ESCUELA TIERRA PURA

ESCUELA TIERRA PURA

La espiritualidad llamada «de la Tierra Pura» constituye, sin duda, una de las formas más vivas del Budismo del Gran Vehículo (Mahâyâna).

Se apoya en tres libros fundamentales designados habitualmente con el nombre de «Tres Sûtra».

De entre ellos, el más importante es el «Gran Sûtra de los Ornamentos de la Tierra de la Felicidad» (Gran Sukhâvatî-Vyûha-Sûtra). Redactado en sánscrito hacia el siglo I de nuestra era, pronto pasó de India a China, donde fue traducido una docena de veces. De entre las pocas versiones chinas que hoy subsisten, la más venerada es el «Gran Sûtra de la Vida Infinita» (Dai-Muryôju-Kyô), texto acabado por Sanghavarman en el 252.

El segundo de los «Tres Sûtra» es conocido como el «Libro de la Contemplación de la Vida Infinita» (Kam-Muryôju-Kyô). El original sánscrito (Amitâyur-Dhyâna-Sûtra) está actualmente perdido. De las versiones chinas que de él se hicieron, sólo queda la traducción que realizó Kâlayasas en el segundo cuarto del siglo V.

El tercer libro es más corto. Su original sánscrito se llama «Pequeño Sûtra de los Ornamentos de la Tierra de la Felicidad» (Pequeño Sukhâvatî-Vyûha-Sûtra). Se poseen dos versiones chinas. Una de ellas está más ampliamente divulgada y apreciada: obra del gran traductor Kumârajîva, fue realizada en el 402 y lleva el nombre de «Sûtra de Amida» (Amida-Kyô).

No son, evidentemente, estos tres textos los únicos en los que Amitâbha (jap. Amida), el Buddha de la Tierra de la Felicidad, desempeña un papel de primer plano.

Así, también se conoce un texto en el que se enseña un método de concentración en este Buddha: se titula «Sûtra de la Concentración donde aparece Buddha en presencia inmediata» (Pratyutpanna-Buddha-Sammukhâvasthita-Samâdhi-Sûtra) y una de sus versiones chinas fue realizada en el 149 de nuestra era.

Otro documento depende de la misma tradición. Llamado «Sûtra de la Contemplación amplia como el océano en la que se contempla a Buddha» (Buddânusmriti-Samâdhi-Sâgara-Sûtra), fue traducido al chino por Buddhabhadra a principios del siglo V.

Un pequeño texto bastante popular se halla sin duda emparentado con los libros santos de la Tierra Pura: es el « Sûtra de Aparimitâyus» (Aparimita-Ayur-Jnâna-Sûtra). En él se dice que aquel que copie este Sûtra renacerá con seguridad en la Tierra de la Felicidad del Buddha Amitâbha.

Un libro chino muy extendido, el «Sûtra de la Marcha Heroica», que no debe confundirse con un texto indio del mismo nombre (Surangama-Samâdhi-Sûtra), expone una meditación sobre Amitâbha manifiestamente inspirada en los «Tres Sûtra» de la Tierra Pura.

Junto a los «Tres Sûtra», las escuelas de la Tierra Pura tienen por varios comentarios una alta estima. Unos están atribuidos a los filósofos indios Nâgârjuna (siglos II-III) y Vasubandhu (siglos IV-V), otros son obra de grandes maestros chinos o japoneses.

Los «Tres Sûtra» han ejercido una influencia de primera magnitud sobre la mentalidad religiosa de Extremo Oriente.

En China, el primer grupo conocido de fieles de la Tierra Pura es la «Sociedad del Loto blanco» (Lien tsung), fundada por Hui Yuan a finales del siglo IV. A continuación este movimiento espiritual se desarrolló de manera considerable y proporcionó grandes maestros como T’an Luan († 542), Tao Ch’o († 645) y Shan Tao († 681).

La descendencia de los maestros chinos de la Tierra Pura continuó incluso después del declive del Budismo en China, habiendo vivido el último de ellos, Hsing An, bajo la dinastía manchú (1644-1911).

Lo que seguramente favoreció la persistencia de la Escuela de la Tierra Pura en China, fue que estaba muy cerca del pueblo, siendo simple su enseñanza y fácil su práctica. Los chinos nunca apreciaron demasiado las argumentaciones que tanto estiman los indios. Necesitaban doctrinas prácticas cuya eficacia fuese rápidamente comprobable. Un Budismo tan simplificado como el de los «Tres Sûtra» ofrecía, desde este punto de vista, todo lo necesario para satisfacerlos. Por otra parte, los chinos, con su carácter optimista, pronto prefirieron la imaginería de la Tierra de la Suprema Felicidad al ideal mucho más abstracto del Nirvâna.

La noción de las «Tierras de Buddha» (Buddhakshetra), a la que está estrechamente unida la de las «Tierras Puras», sirve de telón de fondo a la exposición de los «Tres Sútra». Sin embargo, no es esta noción una particularidad exclusiva de los libros consagrados al Buddha del Oeste.

Si bien algunos libros de la Escuela de los Antiguos (Theravâda) mentan a estos mundos, es sobre todo en las Escrituras del Gran Vehículo donde se los encuentra, en particular en los grandes Sûtra de la «Sabiduría que ha cruzado a la Otra Orilla» (sánscrito: Prajnâ-Pâramitâ; sino-jap.: Hannya Haramita), en el del «Loto de la Ley Maravillosa» (sánscrito: Saddharma-Pundarîka; sino-japonés: Myôhô Renge), en el de la «Guirnalda de Flores» (sáns.: Avatamsaka; sino-jap.: Kegon), etc. Las «Tierras de Buddha» reflejan, en los Sûtra del Gran Vehículo, una concepción bastante elaborada que se integra, por lo demás, en una grandiosa visión del universo.

Según la perspectiva budista, el espacio infinito está repleto de innumerables mundos, dispuestos en todas las direcciones. Su número es tal, que supera con mucho el de las arenas del Ganges o incluso el de las motas de polvo de nuestra tierra. Estos mundos están generalmente concebidos como habitados por seres variados y numerosos. Se dice que Buddha y Bodhisattva sin número habitan en ellos predicando la Ley a todos los seres.

No es raro ver que un Sûtra del Gran Vehículo se abra con un prodigio: de un punto cualquiera de su cuerpo, Buddha Sâkyamuni hace brotar un rayo de luz que se expande por todas partes y revela a la asombrada asistencia la infinidad de mundos en que los Buddha enseñan la doctrina.

Considerados como lugares donde los Buddha se manifiestan o, al menos, pueden manifestarse, estos mundos se denominan, con plena lógica, «Tierras de Buddha». Unos están descritos como de una belleza sin par, puros y maravillosos, brillantes como piedras preciosas. Otros, al contrario, están cubiertos de inmundicias, presentan grietas y precipicios. Algunos textos sugieren que las «Tierras Puras» son el privilegio de los Buddha perfectamente realizados, mientras que los Bodhisattva, que aún no están sino en camino hacia el Supremo Despertar, deben «embellecer» y «purificar» los mundos donde habitan.

Un pasaje del «Sûtra de la Contemplación del Buddha de la Vida Infinita» evoca bien el conjunto de estas nociones:

«Entonces el Venerado del Mundo, de entre sus cejas envió luz. Esa luz tenía el color del oro. Y se extendió iluminando los innumerables mundos de las diez direcciones. Volvió y se fijó sobre la punta de la cabeza de Buddha. Se transformó allí en una torre de oro semejante al Monte Sumeru. En el interior, las maravillosas Tierras Puras de todos los Buddha se tornaron visibles todas a la vez. Algunas estaban compuestas de siete joyas; otras estaban enteramente hechas con flores de loto blancas; otras eran parecidas al palacio del Rey de los Dioses; otras se parecían a espejos de cristal donde se reflejaban al mismo tiempo todos los mundos de las diez direcciones.»

Se pueden atribuir tres significados a la expresión «Tierra de Buddha».

Puede significar, simplemente, el lugar en que un Buddha aparece en el mundo, donde nace, o donde alcanza el Despertar o donde «pone en movimiento la Rueda de la Ley» o donde desaparece cuando su Nirvâna final.

A este primer sentido, más bien material, se incorpora un segundo. También se designa con la misma expresión el ámbito en el que la enseñanza de un Buddha es proclamada y aceptada. En este segundo sentido, la «Tierra de Buddha» roza ya al mundo espiritual, puesto que penetra en el corazón de todos aquellos que reciben la doctrina búdica.

Existe, finalmente, un tercer sentido: «Tierra de Buddha» se refiere a todo lo que un Buddha toca con su actividad, es decir, todo lo que puede captar con su conocimiento y abarcar con su amor.

Inmediatamente se comprueba que en los dos primeros sentidos, la «Tierra de Buddha» es algo limitado, mientras que en el tercero no sufre ninguna limitación.

Desde otro punto de vista, se considera que la Tierra del primer sentido, habitada por una multitud de seres imperfectos, se halla impura y repleta de sufrimientos, que la del segundo sentido está purificándose, ya que acepta la Vía de la Liberación y, en fin, que la Tierra del tercer sentido es perfectamente pura y luminosa, porque no es sino la visión que Buddha posee del universo y de los seres en su pensamiento sin apegos y su totalmente desinteresado amor.

Si Amitâbha es la personificación del «Cuerpo de la Ley», es decir, de la esencia del estado de Buddha, como ya hemos mostrado, la «Tierra de la Suprema Felicidad» no puede estar sino incluida en el tercer sentido definido más arriba. Aparece, por tanto, como la representación gráfica de la gran felicidad y de la paz suprema de Buddha, es decir, del Nirvâna. Este último término, como hemos visto, es una expresión negativa que indica la experiencia inefable de los Buddha. Para permitir a los hombres captar mejor lo que ese estado significa, se dice que Sâkyamuni lo describió en términos positivos con el aspecto de la «Tierra Pura» del Buddha Amitâbha.

  La puerta de la Tierra Pura

Gendyn Rinpoche

El siguiente texto es un extracto de la enseñanza “Dormir y Soñar”, publicada en TenDrel, Dhagpo Kagyu Ling, Francia, Diciembre 1991.

El proceso de dormir es muy similar al de morir. Esa es la razón por la que es tan importante meditar tanto cuando estamos completamente despiertos como cuando estamos quedándonos dormidos. Si practicamos la meditación con un alto nivel de concentración podemos detectar los cambios que ocurren en nuestra mente cuando estamos quedándonos dormidos. El elemento blanco masculino fluye desde la parte alta de nuestra cabeza hacia el nivel del corazón y el elemento femenino rojo sube hacia el corazón desde la parte inferior del cuerpo. Cuando ambos se encuentran ocurre una pérdida momentánea del estado consciente ordinario y luego surge una claridad consciente: nuestra mente esta atenta durante el estado del sueño. La fortaleza de nuestra meditación en el Lama es lo que hace esa consciencia posible. El Lama esta a la altura del corazón en la forma pura de Dharmakaya, cuya luz irradia desde su cuerpo. Nuestra mente, que es inseparable de la mente del maestro, se identifica con esa luz. Esto disipa lentamente la inconsciencia del estado ordinario del sueño. Aunque completamente dormidos, nuestra consciencia se incrementa y nuestra mente se vuelve más y más clara.

Un signo de esa claridad es que percibimos nuestro propio cuerpo dormido. No lo vemos compuesto de carne como normalmente lo percibimos sino como un objeto transparente brillando con luz radiante viniendo del lama en nuestra mente. Si nuestra mente es bastante estable, nuestra mente dormida percibe nuestro cuerpo tan brillante que puede irradiar luz a todo el cuarto. Aunque dormidos podemos ver el cuarto y los objetos que hay en él. Podemos ver claramente que no podemos estar seguros de cuando estamos dormidos o despiertos. Esto solo es posible cuando uno tiene una maestría completa en la ocurrencia de las tres experiencias de gozo, claridad y no conceptualización durante la meditación despierta. Una vez estabilizadas, esas experiencias aparecen durante el sueño en su forma particular. El hecho de poder ver el cuarto donde dormimos esta asociado con la clara luz de un tranquilo estado mental. Este aparece en aquellos que han practicado la meditación shinay. Uno puede ver el cuerpo tan claramente que pareciera que la luz interior es una imagen de destellos de luces de diferentes colores. Y si la meditación es muy estable es posible incluso moverse, la mente se mueve dentro del cuarto e incluso a los lugares adyacentes. Uno puede viajar de un lugar a otro. Esta es una explicación teórica de las posibles experiencias que uno puede tener mientras dormimos si meditamos lo suficiente durante el día. Querer alcanzar estos estados no es suficiente, ellos son el resultado natural de una profunda y frecuente meditación.

Esas experiencias no crean ninguna ansiedad en la mente. La mente descansa en el mismo estado que cuando practicamos una profunda meditación Shinay, esta completamente relajada, muy clara y sin ningún apego. Esta llena con las tres experiencias de gozo, claridad y no conceptualización. En ese estado los órganos sensitivos son muy agudos y claros, lo que significa que podemos ver, oír, oler, sentir y saborear, esas experiencias continúan llegando a la mente que duerme, pero a diferencia de lo que sucede cuando estamos despiertos: consideramos todas las sensaciones igualmente, recibiéndolas felizmente. No consideramos, por ejemplo, que algunos sonidos son muy fuertes o insoportables. A medida que la meditación despierta progresa y nos libramos nosotros mismos de las experiencias shinay y desarrollamos una profunda meditación de sabiduría primordial, la clara luz del sueño se hace más brillante y se libera a sí misma de estas experiencias. Esto aparece naturalmente. No necesitamos cambiar la técnica o practicar otra meditación mientras caemos dormidos. Simplemente necesitamos mantenernos en la practica y orarle al lama antes de dormirnos y por el poder de nuestra meditación despierta la meditación apropiada ocurrirá durante el sueño.

Este tipo de meditación también se desarrolla al momento de la muerte. Aquellos que tienen una fuerte experiencia meditativa alcanzan la Budeidad en los segundos que siguen a la muerte y no tienen que experimentar el bardo. Para aquellos que practican regularmente una meditación sin perfeccionarla, la consciencia se establece en un estado similar al de la meditación que practicaba mientras estaba vivo (shinay, lhaktong o mahamudra). Si esto no conduce a la liberación un pensamiento sutil aparecerá en la mente y disparará en la mente la experiencia del bardo. Es similar al dormir, pero un pensamiento sutil durante el dormir nos conducirá a un sueño en vez del bardo. Tan pronto como el sueño aparece, un buen meditador se proyecta a sí mismo como una deidad y aparece como tal en el sueño, realizando que todo es una ilusión y manteniendo ese estado de consciencia mientras dure el sueño. Cuando hay menos capacidad, uno comienza a soñar y al cabo de un rato se da cuenta que esta soñando. Nos damos cuenta del carácter ilusorio del sueño creado en nuestra mente. Con esa realización de la naturaleza del sueño, nada que suceda en él puede hacer que el soñador sufra.

Cuando realizamos que el sueño no es real y es sólo una ilusión o el juego mágico de la mente no se crea ningún apego durante el sueño. Aprendemos a mantener la mente en la naturaleza última mientras dormimos. No utilizamos el sueño para tratar de hacer o llevar a cabo algo, ni para encontrarnos con personas en diferentes lugares durante el estado del sueño. Esa clase de objetivos sólo ayudan a incrementar la confusión del sueño. Estar conscientes de que estamos soñando ayuda a comprender la naturaleza del sueño, la realización de que es una creación mental de una mente confundida. Esas son solo experiencias y sensaciones que se sienten durante el sueño y que se purificarán naturalmente. Ese proceso es el camino de la meditación durante el sueño.

De todas las experiencias, aquella que más acarrea sufrimiento es la que no se puede evitar: la muerte. Sólo la práctica del Dharma es realmente eficiente al momento de la muerte. Nuestra única protección en ese momento viene del lama y de las tres joyas (Buda, Dharma, Sangha). Para un beneficio efectivo en la eliminación del sufrimiento al momento de la muerte es necesario haber realizado suficiente práctica del Dharma en vida y de haber orado regularmente al lama y las tres joyas. En cada circunstancia feliz o infeliz de nuestra vida debemos orarle al lama y a las tres joyas y cuando experimentamos fuertes sufrimientos debemos pedir por protección y refugio. Entonces al momento de la muerte nuestra petición por protección y refugio será verdaderamente efectiva.

Asimismo, aunque nuestras pesadillas nos asusten y produzcan un intenso sufrimiento, si practicamos y tomamos refugio durante la vigilia, la misma tendencia se manifestará en el sueño. Nosotros le oramos al lama y a las tres joyas dentro del sueño. Nuestra plegaria es escuchada y el sueño es transformado de modo que la causa del sufrimiento desaparece. Tenemos el mismo resultado cuando meditamos en el vacío en nuestro sueño. Mediante la realización del carácter ilusorio del sueño no necesitamos temer, porque vemos que la situación atemorizante y la persona que esta siendo atemorizada son inseparables. No hay una realidad de objeto – sujeto. Esa realización inmediatamente nos libera de la situación.

En nuestro estado presente, cualquier pensamiento, idea o sentimiento que experimentamos en nuestra mente, inmediatamente nos captura. Nosotros seguimos el pensamiento, sentimos el sentimiento y actuamos bajo su influencia porque creemos en la realidad de ese pensamiento o sentimiento. Ellos aparecen y estamos convencidos de que son permanentes, concretos y representan la motivación de nuestros actos. Pero esos pensamientos, sean conceptos o emociones, no tienen realidad. Son solo expresiones de la mente -irreales, intangibles, de corta duración- son simplemente un juego de la mente, similares a una ilusión o un sueño. Una vez que desarrollamos esa consciencia no estamos tentados a seguir los pensamientos y emociones que surgen, no somos arrastrados por su influencia y estamos libres de sus trucos. La práctica durante la vigilia permite que la misma reacción que aparece en las noches durante el sueño pueda ocurrir después de la muerte, en el estado del bardo, donde experimentamos varias ilusiones y alucinaciones. Cuando realizamos que son solo un juego de la mente, podemos rápidamente liberarnos de esas ilusiones. Ese estado mental, libre de todas las nociones de objeto y sujeto, debe ser cultivado durante la vigilia y debemos confiar profundamente en él.

¿Cuál es el propósito del Dharma? Su propósito principal es permitirnos actuar de modo útil al momento de la muerte. Para aquellos que practican las enseñanzas del Buda durante su vida, la experiencia de la muerte no es terrible porque es un evento cuyos pasos y procesos son conocidos. Tales practicantes se mantienen conscientes y confiados durante la experiencia y la aceptan tranquilamente. Gracias a la práctica del Dharma podemos saber que hacer y como evitar las trampas al momento de la muerte. Se pueden utilizar muchos métodos. El más simple consiste en pedir sinceramente un renacimiento en la tierra pura del Buda Amithaba, la tierra del Dewachen. Amithaba expresó fuertes deseos de que cuando se iluminara de su mente apareciera un mundo el cual fuera accesible a todos los seres sin excepción. Su deseo fue que cualquiera que confiara en su tierra pura y pidiera profundamente renacer en ella pudiera hacerlo sin dificultad. Cuando alcanzó la iluminación su deseo se hizo realidad y de la mente pura de Amithaba se manifestó un mundo accesible a todos. El Buda Sakyamuni describió esa tierra pura: el mundo del Dewachen.

La práctica no es sólo útil al momento de la muerte; es también de gran valor en nuestra vida porque puede erradicar el sufrimiento que encontramos. Practicar el Dharma nos permite la transformación de cualquier situación en algo útil. Nos liberamos del sufrimiento y lo transformamos en felicidad. Así que es necesario tener una confianza total en esa cualidad de la práctica de las enseñanzas del Buda.

La mejor practica para nosotros es la meditación en el Buda Ojos Amorosos, y la repetición de su mantra: OM MANI PEME HUNG. Ojos Amorosos es la expresión de la compasión de todos los Budas la cual aparece simbólicamente bajo esa forma para ser accesible a todos los seres. Esa compasión esta siempre vinculada con el vacío. Si meditamos en Ojos Amorosos y repetimos su mantra, el amor y la compasión se desarrollan naturalmente en el flujo de nuestra mente, y la experiencia del vacío surge lentamente. Se dice en las enseñanzas que si cultivamos la compasión y el amor, eventualmente la verdadera realización del vacío del Dharmakaya aparecerá en nosotros. Es bueno practicar regularmente esa meditación con gozo y confianza para fortalecer en nosotros el deseo de renacer en el Dewachen. La presencia constante de ese deseo en nuestra mente asegurará que al momento de la muerte estaremos más allá del deseo de vivir una vida en particular en este mundo. Toda nuestra atención estará focalizada en el deseo de renacer en la Tierra Pura de Dewachen. Si no tenemos dudas y lo deseamos desde el fondo de nuestro corazón, es seguro que ocurrirá.

Al momento de la muerte, debemos estar libres de todo temor y no pensar que podemos experimentar sufrimiento. Al contrario, debemos recordar todas las acciones positivas cometidas en nuestra vida y dedicarlas al beneficio de todos los seres vivos. Imaginamos que ellos se benefician de los efectos de nuestro buen karma, que son felices y que ese buen karma los beneficiará en su camino hacia la iluminación. Ayudar a las personas de esa forma generará un sentimiento en nosotros de gran alegría. Entonces tomamos todo el sufrimiento, enfermedades y obstáculos de todos los seres. Imaginamos que se mezcla con nuestra propia experiencia de muerte y deseamos profundamente aniquilar todo sufrimiento y karma negativo. La mente se estabiliza en un estado libre de toda dualidad y fuertemente desea que luego de la muerte, nuestro cuerpo, habla y mente se unan para beneficiar a todos los seres. Deseamos: “Cada vez que las personas tengan una necesidad, o piensen en algo que deseen, puedan mi cuerpo y mente transformarse en algo que ellos puedan disfrutar”. Morir con ese deseo en mente crea un renacimiento con las condiciones favorables para la iluminación. Renaceremos con una mente despierta que en esa nueva vida nos permitirá alcanzar la Budeidad rápidamente porque estamos beneficiando a otros efectivamente. Renaceremos con muchas cualidades y capacidades físicas que nos permitirán ser de máxima ayuda a todos los seres. Esa es la razón por la cual es tan importante expresar ese deseo al momento de la muerte, y morir con ese estado mental.

Esa actitud puede ser transmitida cuando estamos ayudando a alguien que esta muriendo. Debemos hacer todo lo posible por asegurarnos que la persona esta muriendo con un estado mental positivo. Aún si la persona no conoce las enseñanzas del Buda y por lo tanto no puede practicar los métodos mencionados anteriormente con determinación, podemos animar a la persona para que muera con una mente tranquila. El estado mental de la persona que esta muriendo es lo más importante. La persona experimenta intensas emociones, sufrimiento, esta muy agitada, nerviosa, temerosa y muy débil, todo esto desestabiliza la mente. Debemos mostrar siempre gran gentileza en nuestros gestos físicos y nuestras palabras, y debemos evitar cualquier acción o palabra que cause ira en la persona, o sentimientos de celos u orgullo, o cualquier emoción que cause circunstancias desfavorables en la muerte.

Al momento de morir, debemos evitar absolutamente el odio, la rabia, los celos y el orgullo, y debemos asegurarnos que otras personas no experimenten tales emociones al momento de su muerte. Si por nuestra actitud o nuestras palabras inducimos a la rabia a una persona que esta muriendo, la presencia de esa fuerte emoción en el momento justo de la muerte crea un karma negativo cuya consecuencia inmediata es un renacimiento en los reinos inferiores. Si nosotros somos la causa de esa emoción somos los responsables de ese renacimiento bajo, lo que crea un karma negativo para nosotros mismos. Por lo tanto debemos adoptar modales gentiles y cuidadosos con la persona que esta muriendo y debemos evitar cualquier acción o palabra capaz de torturarlos. Si tal actitud positiva es practicada hacia los moribundos, entonces al momento de nuestra muerte evitaremos cualquier emoción negativa que nos conduzca a un renacimiento en los reinos inferiores.

¿Por que es tan importante el momento de la muerte?. Ese es el momento donde la mente esta libre de cualquier apego al cuerpo y al mundo. La mente esta perfectamente desnuda, completamente llena de consciencia vacía y por lo tanto muy poderosa. El más pequeño pensamiento en ese estado mental automáticamente tiene un enorme impacto. Si ese pensamiento es una emoción, la mente es inmediatamente trasladada a un reino basado en esa emoción. Mientras estamos vivos no podemos entender lo que ese estado significa porque no experimentamos la mente perfectamente desnuda. Estamos constantemente conceptualizando el mundo y nuestro propio cuerpo, así que nunca experimentamos la desnudez. Mientras estamos vivos estamos constantemente agitados por pensamientos e ideas. Estamos experimentando también un flujo constante de distracciones externas. Una parte de esa agitación es placentera, se ajusta a nuestra posición actual y no genera ninguna reacción negativa en nuestra mente. Pero otras situaciones pueden generar perturbaciones y confundir la mente. Ya sea que disfrutemos o no de una situación es importante no reaccionar con nuestro primer impulso. Debemos aprender a evitar que nuestra mente sea influenciada por las ideas y reacciones que surgen en ella misma. Debemos mejorar nuestra vigilancia. Sea lo que sea que hagamos debemos permanecer totalmente conscientes de lo que sucede en nuestra mente, de modo que no reaccionemos automáticamente sin tiempo de pensar cual es la mejor respuesta. Sin esa vigilancia una mente negativa, crea circunstancias negativas que se convierten en reacciones negativas, creando aún más karma negativo. La única solución para salir de ese círculo vicioso y evitar renacer en una vida llena de sufrimientos es desarrollar una consciencia pura y una vigilancia siempre presente.

Al momento de la muerte, ofrecemos nuestro cuerpo, habla y mente y todas nuestras acciones positivas pasadas a todos los seres, con el deseo de que satisfaga sus necesidades y los ayude a alcanzar la iluminación. Entonces dejamos a la mente descansar en la intención pura de renacer en la tierra de Amithaba. Visualizamos al Buda Amithaba enfrente de nosotros para ayudar a mantener esa idea en la mente. De hecho es el lama raíz el que aparece bajo la forma de Amithaba. Lo dibujamos muy claramente y desarrollamos una fuerte confianza en su presencia. Le ofrecemos todas las riquezas obtenidas durante nuestras vidas, todas nuestras pertenencias incluyendo nuestro cuerpo, sin guardar nada para nosotros mismos, sin olvidar nada. Estamos conscientes de que nuestros apegos son obstáculos para un renacimiento en la tierra pura de Amithaba. Le ofrecemos todo a Amithaba y nos sentimos libres de cualquier atadura a nuestra vida que acaba de terminar.

Si continuamos experimentando apegos, nuestras antiguas posesiones nos preocuparan después de la muerte. Tendremos visiones de otras personas tomando nuestras posesiones, lo cual producirá celos y nos aturdirá. Esas emociones nos llevarán hacia reinos bajos de existencia. Urge entonces ofrecer absolutamente todo, incluido nuestro cuerpo, a los Budas para que no exista ningún obstáculo; de esta forma nada genera apegos y nos aseguramos de seguir nuestro camino a la liberación. Así que al momento de la muerte debemos fijar nuestra mente en el deseo de alcanzar el Dewachen y enfocar nuestra consciencia en ese objeto. Si mantenemos el deseo de renacer en Dewachen, y estamos conscientes de la presencia de Amithaba, nuestra consciencia naturalmente abandonará nuestro cuerpo, e irá directamente a la tierra de Amithaba. Nuestro renacimiento ocurre inmediatamente dentro de una flor de loto en la tierra del Dewachen. Esa flor de loto se abre y aparece para nosotros la tierra pura. Nuestro cuerpo no esta hecho de carne y sangre sino de luz. Ese renacimiento instantáneo que podemos llamar milagroso es de hecho fácil de realizar.

Una vez que renacemos en la tierra pura de Dewachen ningún esfuerzo es necesario. Todo lo que deseamos o queremos aparece espontáneamente, sin necesidad de trabajar o hacer algo. Si queremos ir a la tierra pura podemos aparecer instantáneamente allí sin necesidad de ningún sistema de transporte. Viajamos instantáneamente en el cuerpo espiritual. Podemos también dejar el Dewachen para ayudar a las personas en el bardo, donde van de una vida a otra en un estado de confusión, podemos manifestarnos en ese estado intermedio y seguir ayudando a las personas eficientemente. También es posible reaparecer en los mundos ordinarios de los reinos vivos para ayudar a los seres. Todas esas experiencias se realizan sin sufrimiento y sin la necesidad de nacer o morir porque estamos más allá de esos estados. En la tierra pura del Dewachen constantemente escuchamos, memorizamos y entendemos las enseñanzas directamente del Buda Amithaba. Así automática y espontáneamente nos volvemos Budas y Bodisatvas sin seguir el largo y complejo camino de seguir los pasos uno por uno. Dentro del corazón de Amithaba hay una esfera de luz que contiene a Guru Rinpoche. Del corazón de Amithaba emergen una cantidad enorme de Guru Rinpoches. Todos ellos actúan para beneficiar a todos los seres en diferentes estados de existencia. De la mano derecha de Amithaba surge una constante cadena de representaciones de Chenrezig que actúan para el beneficio de todos. De su mano izquierda millones de Taras Verdes fluyen para proteger a las personas del temor y liberarlas del sufrimiento.

Debido a que realizamos algunas acciones negativas en nuestras vidas pasadas renacimos en esta vida con un cuerpo hecho de diferentes elementos cuya naturaleza produce sufrimiento. Eso significa que nuestra vida actual es la realización de la noble verdad del sufrimiento. Nuestra vida humana actual es muy corta comparada con el tiempo que continuaremos en los ciclos de renacimiento hasta que alcancemos la liberación. Desarrollar la motivación de renacer en el Dewachen en el momento de la muerte es la manera más efectiva de evitar cualquier posibilidad de renacer en esos estados de sufrimiento. En el momento de la muerte debemos decidir cortar con cualquier apego a esta forma de vida, a este sufrimiento que es nuestro cuerpo y mente, e ir directamente al Dewachen. Eso detendrá completamente el ciclo de existencias y el sufrimiento asociado a el.

Esas explicaciones son un poco como abrir la puerta al Dewachen. Para ir allí uno simplemente necesita seguir las instrucciones que han sido dadas.