdad, y en toda mansedumbre y a evitar todo enojo, y en resistencia, y en longanimidad, y en soportar con paciencia y en pureza; y que Él os conceda la suerte y parte de sus santos, y a nosotros con vosotros, y todos los que están bajo el cielo, que creerán en nuestro Señor y Dios Jesucristo y en su Padre que lo levantó de los muertos. Orad en favor de todos los santos. Orad también por los reyes y potentados y príncipes, y por los que os persiguen y aborrecen, y por los enemigos de la cruz, que vuestro fruto pueda ser manifiesto entre todos los hombres, para que podáis ser perfeccionados en Él.

XIII. Me escribisteis, y también Ignacio, pidiéndome que si alguno fuera a Siria llevara consigo las cartas vuestras. Y esto es lo que haré si tengo una buena oportunidad, sea yo mismo o aquel a quien enviaré como embajador en vuestro nombre también. Las cartas de Ignacio que él me envió, y tantas otras cartas como hay en posesión nuestra, os las enviamos, según nos encargasteis; y van incluidas con esta carta; de ellas vais a recibir gran beneficio. Porque hay en ellas fe y resistencia y toda clase de edificación, que pertenece a nuestro Señor. Además, respecto al mismo Ignacio y a los que estaban con él, si es que tenéis noticias fidedignas, dádnoslas a conocer.

XIV. Os escribo estas cosas por medio de Crescens, a quien os encomendé recientemente y ahora os encomiendo: porque ha andado de modo intachable entre nosotros; y creemos que también ha hecho lo mismo con respecto a vosotros. Pasadlo bien en el Señor Jesucristo en gracia, vosotros y todos los vuestros. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

EPÍSTOLAS DE IGNACIO

EPÍSTOLAS DE IGNACIO

1 A LOS EFESIOS

Ignacio, llamado también Teóforo, a la (iglesia) que ha sido bendecida en abundancia por la plenitud de Dios el Padre, que había sido preordenada para los siglos futuros para una gloria permanente e inmutable, unida y elegida en una verdadera pasión, por la voluntad del Padre y de Jesucristo nuestro Dios; a la iglesia que está en Efeso [de Asia], digna de toda felicitación: saludos abundantes en Cristo Jesús y en (su) gozo intachable.

I. He recibido con albricias, a Dios [vuestro] bien amado nombre, que lleváis por derecho natural, [con mente recta y virtuosa], por fe y amor en Cristo Jesús nuestro Salvador: siendo imitadores de Dios, y habiendo sido encendidos vuestros corazones en la sangre de Dios, habéis cumplido perfectamente la obra que os era apropiada; por cuanto oísteis que yo había emprendido el camino desde Siria, en cadenas, por amor del Nombre y esperanza comunes, y esperaba, por medio de vuestras oraciones, luchar con éxito con las fieras en Roma, para que, habiéndolo conseguido, pudiera tener el poder de ser un discípulo, vosotros sentisteis ansia de visitarme; siendo así que en el nombre de Dios os he recibido a todos vosotros en la persona de Onésimo, cuyo amor sobrepasa toda expresión y que es además vuestro obispo [en la carne], y ruego a Dios que lo améis según Jesucristo y que todos podáis ser como él; porque bendito sea Aquel que os ha concedido en conformidad con vuestros merecimientos el tener un obispo semejante.

II. Pero, en cuanto a mi consiervo Burrhus, que por la voluntad de Dios es vuestro diácono bendecido en todas las cosas, ruego que pueda permanecer conmigo para vuestro honor y el de vuestro obispo. Sí, y Crocus también, que es digno de Dios y de vosotros, a quien he recibido como una muestra del amor que me tenéis, me ha aliviado en toda clase de maneras —y así quiera el Padre de Jesucristo vivificarle— junto con Onésimo y Burrhus y Euplus y Fronto, en los cuales os vi a todos vosotros con los ojos del amor. Es por tanto apropiado que vosotros, en todas formas, glorifiquéis a Jesucristo que os ha glorificado; para que estando perfectamente unidos en una sumisión, sometiéndoos a vuestro obispo y presbítero, podáis ser santificados en todas las cosas.

III. No os estoy dando órdenes, como si yo fuera alguien que pudiera hacerlo. Porque aun cuando estoy en cadenas por amor del Nombre, no he sido hecho perfecto todavía en Jesucristo. [Porque] ahora estoy empezando a ser un discípulo; y os hablo como a mis condiscípulos. Porque yo debería ser entrenado por vosotros para la contienda en fe, exhortación, persistencia y longanimidad. Pero como el amor no me permite que quede en silencio con respecto a vosotros, por tanto me atreví a exhortaros, para que corráis en armonía con la mente de Dios; pues Jesucristo, nuestra vida inseparable, es también la mente del Padre, así como los obispos establecidos hasta los extremos de la tierra están en la mente de Jesucristo.

IV. Por lo tanto es apropiado que andéis en armonía con la mente del obispo; lo cual ya lo hacéis. Porque vuestro honorable presbiterio, que es digno de Dios, está a tono con el obispo, como si fueran las cuerdas de una lira. Por tanto, en vuestro amor concorde y armonioso se canta a Jesucristo. Y vosotros, cada uno, formáis un coro, para que estando en armonía y concordes, y tomando la nota clave de Dios, podáis cantar al unísono con una sola voz por medio de Jesucristo al Padre, para que Él pueda oíros y, reconocer por vuestras buenas obras que sois miembros de su Hijo. Por tanto os es provechoso estar en unidad intachable, a fin de que podáis ser partícipes de Dios siempre.

V. Porque si en un período tan breve tuve tal trato con vuestro obispo, que no fue a la manera de los hombres sino en el Espíritu, cuánto más os felicito de que estéis íntimamente unidos a él como la Iglesia lo está con Jesucristo y como Jesucristo lo está con el Padre, para que todas las cosas puedan estar armonizadas en unidad. Que nadie se engañe. Si alguno no está dentro del límite del altar, carece de pan [de Dios]. Porque si la oración de uno y otro tiene una fuerza tan grande, ¡cuánto más la del obispo y la de toda la Iglesia! Por lo tanto, todo el que no acude a la congregación, con ello muestra su orgullo y se ha separado él mismo; porque está escrito: Dios resiste a los soberbios. Por tanto tengamos cuidado en no resistir al obispo, para que con nuestra sumisión podamos entregarnos nosotros mismos a Dios.

VI. Y en proporción al hecho de que un hombre vea que su obispo permanece en silencio, debe reverenciarle aún más. Porque a todo aquel a quien el Amo de la casa envía para ser mayordomo de ella, debe recibírsele como si fuera el que le envió. Simplemente, pues, deberíamos considerar al obispo como al Señor mismo. Ahora bien, Onésimo, de su propia iniciativa os alaba en gran manera por vuestra conducta ordenada en Dios, porque todos vivís en conformidad con la verdad, y no hay herejía alguna que halle albergue entre vosotros; es más, ni aun escucháis a nadie si habla de otras cosas excepto lo que se refiere a Jesucristo en verdad.

VII. Porque algunos son propensos a engaño malicioso sobre el Nombre, y lo propagan y hacen ciertas cosas indignas de Dios. A éstos tenéis que evitarlos como si fueran fieras; porque son perros rabiosos, que muerden a escondidas; contra los cuales deberíais estar en guardia, porque son difíciles de sanar. Sólo hay un médico, de la carne y del espíritu, engendrado y no engendrado, Dios en el hombre, verdadera Vida en la muerte, hijo de María e Hijo de Dios, primero pasible y luego impasible: Jesucristo nuestro Señor.

VIII. Que nadie os engañe, pues, y en realidad no estáis engañados, siendo así que pertenecéis totalmente a Dios. Porque cuando no tenéis deseo carnal establecido en vosotros con poder para atormentaros, entonces vivís verdaderamente según Dios. Yo me entrego a vosotros, y me dedico como una ofrenda para vuestra iglesia, efesios, que es famosa por todos los siglos. Los que son de la carne no pueden hacer las cosas del Espíritu, ni tampoco pueden los que son del Espíritu hacer las cosas de la carne; del mismo modo que la fe no puede hacer las cosas de la infidelidad, ni la infidelidad las cosas de la fe. Es más, incluso las cosas que hacéis según la carne son espirituales; porque hacéis todas las cosas en Jesucristo.

IX. Pero me he enterado que ciertas personas pasaron entre vosotros de lejos, trayendo mala doctrina; a las cuales no permitisteis que sembraran semilla en vosotros, porque os tapasteis los oídos, para no tener que recibir la simiente que ellos sembraban; por cuanto vosotros sois piedras de un templo, preparadas de antemano para un edificio de Dios el Padre, siendo elevadas hacia lo alto por medio del motor (instrumento) de Jesucristo, que es la Cruz, y usando como cuerda el Espíritu Santo; en tanto que la fe es vuestro cabrestante, y el amor es el camino que lleva a Dios. Así pues, todos sois compaiieros en el camino, llevando a vuestro Dios y vuestro santuario, vuestro Cristo y vuestras cosas santas, adornados de pies a cabeza en los mandamientos de Jesucristo. Y a mí también, tomando parte en la festividad, se me permite por carta estar en compañía de vosotros y regocijarme con vosotros, para que no pongáis vuestro amor en nada que sea según la vida de los hombres, sino sólo en Dios.

X. Y orad sin cesar por el resto de la humanidad (los que tienen en sí esperanza de arrepentimiento) para que puedan hallar a Dios. Por tanto, dejad que tomen lecciones por lo menos de vuestras obras. Contra sus estallidos de ira sed mansos; contra sus palabras altaneras sed humildes; contra sus vilipendios presentad vuestras oraciones; contra sus errores permanccedfirmes en la fe; contra sus furores sed dulces. Y no sintáis celo de imitarles desquitándoos. Mostremos que somos sus hermanos con nuestra mansedumbre; pero seamos celosos en ser imitadores del Señor, emulándonos unos a otros por ser cada uno el que sufre la mayor injusticia, el que es más defraudado, el que es más destituido, para que no quede ni una brizna del diablo entre vosotros, sino que en toda pureza y templanza permanezcáis en Jesucristo con vuestra carne y con vuestro espíritu.

XI. Estos son los últimos tiempos. Por tanto seamos reverentes; temamos la longanimidad de Dios, para que no resulte en condenación contra nosotros. Porque o bien temamos la ira que ha de venir o amemos la gracia que está presente ahora —lo uno o lo otro—; siempre y cuando seamos hallados en Cristo Jesús como nuestra vida verdadera. Que nada relumbre ante vuestros ojos, aparte de Aquel en quien llevo mis cadenas, mis perlas espirituales, en las cuales quisiera levantarme de nuevo por medio de vuestras oraciones, de las cuales sea suerte poder participar siempre, para que pueda ser hallado en la compañía de los cristianos de Efeso, que han sido siempre unánimes con los apóstoles por medio del poder de Jesucristo.

XII. Sé quién soy y a quiénes escribo. He sido condenado, pero he recibido misericordia; estoy en peligro, pero soy fortalecido y afianzado. Vosotros sois la ruta de aquellos que están en camino para morir en Dios. Estáis asociados en los misterios con Pablo, que fue santificado, que obtuvo un buen nombre, que es digno de todo parabién; en cuyas pisadas de buena gana quisiera estar andando, cuando llegue a Dios; el cual en cada carta hizo mención de vosotros en Cristo Jesús.

XIII. Sed, pues, diligentes en congregaros con más frecuencia para dar gracias a Dios y para su gloria. Porque cuando os congregáis con frecuencia, los poderes de Satanás son abatidos; y sus asechanzas acaban en nada frente a la concordia de vuestra fe. No hay nada mejor que la paz, en la cual toda lucha entre las cosas del cielo y las de la tierra queda abolida.

XIV. Ninguna de estas cosas está escondida de vuestra vista si sois perfectos en vuestra fe y amor hacia Jesucristo, porque ellas son el comienzo y fin de la vida —la fe es el comienzo y el amor el fin—, y las dos halladas en unidad son (de) Dios, en tanto que todas las demás cosas siguen en pos de ellas hacia la verdadera nobleza (vida santa). Ninguno que profesa tener fe peca, y ninguno que tiene amor aborrece. El árbol es manifestado por su fruto; así también los que profesan ser de Cristo se manifiestan por medio de sus acciones. Porque la Obra no es una cuestión de profesar ahora, sino que se ve cuando uno es hallado (continuando) en el poder de la fe hasta el fin.

XV. Es mejor guardar silencio y ser, que hablar y no ser. Es bueno enseñar, si el que habla lo practica. Ahora bien, hay un maestro que habló y lo que dijo sucedió; sí, e incluso las cosas que hizo en silencio son dignas del Padre. El que posee la palabra de Jesús es capaz de prestar atención a su silencio, para que pueda ser hecho perfecto; para que por medio de su palabra pueda actuar y por medio de su silencio pueda ser conocido. No hay nada escondido del Señor, sino que incluso nuestros secretos están cerca de Él. Hagamos todas las cosas considerando que El vive en nosotros, para que podamos ser sus templos, y Él mismo pueda estar en nosotros como nuestro Dios. Esto es así, y será manifestado a nuestra vista por el amor que debidamente le tenemos a Él.

XVI. No nos engañemos, hermanos. Los que corrompen las casas (familias) no van a heredar el reino de Dios. Así pues, si a los que hacen estas cosas según la carne se les da muerte, cuánto más si un hombre, con mala doctrina, corrompe la fe de Dios por la cual Jesucristo fue crucificado. Este hombre, habiéndose corrompido a sí mismo, irá al fuego que nunca se apaga; y lo mismo irán los que le escuchan y hacen caso de él.

XVII. Por esta causa recibió el Señor ungüento sobre su cabeza, para que pueda soplar (instilar) incorrupción a la Iglesia. No seáis ungidos con el mal olor de la enseñanza del príncipe de este mundo, para que no se os lleve cautivos y os robe la vida que está puesta ante vosotros. Y ¿por qué no andamos prudentemente, recibiendo el conocimiento de Dios, que es en Jesucristo? ¿Por qué perecer en nuestra locura, no haciendo caso del don de gracia que el Señor ha enviado verdaderamente?

XVIII. Mi espíritu es cual un desecho por razón de la Cruz, que es una piedra de tropiezo para los que no creen, pero para nosotros salvación y vida eterna. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el que disputa? ¿En qué se glorían los que son llamados prudentes?, Porque nuestro Dios, Jesús el Cristo, fue concebido en la matriz de María según una dispensación de la simiente de David, pero también del Espíritu Santo; y nació y fue bautizado para que por su pasión pudiera purificar el agua.

XIX. Y escondidos del príncipe de este mundo fueron la virginidad de María y el que diera a luz, y asimismo la muerte del Señor —tres misterios que deben ser proclamados—, que fueron obrados en el silencio de Dios. ¿En qué forma fueron manifestados a las edades? Brilló una estrella en el cielo por encima de todas las demás estrellas; y su luz era inefable, y su novedad causaba asombro; y todas las demás constelaciones con el sol y la luna formaron un coro alrededor de la estrella; pero la estrella brilló más que todas ellas; y hubo perplejidad sobre la procedencia de esta extraña aparición que era tan distinta de las otras. A partir de entonces toda hechicería y todo encanto quedó disuelto, la ignorancia de la maldad se desvaneció, el reino antiguo fue derribado cuando Dios apareció en la semejanza de hombre en novedad de vida eterna; y lo que había sido perfeccionado en los consejos de Dios empezó a tener efecto. Por lo que todas las cosas fueron perturbadas, porque se echó mano de la abolición de la muerte.

XX. Si Jesucristo me considerara digno por medio de vuestra oración, y fuera la voluntad divina, en un segundo tratado, que intento escribiros, os mostraré más acerca de la dispensación de la cual he empezado a hablar, con referencia al nuevo hombre Jesucristo, que consiste en fe hacia Él y en amor hacia Él, en su pasión y resurrección, especialmente si el Señor me revelara algo. Congregaos en común, cada uno de vosotros por su parte, hombre por hombre, en gracia, en una fe y en Jesucristo, el cual según la carne fue del linaje de David, que es el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios, con miras a que podáis obedecer al obispo y al presbiterio sin distracción de mente; partiendo el pan, que es la medicina de la inmortalidad y el antídoto para que no tengamos que morir, sino vivir para siempre en Jesucristo.

XXI. siento gran afecto hacia vosotros y por los que enviasteis a Esmirna para el honor de Dios; por lo cual también os escribo con agradecimiento al Señor, y teniendo amor a Policarpo lo tengo también a vosotros. Recordadme, tal como yo deseo que Jesucristo os recuerde. Orad por la iglesia que está en Siria, desde donde soy llevado preso a Roma —yo que soy el último de los fieles allí; aunque fui considerado digno de ser hallado para el honor de Dios—. Pasadlo bien en Dios el Padre y en Jesucristo nuestra esperanza común.

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2 A LOS MAGNESIANOS

Ignacio, llamado también Teóforo, a la (iglesia) que ha sido bendecida por la gracia de Dios el Padre en Cristo Jesús nuestro Salvador, en quien saludo a la iglesia que está en Magnesia junto al Meandro, y le envío abundantes salutaciones en Dios el Padre y en Jesucristo.

I. Cuando me enteré del superabundante buen orden de vuestro amor en los caminos de Dios, me alegré y decidí comunicarme con vosotros en la fe de Jesucristo. Porque siendo contado digno de llevan un nombre piadoso, en estas cadenas que estoy llevando, canto la alabanza de las iglesias; y ruego que pueda haber en ellas unión de la carne y del espíritu que es de Jesucristo, nuestra vida siempre segura: una unión de fe y de amor preferible a todas las cosas, y —lo que es más que todas ellas— una unión con Jesús y con el Padre; en el cual, si sufrimos con paciencia todas las asechanzas del príncipe de este mundo y escapamos de ellas, llegaremos a Dios.

II. Por cuanto, pues, me fue permitido el veros en la persona de Damas vuestro piadoso obispo y vuestros dignos presbíteros Bassus y Apolonio y mi consiervo el diácono Socio, en quien de buena gana me gozo, porque está sometido al obispo como a la gracia de Dios y al presbiterio como a la ley de Jesucristo.

III. Sí, y os corresponde a vosotros también no tomaros libertades por la juventud de vuestro obispo, sino, según el poder de Dios el Padre, rendirle toda reverencia, tal como he sabido que los santos presbíteros tampoco se han aprovechado de la evidente condición de su juventud, sino que le han tenido deferencia como prudente en Dios; no ya a él, sino al Padre de Jesucristo, a saber, el Obispo de todos. Por tanto, por el honor de Aquel que os ha deseado, es apropiado que seáis obedientes sin hipocresía. Porque un hombre no engaña a este obispo que es visible, sino que intenta engañar al otro que es invisible; y en este caso debe contar no con carne sino con Dios, que conoce las cosas escondidas.

IV. Por tanto, es apropiado que no sólo seamos llamados cristianos, sino que lo seamos; tal como algunos tienen el nombre del obispo en sus labios, pero en todo obran aparte del mismo. Estos me parece que no tienen una buena conciencia, por cuanto no se congregan debidamente según el mandamiento.

V. Siendo así que todas las cosas tienen un final, y estas dos —vida y muerte— están delante de nosotros, y cada uno debe ir a su propio lugar, puesto que sólo hay dos monedas, la una de Dios y la otra del mundo, y cada una tiene su propia estampa acuñada en ella, los no creyentes la marca del mundo, pero los fieles en amor la marca de Dios el Padre por medio de Jesucristo, si bien a menos que aceptemos libremente morir en su pasión por medio de El, su vida no está en nosotros.

VI. Siendo así, pues, que en las personas antes mencionadas yo os contemplé a todos vosotros en fe y os abracé, os aconsejo que seáis celosos para hacer todas las cosas en buena armonía, el obispo presidiendo a la semejanza de Dios y los presbíteros según la semejanza del concilio de los apóstoles, con los diáconos también que me son muy caros, habiéndoles sido confiado el diaconado de Jesucristo, que estaba con el Padre antes que los mundos y apareció al fin del tiempo. Por tanto, esforzaos en alcanzar conformidad con Dios y tened reverencia los unos hacia los otros; y que ninguno mire a su prójimo según la carne, sino que os améis los unos a los otros siempre en Jesucristo. Que no haya nada entre vosotros que tenga poder para dividiros, sino permaneced unidos con el obispo y con los que presiden sobre vosotros como un ejemplo y una lección de incorruptibilidad.

VII. Por tanto, tal como el Señor no hizo nada sin el Padre, [estando unido con Él], sea por sí mismo o por medio de los apóstoles, no hagáis nada vosotros, tampoco, sin el obispo y los presbíteros. Y no intentéis pensar que nada sea bueno para vosotros aparte de los demás: sino que haya una oración en común, una suplicación, una mente, una esperanza, un amor y un gozo intachable, que es Jesucristo, pues no hay nada que sea mejor que El. Apresuraos a congregaros, como en un solo templo, Dios; como ante un altar, Jesucristo, que vino de un Padre y está con un Padre y ha partido a un Padre.

VIII. No os dejéis seducir por doctrinas extrañas ni por fábulas anticuadas que son sin provecho. Porque si incluso en el día de hoy vivimos según la manera del Judaísmo, confesamos que no hemos recibido la gracia; porque los profetas divinos vivían según Cristo Jesús. Por esta causa también fueron perseguidos, siendo inspirados por su gracia a fin de que los que son desobedientes puedan ser plenamente persuadidos de que hay un solo Dios que se manifestó a través de Jesucristo su Hijo, que es su Verbo que procede del silencio, el cual en todas las cosas agradó a Aquel que le había enviado.

IX. Así pues, silos que habían andado en prácticas antiguas alcanzaron una nueva esperanza, sin observar ya los sábados, sino moldeando sus vidas según el día del Señor, en el cual nuestra vida ha brotado por medio de Él y por medio de su muerte que algunos niegan —un misterio por el cual nosotros obtuvimos la fe, y por esta causa reSistimos con paciencia, para que podamos ser hallados discípulos de Jesucristo, nuestro solo maestro-, si es así, ¿cómo podremos vivir aparte de Él, siendo así que incluso los profetas, siendo sus discípulos, estaban esperándole como su maestro por medio del Espíritu? Y por esta causa Aquel a quien justamente esperaban, cuando vino, los levantó de los muertos.

X. Por tanto, no seamos insensibles a su bondad. Porque si Él nos imitara según nuestros hechos, estaríamos perdidos. Por esta causa, siendo así que hemos pasado a ser sus discípulos, aprendamos a vivir como conviene al Cristianismo. Porque todo el que es llamado según un nombre diferente de éste, no es de Dios. Por tanto, poned a un lado la levadura vil que se había corrompido y agriado y echad mano de la nueva levadura, que es Jesucristo. Sed salados en Él, que ninguno entre vosotros se pudra, puesto que seréis probados en vuestro sabor. Es absurdo hablar de Jesucristo y al mismo tiempo practicar el Judaísmo. Porque el Cristianismo no creyo (se unió) en el Judaísmo, sino el Judaísmo en el Cristianismo, en el cual toda lengua que creyó fue reunida a Dios.

XI. Ahora bien, digo estas cosas, queridos, no porque haya tenido noticias de que alguno entre vosotros las piense, sino que, como siendo menos que cualquiera de vosotros, quisiera que estuvierais en guardia en todo tiempo, para que no caigáis en los lazos de la doctrina yana; sino estad plenamente persuadidos respecto al nacimiento y la pasión y la resurrección, que tuvieron lugar en el tiempo en que Poncio Pilato era gobernador; porque estas cosas fueron hechas verdadera y ciertamente por Jesucristo nuestra esperanza; de cuya esperanza ninguno de vosotros se desvíe.

XII. Dejadme que me regocije a causa de vosotros en todas las cosas, si soy digno de ello. Porque aunque me hallo en prisiones, con todo no soy comparable a ninguno de vosotros que estáis en libertad, Sé que no sois engreídos; porque tenéis a Jesucristo en vosotros. Y, cuando os alabo, sé que por ello sentís más modestia; como está escrito: El justo se acusa a sí mismo.

XIII. Que vuestra diligencia sea, pues, confirmada en las ordenanzas del Señor y de los apóstoles, para que podáis prosperar en todas las cosas que hagáis en la carne y en el espíritu, por la fe y por el amor, en el Hijo y Padre en el Espíritu, en el comienzo y en el fin, con vuestro reverenciado obispo y con la guirnalda espiritual bien trenzada de vuestro presbiterio, y con los diáconos que andan según Dios. Sed obedientes al obispo y los unos a los otros, como Jesucristo lo era al Padre [según la carne], y como los apóstoles lo eran a Cristo y al Padre, para que pueda haber unión de la carne y el espíritu.

XIV. Sabiendo que estáis llenos de Dios, os he exhortado brevemente. Recordadme en vuestras oraciones, para que yo pueda llegar a Dios; y recordad también a la iglesia que está en Siria, de la cual no soy digno de ser llamado miembro. Porque tengo necesidad de vuestra oración unida y vuestro amor en Dios, para que se le conceda a la iglesia que está en Siria el ser reavivada por el rocío de vuestra ferviente suplicación.

XV. Los efesios de Esmirna os saludan, desde donde os estoy escribiendo. Están aquí conmigo para la gloria de Dios, como tambien estáis vosotros; y me han confortado en todas las cosas, junto con Policarpo, obispo de los esmirneanos. Sí, y todas las otras iglesias os saludan en el honor de Jesucristo. Pasadlo bien en piadosa concordia, y poseed un espíritu firme, que es Jesucristo.

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3  A LOS TRALLIANOS

Ignacio, llamado también Teóforo, a la que es amada por Dios el Padre de Jesucristo; a la santa iglesia que está en Tralles de Asia, elegida y digna de Dios, teniendo paz en la carne y el espíritu por medio de la pasión de Jesucristo, que es nuestra esperanza por medio de nuestra resurrección en Él; iglesia a la cual yo saludo también en la plenitud divina según la forma apostólica, y le deseo abundantes parabienes.

I. He sabido que tenéis una mente intachable y sois firmes en la paciencia, no como hábito, sino por naturaleza, según me ha informado Polibio vuestro obispo, el cual por la voluntad de Dios y de Jesucristo me visitó en Esmirna; y así me regocijé mucho en mis prisiones en Jesucristo, que en él pude contemplar la multitud de todos vosotros. Por tanto, habiendo recibido vuestra piadosa benevolencia de sus manos, di gloria, pues he visto que sois imitadores de Dios, tal como me habían dicho.

II. Porque cuando sois obedientes al obispo como a Jesucristo, es evidente para mí que estáis viviendo no según los hombres sino según Jesucristo, el cual murió por nosotros, para que creyendo en su muerte podamos escapar de la muerte. Es necesario, por tanto, como acostumbráis hacer, que no hagáis nada sin el obispo, sino que seáis obedientes también al presbiterio, como los apóstoles de Jesucristo nuestra esperanza; porque si vivimos en El, también seremos hallados en Él. Y, del mismo modo, los que son diáconos de los misterios de Jesucristo deben complacer a todos los hombres en todas las formas. Porque no son diáconos de carne y bebida sino siervos de la Iglesia de Dios. Es propio, pues, que se mantengan libres de culpa como si fuera fuego.

III. De la misma manera, que todos respeten a los diáconos como a Jesucristo, tal como deben respetar al obispo como tipo que es del Padre y a los presbíteros como concilio de Dios y como colegio de los apóstoles. Aparte de ellos no hay ni aun el nombre de iglesia. Y estoy persuadido que pensáis de esta forma en lo que respecta a estas cuestiones; porque he recibido la muestra de vuestro amor, y la tengo conmigo, en la persona de vuestro obispo, cuyo comportamiento es una gran lección, cuya mansedumbre es poder; un hombre a quien creo que incluso los impíos prestan reverencia. Siendo así que os amo, os trato con blandura, aunque es posible que escriba de modo más estricto en su favor; pero no creí que tuviera competencia para hacerlo, y que, siendo un reo, os dé órdenes como si fuera un apóstol.

IV. Tengo muchos pensamientos profundos en Dios; pero procuro tener mesura, no sea que perezca a causa de mi jactancia. Porque ahora debería tener más miedo y no prestar atención a los que quisieran que me enorgulleciera; porque los que me halagan son para mi como un azote. Porque aunque deseo sufrir, con todo no sé seguro si soy digno de ello: porque la envidia del diablo verdaderamente muchos no la ven, pero contra mí está librando una guerra encarnizada. Así pues, ansío ser manso, con lo cual el príncipe de este mundo es reducido a la nada.

V. ¿No soy capaz de escribiros de cosas celestiales? Pero temo que pudiera causaros daño siendo vosotros aún niños. Así que tened paciencia conmigo, para que no os atragantéis no siendo aún capaces de ingerirlas. Porque yo mismo también, a pesar de que estoy en cadenas y puedo comprender cosas celestiales y las formaciones de los ángeles y las revistas de los príncipes, cosas visibles y cosas invisibles, yo mismo, no por esta razon soy un discípulo. Porque carecemos de muchas cosas, para que no nos falte Dios.

VI. Os exhorto, pues —aunque no yo, sino el amor de Jesucristo-, que toméis sólo el alimento cristiano, y os abstengáis de forraje extraño, que es herejía; porque estos hombres incluso mezclan veneno con Jesucristo, imponiéndose a los otros con la pretensión de honradez y sinceridad, como personas que administran una porción letal con vino y miel, para que uno no lo reconozca, y no tema, y beba la muerte con un deleite fatal.

VII. Estad, pues, en guardia contra estos hombres. Y será así ciertamente si no os envanecéis y si sois inseparables de [Dios] Jesucristo y del obispo y de las ordenanzas de los apóstoles. El que está dentro del santuario es limpio; el que está fuera del santuario no es limpio; esto es, el que hace algo sin el obispo y el presbiterio y los diáconos, este hombre no tiene limpia la conciencia.

VIII. No es, realmente, que haya sabido de alguna cosa así entre vosotros, pero estoy velando sobre vosotros siempre, como amados míos, porque veo con antelación los lazos del diablo. Por tanto armaos de mansedumbre y cubríos de la fe que es la carne del Señor, y el amor que es la sangre de Jesucristo. Que ninguno tenga inquina o rencor alguno contra su prójimo. No deis ocasión a los gentiles, para que no ocurra que por algunos necios la multitud de los píos sea blasfemada; porque Ay de aquel por cuya vanidad mi nombre es blasfemado delante de algunos.

IX. Sed sordos, pues, cuando alguno os hable aparte de Jesucristo, que era de la raza de David, que era el Hijo de María, que verdaderamente nació y comió y bebió y fue ciertamente perseguido bajo Poncio Pilato, fue verdaderamente crucificado y murió a la vista de los que hay en el cielo y los que hay en la tierra y los que hay debajo de la tierra; el cual, además, verdaderamente resucitó de los muertos, habiéndolo resucitado su Padre, el cual, de la misma manera nos levantará a nosotros los que hemos creído en El —su Padre, digo, nos resucitará—, en Cristo Jesús, aparte del cual no tenemos verdadera vida.

X. Pero si fuera como ciertas personas que no son creyentes, sino impías, y dicen que Él sufrió sólo en apariencia, siendo ellos mismos mera apariencia, ¿por qué, pues, estoy yo en cadenas? Y ¿por qué también deseo enfrentarme con las fieras? Si es así, muero en vano. Verdaderamente estoy mintiendo contra el Señor.

XI. Evitad, pues, estos viles retoños que producen un fruto mortal, que si uno lo prueba, al punto muere. Porque estos hombres no son plantados por el Padre; porque si lo fueran, se vería que son ramas de la cruz, y su fruto imperecedero —la cruz por la cual El, por medio de su pasión, nos invita, siendo sus miembros—. Ahora bien, no es posible hallar una cabeza sin miembros, siendo así que Dios promete unión, y esta unión es Él mismo.

XII. Os saludo desde Esmirna, junto con las iglesias de Dios que están presentes conmigo; hombres que me han confortado en todas formas, tanto en la carne como en el espíritu. Mis cadenas, que llevo por amor a Jesucristo, os exhortan suplicando que yo pueda llegar a Dios; permaneced en vuestra concordia y en oración los unos con los otros. Porque os conviene a cada uno de vosotros, y de modo más especial a los presbíteros, el alegrar el alma de vuestro obispo en el honor del Padre [y en el honor] de Jesucristo y de los apóstoles. Ruego que me prestéis atención en amor, para que no sea yo testimonio contra vosotros por haberos escrito estas cosas. Y rogad, también, vosotros por mí, que tengo necesidad de vuestro amor en la misericordia de Dios, para que me sea concedida la suerte que ansío alcanzar, a fin de que no sea hallado reprobado.

XIII. El amor de los esmirneanos y los efesios os saluda. Recordad en vuestras oraciones a la iglesia que está en Siria; de la cual [además] no soy digno de ser llamado miembro, siendo el último de ellos. Pasadlo bien en Jesucristo, sometiéndoos al obispo como al mandamiento, y del mismo modo al presbiterio; y cada uno de vosotros ame al otro con corazón indiviso. Mi espíritu es ofrecido por vosotros, no sólo ahora, sino también cuando llegue a Dios. Porque todavía estoy en peligro; pero el Padre es fiel en Jesucristo para satisfacer mi petición y la vuestra. Que podamos ser hallados intachables en Él.

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4  A LOS ROMANOS

Ignacio, que es llamado también Teóforo, a aquella que ha hallado misericordia en la benevolencia del Padre Altísimo y de Jesucristo su único Hijo; a la iglesia que es amada e iluminada por medio de la voluntad de Aquel que quiso todas las cosas que son, por la fe y el amor a Jesucristo nuestro Dios; a la que tiene la presidencia en el territorio de la región de los romanos, siendo digna de Dios, digna de honor, digna de parabienes, digna de alabanza, digna de éxito, digna en pureza, y teniendo la presidencia del amor, andando en la ley de Cristo y llevando el nombre del Padre; iglesia a la cual yo saludo en el nombre de Jesucristo el Hijo del Padre; a los que en la carne y en el espíritu están unidos a cada uno de sus mandamientos, siendo llenos de la gracia de Dios sin fluctuación, y limpiados de toda mancha extraña; salutaciones abundantes en Jesucristo nuestro Dios en su intachabilidad.

I. Por cuanto como respuesta de mi oración a Dios me ha sido concedido ver vuestros rostros piadosos, de modo que he obtenido aún más de lo que había pedido; porque llevando cadenas en Cristo Jesús espero saludaros, si es la divina voluntad que sea contado digno de llegar hasta el fin; porque el comienzo ciertamente esta bien ordenado, si es que alcanzo la meta, para que pueda recibir mi herencia sin obstáculo. Porque temo vuestro mismo amor, que no me cause daño; porque a vosotros os es fácil hacer lo que queréis, pero para mí es difícil alcanzar a Dios, a menos que seáis clementes conmigo.

II. Porque no quisiera que procurarais agradar a los hombres, sino a Dios, como en realidad le agradáis. Porque no voy a tener una oportunidad como ésta para llegar a Dios, ni vosotros, si permanecéis en silencio, podéis obtener crédito por ninguna obra más noble. Porque si permanecéis en silencio y me dejáis solo, soy una palabra de Dios; pero si deseáis mi carne, entonces nuevamente seré un mero grito (tendré que correr mi carrera). [Es más], no me concedáis otra cosa que el que sea derramado como una libación a Dios en tanto que hay el altar preparado; para que formando vosotros un coro en amor, podáis cantar al Padre en Jesucristo, porque Dios ha concedido que (yo) el obispo de Siria se halle en el Occidente, habiéndolo llamado desde el Oriente. Es bueno para mí emprender la marcha desde el mundo hacia Dios, para que pueda elevarme a Él.

III. Nunca habéis recibido a nadie de mala gana; fuisteis los instructores de otros. Y mi deseo es que las lecciones que impartís como maestros las confirméis. Rogad, sólo, que yo tenga poder por dentro y por fuera, de modo que no sólo pueda decirlo, sino también desearlo; que pueda no sólo ser llamado cristiano, sino que lo sea de veras. Porque si resulto serlo, entonces puedo ser tenido como tal, y considerado fiel, cuando ya no sea visible al mundo. Nada visible es bueno. Porque Dios nuestro Dios Jesucristo, estando en el Padre, es el que es más fácilmente manifestado. La obra no es ya de persuasión, sino que el Cristianismo es una cosa de poder, siempre que sea aborrecido por el mundo.

IV. Escribo a todas las iglesias, y hago saber a todos que de mi propio libre albedrío muero por Dios, a menos que vosotros me lo estorbéis. Os exhorto, pues, que no uséis de una bondad fuera de sazón. Dejadme que sea entregado a las fieras puesto que por ellas puedo llegar a Dios. Soy el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las fieras, para que pueda ser hallado pan puro [de Cristo]. Antes atraed a las fieras, para que puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo detrás, y así, cuando pase a dormir, no seré una carga para nadie. Entonces seré verdaderamente un discípulo de Jesucristo, cuando el mundo ya no pueda ver mi cuerpo. Rogad al Señor por mí, para que por medio de estos instrumentos pueda ser hallado un sacrificio para Dios. No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo soy un reo; ellos eran libres, pero yo soy un esclavo en este mismo momento. Con todo, cuando sufra, entonces seré un hombre libre de Jesucristo, y seré levantado libre en Él. Ahora estoy aprendiendo en mis cadenas a descartar toda clase de deseo.

V. Desde Siria hasta Roma he venido luchando con las fieras, por tierra y por mar, de día y de noche, viniendo atado entre diez leopardos, o sea, una compañía de soldados, los cuales, cuanto más amablemente se les trata, peor se comportan. Sin embargo, con sus maltratos paso a ser de modo más completo un discípulo; pese a todo, no por ello soy justificado. Que pueda tener el gozo de las fieras que han sido preparadas para mí; y oro para que pueda hallarlas pronto; es más, voy a atraerlas para que puedan devorarme presto, no como han hecho con algunos, a los que han rehusado tocar por temor. Así, si es que por sí mismas no están dispuestas cuando yo lo estoy, yo mismo voy a forzarlas. Tened paciencia conmigo. Sé lo que me conviene. Ahora estoy empezando a ser un discípulo. Que ninguna de las cosas visibles e invisibles sientan envidia de mí por alcanzar a Jesucristo. Que vengan el fuego, y la cruz, y los encuentros con las fieras [dentelladas y magullamientos], huesos dislocados, miembros cercenados, el cuerpo entero triturado, vengan las torturas crueles del diablo a asaltarme. Siempre y cuando pueda llegar a Jesucristo.

VI. Los confines más alejados del universo no me servirán de nada, ni tampoco los reinos de este mundo. Es bueno para mí el morir por Jesucristo, más bien que reinar sobre los extremos más alejados de la tierra. A Aquél busco, que murió en lugar nuestro; a Aquél deseo, que se levantó de nuevo [por amor a nosotros]. Los dolores de un nuevo nacimiento son sobre mí. Tened paciencia conmigo, hermanos. No me impidáis el vivir; no deseéis mi muerte. No concedáis al mundo a uno que desea ser de Dios, ni le seduzcáis con cosas materiales. Permitidme recibir la luz pura. Cuando llegue allí, entonces seré un hombre. Permitidme ser un imitador de la pasión de mi Dios. Si alguno le tiene a Él consigo, que entienda lo que deseo, y que sienta lo mismo que yo, porque conoce las cosas que me están estrechando.

VII. El príncipe de este mundo de buena gana me despedazaría y corrompería mi mente que mira a Dios. Que ninguno de vosotros que estéis cerca, pues, le ayude. Al contrario, poneos de mi lado, esto es, del lado de Dios. No habléis de Jesucristo y a pesar de ello deseéis el mundo. Que no haya envidia en vosotros. Aun cuando yo mismo, cuando esté con vosotros, os ruegue, no me obedezcáis; sino más bien haced caso de las cosas que os he escrito. [Porque] os estoy escribiendo en plena vida, deseando, con todo, la muerte. Mis deseos personales han sido crucificados, y no hay fuego de anhelo material alguno en mí, sino sólo agua viva +que habla+ dentro de mí, diciéndome: Ven al Padre. No tengo deleite en el alimento de la corrupción o en los deleites de esta vida. Deseo el pan de Dios, que es la carne de Cristo, que era del linaje de David; y por bebida deseo su sangre, que es amor incorruptible.

VIII. Ya no deseo vivir según la manera de los hombres; y así será si vosotros lo deseáis. Deseadlo, pues, y que vosotros también seáis deseados (y así vuestros deseos serán cumplidos). En una breve carta os lo ruego; creedme. Y Jesucristo os hará manifiestas estas cosas (para que sepáis) que yo digo la verdad —Jesucristo, la boca infalible por la que el Padre ha hablado [verdaderamente]—. Rogad por mí, para que pueda llegar [por medio del Espíritu Santo]. No os escribo según la carne, sino según la mente de Dios. Si sufro, habrá sido vuestro (buen) deseo; si soy rechazado, habrá sido vuestro aborrecimiento.

IX. Recordad en vuestras oraciones a la iglesia que está en Siria, que tiene a Dios como su pastor en lugar mío. Jesucristo sólo será su obispo —El y vuestro amor—. Pero en cuanto a mí, me avergüenzo de ser llamado uno de ellos; porque ni soy digno, siendo como soy el último de todos ellos y nacido fuera de sazón; pero he hallado misericordia para que sea alguien si es que llego a Dios. Mi espíritu os saluda, y el amor de las iglesias que me han recibido en el nombre de Jesucristo, no como mero transeúnte: porque incluso aquellas iglesias que no se hallan en mi ruta según la carne vinieron a verme de ciudad en ciudad.

X. Ahora os escribo estas cosas desde Esmirna por mano de los efesios, que son dignos de todo parabién. Y Crocus también, un nombre que me es muy querido, está conmigo, y muchos otros también.

Por lo que se refiere a los que fueron antes que yo de Siria a Roma para la gloria de Dios, creo que ya habéis recibido instrucciones; hacedles saber que estoy cerca; porque ellos son todos dignos de Dios y de vosotros, y es bueno que renovéis su vigor en todas las cosas. Estas cosas os escribo el día 9º antes de las calendas de septiembre. Pasadlo bien hasta el fin en la paciente espera de Jesucristo.

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5  A LOS FILADELFIANOS

Ignacio, llamado también Teóforo, a la iglesia de Dios el Padre y de Jesucristo, que está en Filadelfia de Asia, que ha hallado misericordia y está firmemente afianzada en la concordia de Dios y se regocija en la pasión de nuestro Señor y en su resurrección sin vacilar, estando plenamente provista de toda misericordia; iglesia a la cual saludo en la sangre de Jesucristo, que es gozo eterno y permanente; más especialmente si son unánimes con el obispo y los presbíteros que están con él, y con los diáconos que han sido nombrados en conformidad con la mente de Jesucristo, a los cuales Él de su propia voluntad ha confirmado y afianzado en su Santo Espíritu.

I. He hallado que este obispo vuestro ostenta el ministerio que pertenece al bienestar común, no por sí mismo o por medio de hombres, ni para vanagloria, sino en el amor de Dios y el Padre y el Señor Jesucristo. Estoy maravillado de su longanimidad; cuyo silencio es más poderoso que el hablar de los otros. Porque está en consonancia y armonía con los mandamientos como una lira con sus cuerdas. Por lo cual mi alma bendice su mente piadosa, porque he visto que es virtuoso y perfecto —incluso su temperamento calmado y sereno, viviendo en toda tolerancia de piedad—.

II. Como hijos, pues, [de la luz] de la verdad, evitad las divisiones y las doctrinas falsas; y allí donde está el pastor, seguidle como ovejas. Porque muchos lobos engañosos con deleites fatales se llevan cautivos a los que corren en la carrera de Dios; pero, cuando estéis unidos, no hallarán oportunidades.

III. Absteneos de las plantas nocivas, que no son cultivadas por Jesucristo, porque no son plantadas por el Padre. No que haya hallado divisiones entre vosotros, pero sí filtración. Porque todos los que son de Dios y de Jesucristo están con los obispos; y todos los que se arrepientan y entren en la unidad de la Iglesia, éstos también serán de Dios, para que puedan vivir según Jesucristo. No os dejéis engañar, hermanos míos. Si alguno sigue a otro que hace un cisma, no heredará el reino de Dios. Si alguno anda en doctrina extraña, no tiene comunión con la pasión.

IV. Sed cuidadosos, pues, observando una eucanstía (porque hay una carne de nuestro Señor Jesucristo y una copa en unión en su sangre; hay un altar, y hay un obispo, junto con el presbiterio y los diáconos mis consiervos), para que todo lo que hagáis sea según Dios.

V. Hermanos míos, mi corazón rebosa de amor hacia vosotros; y regocijándome sobremanera velo por vuestra seguridad; con todo, no soy yo, sino Jesucristo; y el llevar sus cadenas aún me produce más temor, por cuanto aún no he sido perfeccionado. Pero vuestras oraciones me harán perfecto [hacia Dios], refugiándome en el Evangelio como la carne de Jesús, y en los apóstoles como el presbiterio de la Iglesia. Sí, y amamos a los profetas también, porque nos señalaron el Evangelio en su predicación y ponían su esperanza en Él y le aguardaban; y teniendo fe en Él fueron salvados en la unidad de Jesucristo, siendo dignos de todo amor y admiración como hombres santos, aprobados por Jesucristo y contados juntos en el Evangelio de nuestra esperanza común.

VI. Pero si alguno propone el Judaísmo entre vosotros no le escuchéis, porque es mejor escuchar el Cristianismo de uno que es circuncidado que escuchar el Judaísmo de uno que es incircunciso. Pero si tanto el uno como el otro no os hablan de Jesucristo, yo los tengo como lápidas de cementerio y tumbas de muertos, en las cuales están escritos sólo los nombres de los hombres. Evitad, pues, las artes malvadas y las intrigas del príncipe de este mundo, no suceda que seáis destruidos con sus ardides y os debilitéis en vuestro amor. Sino congregaos en asamblea con un corazón indiviso. Y doy gracias a mi Dios que tengo buena conciencia de mis tratos con vosotros, y nadie puede jactarse, sea en secreto o en público, de que yo haya impuesto carga para ninguno, sea en cosas pequeñas o grandes. Sí, y ruego a Dios, para todos aquellos a quienes haya hablado, que no transformen mis palabras en testimonio en contra de ellos mismos.

VII. Porque aun cuando ciertas personas han deseado engañarme según la carne, con todo, el espíritu no es engañado, siendo de Dios; porque sabe de dónde viene y adónde va, y escudriña las cosas escondidas. Porque, cuando estuve entre vosotros, clamé, hablé en voz alta, con la voz propia de Dios: Prestad atención al obispo y al presbiterio y a los diáconos. Pese a ello, había algunos que sospechaban que yo decía esto porque conocía de antemano la división de algunas personas. Pero Aquel por quien estoy atado me es testigo de que no lo supe por medio de carne de hombre; fue la predicación del Espíritu que hablaba de esta forma: No hagáis nada sin el obispo; mantened vuestra carne como un templo de Dios; amad la unión; evitad las divisiones; sed imitadores de Jesucristo como Él mismo lo era de su Padre.

VIII. Yo hice, pues, mi parte, como un hombre amante de la unión. Pero allí donde hay división e ira, allí no reside Dios. Ahora bien, el Señor perdona a todos los hombres cuando se arrepienten, si al arrepentirse regresan a la unidad de Dios y al concilio del obispo. Tengo fe en la gracia de Jesucristo, que os librará de toda atadura; y os ruego que no hagáis nada en espíritu de facción, sino según la enseñanza de Cristo. Porque he oído a ciertas personas que decían: Si no lo encuentro en las escrituras fundacionales (antiguas), no creo que esté en el Evangelio. Y cuando les dije: Está escrito, me contestaron: Esto hay que probarlo. Pero, para mí, mi escritura fundacional es Jesucristo, la carta inviolable de su cruz, y su muerte, y su resurrección, y la fe por medio de Él; en la cual deseo ser justificado por medio de vuestras oraciones.

IX. Los sacerdotes también eran buenos, pero mejor es el Sumo Sacerdote al cual se encomienda el lugar santísimo; porque sólo a El son encomendadas las cosas escondidas de Dios; siendo Él mismo la puerta del Padre, por la cual entraron Abraham e Isaac y Jacob, y los profetas y los apóstoles y toda la Iglesia; y todas estas cosas se combinan en la unidad de Dios. Pero el Evangelio tiene una preeminencia singular en el advenimiento del Salvador, a saber, nuestro Señor Jesucristo, y su pasión y resurrección. Porque los amados profetas en su predicación le señalaban a Él; pero el Evangelio es el cumplimiento y perfección de la inmortalidad. Todas las cosas juntas son buenas si creéis por medio del amor.

X. Siendo así que, en respuesta a vuestra oración y a la tierna simpatía que tenéis en Jesucristo, se me ha dicho que la iglesia que está en Antioquía de Siria tiene paz, os corresponde, como iglesia de Dios, el designar a un diácono que vaya allí como embajador de Dios, para que pueda darles el parabién cuando se congreguen y puedan glorificar el Nombre. Bienaventurado en Jesucristo es el que será considerado digno de este servicio; y vosotros seréis glorificados. Ahora, pues, si lo deseáis, no os será imposible hacer esto por el nombre de Dios; tal como las iglesias que están más cerca han enviado obispos, y otras presbíteros y diáconos.

XI. Pero, por lo que se refiere a Filón, el diácono de Cilicia, un hombre de buen nombre, que ahora también me sirve a mí en el nombre de Dios, junto con Rhaius Agathopus, uno de los elegidos que me sigue desde Siria, que se ha despedido de esta vida presente; éstos dan testimonio en favor vuestro —y yo mismo doy gracias a Dios por causa de vosotros, porque los recibisteis, como confío que el Señor os recibirá a vosotros—. Pero que los que los han tratado con desprecio sean redimidos (perdonados) por la gracia de Jesucristo. El amor de los hermanos que están en Troas os saluda; desde donde yo también os escribo por mano de Burrhus, que fue enviado conmigo por los efesios y los esmirneanos como marca de honor. El Señor los honrará, a saber, Jesucristo, en quien está puesta su esperanza en la carne, el alma y el espíritu, por la fe, el amor y la concordia. Pasadlo bien en Cristo Jesús, nuestra común esperanza.

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6  A LOS ESMIRNEANOS

Ignacio, llamado también Teóforo, a la iglesia de Dios el Padre y de Jesucristo el Amado, que ha sido dotada misericordiosamente de toda gracia, y llena de fe y amor y no careciendo de ninguna gracia, reverente y ostentando santos tesoros; a la iglesia que está en Esmirna, en Asia, en un espíritu intachable y en la palabra de Dios, abundantes salutaciones.

I. Doy gloria a Jesucristo el Dios que os concede tal sabiduría; porque he percibido que estáis afianzados en fe inamovible, como si estuvierais clavados a la cruz del Señor Jesucristo, en carne y en espíritu, y firmemente arraigados en amor en la sangre de Cristo, plenamente persuadidos por lo que se refiere a nuestro Señor que Él es verdaderamente del linaje de David según la carne, pero Hijo de Dios por la voluntad y poder divinos, verdaderamente nacido de una virgen y bautizado por Juan para que se cumpliera en El toda justicia, verdaderamente clavado en cruz en la carne por amor a nosotros bajo Poncio Pilato y Herodes el Tetrarca (del cual somos fruto, esto es, su más bienaventurada pasión); para que Él pueda alzar un estandarte para todas las edades por medio de su resurrección, para sus santos y sus fieles, tanto si son judíos como gentiles, en el cuerpo único de su Iglesia.

II. Porque Él sufrió todas estas cosas por nosotros [para que pudiéramos ser salvos]; y sufrió verdaderamente, del mismo modo que resucitó verdaderamente; no como algunos que no son creyentes dicen que sufrió en apariencia, y que ellos mismos son mera apariencia. Y según sus opiniones así les sucederá, porque son sin cuerpo y como los demonios.

III. Porque sé y creo que El estaba en la carne incluso después de la resurrección; y cuando El se presentó a Pedro y su compañía, les dijo: Poned las manos sobre mí y palpadme, y ved que no soy un demonio sin cuerpo. Y al punto ellos le tocaron, y creyeron, habiéndose unido a su carne y su sangre. Por lo cual ellos despreciaron la muerte, es más, fueron hallados superiores a la muerte. Y después de su resurrección Él comió y bebió con ellos como uno que está en la carne, aunque espiritualmente estaba unido con el Padre.

IV. Pero os amonesto de estas cosas, queridos, sabiendo que pensáis lo mismo que yo. No obstante, estoy velando siempre sobre vosotros para protegeros de las fieras en forma humana —hombres a quienes no sólo no deberíais recibir, sino, si fuera posible, ni tan sólo tener tratos [con ellos]; sólo orar por ellos, por si acaso se pueden arrepentir—. Esto, verdaderamente, es difícil, pero Jesucristo, nuestra verdadera vida, tiene poder para hacerlo. Porque si estas cosas fueron hechas por nuestro Señor sólo en apariencia, entonces yo también soy un preso en apariencia. Y ¿por qué, pues, me he entregado a mí mismo a la muerte, al fuego, a la espada, a las fieras? Pero cerca de la espada, cerca de Dios; en compañía de las fieras, en compañía de Dios. Sólo que sea en el nombre de Jesucristo, de modo que podamos sufrir juntamente con Él. Sufro todas las cosas puesto que Él me capacita para ello, el cual es el Hombre perfecto.

V. Pero ciertas personas, por ignorancia, le niegan, o más bien han sido negadas por Él, siendo abogados de muerte en vez de serlo de la verdad; y ellos no han sido persuadidos por las profecías ni por la ley de Moisés, ni aun en esta misma hora por el Evangelio, ni por los sufrimientos de cada uno de nosotros; porque ellos piensan también lo mismo con respecto a nosotros. Porque, ¿qué beneficio me produce [a mí] si un hombre me alaba pero blasfema de mi Señor, no confesando que Él estaba en la carne? Pero el que no lo afirma, con ello le niega por completo y él mismo es portador de un cadáver. Pero sus nombres, siendo incrédulos, no considero apropiado registrarlos por escrito; es más, lejos esté de mí el recordarlos, hasta que se arrepientan y regresen a la pasión, que es nuestra resurreción.

VI. Que ninguno os engañe. Incluso a los seres celestiales y a los ángeles gloriosos y a los gobernantes visibles e invisibles, si no creen en la sangre de Cristo [que es Dios], les aguarda también el juicio. El que recibe, que reciba. Que los cargos no envanezcan a ninguno, porque la fe y el amor lo son todo en todos, y nada tiene preferencia antes que ellos. Pero observad bien a los que sostienen doctrina extraña respecto a la gracia de Jesucristo que vino a vosotros, que éstos son contrarios a la mente de Dios. No les importa el amor, ni la viuda, ni el huérfano, ni el afligido, ni el preso, ni el hambriento o el sediento. Se abstienen de la eucaristía (acción de gracias) y de la oración, porque ellos no admiten que la eucaristía sea la carne de nuestro Salvador Jesucristo, cuya carne sufrió por nuestros pecados, y a quien el Padre resucitó por su bondad.

VII. Así pues, los que contradicen el buen don de Dios perecen por ponerlo en duda. Pero sería conveniente que tuvieran amor, para que también pudieran resucitar. Es, pues, apropiado, que os abstengáis de los tales, y no les habléis en privado o en público; sino que prestéis atención a los profetas, y especialmente al Evangelio, en el cual se nos muestra la pasión y es realizada la resurrección.

VIII. [Pero] evitad las divisiones, como el comienzo de los males. Seguid todos a vuestro obispo, como Jesucristo siguió al Padre, y al presbiterio como los apóstoles; y respetad a los diáconos, como el mandamiento de Dios. Que nadie haga nada perteneciente a la Iglesia al margen del obispo. Considerad como eucaristía válida la que tiene lugar bajo el obispo o bajo uno a quien él la haya encomendado. Allí donde aparezca el obispo, allí debe estar el pueblo; tal como allí donde está Jesús, allí está la iglesia universal. No es legítimo, aparte del obispo, ni bautizar ni celebrar una fiesta de amor; pero todo lo que él aprueba, esto es agradable también a Dios; que todo lo que hagáis sea seguro y válido.

IX. Es razonable, pues, que velemos y seamos sobrios, en tanto que tengamos [todavía] tiempo para arrepentimos y volvernos a Dios. Es bueno reconocer a Dios y al obispo. El que honra al obispo es honrado por Dios; el que hace algo sin el conocimiento del obispo rinde servicio al diablo. Que todas las cosas, pues, abunden para vosotros en gracia, porque sois dignos. Vosotros fuisteis para mí un refrigerio en todas las cosas; que Jesucristo lo sea para vosotros. En mi ausencia y en mi presencia me amasteis. Que Dios os recompense; por amor al cual sufro todas las cosas, para que pueda alcanzarle.

X. Hicisteis bien en recibir a Filón y a Rhaius Agathopus, que me siguieron en la causa de Dios como ministros de [Cristo] Dios; los cuales también dan gracias al Señor por vosotros, porque les disteis refrigerio en toda forma. No se perderá nada para vosotros. Mi espíritu os es devoto, y también mis ataduras, que no despreciasteis ni os avergonzasteis de ellas. Ni tampoco Él, que es la fidelidad perfecta, se avergonzará de vosotros, a saber, Jesucristo.

XI. Vuestra oración llegó a la iglesia que está en Antioquía de Siria; de donde, viniendo como preso en lazos de piedad, saludo a todos los hombres, aunque yo no soy digno de pertenecer a ella, siendo el último de ellos. Por la voluntad divina esto me fue concedido, no que yo contribuyera a ello, sino por la gracia de Dios, que ruego pueda serme dada de modo perfecto, para que por medio de vuestras oraciones pueda llegar a Dios. Por tanto, para que vuestra obra pueda ser perfeccionada tanto en la tierra como en el cielo, es conveniente que vuestra iglesia designe, para el honor de Dios, un embajador de Dios que vaya hasta Siria y les dé el parabién porque están en paz, y han recobrado la estatura que les es propia, y se les ha restaurado a la dimensión adecuada. Me parece apropiado, pues, que enviéis a alguno de los vuestros con una carta, para que pueda unirse a ellos dando gloria por la calma que les ha llegado, por la gracia de Dios, y porque han llegado a un asilo de paz por medio de vuestras oraciones. Siendo así que sois perfectos, que vuestros consejos sean también perfectos; porque si deseáis hacer bien, Dios está dispuesto a conceder los medios.

XII. El amor de los hermanos que están en Troas os saluda; de donde también os escribo por la mano de Burrhus, a quien enviasteis vosotros a mí juntamente con los efesios vuestros hermanos. Burrhus ha sido para mí un refrigerio en todas formas. Quisiera que todos le imitaran, porque es un ejemplo del ministerio de Dios. La gracia divina le recompense en todas las cosas. Os saluda. Saludo a vuestro piadoso obispo y a vuestro venerable presbiterio [y] a mis consiervos los diáconos, y a todos y cada uno y en un cuerpo, en el nombre de Jesucristo, y en su carne y sangre, en su pasión y resurrección, que fue a la vez carnal y espiritual, en la unidad de Dios y de vosotros. Gracias a vosotros, misericordia, paz, paciencia, siempre.

XIII. Saludo a las casas de mis hermanos con sus esposas e hijos, y a las vírgenes que son llamadas viudas. Os doy la despedida en el poder del Padre. Filón, que está conmigo, os saluda. Saludo a la casa de Gavia, y ruego que esté firme en la fe y el amor tanto de la carne como del espíritu. Saludo a Alce, un nombre que me es querido, y a Daphnus el incomparable, y a Eutecnus, y a todos por su nombre. Pasadlo bien en la gracia de Dios.

ANTIGUA HOMILÍA

ANTIGUA HOMILÍA

(Secunda Clementis)

I. Hermanos, tendríamos que pensar en Jesucristo como Dios y como Juez de los vivos y los muertos. Y no deberíamos pensar cosas mediocres de la salvación; porque, cuando pensamos cosas mediocres, esperamos también recibir cosas mediocres. Y los que escuchan como si se tratara de cosas mediocres hacen mal; y nosotros también hacemos mal no sabiendo de dónde y por quién y para qué lugar somos llamados, y cuántas cosas ha sufrido Jesucristo por causa nuestra. ¿Qué recompensa, pues, le daremos?, o ¿qué fruto digno de su don hacia nosotros? ¡Y cuántas misericordias le debemos! Porque El nos ha concedido la luz; nos ha hablado como un padre a sus hijos; nos ha salvado cuando perecíamos. ¿Qué alabanza le rendiremos?, o ¿qué pago de recompensa por las cosas que hemos recibido nosotros, que éramos ciegos en nuestro entendimiento, y rendíamos culto a palos y piedras y oro y plata y bronce, obras de los hombres; y toda nuestra vida no era otra cosa que muerte? Así pues, cuando estábamos envueltos en la oscuridad y oprimidos por esta espesa niebla en nuestra visión, recobramos la vista, poniendo a un lado, por su voluntad, la nube que nos envolvía. Porque Él tuvo misericordia de nosotros, y en su compasión nos salvó, habiéndonos visto en mucho error y perdición, cuando no teníamos esperanza de salvación, excepto la que nos vino de Él. Porque Él nos llamó cuando aún no éramos, y de nuestro no ser, Él quiso que fuéramos.

II. Regocíjate, oh estéril. Prorrumpe en canciones y gritos de júbilo la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la que tenía marido. En este: Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz, hablaba de nosotros; porque nuestra Iglesia era estéril antes de que se le hubieran dado hijos. Y en lo que dice: Prorrumpe en canciones y gritos de júbilo la que nunca estuvo de parto, significa esto: como la mujer que está de parto, no nos cansemos de ofrecer nuestras oraciones con simplicidad a Dios. Además, en lo que dice: Porque más son los hijos de la desamparada que los de la que tiene marido, dijo esto porque nuestro pueblo parecía desamparado y abandonado por Dios, en tanto que ahora, habiendo creído, hemos pasado a ser más que los que parecían tener Dios. Y también otro texto dice: No he venido a llamar ajustos, sino a pecadores. Significa esto: que es justo salvar a los que perecen. Porque es verdaderamente una obra grande y maravillosa el confirmar y corroborar no a los que están de pie, sino a los que caen. Así también Cristo ha querido salvar a los que perecen. Y ha salvado a muchos, viniendo y llamándonos cuando ya estábamos pereciendo.

III. Vemos, pues, que Él nos concedió una misericordia muy grande; ante todo, que nosotros los que vivimos no sacrificamos a los dioses muertos ni les rendimos culto, sino que por medio de Él hemos llegado a conocer al Padre de la verdad. ¿Qué otra cosa es este conocimiento hacia Él, sino el no negar a Aquel por medio del cual le hemos conocido? Sí, El mismo dijo: Al que me confesare, yo también le confesaré delante del Padre. Esta es, pues, nuestra recompensa si verdaderamente confesamos a Aquel por medio del cual hemos sido salvados. Pero, ¿cuándo le confesamos? Cuando hacemos lo que Él dijo y no somos desobedientes a sus mandamientos, y no sólo le honramos con nuestros labios, sino con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente. Ahora bien, El dice también en Isaías: Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mí.

IV. Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque esto no nos salvará; porque Él dijo: No todo el que me llama Señor, Señor, será salvo, sino el que obra justicia. Así pues, hermanos, confésemosle en nuestras obras, amándonos unos a otros, no cometiendo adulterio, no diciendo mal el uno del otro, y no teniendo celos, sino siendo templados, misericordiosos y bondadosos. Y teniendo sentimientos amistosos los unos hacia los otros, y no siendo codiciosos. Con estas obras le hemos de confesar, y no con otras. Y no hemos de tener temor de los hombres, sino de Dios. Por esta causa, si hacéis estas cosas, el Señor dice: Aunque estéis unidos a mí en mi propio seno, si no hacéis mis mandamientos, yo os echaré y os diré: Apartaos de mí, no sé de dónde sois, obradores de iniquidad.

V. Por tanto, hermanos, prescindamos de nuestra estancia en este mundo y hagamos la voluntad del que nos ha llamado, y no tengamos miedo de apartarnos de este mundo. Porque el Señor ha dicho: Seréis como corderos en medio de lobos. Pero Pedro contestó, y le dijo: ¿Qué pasa, pues, silos lobos devoran a los corderos? Jesús contestó a Pedro: Los corderos no tienen por qué temer a los lobos después que han muerto; y vosotros también, no temáis a los que os matan y no pueden haceros nada más; sino temed a Aquel que después que habéis muerto tiene poder sobre vuestra alma y cuerpo para echarlos a la gehena de fuego. Y sabéis, hermanos, que la estancia de esta carne en este mundo es despreciable y dura poco, pero la promesa de Cnsto es grande y maravillosa, a saber, el reposo del reino que sera y la vida eterna. ¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos, sino andar en santidad y jusficia y considerar que estas cosas del mundo son extrañas para nosotros y no desearlas? Porque cuando deseamos obtener estas cosas nos descarriamos del camino recto.

VI. Pero el Señor dijo: Nadie puede servir a dos señores. Si deseamos servir a la vez a Dios y a Mammon, no sacaremos ningún beneficio: Porque ¿qué ganará un hombre si consigue todo el mundo y pierde su alma? Ahora bien, esta época y la futura son enemigas. La una habla de adulterio y contaminación y avaricia y engaños, en tanto que la otra se despide de estas cosas. Por tanto, no podemos ser amigos de las dos, sino que hemos de decir adiós a la una y tener amistad con la otra. Consideremos que es mejor aborrecer las cosas que están aquí, porque son despreciables y duran poco y perecen, y amar las cosas de allí, que son buenas e imperecederas. Porque si hacemos la voluntad de Cristo hallaremos descanso; pero si no la hacemos, nada nos librará del castigo eterno si desobedecemos sus mandamientos. Y la escritura dice también en Ezequiel: Aunque Noé y Job y Daniel se levanten, no librarán a sus hijos de la cautividad. Pero si ni aun hombres tan justos como éstos no pueden con sus actos de justicia librar a sus hijos, ¿con qué confianza nosotros, si no mantenemos nuestro bautismo puro y sin tacha, entraremos en el reino de Dios? O ¿quién será nuestro abogado, a menos que se nos halle en posesión de obras santas y justas?

VII. Así pues, hermanos, contendamos, sabiendo que la contienda está muy cerca y que, aunque muchos acuden a las competiciones, no todos son galardonados, sino sólo los que se han esforzado en alto grado y luchado con valentía. Contendamos de modo que todos recibamos el galardón. Por tanto, corramos en el curso debido la competición incorruptible. Y acudamos a ella en tropel y esforcémonos, para que podamos recibir también el premio. Y si no todos podemos recibir la corona, por lo menos acerquémonos a ella tanto como podamos. Recordemos que los que pugnan en las lides corruptibles, si se descubre que están pugnando de modo ilegítimo en ellas, primero son azotados, y luego son eliminados y echados de la competición. ¿Qué pensáis? ¿Qué le pasará a aquel que ha pugnado de modo corrupto en la competición de la incorrupción? Porque, con referencia a los que no han guardado el sello, El dice: Su gusano no morirá, y su fuego no se apagará y serán un ejemplo para toda carne.

VIII. En tanto que estamos en la tierra, pues, arrepintámonos, porque somos arcilla en la mano del artesano. Pues de la misma manera que el alfarero, si está moldeando una vasija y se le deforma o rompe en las manos, le da forma nuevamente, pero, una vez la ha puesto en el horno encendido, ya no puede repararla, del mismo modo nosotros, en tanto que estamos en este mundo, arrepintámonos de todo corazón de las cosas malas que hemos hecho en la carne, para que podamos ser salvados por el Señor en tanto que hay oportunidad para el arrepentimiento. Porque una vez hemos partido de este mundo ya no podemos hacer confesión allí, ni tampoco arrepentimos. Por lo tanto, hermanos, si hemos hecho la voluntad del Padre, y hemos mantenido pura la carne, y hemos guardado los mandamientos del Señor, recibiremos la vida eterna. Porque el Señor dice en el Evangelio: Si no habéis guardado lo que es pequeño, ¿quién os dará lo que es grande? Porque os digo que el que es fiel en lo poco, es fiel también en lo mucho. De modo que lo que Él quiere decir es: Mantened la carne pura y el sello sin mácula, para que podáis recibir la vida.

IX. Y que nadie entre vosotros diga que esta carne no va a ser juzgada ni se levanta otra vez. Entended esto: ¿En qué fuisteis salvados? ¿En qué recobrasteis la vista si no fue en esta carne? Por tanto hemos de guardar la carne como un templo de Dios; porque de la misma manera que fuisteis llamados en la carne, seréis llamados también en la carne. Si Cristo el Señor que nos salvó, siendo primero espíritu, luego se hizo carne, y en ella nos llamó, de la misma manera también nosotros recibiremos nuestra recompensa en esta carne. Por tanto, amémonos los unos a los otros, para que podamos entrar en el reino de Dios. En tanto que tenemos tiempo para ser curados, pongámonos en las manos de Dios, el médico, dándole una recompensa. ¿Qué recompensa? Arrepentimiento procedente de un corazón sincero. Porque Él discierne todas las cosas con antelación y sabe lo que hay en nuestro corazón. Por tanto démosle eterna alabanza, no sólo con los labios, sino también con nuestro corazón, para que Él pueda recibirnos como hijos. Porque el Señor también ha dicho: Estos son mis hermanos, los que hacen la voluntad de mi Padre.

X. Por lo tanto, hermanos míos, hagamos la voluntad del Padre que nos ha llamado, para que podamos vivir; y prosigamos la virtud, abandonando el vicio como precursor de nuestros pecados, y apartémonos de la impiedad para que no nos sobrevengan males. Porque si somos diligentes en hacer bien, la paz irá tras de nosotros. Porque por esta causa le es imposible al hombre +alcanzar la felicidad+, puesto que invitan a los temores de los hombres, prefiriendo el goce de este mundo a la promesa de la vida venidera. Porque no saben cuán gran tormento acarrea el goce de aquí, y el deleite que proporciona la promesa de lo venidero. Y verdaderamente, si hicieran estas cosas con respecto a ellos mismos, aún sería tolerable; pero lo que hacen es seguir enseñando el mal a almas inocentes, no sabiendo que tendrán una condenación doble, la suya y la de los que los escuchan.

XI. Por tanto sirvamos a Dios con el corazón puro, y seremos justos; pero si no le servimos, porque no creemos en la promesa de Dios, seremos unos desgraciados. Porque la palabra de la profecía dice también: Desgraciados los indecisos, que dudan en su corazón y dicen: Estas cosas ya las hemos oído, incluso en los días de nuestros padres; con todo, hemos aguardado día tras día y no hemos visto ninguna. ¡Necios!, comparaos a un árbol; pongamos una vid. Primero se desprende de las hojas, luego sale un brote, después viene el agraz y finalmente el racimo maduro. Del mismo modo mi pueblo tuvo turbación y aflicciones; pero después recibirá las cosas buenas. Por tanto, hermanos míos, no seamos indecisos, sino suframos con paciencia en esperanza, para que podamos obtener también nuestra recompensa. Porque fiel es el que prometió pagar a cada uno la recompensa de sus obras. Si hemos obrado justicia, pues, a los ojos de Dios, entraremos en su reino y recibiremos las promesas que ningún oído oyó, ni ha visto ojo alguno, ni aun han entrado en el corazón del hombre.

XII. Por tanto esperemos el reino de Dios a su sazón, en amor y justicia, puesto que no sabemos cuál es el día de la aparición de Dios. Porque el mismo Señor, cuando cierta persona le preguntó cuándo vendría su reino, contestó: Cuando los dos sean uno, y el de fuera como el de dentro, y el varón como la hembra, ni varón ni hembra. Ahora bien, los dos son uno cuando decimos la verdad entre nosotros, y en dos cuerpos habrá sólo un alma, sin disimulo. Y al decir lo exterior como lo interior quiere decir esto: lo interior quiere decir el alma, y lo exterior significa el cuerpo. Por tanto, de la misma manera que aparece el cuerpo, que se manifieste el alma en sus buenas obras. Y al decir el varón con la hembra, ni varón ni hembra, significa esto: que un hermano al ver a una hermana no debería pensar en ella como siendo una mujer, y que una hermana al ver a un hermano no debería pensar en él como siendo un hombre. Si hacéis estas cosas, dice Él, vendrá el reino de mi Padre.

XIII. Por tanto, hermanos, arrepintámonos inmediatamente. Seamos sobrios para lo que es bueno; porque estamos llenos de locura y maldad. Borremos nuestros pecados anteriores, y arrepintámonos con toda el alma y seamos salvos. Y que no seamos hallados complaciendo a los hombres. Ni deseemos agradarnos los unos a los otros solamente, sino también a los que están fuera, con nuestra justicia, para que el Nombre no sea blasfemado por causa de nosotros. Porque el Señor ha dicho: Mi nombre es blasfemado en todas formas entre todos los gentiles; y también: ¡Ay de aquel por razón del cual mi Nombre es blasfemado! ¿En qué es blasfemado? En que vosotros no hacéis las cosas que deseo. Porque los gentiles, cuando oyen de nuestra boca las palabras de Dios, se maravillan de su hermosura y grandeza; pero cuando descubren que nuestras obras no son dignas de las palabras que decimos, inmediatamente empiezan a blasfemar, diciendo que es un cuento falaz y un engaño. Porque cuando oyen que les decimos que Dios dice: ¿Qué clase de merecimiento es el vuestro, si amáis a los que os aman?; pero sí es un merecimiento vuestro si amáis a vuestros enemigos y a los que os aborrecen; cuando oyen estas cosas, digo, se maravillan de su soberana bondad; pero cuando ven que no sólo no amamos a los que nos aborrecen, sino que ni aun amamos a los que nos aman, se burlan de nosotros y nos desprecian, y el Nombre es blasfemado.

XIV. Por tanto, hermanos, si hacemos la voluntad de Dios nuestro Padre, seremos de la primera Iglesia, que es espiritual, que fue creada antes que el sol y la luna; pero si no hacemos la voluntad del Señor, seremos como la escritura que dice: Mi casa ha sido hecha cueva de ladrones. Por tanto, prefiramos ser de la Iglesia de la vida, para que seamos salvados. Y no creo que ignoréis que la Iglesia viva es el cuerpo de Cristo; porque la Escritura dice: Dios hizo al hombre, varón y hembra. El varón es Cristo y la hembra es la Iglesia. Y los libros y los apóstoles declaran de modo inequívoco que la Iglesia no sólo existe ahora por primera vez, sino que ha sido desde el principio: porque era espiritual, como nuestro Jesús era también espiritual, pero fue manifestada en los últimos días para que Él pueda salvarnos. Ahora bien, siendo la Iglesia espiritual, fue manifestada en la carne de Cristo, con lo cual nos mostró que, si alguno de nosotros la guarda en la carne y no la contamina, la recibirá de nuevo en el Espíritu Santo; porque esta carne es la contrapartida y copia del espíritu. Ningún hombre que haya contaminado la copia, pues, recibirá el original como porción suya. Esto es, pues, lo que Él quiere decir, hermanos: Guardad la carne para que podáis participar del espíritu. Pero si decimos que la carne es la Iglesia y el espíritu es Cristo, entonces el que haya obrado de modo inexcusable con la carne ha obrado de modo inexcusable con la Iglesia. Este, pues, no participará del espíritu, que es Cristo. Tan excelente es la vida y la inmortalidad que esta carne puede recibir como su porción si el Espíritu Santo va unido a ella. Nadie puede declarar o decir las cosas que el Señor tiene preparadas para sus elegidos.

XV. Ahora bien, no creo que haya dado ningún consejo despreciable respecto a la continencia, y todo el que lo ponga por obra no se arrepentirá del mismo, sino que le salvará a él y a mí, su consejero. Porque es una gran recompensa el convenir a un alma extraviada y a punto de perecer, para que pueda ser salvada. Porque ésta es la recompensa que podemos dar a Dios, que nos ha creado, si el que habla y escucha, a su vez habla y escucha con fe y amor. Por tanto permanezcamos en las cosas que creemos, en la justicia y la santidad, para que podamos con confianza pedir a Dios que dice: Cuando aún estás hablando, he aquí Yo estoy contigo. Porque estas palabras son la garantía de una gran promesa: porque el Señor dice de sí mismo que está más dispuesto a dar que el que pide a pedir. Viendo, pues, que somos participantes de una bondad tan grande, no andemos remisos en obtener tantas cosas buenas. Porque así como es grande el plaçer que proporcionan estas palabras a los que las ejecutan, así será la condenación que acarrean sobre sí mismos los que han sido desobedientes.

XVI. Por tanto, hermanos, siendo así que la oportunidad que hemos tenido para el arrepentimiento no ha sido pequeña, puesto que tenemos tiempo para ello, volvámonos a Dios que nos ha llamado, entretanto que tenemos a Uno que nos reciba. Porque si nos desprendemos de estos goces y vencemos nuestra alma, rehusando dar satisfacción a sus concupiscencias, seremos partícipes de la misericordia de Jesús. Porque sabéis que el día del juicio está acercándose, como un horno encendido, y los poderes de los cielos se disolverán, y toda la tierra se derretirá como plomo en el fuego, y entonces se descubrirá el secreto y las obras ocultas de los hombres. El dar limosna es, pues, una cosa buena, como el arrepentirse del pecado. El ayuno es mejor que la oración, pero el dar limosna mejor que estos dos. Y el amor cubrirá multitud de pecados, pero la oración hecha en buena conciencia libra de la muerte. Bienaventurado el hombre que tenga abundancia de ellas. Porque el dar limosna quita la carga del pecado.

XVII. Arrepintámonos, pues, de todo corazón, para que ninguno de nosotros perezca por el camino. Porque si hemos recibido mandamiento de que debemos también ocuparnos de esto, apartar a los hombre de sus ídolos e instruirlos, ¡cuánto peor es que un alma que conoce ya a Dios perezca! Por tanto, ayudémonos los unos a los otros, de modo que podamos guiar al débil hacia arriba, como abrazando lo que es bueno, a fin de que todos podamos ser salvados; y convirtámonos y amonestémonos unos a otros. Y no intentemos prestar atención y creer sólo ahora, cuando nos están amonestando los presbíteros; sino que también, cuando hayamos partido para casa, recordemos los mandamientos del Señor y no permitamos ser arrastrados por otro camino por nuestros deseos mundanos; asimismo, vengamos aquí con más frecuencia, y esforcémonos en progresar en los mandamientos del Señor, para que, unánimes, podamos ser reunidos para vida. Porque el Señor ha dicho: Vengo para congregar a todas las naciones, tribus y lenguas. Al decir esto habla del día de su aparición, cuando vendrá a redimirnos, a cada uno según sus obras. Y los no creyentes verán su gloria y su poder, y se quedarán asombrados al ver el reino del mundo entregado a Jesús, y dirán: Ay de nosotros, porque Tú eras, y nosotros no te conocimos y no creímos en Ti; y no obedecimos a los presbíteros cuando nos hablaban de nuestra salvación. Y su gusano no morirá, y su fuego no se apagará, y serán hechos un ejemplo para toda carne. Está hablando del día del juicio, cuando los hombres verán a aquellos que, entre vosotros, han vivido vidas impías y han puesto por obra falsamente los mandamientos de Jesucristo. Pero los justos, habiendo obrado bien y sufrido tormentos y aborrecido los placeres del alma, cuando contemplen a los que han obrado mal y negado a Jesús con sus palabras y con sus hechos, cuando sean castigados con penosos tormentos en un fuego inextinguible, darán gloria a Dios, diciendo: Habrá esperanza para aquel que ha servido a Dios de todo corazón.

XVIII. Por tanto seamos hallados entre los que dan gracias, entre los que han servido a Dios, y no entre los impíos que son juzgados. Porque yo también, siendo un pecador extremo y aún no libre de la tentación, sino en medio de las añagazas del diablo, procuro con diligencia seguir la justicia, para poder prevalecer consiguiendo llegar por lo menos cerca de ella, en tanto que temo el juicio venidero.

XIX. Por tanto, hermanos y hermanas, después de haber oído al Dios de verdad, os leo una exhortación a fin de que podáis prestar atención a las cosas que están escritas, para que podáis salvaros a vosotros mismos y al que lee en medio de vosotros. Porque os pido como una recompensa, que os arrepintáis de todo corazón y os procuréis la salvación y la vida. Porque al hacer esto estableceremos un objetivo para todos los jóvenes que desean esforzarse en la prosecución de la piedad y la bondad de Dios. Y no nos desanimemos y aflijamos, siendo como somos necios, cuando alguien nos aconseje que nos volvamos de la injusticia hacia la justicia. Porque a veces, cuando obramos mal, no nos damos cuenta de ello, por causa de la indecisión e incredulidad que hay en nuestros pechos, y nuestro entendimiento es enturbiado por nuestras vanas concupiscencias. Por tanto pongamos en práctica la justicia, para que podamos ser salvos hasta el fin. Bienaventurados los que obedecen estas ordenanzas. Aunque tengan que sufrir aflicción durante un tiempo breve en el mundo, recogerán el fruto inmortal de la resurrección. Por tanto, que no se aflija el que es piadoso si es desgraciado en los días presentes, pues le esperan tiempos de bienaventuranza. Volverá a vivir en el cielo con los padres y se regocijará durante toda una eternidad sin penas.

XX. Y no permitas tampoco que esto turbe tu mente, que vemos que los impíos poseen riquezas, y los siervos de Dios sufren estrecheces. Tengamos fe, hermanos y hermanas. Estamos militando en las filas de un Dios vivo; y recibimos entrenamiento en la vida presente, para que podamos ser coronados en la futura. Ningún justo ha recogido el fruto rápidamente, sino que ha esperado que le llegue. Porque si Dios hubiera dado la recompensa de los justos inmediatamente, entonces nuestro entrenamiento habría sido un pago contante y sonante, no un entrenamiento en la piedad; porque no habríamos sido justos yendo en pos de lo que es piadoso, sino de las ganancias. Y por esta causa el juicio divino alcanza al espíritu que no es justo, y lo llena de cadenas.

Al único Dios invisible, Padre de la verdad, que nos envió al Salvador y Príncipe de la inmortalidad, por medio del cual Dios también nos hizo manifiesta la verdad y la vida celestial, a Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es

EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

Clemente de Roma

La Iglesia de Dios que reside en Roma a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que son llamados y santificados por la voluntad de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Gracia a vosotros y paz del Dios Todopoderoso os sea multiplicada por medio de Jesucristo.

I. Por causa de las calamidades y reveses, súbitos y repetidos, que nos han acaecido, hermanos, consideramos que hemos sido algo tardos en dedicar atención a las cuestiones en disputa que han surgido entre vosotros, amados, y a la detestable sedición, no santa, y tan ajena y extraña a los elegidos de Dios, que algunas personas voluntariosas y obstinadas han encendido hasta un punto de locura, de modo que vuestro nombre, un tiempo reverenciado, aclamado y encarecido a la vista de todos los hombres, ha sido en gran manera vilipendiado. Porque, ¿quién ha residido entre vosotros que no aprobara vuestra fe virtuosa y firme? ¿Quién no admiró vuestra piedad en Cristo, sobria y paciente? ¿Quién no proclamó vuestra disposición magnífica a la hospitalidad? ¿Quién no os felicitó por vuestro conocimiento perfecto y sano? Porque hacíais todas las cosas sin hacer acepción de personas, y andabais conforme a las ordenanzas de Dios, sometiéndoos a vuestros gobernantes y rindiendo a los más ancianos entre vosotros el honor debido. A los jóvenes recomendabais modestia y pensamientos decorosos; a las mujeres les encargabais la ejecución de todos sus deberes en una conciencia intachable, apropiada y pura, dando a sus propios maridos la consideración debida; y les enseñabais a guardar la regla de la obediencia, y a regir los asuntos de sus casas con propiedad y toda discreción.

II. Y erais todos humildes en el ánimo y libres de arrogancia, mostrando sumisión en vez de reclamarla, mds contentos de dar que de recibir, y contentos con las provisiones que Dios os proveía. Y prestando atención a sus palabras, las depositabais diligentemente en vuestros corazones, y teníais los sufrimientos de Cristo delante de los ojos. Así se os había concedido una paz profunda y rica, y un deseo insaciable de hacer el bien. Además, había caído sobre todos vosotros un copioso derramamiento del Espíritu Santo; y, estando llenos de santo consejo, en celo excelente y piadosa confianza, extendíais las manos al Dios Todopoderoso, suplicándole que os fuera propicio, en caso de que, sin querer, cometierais algún pecado. Y procurabais día y noche, en toda la comunidad, que el número de sus elegidos pudiera ser salvo, con propósito decidido y sin temor alguno. Erais sinceros y sencillos, y libres de malicia entre vosotros. Toda sedición y todo cisma era abominable para vosotros. Os sentíais apenados por las transgresiones de vuestros prójimos; con todo, juzgabais que sus deficiencias eran también vuestras. No os cansabais de obrar bien, sino que estabais dispuestos para toda buena obra. Estando adornados con una vida honrosa y virtuosa en extremo, ejecutabais todos vuestros deberes en el temor de Dios. Los mandamientos y las ordenanzas del Señor estaban escritas en las tablas de vuestro corazón.

III. Os había sido concedida toda gloria y prosperidad, y así se cumplió lo que está escrito: Mi amado comió y bebió y prosperó y se llenó de gordura y empezó a dar coces. Por ahí entraron los celos y la envidia, la discordia y las divisiones, la persecución y el tumulto, la guerra y la cautividad. Y así los hombres empezaron a agitarse: los humildes contra los honorables, los mal reputados contra los de gran reputación, los necios contra los sabios, los jóvenes contra los ancianos. Por esta causa la justicia y la paz se han quedado a un lado, en tanto que cada uno ha olvidado el temor del Señor y quedado ciego en la fe en Él, no andando en las ordenanzas de sus mandamientos ni viviendo en conformidad con Cristo, sino cada uno andando en pos de las concupiscencias de su malvado corazón, pues han concebido unos celos injustos e impíos, por medio de los cuales también la muerte entró en el mundo.

IV. Porque como está escrito: Y aconteció después de unos días, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no prestó atención a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si has ofrecido rectamente y no has dividido rectamente, ¿no has pecado? ¡Calla! Con todo esto, él se volverá a ti y tú te enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel. Salgamos a la llanura. Y aconteció que estando ellos en la llanura, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató. Veis, pues, hermanos, que los celos y la envidia dieron lugar a la muerte del hermano. Por causa de los celos, nuestro padre Jacob tuvo que huir de delante de Esaú su hermano. Los celos fueron causa de que José fuera perseguido a muerte, y cayera incluso en la esclavitud. Los celos forzaron a Moisés a huir de delante de Faraón, rey de Egipto, cuando le dijo uno de sus paisanos: ¿Quién te ha puesto por juez entre nosotros? ¿Quieres matarme, como ayer mataste al egipcio? Por causa de los celos Aarón y Miriam tuvieron que alojarse fuera del campamento. Los celos dieron como resultado que Datán y Abiram descendieran vivos al Hades, porque hicieron sedición contra Moisés el siervo de Dios. Por causa de los celos David fue envidiado no sólo por los filisteos, sino perseguido también por Saúl [rey de Israel].

V. Pero, dejando los ejemplos de los días de antaño, vengamos a los campeones que han vivido más cerca de nuestro tiempo. Pongámonos delante los nobles ejemplos que pertenecen a nuestra generación. Por causa de celos y envidia fueron perseguidos y acosados hasta la muerte las mayores y más íntegras columnas de la Iglesia. Miremos a los buenos apóstoles. Estaba Pedro, que, por causa de unos celos injustos, tuvo que sufrir, no uno o dos, sino muchos trabajos y fatigas, y habiendo dado su testimonio, se fue a su lugar de gloria designado. Por razón de celos y contiendas Pablo, con su ejemplo, señaló el premio de la resistencia paciente. Después de haber estado siete veces en grillos, de haber sido desterrado, apedreado, predicado en el Oriente y el Occidente, ganó el noble renombre que fue el premio de su fe, habiendo enseñado justicia a todo el mundo y alcanzado los extremos más distantes del Occidente; y cuando hubo dado su testimonio delante de los gobernantes, partió del mundo y fue al lugar santo, habiendo dado un ejemplo notorio de resistencia paciente.

VI. A estos hombres de vidas santas se unió una vasta multitud de los elegidos, que en muchas indignidades y torturas, víctimas de la envidia, dieron un valeroso ejemplo entre nosotros. Por razón de los celos hubo mujeres que fueron perseguidas, después de haber sufrido insultos crueles e inicuos, +como Danaidas y Dirces+, alcanzando seguras la meta en la carrera de la fe, y recibiendo una recompensa noble, por más que eran débiles en el cuerpo. Los celos han separado a algunas esposas de sus maridos y alterado el dicho de nuestro padre Adán: Ésta es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne. Los celos y las contiendas han derribado grandes ciudades y han desarraigado grandes naciones.

VII. Estas cosas, amados, os escribimos no sólo con carácter de admonición, sino también para haceros memoria de nosotros mismos. Porque nosotros estamos en las mismas listas y nos está esperando la misma oposición. Por lo tanto, pongamos a un lado los pensamientos vanos y ociosos; y conformemos nuestras vidas a la regla gloriosa y venerable que nos ha sido transmitida; y veamos lo que es bueno y agradable y aceptable a la vista de Aquel que nos ha hecho. Pongamos nuestros ojos en la sangre de Cristo y démonos çuenta de lo precioso que es para su Padre, porque habiendo sido derramado por nuestra salvación, ganó para todo el mundo la gracia del arrepentimiento. Observemos todas las generaciones en orden, y veamos que de generación en generación el Señor ha dado oportunidad para el arrepentimiento a aquellos que han deseado volverse a Él. Noé predicó el arrepentimiento, y los que le obedecieron se salvaron. Jonás predicó la destrucción para los hombres de Nínive; pero ellos, al arrepentirse de sus pecados, obtuvieron el perdón de Dios mediante sus súplicas y recibieron salvación, por más que eran extraños respecto a Dios.

VIII. Los ministros de la gracia de Dios, por medio del Espíritu Santo, hablaron referente al arrepentimiento. Sí, y el Señor del universo mismo habló del arrepentimiento con un juramento: Vivo yo, dice el Señor, que no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se arrepienta; y añadió también un juicio misericordioso: Arrepentíos, oh casa de Israel, de vuestra iniquidad; decid a los hijos de mi pueblo: Aunque vuestros pecados lleguen desde la tierra al cielo, y aunque sean más rojos que el carmesí y más negros que la brea, y os volvéis a mí de todo corazón y decís Padre, yo os prestaré oído como a un pueblo santo. Y en otro lugar dice de esta manera: Lavaos, limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer lo bueno; buscad la justicia; defended al oprimido, juzgad la causa del huérfano, haced justicia a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta; aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si queréis y obedecéis, comeréis el bien de la tierra; si rehusáis y sois rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová Lo ha dicho. Siendo así, pues, que Él desea que todos sus amados participen del arrepentimiento, lo confirmó con un acto de su voluntad poderosa.

IX. Por lo cual seamos obedientes a su voluntad excelente y gloriosa, y presentémonos como suplicantes de su misericordia y bondad, postrémonos ante Él y recurramos a sus compasiones prescindiendo de labores y esfuerzos vanos y de celos que llevan a la muerte. Fijemos nuestros ojos en aquellos que ministraron de modo perfecto a su gloria excelente. Miremos a Enoc, el cual, habiendo sido hallado justo en obediencia, fue arrebatado al cielo y no fue hallado en su muerte. Noé, habiendo sido fiel en su ministerio, predicó regeneración al mundo, y por medio de él el Señor salvó a las criaturas vivientes que entraron en el arca de la concordia.

X. Abraham, que fue llamado el «amigo», fue hallado fiel en haber rendido obediencia a las palabras de Dios. Por medio de la obediencia partió de su tierra y su parentela y de la casa de su padre, para que, abandonando una tierra escasa y una reducida parentela y una casa mediocre, pudiera heredar las promesas de Dios. Porque Él le dijo: Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré; y engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y de nuevo, cuando se separó de Lot, les dijo: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la doré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Y de nuevo dice: Dios hizo salir a Abraham y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Así será tu descendencia. Y Abraham creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. Por su fe y su hospitalidad le fue concedido un hijo siendo anciano, y en obediencia lo ofreció a Dios en sacrificio en uno de los montes que Él le mostró.

XI. Por su hospitalidad y piedad Lot fue salvado de Sodoma, cuando todo el país de los alrededores fue juzgado por medio de fuego y azufre; el Señor con ello anunció que no abandona a los que han puesto su esperanza en Él, y que destina a castigo y tormento a los que se desvían. Porque cuando la esposa de Lot hubo salido con él, no estando ella de acuerdo y pensando de otra manera, fue destinada a ser una señal de ello, de modo que se convirtió en una columna de sal hasta este día, para que todos los hombres supieran que los indecisos y los que dudan del poder de Dios son puestos para juicio y ejemplo a todas las generaciones.

XII. Por su fe y su hospitalidad fue salvada Rahab la ramera. Porque cuando Josué hijo de Nun envió a los espías a Jericó, el rey del país averiguó que ellos habían ido a espiar su tierra, y envió a algunos hombres para que se apoderaran de ellos y después les dieran muerte. Por lo que la hospitalaria ramera los recibió y los escondió, en el terrado, bajo unos manojos de lino. Y cuando los mensajeros del rey llegaron y le dijeron: Saca a los hombres que han venido a ti, y han entrado en tu casa; porque han venido para espiar la tierra, ella contestó: Es verdad que los que buscáis vinieron a mt, pero se marcharon al poco y están andando por su camino; y les indicó el camino opuesto. Y ella dijo a los hombres: Sé que Jehová os ha dado esta ciudad; porque el temor de vosotros ha caldo sobre sus habitantes. Cuando esto acontezca y toméis la tierra, salvadme a mí y la casa de mi padre. Y ellos le contestaron: Será tal como tú nos has hablado. Cuando adviertas que estamos llegando, reunirás a los tuyos debajo de tu techo, y serán salvos; porque cuantos sean hallados fuera de la casa, perecerán. Y además le dieron una señal, que debía colgar fuera de la casa un cordón de grana, mostrando con ello de antemano que por medio de la sangre del Señor habrá redención para todos los que creen y esperan en Dios. Veis pues, amados, que se halla en la mujer no sólo fe, sino también profecía.

XIII. Seamos, pues, humildes, hermanos, poniendo a un lado toda arrogancia y engreimiento, y locura e ira, y hagamos lo que está escrito. Porque el Espíritu Santo dice: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas; mas el que se alabe que lo haga en el Señor, que le busca y hace juicio y justicia; y, sobre toda~ recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo, enseñando indulgencia y longanimidad: Tened misericordia, y recibiréis misericordia; perdonad, y seréis perdonados. Lo que hagáis, os lo harán a vosotros. Según deis, os será dado. Según juzguéis, seréis juzgados. Según mostréis misericordia, se os mostrará misericordia. Con la medida que midáis se os volverá a medir. Afiancémonos en este mandamiento y estos preceptos, para que podamos andar en obediencia a sus santas palabras, con ánimo humilde. Porque la palabra santa dice: ¿A quién miraré, sino a aquel que es manso y humilde de espíritu y teme mis palabras?

XIV. Por tanto, es recto y apropiado, hermanos, que seamos obedientes a Dios, en vez de seguir a los que, arrogantes y díscolos, se han puesto a sí mismos como caudillos en una contienda de celos abominables. Porque nos acarrearemos, no un daño corriente, sino más bien un gran peligro si nos entregamos de modo temerario a los propósitos de los hombres que se lanzan a contiendas y divisiones, apartándonos de lo que es recto. Seamos, pues, buenos los unos hacia los otros, según la compasión y dulzura de Aquel que nos ha hecho. Porque está escrito: Los rectos habitarán la tierra, y los inocentes permanecerán en ella; mas los transgresores serán cortados y desarraigados de ella. Y de nuevo dice: Vi al impío elevado y exaltado como los cedros del Líbano. Y pasé, y he aquí ya no estaba; y busqué su lugar, y no lo encontré. Guarda la inocencia, y mira la justicia; porque hay un remanente para el pacífico.

XV. Por tanto, hemos de adherirnos a los que practican la paz con la piedad, y no a los que desean la paz con disimulo. Porque Él dice en cierto lugar: Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí; y también: Bendicen con la boca, pero maldicen con su corazón. Y de nuevo Él dice: Le lisonjeaban con su boca, y con su lengua le mentían, pues sus corazones no eran rectos con él, ni se mantuvieron firmes en su pacto. Por esta causa, enmudezcan los labios mentirosos, y callen los que profieren insolencias contra el justo. Y de nuevo: Arranque Jehová todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente; a los que han dicho: Engrandezcamos nuestra lengua; nuestros labios son nuestros, ¿quién es señor sobre nosotros? A causa de la opresión del humilde y el gemido de los menesterosos, ahora me levantaré, dice Jehová; le pondré en seguridad; haré grandes cosas por él.

XVI. Porque Cristo está con los que son humildes de corazón y no con los que se exaltan a sí mismos por encima de la grey. El cetro [de la majestad] de Dios, a saber, nuestro Señor Jesucristo, no vino en la pompa de arrogancia o de orgullo, aunque podría haberlo hecho, sino en humildad de corazón, según el Espíritu Santo habló, diciendo: Porque dijo: ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Ya quién se ha revelado el brazo de Jehová? Lo anunciamos en su presencia. Era como un niño, como una raíz en tierra seca. No hay apariencia en Él, ni gloria. Y le contemplamos, y no había en Él apariencia ni hermosura, sino que su apariencia era humilde, inferior a la forma de los hombres. Era un hombre expuesto a azotes y trabajo, experimentado en quebrantos; porque su rostro estaba vuelto. Fue despreciado y desechado. Llevó nuestros pecados y sufrió dolor en lugar nuestro; y nosotros le consideramos herido y afligido. Y Él fue herido por nuestros pecados y afligido por nuestras iniquidades. El castigo de nuestra paz es sobre Él. Con sus llagas fuimos nosotros’ sanados. Todos nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su propio camino; y el Señor lo entregó por nuestros pecados. Y Él no abre su boca aunque es afligido. Como una oveja fue llevado al matadero; y como un cordero delante del trasquilador, es mudo y no abre su boca. En su humillación su juicio le fue quitado. Su generación ¿quién la declarará? Porque su vida fue cortada de la tierra. Por las iniquidades de mi pueblo he llegado a la muerte. Daré a los impíos por su sepultura, y a los ricos por su muerte; porque no obró iniquidad, ni fue hallado engaño en su boca. Y el Señor desea limpiarle de sus heridas. Si hacéis ofrenda por el pecado, vuestra alma verá larga descendencia. Y el Señor desea quitarle el padecimiento de su alma, mostrarle luz y moldearle con conocimiento, para justificar al Justo que es un buen siervo para muchos. Y Él llevará los pecados de ellos. Por tanto heredará a muchos, y dividirá despojos con los fuertes; porque su alma fue entregada a la muerte, y fue contado como los transgresores; y Él llevó los pecados de muchos, y por sus pecados fue entregado. Y de nuevo, Él mismo dice: Mas yo soy gusano y no hombre; oprobio de los hombres y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; tuercen los labios, menean la cabeza, diciendo: Esperó en el Señor, que le libre; sálvele, puesto que en él se complacía. Veis, queridos hermanos, cuál es el ejemplo que nos ha sido dado; porque si el Señor era humilde de corazón de esta manera, ¿qué deberíamos hacer nosotros; que por Él hemos sido puestos bajo el yugo de su gracia?

XVII. Iimitemos a los que anduvieron de un lugar a otro en pieles de cabras y pieles de ovejas, predicando la venida de Cristo. Queremos decir Elías y Eliseo y también Ezequiel, los profetas, y aquellos que han merecido un buen nombre. Abraham alcanzó un nombre excelente y fue llamado el amigo de Dios; y contemplando firmemente la gloria de Dios, dice en humildad de corazón: Pero yo soy polvo y ceniza. Además, también se ha escrito con respecto a Job: Y Job era justo y sin tacha, temeroso de Dios y se abstenía del mal. Con todo, él mismo se acusa diciendo: Ningún hombre está libre de inmundicia; no, ni aun si su vida dura sólo un día. Moisés fue llamado fiel en toda su casa, y por medio de su ministración Dios juzgó a Egipto con las plagas y los tormentos que les ocurrieron. Y él también, aunque altamente glorificado, no pronunció palabras orgullosas sino que dijo, al recibir palabra de Dios en la zarza: ¿Quién soy yo para que me envíes a mí? No, yo soy tardo en el habla y torpe de lengua. De nuevo dijo: Yo soy humo de la olla.

XVII. Pero, ¿qué diremos de David que obtuvo un buen nombre?, del cual dijo: He hallado a un hombre conforme a mi corazón, David, el hijo de Jsaí, con misericordia eterna le he ungido. También dijo David a Dios: Ten misericordia de mí, oh Dios, conforme a tu gran misericordia; y conforme. a la multitud de tus compasiones, borra mi iniquidad. Ltmpiame más aún de mi iniquidad, y lávame de mi pecado. Porque reconozco mi iniquidad, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra Ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tu vista; para que Tú seas justificado en tus palabras, y puedas vencer en tu alegación. Porque he aquí fui concebido en iniquidad, y en pecados me llevó mi madre. Porque he aquí Tú amas la verdad; Tú me has mostrado cosas oscuras y escondidas de tu sabiduría. Tú me rociarás con hisopo y seré limpiado. Tú me lavarás, y pasaré a ser más blanco que la nieve. Tú me harás oír gozo y alegría. Los huesos que han sido humillados se regocijarán. Aparta tu rostro de mis pecados, y borra todas mis iniquidades. Hazme un corazón limpio dentro de mí, oh Dios, y renueva un espíritu recto en mis entrañas. No me eches de tu presencia, y no me quites tu Santo Espíritu. Restáurame el gozo de tu salvación, y corrobórame con un espíritu de gobierno. Enseñaré tus caminos a los pecadores, y los impíos se convertirán a Ti. Líbrame de la culpa de sangre, oh Dios, Dios de mi salvación. Mi lengua se regocijará en tu justicia. Señor, tú abrirás mi boca, y mis labios declararán tu alabanza. Porque si Tú hubieras deseado sacrificio, te lo habría dado; de holocaustos enteros no te agradas. El sacrificio para Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado Dios no lo desprecia.

XIX. Así pues, la humildad y sumisión de tantos hombres y tan importantes, que de este modo consiguieron un buen nombre por medio de la obediencia, nos ha hecho mejores no sólo a nosotros, sino también a las generaciones que fueron antes que nosotros, a saber, las que recibieron sus palabras en temor y verdad. Viendo, pues, que somos partícipes de tantos hechos grandes y gloriosos, apresurémonos a volver al objetivo de la paz que nos ha sido entregado desde el principio, y miremos fijamente al Padre y Autor de todo el mundo, y mantengámonos unidos a sus excelentes dones de paz y beneficios. Contemplémosle en nuestra mente, y miremos con los ojos del alma su voluntad paciente y sufrida. Notemos cuán libre está de ira hacia todas sus criaturas.

XX. Los cielos son movidos según sus órdenes y le obedecen en paz. Día y noche realizan el curso que Él les ha asignado, sin estorbarse el uno al otro. El sol y la luna y las estrellas movibles dan vueltas en armonía, según Él les ha prescrito, dentro de los límites asignados, sin desviarse un punto. La tierra, fructífera en cumplimiento de su voluntad en las estaciones apropiadas, produce alimento que es provisión abundante para hombres y bestias y todas las criaturas vivas que hay en ella, sin disentir en nada, ni alterar nada de lo que Él ha decretado. Además, las profundidades inescrutables de los abismos y los inexpresables +estatutos+ de las regiones inferiores se ven constreñidos por las mismas ordenanzas. El mar inmenso, recogido por obra suya en un lugar, no pasa las barreras de que está rodeado; sino que, según se le ordenó, así lo cumple. Porque El dijo: Hasta aquí llegarás, y tus olas se romperán dentro de ti. El océano que el hombre no puede pasar, y los mundos más allá del mismo, son dirigidos por las mismas ordenanzas del Señor. Las estaciones de la primavera, el verano, el otoño y el invierno se suceden la una a la otra en paz. Los vientos en sus varias procedencias en la estación debida, cumplen su ministerio sin perturbación; y las fuentes de flujo incesante, creadas para el goce y la salud, no cesan de manar sosteniendo la vida de los hombres. Todas estas cosas el gran Creador y Señor del universo ordenó que se mantuvieran en paz y concordia, haciendo bien a todos, pero mucho más que al resto, a nosotros, los que nos hemos refugiado en las misericordias clementes de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria y la majestad para siempre jamás. Amén

XXI. Estad atentos, pues, hermanos, para que sus beneficios, que son muchos, no se vuelvan en juicio contra nosotros, si no andamos como es digno de El, y hacemos las cosas que son buenas y agradables a su vista, de buen grado. Porque Él dijo en cierto lugar: El Espíritu del Señor es una lámpara que escudriña las entrañas. Veamos cuán cerca está, y que ninguno de nuestros pensamientos o planes que hacemos se le escapa. Por tanto, es bueno que no nos apartemos de su voluntad. Es mejor que ofendamos a hombres necios e insensatos que se exaltan y enorgullecen en la arrogancia de sus palabras que no que ofendamos a Dios. Sintamos el temor del Señor Jesu[cristo], cuya sangre fue entregada por nosotros. Reverenciemos a nuestros gobernantes; honremos a nuestros ancianos; instruyamos a nuestros jóvenes en la lección del temor de Dios. Guiemos a nuestras mujeres hacia lo que es bueno: que muestren su hermosa disposición de pureza; que prueben su afecto sincero de bondad; que manifiesten la moderación de su lengua por medio del silencio; que muestren su amor, no en preferencias partidistas, sino sin parcialidad hacia todos los que temen a Dios, en santidad. Que nuestros hijos sean participantes de la instrucción que es en Cristo; que aprendan que la humildad de corazón prevalece ante Dios, qué poder tiene ante Dios el amor casto, que el temor de Dios es bueno y grande y salva a todos los que andan en él en pureza de corazón y santidad. Porque Él escudriña las intenciones y los deseos; su aliento está en nosotros, y cuando Él se incline a hacerlo, lo va a quitar.

XXII. Ahora bien, todas estas cosas son confirmadas por la fe que hay en Cristo; porque Él mismo, por medio del Espíritu Santo, nos invita así: Venid a mí, hijos, escuchadme y os enseñaré el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que desea vida, que busca muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz, y corre tras ella. Los ojos de Jehová están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones. Pero el rostro del Señor está sobre los que hacen mal, para destruir su recuerdo de la tierra. Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias. Muchos son los males del justo, y de todos ellos le librará Jehová. Y también: Muchos dolores habrá para el pecador, mas al que espera en Jehová le rodeará la misericordia.

XXIII. El Padre, que es compasivo en todas las cosas, y dispuesto a hacer bien, tiene compasión de los que le temen, y con bondad y amor concede sus favores a aquellos que se acercan a Él con sencillez de corazón. Por tanto, no seamos indecisos ni consintamos que nuestra alma se permita actitudes vanas y ociosas respecto a sus dones excelentes y gloriosos. Que no se nos aplique este pasaje de la escritura que dice: Desventurado el de doble ánimo, que duda en su alma y dice: Estas cosas oímos en los días de nuestros padres también, y ahora hemos llegado a viejos, y ninguna de ellas nos ha acontecido. Insensatos, comparaos a un árbol; pongamos una vid. Primero se le caen las hojas, luego sale un brote, luego una hoja, luego una flor, más tarde un racimo agraz, y luego un racimo maduro. Como veis, en poco tiempo el fruto del árbol llega a su sazón. Verdaderamente pronto y súbitamente se realizará su voluntad, de lo cual da testimonio también la escritura, al decir: Su hora está al caer, y no se demorará; y el Señor vendrá súbitamente a su templo; el Santo, a quien vosotros esperáis.

XXIV. Entendamos, pues, amados, en qué forma el Señor nos muestra continuamente la resurrección que vendrá después; de la cual hizo al Señor Jesucristo las primicias, cuando le levantó de los muertos. Consideremos, amados, la resurrección que tendrá lugar a su debido tiempo. El día y la noche nos muestran la resurrección. La noche se queda dormida, y se levanta el día; el día parte, y viene la noche. Consideremos los frutos, cómo y de qué manera tiene lugar la siembra. El sembrador sale y echa sobre la tierra cada una de las semillas, y éstas caen en la tierra seca y desnuda y se descomponen; pero entonces el Señor en su providencia hace brotar de sus restos nuevas plantas, que se multiplican y dan fruto.

XXV. Consideremos la maravillosa señal que se ve en las regiones del oriente, esto es, en las partes de Arabia. Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie, vive quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de morir, se hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual entra en la plenitud de su tiempo, y muere. Pero cuando la carne se descompone, es engendrada cierta larva, que se nutre de la humedad de la criatura muerta y le salen alas. Entonces, cuando ha crecido bastante, esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar llamado la Ciudad del Sol; y en pleno día, y a la vista de todos, volando hasta el altardel Sol, los deposita allí; y una vez hecho esto, emprende el regreso. Entonces los sacerdotes examinan los registros de los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han cumplido los quinientos años.

XXVI. ¿Pensamos, pues, que es una cosa grande y maravillosa si el Creador del universo realiza la resurrección de aquellos que le han servido con santidad en la continuidad de una fe verdadera, siendo así que Él nos muestra incluso por medio de un ave la magnificencia de su promesa? Porque Él dice en cierto lugar: Y tú me levantarás, y yo te alabaré; y: Me acosté y dormí, y desperté; porque Tú estabas conmigo. Y también dice Job: Tú levantarás esta mi carne, que ha soportado todas estas cosas.

XXVII. Con esta esperanza, pues, que nuestras almas estén unidas a Aquel que es fiel en sus promesas y recto en sus juicios. El que manda que no se mienta, con mayor razón no mentirá; porque nada es imposible para Dios, excepto el mentir. Por tanto, que nuestra fe en Él se enardezca dentro de nosotros, y comprendamos que todas las cosas están cercanas para Él. Con una palabra de su majestad formó el universo; y con una palabra puede destruirlo. Quién le dirá: ¿Qué has hecho?; o ¿quién resistirá el poder de su fuerza? Cuando quiere, y si quiere, puede hacer todas las cosas; y ni una sola cosa dejará de ocurrir de las que Él ha decretado. Todas las cosas están ante su vista, y nada se escapa de su control, puesto que Los cielos declaran la gloria de Dios, y el firmamento proclamo la obra de sus manos. Un día da palabra al otro día, y la noche proclama conocimiento á la otra noche; y no hay palabras ni discursos ni se oye voz alguna.

XXVIII. Siendo así, pues, que todas las cosas son vistas y oídas, tengámosle temor, y abandonemos todos los deseos abominables de las malas obras, para que podamos ser protegidos por su misericordia en los juicios futuros. Porque, ¿adónde va a escapar cualquiera de nosotros de su mano fuerte? ¿Y qué mundo va a recibir a cualquiera que deserta de su servicio? Porque la santa escritura dice en cierto lugar: ¿Adónde iré, y dónde me esconderé de tu presencia? Si asciendo a los cielos, allí estás tú; si voy a los confines más distantes de la tierra, allí está tu diestra; y si me escondo en las profundidades, allí está tu Espíritu. ¿Adónde, pues, podrá uno esconderse, adónde podrá huir de Aquel que abarca todo el universo?

XXIX. Por tanto, acerquémonos a Él en santidad de alma, levantando nuestras manos puras e inmaculadas a Él, con amor hacia nuestro Padre bondadoso y compasivo, el cual ha hecho de nosotros su porción elegida. Porque está escrito: Cuando el Altísimo dividió a las naciones, cuando dispersó a los hijos de Adán, estableció los límites de las naciones según el número de los ángeles de Dios. Su pueblo Jacob pasó a ser la porción del Señor, e Israel la medida de su herencia. Y en otro lugar dice: He aquí, el Señor toma para sí una nación de entre las naciones como un hombre toma las primicias de su era; y el lugar santísimo saldrá de esta nación.

XXX. Viendo, pues, que somos una porción especial de un Dios santo, hagamos todas las cosas como corresponde a la santidad, abandonando las malas palabras, intereses impuros y abominables, borracheras y tumultos y concupiscencias detestables, adulterio abominable, orgullo despreciable; porque Dios (dice la Escritura) resiste al orgulloso y da gracia al humilde. Por tanto mantengámonos unidos a aquellos a quienes Dios da gracia. Vistámonos según corresponde, siendo humildes de corazón y templados, apartándonos de murmuraciones y habladurías ociosas, siendo justificados por las obras y no por las palabras. Porque Él dice: El que habla mucho, tendrá que oír mucho también. ¿Cree que es justo el que habla mucho? Bienaventurado es el nacido de mujer que vive corto tiempo. No seas abundante en palabras. Que nuestra alabanza sea de Dios, no de nosotros mismos; porque Dios aborrece a los que se alaban a sí mismos. Que el testimonio de que obramos bien lo den los otros, como fue dado de nuestros padres que eran justos. El atrevimiento, la arrogancia y la audacia son para los que son malditos de Dios; pero la paciencia y la humildad y la bondad convienen a los que son benditos de Dios.

XXXI. Por tanto acojámonos a su bendición y veamos cuáles son las formas de bendición. Estudiemos los datos de las cosas que han sucedido desde el comienzo. ¿Por qué fue bendecido nuestro padre Abraham? ¿No fue debido a que obró justicia y verdad por medio de la fe? Isaac, con confianza, como conociendo el futuro, fue llevado a un sacrificio voluntario. Jacob con humildad partió de su tierra a causa de su hermano, y fue a casa de Labán y le sirvió; y le fueron concedidas las doce tribus de Israel.

XXXII. Si alguno los considera uno por uno con sinceridad, comprenderá la magnificencia de los dones que Él nos concede. Porque de Jacob son todos los sacerdotes y levitas que ministran en el altar de Dios; de él es el Señor Jesús con respecto a la carne; de él son reyes y gobernantes y soberanos de la línea de Judá; sí, y el resto de las tribus son tenidas en un honor no pequeño, siendo así que Dios prometió diciendo: Tu simiente será como las estrellas del cielo. Todos ellos fueron, pues, glorificados y engrandecidos, no por causa de ellos mismos o de sus obras, o sus actos de justicia que hicieron, sino por medio de su voluntad. Y así nosotros, habiendo sido llamados por su voluntad en Cristo Jesús, no nos justificamos a nosotros mismos,o por medio de nuestra propia sabiduría o entendimiento o piedad u obras que hayamos hecho en santidad de corazón, sino por medio de la fe, por la cual el Dios Todopoderoso justifica a todos los hombres que han sido desde el principio; al cual sea la gloria para siempre jamás. Amén.

XXXIII. ¿Qué hemos de hacer, pues, hermanos? ¿Hemos de abstenemos ociosamente de hacer bien, hemos de abandonar el amor? Que el Señor no permita que nos suceda tal cosa; sino apresurémonos con celo y tesón en cumplir toda buena obra. Porque el Creador y Señor del mismo universo se regocija en sus obras. Porque con su poder sumo Él ha establecido los cielos, y en susabiduría incomprensible los ha ordenado. Y la tierra Él la separó del agua que la rodeaba, y la puso firme en el fundamento seguro de su propia voluntad; y a las criaturas vivas que andan en ella Él les dió existencia con su ordenanza. Habiendo, pues, creado el mar y las criaturas vivas que hay en él, Él lo incluyó todo bajo su poder. Sobre todo, como la obra mayor y más excelente de su inteligencia, con sus manos sagradas e infalibles Él formó al hombre a semejanza de su propia imagen. Porque esto dijo Dios: Hagamos al hombre según nuestra imagen y nuestra semejanza. Y Dios hizo al hombre; varón y hembra los hizo Él. Habiendo, pues, terminado todas estas cosas, las elogió y las bendijo y dijo: Creced y multiplicaos. Hemos visto que todos los justos estaban adornados de buenas obras. Sí, y el mismo Señor, habiéndose adornado Él mismo con obras, se gozó. Viendo, pues, que tenemos este ejemplo, apliquémonos con toda diligencia a su voluntad; hagamos obras de justicia con toda nuestra fuerza.

XXXIV. El buen obrero recibe el pan de su trabajo con confianza, pero el holgazán y descuidado no se atreve a mirar a su amo a la cara. Es, pues, necesario que seamos celosos en el bien obrar, porque de Él son todas las cosas; puesto que Él nos advierte de antemano, diciendo: He aquí, el Señor, y su recompensa viene con él; y su paga va delante de él, para recompensar a cada uno según su obra. El nos exhorta, pues, a creer en Él de todo corazón, y a no ser negligentes ni descuidados en toda buena obra. Gloriémonos y confiemos en Él; sometámonos a su voluntad; consideremos toda la hueste de sus ángeles, cómo están a punto y ministran su voluntad. Porque la escritura dice: Diez millares de diez millares estaban delante de El, y millares de millares le servían; y exclamaban: Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos; toda la creación está llena de su gloria. Sí, y nosotros, pues, congregados todos concordes y con la intención del corazón, clamemos unánimes sinceramente para que podamos ser hechos partícipes de sus promesas grandes y gloriosas. Porque Él ha dicho: Ojo no ha visto ni oído ha percibido, ni ha entrado en el corazón del hombre, qué grandes cosas Él tiene preparadas para los que pacientemente esperan en Él.

XXXV. ¡Qué benditos y maravillosos son los dones de Dios, amados! ¡Vida en inmortalidad, esplendor en justicia, verdad en osadía, fe en confianza, templanza en santificación! Y todas estas cosas nosotros las podemos obtener. ¿Qué cosas, pues, pensáis que hay preparadas para los que esperan pacientemente en Él? El Creador y Padre de las edades, el Santo mismo, conoce su número y su hermosura. Esforcémonos, pues, para que podamos ser hallados en el número de los que esperan pacientemente en Él, para que podamos ser partícipes de los dones prometidos. Pero, ¿cómo será esto, amados? Si nuestra mente está fija en Dios por medio de la fe; si buscamos las cosas que le son agradables y aceptables; si realizamos aquí las cosas que parecen bien a su voluntad infalible y seguimos el camino de la verdad, desprendiéndonos de toda injusticia, iniquidad, avaricia, contiendas, malignidades y engaños, maledicencias y murmuraciones, aborrecimiento a Dios, orgullo y arrogancia, vanagloria e inhospitalidad. Porque todos los que hacen estas cosas son aborrecidos por Dios; y no sólo los que las hacen, sino incluso los que las consienten. Porque la escritura dice: Pero al pecador dijo Dios: ¿Por qué declaras mis ordenanzas, y pones mi pacto en tus labios? Tú aborreces mi enseñanza, y echaste mis palabras a tu espalda. Si ves a un ladrón, te unes a él, y con los adúlteros escoges tu porción. Tu boca multiplica maldades y tu lengua teje engaños. Te sientas y hablas mal de tu hermano, y contra el hijo de tu madre pones piedra de tropiezo. Tú has hecho estas cosas y guardas silencio. ¿Pensaste, hombre injusto, que yo sería como tú? Pero te redargüiré y las pondré delante de tus ojos. Entended, pues, estas cosas, los que os olvidáis de Dios, no sea que os desgarre como un león y no haya quien os libre. El sacrificio de alabanza me glorificará, y éste es el camino en que le mostraré la salvación de Dios.

XXXVI. Ésta es la manera, amados, en que encontramos nuestra salvación, a saber, Jesucristo el Sumo Sacerdote de nuestras ofrendas, el guardián y ayudador en nuestras debilidades. Fijemos nuestra mirada, por medio de Él, en las alturas de los cielos; por medio de Él contemplamos como en un espejo su rostro intachable y excelente; por medio de Él fueron abiertos los ojos de nuestro corazón; por medio de Él nuestra mente insensata y entenebrecida salta a la luz; por medio de Él el Señor ha querido que probemos el conocimiento inmortal; el cual, siendo el resplandor de su majestad, es muy superior a los ángeles, puesto que ha heredado un nombre más excelente que ellos. Porque está escrito: El que hace a sus ángeles espíritus y a sus ministros llama de fuego; pero de su Hijo el Señor dice esto: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. Pídeme y te daré a los gentiles por heredad, y los extremos de la tierra por posesión tuya. Y también le dice: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. ¿Quiénes son, pues, estos enemigos? Los que son malvados y resisten su voluntad.

XXXVII. Alistémonos, pues, hermanos, con toda sinceridad en sus ordenanzas intachables. Consideremos los soldados que se han alistado bajo nuestros gobernantes, de qué modo tan exacto, pronto y sumiso ejecutan las órdenes que se les dan. No todos son perfectos, ni jefes de millares, ni aun de centenares, ni de grupos de cmcuenta, etc.; sino que cada hombre en su propio rango ejecuta las órdenes que recibe del rey y de los gobernantes. Los grandes no pueden existir sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes. Hay una cierta mezcla en todas las cosas, y por ello es útil. Pongamos como ejemplo nuestro propio cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada; del mismo modo los pies sin la cabeza no son nada; incluso los miembros más pequeños de nuestro cuerpo son necesarios y útiles para el cuerpo entero; pero todos los miembros cooperan y se unen en sumisión, para que todo el cuerpo pueda ser salvo.

XXXVIII. Así que, en nuestro caso, que todo el cuerpo sea salvado en Cristo Jesús, y que cada hombre esté sometido a su prójimo, según la gracia especial que le ha sido designada. Que el fuerte no desprecie al débil; y el débil respete al fuerte. Que los ricos ministren a los pobres; que los pobres den gracias a Dios, porque Él les ha dado a alguno por medio del cual son suplidas sus necesidades. El que es sabio, dé muestras de sabiduría, no en palabras, sino en buenas obras. El que es de mente humilde, que no dé testimonio de sí mismo, sino que deje que su vecino dé testimonio de él. El que es puro en la carne, siga siéndolo, y no se envanezca, sabiendo que es otro el que le concede su continencia. Consideremos, hermanos, de qué materiales somos hechos; qué somos, y de qué manera somos, y cómo vinimos al mundo; que Él nos ha formado y moldeado sacándonos del sepulcro y la oscuridad y nos ha traído al mundo, habiendo preparado sus beneficios de antemano, antes incluso de que hubiéramos nacido. Viendo, pues, que todas estas cosas las hemos recibido de Él, debemos darle gracias por todo a Él, para quien sea la gloria para siempre jamás. Amén.

XXXIX. Los hombres insensatos, necios, torpes e ignorantes se burlan de nosotros, deseando ser ellos los que han de ser exaltados, según sus imaginaciones. Porque, ¿qué poder tiene un mortal? O ¿qué fuerza tiene un hijo de tierra? Porque está escrito: No había ninguna forma delante de mis ojos; y oí un aliento y una voz. ¿Qué, pues? ¿Será justo un mortal a la vista de Dios; o será un hombre intachable por sus obras; siendo así que Él no confía ni aun en sus siervos y aun halla faltas en sus ángeles? No. Y ni aun los cielos son puros ante sus ojos. ¡Cuánto más en los que habitan en casas de barro, del cual, o sea del mismo barro, nosotros mismos somosformados! Los quebrantó como la polilla. Porque no pueden valerse de sí mismos, y perecieron. El sopló sobre ellos y murieron, porque no tenían sabiduría. Pero tú da voces, por si alguno te obedece, o si ves a alguno de sus santos ángeles. Porque la ira mata al insensato, y la envidia al que se ha descarriado. Yo he visto al necio que echaba raíces y de repente su habitación fue consumida. Lejos estén sus hijos de la seguridad. Sean burlados en la puerta por personas inferiores, y no haya quien los libre. Porque las cosas preparadas para ellos se las comerá el justo; y ellos mismos no serán librados de males.

XL. Por cuanto estas cosas, pues, nos han sido manifestadas ya, y hemos escudriñado en las profundidades del conocimiento divino, deberíamos hacer todas las cosas en orden, todas las que el Señor nos ha mandado que hiciéramos a su debida sazón. Que las ofrendas y servicios que Él ordena sean ejecutados con cuidado, y no precipitadamente o en desorden, sino a su tiempo y sazón debida.Y donde y por quien Él quiere que sean realizados, Él mismo lo ha establecido con su voluntad suprema; que todas las cosas sean hechas con piedad, en conformidad con su beneplácito para que puedan ser aceptables a su voluntad. Así pues, los que hacen sus ofrendás al tiempo debido son aceptables y benditos, porque siguiendo lo instituido por el Señor, no pueden andar descaminados. Porque al sumo sacerdote se le asignan sus servicios propios, y a los sacerdotes se les asigna su oficio propio, y a los levitas sus propias ministraciones. El lego debe someterse a las ordenanzas para el lego.

XLI. Cada uno de nosotros, pues, hermanos, en su propio orden demos gracias a Dios, manteniendo una conciencia recta y sin transgredir la regla designada de su servicio, sino obrando con toda propiedad y decoro. Hermanos, los sacrificios diarios continuos no son ofrecidos en cualquier lugar, o las ofrendas voluntarias, o las ofrendas por el pecado y las faltas, sino que son ofrecidos sólo en Jerusalén. E incluso allí, la ofrenda no es presentada en cualquier lugar, sino ante el santuario en el patio del altar; y esto además por medio del sumo sacerdote y los ministros mencionados, después que la víctima a ofrecer ha sido inspeccionada por si tiene algún defecto. Los que hacen algo contrario a la ordenanza debida, dada por su voluntad, reciben como castigo la muerte. Veis, pues, hermanos, que por el mayor conocimiento que nos ha sido concedido a nosotros, en proporción, nos exponemos al peligro en un grado mucho mayor.

XLII. Los apóstoles recibieron el Evangelio para nosotros del Señor Jesucristo; Jesucristo fue enviado por Dios. Así pues, Cristo viene de Dios, y los apóstoles de Cristo. Por tanto, los dos vienen de la voluntad de Dios en el orden designado. Habiendo recibido el encargo, pues, y habiéndo sido asegurados por medio de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y confirmados en la palabra de Dios con plena seguridad por el Espíritu Santo, salieron a proclamar las buenas nuevas de que había llegado el reino de Dios. Y así, predicando por campos y ciudades, por todas partes, designaron a las primicias (de sus labores), una vez hubieron sido probados por el Espíritu, para que fueran obispos y diáconos de los que creyeran. Y esto no lo hicieron en una forma nueva; porque verdaderamente se había escrito respecto a los obispos y diáconos desde tiempos muy antiguos; porque así dice la escritura en cierto lugar: Y nombraré a tus obispos en justicia y a tus diáconos en fe.

XLIII. Y ¿de qué hay que sorprenderse que aquellos a quienes se confió esta obra en Cristo, por parte de Dios, nombraran ellos a las personas mencionadas, siendo así que el mismo bienaventurado Moisés, que fue un fiel siervo en toda su casa, dejó testimonio como una señal en los sagrados libros de todas las cosas que le fueron ordenadas? Y a él también siguió el resto de los profetas, dando testimonio juntamente con él de todas las leyes que fueron ordenadas por él. Porque Moisés, cuando aparecieron celos respecto al sacerdocio, y hubo disensSión entre las tribus sobre cuál de ellas estaba adornada con el nombre glorioso, ordenó a los doce jefes de las tribus que le trajeran varas, en cada una de las cuales estaba inscrito el nombre de una tribu. Y él las tomó y las ató y las selló con los sellos de los anillos de los jefes de las tribus y las puso en el tabernáculo del testimonio sobre la mesa de Dios. Y habiendo cerrado el tabernáculo, selló las llaves y lo mismo las puertas. Y les dijo: Hermanos, la tribu cuya vara florezca, ésta ha sido escogida por Dios para que sean sacerdotes y ministros para El. Y cuando vino la mañana, llamó a todo Israel, a saber, seiscientos mil hombres, y les mostró los sellos de los jefes de las tribus y abrió el tabernáculo del testimonio y sacó las varas. Y la vara de Aarón no sólo había brotado sino que había dado fruto. ¿Qué pensáis, pues, amados? ¿No sabía Moisés de antemano que esto era lo que pasaría? Sin duda lo sabía. Pero hizo esto para que no hubiera desorden en Israel, para que el nombre del Dios único y verdadero pudiera ser glorificado; a quien sea la gloria para siempre jamás. Amén.

XLIV. Y nuestros apóstoles sabían por nuestro Señor Jesucristo que habría contiendas sobre el nombramiento del cargo de obispo. Por cuya causa, habiendo recibido conocimiento completo de antemano, designaron a las personas mencionadas, y después proveyeron a continuación que si éstas durmieran, otros hombres aprobados les sucedieran en su servicio. A estos hombres, pues, que fueron nombrados por ellos, o después por otros de reputación, con el consentimiento de toda la Iglesia, y que han ministrado intachablemente el rebaño de Cristo, en humildad de corazón, pacíficamente y con toda modestia, y durante mucho tiempo han tenido buena fama ante todos, a estos hombres nosotros consideramos que habéis injustamente privado de su ministerio. Porque no será un pecado nuestro leve si nosotros expulsamos a los que han hecho ofrenda de los dones del cargo del obispado de modo intachable y santo. Bienaventurados los presbíteros que fueron antes, siendo así que su partida fue en sazón y fructífera: porque ellos no tienen temor de que nadie les prive de sus cargos designados. Porque nosotros entendemos que habéis expulsado de su ministerio a ciertas personas a pesar de que vivían de modo honorable, ministerio que ellos +habían respetado+ de modo intachable.

XLV. Contended, hermanos, y sed celosos sobre las cosas que afectan a la salvación. Habéis escudriñado las escnturas, que son verdaderas, las cuales os fueron dadas por el Espíritu Santo; y sabéis que no hay nada injusto o fraudulento escrito en ellas. No hallaréis en ellas que personas justas hayan sido expulsadas por hombres santos. Los justos fueron perseguidos, pero fue por los malvados; fueron encarcelados, pero fue por los impíos. Fueron apedreados como transgresores, pero su muerte fue debida a los que habían concebido una envidia detestable e injusta. Estas cosas las sufrieron y se comportaron noblemente. Porque, ¿qué diremos, hermanos? ¿Fue echado Daniel en el foso de los leones por los que temían a Dios? ¿O fueron Ananías y Azarías y Misael encerrados en el horno de fuego por los que profesaban adorar de modo glorioso y excelente al Altísimo? En ninguna manera. ¿Quiénes fueron los que hicieron estas cosas? Hombres abominables y llenos de maldad fueron impulsados a un extremo de ira tal que causaron sufrimientos crueles a los que servían a Dios con intención santa e intachable, sin saber que el Altísimo es el campeón y protector de los que en conciencia pura sirven su nombre excelente; al cual sea la gloria por siempre jamás. Amén. Pero los que sufrieron pacientemente en confianza heredaron gloria y honor, fueron ensalzados, y sus nombres fueron registrados por Dios en memoria de ellos para siempre jamás. Amén.

XLVI. A ejemplos semejantes, pues, hermanos, hemos de adherirnos también nosotros. Porque está escrito: Allégate a los santos, porque los que se allegan a ellos serán santificados. Y también dice el Señor en otro pasaje: Con el inocente te mostrarás inocente, y con los elegidos serás elegidos y con el ladino te mostrarás sagaz. Por tanto, juntémonos con los inocentes e íntegros; y éstos son los elegidos de Dios. ¿Por qué hay, pues, contiendas e iras y disensiones y facciones y guerra entre vosotros? ¿No tenemos un solo Dios y un Cristo y un Espíritu de gracia que fue derramado sobre nosotros? ¿Y no hay una sola vocación en Cristo? ¿Por qué, pues, separamos y dividimos los miembros de Cristo, y causamos disensiones en nuestro propio cuerpo, y llegamos a este extremo de locura, en que olvidamos que somos miembros los unos de los otros? Recordad las palabras de Jesús nuestro Señor; porque Él dijo: ¡Ay de este hombre; mejor sería para él que no hubiera nacido, que el que escandalice a uno de mis elegidos! Sería mejor que le ataran del cuello una piedra de molino y le echaran en el mar que no que trastornara a uno de mis elegidos. Vuestra división ha trastornado a muchos; ha sido causa de abatimiento para muchos, de duda para muchos y de aflicción para todos. Y vuestra sedición sigue todavía.

XLVII. Tomad la epístola del bienaventurado Pablo el apóstol. ¿Qué os escribió al comienzo del Evangelio? Ciertamente os exhortó en el Espíritu con respecto a él mismo y a Cefas y Apolos, porque ya entonces hacíais grupos. Pero el que hicierais estos bandos resultó en menos pecado para vosotros; porque erais partidarios de apóstoles que tenían una gran reputación, y de un hombre aprobado ante los ojos de estos apóstoles. Pero ahora fijaos bien quiénes son los que os han trastornado y han disminuido la gloria de vuestro renombrado amor a la hermandad. Es vergonzoso, queridos hermanos, sí, francamente vergonzoso e indigno de vuestra conducta en Cristo, que se diga que la misma Iglesia antigua y firme de los corintios, por causa de una o dos personas, hace una sedición contra sus presbíteros. Y este informe no sólo nos ha llegado a nosotros, sino también a los que difieren de nosotros, de modo que acumuláis blasfemias sobre el nombre del Señor por causa de vuestra locura, además de crear peligro para vosotros mismos.

XLVIII. Por tanto, desarraiguemos esto rápidamente, y postrémonos ante el Señor y roguémosle con lágrimas que se muestre propicio y se reconcilie con nosotros, y pueda restaurarnos a la conducta pura y digna que corresponde a nuestro amor de hermanos. Porque ésta es una puerta a la justicia abierta para vida, como está escrito: Abridme las puertas de justicia; para que pueda entrar por ellas y alabar al Señor. Esta es la puerta del Señor; por ella entrarán los justos. Siendo así que se abren muchas puertas, ésta es la puerta que es de justicia, a saber, la que es en Cristo, y son bienaventurados todos los que hayan entrado por ella y dirigido su camino en santidad y justicia, ejecutando todas las cosas sin confusión. Que un hombre sea fiel, que pueda exponer conocimiento profundo, que sea sabio en el discernimiento de las palabras, que se esfuerce en sus actos, que sea puro; tanto más ha de ser humilde de corazón en proporción a lo que parezca ser mayor; y ha de procurar el beneficio común de todos, no el suyo propio.

XLIX. Que el que ama a Cristo cumpla los mandamientos de Cristo. ¿Quién puede describir el vínculo del amor de Dios? ¿Quién es capaz de narrar la majestad de su hermosura? La altura a la cual el amor exalta es indescriptible. El amor nos une a Dios; el amor cubre multitud de pecados; el amor soporta todas las cosas, es paciente en todas las cosas. No hay nada burdo, nada arrogante en el amor. El amor no tiene divisiones, el amor no hace sediciones, el amor hace todas las cosas de común acuerdo. En amor fueron hechos peffectos todos los elegidos de Dios; sin amor no hay nada agradable a Dios; en amor el Señor nos tomó para sí; por el amor que sintió hacia nosotros, Jesucristo nuestro Señor dio su sangre por nosotros por la voluntad de Dios, y su carne por nuestra carne, y su vida por nuestras vidas.

L. Veis, pues, amados, qué maravilloso y grande es el amor, y que no hay manera de declarar su perfección. ¿Quién puede ser hallado en él, excepto aquellos a quienes Dios se lo ha concedido? Por tanto, supliquemos y pidamos de su misericordia que podamos ser hallados intachables en amor, manteniéndonos aparte de las facciones de los hombres. Todas las generaciones desde Adán hasta este día han pasado a la otra vida; pero los que por la gracia de Dios fueron perfeccionados en el amor residen en la mansión de los píos; y serán manifestados en la visitación del Reino de Dios. Porque está escrito: Entra en tus aposentos durante un breve momento, hasta que haya pasado mi indignación, y yo recordaré un día propicio y voy a levantaros de vuestros sepulcros. Bienaventurados somos, amados, si hacemos los mandamientos de Dios en conformidad con el amor, a fin de que nuestros pecados sean perdonados por el amor. Porque está escrito: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputará pecado, ni hay engaño en su boca. Esta declaración de bienaventuranza fue pronunciada sobre los que han sido elegidos por Dios mediante Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

LI. Respecto a todas nuestras transgresiones que hemos cometido por causa de las añagazas del adversario, roguemos para que nos sea concedido perdón. Sí, y también los que se hacen cabecillas de facciones y divisiones han de mirar a la base común de esperanza. Porque los que andan en temor y amor prefieren ser ellos mismos los que padecen sufrimiento más bien que sus prójimos; y más bien pronuncian condenación contra sí mismos que contra la armonía que nos ha sido entregada de modo tan noble y justo. Porque es bueno que un hombre confiese sus transgresiones en vez de endurecer su corazón, como fue endurecido el corazón de los que hicieron sedición contra Moisés el siervo de Dios; cuya condenación quedó claramente manifestada, porque descendieron al Hades vivos, y la muerte será su pastor. Faraón y sus huestes y todos los gobernantes de Egipto, sus carros y sus jinetes, fueron sumergidos en las profundidades del Mar Rojo, y perecieron, y ello sólo por la razón de que sus corazones insensatos fueron endurecidos después de las señales y portentos que habían sido realizados en la tierra de Egipto por la mano de Moisés el siervo de Dios.

LII. El Señor, hermanos, no tiene necesidad de nada. Él no desea nada de hombre alguno, sino que se confiese su Nombre. Porque el elegido David dijo: Confesaré al Señor y le agradará más que becerro con cuernos y pezuñas. Lo verán los oprimidos y se gozarán. Y de nuevo dice: Ofrece a Dios sacrificio de alabanza y paga tus votos al Altísimo; e invócame en el día de la angustia, y yo te libraré, y tú me glorificarás. Porque sacrificio a Dios es el espíritu quebrantado.

LIII. Porque, amados, conocéis las sagradas escrituras, y las conocéis bien, y habéis escudriñado las profecías de Dios. Os escribimos estas cosas, pues, como recordatorio. Cuando Moisés subió al monte y pasó cuarenta días y cuarenta noches en ayuno y humillación, Dios le dijo: Moisés, Moisés, desciende pronto de aquí, porque mi pueblo que tú sacaste de la tierra de Egipto ha cometido iniquidad; se han apartado rápidamente del camino que tú les mandaste; y se han hecho imágenes de fundición. Y el Señor le dijo: Te he dicho una y dos veces, este pueblo es duro de cerviz. Déjame que los destruya, y borraré su nombre de debajo del cielo, y yo haré de ti una nación grande y maravillosa y más numerosa que ésta. Y Moisés dijo: No lo hagas, Señor. Perdona su pecado, o bórrame también a ml del libro de los vivientes. ¡Oh, qué amor tan poderoso! ¡Oh, qué perfección insuperable! El siervo es osado ante su Señor; y pide perdón por la multitud, o pide que sea incluido él mismo con ellos.

LIV. ¿Quién hay, pues, noble entre vosotros? ¿Quién es compasivo? ¿Quién está lleno de amor? Que diga: si por causa de mí hay facciones y contiendas y divisiones, me retiro, me aparto adonde queráis, y hago lo que está ordenado por el pueblo: con tal que el rebaño de Cristo esté en paz con sus presbíteros debidamente designados. El que haga esto ganará para sí un gran renombre en Cristo, y será recibido en todas partes; porque la tierra es del Señor y suya es la plenitud de la misma. Esto es lo que han hecho y harán los que viven como ciudadanos de este reino de Dios, que no da motivo de arrepentirse de haberlo hecho.

LV. Pero para dar ejemplo a los gentiles también, muchos reyes y gobernantes, cuando acaece una temporada de pestilencia entre ellos, habiendo sido instruidos por oráculos, se han entregado ellos mismos a la muerte, para que puedan ser rescatados sus conciudadanos por medio de su propia sangre. Muchos se han retirado de sus propias ciudades para que no haya más sediciones. Sabemos que muchos entre nosotros se han entregado a la esclavitud, para poder rescatar a otros. Muchos se han vendido como esclavos y, recibido el precio que se ha pagado por ellos, han alimentado a otros. Muchas mujeres, fortalecidas por la gracia de Dios, han ejecutado grandes hechos. La bendita Judit, cuando la ciudad estaba sitiada, pidió a los ancianos que se le permitiera ir al campamento de los sitiadores. Y por ello se expuso ella misma al peligro y fue por amor a su país y al pueblo que estaba bajo aflicción; y el Señor entregó a Rolofernes en las manos de una mujer. No fue menor el peligro de Ester, la cual era perfecta en la fe, y se expuso para poder librar a las doce tribus de Israel cuando estaban a punto de perecer. Porque con su ayuno y su humillación suplicó al Señor omnisciente, el Dios de las edades; y Él, viendo la humildad de su alma, libró al pueblo por amor al cual ella hizo frente al peligro.

LVI. Por tanto, intercedamos por aquellos que están en alguna transgresión, para que se les conceda mansedumbre y humildad, de modo que se sometan, no ante nosotros, sino a la voluntad de Dios. Porque así el recuerdo compasivo de ellos por parte de Dios y los santos será fructífero para ellos y perfecto. Aceptemos la corrección y disciplina, por la cual nadie debe sentirse desazonado, amados. La admonición que nos hacemos los unos a los otros es buena y altamente útil; porque nos une a la voluntad de Dios. Porque así dice la santa palabra: Me castigó ciertamente el Señor, mas no me libró a la muerte. Porque el Señor al que ama reprende, y azota a todo hijo a quien recibe. Porque el justo, se dice, me castigará en misericordia y me reprenderá, pero no sea ungida mi cabeza por la +misericordia+ (óleo) de los pecadores. Y también dice: Bienaventurado es el hombre a quien Dios corrige, y no menosprecia la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la herida y él la vendará; él hiere y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará de la aflicción; y en la séptima no te tocará el mal. En el hambre te salvará de la muerte, y en la guerra te librará del brazo de la espada. Del azote de la lengua te guardará, y no tendrás miedo de los males que se acercan. De los malos y los injustos te reirás, y de las fieras no tendrás temor. Pues las fieras estarán en paz contigo. Entonces sabrás que habrá paz en tu casa; y la habitación de tu tienda no irá mal (fallará), y sabrás que tu descendencia es numerosa, y tu prole como la hierba del campo. Y llegarás al sepulcro maduro como una gavilla segada en sazón, o como el montón en la era, recogido a su debido tiempo. Como podéis ver, amados, grande es la protección de los que han sido disciplinados por el Señor; porque siendo un buen padre, nos castiga con miras a que podamos obtener misericordia por medio de su justo castigo.

EPÍSTOLA DE BERNABE

EPÍSTOLA DE BERNABE

Saludo

I 1. Salud en la paz, hijos e hijas, en el nombre del Señor que nos ha amado.

Motivo y objeto de la carta

2. Como sean tan grandes y ricas las justificaciones de Dios para con vosotros, yo me regocijo, sobre toda otra cosa y por todo extremo, en vuestros l)ienaVenturados y gloriosos espíritus, pues de Él habéis recibido la semilla plantada en vuestras almas, el don de la gracia espiritual.

3. Por lo cual, aun me congratulo más a mi mismo con la esperanza de salvarme, pues verdaderamente contemplo entre vosotros cómo el Señor, que es rico en caridad, ha derramado su Espíritu sobre vosotros. Hasta tal punto me conmovió, estando entre vosotros, vuestra vista tan anhelada.

4. Como quiera, pues, que estoy convencido y siento íntimamente que, habiéndoos muchas veces dirigido mi palabra, sé que anduvo conmigo el Señor en el camino de la justicia, y me veo también yo de todo punto forzado a amaros más que a mi propia vida, pues gran. de es la fe y la caridad que habita en vosotros por la esperanza de su vida; 5. considerando, digo, que de tomarme yo algún cuidado sobre vosotros para comunicaros alguna parte de lo mismo que yo he recibido, no ha de faltarme la recompensa por el servicio prestado a espiritus como los vuestros, me he apresurado a escribiros brevemente, a fin de que, juntamente con vuestra fe, tengáis perfecto conocimiento.

Síntesis de la vida cristiana

6. Ahora bien, tres son los decretos del Señor: la esperanza de la vida, que es principio y fin de nuestra fe, y la justicia, que es principio y fin del juicio; el amor de la alegría y regocijo, que son el testimonio de las obras de la justicia. 7. En efecto, el Dueño, por medio de sus profetas, nos dió a conocer lo pasado y lo presente y nos anticipó las primicias del goce de lo por venir. Y pues vemos que una tras otra se cumplen las cosas como Él las dijo, deber nuestro es adelantar, con más generoso y levantado espíritu, en su temor. 8. Por lo que a mí toca, no como un maestro, sino como Uno de entre vosotros, quiero poner a vuestra consideración unos pocos puntos, por los que os alegraréis en la presente situación.

Tiempos difíciles. Contra los sacrificios judíos

II 1. Como quiera, pues, que los días son malos y el poder está en manos del Activo mismo, deber nuestro es, atendiendo a nosotros mismos, inquirir las justificaciones del Señor.

2. Ahora bien, auxiliares de nuestra fe son el temor y la paciencia, y aliados nuestros la largueza de alma y la continencia.

3. Como estas virtudes estén firmes en todo lo atañedero al Señor santamente, regocíjanse con ellas la sabiduría, la inteligencia, la ciencia y el conocimiento.

4. En efecto, el Señor, por medio de todos sus profetas, nos ha manifestado que no tiene necesidad ni de sacrificios ni de holocaustos ni de ofrendas, diciendo en una ocasión:

5. ¿Qué se me da a mi de la muchedumbre de vuestros sacrificios?—dice el Señor—. Harto estoy de vuestros holocaustos y no quiero el sebo de vuestros corderos ni la sangre de los toros y machos cabríos, ni aun cuando vengáis a ser vistos de mí. Porque ¿quién requirió todo eso de vuestras manos? No quiero que volváis a pisar mi atrio. Si me trajereis la flor de la harina, es cosa vana; vuestro incienso es para mí abominación; vuestros novilunios y vuestros sábados no los soporto.

La ofrenda cristiana no hecha por mano de hombre

6. Ahora bien, todo eso lo invalidó el Señor, a fin de que la nueva ley de nuestro Señor Jesucristo, que no está sometida al yugo de la necesidad, tenga una ofrenda no hecha por mano de hombre. 7. Y así dice de nuevo a ellos: ¿Acaso fui yo quien mandé a vuestros padres, cuando salían de la tierra de Egipto, que me ofrecieran holocaustos y sacrificios? 8. ¿0 no fué más bien esto lo que les mandé, a saber: que ninguno de vosotros guarde en su corazón rencor contra su hermano y que no amarais el falso juramento?

9. Debemos, por tanto, comprender, no cayendo en la insensatez, la sentencia de la bondad de nuestro Padre, porque con nosotros habla, no queriendo que nosotros, andando extraviados al modo de aquéllos, busquemos todavía cómo acercarnos a Él. 10. Ahora bien, a nos otros nos dice de esta manera: Sacrificio para Dios es un corazón contrito; olor de suavidad al Señor, un corazón que glorifica al que le ha plasmado.

Debemos, por ende, hermanos, andar con toda diligencia en lo que atañe a nuestra salvación, no sea que el maligno, logrando infiltrársenos por el error, nos arroje, como la piedra de una honda, lejos de nuestra vida.

El ayuno acepto a Dios

III 1. Díceles, pues, otra vez acerca de estas cosas:

¿Para qué me ayunáis, de modo que hoy sólo se oyen los gritos de vuestra voz? No es éste el ayuno que yo me escogí—dice el Señor—no al hombre que humillo su alma. 2. Ni aun cuando dobléis como un aro vuestro cuello y vistáis de saco y os acostéis sobre ceniza, ni aun así lo llaméis ayuno aceptable.

3. A nosotros, empero, nos dice: He aquí el ayuno que me elegí—dice el Señor—: No al hombre que humilla su alma, sino: Desata toda atadura de iniquidad, rompe las cuerdas de los contratos violentos, despacha a los oprimidos en libertad y rasga toda escritura inicua. Rompe tu pan con los hambrientos y, si vieres a un desnudo, vístelo; recoge en tu casa a los sin techo; si vieres a un humilde, no le desprecies, ni te apartes de los de tu propia sangre. 4. Entonces tu luz romperá matinal, y tus vestidos resplandecerán rápidamente, y la justicia caminará delante de ti, y la gloria de Dios te cubrirá. 5. Entonces gritarás y Dios te escuchará; cuando aun estés hablando, dirá: Heme aquí presente, a condición que quites de ti la atadura y la mano levantada y la palabra de murmuración y des de corazón tu pan al hambriento y hayas lástima del alma humillada.

6. En conclusión, hermanos, mirando anticipadamente el Señor longánirne que el pueblo que preparó en su Amado había de creer con sencillez, anticipadamente nos lo manifestó todo, a fin de que no vayamos como prosélitos a estrellarnos en la ley de aquéllos.

Huyamos de toda maldad, porque se acerca el fin de los tiempos

IV 1. Así, pues, es preciso que, escudriñando muy despacio lo presente, inquiramos las cosas que pueden salvarnos. Huyamos, por ende, de modo absoluto de todas las obras dc la iniquidad, a fin de que jamás las obras de la iniquidad se apoderen de nosotros y aborrezcamos el extravío del tiempo presente, a fin de ser amados en el por venir. 2. No demos suelta a nuestra propia alma, de suerte que tenga poder para correr juntamente con los pecadores y los malvados, no sea que nos asemejemos a ellos. 3. El escándalo consumado está cerca, aquel del que está escrito, corno dice Henoch; pues el Dueño abrevió los tiempos y los días, a fin de que se apresure su Amado y venga a su heredad. 4. Además, el profeta dice así: Diez reinos reinarán sobre la tierra y tras ellos se levantará un rey pequeño que humillará de un golpe a tres reyes. 5. Igualmente, Daniel dice sobre lo mismo: Y vi la cuarta bestia, mala y fuerte, y más fiera que todas las otras bestias de la tierra, y cómo de ella brotaban diez cuernos y de ellos un cuerno pequeño, como un retoño, y cómo éste humilló de un golpe a tres de los cuernos mayores. 6. Ahora bien, obligación nuestra es comprender.

La alianza es nuestra

Además, os ruego una cosa, como uno de vosotros que soy y que particularmente os amo a todos más que a mi propia alma, y es que atendáis ahora a vosotros mismos y no os asemejéis a ciertas gentes, amontonando pecados a pecados, gentes que andan diciendo que la Alianza es de aquéllos y nuestra. Nuestra, ciertamente; pero aquéllos la perdieron en absoluto del modo que diré, después de haberla ya recibido Moisés. 7. Dice, en efecto, la Escritura: Y estaba Moisés en el monte, ayunando por espacio de cuarenta dias y de cuarenta noches, y recibió la Alianza de parte del Señor, las tablas de piedra, escritas por el dedo de la mano del Señor. 8. Mas, corno ellos se volvieron a los ídolos, la destruyeron. Dice, en efecto, el Señor de esta manera: Moisés, Moisés, baja a toda prisa, pues ha prevaricado tu pueblo, los que sacaste de la tierra de Egipto. Y Moisés lo entendió y arrojó de sus manos las dos tablas e hízose pedazos la Alianza de ellos, a fin de que la de su Amado, Jesús, quedara sellada en nuestro corazón en la esperanza de su fe.

No basta poseer la Alianza: La reprobación de Israel, aviso para el pueblo cristiano

9. Muchas cosas quería escribiros, no como maestro, sino comoo dice con quien gusta no faltar en lo que tenemos; de ahí que me apresuré a escribiros, aun siendo escoria vuestra. Por lo tanto, atendamos a los últimos días, pues de nada nos servirá todo el tiempo de nuestra fe, si ahora, en el tiempo inicuo y en los escándalos que están por venir, no resistimos como conviene a hijos de Dios, a fin de que el Negro no se nos infiltre.

10. Huyamos de toda vanidad; odiemos absolutamente las obras del mal camino. No viváis solitarios, replegados en vosotros mismos, como si ya estuvierais justificados, sino, reuniéndoos en un mismo lugar, inquirid juntos lo que a todos en común conviene.

11. Porque dice la Escritura: ¡Ay de los prudentes para si mismos y de los sabios ante sí mismos. Hagámonos espirituales, hagámonos templo perfecto para Dios. En cuanto esté en nuestra mano, meditemos el temor de Dios y luchemos por guardar sus mandamientos, a fin de regocijarnos en sus justificaciones.

12. El Señor juzgará al mundo sin acepción de personas: Cada uno recibirá conforme obró. Si el hombre fué bueno, su justicia marchará delante de él; si fuere malvado, la paga de su maldad irá también delante de él. 13. Recordémoslo, no sea que, echándonos a descansar como llamados, nos durmamos en nuestros pecados, y el príncipe malo, tomando poder sobre nosotros, nos empuje lejos del reino del Señor.

14. Además, hermanos mios, considerad este punto: cuando estáis viendo que, después de tantos signos y prodigios sucedidos en medio de Israel y que, sin embargo, han sido de este modo abandonados, andemos alerta, no sea que, como está escrito, nos encontremos muchos llamados y pocos escogidos.

La Gracia de la Redención

V 1. Porque el Señor soportó entregar su carne a la destrucción, a fin de que fuéramos nosotros purificados por la remisión de nuestros pecados, lo que se nos concede por la aspersión de su sangre. 2. Acerca de esto, efectivamente, está escrito, parte que se refiere a Israel, parte a nosotros, y dice así: Fué herido por nuestras iniquidades y debilitado por nuestros pecados: Con su llaga fuimos nosotros sanados. Fué conducido como oveja al matadero y como cordero estuvo mudo delante del que le trasquila.

3. Por tanto, tenemos deber de dar sobremanera gracias al Señor, porque nos dió a conocer lo pasado, nos instruyó acerca de lo presente y no estamos sin inteligencia para lo por venir. 4. Y así dice la Escritura: No se tienden injustamente las redes a los volátiles. Lo cual quiere decir que con razón se perderá el hombre que, teniendo conocimiento del camino de la justicia, se precipita a si mismo por el caniino de las tinieblas.

Por qué sufre el Señor en su carne

5. Consideremos, otrosí, este punto, hermanos míos: Si es cierto que el Señor se dignó padecer por nuestra alma, siendo como es Señor de todo el universo, a quien dijo Dios desde la constitución del mundo: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra, ¿cómo, digo, se dignó padecer bajo la mano de los hombres? Aprendedlo. 6. Los profetas, teniendo como tenían de Él la gracia, con miras a Él profetizaron. Ahora bien, Él, para destruir la muerte y mostrar la resurrección, toda vez que tenía que manifestarse en carne, 7. sufrió primero para cumplir la promesa a los padres, y luego, a par que se preparaba Él mismo para si un pueblo nuevo, para demostrar, estando sobre la tierra, que después de hacer Él mismo la resurrección, juzgará. 8. Por fin, predicó, enseñando a Israel y haciendo tan grandes prodigios y señales, con lo que le mostró su excesivo amor. 9. Y cuando se escogió a sus propios Apóstoles, los que habian de predicar su Evangelio, hombres ellos injustos respecto a la ley sobre todo pecado—a fin de mostrar que no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores—, entonces fué cuando puso de manifiesto que era Hijo de Dios. 10. Porque de no haber venido en carne, tampoco hubieran los hombres podido salvarse mirándole a Él. como quiera que mirando al sol, que al cabo está destinado a no ser, como obra que es de sus manos, no son capaces de fijar los ojos en sus rayos. 11. En conclusión, el Hijo de Dios vino en carne a fin de que llegara a su colmo la consumación de los pecados de quienes persiguieron de muerte a sus profetas. 12. Luego para ese fin sufrió. Dice Dios, en efecto, que la haga de su carne procede de ellos: Cuando hirieren a su propio pastor, entonces perecerán las ovejas del rebaño.

13. Ahora bien, Él mismo fué quien quiso así padecer, pues era preciso que sufriera sobre el madero. Dice, en efecto, el que profetiza acerca de Él: Perdona a mi alma de la espada. Y: Traspasa con un clavo mis carnes, porque las juntas de malvados se levantaron contra mi.

14. Y otra vez dice: He aquí que puse mi espalda para los azotes y mis mejillas para las bofetadas; pero mi rostro lo puse como una dura roca.

Preludios de la Pasión del Señor

VI 1. Ahora bien, ¿qué dice cuando hubo cumplido el mandamiento? ¿Quién es el que me juzga? Póngase frente a mí. ¿Quién es el que se justifica en mi presencia? Acérquese al siervo del Señor.

2. ¡Ay de vosotros, porque todos habéis de envejecer como un vestido y la polilla os consumirá. Y otra vez dice el profeta, una vez que fué puesto Jesús como roca fuerte para despedazamiento: Mira que voy a echar en los cimientos de Sión una piedra de mucho valor, escogida, angular, preciosa. 3. ¿Qué dice después? Y el que esperare en ella, vivirá para siempre. Luego ¿nuestra esperanza estriba sobre una piedra? De ninguna manera. Lo que significa es que el Señor puso su carne en fortaleza. Pues dice: Y púsome como una roca dura.

4. Pero dice de nuevo el profeta: La piedra que desecharon los constructores vino a ser cabeza de ángulo. Y otra vez dice: Este es el día grande y maravilloso que hizo el Señor.

5. Os escribo con demasiada sencillez, a fin de que entendáis, yo, que soy sólo barredura de vuestra caridad. 6. ¿Qué sigue, pues, diciendo el profeta? Me rodeó la junta de los malvados; cercáronme como abejas al panal. Y: Sobre mi vestidura echaron suerte.

7. Como quiera, pues, que había el Señor de manifestarse y sufrir en la carne, fué de antemano mostrada su pasión. Dice, en efecto, cl profeta contra Israel: ¡Ay dcl alma de ellos, pues han tramado designio malo contra si mismos! Atemos al justo, porque nos es molesto.

Nuestra renovación íntima, fruto de la Pasión del Señor

8. ¿Qué les dice el otro profeta, Moisés?

He aquí lo que dice el Señor Dios: Entrad en la tierra buena, que el Señor juró dar a Abraham, Isaac y Jacob, y poseedla en herencia, tierra que mana leche y miel.

9. ¿Qué dice el conocimiento? Aprendedlo: “Esperad —dice—en Jesús, que ha de manifestárseos en carne. El hombre, en efecto, no es sino un pedazo de tierra que sufre, pues de la haz de la tierra fué plasmado Adán. 10. Ahora bien, ¿qué quiere decir lo de tierra que mana leche y miel? Bendecido sea el Señor nuestro, hermanos, por haber puesto en nosotros sabiduría e inteligencia de sus secretos. El profeta, en efecto, nos pone una parábola del Señor. ¿Quién lo entenderá, sino el sabio e inteligente y que ama a su Señor? 11. Ahora bien, ello significa que, habiéndonos renovado por el perdón de nuestros pecados, hizo de nosotros una forma nueva, hasta el punto de tener un alma de niños, como que de veras nos ha plasmado Él de nuevo.

12. Y, en efecto, la Escritura dice de nosotros lo mismo que Dios dijo’a su Hijo: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra, y tenga imperio sobre las bestias de la tierra y sobre las aves del cielo y sobre los peces del mar. Y dijo después de contemplada la hermosa figura nuestra: Creced y multiplicaos y henchid la tierra. Todo eso a su Hijo.

13. Mas también te demostraré cómo nos lo dice a nosotros. La segunda creación la cumplió en los últimos tiempos, pues dice el Señor: He aquí que hago lo último como lo primero. Luego en relación con esto predicó el profeta: Entrad en la tierra que mana leche y miel y enseñorearos de ella.

14. Siguese, por tanto, que nosotros somos los plasmados de nuevo, al modo como, a su vez, lo dice en otro profeta: Mira—dice el Señor—que voy a quitar de éstos, es decir, de aquellos que antevió el Espíritu del Señor, los corazones de piedra y les meteré dentro corazones de carne. Y es que Él había de manifestarse en carne y habitar en nosotros.

15. Y, en efecto, hermanos míos, templo santo es para el Señor la morada de nuestro corazón. 16. Porque dice otra vez el Señor: ¿Y en qué seré visto por el Señor mi Dios y seré glorificado? Dice: Te confesaré en la reunión de mis hermanos y te cantaré himnos en medio de la congregacion de los santos. Luego nosotros somos los que introdujo en la tierra buena.

17. Pues ¿qué quiere decir la leche y la miel? Es que el niño se cría primero con miel y luego con leche; consiguientemente, de esta manera también nosotros, criados con la fe de la promesa y con la palabra divina, viviremos señoreando la tierra. 18. Ya lo dijo más arriba: Y crezcan y multipliquense y manden sobre los peces. Ahora bien, ¿quién es ahora capaz de mandar sobre la tierra o sobre los peces o sobre las aves del cielo? Porque debemos darnos cuenta que mandar es asunto de potestad. que implica dominar con imperio. 19. Ahora bien, si es cierto que ahora no se cumple eso, luego a nosotros se nos ha dicho cuándo se cumplirá: cuando también nosotros alcancemos punto tal de perfección que vengamos a ser herederos de la Alianza del Señor.

El Macho cabrío emisario, símbolo de la Pasión del Señor

VII 1. Asi, pues, considerad, hijos de la alegría, cómo el Señor bueno nos lo ha manifestado todo de antemano, para que sepamos a quién debernos alabar con acciones de gracia por todo. 2. Ahora bien, si el Hijo de Dios, Señor que es y que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, padeció para que su herida nos vivificara a nosotros, creamos que el Hijo de Dios no podía sufrir sino por causa nuestra. 3. Es más, clavado ya en la cruz, fué abrevado con vinagre y hiel. Escuchad cómo de antemano mostraron este pormenor los sacerdotes del templo. Como está escrito el precepto: El que no ayunare el ayuno, sea exterminado con muerte; la razón de mandarlo el Señor fué porque Él había de ofrecer en sacrificio por nuestros pecados el vaso del Espíritu y cumplir a la par la figura de Isaac ofrecido sobre el altar. 4. Ahora bien, ¿qué dice en el profeta? Y coman del macho cabrío ofrecido durante el ayuno por todos los pecados.

Atended cuidadosamente: Y coman los sacerdotes solos y todos el intestino sin lavar con vinagre. 5. ¿Con qué fin? “Pues vosotros sois los que me habéis de abrevar un día con hiel mezclado de vinagre, a mi, que he de ofrecer mi carne por los pecados de mi pueblo nuevo; comed vosotros solos, mientras el pueblo ayuna y se golpea el pecho en saco y ceniza.” Para demostrar que Él había de sufrir mucho de parte de ellos.

6. Atended a lo que mandó: Tomad dos machos cabrios, hermosos e iguales, y ofrecedlos en sacrificio, y tome al uno el sacerdote en holocausto. 7. ¿Y qué harán del otro? Maldito—dice la Escritura—es el otro. Atended cómo se manifiesta aquí la figura de Jesús: 8. Y escupidle todos y pinchadle y poned en torno a su cabeza la lana purpúrea y de este modo sea arrojado al desierto. Y cumplido esto, el que lleva el macho cabrío lo conduce al desierto, le quita la lana y la coloca sobre un arbusto llamado zarza, cuyos frutos solemos comer cuando los hallamos en el campo. De ahí resulta que sólo los frutos de la zarza son dulces.

9. Ahora bien, ¿qué quiere decir todo esto? Atended: El uno puesto sobre el altar y el otro maldecido. Y justamente el maldecido es el coronado; es que entonces, en aquel día, le verán llevando el manto de púrpura sobre su carne y dirán: “¿No es éste a quien nosotros un día crucificamos, después que le hubimos menospreciado, atravesado y escupido? Verdaderamente, éste era el que entonces decía ser el Hijo de Dios. 10. Porque ¿cómo semejante a aquél? Para esto dijo ser los machos cabrios semejantes, hermosos, iguales, para que, cuando le vean venir entonces, se espanten de la semejanza del macho cabrio. En conclusión, ahí tienes al macho cabrio, figura de Jesús, que tenía que sufrir.

11. ¿Y por qué motivo pone la lana en medio de las espinas? He ahí otra figura de Jesús puesta para la Iglesia; porque el que quiere coger la lana purpúrea, no tiene otro remedio que sufrir mucho por lo terrible que son las espinas, y tras la tribulación apoderarse de ella. “Así—dice el Señor—, los que quisieren verme y alcanzar mi reino, han de pasar por tribulaciones y sufrimientos antes de apoderarse de mí.”

La novilla roja y su simbolismo

VIII 1. ¿Y qué figura pensáis representa el que se mande a Israel ofrecer a los hombres que tienen peeados consumados una novilla y, después de sacrificada, quemarla completamente y tomar entonces los siervos la ceniza y depositarla en unos vasos, y poner sobre un madero la lana purpúrea y el hisopo (ahí tienes otra vez la figura de la cruz y la lana purpúrea), y de esta manera rocían los siervos uno por uno a todo el pueblo, a fin de purificarse de sus pecados? 2. Considerad cómo en sencillez nos lo dice a nosotros: El novillo es Jesús; los hombres pecadores que lo ofrecen son los que le condujeron a la muerte; después ya no son hombres, ya no es la gloria de los pecadores. 3. Los siervos que rocían son los que nos trajeron la buena noticia del perdón de nuestros pecados y la purificación del corazón; aquéllos, digo, a quienes dió el Señor el poder del Evangelio, los cuales eran doce para testimonio de las tribus (pues doce son las tribus de Israel), para pregonarlo. 4. Mas ¿por qué motivo son tres los siervos que rocían? Para atestiguar que Abraham, Isaac y Jacob son grandes delante de Dios. 5. ¿Y qué significa que la lana se ponga sobre el madero? Que el reino de Jesús está sobre el madero y que los que esperen en Él vivirán para siempre. 6. Mas ¿por qué se ponen juntos la lana y el hisopo? Porque en su reino habrá días malos y sucios, en que nosotros nos salvaremos, pues el que padece en su carne se cura por el jugo del hisopo. 7. Y por eso, las cosas así practicadas resultan claras para nosotros; para aquellos, en cambio, siguen oscuras por no haber oído la voz del Señor.

La verdadera circuncisión: la de los oídos y la del corazón

IX 1. En efecto, dice otra vez sobre los oídos, cómo circuncidó nuestro corazón. Dice el Señor en el profeta: En oído de oreja me obedecieron. Y otra vez dice: Con oído oirán los que están lejos, y conocerán lo que yo hice. Y: Circuncidad—dice el Señor—vuestros corazones. 2. Y otra vez dice: Escucha, Israel, porque esto dice el Señor Dios tuyo. Y de nuevo el Espíritu del Señor profetiza: ¿Quién es el que quiere vivir para siempre? Con oído oiga la voz de mi siervo. 3. Y otra vez dice: Escucha, cielo, y tú, tierra, presta oídos, porque el Señor ha hablado esto para testimonio. Y dice de nuevo: Oíd la voz del Señor, príncipes de este pueblo. Y dice otra vez: Escuchad, liijos, la voz que grita en el desierto.

4. En conclusión, circuncidó nuestros oídos, a fin de que, oída la palabra, creamos nosotros. Por lo demás, la misma circuncisión, en que ponen su confianza, está anulada; porque el Señor habló de que se practicara una circuncisión, pero no de la carne. Mas ellos transgredieron su mandamiento, pues un ángel malo los engañó. 5. Díceles a ellos: Esto dice el Señor Dios nuestro (aquí hallo yo el mandamiento): No sembréis sobre las espinas; circuncidaos para vuestro Señor. ¿Y qué quiere decir: Circuncidad la dureza de vuestro corazón y no endurezcáis vuestro cuello? Toma ahora, otrosí: He aquí—dice el Señor—que todas las naciones son incircuncisas de prepucio; mas este pueblo es incircunciso de corazón.

6. Pero diréis: Es que el pueblo se circuncida para sello. Mas también—te contestaré—se circuncidan los sirios y los árabes y todos los sacerdotes de los ídolos; finalmente, también los egipcios usan la circuncision.

7. Así, pues, hijos del amor, aprended Copiosamente acerca de todo esto: Abraham, que fué el primero en practicar la circuncisión, circuncidó a los de su casa mirando anticipadamente en espíritu hacia Jesús, tomando los símbolos de tres letras. 8. Dice, en efecto, la Escritura: Y circuncidó Abraham de su casa a trescientos dieciocho hombres. Ahora bien, ¿cuál es el conocimiento que le fué dado? Atended que pone primero los dieciocho y, hecha una pausa, los trescientos. El dieciocho se compone de la I, que vale diez, y la H, que representa ocho. Ahí tienes el nombre de IHSOUS. Mas como la cruz había de tener la gracia en la figura de la T, dice también los trescientos. Consiguientemente, en las dos primeras letras significa a Jesús, y en otra, la cruz. 9. Sábelo Aquel que pone en nosotros la dádiva ingénita de su enseñanza: Nadie aprendió de mí más genuina palabra; pero yo sé que vosotros sois dignos de ello.

Los animales impuros y su simbolismo

X 1. Y lo que Moisés dijo: No comeréis cerdo ni águila, ni gavilán ni cuervo, ni pez alguno que no tenga escamas, no es sino que tomó tres símbolos en inteligencia. 2. Por lo demás, díceles en el Deuteronomio: Y estableceré con este pueblo mío justificaciones. Luego no está el mandamiento del Señor en no comer, sino que Moisés habló en espíritu.

3. Ahora bien, el cerdo lo dijo por lo siguiente: “No te juntarás—dice—-con hombres tales que son semejantes a los cerdos; es decir, que cuando lo pasan prósperamente, se olvidan del Señor, y cuando se ven necesitados, reconocen al Señor, al modo que el cerdo, cuando come, no sabe de su señor; mas cuando tiene hambre, gruñe y, una vez que toma su comida, vuelve a callar.

4. Tampoco comerás el águila, ni el gavilán, ni el milano, ni el cuervo. No te juntarás—dice—ni te asemejarás a hombres tales, que no saben produrarse el alimento por medio del trabajo y del sudor, sino que arrebatan en su iniquidad lo ajeno, y acechan como si anduvieran en sencillez, y miran por todas partes a quién despojar por medio de su avaricia, al modo que estas aves son las únicas que no se procuran a si mismas su alimento, sino que, posadas ociosamente, buscan la manera de devorar las carnes ajenas, siendo perniciosas por su maldad.

5. Y no comerás—dice—la morena ni el pólipo ni la sepia. No te asemejarás—díce, juntándote con ellos, a hombres tales, que son impíos hasta el cabo y están ya condenados a muerte, al modo que estos peces, que son los únicos maldecidos, se revuelcan en el fondo del mar y no nadan como los otros, sino que habitan en la tierra del fondo.

6. Mas tampoco comerás liebre. ¿Por qué? No serás corruptor ni te asemejarás a los tales. Porque la liebre multiplica cada año su ano, pues cuantos años vive, tantos agujeros tiene.

7. Mas tampoco comerás la hiena. No serás—dice— adúltero ni corruptor, ni te asemejarás a los tales: ¿Por qué? Porque este animal cambia cada año de sexo y una vez se convierte en macho y otra en hembra.

8. Mas también tuvo razón de abominar de la ardilla. No serás—dice—tal cuales oímos que son los que cometen, por la impureza, iniquidad en su boca, ni te unirás con las mujeres impuras que cometen la iniquidad en su boca. Porque este animal concibe por la boca.

9. En conclusión, tomando Moisés tres símbolos so bre los ahimentos, así habló en espiritu mas ellos lo entendieron, conforme al deseo de la carne, como si se tratara de la comida. 10. De esos tres mismos símbolos toma también David conocimiento, y dice igualmente: Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de impíos, al modo como peces nadan entre tinieblas en las profundidades del mar; y en el camino de los pecadores no se detuvo, al modo de algunos que aparentan temer al Señor y pecan como el cerdo, y sobre silla de Pestilencia no sesentó, al modo de las aves apostatadas para la rapiña. Ahí tenéis perfectamente lo que atañe a la comida.

11. Dice otra vez Moisés: Comerás todo animal de pezuña partida y que rurnia. ¿Qué quiere decir? El que toma el alimento, conoce al que le alimenta y, refocilando en él, parece alegrarse. Bellamente lo dijo con miras al mandamiento. ¿Qué es, pues, lo que dice? Juntaos con los que temen al Señor, con los que meditan en su corazón el precepto de la palabra que recibieron, con los que hablan y observan las justificaciones del Señor, con los que saben que la meditación es obra de alegría y rumian la palabra del Señor.

¿Y qué significa la pezuña partida? Que el justo camina en este mundo y juntamente espera el siglo santo. Mirad cuán hermosamente legisló Moisés. 12. Mas ¿de dónde pudiera venirles a aquéllos entender y comprender estas cosas? Mas nosotros, entendiendo, como es justo, los mandamientos, hablamos tal como quiso el Señor; pues para que esto entendamos, circuncidó nuestros oídos y corazones.

Los simbolos del bautizmo y la cruz

XI 1. Mas inquiramos si tuvo el Señor interés en manifestarnos anticipadamente algo acerca del agua y de la cruz. Ahora bien, acerca del agua se dice contra Israel cómo no habían de aceptar el bautismo, que trae la remisión de los pecados, sino que se construirían otros lavatorios para sí mismos. 2. Dice, en efecto, el profeta: Pásmate, oh cielo, y ericese aún más sobre esto la tierra: Dos males ha hecho mi pueblo: A mi me abandonaron, fuente de vida, y para sí se cavaron pozo de muerte. 3. ¿Acaso es una roca desierta mi monte santo de Sinaí? Porque seréis como los polluelos de un ave, que se echan a volar cuando se les quita el nido.

4. Y otra vez dice el profeta: Yo mandaré delante dc ti, y allanaré las montañas, y haré pedazos las puertas de bronce y añicos los cerrojos de hierro, y te daré tesoros sombríos, escondidos, invisibles, para que sepas que yo soy el Señor. Y: Habitará en la cueva elevada de la peña fuerte. 5. Y: El agua suya, fiel; veréis al rey con gloria y vuestra alma meditará el temor del Señor. 6. Y de nuevo dice en otro profeta: El que esto hiciere, será como árbol plantado a par de la corriente de las aguas, que dará su fruto a debido tiempo, y su hoja no caerá, y todo cuanto hiciere prosperará. 7. No así los impíos, no así, sino como el tamo, que esparce el viento de sobre la haz de la tierra. Por lo cual, no se levantarán los impíos en el juicio, ni los pecadores en el consejo de los justos; porque el Señor conoce el camino de los justos y perecerá el camino de los impíos.

8. Daos cuenta cómo definió en uno el agua y la cruz. Pues lo que dice es esto: Bienaventurados quienes, habiendo puesto su confianza en la cruz, bajaron al agua; porque su recompensa dice que será en el tiempo debido. Entonces—dice—daré la paga. Lo que luego añade sobre que las hojas no caerán significa que toda palabra que saliere de vuestra boca en fe y caridad, será para conversión y esperanza de muchos.

9. Además, otro profeta dice: Y era la tierra de Israel celebrada sobre toda otra tierra. Lo que quiere decir: El Señor glorifica el vaso de su Espíritu. 10. ¿Qué dice seguidamente? Y el río fluía por la derecha y brotaban de él hermosos árboles; y quien comiere de ellos vivirá para siempre. 11. Esto quiere decir que nosotros bajamos al agua rebosando pecados y suciedad, y subimos llevando fruto en nuestro corazón, es decir, con el temor y la esperanza de Jesús en nuestro espíritu. Y el que comiere de ellos, vivirá para siempre, quiere decir: quien escuchare, cuando se le hablan estas cosas, y las creyere, vivirá eternamente.

Los símbolos o figuras de la cruz

XII 1. De nuevo igualmente define acerca de la cruz en otro profeta, que dice: ¿Y cuándo se cumplirán estas cosas? Dice el Señor: Cuando el madero se incline y se levante y cuando del madero destilare sangre. Ahí tienes otra vez cómo se habla de la cruz y del que había de ser crucificado.

2. Otra vez habla también en Moisés, en ocasión en que Israel era combatido por los extranjeros; y para recordarles que eran derrotados porque a causa de sus pecados habían sido entregados a la muerte, el Espíritu inspira en el corazón de Moisés que fabricara una figura de la cruz y del que había de sufrir en ella; pues si no confiaren—dice—en Él, serán derrotados para siempre. Coloca, pues, Moisés arma sobre arma en medio del campamento y, poniéndose más alto que todos los demás, extendía sus brazos. Y de esta manera vencía de nuevo Israel. Luego, cuando los bajaba, otra vez eran pasados a cuchillo. 3. ¿Para qué fin? Para que conocieran que no podían salvarse, si no confiaban en Él. 4. Y otra vez dice en otro profeta: Todo el día extendí mis manos a un pueblo incrédulo y que contradice mi camino justo.

5. Y otra vez, en ocasión que Israel también caía, fabrica Moisés una figura de Jesús, figura de cómo Él tenía que padecer, y Él, otrosí, vivificar, cuando ellos creían que había perecido en el signo. En efecto, el Señor hizo que les mordieran toda clase de serpientes, y morían de sus mordeduras; serpientes, justamente, pues la transgresión en Eva se debió a la serpiente, para convencerlos de que por su transgresión serían entregados a tribulación de muerte. 6. En resolución, Moisés, que había establecido por mandamiento: No tendréis imagen esculpida ni fundida para Dios vuestro, la fabrica él mismo para mostrar una figura de Jesús. Así, pues, manda hacer Moisés una serpiente de bronce y la levanta gloriosamente y, a voz de pregón, convoca al pueblo.

7. Reunidos que estuvieron, suplicaban a Moisés que ofreciera oraciones por la curación de ellos. Y Moisés les respondió: Cuando alguno de vosotros—dice-—fuere mordido, venga a la serpiente colocada sobre el madero y confíe con viva fe que ella, aun siendo muerta, puede darle la vida y al punto quedará sano.” Ahí tienes otra vez, en estos nuevos símbolos, la gloria de Jesús, pues todo está en Él y todo es para Él.

Josué, David e Isaías, testigos de Jesús

8. ¿Qué dice, además, Moisés a Josué (o Jesús), hijo de Navé, profeta que era, después de ponerle este nombre, con el solo fin de que el pueblo oyera que el Padre lo pone todo patente acerca de su Hijo Jesús? 9. Dicele, pues, Moisés a Josué, hijo de Navé, después de ponerle este nombre, cuando lo mandó como explorador de la tierra: Toma un libro en tus manos y escribe lo que dice el Señor, a saber: que el Hijo de Dios arrancará de raíz, en los últimos días, a toda la casa de Arnalec.

10. He aquí otra vez a Jesús, no como hijo del hombre, sino como hijo de Dios, si bien manifestado por figura en la carne. Como quiera, pues, que habían de decir que Cristo es hijo de David, el mismo David, temiéndose y comprendiendo el extravío de los pecadores, profetiza y dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies. 11. Y a su vez, Isaías dice de esta manera: Dijo el Señor a mi Ungido Señor, a quien yo tomé de la diestra, para que delante de Él obedezcan las naciones, y romperé la fuerza de los reyes. Mira cómo David le llama Señor y no le llama hijo.

El pueblo cristiano, menor y segundogénito, heredero del Testamento

XIII 1. Mas veamos si es este pueblo o es el primero el que hereda, o si el Testamento nos pertenece a nosotros o a ellos. 2. Escuchad, pues, lo que sobre el pueblo cuenta la Escritura: Rogaba Isaac por Rebeca, su mujer, pues era estéril, y concibió. Luego: Salió Rebeca a consultar al Señor, y díjole el Señor: Dos naciones hay en tu vientre y dos pueblos en tu seno, y un pueblo sobre pujará a otro pueblo y el mayor servirá al menor. 3. Debéis pcrcataros de quién es Isaac y quién Rebeca y por quiénes da a entender la Escritura que este pueblo es mayor que aquél.

4. Y más claramente todavía habla Jacob en otra profecía a José, diciéndole: He aquí que no me defraudó el Señor de tu vista; tráeme acá tus hijos para bendecirlos. 5. Y llevó José a Efraín y Manasés, queriendo que fuera bendecido Manasés, pues era el mayor; y, en efecto, José le puso a la derecha de su padre Jacob. Mas Jacob vió en espíritu la figura dcl pueblo por venir. ¿Y qué dice la Escritura? Y mudó Jacob de sitio sus manos y puso su derecha sobre la cabeza de Efraín, el segundo y más joven, y le bendijo, y dijo José a Jacob: Cambia tu diestra sobre la cabeza de Manasés, pues es mi primogénito. Y respondió Jacob a José: Lo sé, hijo, lo sé; mas el mayor servirá al menor. Sin embargo, también estotro será bendecido. 6. Mirad por quién puso que este pueblo es el primero y el heredero de la Alianza. 7. Ahora bien, si, sobre lo dicho, también nos lo recordó por medio de Abraham, no tenemos ya más que pedir en orden al acabamiento y perfección de nuestro conocimiento. ¿Qué le dice, pues, el Señor a Abraham cuando, habiendo sido el único en creer, le fué contado a justicia? Mira que te he puesto a ti, Abraham, por padre de las naciones que han de creer en Dios por prepucio.

La nueva alianza por la redención de Jesús

XIV 1. Muy bien! Mas inquiramos si les dió la Alianza que juró a sus padres daria al pueblo. Diósela, ciertamente; mas ellos, por sus pecados, no se hicieron dignos de recibirla. 2. Dice, efectivamente, el profeta: Y estuvo Moisés ayunando en el monte Sinaí durante cuarenta días y cuarenta noches para recibir la Alianza del Señor. Y recibió Moisés de parte del Señor las dos tablas escritas por el dedo de la mano del Señor en espíritu. Y tomándolas Moisés, estaba para bajárselas al pueblo. 3. Y dijo el Señor a Moisés: Moisés, Moisés, baja a toda prisa, pues ha prevaricado tu pueblo, que sacaste de la tierra de Egipto. Y entendió Moisés que se habia otra vez fabricado imágenes de fundición y arrojó de sus manos las tablas, y se hicieron pedazos las tablas del Testamento del Señor.

4. Moisés, pues, recibió la Alianza; mas ellos no se hicieron dignos. Ahora bien ¿cómo la recibimos nosotros? Aprendedlo: Moisés la recibió como siervo que era; mas a nosotros nos la dió el Señor en persona para hacernos, habiendo sufrido por nosotros, pueblo de su herencia. 5. Manifestóse, por una parte, para que aquellos llegasen al colmo de sus pecados, y nosotros, por otra, recibiéramos la Alianza por medio del Señor Jesús, que la hereda; de Jesús, digo, que fué aparejado para que, apareciendo Él en persona y redimido que hubiera de las tinieblas nuestros corazones, consumidos que estaban por la muerte y entregados al extravío de la iniquidad, estableciera una Alianza entre nosotros por su palabra.

6. En efecto, escrito está cómo el Padre le pone mandamiento de que, redimido que nos hubiere a nosotros de las tinieblas, se prepare para sí un pueblo santo. 7. Dice, pues, el profeta: Yo, el Señor Dios tuyo, te llamé en justicia y te tomaré de tu mano y te fortaleceré; y te di para Alianza de un linaje y por luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos y sacar de sus cadenas a los trabados y de la casa de la custodia a los que se sientan entre tinieblas. Conozcamos, pues, de dónde fuiiiios rescatados.

8. Otra vez dice el profeta: Mira que te he puesto por luz de las naciones, para que tú seas salvación hasta los confines de la tierra. Así dice el Señor, el Dios que te ha rescatado.

9. Y de nuevo dice el profeta: El Espíritu del Señor sobre mí, / por lo cual me ha ungido, / para llevar a los humildes la buena noticia de la gracia; / me ha enviado a sanar a los triturados fe corazón, / a pregonar a los cautivos la libertad / y a los ciegos la recuperación de la vista, / a proclamar el año del Señor aceptable, / el día fe la recompensa, / a consolar a todos los que están tristes.

La verdadera santificación del sábado

XV 1. Pasando a otro punto, también acerca del sábado, se escribe en el decálogo, es decir, en las diez palabras que habló I)ios en el monte Sinaí a Moises cara a cara: Y santificad el sábado del Señor con manos limpias y corazón puro. 2. Y en otro lugar dice: Si mis hijos guardaren el sábado, entonces pondré sobre ellos mi misericordia. 3. Del sábado habla al principio de la creación: E hizo Dios en seis días las obras de sus manos y acabólas en el día séptimo, y descansó en él y lo santificó.

4. Atended, hijos, qué quiere decir lo de: Acabólos en seis días. Esto significa que en seis mil años consumará todas las cosas el Señor, pues un día es para Él mil años. Lo cual, Él mismo lo atestigua, diciendo: He aquí que el día del Señor será camo mil años. Por lo tanto, hijos, en seis días, es decir, en los seis mil años, se consumarán todas las cosas.

5. Y descansó en el día séptimo. Esto quiere decir: Cuando venga su hijo y destruya el siglo del inicuo y juzgue a los impíos y mudare el sol, la luna y las estrellas, entonces descansará de verdad en el día séptimo.

6. Y por contera dice: Lo santificarás con manos limpias y corazón puro. Ahora, pues, si pensamos que pueda nadie santificar, sin ser puro de corazón, el día que santificó Dios mismo, nos equivocamos de todo en todo. 7. consiguientemente, entonces por nuestro descanso lo santificaremos de verdad, cuando, justificados nosotros mismos y en posesión ya de la promesa, seremos capaces de santificarlo; es decir, cuando ya no exista la iniquidad, sino que nos hayamos vuelto todos nuevos por el Señor, entonces, si, santificados primero nosotros, podremos santificar el día séptimo.

8. Por último, les dice: Vuestros novilunios y vuestros sábados no los aguanto. Mirad cómo dice: No me son aceptos vuestros sábados dle ahora, sino el que yo he hecho, aquél en que, haciendo descansar todas las cosas, haré el principio de un día octavo, es decir, el principio de otro mundo. 9. Por eso justamente nosotros celebramos también el día octavo con regocijo, por ser día en que Jesús resucitó de entre los muertos y, después de manifestado, subió a los cielos.

El alma del cristiano, verdadero templo de Dios

XVI 1. Quiero también hablaros acerca del templo, cómo extraviados los miserables confiaron en el edificio y no en su Dios que los creo, como si aquél fuera la casa de Dios. 2. Pues, poco más o menos como los gentiles, le consagraron en el templo. Mas ¿cómo habla el Señor destruyéndolo? Aprendedlo : ¿Quién midio el cielo con el palmo y la tierra con el pulgar? ¿No he sido yo?—dice el Señor? —. El cielo es mi trono y la tierra escabel de mis pies: ¿Qué casa es ésa que me vais a edificar o cuál es el lugar de mi descanso? Luego ya os dais cuenta de que su esperanza es vana.

3. Y por remate, otra vez les dice: He aquí que los que han destruído este templo, ellos mismos lo edificarán. 4. Así está sucediendo, pues por haberse ellos sublevado, fué derribado el templo por sus enemigos, y ahora hasta los mismos siervos de sus enemigos lo van a reconstruir. 5. Además, ya estaba manifiesto cómo la ciudad, el templo y el pueblo de Israel había de ser entregado. Dice, en efecto, la Escritura: Y sucederá en los últimos días, y entregará el Señor las ovejas del rebaño y su majada y su torre a la destrucción. Y conforme habló el Señor, así sucedió.

6. Pues inquiramos si existe un templo de Dios: Existe, ciertamente, allí donde Él mismo dice que lo ha de hacer y perfeccionar. Está, efectivamente, escrito: Y será, cumplida la semana, que se edificará el templo de Dios gloriosamente en el nombre del Señor.

7. Hallo, pues, que existe un templo. ¿Cómo se edificará en el nombre del Señor? Aprendedlo. Antes de creer nosotros en Dios, la morada de nuestro corazón era corruptible y flaca, como templo verdaderamente edificado a mano, pues estaba llena de idolatría y era casa de demonios, porque no hacíamos sino cuanto era contrario a Dios. 8. Mas se edificará en el nombre del Señor. Atended a que el templo del Señor se edifique gloriosamente. ¿De qué manera? Aprendedlo. Después de recibido cl perdón de los pecados, y por nuestra esperanza en el Nombre, fuimos hechos nuevos, creados otra vez desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamente en nosotros, en la morada de nuestro corazón. 9. ¿De qué manera? Porque en nosotros mora la palabra de su fe, el llamamiento de su promesa, la sabiduría dc sus justificaciones, los mandamientos de su doctrina; profetizando Él mismo en nosotros, morando Él en persona dentro de nosotros, abriéndonos la puerta del templo, es decir, nuestra boca; dándonos penitencia, nos introduce a nosotros, que estábamos esclavizados por la muerte, en el templo incorruptible. 10. Y es así que quien desea salvarse no mira a un hombre, sino al que mora y habla dentro de sí, maravillado de no haber oído jamás antes las palabras de la boca de quien hablaba y no tener él siquiera deseo de escucharle. Este es templo espiritual que se edifica para el Señor.

Recapitulación

XVII 1. En cuanto cabía en lo posible y sencillo manifestároslo, mi alma confía que por mi deseo nada he omitido de cuanto atañe a vuestra salvación. 2. En efecto, si os escribo acerca de lo presente o de lo por venir, me temo no me entendáis, por ser cosas envueltas en parábolas. Y de esto basta.

Los dos caminos

XVIII 1. Pues pasemos también a otro género de conocimiento y doctrina. Dos caminos hay de doctrina y de potestad, el camino de la luz y el camino de las tinieblas. Ahora bien, grande es la diferencia que hay entre los dos caminos. Porque sobre el uno están apostados los ángeles de Dios, portadores de luz; sobre el otro, los ángeles de Satanás. 2. Y el uno es Señor desde los siglos y hasta los siglos; el otro es el príncipe del presente siglo de la iniquidad.

Descripción del camino

XIX 1. Ahora bien, el camino de la luz es como sigue: Si alguno quiere andar su camino hacia el lugar determinado, apresúrese por medio de sus obras. Ahora bien, el conocimiento que nos ha sido dado para caminar en él es el siguiente: 2. Amarás a Aquel que te creó, temerás al que te formó, glorificarás al que te redimió de la muerte. Serás sencillo de corazón y rico de espíritu. No te juntarás con los que andan por el camino de la muerte, aborrecerás todo lo que no es agradable a Dios, odiarás toda hipocresía, no abandonarás los mandamientos del Señor.

3. No te exaltarás a ti mismo, sino que serás humilde en todo. No te arrogarás a ti mismo la gloria. No tomarás mal consejo contra tu prójimo. No consentirás a tu alma la temeridad.

4. No fornicarás, no cometerás adulterio, no corromperas a los jóvenes. Cuando hables la Palabra de Dios, que no salga de tu boca cón la impureza de algunos. No mirarás la persona para reprender a cualquiera de su pecado. Serás manso, serás tranquilo, serás temeroso de las palabras que has oído. No le guardarás rencor a tu hermano.

5. No vacilarás sobre si será o no será. No tomes en vano el nombre de Dios. Amarás a tu prójimo más que a tu propia vida. No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni, una vez nacido, le quitarás la vida. No levantes tu mano de tu hijo o de tu hija, sino que, desde su juventud, les enseñarás el temor del Señor.

6. No serás codicioso de los bienes de tu prójimo, no serás avaro. Tampoco te juntarás de buena gana con los altivos, sino que tu trato será con los humildes y justos. Los acontecimientos que te sucedieren los aceptarás como bienes, sabiendo que sin la disposición de Dios nada sucede.

7. No serás doble ni de intención ni de lengua. Te someterás a tus amos, como a imagen de Dios, con reverencia y temor. No mandes con acritud a tu esclavo o a tu esclava, que esperan en el mismo Dios que tú, no sea que dejen de temer al que es Dios de unos y otros; porque no vino Él a llamar conforme a la persona, sino aquellos para quienes preparó su espíritu.

8. Comunicarás en todas las cosas con tu prójimo, y no dirás que las cosas son tuyas propias, pues si en lo imperecedero sois partícipes en común, ¡cuánto más en lo perecedero! No serás precipitado en el hablar, pues red de muerte es la boca. En cuanto puedas, guardarás la castidad de tu alma.

9. No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar. Amarás como a la niña de tus ojos a todo el que te habla del Señor.

10. Te acordarás, de noche y día, del día del juicio, y buscarás cada día las personas de los santos. Ya en el ministerio de la palabra, y caminando para consolar y meditando para salvar un alma por la palabra, ya ocupado en oficio manual, trabajarás para rescate de tus pecados.

11. No vacilarás en dar, ni cuando des murmurarás, sino que conocerás quien es el buen pagador de tu galardón. Guardarás lo que recibiste, sin añadir ni quitar cosa. Aborrecerás hasta el cabo al malvado. Juzgarás con justicia.

12. No formarás bandos, sino que guardarás la paz, tratando (le reconciliar a los que luchan. Confesarás tus pecados. No te acercarás a la oración con conciencia mala.

Este es el camino de la luz.

El camino del “Negro”

XX 1. Mas el camino del “Negro” es torcido y lleno de maldición, pues es camino de muerte eterna con castigo, en que están las cosas que pierden el alma de quienes lo siguen: idolatría, temeridad, altivez de poder, hipocresía, doblez de corazón, adulterio, asesinato, robo, soberbia, transgresión, engaño, maldad, arrogancia, hechicería, magia, avaricia, falta de temor de Dios.

2. Perseguidores de los buenos, aborrecedores de la verdad, amadores de la mentira, desconocedores de la recompensa de la justicia, que no sc adhieren al bien ni al juicio justo, que no atienden a la viuda y al huérfano, que valen no para el temor de Dios, si no para el mal, de quienes está lejos y remota la mansedumbre y la paciencia, que aman la vanidad, que persiguen la recompensa, que no se compadecen del menesteroso, que no sufren con el atribulado, prontos a la maledicencia, desconocedores de Aquel que los creó, matadores de sus hijos por el aborto, destructores de la obra de Dios, que echan de sí al necesitado, que sobreatribulan al atribulado, abogados de los ricos, jueces inicuos de los pobres, pecadores en todo.

Exhotación final: proximidad del fin de las cosas

XXI 1. Bueno es, por ende, que, aprendido que hayamos cuantas justificaciones del Señor quedan escritas, caminemos en ellas. Porque quien éstas cumpliere será giorificado en el reino de Dios; mas quien escogiere lo otro, perecerá con sus obras. De ahí la resurrección, de ahí la recompensa. 2. Si tomáis de mí algún consejo de buena sentencia, yo suplico a los preeminentes: Tened entre vosotros a quienes hagáis el bien. No lo omitáis. 3. Cerca está el día en que todo perecerá juntamente con el maligno. Cerca está el Señor y su galardón.

4. Una y otra vez os lo ruego: Sed buenos legisladores de vosotros mismos, sed unos de otros consejeros fieles, arrancad de entre vosotros toda hipocresía. 5. Y Dios, que señorea todo el universo, os conceda sabiduría, inteligencia, ciencia, conocimiento de sus justificaciones y paciencia.

6. Haceos discípulos de Dios, inquiriendo qué busca el Señor de vosotros, y obrad de manera que seáis hallados en el día del juicio. 7. Y si hay algún recuerdo del bien, mientras todo esto meditáis, acordaos de mí, a fin de que también mi deseo y vigilia termine en algún bien. Os lo ruego, pidiéndoos gracia.

8. Mientras está todavía en vosotros el hermoso vaso, no desfallezcáis para ninguno de entre vosotros, sino inquirid continuamente estas cosas y cumplid todo mandamiento. Porque dignos son de cumplirse.

9. Por eso principalmente me apresuré a escribiros sobre lo que yo alcanzaba, a fin de alegraros.

Salud, hijos de amor y paz.

El Señor de la gloria y de toda gracia sea con vuestros espíritus. Amén.

Fuente: Padres Apostólicos, por Daniel Ruiz Bueno. BAC

EL PASTOR DE HERMAS

EL PASTOR DE HERMAS

Visión Primera

[1] I. El amo que me crió me vendió a una tal Roda en Roma. Al cabo de muchos años la encontré de nuevo, y empecé a amarla como a una hermana. Después de cieno tiempo la vi bañándose en el río Tíber; y le di la mano, y la saqué del río. Y, al ver su hermosura, razoné en mi corazón, diciendo: «Cuán feliz sería si tuviera una esposa así, en hermosura y en carácter.» Y reflexioné meramente sobre esto, y nada más. Después de cieno tiempo, cuando estaba dirigiéndome a Cumas, y glorificando las criaturas de Dios por su grandeza y esplendor y poder, mientras andaba me quedé dormido. Y el Espíritu cayó sobre mí y se me llevó por un terreno sin caminos, por el cual no podía pasar nadie: porque el lugar era muy abrupto, y quebrado por hendiduras a causa de las aguas. Así pues, cuando hube cruzado el río, llegué a un país llano, y me arrodillé, y empecé a orar al Señor y a confesar mis pecados. Entonces, mientras oraba, se abrió el cielo vi a la señora, a quien había deseado, saludándome desde el cielo, diciendo: «Buenos días, Hermas». Y, mirándóla, le dije: «Señora, ¿qué haces aquí?» Entonces ella me contestó: «Se me ha traído aquí para que te redarguyera de tus pecados delante del Señor. » Le dije: «¿Es acerca de ti que me acusas?» «No», dijo ella, «pero oye estas palabras que te diré. Dios, que reside en los cielos, y creó de la nada las cosas que son, y aun las aumentó y multiplicó por amor a su santa Iglesia, está enojado contigo, porque pecaste contra mí.» Yo le contesté y dije: «¿Pequé contra ti? ¿En qué forma? ¿Te dije alguna vez alguna palabra inconveniente? ¿No te consideré siempre como si fueras una diosa? ¿No te respeté siempre como una hermana? ¿Cómo pudiste acusarme falsamente, señora, de tal villanía e impureza?» Riendo, ella me dijo: «El deseo hacia el mal entró en tu corazón. Es más, ¿no crees que es un acto malo para un justo si el mal deseo entra en su corazón? Es verdaderamente un pecado, y un pecado grande», dijo ella; «porque el justo tiene sólo propósitos justos. En tanto que sus propósitos son rectos, pues, su reputación se mantiene firme en el cielo, y halla al Señor fácilmente propicio en todo lo que hace. Pero los que albergan malos propósitos en sus corazones, se acarrean la muene y la cautividad, especialmente los que reclaman para sí mismos este mundo presente, y se jactan de sus riquezas, y no se adhieren a las cosas buenas que han de venir. Sus almas lo lamentarán, siendo así que no tienen esperanza, sino que se han abandonado a sí mismos y su vida. Pero ora a Dios, y Él sanará tus pecados, y los de toda tu casa, y de todos los santos.»

[2] II. Tan pronto como hubo dicho estas palabras se cerraron los cielos; y yo fui presa de horror y de pena. Entonces dije dentro de mí: «Si este pecado es consignado contra mí, ¿cómo puedo ser salvo? ¿O cómo voy a propiciar a Dios por mis pecados que son patentes y burdos? ¿O con qué palabras voy a rogar al Señor que me sea propicio?» En tanto que consideraba y ponderaba estas cosas en mi corazón, vi delante de mí una gran silla blanca de lana como la nieve; y allí vino una señora anciana en vestido resplandeciente, con un libro en las manos, y se sentó sola, y me saludó: «Buenos días, Hermas.» Entonces yo, apenado y llorando, dije: «Buenos días, señora.» Y ella me dijo: «¿Por qué estás tan abatido, Hermas, tú que eres paciente y bien templado, y siempre estás sonriendo? ¿Por qué estás tan caído en tu mirada y distante de la alegría?» Y le dije: «A causa de una de las palabras de una dama excelente contra la cual he pecado.» Entonces ella dijo: «¡En modo alguno sea así en un siervo de Dios! Sin embargo, el pensamiento entró en tu corazón respecto a ella. En los siervos de Dios una intención así acarrea pecado. Porque es un propósito malo e insano, en un espíritu devoto que ya ha sido aprobado, el desear algo malo, y especialmente si es Hermas el templado, que se abstiene de todo mal deseo y está lleno de toda simplicidad y de gran inocencia.

[3] III. »Con todo, no es por esto que Dios está enojado contigo, sino con miras a que puedas convenir a tu familia, que ha obrado mal contra el Señor y contra vosotros sus padres. Pero por apego a tus hijos tú no les amonestaste, sino que toleraste que se corrompieran de un modo espantoso. Por tanto, el Señor está enojado contigo. Pero Él quiere curar todos tus pecados pasados, que han sido cometidos en tu familia, jorque a causa de sus pecados e iniquidades tú has sido corrompido por las cosas de este mundo. Pera la gran misericordia del Señor tuvo piedad de ti y de tu familia, y te corroborará, y te afianzará en su gloria. Sólo que no seas descuidado, sino que cobres ánimo y robustezcas a tu familia. Porque como el herrero trabajando a martillazos triunfa en la tarea que quiere, así también el recto discurso repetido diariamente vence todo mal. No dejes, pues, de reprender a tus hijos; porque sé que si se arrepienten de todo corazón, serán inscritos en los libros de vida con los santos.» Después que hubieron cesado estas palabras suyas, me dijo: «¿Quieres escucharme mientras leo?» Entonces le dije: «Sí, señora.» Ella me dijo: «Está atento, y escucha las glorias de Dios.» Yo escuché con atención y con asombro lo que no tuve poder de recordar; porque todas las palabras eran terribles, que ningún hombre puede resistir. Sin embargo, recordé las últimas palabras, porque eran apropiadas para nosotros y suaves. «He aquí, el Dios de los ejércitos, que con su poder grande e invisible y con su gran sabiduría creó el mundo, y con su glorioso propósito revistió su creación de hermosura, y con su palabra estableció los cielos, y fundó la tierra sobre las aguas, y con su propia sabiduría y providencia formó su santa Iglesia, a la cual Él también bendijo; he aquí, quita los cielos y los montes y las colinas y los mares, y todas las cosas serán allanadas para sus elegidos, para que Él pueda cumplirles la promesa que había hecho con gran gloria y regocijo, siempre y cuando ellos guarden las ordenanzas de Dios, que han recibido con gran fe.»

[4] IV. Cuando hubo terminado de leer y se levantó de su silla, se acercaron cuatro jóvenes, y se llevaron la silla, y partieron hacia Oriente. Entonces ella me dijo que me acercara y me tocó el pecho, y me dijo: «¿Te gustó lo que te leí?» Y yo le dije: «Señora, estas últimas palabras me agradaron, pero las primeras eran difíciles y duras.» Entonces ella me habló y me dijo: «Estas últimas palabras son para los justos, pero las primeras eran para los paganos y rebeldes.» En tanto que ella me estaba hablando, aparecieron dos hombres y se la llevaron, tomándola por los brazos, y partieron hacia el punto adonde había ido la silla, hacia Oriente. Y ella sonrió al partir y, mientras se marchaba, me dijo: «Pónate como un hombre, Hermas.»

Visión Segunda

[5] I. Yo iba camino a Cumas, en la misma estación como el año anterior, y recordaba mi visión del año anterior mientras andaba; y de nuevo me tomó un Espíritu, y se me llevó al mismo lugar del año anterior. Cuando llegué al lugar, caí de rodillas y empecé a orar al Señor, y a glorificar su nombre, porque me había tenido por digno, y me había dado a conocer mis pecados anteriores. Pero después que me hube levantado de orar, vi delante de mí a la señora anciana, a quien había visto el año anterior, andando y leyendo un librito. Y ella me dijo:  «¿Puedes transmitir estas cosas a los elegidos de Dios?» Y yo le contesté: «Señora, no puedo recordar tanto; pero dame el librito, para que lo copie.» «Tómalo», me dijo, «y asegúrate de devolvérmelo.» Yo lo tomé, y me retiré a ciesto lugar en el campo y lo copié letra por letra; porque no podía descifrar las sílabas. Cuando hube terminado las letras del libro, súbitamente me arrancaron el libro de la mano; pero no pude vér quién lo había hecho.

[6] II. Y después de quince días, cuando hube ayunado y rogado al Señor fervientemente, me fue revelado el conocimiento del escrito. Y esto es lo que estaba escrito:  «Hermas, tu simiente ha pecado contra Dios, y han blasfemado del Señor, y han traicionado a sus padres a causa de sus grandes maldades, sí, han conseguido el  nombre de traidores de los padres, y, con todo, no sacaron provecho de su traición; y aun añadieron a sus pecados actos inexcusables y maldades excesivas; así que la medida de sus transgresiones fue colmada. Pero da a conocer estas palabras a todos tus hijos, y tu esposa será como tu hermana; porque ella tampoco se ha refrenado en el uso de la lengua, con la cual obra mal. Después que tú les hayas dado a conocer todas estas palabras, que el Señor me mandó que te revelara, entonces todos los pecados que ellos han cometido con anterioridad les serán perdonados; sí, y también a todos los santos que han pecado hasta el día de hoy, si se arrepienten de todo corazón, y quitan la doblez de ánimo de su corazón. Porque el Señor juró por su propia gloria, con respecto a sus elegidos: que si, ahora que se ha puesto este día como límite, se comete pecado, después no habrá para ellos salvación; porque el arrepentimiento para los justos tiene un fin; los días del arrepentimiento se han cumplido para todos los santos; en tanto que para los gentiles hay arrepentimiento hasta el último día. Por consiguiente, tú dirás a los gobernantes de la Iglesia, que enderecen sus caminos en justicia, para que puedan recibir en pleno las promesas con gloria abundante. Los que obráis justicia, pues, estad firmes, y no seáis de doble ánimo, para que podáis ser admitidos con los santos ángeles. Bienaventurados seáis, pues, cuantos sufráis con paciencia la gran tribulación que viene, y cuantos noiiiieguen su vida. Porque el Señor juró con respecto. a, su Hijo, que todos los que nieguen a su Señor serán rechazados de su vida, incluso los que ahora están a punto de negarle en los días venideros; pero a los que le negaron antes de ahora, a ellos les fue concedida misericordia por causa de su gran bondad.

[7] III. »Pero, Hermas, no guardes ya rencor contra tus hijos, ni permitas que tu hermana haga lo que quiera, para que puedan ser purificados de sus pecados anteriores. Porque ellos serán castigados con castigo justo, a menos que les guardes rencor tú mismo. El guardar un rencor es causa de muerte. Pero tú, Hermas, has pasado por grandes tribulaciones tú mismo, por causa de las transgresiones de tu familia, debido a que no te cuidaste de ellos. Porque tú les descuidaste, y te mezclaste a ellos con tus propias actividades malas. Pero en esto consiste tu salvación: en que no te apanes del Dios vivo, y en tu sencillez y tu gran continencia. Estas te han salvado si permaneces en ellas; y salvan a todos los que hacen tales cosas, y andan en inocencia y simplicidad. Estas prevalecen sobre toda maldad y persisten hasta la vida eterna. Bienaventurados todos los que obran justicia. Nunca serán destruidos. Pero tú dirás a Máximo: “He aquí viene tribulación (sobre ti) si tú crees apropiado negarme por segunda vez. El Señor está cerca de todos los que se vuelven a Él, como está escrito en Eldad y Modat, que profetizaron al pueblo en el desierto”»

[8] IV. Luego, hermanos, un joven de extraordinaria hermosura en su forma me hizo una revelación en mi sueño, y me dijo: «¿Quién crees que es la señora anciana, de la cual recibiste el libro?» Y yo dije: «La Sibila». «Te equivocas», me dijo, «no lo es». «¿Quién es, pues?», le dije. «La Iglesiá», dijo él. Yo le dije: «¿Por qué, pues, es de avanzada edad?» «Porque», me contestó, «ella fue creada antes que todas las cosas; ésta es la causa de su edad; y por amor a ella fue formado el mundo.» Y después vi una visión en mi casa. Vino la anciana y me preguntó si ya había dado el libro a los ancianos. Yo le dije que no se lo había dado. «Has hecho bien», me contestó, «porque tengo algunas palabras que añadir. Cuando habré terminado todas las palabras, será dado a conocer, mediante ti, a todos los elegidos. Por tanto, tú escribirás dos libritos, y enviarás uno a Clemente, y uno a Grapte. Y Clemente lo enviará a las ciudades extranjeras, porque éste es su deber; en tanto que Grapte lo enseñará a las viudas y huérfanos. Pero tú leerás (el libro) a esta ciudad junto con los ancianos que presiden sobre la Iglesia.»

Visión Tercera

[9] I. La tercera visión que vi, hermanos, fue como sigue: Después de ayunar con frecuencia, y rogar al Señor que me declarara la revelación que El había prometido mostrarme por boca de la señora anciana, aquella misma noche vi a la señora anciana, y ella me dijo: «Siendo así que eres tan insistente y estás ansioso de conocer todas las cosas, ven al campo donde resides, y hacia la hora quinta apareceré ante ti, y te mostraré lo que debes ver.» Yo le pregunté, diciendo: «Señora, ¿a qué parte del campo?» «Adonde quieras», me dijo. Yo seleccioné un lugar retirado y hermoso; pero, antes de hablarle y mencionarle el lugar, ella me dijo: «Iré allí donde tú quieras.» Fui, pues, hermanos, al campo, y conté las horas, y llegué al lugar que yo había designado para que ella viniera, y vi un sofá de marfil colocado allí, y sobre el sofá había un cojín de lino, y sobre el cojín una cobertura de lino fino.

Cuando vi estas cosas tan ordenadas, y que no habla nadie allí, me asombré, y me puse a temblar, y se me erizó el pelo; y un acceso de temor cayó sobre mí, porque estaba solo. Cuando me recobré, y recordé la gloria  de Dios, y me animé, me arrodillé y confesé mis pecados al Señor una vez más, como había hecho en la ocasión anterior.

Entonces vinieron seis jóvenes, los mismos que había visto antes, y se quedaron de pie junto a mí, y me escucharon atentamente mientras oraba y confesaba mis pecados al Señor. Y ella me tocó y me dijo: «Hermas, termina ya de rogar constantemente por tus pecados; ruega también pidiendo justicia, para que puedas dar parte de ella a tu familia.» Entonces me levantó con la mano y me llevó al sofá, y dijo a los jóvenes: «Id, y edifica». Y después que los jóvenes se hubieron retirado y nos quedamos solos, ella me dijo: «Siéntate aquí.» Y yo le dije: «Señora, que se sienten los ancianos primero.» «Haz lo que te mando», dijo ella, «siéntate». Entonces, cuando yo quería sentarme en el lado derecho, ella no me lo permitió, sino que me hizo una seña con la mano de que me sentara en el lado izquierdo. Como yo estaba entonces pensando en ello y estaba triste, porque ella no me habla permitido sentarme en el lado derecho, me dijo ella: «¿Estás triste, Hermas? El lugar de la derecha es para otros, los que han agradado ya a Dios y han sufrido por su Nombre. Pero a ti te falta mucho para poder sentarte con ellos; pero así como permaneces en tu sencillez, continúa en ella, y te sentarás con ellos, tú y todos aquellos que han hecho sus obras y han sufrido lo que ellos sufrieron. »

[10] II. «¿Qué es lo que sufrieron?», pregunté yo. «Escucha», dijo ella: «Azotes, cárceles, grandes tribulaciones, cruces, fieras, por amor al Nombre. Por tanto, a ellos pertenece el lado derecho de la Santidad -a ellos, y a los que sufrirán por el Nombre-. Pero para el resto hay el lado izquierdo. No obstante, para unos y otros, para los que se sientan a la derecha como para los que se sientan a la izquierda, hay los mismos dones, y las mismas promesas, sólo que ellos se sientan a la derecha y tienen cierta gloria. Tú, verdaderamente, deseas sentarte a la derecha con ellos, pero tienes muchos defectos; con todo, serás purificado de estos defectos tuyos; sí, y todos los que no son de ánimo indeciso, serán purificados de todos sus pecados en este día.»

Cuando hubo dicho esto, ella deseaba partir; pero, cayendo a sus pies, yo le rogué por el Señor que me mostrara la visión que me había prometido. Entonces ella me tomó de nuevo por la mano, y me levantó, y me hizo sentar en el sofá en el lado izquierdo, en tanto que ella se sentaba en el derecho. Y levantando una especie de vara reluciente, me dijo: «¿Ves algo muy grande?» Y yo le dije: «Señora, no veo nada.» Ella me dijo: «Mira, ¿no ves enfrente de ti una gran torre que es edificada sobre las aguas, de piedras cuadradas relucientes?» Y la torre era edificada cuadrada por los seis jóvenes que habían venido con ella. Y muchísimos otros traían piedras, y algunos de ellos de lo profundo del mar y otros de la tierra, y las iban entregando a los seis jóvenes. Y éstos las tomaban y edificaban. Las piedras que eran arrastradas del abismo las colocaban, en cada caso, tal como eran, en el edificio, porque ya se les había dado forma; y encajaban en sus junturas con las otras piedras; y se adherían tan juntas la una a la otra que no se podía ver la juntura; y el edificio de la torre daba la impresión como si fuera edificado de una sola piedra. Pero, en cuanto a las otras piedras que eran traídas de tierra firme, algunas las echaban a un lado, otras las ponían en el edificio, y otras las hacían pedazos y las lanzaban lejos de la torre. Había también muchas piedras echadas alrededor de la torre, y no las usaban para el edificio; porque algunas tenían moho, otras estaban resquebrajadas, otras eran demasiado pequeñas, y otras eran blancas y redondas y no encajaban en el edificio. Y vi otras piedras echadas a distancia de la torre, y caían en el camino y, con todo, no se quedaban en el camino, sino que iban a parar a un lugar donde no había camino; y otras caían en el fuego y ardían allí; y otras caían cerca de las aguas y, pese a todo, no podían rodar dentro del agua, aunque deseaban rodar y llegar al agua.

[11] III. Cuando ella me hubo mostrado estas cosas, quería irse con prisa. Yo le dije: «Señora, ¿qué ventaja tengo en haber visto estas cosas, si no sé lo que significan?» Ella me contestó y me dijo: «Tú eres muy curioso, al desear conocer todo lo que se refiere a la torre.» «Sí, señora», le dije, «para que pueda anunciarlo a mis hermanos, y que ellos [puedan gozarse más y] cuando oigan [estas cosas] puedan conocer al Señor en gran gloria.» Entonces me dijo: «Muchos (las) oirán; pero cuando oigan, algunos estarán contentos y otros llorarán. Sin embargo, incluso estos últimos, si oyen y se arrepienten, también estarán contentos. Oye, pues, las parábolas de la torre; porque te revelaré todas estas cosas. Y no me molestes más sobre la revelación; porque estas revelaciones tienen un término, siendo así que ya han sido completadas. No obstante, no cesarás de pedirme revelaciones; porque eres muy atrevido.

»La torre, que ves que se está edificando, soy yo misma, la Iglesia, a quien viste antes y ves ahora. Pregunta, pues, lo que quieras respecto a la torre, y te lo revelaré, para que puedas gozarte con los santos.» Yo le digo: «Señora, como me consideraste digno, una vez por todas, de revelarme todas estas cosas, revélamelas.» Entonces ella me dijo: «Todo lo que se te pueda revelar, se te revelará. Sólo que tu corazón esté con Dios, y no haya dudas en tu mente sobre las cosas que veas.» Le pregunté: «¿Por qué es edificada la torre sobre las aguas, señora?» «Ya te lo dije antes», dijo ella, «y verdaderamente tú inquieres diligentemente. Así que por tus preguntas descubrirás la verdad. Oye, pues, por qué la torre es edificada sobre las aguas: es porque vuestra vida es salvada y será salvada por el agua. Pero la torre ha sido fundada por la palabra del Todopoderoso y el Nombre glorioso, y es fortalecida por el poder invisible del Señor.»

[12] IV. Yo le contesté y le dije: «Señora, esto es grande y maravilloso. Pero los seis jóvenes que edifican, ¿quiénes son, señora?»

«Estos son los santos ángeles de Dios, que fueron creados antes que cosa alguna; a ellos el Señor entregó toda su creación para que la aumentaran y edificaran, y para ser señores de toda la creación. Por sus manos, pues, es realizada la edificación de la torre.». «Y ¿quiénes son los otros que acarrean las piedras?» «Son también ángeles de Dios; pero estos seis son superiores a ellos. El edificio de la torre, pues, será terminado, y todos juntos se regocijarán en el corazón (cuando estén) alrededor de la torre, y glorificarán a Dios que la edificación de la torre haya sido realizada.» Yo inquirí de ella, diciendo: «Señora, me gustaría saber con respecto al fin de las piedras y su poder, de qué clase son.» Ella me contestó y dijo: «No es que tú entre todos los hombres seas especialmente digno de que te sea revelado; porque hay otros antes que tú, y mejores que tú, a los cuales deberían haber sido reveladas estas visiones. Pero para que sea glorificado el nombre de Dios, se te ha revelado y se te revelará, por causa de los de ánimo indeciso, que preguntan en sus corazones si estas cosas son así o no. Diles, pues, que estas cosas son verdaderas, y que no hay nada apane de la verdad, sino que todas son firmes, y válidas, y establecidas sobre un fundamento seguro.

[13] V. »Oye ahora respecto a las piedras que entran en el edificio. Las piedras que son cuadradas y blancas, y que encajan en sus junturas, éstas son los apóstoles y obispos y maestros y diáconos que andan según la santidad de Dios, y ejercen su oficio de obispo, de maestro y diácono en pureza y santidad para los elegidos de Dios, algunos de los cuales ya duermen y otros están vivos todavía. Y, debido a que siempre están de acuerdo entre sí, tuvieron paz entre sí y se escucharon el uno al otro. Por tanto, sus junturas encajan en el edificio de la torre.» «Pero hay las que son sacadas de la profundidad del mar, y colocadas en el edificio y que encajan en sus junturas con las otras piedras que ya estaban colocadas; éstos, ¿quiénes son?» «Estos son los que han sufrido por el nombre del Señor.» «Pero las otras piedras que son traídas de tierra seca, me gustaría saber quiénes son éstos, señora.» Ella contestó: «Los que entran en el edificio, y todavía no están labrados, a éstos el Señor ha aprobado porque anduvieron en la rectitud del Señor y ejecutaron rectamente sus mandamientos.» «Pero los que van siendo traídos y colocados en el edificio, ¿quiénes son?» «Son jóvenes en la fe, y fieles; pero fueron advertidos por los ángeles que obren bien, porque en ellos fue hallada maldad.» «Pero los que fueron desechados y puestos a un lado, ¿quiénes son?» «Estos han pecado, y desean arrepentirse, por tanto no son lanzados a gran distancia de la torre, porque serán útiles para la edificación si se arrepienten. Los que se arrepienten, pues, silo hacen, serán fuertes en la fe si se arrepienten ahora en tanto que se construye la torre. Este privilegio lo tienen solamente los que se hallan cerca de la torre.

[14] VI. »Pero, ¿quisieras saber acerca de los que son hechos pedazos y lanzados fuera de la torre? Estos son los hijos del libertinaje. Estos recibieron la fe hipócritamente, y no hubo maldad que no se hallara en ellos. Por tanto, no tienen salvación, porque no son útiles para edificar, por razón de su maldad. Por tanto son desmenuzados y tirados por causa de la ira del Señor, porque le provocaron a ira. En cuanto al resto de las piedras que tú has visto echadas en gran número y que no entran en el edificio, de ellas, las que son mohosas son las que conocieron la verdad, pero no permanecieron en ella ni se mantuvieron adheridos a los santos. Por lo tanto, son inservibles.»

«Pero las que están resquebrajadas, ¿quiénes son?» «Estos son los que tienen discordia en su corazón el uno respecto al otro, y no hay paz entre ellos; tienen una apariencia de paz, pero cuando se separan el uno del otro, los malos pensamientos permanecen en sus corazones. Éstas son las rajas que tienen las piedras. Pero las que están cortadas y son más pequeñas, éstos han creído, y tienen su mayor parte en justicia, pero hay en ellos partes de iniquidad; por tanto, son demasiado pequeñas, y no son perfectas.»

«Pero, ¿quiénes son, señora, las piedras blancas y redondas que no encajaron en el edificio?» Ella me contestó: «¿Hasta cuándo vas a seguir siendo necio y obtuso, y lo preguntarás todo, y no entenderás nada? Éstos son los que tienen fe, pero también tienen las riquezas de este mundo. Cuando viene la tribulación, niegan a su Señor por razón de sus riquezas y sus negocios.» Y yo contesté y le dije: «¿Cuándo serán, pues, útiles en el edificio?» Ella me contestó: «Cuando les sean quitadas las riquezas que hacen descarriar sus almas, entonces serán útiles a Dios. Porque tal como la piedra redonda, a menos que sea cortada y pierda alguna parte de sí misma, no puede ser cuadrada, del mismo modo los que son ricos en este mundo, a menos que sus riquezas les sean quitadas, no pueden ser útiles al Señor. Aprende primero de ti mismo. Cuando tenías riquezas no eras útil; pero ahora eres útil y provechoso para vida. Sé útil a Dios, porque tú mismo también eres sacado de las mismas piedras.

[15] VII. »Pero las otras piedras que viste echadas lejos de la torre y que caen en el camino y van a parar fuera del camino a las regiones en que no hay camino, éstos son los que han creído, pero por razón de su corazón indeciso han abandonado el verdadero camino. De esta manera, ellos, pensando que pueden hallar un camino mejor, se extravían y son gravemente afligidos, cuando andan por las regiones en que no hay camino. Pero los que caen en el fuego y son quemados, éstos son los que finalmente se rebelaron contra el Dios vivo, y ya no entró más en sus corazones el arrepentirse, por causa de sus deseos atrevidos y de las maldades que han obrado. Pero los otros, que caen cerca de las aguas y, con todo, no pueden rodar al agua, ¿quieres saber cuáles son? Estos son los que han oído la palabra y quisieran ser bautizados en el nombre del Señor. Luego, cuando recapacitan sobre la pureza requerida por la verdad, cambian de opinión y vuelven a sus malos deseos.» Así terminó ella la explicación de la torre. Siendo yo importuno todavía, le pregunté aún si para todas aquellas piedras que fueron rechazadas y no encajaban en el edificio de la torre había arrepentimiento y un lugar en esta torre. «Pueden arrepentirse», me dijo, «pero no pueden encajar en esta torre. Serán encajados en otro lugar mucho más humilde, pero no hasta que hayan sufrido tormentos por esta razón y hayan cumplido los días de sus pecados. Y serán sacados por esta razón, porque participaron en la Palabra justa; y entonces serán aliviados de sus tormentos si se arrepienten de los actos malos que han cometido; pero si éstos no les llegan al corazón, no son salvos a causa de la dureza de sus corazones.»

[16] VIII. Cuando cesé de preguntarle sobre todas estas cosas, pues, ella me dijo: «¿Quisieras ver otra cosa?» Teniendo deseos de contemplarla, me gocé en gran manera de poder verla. Ella me miró, y sonrió, y me dijo: «¿Ves a siete mujeres alrededor de la torre?» «Las veo, señora», le dije. «Esta torre es sostenida por ellas, según orden del Señor. Oye ahora sus ocupaciones. La primera, la mujer de las manos fuertes, se llama Fe, por medio de la cual son salvados los elegidos de Dios. Y la segunda, la que está ceñida y tiene el aspecto enérgico de un hombre, se llama Continencia; es la hija de la Fe. Todo el que la sigue, pues, será feliz en su vida, porque se abstendrá de todo acto malo, creyendo que, si se abstiene de todo mal deseo, heredará la vida eterna.» «Y las otras, señora, ¿quiénes son?» «Son hijas la una de la otra. El nombre de la primera es Sencillez; el de la siguiente, Conocimiento; la próxima es Inocencia; la otra, Reverencia; la siguiente, Amor. Cuando tú, pues, hagas todas las obras de su madre, podrás vivir.» «Me gustaría saber, señora», le dije, «qué poder tiene cada una de ellas.» «Escucha, pues», dijo ella, «los poderes que tienen. Sus poderes son dominados cada una por la otra, y se siguen una a otra en el orden en que nacieron. De Fe nace Continencia; de Continencia, Simplicidad; de Simplicidad, Inocencia; de Inocencia, Reverencia; de Reverencia, Conocimiento; de Conocimiento, Amor. Sus obras, pues, son puras y reverentes y divinas. Todo aquel que sirva a estas mujeres, y tenga poder para dominar sus obras, tendrá su morada en la torre con los santos de Dios.» Entonces le pregunté, con respecto a las sazones, si la consumación es ya ahora. Pero ella gritó en alta voz: «Necio, ¿no ves que la torre va siendo construida? Cuando la torre haya sido edificada, habrá llegado el fin; pero será edificada rápidamente. No me hagas más preguntas: este recordatorio es suficiente para ti y para los santos, y es la renovación de vuestros espíritus. Pero no te fue revelado sólo a ti, sino para que puedas mostrar estas cosas a todos. Después de tres días -porque tú has de entender primero, y te encargo, Hermas, con las palabras que voy a decirte- (a ti te encargo) di todas estas cosas a los oídos de los santos, para que las oigan y las hagan y puedan ser purificados de sus maldades, y tú mismo con ellos.

[17] IX. »Oídme, hijos míos. Os crié en mucha simplicidad e inocencia y reverencia, por medio de la misericordia del Señor, que instiló justicia en vosotros, para que pudierais ser justificados y santificados de toda maldad y perversidad. Ahora pues, oídme y haya paz entre vosotros, y tened consideración el uno al otro, y ayudaos el uno al otro, y no participéis de lo creado por Dios a solas en la abundancia, sino también compartid con los que están en necesidad. Porque algunos, a causa de sus excesos en la comida, acarrean debilidad a la carne, y dañan su carne, mientras que la carne de los que no tienen nada que comer es dañada por no tener suficiente nutrición, y su cuerpo es echado a perder. Este exclusivismo, pues, es perjudicial para vosotros los que tenéis y no compartís con los que tienen necesidad. Advenid el juicio que viene. Así pues, los que tenéis más que suficiente, buscad a los hambrientos, en tanto que la torre no está terminada; porque una vez que la torre haya sido terminada, desearéis hacer bien y no hallaréis oportunidad de hacerlo. Mirad, pues, los que os alegráis en vuestra riqueza, que los que están en necesidad no giman, y su gemido se eleve al Señor, y vosotros con vuestra [abundancia de] cosas buenas halléis cerrada la puerta de la torre. Ahora, pues, os digo a vosotros los que gobernáis la Iglesia y que ocupáis sus asientos principales, no seáis como los charlatanes. Los charlatanes, verdaderamente, llevan sus drogas en cajas, pero vosotros lleváis vuestra droga y vuestro veneno en el corazón. Estáis endurecidos, y no queréis limpiar vuestros corazones, y mezclar vuestra sabiduría en un corazón limpio, para que podáis conseguir misericordia del Gran Rey. Mirad, pues, hijos, que estas divisiones no os priven de vuestra vida. ¿Cómo es posible que queráis instruir a los elegidos del Señor, en tanto que vosotros no tenéis instrucción? Instruíos unos a otros, pues, y tened paz entre vosotros, que yo también pueda estar contento delante del Padre, y dar cuenta de todos vosotros a vuestro Señor.»

[18] X. Así pues, cuando ella hubo cesado de hablarme, los seis jóvenes que edificaban vinieron y se la llevaron a la torre, y otros cuatro levantaron el sofá y se lo llevaron también a la torre. No les vila cara a éstos, porque la tenían vuelta al otro lado. Y cuando ella se iba, yo le pedí que me revelara qué significaban las tres formas en que ella se me había aparecido. Ella me contestó y dijo: «Con respecto a estas cosas has de preguntar a otro, para que puedan serte reveladas.» Pues yo la vi, hermanos, en mi primera visión del año pasado, como una mujer muy anciana y sentada en una silla. En la segunda visión su rostro era juvenil, pero su carne y su cabello eran añosos, y me hablaba estando de pie; y ella estaba más contenta que antes. Pero en la tercera visión era del todo joven y de extraordinaria hermosura, y sólo su cabello se veía de edad; y estaba contenta en gran manera y sentada sobre un sofá. Y yo estaba muy deseoso de saber la revelación de estas cosas. Y veo a la anciana en una visión de la noche, diciéndome: «Toda pregunta requiere humildad. Ayuna, pues, y recibirás del Señor lo que has pedido.» Así que ayuné un día; y aquella noche se me apareció un joven y me dijo: «Siendo así que insistes pidiendo revelaciones, vigila que con tu mucho preguntar no dañes tu carne. Bástente estas revelaciones. ¿No puedes ver otras revelaciones más poderosas que las que has visto?» Y yo le dije en respuesta: «Señor, sólo pregunto una cosa, con respecto a las tres formas de la anciana: que me sea concedida una revelación completa.» El me dijo como respuesta: «¿Hasta cuándo serás sin entendimiento? Es tu ánimo indeciso que hace que no tengas entendimiento, y que tu corazón no esté puesto hacia el Señor.» Yo le contesté y le dije de nuevo: «De ti, Señor, sabré las cosas con más precisión.»

[19] XI. «Escucha», me dijo, «con referencia a las tres formas sobre las cuales preguntas. En la primera visión, ¿por qué no se te apareció como una anciana y sentada en una silla? Porque tu espíritu era añoso, y ya decaído, y no tenía poder por razón de tus debilidades y actos de indecisión. Porque como un anciano, no teniendo ya esperanza de renovar su juventud, no espera nada sino caer dormido, así vosotros también, siendo debilitados con las cosas de este mundo, os entregáis a lamentaciones, y no echáis vuestros cuidados sobre el Señor, sino que vuestro espíritu está quebrantado, y sois achacosos con vuestras aflicciones.» «¿Por qué, pues, estaba sentada en una silla, quisiera saber, Señor?» «Porque toda persona débil se sienta en una silla por causa de su debilidad, para que sea sostenida la debilidad de su cuerpo. Así que tú tienes el simbolismo de la primera visión.

[20] XII. »Pero en la segunda visión la viste de pie, y con el rostro más juvenil y más alegre que antes; pero su carne y su cabello eran añosos. Escucha esta parábola también», me dijo. «Imagfnate a un anciano que ha perdido toda esperanza de sí mismo, por razón de su debilidad y su pobreza, y no espera nada más que su último día en la vida. De repente le dejan una herencia. Oye las noticias, se levanta y, lleno de gozo, se viste con energia, y ya no está echado, sino de pie, y su espíritu, que estaba quebrantado hace un momento por razón de sus circunstancias anteriores, es renovado otra vez, y ya no está sentado, sino que se siente animoso; así también era contigo, cuando oíste la revelación que el Señor te reveló. Porque Él tuvo compasión de ti, y renovó tus ánimos, y puso a un lado tus dolencias, y te vino fuerza, y fuiste hecho poderoso en la fe, yel Señor se regocijó en verte fortalecido. Y, por tanto, El te mostró la edificación de la torre; si, y también otras cosas te mostrará si de todo corazón tenéis paz entre vosotros.

[21] XIII. »Pero en la tercera visión la viste más joven y hermosa y alegre, y su forma hermosa. Porque tal como uno que está lamentándose, al recibir buenas noticias, inmediatamente olvida sus penas anteriores y no admite nada sino las noticias que ha oído, y es fortalecido por ellas en lo que es bueno, y su espíritu es renovado por razón del gozo que ha recibido, del mismo modo también vosotros habéis recibido una renovación de vuestros espíritus al ver estas cosas buenas. Y si la viste sentada en un sofá, la posición es firme; porque el sofá tiene cuatro patas y se mantiene firme; porque el mundo también es sostenido por medio de cuatro elementos. Así pues, los que se han arrepentido plenamente serán jóvenes de nuevo, y afianzados firmemente, siendo así que se han arrepentido de todo su corazón. Ahí tienes la revelación entera y completa. No pidas más revelaciones; pero si aún te falta algo, te será revelado.»

DOCTRINA DE LOS APÓSTOLES

DOCTRINA DE LOS APÓSTOLES
(Doctrina Apostolorum)

1. 1. Dos caminos hay en el mundo, el de la vida y el de la muerte, el de la luz y el de las tinieblas. En ellos han sido establecidos dos ángeles, el de la justicia y el de la iniquidad. Pero grande es la diferencia entre los dos caminos. 2. Así pues, el camino de la vida es éste: en primer lugar, amarás al Dios eterno que te hizo; en segundo, a tu prójimo como a ti mismo. Por otra parte, todo lo que no quieras que sea hecho contigo, tú no lo hagas a otro. 3.La explicación de estas palabras es ésta:

II. 2.No adulterarás, no matarás, no darás falso testimonio, no violarás al niño, no fornicarás, no practicarás la magia, no fabricarás perversos brebajes, no matarás al niño mediante aborto ni darás muerte al nacido, no codiciarás nada de tu prójimo. 3.No perjurarás, no hablarás mal, no recordarás las malas acciones. 4.No tendrás doblez al dar consejo, ni serás de doble lengua, pues la lengua es trampa de muerte. 5.Tu palabra no sera vana ni engañosa. 6.No serás ambicioso ni avaro ni voraz ni adulador ni pendenciero ni de malas costumbres. No admitirás plan malo contra tu prójimo. 7.No odiarás a ningún hombre, sino que los amarás más que a tu vida.

III. 1. Hijo, huye del hombre malo y del hombre falso. 2.No seas iracundo, porque la ira conduce al homicidio, ni seas deseoso de maldad, ni apasionado, pues de todo esto nace la ira. 4. No seas astrólogo ni purificador, cosas que conducen a la vana superstición; ni siquiera desees ver u oír estas cosas. 5.No seas mentiroso porque la mentira conduce al robo; ni amante del dinero ni vano, pues de todo esto nacen los robos. 6.No seas murmurador, porque conduce a la difamación. No seas temerario ni pienses mal, pues de todo esto nacen las difamaciones. 7. Por el contrario, sé manso, porque los mansos poseerán la tierra santa. 8. Sé también paciente en tu trabajo, sé bueno y temeroso de todas las palabras que oyes. 9.No te enaltecerás ni te gloriarás antes los hombres, ni infundirás soberbia a tu alma; no te unirás en espíritu con los altivos, sino que tratarás con los justos y humildes. 10.Las cosas adversas que te sucedan las recibirás como bienes, sabiendo que nada sucede sin Dios.

IV. 1. Del que te habla la palabra del Señor Dios, te acordarás día y noche. Lo respetarás como al Señor, pues donde se presenta lo relativo al Señor, allí está el Señor. 2.Así pues, busca el rostro de los santos, para que te recrees en sus palabras. 3.No causes disensiones, pon paz entre los que contienden, juzga rectamente sabiendo que tú serás juzgado. No abatirás a nadie en su desgracia. 4.No dudarás sí será o no verdadero. 5.No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar. 6.Si, gracias a tus manos, tienes la redención de los pecados, no dudarás en dar, sabiendo quién es el remunerador de esta recompensa. 7.No te desviarás del necesitado, sino que compartirás todas las cosas con tus hermanos, y no dirás que son tuyas. Si somos copartícipes en lo inmortal, ¿cuánto más debemos iniciarlo ya desde aquí? Pues el Señor quiere dar a todos de sus dones. 9.No apartarás tu mano de los hijos, sino que desde la juventud les enseñarás el temor del Señor. 10.A tu siervo o a tu sierva, que esperan en el mismo Señor, no los mandarás con ira para que tema a ambos, al Señor y a ti, pues no vino con acepción de personas, sino a aquellos en los que encontró un espíritu humilde. 11.Vosotros, siervos, permaneced sujetos a vuestros señores como a figura de Dios, con pudor y temor. 12.Odiarás toda hipocresía y no harás lo que no agrade a Dios. 13.Así pues, guarda, hijo, lo que has oído y no le añadas cosas contrarias, ni lo disminuyas. 14.No te acerques a la oración con conciencia mala. Este es el camino de la vida.

V. 1. En cambio, el camino de la muerte es contrario a aquél. Ante todo, es malo y lleno de maldiciones: adulterios, homicidios, falsos testimonios, fornicaciones, malos deseos, actos mágicos, inicuos brebajes, robos, vanas supersticiones, rapiñas, hipocresías, repugnancias, malicia, petulancia, codicia, lenguaje impúdico, envidia, osadía, soberbia, altanería, vanidad. 2.Los que no temen a Dios, los que persiguen a los buenos, los que odian la verdad, los que aman la mentira, los que no conocen la recompensa de la verdad, los que no se aplican al bien, los que no tienen un juicio recto, los que velan no por el bien sino por el mal, 3. de los cuales está lejos la mansedumbre y cerca la soberbia, los que persiguen a los remuneradores, los que no se apiadan del pobre, los que no se afligen con el afligido, los que no conocen a su Creador, los que asesinan a sus hijos, los que abortan, los que se alejan de las buenas obras, los que oprimen al que trabaja, los que esquivan el consejo de los justos. Apártate, hijo, de todos estos.

VI. 1.Y vigila para que nadie te aparte de esta doctrina; de lo contrario, serás enseñado fuera de la disciplina. 4. Si cada día, con deliberación, haces estas cosas, estarás cerca del Dios vivo; si no lo haces, estarás lejos de la verdad. 5.Pon todas estas cosas en tu espíritu, y no te olvidarás de tu esperanza, sino que llegarás por estos santos combates a la corona. 6. Por Jesucristo, el Señor, que reina y es Señor con Dios Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
 

Fuente: Colección Fuentes Patrísticas, volumen 3, por Juan José Ayán Calvo. Editorial Ciudad Nueva www.ciudadnueva.com

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