TEXTO DE FRANK LAWLIS
“ENFOQUES CHAMANICOS EN UNA CLÍNICA
HOSPITALARIA DEL DOLOR”
El dolor es un requisito imprescindible para el crecimiento y el aprendizaje. En el caso sumamente improbable de que un niño nazca sin la capacidad de sentir dolor, la probabilidad de que llegue a adulto es muy reducida. Un niño en tales condiciones no podría aprender de los errores, no comprendería el peligro, no sería capaz de adquirir habilidades interpersonales, convirtiéndose en un peligro para sí mismo y para los demás. No obstante, a pesar de que la forma más rápida de aprender es a través de la incomodidad física o mental y de que nuestras transiciones más memorables van típicamente acompañadas de procesos dolorosos, el dolor es, por definición, una experiencia a la que toda persona normal se resiste y procura eludir.
Como codirector de las cuatro clínicas del dolor de Texas, he tenido oportunidad de observar el ciclo del dolor de primera mano. He visto cómo dicho ciclo, a través de su persistente tensión, elimina muchas posibilidades de satisfacción y acostumbra a acrecentar cualquier psicopatología latente en un individuo. La frustración propia de dichos casos se ve además agravada por la confusión mental característica de los efectos secundarios de los medicamentos para el dolor. En consecuencia, la depresión y un bajo concepto de sí mismo son facetas omnipresentes en el historial de los pacientes que acuden a nuestras clínicas.
Pero también he visto a pacientes muy valerosos enfrentarse al dolor y trascenderlo a nuevos planos de la conciencia y de renovación personal. Dado que la respuesta típica al dolor prolongado es la amargura y la depresión, el reto estriba en ayudar a encontrar significado en dicha experiencia. En esta labor hemos descubierto que las técnicas chamánicas son extremadamente valiosas y necesarias, tanto para la transición física como para la mental.
El concepto chamánico fundamental que hemos adoptado es el de la transformación espiritual. En lugar de ajustarnos a un modelo mecanicista que considere que la función del terapeuta es la de reparar el cuerpo para que funcione como antes, o incluso para que desarrolle su potencial máximo, los esfuerzos del equipo de nuestra clínica van encaminados a que la persona sea mejor que antes. Esto se basa en el supuesto de que el valor relativo de la parte física, e incluso el de la psicológica, es menos importante que el de la espiritual.
Lo que se entiende por transformación espiritual es un cambio en la perspectiva del mundo, un modo distinto de entender el papel personal en la naturaleza y la relación con la misma. Por ejemplo, muchos de nuestros pacientes han realizado trabajos muy duros a lo largo de toda su vida. Para este tipo de personas, el significado de la existencia se define frecuentemente en base a su capacidad de producción. La naturaleza, en este caso, especialmente en lo que hace referencia al cuerpo del individuo, sólo representa el poder necesario para que la persona desempeñe el papel asignado. Este concepto de la naturaleza implica que no es necesario ningún cuidado especial. El cuerpo funcionará, la tierra colmará las expectativas personales y es innecesario prestarle atención a cualquier otra cosa.
Sin embargo, el dolor crónico obliga a cambiar de perspectiva. Significa que las cosas no han funcionado de acuerdo con lo esperado, cuestionando los supuestos en los que se basaban dichas expectativas. Entonces se descubre que el cuidado y el respeto a la naturaleza eran necesarios, como también lo era el cuidado del cuerpo y de la mente. Entonces, la misión y la relación del individuo con la comunidad da un salto gigantesco hacia una consideración completa del concepto global de la vida y la muerte, y se siente la necesidad imperante de transformar las viejas pautas del pensamiento, de las emociones y de la conducta.
La transformación puede tener lugar de muchos modos distintos. En nuestra búsqueda de enfoques innovadores, hemos acudido a prácticas chamánicas en diversos marcos. En este capítulo se describen algunos de estos enfoques, como parte de nuestro protocolo con los pacientes internos. Estas técnicas de imaginería, tambores, tacto, aislamientos, música y cantos, están lejos de ser nuevas en la literatura chamánica. Sin embargo, que yo sepa, no existe ningún otro hospital que las incorpore en un programa médico integrado.
Debido a la naturaleza del establecimiento médico, tenemos que utilizar dichos procedimientos con cierto tacto, a fin de no ofender al profesional tradicional o sus creencias. Las descripciones siguientes son ejemplos de las técnicas utilizadas con mayor frecuencia. Hemos racionalizado cada una de ellas desde el punto de vista de la medicina occidental, particularmente en lo referente al control del dolor. Respetamos el poder de transformación de estos métodos y recomendamos su consideración a quienes traten de temas semejantes.
Imaginería
En la realidad ordinaria vivimos entre fronteras. Por ejemplo, estamos capacitados para ver las ondas del espectro luminoso dentro de cierta gama. A pesar de que dicha gama varía de una persona a otra, lo hace en un margen muy reducido del espectro global y sigue siendo muy limitado, incluso al compararlo con la gama de percepción posible en otras especies. Pero cuando utilizamos el poder de la imaginación, desaparecen las fronteras. Ningún reino es insuperable, a no ser por las limitaciones que nosotros mismos le impongamos.
El uso de la imaginería es probablemente el método de transformación más antiguo de la historia, descubierto y utilizado por los antiguos chamanes hace muchos milenios.’ Gracias a la imaginería, no sólo podemos adquirir una mejor comprensión de nuestras necesidades y del control de nuestra fisiología, sino que podemos alcanzar una sabiduría más profunda y posiblemente llegar a planos más allá de nosotros mismos.
No es difícil hallar formas de imaginería que creen un impacto en nuestros cuerpos. Los pacientes suelen empezar por descubrir que las imágenes aumentan o disminuyen los latidos del corazón. A algunos, el hecho de imaginarse a sí mismos en un acto sexual les aumenta las pulsaciones, a otros les resulta más eficaz una escena de horror, como la de una caída o la de ser perseguidos por una poderosa figura. A un elevado tanto por ciento les afecta imaginar que son víctimas de un accidente. Por otra parte, la reducción de los latidos del corazón tiende a ser menos variable. Tumbarse sobre la cama, pescar o navegar por un lago, descansar en la playa, contemplar el paisaje desde la cima de una montaña, o simplemente flotar en el espacio, suelen producir los efectos deseados. El hecho de que sea la imagen de un recuerdo o de una fantasía carece de importancia.
Desde un punto de vista físico, es natural que los pacientes empiecen a explorar imágenes que afecten el dolor. En la mayoría de los casos, durante esta fase aprenden a incrementar el flujo de sangre a las áreas dolorosas y músculos tensos. El resultado es una disminución del dolor y un mayor control de las zonas de tensión.
Por ejemplo, Alice tenía un dolor intenso en la nuca y en la cabeza, como consecuencia de un accidente de coche. Las radiografías revelaron un fragmento óseo, parte de la columna vertebral, que sobresalía por encima de la médula. No había peligro de que afectara directamente sus conductos nerviosos, pero el hueso servía de punto de apoyo al soporte muscular de la cabeza. A pesar de que hacía un año que se hallaba en aquella condición, no había querido someterse a una intervención quirúrgica debido al bajo porcentaje de reducción significativa del dolor y a la esperanza del cirujano de que el hueso acabara por reconstituirse por cuenta propia. También cabía considerar el hecho de que su matrimonio era calamitoso y se creía que su dolor podía ser funcional en algún nivel de aquella situación.
Durante la segunda semana de tratamiento, mientras Alice exploraba su propia imaginería, descubrió la imagen de su – marido separándole los huesos del cuello y causándole dolor. También tuvo muchos sueños en los que su confusión y perturbación se centraban en la zona de la nuca («quebraderos de cabeza»). Imaginando la reducción de la tensión en dicha área y trasladándola a sus cuerdas vocales, comenzó a «expulsar el dolor con la voz» y a substituirlo por amor y ternura hacia sí misma. El resto de la historia es quizá previsible en términos -finalmente- de su divorcio y de un nuevo matrimonio, pero el hueso se reconstituyó en un plazo de dos semanas (verificado por radiografías) y se incorporó al trabajo seis semanas después de abandonar la clínica.
Todos tenemos nuestros éxitos predilectos, pero en mi caso es el de un paciente llamado Bill, que padecía un dolor muy específico en el costado derecho del centro de la espalda. No había nada en su historial médico que justificara aquel terrible dolor, que le afectaba todos los días, aparte de una voluminosa protuberancia en la espalda. Durante la primera semana, imaginaba lo primero que le venía a la mente, cuando le palpaba la espalda en distintos lugares.
Lo que me proponía era comprender un poco mejor el mecanismo muscular. Gracias a las imágenes que me narraba el paciente, podía ir detectando los conductos de transmisión del dolor. En este caso, cada vez que tocaba su dolorosa protuberancia, comenzaba a hablarme inmediatamente de un accidente automovilístico que había presenciado. Echó a llorar; no de dolor, sino de la sensación de culpabilidad que le producía el hecho de no haber ayudado a las víctimas que gemían en el coche en llamas. Conforme iba asimilando la experiencia, la protuberancia comenzó a decrecer, como si alguien dejara escapar el aire de un neumático. Transcurridos treinta minutos el dolor había desaparecido y logró dejar de pensar en aquella situación sin connotaciones emotivas. Debo añadir que el dolor no reapareció.
Existe una lista interminable de ejemplos semejantes del poder de la imaginación y su conexión con causas traumáticas de dolor. La imaginería forma parte de toda la actividad en nuestra clínica, desde la terapia física hasta la verbal. Sólo después de que el poder de la imaginería haya conducido al paciente a descubrir personalmente una perspectiva más amplia, más allá de los límites actuales de su experiencia, p cambiar su percepción de las pautas vitales. Puede que entonces adquiera una nueva percepción de los papeles familiares, o de la relación mecánica de las reacciones de la conducta en el cuerpo, o del papel de la propia experiencia del dolor.
Tambores
Algunas de mis experiencias más valiosas han tenido lugar mientras escuchaba, hora tras hora, el son de los tambores chamánicos y sentía una armonía que crecía en mi interior. Desde un punto de vista fisiológico, sabemos que el estímulo auditivo o visual constante a ciertas frecuencias dirige las funciones de las ondas cerebrales hacia una armonía.’ También sabemos que la mayoría de los chamanes utilizan el son del tambor para sus ritos y desplazamientos a nuevas realidades. Por consiguiente, la experiencia de los tambores es útil para nuestros pacientes, que necesitan nuevas plataformas perceptivas.
Hemos utilizado experimentalmente una grabación del son de tambores chamánicos midiendo su acción relajadora con instrumentos de biorretroacción. Ahora se da prácticamente por sentado que, en la mayoría de los pacientes, el son regular del tambor facilita e incrementa la circulación vascular periférica, según las mediciones de una sonda térmica, y reduce la tensión muscular, como lo indica el correspondiente electromiograma. También hay quien utiliza la grabación del son de los tambores para dominar las jaquecas y reducir la presión sanguínea.
Sin embargo, el descubrimiento más importante relacionado con el son de los tambores es su utilidad para facilitar la imaginería y eliminar la depresión. Como he aclarado anteriormente, la depresión es uno de los temas más importantes con los pacientes que padecen dolor, y una de las facetas centrales de la depresión es la reflexión obsesiva que experimentan los pacientes, al preocuparse de sus problemas. Quedan «atrapados» en un resentimiento (dirigido especialmente contra sus jefes, o hijos y consortes) del que no logran liberarse. Con frecuencia la terapia verbal empeora la situación, debido a la tendencia de la mayoría de los terapeutas a «resolver» el elemento depresivo con enfoques lógicos o catárticos, cuya consecuencia es la de aumentar la depresión y disminuir la energía de los pacientes. Los períodos prolongados al son del tambor parecen ayudar a dichos pacientes a superar sus pensamientos cíclicos y repetitivos.
Por ejemplo, un paciente llamado Carl acudió a nosotros con un intenso dolor de espalda, que le había obligado a abandonar un buen empleo en una empresa petrolífera y a no moverse de su casa en los últimos tres años. Estaba resentido con su antiguo jefe y con su esposa, y se negaba a participar plenamente en las actividades de la clínica. Por otra parte, se dedicaba a repetir una y otra vez lo malo que era el mundo. Se le introdujo al son de los tambores en una sesión de grupo, en la que yo me ocupé personalmente de tocar el tambor. Les dije a los participantes que se abandonaran al son del tambor, permitiendo al mismo tiempo el ir y venir de pensamientos e imágenes, sin preocuparse de su significado. También les comenté que en el caso de que aparecieran seres en sus imágenes, éstos podrían tener un significado simbólico y presentarse de un modo interesante.
Carl experimentó la imagen de un halcón, que voló siete veces alrededor de su cabeza antes de volar describiendo círculos y cruces. El halcón se posó en su hombro y le dijo que había llegado el momento de seguir con su vida y dejar atrás su pasado. Cuando todo el mundo comentó sus reacciones, Carl estaba confundido. Les hablé de los animales de poder, sin entrar en la cuestión de interpretaciones. Ya fuera por el halcón o por la transmisión de ondas cerebrales, Carl comenzó efectivamente a ver el mundo en otros términos. Utilizó la grabación de los tambores todos los días, tanto con fines biorretroactivos como para sus meditaciones vespertinas.
Palpación
Hace unos tres años, mientras dirigía un grupo de trabajo en Esalen, conocí a Richard Pavek, que estaba muy emocionado por lo que estaba aprendiendo sobre una técnica de palpación llamada SHEN.3 Me ofrecí voluntario como objeto de experimentación. Después de la sesión, tuve que admitir que lo único que sentía era cierta relajación. No obstante, accedí a que viniera a Texas y pusiera a prueba su enfoque con nuestros pacientes. Estaba convencido de que no podía perjudicarles, pero por otra parte no estaba seguro de volver a ver a Richard.
La mañana en que apareció, estábamos agobiados por un montón de difíciles problemas. Resueltos los aspectos administrativos, Richard estaba listo para trabajar con los pacientes, algunos de los cuales parecían tener problemas muy graves. Uno de ellos se llamaba David y había sido golpeado por una enorme grúa, que le había aplastado seis vértebras. Según toda lógica, debía haber quedado parapléjico, pero su médula seguía intacta. Después de varias intervenciones quirúrgicas su dolor había empeorado y como último recurso lo habían mandado a la clínica del dolor.
El dolor de David se concentraba en la espalda y en la pierna derecha, y no estaba dispuesto a soportar la agonía de levantarse de la cama sin provocación. Cuando por fin se aventuró a salir al vestíbulo, caminaba con gran dificultad y usaba una muleta. Media hora después de que mandara a Richard a trabajar con él, David estaba literalmente bailando en el vestíbulo, sin cojera ni dolor. Sin ánimo de exagerar, quedé sumamente impresionado. Mandé a Richard a tratar otra paciente, Edith, que en aquel momento padecía una fuerte jaqueca. Una vez más, a los treinta minutos, el dolor había desaparecido. Lo mismo ocurrió con otros dos pacientes. A pesar de que los síndromes dolorosos de dichos pacientes no desaparecieron permanentemente con una sola sesión, cuando la técnica de Richard se utilizaba juntamente con otras terapias producía buenos resultado, que atribuí principalmente a los efectos de la terapia SHEN.
Le pedí a Richard que nos enseñara la aplicación de dicha terapia, a fin de separar la técnica de la persona que la practicara. Los resultados que hemos obtenido han sido semejantes a los de Richard y hemos integrado su uso con el de otros enfoques. Una explicación muy simple de la terapia SHEN se basa en un flujo de energía o modelo «flex». Como saben los chamanes desde hace muchos siglos, en el cuerpo hay distintas corrientes de energía que influyen en nuestra salud. Los sucesos físicos y emocionales pueden interrumpir y perturbar dichos flujos, y son las perturbaciones crónicas las que conducen finalmente a la enfermedad. El método de Richard consistía en palpar el cuerpo de un modo determinado, a fin de dirigir los flujos de energía hacia sus canales apropiados.
Tal como nos lo describió Richard, los flujos más evidentes circulan por los brazos y dan la vuelta al cuerpo, describiendo círculos que cruzan la médula espinal. Un flujo suele ir de la palma izquierda a la derecha. Otro empieza en el pie derecho, asciende por el costado derecho del cuerpo, pasa por encima de la cabeza y desciende por el costado izquierdo hasta el pie izquierdo. Otro flujo común es el que sube por la médula espinal hasta la parte superior de la cabeza y posiblemente desciende describiendo círculos. Los chakras descritos en el yoga son también centros de flujo de energía, pero para mayor información es aconsejable leer el libro de Richard.
Otro ejemplo de la eficacia de la terapia SHEN es el caso de Frank y María. Frank ingresó en la sala ortopédica del hospital debido a su intenso dolor de espalda y se me pidió que le visitara. En el momento de entrar en su habitación, supe que Frank estaba gravemente enfermo. En realidad, hacía un año que se le había diagnosticado un cáncer y los síntomas de su dolor de espalda tenían características confusas. Recluté a su esposa, María, como coterapeuta y le enseñé algunos flujos SHEN por la espalda y piernas. El diagnóstico médico indicaba que el cáncer se había extendido a la columna vertebral y que parte de sus vértebras se habían deteriorado, lo que explicaba el dolor de su espalda. Se le comunicó a la familia que con toda probabilidad no regresaría a su casa y que era conveniente que se prepararan para el fin.
Yo le visitaba todos los días. María me formulaba algunas preguntas y me contaba sus mejoras al facilitarle una reducción de su dolor. Se contrató una enfermera particular y María le enseñó lo que sabía. María no se mostró jamás excesivamente optimista, ni se engañó en cuanto al estado de su esposo, pero su amor por él y la dedicación con que procuraba disminuir su dolor eran evidentes. Al cabo de tres semanas, a Frank se le dio de alta en el hospital. El tumor de la columna vertebral se había disuelto y las vértebras habían comenzado a rehacerse. Sería poco afirmar que el personal de la sala quedó sumamente impresionado.
La cámara de aislamiento
Uno de los ritos más comunes en muchas culturas incluye un período durante el cual se aísla al individuo de la comunidad, a fin de que se enfrente a su propia esencia. Por ejemplo, el aislamiento puede tener lugar en una cámara termal o en un viaje, pero la experiencia clásica chamánica consiste en enfrentarse a lo desconocido solo en la selva, totalmente aislado. La versión moderna del aislamiento completo sería la cámara de privación sensorial, conocida como tanque de flotación.
La mayoría de nuestros pacientes encuentra que la cámara de aislamiento es un ambiente que facilita la liberación y el cambio emocional. También hay pacientes que tienen miedo de la oscuridad, de estar encerrados y de perder el control.
Estos miedos deben ser respetados. Durante la mayor parte del tiempo de aislamiento, se usa un sensor de biorretroacción para tener constancia de los cambios fisiológicos, pero su valor primordial es el de facilitar viajes de imaginería y autoexpansión.
Por ejemplo, cuando trabajaba en una oficina, a una paciente llamada Virginia se le cayó un armario sobre el pecho, causándole fractura de varias costillas y separación del esternón. Después de un año, tenía todavía un fuerte dolor en el pecho y, como alternativa a otras intervenciones quirúrgicas y medicación, se la mandó a la clínica del dolor. Describió su primera experiencia en la cámara de aislamiento como relajante e introspectiva, con respecto a la imaginería para el control del dolor. En una ocasión Virginia pasó la noche entera en la cámara de aislamiento y al día siguiente había experimentado una transformación. Dijo que había juntado las manos como para rezar y que había sentido un calor que le había comenzado a llenar todó el cuerpo. Había tenido visiones de toda su vida y, de pronto, había comenzado un nuevo día. Su dolor no había desaparecido, pero comentó que ya no tenía ninguna importancia en la misión de su vida. El dolor era simplemente insignificante, en su amplia relación con el mundo.
El tiempo es un elemento subjetivo que divide dos acontecimientos. En la cámara de aislamiento, donde no es fácil distinguir un suceso de otro, el tiempo no tiene la misma realidad que antes y parece detenerse. Sin el marco habitual en el que juzgar la intrusión de dolor mental o físico, las relaciones pueden disociarse del orden subjetivo en que las emplazamos. Desprovistas del pegamento emocional que las sujeta, puede emerger claramente un orden más natural y universal, que facilite una percepción más global.
Al formar parte de un hospital general, con frecuencia consultamos y tratamos a pacientes de otras unidades. Una de nuestras fuentes regulares es la unidad de psiquiatría, y una de las modalidades de tratamiento predilectas para pacientes depresivos y esquizofrénicos es la cámara de aislamiento, debido, probablemente, a razones diversas. El aislamiento le permite al depresivo resolver conflictos en otra esfera de la realidad, sin tener que esforzarse por verbalizar y racionalizar. El esquizofrénico puede reducir el flujo abrumador de estímulos y relajarse en un lugar seguro. Nadie ha tenido jamás una experiencia negativa. Así pues, he aprendido que en muchos sentidos la sabiduría de los ritos chamánicos es apropiada en todas las épocas.
La música y el canto
La música ha sido terapéutica para la humanidad desde el principio de la historia. Todas las culturas parecen reconocer el impacto de su mensaje, ya sea en forma de marcha victoriosa, de nana para tranquilizar a un niño, o de himno en un servicio religioso. Una posible teoría de reacción psicofisiológica podría describirse en términos de un conducto entre el lado derecho y el izquierdo del cerebro, que detona un mecanismo de liberación de serotonina. Otra teoría podría basarse en las asociaciones tempranas con configuraciones musicales, lo que produciría un aprendizaje conductista desde una edad temprana.
En asociación con el programa de terapia musical de la Southern Methodist University, hemos investigado los componentes musicales que afectan los parámetros dolorosos y he llegado a ciertas conclusiones. Primordialmente, el efecto de ciertos tipos de música depende de las preferencias, expectativas, humor y cultura del individuo. Por ejemplo, en pruebas con diferentes tipos de música para niños, como técnica para el control del dolor, en la unidad pediátrica de oncología, mientras se practicaban aspiraciones medulares y punciones lumbares descubrimos que la música preferida era la de Michael Jackson, incluso comparada con la música meditativa que utilizamos en biorretroacción. En la clínica del dolor nos encontramos con otras variaciones de preferencias y evaluamos sistemáticamente el tipo de música que mejor se presta a la actividad deseada para cada paciente determinado. Les compramos magnetófonos portátiles a los pacientes para que puedan utilizarlos mientras hacen ejercicio, se relajan, o duermen. Las selecciones son eminentemente individualistas.
Lo que parece ser consistente es el efecto positivo del tarareo y los sonsonetes en grupo. A los adultos les produce mucha angustia el cantar, pero en la «terapia» de grupo se les alienta a tararear una nota o una melodía, mientras se concentran ya sea en una imagen o en una parte del cuerpo. La energía y coherencia del grupo son increíbles. A menudo algún paciente echa a cantar y en otras ocasiones hay quien llora de emoción. Con frecuencia se expresan inesperadamente confesiones verbales de amor y filosóficas.
Un caso concreto fue el de Steve, que estaba tarareando con el resto del grupo, cuando de pronto comenzó a cantar una antigua canción espiritual. Otros se unieron a él y durante el resto de la sesión, Steve llevó la voz cantante. Después de la reunión, Steve confesó que no había sido consciente de su conducta, sino que vivía su propia realidad, en otro lugar y momento. Lejos de sentir miedo, expresó su gratitud al grupo por aquella experiencia, que le había permitido trasladarse a un reino espiritual y más cerca de Dios.
En lugar de intentar encontrar una canción que todo el mundo conozca para poderla cantar juntos, intento que jamás ha tenido mucho éxito, solemos empezar tarareando distintas notas y relajándonos. Resulta muy productivo pasar una hora entera simplemente tarareando. Todo el mundo se siente vivificado y, con frecuencia, se da una experiencia sumamente positiva, como la mencionada anteriormente. Sin embargo, cantando se agrega una dimensión adicional: la de concentrarse en un tema contextual común. He aquí algunos ejemplos de cantos:
«Cada día me siento mejor.» «Soy un todo.» «Soy uno con el universo.»
Cantar y tararear ayudan en los casos de depresión, probablemente en mayor grado que cualquier otro enfoque. Existen muchas razones para estos provechosos resultados. En primer lugar, el hecho de cantar le ayuda al individuo a aumentar y distribuir el contenido de oxígeno por todo el cuerpo. La investigación ha demostrado que el ejercicio es uno de los mejores remedios contra la depresión, debido a los cambios que provoca en los neurotransmisores, y cantar es una forma de hacer ejercicio.
A un nivel más subjetivo, he descubierto que los pacientes reconocen dentro de sí mismos sentimientos de afecto y trascendencia, estimulados por recuerdos. Ocasionalmente, dichos «recuerdos» parecen pertenecer a otra época. Su naturaleza es sin excepción positiva y se generaliza fácilmente entre el resto del grupo. Se forman vínculos de amistad que perduran muchos años. Recibo un promedio de dos llamadas mensuales de pacientes que abandonaron el tratamiento hace más de diez años y todavía recuerdan los cantos en grupo como las experiencias más significativas de su vida.
La pertinencia del enfoque chamánico
El problema con la utilización de palabras para describir los resultados de nuestros enfoques chamánicos en el control del dolor, como acabo de intentarlo, es que las palabras son limitadas. Si dos personas no tienen experiencias semejantes, puede que las palabras que utilicen para describir ciertos sucesos tengan significados diferentes. Parece sumamente improbable que existan dos personas con las mismas experiencias y, por consiguiente, toda descripción verbal tiene el peligro potencial de transmitir información errónea.
Además, el cuerpo no comprende las palabras. La capacidad lingüística se adquiere muy tarde en la vida, cuando todas las demás habilidades, como el comer y el caminar, están ya firmemente establecidas.
Dolor, ya sea físico o psicológico, no es una palabra que tenga el mismo significado para todo el mundo. Es una experiencia. Las palabras pueden ser útiles para aclarar las experiencias, pero el tratamiento propiamente dicho debe operar en un nivel no verbal. Hemos aprendido de nuestros maestros, los chamanes, y hemos hallado la sabiduría del silencio y ejercitado el don de escuchar.
Evidentemente, no todos los pacientes están dispuestos a escuchar. Tampoco están todos dispuestos a sanar, puesto que la transformación supone un coste. Puede también haber costes para los terapeutas, en forma de denuncias y reclamaciones judiciales. A menudo existen costes en términos de papeles inapropiados en el seno de la familia, que hay que abandonar en pro de la transformación. Y, sobre todo, está el coste de abandonar y someter una relación contraproducente con la naturaleza, que se puede haber poseído y valorado desde la infancia. Todos estos costes están impregnados del miedo a perder. Lo asombroso es que la mayoría de nuestros pacientes acaben por elegir la transformación, incluso teniendo en cuenta que, por definición, todos ellos están condenados potencialmente al fracaso.
Estoy convencido de que muchos medicamentos actúan contra la transformación. La medicación, en mi experiencia, confunde al paciente sobre su dolor, especialmente en cuanto a su significado, o adormece la capacidad de percepción espiritual, dejando al paciente sin energía para la transformación. Creo que esto también es cierto para las «drogas recreativas». Los pacientes adictos al alcohol o a otras substancias químicas parecen tener mayor dificultad con estos conceptos. Tal vez ciertas drogas puedan ser útiles en un contexto espiritual, pero dados sus peligros potenciales y sus efectos secundarios, así como el hecho de que carezco de experiencia o de recursos para explorar dicho camino, he enfocado la transformación espiritual en el contexto de la clínica del dolor a través de los métodos chamánicos mencionados.
Estas prácticas chamánicas nos han ayudado consistentemente a nosotros y a nuestros pacientes. Hemos contribuido al chamanismo en el sentido de que le estamos demostrando a la medicina moderna la eficacia de estos enfoques. Sí, la magia puede tener lugar incluso en la ciencia moderna, en la esterilidad controlada de un hospital. Sin embargo, más importante es que la espiritualidad puede considerarse una vez más como variable fundamental en el proceso de curación.