El chaman

De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301  (Mensaje original) Enviado: 23/07/2005 17:06
El chamanismo que Mircea Eliade consideraba un fenómeno central asiático y siberiano, es un fenómeno generalizado en el mundo entero (“la técnica del éxtasis”), que el hombre primitivo practicó en una forma u otra según su imaginación y los medios con que contaba, que ha llegado hasta nuestros días con los restos de aquellas culturas que aún se refugian en áreas donde en muchos aspectos, la vida transcurre más o menos como en el Neolítico, áreas muchas veces impermeables a los avances de la tecnología moderna, áreas de refugio donde el fósil viviente que es el hombre de esas etnias continúa con sus antiguas tradiciones y formas de vida más elementales. Selvas tropicales, valles o montañas aisladas por la falta de medios de comunicación, o islas apartadas, constituyen los retirados habitats de estos grupos humanos que se resisten a desaparecer. En ellos el chamanismo se mantiene vigente como en el más remoto pasado. Incluso en otros grupos humanos que tienen contacto con las culturas más evolucionadas, se mantiene el chamanismo como una institución bien arraigada, en áreas rurales y aún urbanas, en las que adopta formas nuevas, refugiándose en la persona del curandero, el yerbero, el santiguador y otras medicinas paralelas, sus hermanas menores, aculturados en muchos aspectos, pero utilizando los recursos más primitivos para curar: la magia, fenómeno o base estratégica común a todos ellos, el empirismo y la fuerza psíquica que llegan a desarrollar a veces notablemente.
Nuestra propia experiencia, conviviendo durante 18 años con tribus cunas, chocóes, catíos, guaimíes, bribris, bug’dás, del Istmo de Panamá, con grupos mayas o aztecas y quechuas y más tarde con diversas tribus de Matto Grosso, Alto Xingú (ges, botocudos, xavantes, tchikaos, camayurás, tchukahamais. yaualapitís, carajás, bororos), de Amazonas, Río Negro y Alto Uaupés, lapones del Norte de Europa, saharauíes africanos, filipinos, indonesios, malayo-polinesios y más recientemente aruntas de Australia central, maoríes de Nueva Zelanda y curanderos de nuestro propio país, nos permite comprender que aunque hay muchas medicinas primitivas, tantas como etnias pueda haber, todas tienen algún representante del chamanismo entre ellos, encargado fundamentalmente de curar, aunque otras funciones pueden añadirse a ésta, llegando en los casos más complejos a fundirse en la misma persona el médico-sacerdote, conservador de las tradiciones, mago y adivino, capaz de reunir en sus manos todos los poderes de la tribu, incluso el político.

El chamán es el intermediario entre los hombres y los poderes sobrenaturales, las fuerzas extrahumanas, sean dioses o diablos, benévolos o dañinos, capaces de hacer mal o bien. El chamán guía a su pueblo espiritualmente y le protege contra los malos espíritus. Puede practicar la magia blanca y la magia negra como técnicas habituales. Conversa con los espíritus y aprende de los buenos y de los malos sus conocimientos.
Loeb consideraba dos clases de chamanes: el seer, capaz de ver, capaz de hablar y ponerse en contacto con el inframundo, que estaba fundido con el sacerdote (religión y magia en una misma persona) y el medicine-man, el curandero, el yerbero, el hombre que da medicinas, que con un fondo siempre mágico, era también capaz de curar y que estaba más cerca del empirismo. El primero lo era por nacimiento, el segundo por vocación.
El nombre de brujo o hechicero (en inglés witch doctor, en francés sorcier o feticier, el alemán Zauberer) se ha extendido también entre muchos autores y aún se ha generalizado y popularizado para abarcar a todo aquel capaz de curar o matar, es decir de usar sus poderes mágicos o sus conocimientos de plantas, su fuerza psíquica o su capacidad para controlar las fuerzas sobrenaturales, unas veces para hacer el mal (magia negra), otras para hacer el bien (magia blanca), producir la enfermedad, el dolor, el sufrimiento, la muerte o por el contrario, curar la enfermedad, aliviar el dolor o el sufrimiento y salvar la vida del enfermo usando todos los recursos de su arte.
Pero hoy en la literatura antropológica y etnológica, se ha generalizado y tomado carta de naturaleza el término chamán y al fenómeno como tal chamanismo, por consenso entre los antropólogos y etnólogos.
Variantes en las técnicas, fórmulas, conjuros, poderes, reclutamiento, etc. puede haber tantos como variaciones culturales, como etnias. Ya hemos hablado repetidas veces de éstos, pero el denominador común es la necesidad que el ser humano ha tenido de luchar contra todo aquello que le ha producido una sensación de pérdida del bienestar: la enfermedad, el dolor, la herida, el sufrimiento físico o moral, el terror cósmico. Por eso tuvo que surgir muy tempranamente en la Historia de la Humanidad, un hombre o una mujer dotados de mayor poder interpretativo, fuerza psíquica o simplemente astucia, que tomó sobre sí la tarea de ayudar a los demás de su grupo y ayudarse a sí mismo, adueñándose, arrogándose el poder y la fuerza. Y el grupo confió en él, se puso en sus manos, más por temor que por amor, estableciéndose una corriente de respeto por su capacidad de dominar a las fuerzas sobrenaturales, a los fenómenos de la Naturaleza, a su capacidad de encontrar los remedios curativos o a su poder sobre la vida y la muerte de los constituyentes del grupo.
Así cada tribu, etnia o grupo humano homogéneo, con una lengua común y una cultura semejante llegó a tener uno o varios representantes en diversos grados, de chamanes, con poderes curativos, adivinatorios, proféticos, predictivos, conservadores de las tradiciones de la tribu, con poderes mágicos de dominar a las fuerzas de la Naturaleza, de ponerse en contacto con el inframundo y presidir los ritos de paso (iniciación, nacimiento, muerte, unión sexual) y en muchas ocasiones de organizar, mandar y dirigir el grupo al que pertenecen, pues el poder chamánico como he dicho muchas veces lleva al poder político o al poder guerrero.
Así en cada cultura tiene un nombre genérico. Será Nele, Absoguedi, o Inatuledi entre los indios cunas; Sukiá o Krokodianga entre los indios guaimíes; Jaybaná o kurá-baná entre los indios chocóes; Pagé entre diversas tribus suramericanas, machi en la Costa Occidental de Suramérica; Piache en el río Amazonas, río Negro y Alto Uaupés; Angakok entre los esquimales; Kon en la Tierra del Fuego; Piache-té-éu entre los indios páes cuando practica la magia blanca y Nasa-jihí cuando practica la magia negra.
En Méjico entre los aztecas, aunque la medicina alcanzó un grado diferente en el aspecto religioso, sacerdotal y empírico, hubo también un curador que podemos asimilar al chamán, el Ticitl. Según los cronistas de Indias reunía en su persona las cualidades de sabio, médico, adivino y hechicero. En Bolivia se llama a los chamanes collahuayas y en el Perú ichuris. Entre los indios sionas del Alto Putumayo, afluente del Amazonas llaman curaca al chamán o yai, tigre, a veces watti (espíritu o diablo), naiké (el que ve o vidente), rausekoké (el que cura, médico) o winjaké (el que canta) nombres en los que vemos las diversas especialidades o formas de enfrentarse con la enfermedad. Fr. Ramón Pané, encargado de estudiar las costumbres de los indios de La Española, de los que había aprendido la lengua, observa que a los hechiceros llamaban Buhuitihu. Entre los zapotecas, el chamán se llama Menjak y entre los mayas Ahmén, el que sabe.
En Africa recibe tantos nombres como tribus hay, el más conocido de la parte central y occidental es el Nganga o Inganga. Los zulúes le llaman Inyanga, los machiguengas le llaman Seripegari.
El chamanismo como fenómeno general, amplio y universal, se caracteriza por lo tanto, por la práctica de una serie de ritos, rituales o fórmulas, en las que se entremezcla la adivinación, la profecía, la poesía, la conservación de las más antiguas tradiciones de la tribu y de sus mitos o epopeyas, con el sacerdocio, la práctica del arte de curar o matar, unas veces invocando a las fuerzas del inframundo, otras conminándolas a obedecer sus órdenes, otras utilizando la astucia o el engaño para reducirlas, otras actuando como verdaderos sacerdotes de cultos primitivos, a veces más evolucionados, con un ritual más complicado, a veces actuando por sugestión, para bien o para mal, de buena fe en ocasiones o bien usando todas esas técnicas para su propio y personal beneficio.
El conocimiento de los fenómenos de la Naturaleza por la observación repetida de los mismos, la astronomía, los fenómenos meteorológicos que se repiten con rítmica y sistemática aparición es utilizado en beneficio de las técnicas de predicción o adivinación. El conocimiento de las plantas y sus propiedades, es utilizado con la misma finalidad, reservándose para sí estos saberes adquiridos empíricamente, por la observación y el ensayo o por el aprendizaje con un maestro, todo lo que sitúa a quien los posee muy por encima del común de las gentes de su grupo, otorgándoles ese poder por el que son temidos y respetados.
Estos poderes son transmisibles por medio del aprendizaje a aquellas personas, familiares o no, de su confianza, destinados a ayudarles o a heredarles, cuando ven que por imperativo categórico del tiempo, ellos han de pasar a mejor vida, sabiendo que deben quedar quienes lleguen a obtener la experiencia de ellos, experiencia que no siempre se puede conseguir a no ser que estén dotados de notables cualidades o bien por el ejercicio repetido y el estudio largo y laborioso.

En el fondo de toda técnica chamánica, existe el principio fundamental o generalizado del pensamiento mágico, de la magia en lo que hemos insistido anteriormente, que es una forma de interpretar el mundo y la naturaleza de las cosas, una forma de pensamiento “lógico” del primitivo, una teoría cosmogónica para reducir las fuerzas de la naturaleza y disminuir o eliminar aquello que más teme el ser humano en general: la enfermedad, el dolor, el sufrimiento, la muerte y la terrible duda de si habrá y qué habrá más allá de ésta. Magia unida a un empirismo vacilante a veces, firme otras, primer paso para el método del ensayo y el error, que algunos han considerado como una forma embrionaria de la actitud científica verdadera.

RECLUTAMIENTO CHAMÁNICO

¿Cómo se llega a ser chamán?
Algunos autores han pensado que ser chamán era equivalente a padecer alguna tara o enfermedad psicopática, epilepsía o neurosis. Este será el caso de reclutar chamanes entre algunos grupos como los estudiados por Eliade en Siberia, pero no siempre sucede así. Hay muchas formas de reclutar chamanes, muchas cosas que hacen llamar la atención sobre el individuo y que no necesariamente han de reducirse a la existencia de alguna patología.
El signum diavoli como se llamaba en la Edad Media, puede ser muy diverso y no necesariamente patológico, sino algo que haga distinto al individuo de los demás del grupo.
Sin descartar pues el hecho de que en algún grupo humano se elija para chamán al que padece o presenta algo anormal para el común de las gentes que haga aparentemente pensar que un espíritu se ha introducido en él, le ha poseído y le ha convertido en chamán, mi experiencia personal con numerosos grupos de todos los Continentes, me permite asegurar que los chamanes que he conocido, eran los más preparados e inteligentes individuos de la tribu, los más estudiosos, los más observadores, los más vivos, los que desarrollaban mejor su memoria y ni mucho menos los enfermos, los tarados, los psíquicamente débiles, ni epilépticos ni dementes.
Puede suceder, puesto que son seres humanos, que sufran de los mismos padecimientos que pueda sufrir cualquier otro miembro de la tribu, puede suceder que enfermen y naturalmente mueran como los demás, pero su reclutamiento no se produjo por estas razones, por razones de índole patológica, sino por otras muy distintas. En cada grupo puede haber variantes.

El chamán puede ser por nacimiento, congénito, por vocación, por revelación, por posesión de un espíritu, por herencia.
Para ser chamán congénito, por nacimiento, la tribu o los especialistas del grupo que atienden el parto, encuentran en el niño o niña desde que nace, algo distinto, algo que les diferencia de los demás. Entre los cunas puede nacer con un icterus neonatorum, o con un naevus pigmentario, o las membranas secundinas sobre la cara, o nace de pie, o da un grito intrauterino (barrito). El que nace con algunos de estos signos es considerado Nele o chamán de nacimiento, porque trae señales de su poder. Este niño tendrá un rechazo de la carne durante su infancia, será precoz al hablar o echará los dientes incisivos antes que los demás niños o bien habrá nacido con un diente, es decir cosas que parecen de personas mayores que él. Es un chamán de nacimiento pero no basta aunque tenga la fuerza, el poder infuso. Los indios aseguran que en tiempos antiguos, los niños chamanes aprendían sólos todos sus conocimientos, pero esto pertenece a la mitología de la tribu. Hoy día son entrenados desde su infancia a las órdenes de otro Nele adulto y experto, para que llegue a desempeñar el puesto a que por nacimiento ha venido al mundo, entrenamiento que es duro y va acompañado de múltiples rituales y ceremonias hasta que es confirmado en su cargo y se le acepta como tal chamán, reconocido por el grupo.
El ayuno, ha sido práctica común a todo entrenamiento chamánico y sigue siéndolo, tanto para llegar a ser chamán como para practicar ciertos ritos o en otras circunstancias muy especiales. Hoy se sigue utilizando el ayuno para llegar a cierta exaltación del espíritu e incluso a la alucinación y al trance.
Otro elemento común a la profesión chamánica fué y sigue siendo el llamado vuelo chamánico. Es algo parecido por sus consecuencias y por las técnicas usadas para llegar a él, a lo que practicaban nuestras brujas de la Edad media y lo que se les ha atribuçido de poder andar por los aires subidas en una escoba. No hay nada de sobrenatural en esto para nosotros, pero sí para ellos. Se trata de la acción de ciertas drogas alucinógenas y psicotropas que obtienen a partir del reino vegetal que les rodea en la selva. Estas plantas fumadas, bebidas en infusión, comidas, o bien frotadas o insufladas dentro de las fosas nasales o el recto pueden producir la sensación de flotar, volar, separar el espíritu del cuerpo, verse a sí mismo o ver lo que en el subconsciente o en la imaginación según cada cultura, existe en forma embrionaria, ampliado hasta un grado increíble.

Otro elemento común al chamanismo es el uso de estas substancias para provocar el trance o éxtasis. Se ha dicho que el chamanismo es la “técnica del éxtasis”. A éste como al trance se puede llegar por diversos caminos como la concentración mental, la posición de la mirada, la autosugestión, el ayuno y las drogas alucinógenas. En muchas tribus, el uso de estas substancias es privativo y secreto de los chamanes, que utilizan estas técnicas ocasionalmente, con objeto de llegar a ese inframundo donde la mente se les abre al conocimiento de cuáles son las formas de curar, revelación de los espíritus al hombre seleccionado para pasar la barrera que separa a los humanos de ese otro mundo invisible para ellos, pero no para “el que sabe” que es el chamán.
Otro representante del chamanismo, hermano menor de él, pero no menos buscado es el medicine-man de Loeb, el curandero, el yerbero, el inatuledi cuna, el krokodianga guaimí, el hombre que no nació con poderes para ser chamán, pero que desde un momento determinado de la vida, por vocación y aprendizaje a cargo de un maestro, llega a ser experto en las técnicas de curar con plantas, minerales o animales.
La mayoría de los chamanes cobran por sus servicios, en dinero o en especies. Otros no cobran nada, esperando sólo la buena voluntad del que se siente curado y agradecido. Y los hay que exigen todo al paciente y a su familia, pasando a su poder toda la riqueza que tengan. Además los chamanes suelen cobrar a sus alumnos por enseñar las prácticas, tradiciones, rituales y secretos, la magia y cuanto se precisa para aprender el arte de curar. El discípulo vive con ellos y paga como el que está pensionista además de trabajar para el maestro. Excepto en los casos en que el chamanismo se va pasando de padres a hijos, en los demás casos la iniciación tiene un alto precio.
De todas formas, los largos periodos de enseñanza y aprendizaje, culminarán en la ceremonia iniciática cuya finalidad es rematar la tarea emprendida, convirtiendo al que antes fuera discípulo en un maestro, al hombre común en un hombre capaz de enfrentarse con lo sobrenatural y el arte de curar por medios muy variados. Los rituales variarán según la cultura que estudiemos, pero siempre suelen ser muy complicados. Por medio de ellos el iniciado accede a una nueva vida. Muere un individuo para transformarse en otro, como un insecto adulto brota de su cápsula, como una serpiente se desprende de su piel para adquirir una piel nueva y brillante, así el que hasta entonces fué un neófito, aparecerá ante la comunidad como otra persona, una persona nueva que adquiere un nuevo estatus y tendrá el respeto de la comunidad a la que pertenece.
Otras técnicas chamánicas son el canto chamánico que tiene grandes variaciones según la tribu que estudiemos, desde el simple musitar de los chocóes al tiempo que agitan una palma de maquenque para llevar el ritmo, o una maraca o sonajero, hasta el más especializado de los cunas que tienen un canto para cada enfermedad y algunos comunes a todas ellas. Por ejemplo para curar la locura cantan el chamán nia-igala
que es el canto o camino del diablo, en el que en forma antifonal se va relatando todo el proceso por el cual el chamán y sus auxiliares, los nuchus, llegan al lugar donde residen los demonios causantes de la enfermedad por rapto del alma. Naibe-igala sirve entre los cunas para curar a los picados por culebras, kaborr-igala (canto de la pimienta) y sia-igala (canto del cacao), acompañan a la incineración de granos de cacao o de pimienta lo que produce un humo acre que es muy temido por los nia o poni, los demonios causantes de las enfermedades. Mu-igala se canta durante las labores del parto, para que éste venga sin novedad.
El aprendizaje de estos cantos a base de memorizarlos requiere un largo periodo de entrenamiento, no sólo con uno sino a veces con varios maestros con los cuales el candidato a inatuledi o chamán llega a especializarse. Por regla general, en estos cantos chamánicos se encuentran recogidas las costumbres y tradiciones del más remoto origen de la tribu, expresadas en una lengua metafórica, circumloquial, incomprensible para los no iniciados que son el resto de la tribu.
En muchas tribus los chamanes se ayudan para estos cantos con unas figuras mágicas, los nuchus, tallados en maderas diversas, especialmente en madera de balso (Ochroma lagopus L.), dándoles figuras antropomorfas o zoomorfas según el caso y pintándolos con achiote (Bixa orellana L.) o con jagua (Genipa americana L.). Entre los chocóes el chamán utiliza los llamados mojó-uanga, que son también figuras antropomorfas estilizadas que se colocan en torno a la casa donde se cura al enfermo para que no penetren los malos espíritus durante la ceremonia curativa.
En otras etnias el chamán utiliza la técnica de chupar (brujo chupador). Los jaybanáes catíos utilizan esta técnica y muchos ngangas africanos también. Después de chupar y sobar la parte dolorida, extraen de ella un palito o una pequeña piedra o un insecto diciendo que era la causa del mal. Ese objeto lo llevaban previamente escondido en la boca. Entre los araucanos, la ceremonia típica curativa es la llamada machitún en la que se utiliza la sugestión o hipnosis del enfermo y también sugestión colectiva de los acompañantes. Así todos pueden “ver” cómo el chamán “cambia” el corazón y otras vísceras del enfermo cuyo abdomen y tórax ven abrir y ven cómo reemplaza el corazón por el de una llama por ejemplo. En la India se llevan a cabo sugestiones colectivas semejantes. Los espectadores pueden “ver” cómo se degüella a un niño, el cual después aparece vivo. También practican el intercambio de vísceras.
El tambor es otro instrumento muy utilizado por chamanes de tribus muy diversas. La machi o chamana de los araucanos lo utiliza en sus ceremonias curativas, los chamanes siberianos tocan también un gran tambor.
Los piaches o chamanes de las tribus, que a veces son los jefes de las mismas, en el Río Negro o el Casiquiare y Alto Amazonas, llevan como emblema de su rango un guayuco de uñas de tigre o dientes de jabalí y un pintoresco plumaje en la cabeza, así como pulseras y sonajeros en los tobillos, brazos y antebrazos y pinturas diversas en la cara y el cuerpo. Al costado cuelgan una bolsa llena de guanares o talismanes. Así revestido baila y danza en torno al enfermo al tiempo que agita una maraca.
El vestido chamánico suele ser en algunas tribus una parte importante del ritual, como lo son las máscaras a veces de los más polimorfo y extraño, lo mismo en tribus suramericanas que en tribus africanas u oceánicas. Las pieles y cabezas de animales son elementos de los que se reviste el chamán en muchos lugares del mundo desde tiempo inmemorial. En la Cueva des Trois Frères en Francia se puede ver una antiquísima pintura paleolítica que representa a un chamán danzando revestido de una cabeza y piel de venado, con un sonajero en la mano.