CARTA DE PONCIO PILATO A TIBERIO

CARTA DE PONCIO PILATO A TIBERIO
(Segunda carta de Pilato)

Carta de Poncio Pilato dirigida al emperador romano acerca de Nuestro Señor Jesucristo

Poncio Pilato saluda al emperador Tiberio César.

Jesucristo, a quien te presenté claramente en mis últimas relaciones, ha sido, por fin, entregado a un duro suplicio a instancias del pueblo, cuyas instigaciones seguí de mal grado y por temor. Un hombre, por vida de Hércules, piadoso y austero como éste, ni existió ni existirá jamás en época alguna. Pero se dieron cita para conseguir la crucificción de este legado de la verdad, por una parte, un extraño empeño del mismo pueblo, y por otra, la confabulación de todos los escribas, jefes y ancianos, contra los avisos que les daban sus profetas y, a nuestro modo de hablar, las sibilas. Y mientras estaba pendiente de la cruz, aparecieron señales que sobrepujaban las fuerzas naturales, y que presagiaban, según el juicio de los físicos, la destrucción a todo el orbe. Viven aún sus discípulos, que no desdicen del maestro ni en sus obras ni en la morigeración de sus vidas; más aún, siguen haciendo mucho bien en su nombre. Si no hubiera sido, pues, por el temor de que surgiera una sedición en el pueblo (que estaba ya como en estado de efervescencia), quizá nos viviera todavía aquel insigne varón. Atribuye, pues, más mis deseos de fidelidad para contigo que a mi propio capricho el que no me haya resistido con todas mis fuerzas a que la sangre de un justo inmune de toda culpa, pero víctima de la malicia humana, fuera inicuamente vendida y sufriera la pasión; siendo así, además, que, como dicen sus escrituras, esto había de ceder en su propia ruina. Adiós. Día 28 de marzo.

Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por Aurelio De Santos Otero, BAC

SENTENCIA DE PILATO -3396

SENTENCIA DE PILATO
(Epistola Tiberii ad Pilatum)

Esto es lo que contestó César Augusto a Poncio Pilato, gobernador de la provincia oriental. El mismo César añadió la sentencia de su puño y letra y se la envió con el mensajero Raab, a quien entregó, además, soldados en número de dos mil:

«Por cuanto tuviste la osadía de condenar a muerte a Jesús Nazareno de una manera violenta y totalmente inicua y, aun antes de dictar sentencia condenatoria, le pusiste en manos de los insaciables y furiosos judíos; por cuanto, además, no tuviste compasión de este justo, sino que, después de teñir la caña y de someterle a una horrible sentencia y al tormento de la fagelación, le entregaste, sin culpa alguna por su parte, al suplicio de la crucifixión, no sin antes haber aceptado presentes por su muerte; por cuanto, en fin, manifestaste, sí, compasión con los labios, pero le entregaste con el corazón a unos judíos sin ley; por todo esto, vas tú mismo a ser conducido a mi presencia, cargado de cadenas, para que presentes tus excusas y rindas cuentas de la vida que has entregado a la muerte sin motivo alguno. Pero ¡ay de tu dureza y desvergüenza! Desde que esto ha llegado a mis oídos, estoy sufriendo en el alma y siento que se desmenuzan mis entrañas. Pues ha venido a mi presencia una mujer, la cual se dice discípula de Él (es María Magdalena, de quien, según afirma, expulsó siete demonios), y atestigua que Jesús obraba portentosas curaciones, haciendo ver a los ciegos, andar a los cojos, oír a los sordos, limpiando a los leprosos, y que todas estas curaciones las verificaba con su sola palabra ¿Cómo has consentido que fuera crucificado sin motivo alguno? Porque, si no queríais aceptarlo como Dios, deberíais al menos haberos compadecido de Él como médico que es. Hasta la misma relación astuta que me ha llegado de tu parte, está reclamando tu castigo, ya que en ella se afirma que Éste era superior a todos los dioses que nosotros veneramos. ¿Cómo ha sido para entregarle a la muerte? Pues sábete que, así como tú le condenaste injustamente y le mandaste matar, de la misma manera yo te voy a ajusticiar ati con todo derecho; y no sólo a ti, sino también a todos tus consejeros y cómplices, de quienes recibiste el soborno de la muerte».

Entregóseles, pues, la carta a los emisarios y, juntamente con ella, la sentencia en que Augusto mandaba por escrito que pasaran por el filo de la espada a todo el pueblo de los judíos y trajeran a Pilato, preso como reo a Roma, y juntamente con él a los principales de entre los judíos (los que eran a la sazón gobernadores): a Arquelao, hijo del odiosísimo Herodes, y a su cómplice Filipo; al pontífice Caifás, y a Anás, su suegro, y a todos los principales de entre los judíos.

Así, pues, marchó Rachaab con los soldados e hizo  como le había sido ordenado, pasando por la espada a todos los varones de entre los judíos, mientras que las impuras mujeres de éstos quedaban expuestas a la violación de los paganos, con lo que brotó una ralea abominable, como engendro que era de Satanás. Después el emisario se hizo cargo de Pilato, de Arquelao y Filipo, de Anás y Caifás, y de todos los principales de entre los judíos, y cargándolos de cadenas, se puso con ellos camino de Roma. Y sucedió que, al pasar por cierta isla llamada Creta, Caifás perdió la vida de una manera violenta y miserable. Tomáronle, pues, para sepultarle, pero ni siquiera la tierra se dignó admitirle en su seno, sino que le arrojaba fuera. Cuando esto vieron los muchos que allí estaban, tomaron piedras con sus manos y las arrojaron sobre el cadáver, dejándole de esta manera sepultado.

Existía entre los reyes de la antigüedad la costumbre de que, si un reo de muerte contemplaba el rostro real, se veía libre de su condenación. César, pues, dio las órdenes oportunas para no dejarse ver por Pilato, de manera que no pudiera escapar de la muerte. Así, pues, lo metieron en una caverna, y allí lo dejaron, conforme a las órdenes del emperador.
Mandó asimismo que Anás fuera envuelto en una piel de buey; y, al secarse el cuero por el sol, quedó oprimido por él, saliéndosele las entrañas por la boca y perdiendo violentamente su vida miserable. A los demás presos judíos los ejecutó pasándolos a filo de espada. Mas a Arquelao, el hijo del odiosísimo Herodes, y a su cómplice Filipo los condenó a ser empalados.

Cierto día salió de caza el emperador e iba su persecución de una gacela. Ésta, al pasar por la boca de la caverna [donde estaba Pilato], se paró. Pilato estaba a punto de perecer a manos del César, e intentó fijar en él su mirada; pero, para que se realizara lo que estaba a punto de suceder, la gacela vino a ponerse frente a él; César entonces disparó una flecha con el fin de derribar al animal, pero el proyectil atravesó la entrada de la caverna y mató a Pilato. [Todos los que creéis que Cristo es el Dios verdadero y Salvador nuestro, glorificadle a Él y engrandecedle, pues le pertenece la alabanza, el honor y la adoración con su padre sin principio y su Espíritu consubstancial, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.]
 

Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por Aurelio De Santos Otero, BAC

EL EVANGELIO DE LA MUERTE DE PILATOS

EL EVANGELIO DE LA MUERTE DE PILATOS
Muerte de Pilatos, el que condenó a Jesús (Mors Pilati)

Misión de Volusiano en Jerusalén

I 1. Estando Tiberio César, emperador de los romanos, afectado de una grave dolencia y oyendo que había en Jerusalén un médico llamado Jesús, que curaba todas las enfermedades con su palabra, y no sabiendo que Pilatos y los judíos lo habían hecho perecer, dio esta orden a uno de los empleados de su casa, llamado Volusiano: Ve al otro lado del mar todo lo más pronto que puedas, y di a Pilatos, mi servidor y amigo, que me envíe aquí ese médico, para que me devuelva mi antigua salud.
2. Y Volusiano, oyendo la orden del emperador, partió en seguida, y fue a Pilatos, con arreglo a la orden que había recibido.
3. Y expuso a Pilatos la comisión que el César le había conferido, diciéndole: Tiberio, emperador de los romanos y tu señor, sabiendo que en esta ciudad hay un médico que sólo con su palabra cura las enfermedades, te pide que se lo envíes, para librarlo de sus dolencias.
4. Y Pilatos, al oirlo, quedó amedrentado, porque había hecho morir a Jesús, conforme al deseo de los judíos, y respondió al emisario, diciéndole: Ese hombre era un malhechor y un sediciosos que se atraía todo el pueblo a sí, por lo cual y en vista del consejo de los varones prudentes de la ciudad lo he hecho crucificar.
5. Y, volviendo el emisario a su casa, halló una mujer llamada Verónica, que había conocido a Jesús, y le dijo: ¡Oh mujer! ¿Y cómo los judíos han hecho morir a un médico que había en esta ciudad, y que curaba las enfermedades con sólo su palabra?
6. Y ella se puso a llorar, diciendo: ¡Ah, señor, era mi Dios y mi maestro aquel a quien Pilatos, por sugestión de los judíos, ha hecho prender, condenar y crucificar!
7. Y Volusiano, muy afligido, le dijo: Tengo un extremado dolor, porque no puedo cumplir las órdenes que mi emperador me ha dado.
8. Y Verónica le dijo: Como mi Señor iba de un sitio a otro predicando, y yo estaba desolada, al verme privada de su presencia, quise hacer pintar su imagen, a fin de que, cuantas veces sintiese el dolor de su ausencia, tuviese al menos el consuelo de su retrato.
9. Y, cuando yo llevaba al pintor un lienzo para hacerlo pintar, mi Señor me encontró, y me preguntó adónde iba. Y, el indicarle mi objeto, me pidió un paño, y me lo devolvió impreso con la imagen de su venerada figura. Y si tu emperador la mira con devoción, gozará de salud brevemente.
10. Y Volusiano le dijo: ¿Puedo adquirir esa imagen a precio de oro o de plata? Y ella contestó: No, ciertamente. Pero, por un sentimiento de piedad, partiré contigo, llevando esta imagen al César, para que la vea, y luego volveré.
11. Y Volusiano fue a Roma con Verónica, y dijo al emperador Tiberio: Hace tiempo que Pilatos y los judíos, por envidia, han condenado a Jesús a la muerte afrentosa de la cruz. Pero ha venido conmigo una matrona que trae consigo la imagen del mismo Jesús y, si tú la contemplas devotamente, gozarás el beneficio de la curación.
12. Y el César hizo extender telas de seda, y ordenó que se le llevase la imagen y, en cuanto la hubo mirado, volvió a su primitiva salud.

Castigo de Pilatos

II 1. Y Pilatos, por orden de Tiberio, fue preso y conducido a Roma. Y, sabiendo el César que había llegado a la ciudad, se llenó de furor contra él, y ordenó que se lo presentasen.
2. Y Pilatos había traído consigo la túnica de Jesús, y la llevaba sobre sí, cuando compareció ante el emperador.
3. Y apenas el emperador lo vio, se apaciguó toda su cólera, y se levantó al verlo, y no le dirigió ninguna palabra dura, y, si en su ausencia se había mostrado terrible y lleno de ira, en su presencia sólo mostró dulzura.
4. Y, cuando se lo hubieron llevado, de nuevo se enfureció contra él de un modo espantoso, diciendo que era muy desgraciado por no haber podido mostrarle la cólera que llenaba su corazón. Y lo hizo otra vez llamar, jurando que era merecedor de la muerte, e indigno de vivir sobre la tierra.
5. Y, cuando volvió a verlo, lo saludó, y desapareció toda su cólera. Y todos los presentes se asombraban, y también el emperador, de estar tan irritado contra Pilatos, cuando salía, y de no poder decirle nada amenazador, cuando estaba ante él.
6. Y, al fin, cediendo a un impulso divino, o acaso por consejo de algún cristiano, le hizo quitar su túnica, y al momento se sintió lleno de cólera contra él. Y, sorprendiéndole mucho al emperador todas estas cosas, se le dijo que aquella túnica había sido del Señor Jesús.
7. Y el emperador ordenó tener preso a Pilatos hasta resolver, con consejo de los prudentes, lo que convenía hacer con él.
8. Y, pocos días más tarde, se dictó una sentencia, que condenaba a Pilatos a una muerte muy ignominiosa. Y Pilatos, sabiéndolo, se mató con su propio cuchillo, y puso de este modo fin a su vida.
9. Y, sabedor el César de la muerte de Pilatos, dijo: En verdad que ha muerto de muerte bien ignominiosa, pues ni su propio cuchillo lo ha perdonado. Y el cuerpo de Pilatos, sujeto a una gran rueda de molino, fue lanzado al Tíber.
10. Y los espíritus malos e impuros, gozándose en aquel cuerpo impuro y malo, se agitaban en el agua, y producían tempestades, y truenos, y grandes trastornos en los aires, con lo que todo el pueblo era presa de pavor. Y los romanos retiraron del Tíber el cuerpo de Pilatos, y lo llevaron a Vienne y lo arrojaron al Ródano, porque Vienne significa camino de la gehhena, y era un sitio de exportación.
11. Y los espíritus malignos, reunidos en caterva, continuaron haciendo lo que en Roma. Y, no pudiendo los habitantes soportar el ser así atormentados por los demonios, alejaron de sí aquel motivo de maldición, y lo hicieron enterrar en el territorio y ciudad de Lausana.
12. Y, como los demonios no dejaban de inquietar a los habitantes, se lo alejó más y se lo arrojó en un estanque rodeado de montañas, donde, según los relatos, las maquinaciones de los diablos se manifiestan aún por el burbujear de las aguas.
 

Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por Edmundo González Blanco

CARTA DE PILATO A HERODES

CARTA DE PILATO A HERODES
Pilato, gobernador de Jerusalén, saluda al tetrarca Herodes.

Nada bueno hice bajo tu instigación el día aquel en que los judíos presentaron a Jesús, el llamado Cristo. Pues de la misma manera que fue crucificado, así también ha resucitado al tercer día de entre los muertos, como acaban de anunciarme algunos, y entre ellos el centurión. Yo mismo he decidido enviar una expedición a Galilea y atestiguan haberle visto en su propio cuerpo y conservando el mismo semblante. Y ha llegado a dejarse ver de más de quinientas personas, con la misma voz e idénticas enseñanzas. Estos individuos han ido por ahí dando testimonio de ello, y, lejos de vacilar, han predicado su resurrección como fenómeno extraordinario y han anunciado un reino eterno, hasta el punto de que los cielos y la tierra parecían alegrarse de sus santas enseñanzas [de Jesus].

Y has de saber que Procla, mi mujer, dando crédito a las apariciones que tuvo de él cuando yo estaba a punto de mandarle crucificar por tu instigación, me dejó solo y se fue con diez soldados y Longino, el fiel centurión, para contemplar su semblante, como si se tratara de un gran espectáculo. Y le han visto sentado en un campo de cultivo, rodeado de una gran turba y enseñando las magnificencias del Padre; de manera que todos estaban fuera de sí y llenos de admiración, [pensando] si había resucitado de entre los muertos aquel que había padecido el tormento de la crucifixión.

Y, mientras todos estaban observándole con gran atención, divisó a éstos y se dirigió a ellos en estos términos: «¿Todavía no me creéis, Procla y Longinos? ¿No eres tú por ventura el que hiciste guardia durante mi pasión y vigilaste mi sepulcro? Y tú, mujer, ¿no eres la que enviaste a tu esposo una misiva acerca de mi? […] el testamento de Dios que dispuso el padre. Yo, el que fui levantado y sufrí muchas cosas, vivificaré por medio de mi muerte, tan conocida para vosotros, toda la carne que ha perecido. Ahora, pues, sabed que no perecerá todo aquel que haya creído en Dios Padre y en mí, pues yo hice desaparecer los dolores de la muerte y traspasé al dragón de muchas cabezas. Y, en ocasión de mi futura venida, cada uno resucitará con el mismo cuerpo y alma que ahora tiene y bendecirá a mi Padre, al Padre de aquel que fue crucificado en la época de Poncio Pilato».

Al oírle decir tales cosas, tanto mi mujer, Procla, como el centurión que tuvo a su cargo la ejecución de Jesús, como los soldados que habían ido en su compañía, se pusieron a llorar llenos de aflicción, y vinieron a mí para referirme estas cosas. Yo, a mi vez, después de oírlas, se las referí a mis grandes comisarios y compañeros de milicia; estos, llenos de aflicción y ponderando el mal que habían hecho contra Jesús, se pusieron a llorar durante el día; y asimismo yo, compartiendo el dolor de mi mujer, estoy entregado al ayuno y duermo sobre la tierra. […] y en esto vino el Señor y nos levantó del suelo a mí y a mi mujer; yo entonces fijé mi vista en él y vi que su cuerpo conservaba aún los cardenales. Y Él puso sus manos sobre mis hombros, diciendo: «Bienaventurado te llamarán todas las generaciones y los pueblos, porque en época tuya murió el Hijo del hombre y resucitó ya ahora va a subir a los cielos y se sentará en lo más alto. Y caerán en la cuenta todas las tribus de la tierra de que yo soy el que va a juzgar a los vivos y a los muertos en el último día».
 

Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por Aurelio De Santos Otero, BAC

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CARTA DE HERODES A PILATO

Herodes, tetrarca de los galileos, saluda al gobernador de los judíos, Poncio Pilato.

Estoy sumido en no pequeña aflicción, conforme al dicho de las Sagradas Escrituras, por las cosas que paso a relatarte, así como pienso que tú a tu vez te afligirás al leerlas. Pues has de saber que mi hija Herodíades, a quien yo amaba ardientemente, ha perecido por estar jugando junto al agua cuando ésta desbordaba sobre las márgenes del río. Efectivamente, el agua la cubrió de repente hasta el cuello; su madre entonces la agarró de la cabeza para que no se la llevara la corriente, pero se desprendió ésta del tronco y fue lo único que mi esposa pudo recoger, pues lo restante del cuerpo fue arrastrado por la corriente. Mi mujer ahora aprieta, llorando, la cabeza sobre sus rodillas, y toda mi casa está sumida en una pena incesante.

Yo, por mi parte, me encuentro rodeado de muchos males a partir del momento en que supe que tú le habías despreciado [a Jesús]; y quiero ponerme en camino tan sólo para verle, adorarle y escuchar alguna palabra de sus labios, pues he perpetrado muchas maldades contra Él y contra Juan el Bautista; ciertamente estoy recibiendo con toda justicia mi merecido, pues mi padre derramó sobre la tierra mucha sangre de hijos ajenos a causa de Jesús, y yo, a mi vez, he degollado a Juan, el que le bautizó.

Justos son los juicios de Dios, porque cada cual recibe su recompensa en consonancia con sus deseos. Así, pues, ya que te es dado ver de nuevo a Jesús, lucha ahora por mí y dile en mi favor una palabra; porque a vosotros, los gentiles, os ha sido entregado el reino, conforme a lo que dijeron Cristo y los profetas.

Lesbónax, mi hijo, se encuentra en una necesidad extrema, presa de una enfermedad agotadora desde hace muchos días. Yo, a mi vez, me encuentro enfermo de gravedad, sometido al tormento de la hidropesía, hasta el punto de que salen gusanos de mi boca. Mi mujer ha llegado incluso a perder el ojo izquierdo por la desgracia que se ha cernido sobre mi casa. Justos son los juicios de Dios, por cuanto hemos ultrajado al ojo inocente. No hay paz para los sacerdotes, dice el Señor. La muerte hará presa en ellos y en el senado de los hijos de Israel, pues pusieron inicuamente sus manos sobre el justo Jesús. Todo esto ha venido a cumplirse en la consumación de los siglos; y así, las naciones van a recibir en herencia el reino de Dios, mientras que los hijos de la luz serán arrojados fuera por no haber observado lo que convenía en relación con el Señor y con su Hijo.

Por todo lo cual ciñe ahora tus lomos, asume tu autoridad judicial de noche y de día, unido a tu mujer en el recuerdo de Jesús, y será vuestro el reino, pues nosotros hemos hecho padecer al justo. Y si es que hay lugar para mis ruegos, ¡oh Pilato!, puesto que nacimos simultáneamente, da sepultura diligentemente a mi casa, pues preferimos ser sepultados por ti que no por los sacerdotes, a quienes en breve, según las escrituras de Jesús, les espera el juicio. Adiós.

Te he enviado los pendientes de mi mujer y mi propio anillo. Si es que te acuerdas, me lo devolverás en el último día. Ya van aflorando los gusanos a mi boca y con ello recibo el castigo de este mundo; pero temo más a la sentencia de allá, pues los módulos de justicia que me aplicará el Dios vivo serán por duplicado. Vamos desapareciendo fugazmente de esta vida a los pocos años de nacer, y de allí proviene el juicio eterno y la retibución de las acciones.

Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por Aurelio De Santos Otero, BAC

LA HIJA DE PEDRO

LA HIJA DE PEDRO
(Fragmento copto berolinense)

128 El primer día de la semana, el domingo se reunió mucha gente y llevaron a Pedro una gran multitud de enfermos para que los curara. Pero uno de entre los presentes tuvo el valor de decirle: —Pedro: ante nuestros ojos has hecho que muchos ciegos vean, muchos sordos oigan, que los lisiados anden, y has ayudado a los débiles otorgándoles fuerza. ¿Por qué motivo no has socorrido a tu hija, doncella, que se ha hecho una bella mujer y que ha creído en el nombre del Señor? 129 Uno de sus costados se halla totalmente paralizado y yace tendida en un rincón, impedida. Podemos ver a los que has curado, pero no te has cuidado de tu propia hija.

Mas Pedro sonrió y le dijo: —Hijo mío: Dios solamente sabe por qué razón su cuerpo está enfermo. Sábete, pues, que Él no es débil o impotente para otorgar este don a mi hija.

Mas para persuadirlo en su ánimo y para que los presentes se robustecieran en la fe, 130 miró a su hija y le dijo: —Levántate de ese lugar sin que nadie te ayude salvo Jesús sólo; camina ya sana, delante de todos éstos y ven hacia mí.

Ella se levantó y fue hacia él. La muchedumbre se alegró por lo que había ocurrido. Pedro les dijo: —Ahora vuestro corazón está convencido de que Dios no es impotente respecto a cualquier cosa que le pidamos.

Entonces se alegraron aun más y alabaron a Dios. Pedro dijo así a su hija: —131 Vuelve a tu sitio, siéntate y quede de nuevo contigo tu enfermedad, pues esto es útil para ti y para mí.

La joven se volvió, se sentó en su lugar y quedó como antes. Toda la muchedumbre se puso a llorar y suplicó a Pedro que la (volviera) a curar. Les dijo Pedro: —¡Por la vida del Señor, que esto es útil para ella y para mí!. Pues en el día en el que nació tuve una visión en la que Él me decía: «Pedro, hoy ha nacido para ti una gran 132 tentación. Tu hija causará daño a muchas almas si su cuerpo permanece sano». Mas yo pensaba que la visión se mofaba de mí. Cuando la muchacha tuvo diez años, muchos sufrueron escándalo por su causa. Un gran hacendado, Ptolomeo de nombre, que la había visto bañarse a la muchacha y a su madre, envió por ella con la intención de hacerla su esposa. Pero su madre no quiso. Ptolomeo insistió y no pudo esperar […]

(Laguna de un folio; pp. 133-134)

135 […] (los siervos) de Ptolomeo trajeron a la muchacha, la dejaron delante de la puerta de la casa y se fueron. Cuando caímos en cuenta, su madre y yo bajamos, descubrimos a la muchacha y que todo un costado de su cuerpo, desde los pies a la cabeza, se había quedado paralizado y enjuto. La recogimos y alabamos al Señor que había librado a su sierva de esa mancha, de la vergüenza y de […]. Éste es el motivo por el que la muchacha (ha quedado) así hasta el día de hoy.

Ahora es conveniente para vosotros que conozcáis el final de Ptolomeo. 136 Se encerró en sí mismo y se lamentaba día y noche por lo que había ocurrido, y a causa de las muchas lágrimas que derramó quedó ciego. Tomó la decisión de levantarse y ahorcarse, mas he aquí que a la hora nona de aquel día, cuando se encontraba solo en su dormitorio, vio una gran luz que iluminaba toda la casa y oyó una voz que le decía: 137 «Ptolomeo: los vasos de Dios no han sido dados para la ruina y la corrupción. Era necesario que tú, que has creído en mí, no profanaras a mi doncella, en la que deberías ver una hermana, pues yo soy para vosotros dos un solo Espíritu. Levántate, sin embargo, y vete deprisa a casa de Pedro, el apóstol. Allí verás mi gloria, y él te aclarará este asunto».

Ptolomeo no se descuidó un momento, y ordenó a sus hombres que le 138 mostraran el camino y que lo llevaran hasta mí. Cuando estuvo en mi presencia contó lo que le había ocurrido por el poder de Jesucristo, nuestro Señor. Entonces  comenzó a ver con los ojos de su cuerpo y de su alma, y muchos pusieron su esperanza en Cristo. Él les causó un bien procurándoles graciosamente el don de Dios.

Luego murió Ptolomeo; abandonó la vida y se fue hacia su Señor. 139 Y cuando dispuso su testamento, inscribió en él un lote de tierra a nombre de mi hija, ya que por su medio había creído en Dios y obtenido la curación. Yo, a quien había confiado la administración, ejecuté todo diligentemente. Vendí el campo […] y Dios solo sabe que yo ni mi hija […]. Vendí el campo, y del producto no me he quedado con nada, sino que todo lo he repartido entre los pobres.

Sábete, pues, ¡oh servidor de Jesucristo!, que Dios 140 gobierna a los suyos y prepara a cada uno lo que le es bueno, aunque pensemos que se ha olvidado de nosotros. Ahora, pues, hermanos, hagamos penitencia, vigilemos y oremos, y la bondad de Dios dirigirá sus ojos sobre nosotros, mientras por nuestra parte ponemos en ella nuestra esperanza.

Pedro pronunció estas palabras, y alabando el nombre 141 del Señor Cristo, distribuyó a todos el pan. Cuando lo hubo repartido, se levantó y entró en su casa.

Hecho de Pedro.
 

Fuente: Textos Gnósticos – Biblioteca Nag Hammadi II, por Antonio Piñero. Editorial Trotta www.trotta.es

Nota: la numeración corresponde a las páginas del manuscrito

HECHOS DE PEDRO Y LOS DOCE APÓSTOLES

HECHOS DE PEDRO Y LOS DOCE APÓSTOLES
Introducción

1 […] nos hicimos a la mar. Nos sentíamos unidos en nuestros corazones. Estábamos todos dispuestos a ejecutar el ministerio que el Señor nos había encargado, y llegamos a un acuerdo entre nosotros. Bajamos al mar en un momento oportuno, dispuesto por el Señor. Encontramos un navío fondeado en la costa preparado para partir, y hablamos con los marineros si podríamos embarcarnos con ellos. Mostraron con nosotros una gran amabilidad, según lo dispuesto por el Señor. Y ocurrió que cuando partimos, navegamos un día y una noche. Luego sopló sobre la nave un viento contrario que nos arrastró hacia una pequeña ciudad (en una isla) situada en medio del mar. Yo, Pedro, pregunté el nombre de la ciudad a algunas personas del lugar que se hallaban en el muelle.

2 Nos respondió [un hombre] de aquellos [y nos dijo el nombre] de la ciudad que era [«Inhabitación»], es decir, «Fundamento» […] paciencia. Su alcalde se hallaba [en el muelle, portando] una palma (en la mano). Y ocurrió que cuando desembarcamos en tierra [con] el equipaje, entré en la ciudad buscando [consejo?] sobre un alojamiento.

Primer encuentro con Litargoel

Salió un hombre que llevaba una vestidura ceñida sobre sus lomos y un cinturón dorado que la ajustaba. (Llevaba) un blanco sudario recogido alrededor del pecho, que le llegaba hasta los hombros y que cubría su cabeza y sus manos. Yo contemplaba a ese hombre porque era hermoso en su forma y figura. Cuatro zonas de su cuerpo miraba: las plantas de sus pies, una parte de su pecho, las palmas de sus manos y su rostro. Esto es lo que pude ver. Había en su mano izquierda una caja de las que suelen emplearse para libros y un bastón de estoraque en su derecha. Su voz resonaba pausadamente mientras gritaba en el ciudad: «Perlas, perlas». Yo pensé que era un habitante de aquella villa. Le hablé así: —Hermano mío y compañero.

3 Me respondió:  —[Bie]n has dicho «[hermano] mío [y c]ompañero». ¿Qué [deseas] de mí?.

Le respondí: —[Busco] un alojamiento para mí [y] para mis hermanos, ya que somos forasteros.

Añadió: —Por eso también yo me he apresurado a decir  «hermano mío y compañero», porque soy un extranjero como tú.

Cuando hubo dicho estas palabras, gritó: —Perlas, perlas.

Oyeron su voz los ricos de aquella ciudad. (Unos) salieron de sus habitaciones más ocultas; otros, por el contrario, lo contemplaron desde las habitaciones de sus casas; y otros miraban desde las ventanas superiores. Pero vieron que no (podían conseguir) nada de él, porque no llevaba alforja ninguna sobre sus espaldas, ni envoltorio ninguno entre su vestidura o sudario. A causa de su desprecio ni siquiera le preguntaron, y él, por su parte, no se reveló a ellos. Los ricos se volvieron a sus aposentos mientras decían: «Éste se burla de nosotros».

4 Los pobres [de la ciudad] escucharon [su voz, y salieron hacia] el hombre que [vendía las perlas. Le dijeron]: —Por favor, [muéstranos una] perla, para que al menos [podamos verla] con nuestros ojos, ya que somos [pobres], y no tenemos el dinero de su precio para entregártelo. [Enséñanosla], sin embargo, para que podamos decir a nuestros camaradas que [hemos visto] una perla con nuestros propios ojos.

Les respondió así: —Si os es posible, venid a mi ciudad. No sólo la mostraré ante vuestros ojos, sino que os la daré de balde.

Los pobres de aquella ciudad escucharon sus palabras y replicaron: —Puesto que somos mendigos, sabemos que nadie acostumbra a regalar una perla a los mendigos, quienes suelen recibir alimentos y calderilla. Ahora bien, lo que deseamos obtener de tu bondad es que nos muestres la perla ante nuestros ojos. Así podremos decir con orgullo a nuestros camaradas: «Hemos visto una perla con nuestros ojos», ya que (tal cosa) no sucede entre los pobres, especialmente mendigos (como nosotros).

Viaje de Pedro y sus compañeros a la ciudad de Litargoel

Les respondió así:  —Si os es posible, venid a mi ciudad. No sólo os enseñaré la perla, sino que os la daré de balde.

Los pobres y los mendigos se alegraron a causa de 5 el [dadivoso] mercader. [Los hombres] (de la ciudad) [preguntaron a Pedro] sobre las penalidades [del camino]. Pe[dr]o respondió [contándoles] lo que habían oído de [las dificultades] del camino, puesto que [experimentarán?] (esas) penalidades en su ministerio. (Luego) dijo (Pedro) al hombre que vendía la perla: —Deseo conocer tu nombre y las penalidades del camino hasta tu ciudad, porque somos forasteros y siervos de Dios, y nos es necesario extender la palabra de Dios en toda ciudad pacíficamente.

Respondió así (el vendedor de perlas): —Si preguntas por mi nombre, es Litargoel, que significa «piedra liviana (que brilla como los ojos de) una gacela». Y la vía hacia la ciudad sobre la que me has preguntado, te la mostraré (también). Cualquier hombre no puede ir por ese camino, salvo el que haya renunciado a todo lo que posee, y ayune diariamente de estación en estación. Porque son numerosos los ladrones y las fieras salvajes en esa vía. Al que lleva pan consigo para el camino, perros negros lo devoran a causa de ese pan. El que lleva un vestido precioso de este mundo lo matan los ladrones 6 [a causa del] vestido. [Al que lleva] agua [lo destrozan] los lobos [por el agua], ya que tienen sed. [Al que] se preocupa de la [carne] y las verduras, lo desgarran loe leo[nes] a causa de la carne. [Si] escapa de los leones, lo cornean los toros a causa de las verduras.

Cuando terminó de decirme [estas] cosas, suspiré en mi interior diciendo: «¡Qué grandes son las penalidades del camino! ¡Ojalá nos diera Jesús fuerza para caminar por él!».

Me miró mientras suspiraba y se entristecía mi rostro. Me dijo: —¿Por qué suspiras si conoces ese nombre, «Jesús», y crees en él? Él es el Gran Poder y lo concede. Porque yo también creo en el Padre que lo envió.

Volví a preguntarle: —¿Cuál es el nombre del lugar al que te vas, tu ciudad?

Me respondió: —El nombre de mi ciudad es «Nueve Puertas». Alabemos a Dios mientras nos ejercitamos pensando que la décima es la cabeza.

Dspués de esto me aparté de él en paz para llamar a mis compañeros. (Entonces) vi unas olas, y grandes y elevados muros que rodeaban los límites de la ciudad. Me admiré de las grandezas que vi. Y observé a un anciano que estaba sentado. Le pregunté el nombre de la ciudad, si en verdad (su nombre) era 7 «Inhabi[tación»] […]. Me dijo: —[Has dicho] verdad, pues [habitamos] aquí, porque soportamos con paciencia.

[Respondí] así: —Justamente […] los hombres la han llamado […] porque las ciudades son habitadas por quienes soportan con paciencia sus tentaciones. Un reino noble saldrá de ellas, pues resisten en medio de las olas y de las angustias de las tormentas. De modo que la ciudad de aquellos que soportan el peso del yugo de la fe será habitada. Y él, (cada uno de sus habitantes), será computado en el reino de los cielos.

Transición a la segunda narración

Me marché apresuradamente y llamé a mis compañeros para entrar en la ciudad de la que nos había hablado Litargoel. Ligados por la fe, abandonamos todas las cosas como él nos había dicho. Nos libramos de los ladrones, puesto que no encontraron sus vestiduras sobre nosotros. Nos escapamos de los lobos, porque no hallaron en nosotros el agua de la que estaban sedientos. Nos libramos de los leones, porque no encontraron en nosotros el deseo de carne. 8 [Nos escapamos de los perros] y de [los toros, porque no encontraron ni pan] ni verduras. [Sentimos una] gran alegría, [con] (ausencia) de preocupaciones en la paz de nuestro Señor. Tomamos un poco de descanso ante la puerta y comentamos entre nosotros cosas que no suponían distracción en este mundo, sino una práctica continuada de la fe.

Segundo encuentro con Litargoel

Mientras hablábamos de los ladrones del camino, de quienes habíamos escapado, he aquí que salió Litargoel. Se había transformado ante nosotros y había tomado la apariencia de un médico. Llevaba bajo su brazo un ungüento de nardo medicinal, y un discípulo le seguía portando una cajita llena de medicinas. Nosotros no lo reconocimos. Pedro respondió y le dijo: —Nos gustaría que nos hicieras un favor, ya que somos extranjeros. Condúcenos a la casa de Litargoel antes de que se haga tarde.

Nos respondió: —Os la mostraré con rectitud de corazón. Pero me admira que conozcáis a ese hombre bueno, pues no se revela a cualquiera, ya que es el hijo de un gran rey. Descansad un poco mientras voy, curo a ese hombre y vengo (de nuevo).

Se dio prisa y volvió 9 rápidamente. (El hombre) dijo a Pedro: —Pedro.

Éste se atemorizó (preguntándose) cómo había llegado a saber que su nombre era Pedro. Pedro respondió al Salvador: —¿De dónde me conoces, puesto que has pronunciado mi nombre?

Respondió Litargoel: —Deseo preguntarte quién te ha dado el nombre de Pedro.

Díjole él: —Jesús, el Cristo, el hijo del Dios viviente, Él me dio este nombre.

Respondió (Litargoel) con estas palabras: —Yo soy (ese). Reconóceme, Pedro.

Desanudó el vestido que le cubría, con el que se había disfrazado ante nosotros, y se nos reveló en verdad como era él. Nos postramos en tierra y lo adoramos nosotros, los once apóstoles. Extendió su mano, nos hizo levantar (y) hablamos con él humildemente. Mientras nuestras cabezas estaban inclinadas hacia el suelo con respeto, le dijimos: —¿Qué quieres que hagamos? Mas otórganos la fuerza para que cumplamos tu voluntad en todo momento.

Él (Jesús) les entregó el ungüento de nardo curativo y la cajita que estaba en las manos del dicípulo, y les impartió la orden 10 siguiente: —Volved a la ciudad de la que habéis salido que es llamada «Inhabitación». Continuad enseñando pacientemente a los que han creído en mi nombre, puesto que yo he tenido paciencia en los sufrimientos de la fe. Yo os otorgaré vuestra recompensa. Dad a los pobres de la ciudad lo que necesiten para que vivan de ello, hasta que yo les dé lo que es superior, lo que os dije que os iba a dar de balde.

Pedro respondió con estas palabras: —Señor, Tú nos has enseñado a renunciar al mundo y a lo que en él hay. Hemos dejado todo por ti. Nos preocupamos (ahora solamente) del alimento de cada día. ¿Dónde podremos encontrar las cosas necesarias que nos pides entregar a los pobres?

El Señor respondió con estas palabras: —¡Oh Pedro!, era necesario que comprendieras la parábola que te he contado. ¿No sabes tú que mi nombre, que tú enseñas, es más valioso que cualquier riqueza y que la sabiduría de Dios es superior al oro, la plata y las piedras preciosas?

La misión universal

Les entregó (la cajita con) los remedios medicinales y les dijo (de nuevo): —Curad a todos los enfermos de la ciudad que han creído 11 [en] mi nombre.

Pedro tuvo miedo de responderle por segunda vez. Se dirigió al que estaba a su lado, que era Juan, (y le dijo): —Habla tú esta vez.

Juan respondió con estas palabras: —Señor: tenemos miedo de pronunciar ante ti multitud de palabras. Pero eres tú el que nos exige que practiquemos esta técnica, aunque nadie nos ha instruido para ser médicos. ¿Cómo, pues, sabremos curar los cuerpos, como tú nos has ordenado?

Le respondió (Jesús): —Has hablado bien, Juan, pues yo sé que los médicos de este mundo acostumbran a curar (las enfermedades) que pertenecen al mundo. (Pero) los médicos del alma sanan los corazones. Curad, pues, los cuerpos primero, de modo que gracias a la potencia curativa que hay en vosotros para curación de los cuerpos sin medicinas de este mundo puedan creer que os es posible también sanar las enfermedades del corazón. Con los ricos de la ciudad, (sin embargo,) esos que no consideran digno saber de mí, sino que se regocijan en su riqueza y en su orgullo, con ésos, pues, 12 no comáis en [sus] casas, ni os amiguéis con ellos, no sea que os hagan partícipes de su parcialidad. Pues muchos toman partido por los ricos en las iglesias, porque son pecadores (también) y proporcionan la ocasión a otros hombres de hacer (lo mismo). Mas vosotros juzgadlos con sabiduría, de modo que vuestro ministerio sea glorificado, y para que Yo y mi nombre sean glorificados también en las iglesias.

Los discípulos respondieron así: —Sí. En verdad esto es lo que conviene hacer.

Se postraron en tiera y lo adoraron. (Pero) él los hizo levantar y se apartó de ellos en paz. Amén.

Hechos de Pedro y los Doce Apóstoles.
 

Fuente: Textos Gnósticos – Biblioteca Nag Hammadi II, por Antonio Piñero. Editorial Trotta www.trotta.es

Nota: la numeración corresponde a las páginas del manuscrito
 

APOCALIPSIS DE PABLO

APOCALIPSIS DE PABLO
(Texto copto de Nag Hammadi)

17 La revelación de Pablo.

[Laguna]

Visión de Pablo

18 […] en el camino. Y [se dirigió a él], diciendo: ¿Qué camino [tomaré] para subir a [Jerusalén]? El niño [contestó diciendo]: Di tu nombre, a fin de que te [muestre] el camino. Sabía [quién era Pablo]. Quiso mostrarse afable con él por medio de sus palabras a fin de hallar excusa para conversar con él. El niño tomó la palabra y dijo: Sé quien eres, Pablo, que tú eres el que fue bendecido desde el vientre de su madre. Ahora bien, yo [he venido] a ti a fin de que [subas a Jerusalén] hacia tus colegas [apóstoles]. Por esto [has sido llamado]. Yo soy [el Espíritu que hace camino] contigo. [Alerta] tu mente, Pablo […] 19 Pues […] todo que […] en los principados y estas potestades y arcángeles y poderes y toda clase de demonios […] aquél que pone al descubierto cuerpos para ser desparramados entre almas.

Una vez hubo terminado esta alocución siguió hablando y me dijo: Alerta tu mente, Pablo, y percátate de que la montaña sobre la que estás es la montaña de Jericó, a fin de que conozcas las cosas ocultas que yacen bajo las cosas manifiestas. Sí, irás a los doce apóstoles, pues son espíritus elegidos, y te recibirán con un saludo.

(Pablo) levantó la vista y vio cómo lo saludaban. Entonces, el [Espíritu] Santo, que conversaba con él, lo arrebató hacia lo alto, hasta el tercer cielo. Luego pasó hasta el cuarto [cielo]. El Espíritu [Santo] se dirigió a él diciendo: Mira y ve tu semejanza sobre la tierra.

Él [miró] hacia abajo y vio las cosas que estaban sobre la tierra. Observó [y vio] las cosas que estaban sobre […] 20 Fijó la mirada [hacia abajo] y vio a los doce apóstoles a su derecha y a su izquierda en la creación, y el Espíritu les precedía en el camino.

Visión de juicio de las almas

Ahora bien, en el cuarto cielo yo vi las cosas según sus clases. Vi, en efecto, a los ángeles que se asemejaban a dioses, a los ángeles que transfieren almas de la tierra de los muertos. La depositaron en la puerta del cuarto cielo, y los ángeles la azotaban. El alma levantó la voz diciendo: ¿Qué pecado he cometido en el mundo? El guardián que reside en el cuarto cielo le respondió diciendo: No era conveniente cometer todas aquellas transgresiones a la ley que se dan en el mundo de los muertos. El alma respondió diciendo: Aporta testigos y que [muestren] en qué cuerpo cometí transgresión. [¿Quieres] traer un libro [y leer en] él? Y acudieron tres testigos. El primero tomó la palabra y dijo: [¿Acaso] no estuve yo en el cuerpo en la segunda hora? […] Me levanté contra ti 21 hasta que [te sumiste] en ira, en enojo y en envidia. El segundo habló y dijo: ¿Acaso no estaba yo en el cosmos? Entré en la hora quinta y te vi y te deseé. Y he aquí que ahora te acuso de los crímenes que cometiste. El tercero habló diciendo: ¿Acaso no me llegué a ti en la hora duodécima del día a la puesta del sol? Te di tinieblas hasta que remataras tus pecados.

Cuando el alma oyó todo esto bajó los ojos con tristeza. Luego miró hacia arriba y se precipitó hacia abajo. El alma que fue precipitada hacia abajo [accedió] a un cuerpo que había sido preparado [para ella]. Y he aquí que se terminaron sus testigos.

Ascensión a través de los cielos

[Yo, entonces, miré] hacia arriba y vi al Espíritu que me decía: Pablo, ven, acércate a mí. Y cuando yo [avanzaba], se abrió la puerta y entré en el quinto [cielo]. Y vi a mis colegas apóstoles [que me acompañaban] 22 mientras el Espíritu venía con nosotros. Y en el quinto cielo vi un gran ángel que enarbolaba en su mano una vara de hierro. Con él estaban otros tres ángeles y yo levanté la vista hacia ellos. Pero peleaban entre ellos enarbolando látigos, empujando a las almas hacia el juicio. Yo, por mi parte, avanzaba con el Espíritu y la puerta se me abrió. Entonces ascendimos al sexto cielo y vi a mis colegas apóstoles que me acompañaban, y el Espíritu Santo me conducía ante ellos. Levanté la mirada y vi una gran luz que resplandecía sobre el sexto cielo. Hablé y dije al guardián que estaba en el sexto cielo: [Abre] para mí y para el Espíritu [Santo] que me precede. Entonces me abrió y [ascendimos] al séptimo [cielo. Vi] un anciano […] de luz cuya vestidura era blanca. [Su trono], que se halla en el séptimo cielo, resplandecía más que el sol, [siete] veces más. 23 El anciano tomó la palabra y me dijo: ¿A dónde vas, Pablo, el bendecido, el que fue separado desde el vientre de su madre?. Ahora bien, yo miraba al Espíritu, y él movía la cabeza diciéndome: Habla con él. Yo hablé y dije al anciano: Regreso al lugar del cual procedí. El anciano me contestó: ¿De dónde procedes? Yo le respondí diciendo: Desciendo al mundo de los muertos para llevar cautiva a la cautividad que fue cautivada en la cautividad de Babilonia. El anciano me contestó diciendo: ¿De qué manera podrás apartarte de mí? Mira y ve a los principados y a las potestades. El Espíritu intervino diciendo: Entrégale la señal que está en tu mano, y te abrirá. Entonces yo le di la señal. Él volvió el rostro hacia abajo, hacia su creación y los que son sus potestades. Entonces se abrió [el séptimo] cielo y ascendimos a la 24 Ogdóada. Y vi a los doce apóstoles. Me saludaron y ascendimos al noveno cielo. Yo saludé a todos los que se hallaban en el noveno cielo, y ascendimos al décimo cielo. Y yo saludé a mis espíritus compañeros.

La revelación de Pablo.
 

Fuente: Textos Gnósticos – Biblioteca Nag Hammadi III, por Antonio Piñero. Editorial Trotta www.trotta.es

Nota: la numeración corresponde a las páginas del manuscrito

APOCALIPSIS DE PEDRO -3390

APOCALIPSIS DE PEDRO
(Texto copto de Nag Hammadi)

Introducción

70 Cuando el Salvador estaba sentado en el Templo, en el (año) trescientos de la edificación y (en el mes) de la consecución de la décima columna, y satisfecho con el número de la Majestad viviente e incorruptible, me dijo:

Primera visión

—Pedro, bienaventurado aquellos de arriba que pertenecen al Padre, que a través mía ha revelado la vida a aquellos que son de la vida, pues yo les he recordado, a ellos que están edificados sobre sólida (base), que oigan mis palabras y que distingan las palabras de la injusticia y el incumplimiento de la ley y las de la justicia, (pues) 71 ellos proceden de arriba, de cada palabra del Pleroma verdadero. (Pues) han sido iluminados con benevolencia por Aquel a quien las potestades buscaron, pero no encontraron, ni fue mencionado en generación ninguna de los profetas.

»Éste ha aparecido ahora entre aquellos, en aquel en quien se ha aparecido, en el Hijo del hombre, exaltado en los cielos arriba, (revelado) con temor de los hombres de esencia semejante. Pero tú mismo, Pedro, sé perfecto de acuerdo con tu nombre para conmigo, el que yo te he escogido, porque de ti he hecho un principio para el resto, a quienes he llamado al conocimiento. Sé fuerte hasta (que venga) el imitador de la justicia, (el imitador) de aquel que ha sido el primero en llamarte. (Pues) te ha llamado para que lo conozcas de un modo bueno en su realización, a causa de la distancia que acontece (haber entre uno y otro)… . (Puedes reconocerlo) en los tendones de sus manos y sus pies, y en la coronación (realizada) por parte de aquellos (que son) de la mediedad, y su cuerpo luminoso que ellos presentan en la esperanza del 72 ministerio a causa de un premio honroso, cuando iba a recriminarte tres veces en aquella noche».

Caracterización de los no gnósticos

Estas cosas dijo (el Salvador) mientras yo veía a unos sacerdotes y al pueblo que corrían hacia nosotros con piedras como para matarnos. Y me aterroricé (pensando) que íbamos a morir. Y me dijo: —Pedro, te he dicho muchas veces que son ciegos que no tienen guía. Si quieres conocer su ceguera, pon tus manos sobre tus ojos de tu vestido, y di lo que ves.

Y cuando lo hice, no vi nada. Dije: —No es posible ver (nada).

Me dijo de nuevo: —Hazlo otra vez.

Y se produjo en mí un gran temor y alegría (a la vez), pues vi una nueva luz más grande que la luz del día. Luego descendió (esta luz) sobre el Salvador, y le conté las cosas que había visto. Y me dijo de nuevo: —Levanta tus manos y escucha lo que dicen 73 los sacerdotes y el pueblo.

Y oí a los sacerdotes mientras estaban sentados con los escribas. Las multitudes gritaban a voces. Cuando escuchó (el Salvador) de mí estas cosas, me dijo: —Agudiza tus oídos y oye lo que están diciendo.

Y escuché de nuevo. Mientras estabas sentado te alababan.

Y cuando le dije estas cosas, el Salvador dijo: —Te he dicho que éstos son ciegos y sordos. Escucha, pues, ahora las cosas que se te está  diciendo misteriosamente y consérvalas. No se las digas a los hijos de este mundo, pues blasfemarán contra ti en este mundo, ya que te desconocen, pero te alabarán (cuando tengan) el conocimiento.

Herejías en torno al grupo. Primer conjunto de adversarios gnósticos desviados de la verad originaria

»Pues muchos aceptarán al principio nuestras palabras y se apartarán de ellas luego por el deseo del padre de su error, porque han hecho lo que él ha querido. Pero él (Dios) los revelará en su juicio, es decir, a los servidores de la Palabra. Pero aquellos que resulten 74 mezclados con ellos serán sus prisioneros, pues no tienen percepción. Al no mezclado, al puro y al bueno lo empujan hacia el verdugo, y hacia reino de aquellos que alaban al Cristo en la (pretendida) restauración. Y alaban a los hombres que propagan la mentira, aquellos que vendrán después de ti. Y se unirán al nombre de un muerto, pensando que serán puros (por ese nombre). Pero quedarán muy impurificados y caerán en el nombre del error y en manos de un hombre malvado y astuto, y en dogmas de múltiples formas y serán gobernados en la herejía.

Otro grupo gnóstico

»Ocurrirá, pues, que algunos de ellos blasfemarán de la verdad y proclamarán una doctrina falsa. Y dirán cosas malas unos contra otros. A algunos de ellos se les llamará “aquellos que están en el poder de los arcontes”, los (¿que proceden?) de un hombre y una mujer desnuda de formas y (expuesta a) gran variedad de sufrimiento.

»Y 75 ocurrirá que los que dicen estas cosas preguntarán por sueños. Y si afirman que un sueño ha procedido de un demonio, digno de su error, entonces recibirán perdición en vez de incorrupción.

»Pues el mal no puede producir fruto bueno. Pues el lugar del que procede cada uno produce lo que es semejante a sí mismo, pues toda alma no es de la verdad o de la inmortalidad. Cada alma de este eón tiene como destino la muerte, según nuestra opinión, porque es siempre una esclava, pues ha sido creada para (servir a) sus deseos y la destrucción eterna en la que está y de la que procede. Las almas aman alas criaturas de la materia que ha venido con ellas.

»Pero las almas inmortales no se asemejan a éstas, oh Pedro. Y en tanto en cuanto no ha llegado la hora (de la muerte), ocurrirá que (el alma inmortal) se parecerá a una mortal. Pero no revelará su naturaleza, que es sólo 76 inmortal, y piensa en la inmortalidad. Tiene fe y anhela abandonar estas cosas.

»Pues la gente no recolecta higos de los espinos o de los abrojos, si son inteligentes, ni uvas de los cardos. Ciertamente, lo que se produce siempre está dentro de aquello de donde procede. Y lo que viene de lo que no es bueno, resulta ser para el alma destrucción y muerte. Pero ésta (el alma inmortal), que llega a ser en el Eterno, se halla en la Vida, y en la Inmortalidad de la vida, a la que se asemeja. Así, pues, todo lo que existe no se disolverá en lo que no existe. Pues la sordera y la ceguera se unirán sólo con sus semejantes.

Otro grupo también gnóstico

»Pero otros se cambiarán de las palabras malas y de los misterios que extravían.

»Algunos que no entienden los misterios, hablan de cosas que no entienden. Pero se jactarán que el misterio de la verdad es sólo de ellos, y con arrogancia 77 llegarán a tal orgullo como para envidiar al alma inmortal que ha resultado ser una prenda. Pues toda potestad, dominación y poder de los eones desea estar con éstos en la creación del mundo, de modo que aquellos (las potestades) que no son, olvidados por los que son, los alaben, aunque no han sido salvados (por las potestades), ni han sido llevados al camino, deseando siempre llegar a ser imperecederos. Pues cuando el alma inmortal se fortalece con el poder de un espíritu intelectual … inmediatamente, empero, ellos (las potestades) la (al alma inmortal) hacen semejante a uno de aquellos que están extraviados.

Otro grupo no gnóstico

»Pero muchos otros, que se oponen a la verdad y son los mensajeros del error, conspirarán con su error y su ley contra estos pensamientos puros (que proceden de mí), como mirando desde (el siguiente punto de vista), a saber, pensando que el bien y el mal proceden de una (misma raíz). Ellos hacen negocio con 78 mi palabra, y establecen (la existencia de) un Hado severo, bajo el cual la raza de las almas inmortales estará en vano hasta mi parusía. Pues saldrán de ellos… . Y mi perdón de sus pecados en los que caen por culpa de sus adversarios, a los cuales yo rescaté de la esclavitud en la que se encontraban, para darles libertad. (Y obran) a fin de crear un resto de imitación (del verdadero perdón), en nombre de un difunto, que es Hermas, de los primogénitos de la injusticia, a fin de que la luz existente no sea creída por los pequeños. Pero los de esta clase son los operarios que serán arrojados a las tinieblas exteriores, lejos de los hijos de la luz. Pues ni ellos entrarán, ni tampoco lo permiten a aquellos que suben para recibir su liberación.

Otro grupo. También gnósticos, aunque errados

»Y además otros de ellos, que sufren, piensan que llevarán a su perfección 79 la sabiduría de la fraternidad que existe realmente, que es la camaradería espiritual con aquellos unidos en comunión, a través de la cual se revelará el matrimonio de la inmortalidad. Pero (en vez de eso) se manifestará la semejanza de la raza de la fraternidad femenina como una imitación. Éstos son los que oprimen a sus hermanos diciéndoles: “Por medio de esto tiene piedad nuestro Dios, puesto que la salvación nos llega a nosotros (sólo) por esto”, y no conocen el castigo de aquellos que se alegran por aquellos que han hecho esto a los pequeños, a los que vieron e hicieron prisioneros.

Otro grupo de adversarios: eclesiásticos

»Y existen (también) otros, de aquellos que están fuera de vuestro número, que se llaman a sí mismos obispos, y también diáconos, como si hubieran recibido la autoridad de Dios. Caen bajo el juicio de los principales (puestos). Esta gente son canales vacíos».

Pero yo dije: —Tengo miedo a causa de lo que me has dicho, a saber que 80 los pequeños son, en nuestra opinión, los espúreos; que hay multitudes, ciertamente, que harán errar a otras multitudes de vivientes y os destrozarán en medio de ellos, y cuando pronuncien tu nombre, les darán crédito.

El Salvador dijo: —Gobernarán sobre los pequeños por un tiempo para ellos determinado en proporción a su error. Y después que se complete el (tiempo de su) error, se renovará el (eón) que nunca envejece, el del pensamiento inmortal, y (los pequeños) gobernarán sobre los que los gobernaron a ellos. Y él (ese eón que no envejece) arrancará la raíz de su error y la expondrá a la vergüenza, y se revelará la desvergüenza que ella tuvo sobre sí, y resultará que éstos (los pequeños) serán inmutables, oh Pedro. ¡Ea, pues! Cumplamos la voluntad del Padre incorruptible. He aquí, pues, que vendrán los que traen el juicio sobre aquellos (los eclesiásticos), y quedarán expuestos a la vergüenza. Pero, en cuanto a mí, no podrán tocarme. Pero tú, oh Pedro, estarás en medio de ellos. No temáis a causa de tu 81 cobardía. Su mente se cerrará, pues el Invisible se les opondrá.

Segunda visión: la crucufixión

Cuando dijo estas cosas, ví cómo ellos lo agarraban de aquel modo. Y dije: —¿Qué veo, oh Señor? ¿Eres tú a quien agarran y eres tú el que te aferras a mí? O ¿quién es ese (que) sonríe alegre sobre el árbol? Y ¿hay otro a quien golpean en pies y manos?

El salvador me dijo: —Aquel al que viste sobre el árbol alegre y sonriente, éste es Jesús, el viviente. Pero este otro, en cuyas manos y pies introducen los clavos, es el carnal, el sustituto, expuesto a la vergüenza, el que existió según la semejanza, ¡míralo a él y a mí!

Pero yo, en cuanto vi, dije: —Señor, nadie te mira. Vayámonos de este lugar.

Pero él me dijo: —Te lo he dicho; deja a los ciegos solos. Y en cuanto a ti, mira cuán poco entienden de lo que dicen. 82 Pues han expuesto a vergüenza al hijo de su gloria en vez de a mi siervo.

Tercera visión: la resurrección

Y vi a uno que se acercaba a nosotros que se parecía a aquel que se reía sobre el árbol. Estaba (vestido) del Espíritu Santo y es el Salvador. Y hubo una gran luz, inefable, que los rodeó, y una multitud de ángeles inefables e invisible que lo alababa. Y yo soy el que lo ha visto cuando se manifestó el que da gloria. Y me dijo: —Sé fuerte, pues tú eres aquel a quien han sido dados estos misterios, para conocerlos por una revelación, (a saber) que aquel a quien crucificaron los demonios y el recipiente de piedra en el que habitan (los demonios), el (hombre) de Elohim, el de la cruz que está bajo la Ley. Pero aquel que está cerca de él es el Salvador viviente, el que primero estaba en él, al que apresaron y soltaron, que está de pie, alegre, mirando a aquellos que usaron con él violencia, mientras están divididos entre 83 ellos. Por este motivo, se ríe de su falta de visión, sabiendo que son ciegos de nacimiento. Existe, pues, ciertamente, el que toma sobre sí el sufrimiento, pues el cuerpo es el sustituto. Pero lo que liberaron fue mi cuerpo incorpóreo. Pero yo soy el Espíritu intelectual pleno de luz radiante. Al que visteis viniendo sobre mí es nuestro Pleroma intelectual, el que une la luz perfecta con mi Espíritu Santo.

»Éstas cosas, pues, que tú has visto se las presentarás a la otra raza que no es de este mundo. Pues no habrá honor en cualquier hombre que no sea inmortal, sinó sólo en aquellos escogidos de una sustancia inmortal, que se ha manifestado capaz de contener a Aquel que da su abundancia. Por ello digo que “A todo aquel que tiene se le dará y tendrá en plenitud”. Pero al que no tiene —que es el hombre de este lugar, que está completamente muerto cuando ha sido apartado de los seres de la creación, de lo que ha sido engendrado, 84 a ese que, si ocurre que se le revela una de las esencias inmortales, piensa que la posee—, le será arrebatado (lo que tiene) y le será añadido a aquel que es.

»Tú, pues, sé animoso y no temas en absoluto. Pues yo estaré contigo para que ninguno de tus enemigos tenga poder sobre ti. La paz sea contigo. ¡Sé fuerte!».

Cuando (Jesús) dijo estas cosas, (Pedro) volvió a sí mismo.

Apocalipsis de Pedro.
 

Fuente: Textos Gnósticos – Biblioteca Nag Hammadi III, por Antonio Piñero. Editorial Trotta www.trotta.es
 
Nota: la numeración corresponde a las páginas del manuscrito

APOCALIPSIS DE PEDRO -3389

APOCALIPSIS DE PEDRO
(Fragmento griego de Akhmin)

1. … muchos serán falsos profetas y enseñarán caminos diversos y doctrinas de perdición 2. y llegarán a ser hijos de la perdición. 3.Entonces Dios vendrá a mis fieles, los que tienen hambre y sed y están afligidos y purifican sus almas en esta vida, y juzgará a los hijos de la iniquidad.

4. Además dijo el Señor: Vayamos a la montaña y oremos. 5.Y yendo con Él, nosotros los doce apóstoles, le suplicamos que nos mostrara a uno de nuestros hermanos justos, que había muerto, para que pudiéramos ver qué clase de forma tenía; y tomando valor, también pudiéramos animar a los hombres que nos oyesen.

6. Y cuando oramos, repentinamente aparecieron dos hombres parados hacia el Este ante el Señor, a quienes no podíamos ver. 7. Emitían un rayo como del sol de sus semblantes, y sus vestiduras brillaban de un modo jamás visto por ojos humanos. No hay boca capaz de expresar, ni corazón que pueda concebir, la gloria con que estaban dotados, ni la belleza de su aspecto. 8.Y cuando los miramos, quedamos maravillados, porque sus cuerpos eran más blancos que la nieve y más rojos que las rosas; 9. y el rojo se unía al blanco con tal belleza que no puedo expresarla con palabras. 10. Sus cabellos eran rizados y brillantes y caían elegantemente por sus rostros y por sus hombros como una guirnalda tejida con plantas aromáticas y flores de colores variados, o como un arco iris en el cielo. Tal era su apariencia.

11. Y viendo su belleza, quedamos maravillados de ellos, por su repentina aparición. 12.Y me acerqué al Señor y le dije: ¿Quiénes son éstos? 13.Me respondió: Éstos son los hermanos de ustedes, los justos, cuyo aspecto deseaban ver. 14.Y le dije: ¿Y dónde están todos los justos, y de qué clase es el mundo (eón) en el que están y tienen esta gloria?

15. Y el Señor me mostró una región muy grande fuera de este mundo, con luz extremadamente brillante, donde los rayos del sol iluminaban el ambiente; y la tierra era feraz, con brotes que nunca se marchitaban; y llena de especias y plantas siempre florecientes e incorruptibles, produciendo frutos benditos. 16.Y había tanto perfume que el aroma llegaba incluso hasta nosotros.

17. Y los habitantes de ese lugar vestían como ángeles resplandecientes, y sus vestiduras eran acordes a su tierra. 18.Y había ángeles revoloteando alrededor de ellos. 19.Y la gloria de los lugareños era la misma, y con una sola voz alababan al Señor, regocijándose en ese lugar. 20. El Señor nos dijo: Éste es el lugar de los líderes (sacerdotes principales) de ustedes, los hombres justos.

21. Vi también otro lugar frente a éste, terriblemente triste, y era un lugar de castigo, y los que eran castigados y los ángeles que los castigaban vestían de negro, en consonancia con el ambiente del lugar. 22.Y algunos de los que estaban allí estaban colgados por la lengua: éstos eran los que habían blasfemado del camino de la justicia; debajo de ellos había un fuego llameante y los atormentaba.

23. Y había un gran lago, lleno de cieno ardiente, donde se encontraban algunos hombres que se habían apartado de la justicia; y los ángeles encargados de atormentarles estaban encima de ellos.

24. También había otros, mujeres, que colgaban de sus cabellos por encima de este cieno incandescente; éstas eran las que se habían adornado para el adulterio. Y los hombres que se habían unido a ellas en la impureza del adulterio pendían de los pies y tenían sus cabezas suspendidas encima del fango, y decían: No creíamos que tendríamos que venir a parar a este lugar.

25. Y vi a los asesinos y a sus cómplices echados en un lugar estrecho, lleno de ponzoñosos reptiles, y eran mordidos por estas bestias, y se revolvían en aquel tormento. Y encima de ellos había gusanos que semejaban nubes negras. Y las almas almas de los que habían sido asesinados estaban allí y miraban al tormento de aquellos asesinos y decían: ¡Oh Dios!, rectos son tus juicios.

26. Muy cerca de allí vi otro lugar angosto, donde iban a parar el desagüe y la hediondez de los que allí sufrían tormento, y se formaba allí como un lago. Y allí había mujeres sentadas, sumergidas en aquel albañal hasta la garganta; y frente a ellas, sentados y llorando, muchos niños que habían nacido antes de tiempo; y de ellos salían unos rayos como de fuego que herían los ojos de las mujeres; éstas eran las que habían concebido fuera del matrimonio y se habían procurado aborto.

27. Y otros hombres y mujeres eran quemados hasta su mitad, y arrojados a un lugar oscuro y golpeados por espíritus malvados; y sus entrañas eran devoradas por gusanos que nunca acababan. Y éstos eran los que habían perseguido a los justos, y los habían entregado [a la muerte].

28. Y cerca de aquellos, había nuevamente hombres y mujeres que se mordían sus propios labios en tormentos, y eran heridos por un hierro candente en sus ojos. Y éstos eran los que habían blasfemado y difamado el camino de la justicia.

29. Y enfrente a éstos, otros hombres y mujeres se mordían sus lenguas, y tenían fuego ardiente en sus bocas. Y éstos eran los que habían sido testigos falsos.

30. Y en otro lugar había guijarros más puntiagudos que espadas o que pinchos, candentes; y unos hombres y mujeres andrajosos, con harapos inmundos, rodaban sobre ellos en tormento. Y éstos eran los que habían sido ricos y confiaban en sus riquezas, y no se compadecían de los orfanatos y las viudas, y desdeñaban los mandamientos de Dios.

31. Y en otro gran lago, lleno de materia hedionda (pus) y sangre y cieno ardiente, se encontraban unos hombres y mujeres sobre sus rodillas. Y éstos eran los que habían sido usureros, y demandaban interés sobre interés.

32. Y otros hombres y mujeres eran arrojados desde un gran abismo, y cuando llegaban al fondo, eran conducidos nuevamente hasta la cima por aquellos que estaban sobre ellos, y volvían a ser arrojados, y su tormento no tenía fin. Y éstos eran los que habían profanado sus cuerpos comportándose como mujeres, y las mujeres que estaban con ellos eran las que se habían acostado entre ellas, como si fueran hombres con mujeres.

33. Y junto al abismo estaba un lugar lleno de fuego, y allí se encontraban los hombres que habían tallado con sus propias manos imágenes para sí mismos suplantando a Dios. Y junto a éstos estaban otros hombres y mujeres con varas de fuego, y se golpeaban unos a otros, y no cesaban de atormentarse de esta manera.

34. Y, cerca de ellos, otros hombres y mujeres se quemaban,  revolvían, y asaban. Y éstos eran los que habían abandonado el camino de Dios.
 

Fuentes: vers. 21 – 26: Patrología, por Johannes Quasten, BAC
y los restantes versículos fueron traducidos del inglés
de http://wesley.nnu.edu/noncanon/apoc/apcpete.htm
y de http://www.newadvent.org/fathers/1003.htm

EL EVANGELIO DE TACIANO

EL EVANGELIO DE TACIANO
(Diatessaron)

Inicio [No]

Habiendo muchos intentado poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido certísimas, como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron por sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber entendido todas las cosas desde el principio con diligencia, escribírtelas por orden, oh muy buen Teófilo, para que conozcas la verdad de las cosas en las cuales has sido enseñado.

El Verbo de Dios

I 1. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
2. Éste era en el principio con Dios.
3. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que es hecho fue hecho.
4. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
5. Y la luz en las tinieblas resplandece. Mas las tinieblas no la comprendieron.

El sacerdocio de Zacarías

II 1. Hubo, en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la suerte de Abdías, y su mujer, de las hijas de Aarón, llamada Isabel.
2. Y eran ambos justos delante de Dios, andando sin reprensión en todos los mandamientos y estatutos del Señor.
3. Y no tenían hijos, porque Isabel era estéril, y ambos eran avanzados en días.
4. Y aconteció que, ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios por el orden de su vez, conforme a la costumbre del sacerdocio, salió en suerte a poner el incienso, entrando en el templo del Señor.
5. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando, a la hora del incienso.
6. Y se le apareció el ángel del Señor, puesto en pie, a la derecha del altar del incienso.
7. Y se turbó Zacarías al verlo y cayó temor sobre él.
8. Mas el ángel le dijo: Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Isabel te parirá un hijo, y llamarás su nombre Juan.
9. Y tendrás suma alegría y muchos gozarán de su nacimiento.
10. Porque será grande delante de Dios, y no beberá vino ni sidra, y estará lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.
11. Y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor Dios de ellos.
12. Porque él irá delante de Él con el espíritu y la virtud de Elías, para convertir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes a la prudencia de los justos, y para aparejar al Señor un pueblo apercibido.
13. Y dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer avanzada en días.
14. Y, respondiendo, el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios, y que he sido enviado a hablarte, y a darte esa buena nueva.
15. Y he aquí que estarás mudo, y que no podrás hablar, hasta el día que lo por mí dicho sea hecho, por cuanto no creíste a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo debido.
16. Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y todos se maravillaban de que se detuviese en el templo.
17. Y, saliendo, no les podía hablar. Y entendieron que había visto visión en el templo. Y él les hablaba por señas, y quedó mudo.
18. Y fue que, cumplidos los días de su oficio, se vino a su casa.
19. Y, después de aquellos días, concibió su mujer Isabel, y se encubrió por cinco meses, diciendo: Porque el Señor me ha hecho así en los días en que miró para quitar mi afrenta entre los hombres.

El ángel Gabriel habla a María

III 1. Y, al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazareth, para que visitase a una virgen, desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David. Y el nombre de la virgen era María.
2. Y, entrando el ángel adonde ella estaba, le dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo y bendita eres entre las mujeres.
3. Mas ella, cuando lo vio, se turbó de sus palabras, y pensaba qué salutación fuese aquélla.
4. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia cerca de Dios.
5. Y he aquí que concebirás en tu seno, y parirás un hijo, y llamarás su nombre Jesús. este será grande, y será llamado hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre. Y reinará, en la casa de Jacob por siempre, y de su reino no habrá fin.
6. Entonces María preguntó al ángel: ¿Cómo ocurrirá eso? Porque yo no conozco varón.
7. Y, respondiendo, el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra, por lo cual lo que de tu vientre nacerá será llamado Hijo de Dios. Y he aquí que Isabel, tu parienta, también ha concebido hijo en su vejez, y está en el sexto mes de su embarazo, ella, llamada la estéril, porque nada es imposible para Dios.
8. Entonces María dijo: He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra. Y el ángel partió de ella.
9. En aquellos días, levantándose María, fue a la montaña con prisa, a una ciudad de Judá, y entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel.
10. Y aconteció que, como oyó Isabel la salutación de María, la criatura saltó en su vientre, y ella fue llena del Espíritu Santo.
11. Y exclamó a gran voz: Bendita eres entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde que la madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí que apenas llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.
12. Entonces María dijo: Engrandezca mi alma el Señor, y mi espíritu se alegre en Dios, mi Salvador. Porque ha mirado a la bajeza de su sierva, y he aquí que, desde ahora, me llamarán bienaventurada todas las generaciones, por haberme hecho grandes cosas el Omnipotente. Y santo es su nombre, y su misericordia va de generación en generación a los que le temen. Él hizo valentía con su brazo, y esparció a los soberbios del pensamiento de su corazón, y quitó a los poderosos de los tronos, y levantó a los humildes, y a los ricos envió vacíos, y recibió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia, como habló a Abraham y a su simiente para siempre.
13. Y se quedó María con Isabel como tres meses, y después se volvió a su casa.

Nacimiento de Juan el Bautista

IV 1. Y a Isabel se le cumplió el tiempo del parto, y dio a luz un hijo.
2. Y oyeron los parientes y los vecinos que Dios había hecho con ella grande misericordia, y se alegraron en grado sumo.
3. Y aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y lo llamaban por el nombre de su padre, Zacarías.
4. Y, respondiendo, su madre dijo: No, sino Juan será llamado.
5. Y le advirtieron: ¿Por qué? Nadie hay en tu parentela que tenga ese nombre.
6. Y hablaron por señas a su padre, para que dijese cómo lo quería llamar.
7. Y, pidiendo la tablilla, escribió en ella: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
8. Y luego fue abierta su boca y su lengua, y habló, bendiciendo a Dios.
9. Y recayó gran temor sobre los parientes y los vecinos de ellos, y en todas las montañas de Judá fueron divulgadas aquellas cosas.
10. Y todos los que las oían las conservaban en su corazón, diciendo: ¿Quién será este niño? Y la mano de Dios estaba con él.
11. Y Zacarías, su padre, fue lleno de Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito sea el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y que alzó un cuerpo de salvación en la casa de su siervo David. Él habló por boca de sus santos profetas, que fueron desde el principio, y nos salvó de nuestros enemigos, y cargó su mano sobre todos los que nos aborrecieron. E hizo misericordia con nuestros padres, y se acordó de su santo pacto, del juramento que juró a Abraham, que nos había de dar, y que, sin temor y librados de nuestros enemigos, lo serviríamos en santidad y en justicia, delante de él, todos los días nuestros. Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado, porque irás ante la faz del Señor, para aparejar sus caminos, dando conocimiento de salud a su pueblo, para remisión de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó de lo alto el Oriente, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte, y para encaminar nuestros pies por camino de paz.
12. Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu, y estuvo en los desiertos hasta el día que se mostró a Israel.

Genealogía y natividad de Jesús [No versículos 1 – 33]

V1. Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.
2. Abraham engendró a Isaac, e Isaac engendró a Jacob, y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos.
3. Y Judá engendró de Thamar a Phares y a Zara, y Phares engendró a Esrom, y Esrom engendró a Aram.
4. Y Aram engendró a Aminadab, y Aminadab engendró a Naassón, y Naassón engendró a Salomón.
5. Y Salomón engendró de Rachâb a Booz, y Booz engendró de Ruth a Obed, y Obed engendró a Jessé.
6. Y Jessé engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías.
7. Y Salomón engendró a Roboam, y Roboam engendró a Abia, y Abia engendró a Asa.
8. Y Asa engendró a Josaphat, y Josaphat engendró a Joram, y Joram engendró a Osías.
9. Y Osías engendró a Jostam, y Jostam engendró a Achâz, y Achâz engendró a Ezequías.
10. Y Ezequías engendró a Manasés, y Manasés engendró a Amén, y Amén engendró a Josías.
11. Y Josías engendró a Jechônias y a sus hermanos, en la transmigración de Babilonia.
12. Y. después de la transmigración de Babilonia, Jechônias engendró a Salathiel, y Salathiel engendró a Zorobabel.
13. Y Zorobabel engendró a Abiud, y Abiud engendró a Eliachim, y Eliachim engendró a Azor.
14. Y Azor engendró a Sadoc, y Sadoc engendró a Achim, y Achim engendró a Eliud.
15. Y Eliud engendró a Eleazar, y Eleazar engendró a Mathán, y Mathán engendró a Jacob.
16. Y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, el cual es llamado el Cristo.
17. De manera que todas las generaciones, desde Abraham hasta David, son catorce generaciones y, desde David hasta la transmigración de Babilonia, catorce generaciones y, desde la transmigración de Babilonia hasta el Cristo, catorce generaciones.
18. Y al Cristo Jesús se le creía hijo de José, que fue hijo de Elí.
19. Que fue de Mathat, que fue de Leví, que fue de Melchí, que fue de Janna, que fue de José.
20. Que fue de Mattathias, que fue de Amós, que fue de Nahum, que fue de Esli.
21. Que fue de Naggai, que fue de Maat, que fue de Mattathias, que fue de Semel, que fue de José, que fue de Judá.
22. Que fue de Joaana, que fue de Rhesa, que fue de Zorobabel, que fue de Salathiel.
23. Que fue de Neri, que fue de Melchi, que fue de Abdi, que fue de Cosam, que fue de Elmodan, que fue de Er.
24. Que fue de Josué, que fue de Eliezer, que fue de Joreim, que fue de Mathat.
25. Que fue de Leví, que fue de Simeón, que fue de Judá, que fue de José, que fue de Jonán, que fue de Eliachim.
26. Que fue de Melea, que fue de Mainán, que fue de Mattatha, que fue de Nathán.
27. Que fue de David, que fue de Jessé, que fue de Obed, que fue de Booz, que fue de Salmón, que fue de Naasón.
28. Que fue de Aminadab, que fue de Arám, que fue de Esrom, que fue de Phares.
29. Que fue de Judá, que fue de Jacob, que fue de Isaac, que fue de Abraham, que fue de Thara, que fue de Nachor.
30. Que fue de Saruch, que fue de Ragau, que fue de Phalec, que fue de Heber.
31. Que fue de Sala, que fue de Cainán, que fue de Arphaxad, que fue de Noé, que fue de Lamech.
32. Que fue de Mathusala, que fue de Enoch, que fue de Jared, que fue de Maleleel.
33. Que fue de Cainán, que fue de Enós, que fue de Seth, que fue de Adán, que fue de Dios.
34. Y el nacimiento de Jesucristo ocurrió así: Que, estando María, su progenitora, desposada con José, antes que cohabitasen, se encontró haber concebido del Espíritu Santo.
35. Y José, su marido, que era justo, no quiso, infamarla, y se propuso abandonarla secretamente.
36. Y, cuando en ello pensaba, he aquí que el ángel del Señor le apareció en sueños, y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a tu esposa bajo tu protección, porque lo que en ella se ha engendrado del Espíritu Santo es.
37. Y parirá un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados.
38. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor al profeta, que vaticinó: He aquí que la virgen concebirá, y parirá un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que, declarado, es: Dios con nosotros.
39. Y, despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había ordenado, y recibió a su mujer.
40. Y no la conoció hasta que parió a su hijo primogénito, al cual, conforme al mandato del ángel, puso el nombre de Jesús.
41. Por aquellos días Augusto César promulgó un edicto para que toda la tierra fuese empadronada.
42. Este empadronamiento primero se llevó a cabo en la época en que Cirino era gobernador de la Siria.
43. E iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
44. Y José, por cuanto era de la casa y familia de David, subió a la ciudad de éste, llamada Bethlehem, de Judea, desde la de Nazareth, de Galilea, llevando consigo, para ser empadronado, a María, su esposa, la cual se hallaba encinta.
45. Y, aconteció que, estando ellos allí, se cumplió el tiempo en que a María le tocaba dar a luz.
46. Y parió a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, por no haber encontrado lugar para ellos en el mesón.

Aparece el ángel a los pastores

VI 1. Y había, en aquella comarca, varios pastores, los cuales velaban y hacían centinela nocturna sobre su grey.
2. Y, de improviso, el ángel del Señor apareció ante ellos, y los cercó con un resplandor de luz divina, lo cual los llenó de sumo temor.
3. Entonces el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí que vengo a daros una nueva de grandísimo gozo para todo el pueblo, y es que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo o Mesías, Señor Nuestro.
4. Y sírvaos de señal que hallaréis al niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre.
5. Y, al punto mismo, se dejó ver con el ángel una multitud de los ejércitos celestes, que alababa a Dios, clamando:
6. Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
7. Y, luego que los ángeles se apartaron de allí, y volaron al cielo, los pastores se dijeron los unos a los otros: Vayamos a Bethlehem, y seamos testigos de este prodigio que acaba de suceder, y que el Señor nos ha manifestado.
8. Y caminaron a toda prisa, y hallaron a María, a José, y al niño reclinado en el pesebre.
9. Y, viéndolo, se certificaron de todo lo que se les había dicho de aquel niño.
10. Y todos los que conocían el suceso se maravillaron igualmente de lo que los pastores les contaban.
11. María, empero, guardaba todas estas cosas dentro de sí, confiriéndolas en su corazón.
12. Y los pastores se volvieron, sin cesar de alabar y de glorificar a Dios por todas las cosas que habían visto y oído, según se les había anunciado.

Jesús es llevado por sus padres a que lo circunciden

VII 1. Y, pasados los ocho días legales para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús, nombre que el ángel le había puesto, antes que hubiese sido concebido en el vientre de su madre.
2. Y, cumplido asimismo el período de la purificación de María, conforme a la legislación mosaica, lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. Porque escrito está en su santa ley: Todo varón que naciere el primero me será consagrado.
3. Y llevaron su ofrenda de un par de tórtolas o dos palominas, como ordena también la ley del Señor.
4. Y, en aquella sazón, había en Jerusalén un hombre justo y piadoso, llamado Simeón, el cual esperaba la consolación de Israel. Y en Simeón moraba el Espíritu Santo, y éste le había revelado que no moriría sin haber visto al Cristo.
5. Inspirado por él, fue al templo. Y al entrar el niño Jesús con sus padres, para practicar lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, saca en paz de este mundo a tu siervo, según tu promesa, porque mis ojos han visto tu salvación, que has aparejado, en presencia de todos los pueblos, como luz para ser revelada a los gentiles, y como gloria de tu pueblo de Israel.
6. Y su padre y su madre estaban maravillados de las cosas que de Jesús se decían.
7. Y Simeón bendijo a entrambos, y advirtió a María: Este niño que aquí ves está destinado para ruina y para resurrección de muchos en Israel y para ser digno de contradicción. Y una espada, de ti misma salida, atravesará tu alma, para que sean manifestados los pensamientos de muchos corazones.
8. Vivía también entonces la profetisa Ana, hija de Phanuel, de la tribu de Aser, ida allí en edad avanzada, y que había vivido siete años con su marido desde su virginidad.
9. Y era viuda de hasta ochenta y cuatro años, que no se apartaba del templo, sirviendo a Dios de noche y de día con ayunos y con oraciones.
10. Ésta, pues, sobreviniendo en la misma hora, alababa igualmente al Señor, y hablaba de él a todos los que, en Jerusalén, esperaban la redención de Israel.
11. Mas, cumplidas todas las cosas que la ley del Señor mandaba, María, José y Jesús regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazareth.

Los magos que llegaron de Oriente

VIII 1. Y, como fue nacido Jesús en Bethlehem de Judea, en días del rey Herodes, he aquí que unos magos vinieron del Oriente a Jerusalén, y preguntaron: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente y venimos a adorarlo.
2. Y, oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.
3. Y, convocados todos los príncipes de los sacerdotes y los escribas del pueblo, inquirió de ellos dónde había de nacer el Cristo.
4. A lo que contestaron: En Bethlehem de Judea. Porque escrito está por el profeta. Y tú, Bethlehem, de tierra de Judá, no eres muy pequeña entre sus príncipes, porque de ti ha de salir un conductor, que guiará a Israel, mi pueblo.
5. Y entonces Herodes, llamando a los magos, averiguó de ellos el tiempo de la aparición de la estrella.
6. Y los envió a Bethlehem y les dijo: Id allá, y preguntad con diligencia por el niño.
7. Y, después que lo halléis, hacédmelo saber, para que yo también lo adore.
8. Y ellos, en oyendo al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en Oriente iba ante ellos, hasta que, llegando, se situó sobre donde estaba el niño.
9. Y, viendo la estrella, se regocijaron grandemente.
10. Y, entrando en la casa, vieron al niño con su madre María.
11. Y, prosternándose, lo adoraron, y abrieron sus tesoros, y le ofrecieron oro, incienso y mirra.
12. Y, habiéndoles sido dicho en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su país por otro camino.

Huida a Egipto de Jesús con sus padres José y María

IX 1. Y he aquí que cuando hubieron partido, el ángel del Señor se apareció en sueños a José.
2. Y le dijo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto.
3. Y estáte allá mientras yo no te diga otra cosa, porque ha de suceder que Herodes buscará al niño para matarlo.
4. Y él despertó, y tomó al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
5. Y estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese lo que fue dicho por el Señor, cuando el profeta dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.

Herodes ordena matar a todos los niños pequeños

X 1. Y Herodes, como se vio burlado de los magos, se enojó mucho.
2. Y mandó matar a todos los niños que había en Bethlehem y en sus términos, de dos años para abajo, según había oído a los magos.
3. Y entonces se cumplió la profecía de Jeremías, que dijo:
4. Oyóse voz en Ramá, y lloros y gemidos y lamentos.
5. Y Raquel lloró a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron.

Jesús vuelve de Egipto

XI 1. Y he aquí que, muerto Herodes, el ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto.
2. Y le dijo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel.
3. Porque muertos son los que querían la muerte del niño.
4. Y él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a tierra de Israel.
5. Y, oyendo que Arquelao había sucedido en Judea a Herodes, su padre, temió ir allá.
6. Mas fue amonestado en sueños, y se fue al país de Galilea.
7. Y vino, y habitó en la ciudad que llaman Nazareth.
8. Para que se cumpliese lo que habían dicho los profetas de que había de ser llamado Nazareno.

Jesús en el templo de Jerusalén

XII 1. Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sapiencia.
2. Y la gracia de Dios era sobre él.
3. Y sus padres iban todos los años a Jerusalén para las fiestas de Pascua.
4. Y, cuando él tenía doce años, subieron ellos a Jerusalén, según su costumbre en las fiestas.
5. Y, pasados los días, volvieron. Y el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres.
6. Y, creyendo que iba con todos, anduvieron un día, y lo buscaban entre sus parientes.
7. Mas no lo hallaron, y volvieron a Jerusalén a buscarlo.
8. Y sucedió que a los tres días lo hallaron en el templo, sentado entre los doctores, oyéndolos y preguntándoles.
9. Y todos los que lo oían se pasmaban de su inteligencia y de sus contestaciones.
10. Y ellos quedaron admirados, y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué has hecho esto?
11. He aquí que tu padre y yo te hemos buscado con tristeza.
12. Y él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabéis que en los asuntos de mi Padre me conviene estar?
13. Mas ellos no entendieron lo que les decía.
14. Y descendió con ellos, y vino a Nazareth, y les estaba sometido. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
15. Y Jesús crecía en sabiduría y en edad y en gracia para con Dios y para con los hombres.

Aparece Juan el Bautista en Israel

XIII 1. Y en el año quinto del imperio de Tiberio César, siendo Pilatos gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisania, tetrarca de Abilinia, y, siendo Anás y Caifás sumos sacerdotes, llegó palabra del Señor sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
2. Y anduvo por toda la tierra de los alrededores del Jordán, predicando el bautismo de la penitencia para la remisión de los pecados, y diciendo: Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado. Porque éste es aquel de que dijo el profeta Isaías: Aparejad el camino del Señor, y enderezad sus veredas. Todo valle se henchirá, se bajará todo monte y toda colina. Y los caminos torcidos se harán rectos, y los ásperos se verán allanados, y toda carne verá la salvación de Dios. Y el que habla vino por testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. Y el que lo envió era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba y el mundo fue hecho por él, y el mundo no lo conoció. A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron. Mas a todos los que lo recibieron, y creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de voluntad divina. Y aquel Verbo fue hecho carne, y vimos su gloria, que lo es del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
3. Y Juan dio testimonio de él, y clamó, diciendo: este es aquel del que yo aseguraba que, aunque venía tras de mí, existía antes que yo, y de cuya plenitud tomamos todos, y gracia por gracia. Porque la ley por Moisés fue dada, mas la gracia y la verdad por Jesucristo fue hecha. A Dios nadie lo vio jamás, y el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él lo declaró.
4. Y Juan andaba vestido de pelos de camello y con un cinto de cuero alrededor de sus lomos. Y comía langostas y miel silvestre. Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, en cuyo río eran bautizados todos los que confesaban sus pecados.
5. Mas, viendo él a muchos de los fariseos y de los saduceos, que venían a su bautismo, les decía: Generación de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir en vosotros mismos que tenéis a Abraham por padre. Pues yo os digo que puede Dios despertar hijos a Abraham aun de estas piedras. Ahora, ya también la segur está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no hace buen fruto es cortado, y echado en el fuego.
6. Y las turbas lo interrogaban, diciendo: ¿Qué haremos, pues?
7. Y él les respondió: El que tenga dos túnicas dé una al que ninguna posee, y el que tenga qué comer haga lo mismo.
8. Y vinieron también los publicanos, y le preguntaron: ¿Qué haremos, maestro?
9. Y él les contestó: No exijáis más de lo que os está ordenado.
10. Y asimismo le preguntaron los soldados: Y nosotros ¿qué haremos?
11. Y él repuso: No causéis extorsión a nadie, ni calumniéis, y contentaos con vuestras pagas.
12. Y el pueblo estaba en expectación, y todos pensaban de Juan, en sus corazones, si sería el Cristo.
13. Mas los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas, que preguntaron a Juan: Tú, ¿quién eres?
14. Y confesó, y no negó, mas dijo: No soy el Cristo.
15. Y le preguntaron: ¿Quién eres entonces? ¿Eres Elías? Y dijo: No lo soy.
16. Y le dijeron: ¿Eres profeta? Y dijo: No.
17. Y le dijeron: ¿Quién eres entonces?
18. Porque hemos de decirlo a los que nos enviaron. ¿Qué dices tú de ti?
19. Y contestó: Yo soy la voz que dama en el desierto: Preparad el camino del Señor, según dijo Isaías profeta.
20. Y los enviados lo eran de los fariseos.
21. Y le preguntaron: ¿Por qué, pues, bautizas, si no eres el Cristo, ni Elías, ni profeta?
22. Y Juan contestó, y dijo: Yo os bautizo con agua, en penitencia.
23. Mas viene en pos de mí aquel de quien no somos dignos de desatarle el calzado.
24. Y él os bautizará con Espíritu Santo y con fuego.
25. Porque en su mano está su aventador, y aventará su era.
26. Y guardará la paja en su hórreo, y hará arder la paja en un fuego inextinguible.
27. Y decía otras muchas cosas, y evangelizaba al pueblo.
28. Y era en Bethania, tras el Jordán, donde Juan bautizaba.

Juan bautiza a Jesús

XIV 1. Entonces vino Jesús de Galilea al Jordán, para que Juan lo bautizase.
2. Mas Juan se resistía, diciendo: ¿Cómo he de bautizarte yo, que debo ser bautizado por ti?
3. Y Jesús le contestó, y le dijo: Sin embargo, nos conviene cumplir con toda justicia.
4. Y como todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado.
5. Y al salir del agua, oró, y vio abrirse los cielos, y el Espíritu Santo, en forma de paloma, descendió sobre él.
6. Y hubo una voz del cielo que decía: Tú eres mi hijo directo, en quien me complazco.
7. Y Juan lo atestiguó, diciendo: Vi al Espíritu Santo, que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
8. Y yo lo desconocía, mas el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien vieres descender y permanecer el Espíritu es quien bautiza con Espíritu Santo.
9. Y yo lo vi y atestiguo que es el Hijo de Dios.

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