Ceremonia del Rewetun

6-05-2005
Machi de Temu Lemu

Ceremonia del Rewetun

Heddy Navarro

A pocos kilómetros de la ciudad de Traiguen, habita la comunidad mapuche de la Machi Hermenegilda Huenteao Queupu, en el lugar denominado Temu Lemu 2, haciendo referencia al lugar de origen y que abandonaron ya hace varios años, en busca de las tierras prometidas. Allí y con motivo de renovar el sitio ritual, llamado genéricamente Rewe, la Machi invitó a sus parientes, amigos y comunidades mapuche a la ceremonia del Rewetun.

Desde la mañana comenzaron a llegar los invitados. Provenían de la región y otros de bastante más lejos y es que la machi tiene amigos, conocidos y pacientes a lo largo del país, donde llega a ejercer su tradicional rol de médica, curandera y también guía para sanar el alma y los dolores del espíritu. Desde Viña del Mar vinieron mujeres mapuche que la acompañaron en los bailes y rogativas y oficiaron de ayudantes en todo momento.

Esta ceremonia, llamada Rewetun (hacer el rewe), es la forma en que cada cierto tiempo las Machis hacen un arreglo a su sitio ritual. Estos arreglos pueden afectar al tronco tallado o el ramaje complementario. En este caso el tronco no estaba deteriorado pero necesitaba una inclinación mayor, para permitir que la machi ascienda en forma más expedita, por lo cual era necesario cambiarlo de lugar, corríendolo algunos metros para el mejor desplazamiento de los danzantes en las ceremonias que se realizan en torno a él.

La mañana transcurrió entre los saludos protocolares, y los quehaceres comunes del hogar. A la machi le preocupaban cosas domésticas, la pata (inglesa) tenía descendencia y junto a sus polluelos se había extraviado y se temía por su vida. El agua escasea en el lugar y los animales atraviesan la pampa para acercarse a un estero seco en busca del líquido imprescindible. Finalmente, y recuperada la pata después de ardua búsqueda, la Machi se tranquiliza y nos invita a comer una poderosa cazuela, el desayuno ya había incluido un gran trozo de carne, y esta vez se complementa con las tradicionales sopaipillas y muy bien sazonadas ensaladas.

Por la tarde siguen llegando los invitados y ahora son recibidos frente al Rewe. La Machi está vestida para la ocasión con sus mejores prendas. Largas frases en mapudungun van y vienen. No son saludos cortos, como estila la vida occidental, sino que al parecer se cuenta la vida en este momento. La Machi se emociona y a veces enjuga unas lágrimas por la ausencia de un invitado. Se lamenta profundamente de ello, nos explican, traduciendo sus letanías en mapudungun, pero recupera su contento frente a los recién llegados. En tanto se continúa con los preparativos.

Ya han traído las ramas de canelo. Largas varas que representarán un follaje tupido, detrás del rewe, que familiares han ido a buscar a gran distancia, ya que en el lugar no existe bosque nativo y sólo enmarcan el paisaje los eucaliptos ordenaditos y funcionales, puestos por una forestal que arrasó ya hace tiempo con la vegetación originaria.

Se hacen presentes las comunidades amigas, las personas que han sido tratadas y curadas por la machi, también. No siempre son mapuche, pero están profundamente agradecidos y se consideran como sus hijos.

Don José Cadin su esposo, sus hijos José, Antonio, Brunilda y los nietos mayores, conforman un grupo dedicado a cambiar de lugar el Rewe. Lo trasladan, y la fuerza, el ritmo colectivo, más la experiencia ancestral, hacen que en menos de media hora esté parado y firme, unos metros más al norte, en su nuevo escenario.

Después se acomodan las ramas con que se viste el Rewe. La Machi dirige, ordena que corran una rama, que pongan más tupido el follaje, que se despeje la superficie superior; allí donde debe subirse para recibir de Ngenechen las ordenes, los consejos que desde el wenumapu (la tierra de arriba) bajarán, a través de ella, a los hombres de la tierra.

Comienzan los bailes, cadenciosos. Su esposo, como asistente y acompañante, traduce los deseos de la machi: ¡Que se acerquen tales invitados… ¡Usted, peñi, aquí por favor! ¡Lammien por aquí!, etc.

Ya se han dado las primeras vueltas, y muchas más, y se ha hecho rogativas de todo el grupo, hincándose hacia el oriente. Con mudai y hojas de canelo, que sacamos de las ramas recién dispuestas, vamos rogando: por la tierra, por esta comunidad, porque la Machi pueda entregar su sabiduría, porque ella se sienta fuerte y contenta o por lo que cada uno estime, nos han dicho. Cada uno lo hace a su modo, en castellano o en mapudungun.

Ahora han vendado a la Machi, es la parte más sagrada del ritual. Los wentru weche (jóvenes varones), representando a los conas (guerreros) de antaño, retroceden de espalda, delante de ella, mirándola desde sus caballos de palo, que con varillas de coligue, han confeccionado apenas unas horas antes. Con el gesto simular hacerle marcas de cuchillos (también de palos) en los brazos. Ella danza en ruedo con los convocados. Unas cincuenta personas danzan detrás de ellos.

Muchas vueltas después la Machi sube al Rewe, sigue vendada; sube otro escalón del praprawe (escalera del rewe), parece que se introduce en un bosque. Se balancea y canta.

La imagen es subyugante, parece que va entrando en el cielo nocturno, por un bosque de canelos hacia el cielo, el wenumapu. Un tiempo después se agita la concurrencia y en especial sus ayudantes. Gritan, piden elementos: agua, alcohol, un cigarrillo. Corren, van y vienen procurando cumplir con el pedido de estos elementos. Por fin, se entiende que fueron satisfechos y la Machi indica a sus ayudantes lo que debe hacerse. Un lavatorio es el lugar donde se reúnen los elementos solicitados. Ahora nos piden acercarnos a beber el preparado. Explican que la machi ha recibido desde lo alto un remedio, una receta para preparar un brebaje que debemos tomar todos; es un regalo, y al sentir en la garganta el líquido, nos sentimos recibiendo el bautismo. La emoción cunde, lo presentimos en cada uno de los asistentes.

A las dos de la mañana entramos nuevamente a la casa. Un descanso, otra vez un plato de carne y papas, para reponer el cuerpo. El frío hace estragos, la Machi dicen, se retiró también a reponer fuerzas.

Todo el día siguiente sigue la fiesta y ya agotados nos despedimos. Nos damos cuenta de que estar presente en una ceremonia que se ha perdido con el tiempo y en la cual, por lo general, sólo participan personas del pueblo mapuche, es un regalo del cielo (wenumapu), y sobre todo conocer a la Machi y ser considerados como sus hermanos.

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