La medicina original

“Yo hago funcionar mi espíritu, el encanto de descubrir lo que yace bajo todas las cosas”.

Canto Chamánico

El origen de la medicina está unido al pensamiento mágico, no existe una separación de conceptos para la tradición indígena. Aún más, estamos hablando de una cultura animista, por lo tanto su enfoque medicinal se centrará no tanto en el cuerpo como en el alma.

El alma,la energía psíquica que para Aristoteles era la causa formal, final y eficiente del cuerpo, es el objeto central del conocimiento chamánico. La base de la curación estriba en unir el alma individual al Gran Misterio, al Espíritu.

Se trata de una visión energética, de recobrar, y conserva el “poder personal” (sentido íntimo y esencial del individuo). Para ello el microrganismo humano se vincula al Organismo Universal, recobra su “ritmo” mediante la unión al ritmo profundo y poderoso de la Tierra, frecuencia que precisamente es la del sueño profundo.

En el conocimiento chamánico los medios bioquímicos son considerados “ayudantes”. De sobras es conocido en esta tradición el uso de los principios activos de las plantas consideradas “medicinales”. Pero esta medicina no queda en una mera recuperación funcional del equilibrio bioquímico del cuerpo, sino que busca recuperar el equilibrio psicosomático. De ahí su énfasis en una medicina psíquica y vinculada no a un discurso lingüístico sino a la experiencia vital del encuentro entre el alma humana y el Espíritu de la Vida.

La escisión producida posteriormente por la civilización ha provocado que el conocimiento chamánico sea considerado ora como una religión propia de pueblos ignorantes o como una superstición mágica que carece de eficacia médica alguna.

Sin embargo la historia del hombre es larga, muy larga. Miles y miles de años ha persistido esta visión del hombre, remontándose a su propio origén el nacimiento de este conocimiento chamánico o mágico.

Es más, la axiomática de la medicina oriental y de la hipocrática parte del conocimiento chamánico. El hecho de la impotencia de la curación psíquica por la medicina actual sólo corrobora la dificultad de establecer un criterio ajeno a la propia realidad del asunto. No se puede curar algo que no se asume que existe (el alma no es criterio de estudio para la medicina por no existir como hecho objetivo), por lo que sólo es posible actuar sobre los efectos bioquímicos en el cerebro.

Por otra parte la curación religiosa parte de un principio moral, no cognitivo. Se asume que la enfermedad del alma es fruto de un “pecado” (transgresión al tabú), y que sólo la penitencia puede “limpiar” esa mancha . Esta concepción de la medicina del alma parte de la decadencia del chamanismo en algunas culturas que prefirieron construir una religión, sistema colectivo de adoctrinamiento, antes que permitir el conocimiento individual del Espíritu.

La vinculación del hombre con la Naturaleza, con la Gran Alma de la existencia que es la que permite la subsistencia de sus criaturas, es ahora un conocimiento perdido por parte de la civilización industrial que avanza inexorable sobre todo el planeta. No se trata simplemente de proteger las “plantas” por saberse con absoluta certeza que son la “farmacia” del planeta. Aún más importante es respetar y conservar el patrimonio que se nos lega por parte de culturas procedentes de miles y miles de años.

Existen dos modos de vivir: una vida enferma y otra sana. Para la Tradición existir “enfermo del alma” no es vivir, tan sólo sobrevivir. Esto es algo que la civilización no comprende, obsesionada por la existencia del logro material como meta humana y que tan sólo analiza como un “problema” más los transtornos psíquicos y ecológicos que produce.

El chamanismo es una vía de conocimiento íntimo y el medio de resolver los transtornos del alma. Es la fuente de la que surge la afirmación de que el hombre es “el animal que sabe”.

Estamos hablando en realidad de la esencia del drama humano: caminar en Espíritu o andar como un espectro.

MANERAS DE VIVIR

Chamanismo.-

Presente en todo el planeta desde la prehistoria. Es la religión más antigua, que da un sentido concreto a todo lo que ocurre, ya sea en la vigilia cotidiana o en sueños.

Usa el lenguaje analógico propio del arte y de los sueños, ese que está construido por medio de símbolos. Y los símbolos en su sentido, precisamente, más antiguo y profundo, es decir considerados como realidades energéticas mucho más allá de una representación o apariencia. Así por ejemplo el águila sería una manifestación del sol, por tanto el sol mismo. Y a su vez el sol sería una manifestación de la fuente de la vida y su movimiento. No existe, por tanto, en el chamanismo una idolatría sino un animismo simbólico. Todo está vivo y todo es una manifestación, directa o indirecta, del gran Espíritu (como lo llamarían los indios norteamericanos). Todo posee un espíritu, que es lo mismo que decir que todo está animado, incluso lo aparentemente inmóvil como las rocas o las montañas. Y con cada espíritu existe una manera de relacionarse y comunicarse para resolver los problemas de la realidad ordinaria.

Llanuras de color violeta visibles sólo con los ojos vendados, o bajo la máscara, su auténtico aspecto, cruzadas por los hilos luminosos que conforman la red del universo uniendo todo lo existente.

Su visión de la vida abarca la realidad cotidiana y la realidad no ordinaria y sus múltiples relaciones. Su efecto concreto principal sería la curación de males físicos o psíquicos por medio de la comunicación y el viaje con otras dimensiones no ordinarias, con los múltiples espíritus de los diferentes mundos.

Un chamán-chamana es un superviviente de una grave enfermedad, o experiencias extraordinarias que implican una muerte y una resurrección, cuyo efecto han sido una serie de dones y capacidades, que consisten fundamentalmente en la restauración de la salud global de una persona. Limpieza, purificación y restauración que mejora las relaciones entre el paciente consigo mismo y con su entorno, dando sentido a lo que ocurre y buscando y encontrando su significado.

Para ello entran en trance, es decir en realidades no ordinarias por medio de la música (fundamentalmente el ritmo de los tambores), el baile, la meditación, o las plantas sagradas. En el trance los chamanes se sienten salir de su propio cuerpo. Algunos bajo la forma de un animal. Y la transición de una realidad a otra es descrita bien como el pasaje a través de un agujero, de una grieta entre los mundos (como por ejemplo cuanta el Don Juan de Carlos Castaneda, llamando así a los momentos frontera del día: amanecer y atardecer), o de una abertura repentina en el horizonte.

El río de aguas negras y turbulentas marcando la frontera entre mundos. Almas perdidas en sus orillas. Espíritus aleteantes cerniéndose sobre la vida cotidiana para enmarcarla de un lado y fundirla por el otro. Sus susurros en las esquinas, sus vientos disfrazados de masas de aire. Ojos llameantes abriendo horizontes, oscilando en el baile que nace de dentro hacia el punto exterior correspondiente. Cabalgar espirales rutilantes de eterno movimiento, cruzando los niveles de la vida una y otra vez.

Su diferencia con sacerdotes, curanderos, etc. Sería que usa para viajar a otras dimensiones estados alterados de conciencia en los que puede entrar a voluntad. Una actitud activa al contrario de los médiums que serían pasivos y no pueden controlar sus trances a voluntad. Un chamán nunca es poseído por seres ajenos y a los espíritus de los diferentes mundos les trata de igual a igual. Además recuerdan perfectamente sus viajes y acciones en las realidades no ordinarias.

Capas como alas, bastones como caballos, tambores como el latido del corazón del universo marcando el ritmo de 4 a 7 ciclos por segundo, frecuencia del estado theta correspondiente al estado de trance. Chamanes sobrios, de nervios controlados y ojos taladrantes, de humildad sabia y justa sensatez ordinaria, de largos y amplios vuelos que surcan la realidad no ordinaria como flechas de templanza y exactitud. Collares de conchas y campanillas como la estela del susurro animal y la respiración de las montañas.

Los éxtasis místico y sexual (prácticas tántricas) serían variantes semejantes aunque no iguales con el trance chamánico.

La enfermedad, física o psíquica, sería un desequilibrio entre las realidades ordinarias y no ordinarias. Una mala relación con los espíritus del mundo y por tanto es en esa realidad no ordinaria donde hay que encontrar la raíz del mal y su solución. El problema empezaría en el plano espiritual y acabaría manifestándose en el plano físico.

Todo esto implica una fusión con la naturaleza y una gran importancia de los sueños y visiones, como manifestaciones del mundo espiritual plenas de sentido.

Los utensilios y ropa ceremoniales tienen también vida propia y nadie debe usarlos porque sería entrar, de alguna manera, en contacto con otras realidades y espíritus incontrolables para un profano. Aparte de maracas, silbatos o tambores, ropa y las frecuentes cintas o campanillas (auténticas “ramas” intermediarias entre mundos), suelen usar bien máscaras, o bien pinturas corporales. Todos ellos son auténticos vehículos para el viaje entre mundos.

Actualmente el chamanismo sigue vivo y en auge, pues existe un reverdecimiento de las prácticas ancestrales en numerosos pueblos y en occidente hay un interés cada vez mayor por esta visión del mundo y sus prácticas terapéuticas. [ Isabel Gómez]

BIBLIOGRAFÍA:

“El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis” de Mircea Eliade

“La senda del chamán” de M. Harner

“Chamanismo” de José Mª Poveda

Los gnawas: chamanismo islámico

Por Á. Lafuente Laarby

Uno de los grupos que practican trance sin posesión más inte­resantes de África del Norte son los gnawas. Pertenecen a una minoría étnica procedente de lo que antiguamente conformó el Gran Imperio del Oeste, que se extendía desde el océano Atlántico hasta el Mar Rojo, y que en la actualidad está dividido en naciones como Guinea, Senegal, Mali, Níger, Chad y Sudán.

En 1591 el sultán de Marrakech, Ahmed Al Mansour (de la dinastía de los saadianitas), invade y conquista Mali. Trae a Marruecos como esclavos unos guerreros sudaneses que han sido capturados en el campo de batalla.

Posteriormente, en un momento decisivo de la guerra, llevada a cabo para conseguir el control de la ciudad de Tombuctú (a orillas del río Ní­ger, en Mali), estos hombres, en un alarde de valor y sacrificio, socorrieron a las tropas de Al Mansour. El sultán, en agradecimiento, no sólo les devolvió la libertad, sino que pasaron a formar parte del ejército que un día los capturara. Se les concedió la manumisión y el privilegio de ser miembros de la guardia negra al servicio personal del sultán. La extraor­dinaria importancia de Al Mansour y sus gestas se extendió también por Europa. (El pico más alto de las montañas centrales de la Península Ibé­rica, en la sierra de Gredos, Ávila, lleva el nombre de Al Mansour, Al­manzor en dialecto romance castellano. Mayordomo de la princesa Subh de Córdoba, murió en el año 1002 después de atacar Barcelona y conquistar Santiago de Compostela donde destruyó y saqueó la catedral, res­petando sólo la tumba del santo.)

Los sucesores de Al Mansour, el sultán Mulay Ismail (de Meknes, 1672-1727) y Mulay Abdellah (de Essaouira, 1757-1790), continuaron manteniendo la guardia gnawa durante doscientos años.

Distribución geográfica

Integrados en la vida del reino de Marruecos, se encuentran también en otras ciudades del Magreb (noroeste de África). Así, en el área de Tú­nez viven pequeñas comunidades en la región de Djerba, en la que se les conoce por estambalis o sudanis. En Argelia están localizados en su ma­yoría en el norte, concretamente en Constan tina, y aún se les conoce como usfan (esclavos). También pueden encontrarse, aunque de manera muy diseminada y escasa, en Libia, donde están desapareciendo acaso por razones socioeconómicas e históricas que es difícil evaluar.

Es en Marruecos donde los gnawas se extienden a lo largo y ancho de la nación, configurando tres principales grupos distribuidos geográfica­mente de la manera siguiente:

– Los gnawas del norte, asentados en Tánger, Larache y Tetuán.

– Los gnawas del interior, en Meknes, Fez y Dar el Beiba (Casa­blanca).

– Los gnawas del sur, distribuidos entre las ciudades de Essaouira, Marrakech, Tamsloht y Tafilalet.

Actividades

Los gnawas, comenzaron a formar parte de las tarikas (cofradías) sufies desde el mismo instante en que abrazaron la religión musulmana, apor­tando su riquísimo y variado conocimiento esotérico basado en el trance cinético y otros estados modificados de consciencia, llamados tasawwuf en la terminología sufi.

Se pusieron bajo la advocación de un mismo santo, patrón general de la hermandad, el Vali sidi Bilal, un esclavo negro liberado por el mismí­simo Mahoma, al que Dios bendiga y le otorgue la paz, que luego lle­garía a ser el primer muezzin del islam.

Las zauias, lugares en que se reúnen, son un conjunto de construccio­nes amplias que conforman una mezcla de mezquita, escuela coránica y comunidad de trabajo. Allí se celebran sus ritos, se baila, se reza y se canta a la Divinidad. Estas tradiciones se han ido pasando de padres a hi­jos, generación tras generación, sin apenas cambios, de forma oral y constante a través de los siglos.

Como ocurre en las tarikas sufies cada grupo gnawa se reúne en torno a un maalen o «maestro», líder espiritual de la comunidad y responsable ante la misma de todos los ritos. Es también el encargado de enseñar y hacer respetar la tradición y de que ésta se mantenga en una pureza constante. Realiza funciones de maestro de música y entrena a los neófitos en las distintas formas de ejecución del variadísimo repertorio de la percu­sión gnawa. El guembri, las craqueb y los tambores, gangas y ferradis, son sus instrumentos principales, conservados en la más pura de las tra­diciones tal y como llegaron a Marruecos de la mano de los primeros gnawas.

Instrumentos gnawas

El guembri, dentro del conjunto de útiles musicales, es el más relevan­te ya que no es sólo el encargado de puntear el ritmo sino también de marcar el tiempo. Se fabrica con el tronco de un árbol de 55 cm de largo y 20 cm de ancho, cortado longitudinalmente y vaciado con sumo cuida­do para que no padezca ningún tipo de rotura o grieta. A esta caja de re­sonancia se le añade un mástil de caña grueso de unos 100 cm de longi­tud. La caja de madera se cubre con piel de camello curtida de manera especial para que su sonido sea lo más nítido posible. A este conjunto se le dota de tres cuerdas confeccionadas con tripa de cabra, cada una con una longitud de vibración distinta, lo que hace que esta especie de membráfono se convierta en un instrumento con la extensión musical de una octava. Su poder de vibración y alcance es extraordinario, nos mueve in­ternamente y nos inunda de paz y tranquilidad cuando lo oímos sin otro acompañamiento.

Antes de ejecutar alguna melodía, tradicionalmente hay que añadir en el extremo superior del mástil la sersera, una especie de sistro metálico que resuena al mismo tiempo que vibran las cuerdas del guembri; normalmente van adornados con bolsas de incienso, conchas marinas y abalorios de colores, lo que les dota de una baraka (cualidad muy especial) al vibrar.

Los tambores, tbola, son instrumentos confeccionados con maderas escogidas de granado y piel de cabra. Una vez construidos se les pasa mediante perforaciones en los bordes de los parches una cuerda de espar­to para poder afinarlos. Éste es el proceso más delicado de su construc­ción ya que las pieles han de estar muy bien curadas para que no se des­garren. La afinación se hace momentos antes de ser percusionados ya que las cuerdas para ponerlo s a punto permanecen flojas mientras los tambores están en reposo. El músico se cuelga el tambor en el lado iz­quierdo con una bandolera de cuero curtido, grueso, que va adornada de abalorios y monedas antiguas.

La percusión se ejecuta con dos baquetas diferentes. La sahala, curva­da y hecha de rama de higuera, se maneja con la mano derecha y con ella se golpea en el centro del parche. La tarrash es fina y alargada, se mane­ja con la mano izquierda y con ella se golpea el borde de la piel.

Según la tradición, los tambores se han de percusionar a pares y siempre hay uno grande (de unos 110 cm de alto) que se llama gonga, con el que se ejecuta el acompañamiento. El solo corre a cargo de un tambor más corto (de unos 55 cm de alto) que recibe el nombre de ferradi.

El ritmo profundo y trepidante de los tambores busca conmover inter­namente, movilizando al baile. Son instrumentos para poner a los dan­zantes en contacto con el ritmo universal y natural a través de un sonido penetrante y sutil. Los movimientos se van realizando de manera intui­tiva.

Las craqueb tienen el mismo fundamento que las castañuelas en la música flamenca. Sin embargo, en lugar de tener un solo elemento doble, son varios que resuenan a la vez. El término «cárcavo», según el Diccio­nario de la Real Academia Española, significa «en forma de cuenco».

En su origen, se construían con el tronco del corazón de las palmeras, pero debido a que esta madera debe conservarse y cuidarse se optó por hacerlas de metal. Consiste en ocho elementos convexos a modo de plati­llos de 10 o 12 cm de diámetro, unidos entre sí por una pieza estrecha y alargada de unos 10 cm de largo. Están agujereadas en su centro y en los bordes para poder unirse entre sí mediante tiras de cuero que se introdu­cen por los mencionados orificios y se cuelgan de los dedos de cada mano para percursionarlas y obtener el ritmo y el sonido adecuados.

Las craqueb se utilizan con el guembri haciendo el acompañamiento rítmicamente; pero nunca se utilizan de forma simultánea tambores, cra­queb y guembri.

Tambores y craqueb juntos pueden conseguir la inducción de estados alterados de consciencia de manera casi imperceptible. Se piensa que pueden poner al sujeto en contacto con emociones desagradables o que se viven como amenazadoras produciendo una liberación en forma de sonido y movimiento. Al tratarse de un estado de trance sin posesión, el sujeto puede tomar más consciencia del estado expansivo y de liberación que se va alcanzando.

La preparación de la ceremonia de la derdeba

La derdeba es una ceremonia de curación. También se la conoce como el Rito de los Siete Colores. En ella se combinan música, color, ritmo y oración, lo que convierte la fiesta en un acto excepcional lleno de armo­nía y fuerza, en el que se tiene la oportunidad de vibrar con los colores y la música, penetrando profundamente en la experiencia subjetiva del «ser». A la vez, evoca en muchos casos un mundo simbólico, lo que pue­de permitir estructurar la experiencia con nuevos significados.

Días después de haber participado activamente en la ceremonia de cu­ración, seguirán perdurando el recuerdo y las sensaciones vividas direc­tamente, de primera mano, como testigos directos de nuestra fuerza consciente.

La convocatoria de la lila o noche de derdeba viene precedida por una ceremonia de curación realizada en el hogar, la costa, los bosques, los ríos o lugares donde se hubieran realizado sacrificios de animales de for­ma habitual.

Cada uno de los rituales curativos que se practican es asociado con un color. Son entendidos como actos para aplacar a un espíritu bueno o per­verso, que puede afectar a la persona o al lugar donde habita. Estos espí­ritus, conocidos como jinin (jinum, en plural, o muluk), son considerados fuente de aflicción, desgracia, infertilidad o intolerancia.

Estos actos pueden ser entendidos como «exorcismo s», en la medida en que la enfermedad se considere originada por agentes externos que operan sobre el cuerpo o la mente de un individuo. La salud, como un estado que va más allá de la carencia de enfermedad, está vinculada a los santos del panteón gnawi.

Los colores rituales

De los siete colores ya mencionados, dos son femeninos: el amarillo y el rosa, que quedan bajo la invocación de la Lala Mira. Hay elementos femeninos muy importantes en la ceremonia de cura­ción, pero éstas siempre son dirigidas por los maalen, maestros varones. Las ceremonias previas a la noche de la convocación de la derdeba se realizan de la siguiente manera:

El color blanco está bajo la invocación de sidi Jilali, vinculado con aquellas personas que llevan una vida espiritual muy intensa, siendo puestas a prueba continuamente por los muluk que habitan el color blan­co. Estas personas rezan, dan limosnas, meditan, viven en silencio, con recogimiento, están en una continua actitud positiva, son muminin (cre­yentes sinceros). El rito es convocado por el maalen de la tarika elegido para hacer el trabajo, que se efectúa en el propio domicilio del convocante. Allí acuden los amigos íntimos y familiares para asistir a la cere­monia, todos vestidos con túnicas blancas. Se encienden velas blancas y se prepara un hornillo de barro para quemar incienso del mismo color (Jawi Biad). Un gallo de color blanco podrá ser sacrificado por el mkaden, el hombre encargado de efectuar el sacrificio y que junto con el maestro dará un sentido sagrado a la ceremonia.

Los participantes se sitúan en círculos portando las velas encendidas, en el centro están el maalen y el mkaden; el primero dice para comen­zar: «En el nombre de Alá, el misericordioso y clemente.» Al mismo tiempo, el mkaden sopla tres veces seguidas en la boca del gallo, dos para librarlos de los malos espíritus y una para pedirle permiso para el sacrificio al que va a ser sometido.

Los presentes comienzan a rezar pidiendo por la libertad del convocante de la ceremonia. Inmediatamente y una vez realizado el sacrificio, el que busca remedio pasará tres veces por encima del animal sacrificado para ver­se libre de toda opresión o enfermedad. Acto seguido, todos los presentes se abrazan o saludan y entregan al maalen las túnicas blancas para que las co­loque en la tbeka o fardo de túnicas de diferentes colores que ha ido acumu­lando en anteriores ceremonias. Serán utilizadas en la noche de la derdeba. El color blanco tiene un ritmo y una vibración característicos dados por el guembri.

El color azul marino está bajo la advocación de sidi Musa Al Bahri, o «el marino».

Este ritual lo convoca todo aquel que vive del mar y desea verse propi­ciado por buenas capturas o protegido de los temporales. También por los que viven en las zonas costeras o personas que se piensa que han sido poseídas por un espíritu maligno, que tienen miedo al mar o padecen de hidrofobia.

Como en el rito anterior, se convoca al maalen y al mkaden. Los parti­cipantes se dirigen de madrugada a una playa solitaria y el ritual comien­za en el mismo instante en que aparecen los primeros rayos de sol. Se utiliza incienso azul y un gallo azulado o con pintas o reflejos de ese tono. Las túnicas son del mismo color.

Se sigue la misma secuencia que en el rito anterior en cuanto al sacri­ficio, con la variante de que se ha de colocar el cuchillo con el que se practica el ritual bajo las alas del animal sacrificado, que es pasado por encima del cuerpo del convocante mientras se pide por su curación. Des­pués se deja al animal sobre la arena de la playa y se comienzan las ora­ciones. Una vez acabadas éstas, se le entregan al maalen las túnicas y los participaptes toman baños rituales en el mar. Cuando salen del agua, se quema el incienso haciendo una limpieza general de los presentes y to­dos se alejan del lugar, salvo el maalen que, una vez a solas, envuelve el gallo en un paño azul y lo arroja al mar. Luego, devuelve el cuchillo al mkaden, quien lo pondrá nuevamente en su funda. Este cuchillo sólo po­drá ser utilizado en los rituales que conlleven sacrificio. El maestro guarda las túnicas para unirlas a la tbeka.

A este color se le atribuyen ritmos y cualidades específicas. La persona que hace el ritual con el color azul prepara la noche de la derdeba una taza de barro de color azul con incienso, agua del mar y una caracola marina que, al ser considerada un elemento de protección, el convocante guardará en un lugar solitario de su propia casa una vez acabada la reunión.

El color rojo. Está bajo la invocación de sidi Bacha Hammu y Mua­lin Al Gurna, amos de los lugares de los sacrificios donde corre la san­gre.

Normalmente este trabajo lo convoca quien se asusta al ver sangre, sea humana o animal. Puede haber sufrido un accidente, haberla pisado (aun­que sea de manera fortuita), haberla visto correr en una reyerta o en al­gún acto violento. Este ritual es aconsejado a aquellos que realizan la asistencia a heridos o practican intervenciones quirúrgicas. También está indicado para los que se alimentan de carne cruda o no siguen las pres­cripciones relativas a su consumo.

El lugar preferido para el ritual es un matadero o algún otro lugar don­de se hayan hecho sacrificios de animales para consumo humano.

Se visten túnicas rojas y se lleva incienso y un gallo, también rojos. Si la persona que solicita el trabajo está muy afectada o muy enferma, po­dría necesitar el sacrificio de un animal más grande, como una cabra para una mujer o un cabrito para un hombre.

El día de la ceremonia, el o los convocantes acuden al lugar preesta­blecido en completo silencio, aprovechando las primeras horas de la ma­ñana, Se procura que no haya ningún ser ajeno a la misma. Una vez en el lugar, se procede como en los rituales anteriores. El mkaden coloca el cuchillo de sacrificio bajo las alas del gallo o entre las piernas de la ca­bra o cabrito para que los presentes pasen sobre ellos. En el caso de estos últimos se les despelleja, se quitan las tripas y se arrojan al lugar donde se ha derramado la sangre, junto con las patas y las cabezas. La carne se en­vuelve y se regala a los pobres como baraka. Una vez acabada la cere­monia se entregan las túnicas al maestro.

Durante la noche de la derdeba se cantarán y bailarán melodías de sidi Bacha Hammun para que haga posible la sanación total de las personas y las libere de toda influencia negativa originada por los jinin o malos espí­ritus. Esa noche se limpiarán las personas y el lugar donde se realice la derdeba con incienso rojo.

Aquellos que después de la derdeba desean rezar a sidi Hibrahin pere­grinan a las montañas más altas de Marruecos, donde piden al genio de las alturas que se manifieste en un pájaro de vivos colores verdes y les proteja y llene de prosperidad. Para esta peregrinación se lleva henna, una torta de pan y leche de vaca.

Una vez en el lugar elegido se traza un círculo en el suelo con la leche y la henna disueltas. Luego se coloca en el centro el pan con las velas verdes encendidas. Quienes hacen el trabajo llevan la cabeza cubierta con pañuelos o turbante s verdes, duermen en el lugar señalado y tienen muy en cuenta los sueños, buscando anticipar el futuro.

Una vez acabado el trabajo y de regreso a la ciudad, las túnicas se dan al maalen junto con un incienso especial traído de La Meca, llamado hod al kamar («palo de la luna»). Así finaliza la peregrinación del color verde.

El color verde. Bajo la advocación de Mulay Hibrahin, santo de Ma­rrakech. Es el santo al que se atribuye allanar los caminos, hacer la vida más fácil, propiciar la fertilidad. Se le pide fuerza y vigor para afrontar la vida con optimismo. Los que desean pedir estos dones convocan directa­mente a sus amigos y parientes a una noche de derdeba. Todos han de vestir alguna prenda verde y se verán afectados especialmente cuando el maalen les entregue durante el baile túnicas del mismo color.

El baile, dedicado a sidi Hibrahin, se hace con tortas de pan blanco que llevan en su centro dos velas verdes, símbolos de fuerza y fertilidad.

Durante una hora se baila con estos panes y las velas encendidas, rogan­do al santo Hibrahin que derrame sus dones sobre los presentes. Termi­nadas las danzas, se subastan los panes con las velas, En primer lugar pu­jan aquellos que han bailado por la ofrenda. En este acto se pueden alcanzar cifras exorbitantes, ya que poseer uno de estos panes o una de las velas supone un tiempo de prosperidad y suerte.

El trabajo del color azul celeste se hace en el monte, un día claro y despejado de primavera. Los convocantes deben mantener un estado muy especial de belleza y gracia, de alegría y de mucho amor, en contacto con el sentimiento y la fuerza que proviene del firmamento. El día señalado se visten con túnicas azules y portan velas del mismo color e incienso blanco para quemar en la ceremonia. La celebración es festiva, pretende expandir la bondad interior en un acto de hermandad con los seres que habitan cerca de nosotros. Se hacen comidas en el monte. Se pretende que el acto alcance a todos aquellos que padecen enfermedades y desgra­cias.

Este trabajo tiene una variante para los que se sienten perdidos y muy nerviosos, En tal caso, se sacrifica un gallo que tenga siete colores, se pasa sobre él y se realizan las limpiezas con incienso blanco. La sangre del sacrificio se recoge en una taza del mismo color; iluminándola con una vela el maestro podrá «leer» en los fluidos de la sangre y decidir el tipo de dolencia que padece el afectado. Puede prescribírsele la peregri­nación a sidi Hibrahin, donde llevará a cabo el ritual descrito anterior­mente para los verdes, De regreso a su hogar celebrará una derdeba, vis­tiendo una túnica multicolor y bailando en honor del santo que ha visitado. Al día siguiente se retirará a su casa, donde deberá permanecer tres días en silencio, rodeado de mucha calma y dando gracias a Dios por su sanación.

El trabajo del color marrón se hace para las personas que habitan en los bosques (llamadas hausien), y buscan el poder a través de los anima­les que viven en dichos espacios. Su animal preferido es la serpiente, de la que les interesa su fuerza y su astucia.

Para este trabajo hay que invitar a un guerrab o portador de agua; se ha de disponer de una sábana blanca de algodón o cualquier otra fibra natural y elegir un lugar alejado del paso o las miradas de cualquier per­sona ajena a la ceremonia. Una vez allí el maalen sacará incienso, lim­piará la tbeka y distribuirá túnicas de distintos colores entre los partici­pantes. Luego hará que los asistentes agarren las sábanas blancas por los bordes y que dos de ellos se introduzcan bajo la sábana y se tumben en el suelo, donde entregará a cada uno un huevo de color blanco. Una vez cumplidos estos requisitos comenzarán a bailar al ritmo de las craqueb imitando los movimientos serpenteantes de los reptiles de los que se pre­tende obtener fuerza y astucia, al tiempo que sorben la yema del huevo haciendo un pequeño orificio en la cáscara con los dientes, procurando en todo momento no romperla. Una vez hecho el trabajo, vuelven a su si­tio y otras dos personas ocupan su puesto bajo la sábana. Lo importante en esta ceremonia es imitar en todo momento el ritmo y la fuerza de la serpiente, cuyo poder se pretende.

Después del trabajo se llama al guerrab para que reparta agua entre los participantes y, acto seguido, se convoca al genio de los bosques, llamado Mamario, mientras el maalen reparte la baraka entre todos los presentes.

El santo del color negro es sidi Maimun. Este color representa el es­píritu de los bosques, enigmáticos, mágicos, muy poderosos al tiempo que numerosos. Los principales son mujeres: la primera Lalla Maimuna y la última Marhaban, «bienvenida».

Sidi Maimun es el santo procedente de Sudán protector de la gente de color y el malik, el señor de los negros gnawas.

Para hacer este trabajo hay que convocar una derdeba previamente, que puede realizarse o en una zauia o en el bosque; si es en la primera se preparan hornillos de barro con carbón vegetal encendido y si es en el bosque hay que preparar con antelación hogueras que rodeen el lugar de la ceremonia y construir en el centro una zanja de dos metros de ancho por tres de largo que se rellenará con ascuas encendidas.

Normalmente ese trabajo se hace a las personas que tienen miedo a la oscuridad, han recibido cualquier sobresalto o han sido amenazadas de muerte. El sacrificio es el de un cabrito negro o un gallo del mismo color y las túnicas han de ser de color negro. Si la noche de la derdeba se lleva a cabo al aire libre, se preparará el lecho de fuego para que en el momento adecuado los participantes pasen sobre las ascuas encendidas. Este espacio estará iluminado por las ho­gueras que rodearán el lugar dándole un aspecto lleno de magia y de fuerza.

Si es en un lugar cerrado se utilizarán hornillos encendidos con carbón vegetal, algunos de los cuales se volcarán en el suelo. Es imprescindible disponer de espacio suficiente para bailar encima de las ascuas. El resto de los hornillos servirán para iluminar la estancia.

A la hora del sacrificio, el maalen forma un círculo alrededor de las ascuas, toma a los animales y los pone en el suelo frente a él, haciendo que las personas que estén enfermas pasen tres veces sobre el gallo antes del sacrificio; una vez hecho esto, el mkaden realiza el sacrificio, reco­giendo parte de la sangre en una taza para, una vez acabada la ceremo­nia, «leer» el tipo de enfermedad que afecta a la persona que ha pasado sobre el gallo, al tiempo que limpia la estancia con incienso negro.

Finalizada esta parte del ritual, los presentes se sitúan en círculo y se retiran los sacrificios. El maestro toca una melodía con el guembri (lla­mando tres veces a los espíritus negros de la noche: «Marhaba, Marhaba, Marhaba —bienvenidos— a Maimun») para que los muluk abandonen la estancia llevándose consigo las enfermedades. Los músicos gnawas acompañan con su craqueb los ritmos del guembri mientras que las per­sonas participantes bailan y pasan descalzas sobre el lecho de ascuas, marcando con este gesto su fortaleza y decisión. De esta forma termina­rán al amanecer los ritos en honor de sidi Maimun.

Las túnicas negras son entregadas al maalen para que vayan a engrosar el resto de la tbeka.

El color de todos los colores

Una vez descritos los ritos anteriores, vamos a hablar de uno de los ac­tos gnawas más celosamente guardados y que rara vez ha llegado a ser visto por algún occidental. Me refiero al culto en honor de sidi Heddi Buhala, el patrón de los «locos», esos hombres que conciben el conoci­miento como un camino lleno de dificultades y renuncias, un camino que sólo aquellos que no están en su sano juicio pueden perseguir.

Los seguidores de sidi Heddi Buhala se distinguen por sus ropas mul­ticolores, llenas de parches, remiendos y roturas. Son considerados como santones por la mayoría de la población marroquí, seres solitarios que sólo de tarde en tarde se reúnen en unas de las zauias gnawis situadas en los lugares más alejados y aislados de la nación.

Para llevar a cabo sus ritos han de celebrar primero las fiestas en ho­nor de sidi Heddi Buhala. La convocatoria es secreta y se realiza enviando emisarios desde el lugar donde se ha de celebrar la ceremonia hacia todo el país, señalando a los convocados el día, hora, lugar de reunión y dis­tancia a cubrir (este proceso es muy largo, por eso entre el momento de la convocatoria y el de la reunión pueden pasar de seis meses a un año).

Cada peregrino asistente a la ceremonia partirá de su lugar de origen en solitario, vestido con sus túnicas rotas y llenas de remiendos, y portará consigo un tambor multicolor de pequeño tamaño que en la mayoría de los casos habrá pasado de generación en generación, y que se guarda y cuida con especial cuidado. Durante el camino marchan en silencio y so­ledad, viven de las limosnas que la caridad ajena les reporta y sólo ha­blan lo imprescindible para impartir la fatha (conocimiento).

Cuando llegan a su destino ocupan un lugar en la zauia. Se saludan con gestos, no hablan entre sí y hasta el día de la derdeba sólo rezan y meditan. El maestro convocante de la ceremonia les provee de la comida y demás necesidades básicas.

El día de la convocatoria comienza con un diker al aire libre; toda la co­munidad buhali se pone en círculo con sus tambores multicolores frente a ellos. Este acto puede durar varias horas y mientras se van recitando versícu­los del sagrado Corán. Paulatinamente van entrando en un estado modificado de consciencia de tipo místico. La comunicación con la divinidad es sentida por cada uno de los participantes. El tiempo transcurre de un modo diferente y el sentimiento se hace patente en cada gesto, palabra o movi­miento corporal. El ambiente propicio busca generar armonía y creatividad durante los siguientes diez días que dura toda la reunión buhali.

Una vez acabado el diker se sientan en el mismo lugar, sin romper el círculo. El maalen enciende una enorme narguila (pipa de agua árabe) cargada de saluban (un incienso especialmente preparado para la oca­sión). Encendida la mezcla, el maestro fuma suavemente y la pasa a la persona que tiene junto a él. Así va de mano en mano hasta completar el círculo.

Cuando la narguila llega de nuevo a manos del maestro comienza la gran derdeba. Los participantes hacen sonar sus tamborcillos multicolo­res con una fuerza tal que sus parches vibran de manera que a través de ellos se expande una energía sutil muy poderosa que va invadiendo el ánimo de todos los presentes haciendo que su cuerpo se transforme en energía pura; ya no hay cansancio, ni sueño, sólo el convencimiento que da el saberse «unido al orden universal» a través de la vibración que emi­ten los parches de sus tambores, que no dejan de sonar un solo instante durante los diez días que dura la ceremonia; cuando el que toca el tam­bor se retira para comer o dormir unas horas, lo sustituye otro inmediata­mente; se inhala rape y se fuma de la narguila, se reza y se canta día y noche sin dejar que los tambores callen (no hay craqueb ni guembri).

Al atardecer del décimo día y con un gesto solemne del maalen los tambores callan súbitamente, y se hace el silencio. Es como si todos los se­res que pueblan el universo se hubiesen puesto de acuerdo para callar, como si la nada del principio de los tiempos hiciese acto de presencia; el momento es de una belleza imposible de describir. No se sabe lo que es la profundidad penetrante del espíritu hasta que no se vive una ceremo­nia de este tipo.

Uno no está seguro de si el tiempo ha pasado o se ha quedado suspen­dido en el infinito y el ser humano ha encontrado el poder de la inmorta­lidad. Lo que sí puedo decir es que el corazón apenas late, su sonido se hace inaudible, la sangre se desliza con muchísima lentitud por las venas, cada músculo, cada cabello, cada miembro del cuerpo se hace silencio y así te vas observando como algo irreal, fantasmagórico; un halo de luz violeta lo inunda todo y en ese mismo momento se tiene constancia feha­ciente de que Dios existe y ha hecho acto de presencia entre los partici­pantes a la gran derdeba buhali.

Cuando las primeras sombras de la noche comienzan a devolver a la realidad a los gnawas «

Camino Rojo: foro no publico

Los sitios de nasdat.com, chamanismo.org y rojointenso pasan todos los textos relacionados a Camino Rojo a foros restringidos o no publicos.

¿Porque?
Basicamente estoy checando algunas cosas y parece que me quieren usar como “fuente” de informacion de internet los comerciantes de la espiritualidad de Queretaro debido a que ya se les acabo las ideas que podian obtener de demetrio, de tal modo como se esta poniendo de moda el camino rojo version lolita vargas, karina malpika, juvenal y “amigos” de ellos.

Los mensajes no se borran, son trasladados. Y son visibles con contraseña de foro. En este caso la doy yo. Los materiales de Nasdat que no esten aqui son asu vez copiados para que esten aqui mismo.

Verdes costumbres

Cruzando los ríos del tiempo y las memorias….
Siempre hemos tenido lo que necesitamos las herramientas que empleamos las encontramos en el territorio que pisamos y de muchas maneras.
Nuestros ancestros miraban a su alrededor y encontraban la sabiduría en el viento y las rocas, sus únicas armas para defenderse de los estragos de la vida se encontraban allí y no necesitaban nada más.
El mundo no deja de girar, no espera, no se detiene…y a las montañas y bosques también llego la ciudad, con sus nuevos científicos y médicos; no dudo que en un principio fue muy difícil aceptar a un medico “externo” que al curandero local, no les fue, ni les es nada agradable sustituir una salud espiritual, natural, física y religiosa  por una salud científica, microbiana y viral…
Y el tiempo siguió caminando, hoy en día no vemos a las plantas como un elemento del territorio, como nuestra herramienta, ni escuchamos el viento ni usamos las piedras, …solo algunos claro esta.
De las plantas nacieron los primeros medicamentos, eso no es ningún secreto, actualmente se sintetizan de una manera más práctica y fácil pero ¿tiene algo de malo seguir usando la medicina tradicional? ¿Es menos efectiva?, la respuesta es no.
En muchas comunidades quedo una larga tradición de esta manera de curar, sin embargo para muchos paganos, curanderos,  neopaganos o lo que sean nos es difícil preparar alguna infusión o extracto sin que nos quede la espinita de “¿será seguro?” “¿es toxico?” “¿lo hice bien”?.

La oleada de conocimiento científico nos invade y no lo podemos ignorar este hecho si realmente queremos hacer las cosas bien y seguras, la desinformación puede orillar a causar daños irreparables;

Y ¿Por qué en épocas actuales, la medicina tradicional se subministra de una manera sistematizada? ¿Por qué antes se hacia de manera empírica sin correr riesgos? Se los dejo a su consideración.

Unkhipin

Declaración de Principios

FAQ del antiguo grupo de estudio, del que proviene la mayor parte del material aquí recopilado.

(…) Nuestro trabajo consiste en el comentario, traducción, recopilación o composición de temas relacionados con la Magia especialmente centrados en el ámbito del paganismo, así como la atención a dudas sobre lo mismo.
Tomamos el nombre de #Wicca  debido a que en los orígenes del grupo el proyecto de estudio se centró en esta rama del paganismo, si bien sus miembros han evolucionado con el tiempo, matizando e incluyendo otros conocimientos o prácticas. 
(…) se tratan temas ajenos a la Wicca, tanto en el tema del paganismo como fuera de él, que no coinciden con los parámetros de la Wicca; cuando así sea se avisará previamente.

Quién somos.

(…) hemos hablado de “grupo de estudio”, esto es, un número de personas que se organizan para estudiar alguna materia ( en este caso la Magia). En nuestro grupo hay personas que han estado siempre y  otras personas que sencillamente han recorrido un tramo de su búsqueda con nosotros.

Cuando se registró el canal la idea era crear un punto de encuentro para aquellos que buscábamos información sobre la Wicca. En los tres años y medio que llevamos en la red, hemos visto que no basta con encontrarnos si con eso no hacemos más que “no sentirnos tan solos”, al tiempo que hemos tenido tiempo para vivir nuestras propias experiencias en el ámbito tanto de contacto con otras personas dedicadas a la Magia como personales y evolucionar en nuestras prácticas y conocimientos según la tendencia de cada uno. Que seamos un grupo no implica que seamos un cuerpo homogéneo, puede que cada uno tenga sus creencias y modalidades de práctica; lo que nos une es la intención y el método de trabajo.

No nos consideramos maestros ni guías espirituales de ningún tipo. Lo que hacemos es lo que haría cualquier persona decente viendo a alguien interesado en una faena que le es conocida; colaborar, prestar su servicio por si algo en su experiencia puede servir al otro. Ni hacer el trabajo por él, ni decir que la nuestra es la única manera de hacerlo. Con todo, nosotros tenemos un espacio y una línea de trabajo, no tiene ningún sentido el que, si a alguien no le agrada, nos critique. Si a alguien no le agrada lo que hacemos puede tranquilamente crear otro canal, otras listas de correo, otras webs, etc. Nosotros no iremos a molestar.

Algo que consideramos nuestra tarea es crear un espacio seguro para aquellos que trazan sus primeros pasos en el camino de la Magia; ya que muchos empiezan de una manera insegura, buscando respuestas, buscando alguien que entienda sus nuevas necesidades. Nosotros NO vamos a decir “ sólo puedes confiar en nosotros, deja de lado a tus familiares y conocidos, abandona el mundo y entra en nuestro círculo…”. Les diremos todo lo contrario. Pocas, o ninguna de las personas que entren en contacto con nosotros llegarán a dedicar su vida a la Magia; algunas tendrán vidas con algunos conocimientos de Magia, y para otras sólo será una etapa… Aquel que decida dedicar su vida a la Magia, deberá tomar su decisión en plenas facultades, por voluntad propia y siendo conciente de los peligros que en tal decisión existen; y nunca por un sentimiento de desesperación que lo lleve a un punto de no retorno. 

El motivo de crear un espacio seguro es que ciertamente existen “personas” que se aprovechan de estas circunstancias de inseguridad, o de confianza absoluta, en las que muchas personas se acercan a la Magia. Basta con un poco de psicología para hacerlos caer en la trampa; ofrecerles aquello que creen buscar, animarles, adularles… etc. Una persona necesitada de comprensión, de respaldo, ávida de conocimiento o excesivamente confiada, resulta una víctima perfecta para aquellos que saben utilizar a las personas para sus propósitos, y en el mejor de los casos sólo se tratará de una estafa económica.

Nosotros NO vamos a ser los salvadores del mundo, pero en base a nuestras experiencias, intentamos que aquellos que entran en contacto con nosotros comprendan la importancia de los puntos básicos para no caer en estas trampas, les damos la información más seria que podemos conseguir, si no sabemos una cosa no nos la inventamos y en todo momento queremos que se tenga en cuenta los peligros de la Magia y la importancia que tiene el criterio del individuo.             

Como hemos dicho no nos creemos maestros ni guías, ni tenemos detrás una organización ancestral que nos respalde. Y aunque otros, adornando con afirmaciones grandilocuentes los conocimientos más básicos de la Magia o el Paganismo se dediquen a hacer negocio y fama a través de cursillos por correspondencia, esa nunca será nuestra opción, rechazando de lleno tanto oropel y vanagloria, que distraen ciertamente a cualquier buscador condenándolo a quedarse a medio camino. ¿ De qué sirve acumular información si no vamos a hacer nada con ella ?… y eso en el caso que sea inteligible.
Para nosotros prima el contenido antes que la apariencia y la calidad antes que la cantidad, y ante todo la honradez y el trabajo. No podemos depender del número de usuarios o intentar estar de acuerdo con todos. No podemos buscar consuelo por los esfuerzos que dejamos en nuestro estudio, ni ninguna recompensa… porque de este modo nuestro propósito permanece limpio; nuestro consuelo y recompensa están el mismo trabajo que llevamos a cabo. Tal vez no somos los mejores, pero sí hacemos las cosas lo mejor que podemos.   

Todos buscamos, pero buscar implica una acción, nunca quedarse quieto esperando a que caigan las cosas del cielo, como por gracia divina; como se suele decir “ Si la inspiración viene y no nos encuentra trabajando, de nada va a servir”. Para aquellos que han decidido dedicar su vida a la Magia, o creen que esto es una posibilidad para ellos, el trabajo en este grupo de estudio es un ámbito de experimentación. Cualquier camino de iniciación empieza en uno mismo, y por más que deseemos entrar en contacto con un maestro o guía que realmente merezca esos títulos, no es lícito poner la excusa de estarlo esperando y no hacer nada. No sólo se debe buscar un maestro, sino buscar el adecuado; no basta con ser un alumno, debemos ser buenos alumnos. Y así como algunas personas pueden sacar partido a un material realmente lamentable,  personas con un buen potencial pueden perderse distrayéndose con cualquier tontería.
Cualquier maestro o guía respetable nos hablará de la importancia del estar centrado,  de la paciencia, de la seriedad, de la disciplina y la constancia. Sabiendo esto, ¿ porqué no empezar a cultivarlas ya? ¿ Porqué por estar solos o no tener un grupo “ancestral” que nos apoye tenemos que ser unos chapuceros? ¿ Acaso para justificar nuestra incapacidad para seguir un camino nos quedaremos a medias?

Estar solo no es un castigo, es un paso previo y necesario. Si no nos sabemos manejar solos en lo básico, si siempre dependemos de alguien, no podremos aportar nada, y en cualquier grupo o relación seremos o bien víctimas o bien parásitos. Lo que importa es sacar el mayor rendimiento al material que ya tenemos, y aplicarlo prácticamente; lo que importa que seamos lo mejor que podamos ser, y que hagamos lo mejor que podemos hacer,  en el ahora y el aquí… pues ese es nuestro campo de acción.   

(…)

1 2 3 4