SIR J. G. FRAZER Y LA MAGIA

Londres, 3 noviembre

Un encuentro inesperado y afortunado en casa de un coleccionista de fetiches, me ha permitido escuchar, durante algunos minutos, las palabras de Sir James George Frazer, el más grande antropólogo. según dicen, del mundo entero. Mi pasión, tal vez atávica, por la vida de los salvajes me había hecho recorrer, hace poco tiempo, el famoso «Gol-den Bough» y he podido así seguir mejor las palabras del ilustre paleontólogo del alma humana.

La conversación en torno de la mesa del té ha recaído, por inocente astucia de mi coleccionista, sobre la Magia. y Sir Frazer no ha podido menos de tomar parte. Aunque sea viejo y haya trabajado sin descanso durante toda su vida, conserva todavía un aspecto de una inteligencia siempre tensa: ojos de juez forrados de humorista.

-Los hombres modernos -dijo- consideran con demasiado desprecio a la Magia, y los espíritus científicos y prácticos miran con piedad irónica a los viejos brujos y hasta a aquellos que hoy los estudian. Son ingratos. Faltan al respeto a la madre.

»Toda la civilización moderna -y por moderna entiendo la que comienza con la Grecia de Sócrates y, después de una interrupción de siglos, ha fructificado desde el Renacimiento hasta nosotros-es hija legítima de la Magia. Todas nuestras artes, nuestras leyes, nuestras tradiciones políticas, nuestras ciencias, han salido directamente de la Magia de los primitivos. La Magia ha sido el puente único y necesario entre la animalidad y la cultura. Todos aquellos que se burlan de la Magia son hijos y sobrinos de los antiguos magos y primos de los hechiceros que todavía operan entre los salvajes.

»Ya he hecho notar estas verdades en distintas partes de mis libros, pero nadie las ha reconocido ni sospechado. Comencemos por las artes. En lo que se refiere a la música la demostración ya está hecha, y de un modo persuasivo, por un musicólogo francés: Combarieu. La música, en los tiempos más remotos, no era más que un ramo del arte de los encantamientos. El teatro, como saben todos, no es más que la desviación de las primitivas ceremonias litúrgicas, esto es, fundamentalmente mágicas, y la danza, como ha demostrado Hirn, tiene el mismo origen. De la poesía se puede decir lo mismo: los más antiguos fragmentos, tanto en los Vedas como en la literatura arcaica latina, son fórmulas mágicas, palabras potentes que, ayudadas del ritmo, debían evitar los males o atraer hacia nosotros los dones de los dioses. Las pinturas primitivas que encontramos en las cavernas son obras de brujos que se servían de esas imágenes para hacer que fuese fructífera la caza de los hombres paleolíticos, fundándose sobre uno de los principios esenciales de la Magia simpática. Crear una imagen significa, para el mago, conquistar el poder sobre la cosa representada. A la misma razón se debe el origen de la escultura: ustedes saben que incluso en la Edad Media se acostumbraba, para matar con seguridad a un enemigo, modelar en cera o en barro una estatuita que se le pareciese y luego romperla o exponerla a la llama. Lo que se hacía a la estatua era sentido por el modelo. La escultura egipcia, tan realista, era un expediente mágico para conservar, más allá de la muerte, la integridad corporal para la esperada resurrección. Las formas más arcaicas de la arquitectura, como los dólmenes y los cromlechs servían, como sabemos, para misteriosos ritos que tenían más de mágico que de religioso. Si quieren una demostración más amplia pueden leer un estudio de mi amigo Salomón Reinach, aparecido en la Anthropologie del año 1903.

»En lo que se refiere a la moral y a la legislación, ya he demostrado, ampliamente en uno de mis libros, The Psyche’s Task, cómo los principios éticos elementales que reinan todavía en nuestra vida, e informan nuestros códigos, fueron establecidos y consagrados por lo que nosotros llamamos superstición y que se reduce casi siempre a la Magia. Las prohibiciones fundadas en el tabú se hallan en los orígenes de nuestra moral. Se creía, por ejemplo, que las relaciones ilícitas entre un hombre y una mujer perjudicaban el éxito de la casa o la fecundidad de los campos, y por eso eran severamente prohibidas. Se creó así en los hombres el horror al adulterio, que perdura todavía, aunque atenuado, en nuestras costumbres. Hoy se condena por otras razones, pero no se hubiera sin duda llegado a condenarlo sin el trabajo preparatorio de la Magia.

»Los primeros reyes de las primeras tribus fueron hechiceros, y si más tarde fueron guerreros, éstos se hallaron también bajo la dominación de grecia fue mágica y el poder de los magos sobre los guerreros fue el poder del espíritu sobre la fuerza. En los antiguos reyes se encuentran siempre las huellas de carácter sagrado y mágico, y hasta hace pocos siglos se atribuía todavía a los monarcas de Francia y de Inglaterra la milagrosa virtud de curar ciertas enfermedades con el simple contacto de la mano. El rey mago primitivo debía ofrecer su vida en holocausto si caía alguna desgracia sobre su pueblo, y un resto de esta costumbre se halla entre los modernos soberanos que consideran corno un deber acudir a los lugares donde ha ocurrido una desgracia, incluso con peligro de su vida.

»Y finalmente, la ciencia, la orgullosa ciencia de nuestro tiempo, como ha demostrado ya Lenormand. se halla estrechamente unida a la Magia. La Magia, en efecto, supone que a ciertos fenómenos seguirán infaliblemente otros fenómenos sin la intervención de una voluntad extraña. Se funda, como la ciencia, sobre el determinismo, es decir, sobre la fe implícita en una realidad ordenada y homogénea. El mago no pretendía violentar los hechos pero, conociendo las secretas afinidades y el orden en que se sucedían, se contentaba con imitar aquel fenómeno que era el antecedente constante del fenómeno deseado. Sus errores y sus fracasos procedían de no haber observado bien aquella trabazón fija de sucesiones y fundarse en relaciones aparentes más que sustanciales, pero el principio de que partía era el mismo sobre el cual se halla edificada la ciencia moderna. Incluso los muchachos saben que la química se deriva de la alquimia. la astronomía de la astrología y la medicina científica del hermetismo.

»No hablo de las religiones, cuyas relaciones con la Magia son evidentes para todos los que conocen la antigüedad. Además todavía hoy, en muchos lugares no se distinguen de las más burdas hechicerías Basta pensar en la boga de que gozan, en ciertos países cultos, las doctrinas teosóficas y las escuelas ocultistas, para darse cuenta de que la Magia, todavía en nuestros días, satisface las necesidades espirituales de millones de hombres.

»Toda nuestra civilización desciende, pues, de las creencias y de las prácticas de la Magia, y un pesimista podría sostener, con un ligero esfuerzo sofístico, que la cultura contemporánea no ha rebasado todavía la zona mágica. Los pueblos tienen hambre de milagros y los piden a todos: a los demagogos, a los sonámbulos, a los electricistas, a los médiums, a las profetisas privadas, a los profesores de física y de quiromancia. Los salvajes son, indudablemente, nuestros padres y tal vez nuestros hermanos, y la Magia es la matriz benéfica de la que han salido, como decía al principio, nuestras artes, nuestras morales y nuestras ciencias. Todos los intelectuales no son más que magos que han evolucionado, más cautos y más claros.

Sir James George Frazer se calló y nadie supo qué contestarle. Me he acordado de que mi madre era maorí y la gran estima que siento hacia mi mismo ha aumentado mucho desde hace algunas horas.